Annemarie Schwarzenbach, atormentada alma libre

Es un personaje completamente desconocido en España por el gran público e injustamente olvidado a nivel europeo por la historiografía centrada en el periodismo y la cultura del pasado siglo XX, eclipsado por colegas de profesión (en su mayoría hombres).  Hablamos de la periodista y escritora suiza Annemarie Schwarzenbach, cuya labor y memoria recupera una valiente y rompedora novela gráfica editada por Norma Editorial y firmada por las españolas María Castrejón y Susanna Martín. 

Óscar Herradón ©

Mujer multifacética en un tiempo dominado por los hombres, Annemarie Schwarzenbach (1908-1942) fue reportera, novelista, doctora en filosofía, fotógrafa y arqueóloga. Hija de una familia de alto nivel social y económico de suiza, su madre, Renée Wille, con quien tendría numerosos enfrentamientos debido a lo que su progenitora consideraba una disoluta forma de vida, estaba emparentada nada menos que con el canciller Von Bismarck. Y su padre, Emil Schwarzenbach, era el heredero de Ro.Schawarzenbach & CO; una multinacional de fabricación e importación de telas de seda. Su adolescencia coincidiría con el ascenso del nazismo, que vivió como algo terrible, revelándose contra su familia, que era simpatizantes de Hitler.

Desde pequeña mostró una extraña conducta (si hemos de entender por «extraña» el no someterse a las convenciones sociales), por lo que fue llevada en reiteradas ocasiones al médico hasta que uno de ellos le diagnosticó una esquizofrenia, aunque no está clara la veracidad de tal diagnóstico. Mujer impetuosa, atormentada, independiente y feminista, el propio nobel Thomas Mann, de cuyos hijos era amiga, y que la adoraba, la bautizó como «El Ángel Devastado» y es que pasó su corta vida marcada por los excesos y un comportamiento temerario y conflictivo. Fue adicta a la morfina y al alcohol y pasó por varios ingresos psiquiátricos y varias clínicas de desintoxicación.

Erika Mann

Fue, como digo, amiga de Klaus y Erika Mann, y casi con seguridad amante de esta última. Lesbiana en tiempos de fuerte patriarcado e intolerancia social, vivió su amor por las mujeres de forma abierta y explícita, algo que plasmó en sus libros –y que sería el tormento de su conservadora familia, que acabaría por darle de lado–. En Ver a una mujer, habla del primer amor homosexual de una chica joven. Lucía un aspecto andrógino (con pelo corto y pantalones) y llevó una vida de constante y agotadora búsqueda y resistencia frente a los límites establecidos de su tiempo.

Clarac

Cuentan que también mantuvo una fugaz relación con la hija del embajador de Turquía en Teherán, y una de sus más célebres amantes y amigas fue la también atormentada y genial escritora estadounidense Carson McCullers, con quien Annemarie pasaría tiempo de su vida en Nueva York durante 1940. No obstante, y debido a las convenciones sociales, Annemarie contrajo matrimonio en 1935 con el diplomático francés Achille-Claude Clarac en Irán (que según sus biógrafos era gay), un matrimonio de conveniencia.

Carson McCullers

Curiosa impenitente y viajera incansable

En 1927 ingresó en la Universidad de Múnich para estudiar Historia y Literatura y comenzó su producción literaria. Destacó principalmente por sus libros de viajes y realizó expediciones a lugares recónditos en los que a veces nunca habían visto a una mujer occidental. En 1933 viajó a España junto a la fotógrafa berlinesa Marianne Breslauer, cuyo mentor había sido Man Ray. Le conmocionó el estallido de la guerra en nuestro país, prolegómeno del infierno que se avecinaba en toda Europa y el inicio de la Segunda Guerra Mundial supuso para ella, como para tantos de sus contemporáneos, un gran golpe.

Realizó importantes viajes a Asia y África, también a Estados Unidos. En 1939 su amiga la fotógrafa y escritora suiza Ella Maillart se sumó a sus aventuras y ambas viajaron juntas durante seis meses en un Ford por los Balcanes, Turquía, Irán y Afganistán, epopeya de la que surgió el libro Todos los caminos están abiertos (mientras que Maillart confeccionó La ruta cruel), libro que en castellano ha publicado en una preciosa edición la editorial Minúscula, responsable también de la edición de otros títulos de Annemarie como Muerte en Persia, el citado Ver a una mujer o Con esta lluvia.

A los 34 años, en 1942, Annemarie sufrió un accidente de bicicleta, se golpeó la cabeza contra una piedra y permaneció inconsciente durante días. Cuando despertó fue incapaz de reconocer a su madre y había perdido la capacidad de habla, observación y movilidad, muriendo el 15 de noviembre de ese año, cuando aún quedaban tres para el final de la Segunda Guerra Mundial que vivió con tanta ansiedad. No conoció, eso sí, el devastador resultado del conflicto y las atrocidades cometidas por aquel Tercer Reich del que despotricó en sus escritos (y que a punto estuvo de llevarla a la cárcel). Una mujer sorprendente y provocadora que escribió su propia historia de empoderamiento.

PARA SABER MUCHO MÁS:

La novela gráfica citada que lanza Norma Editorial. En Annemarie, María Castrejón y Susanna Martín recuperan la figura de la periodista y escritora suiza en este imprescindible ejercicio de recuperación de la herstory. Un relato completo y sincero –y en ocasiones implacable– de una periodista que solo ha sido recordada por el morbo de su vida personal (tormentosa, a lo que contribuyó el desarrollarse en el convulso y acelerado periodo de Entreguerras) y no por la relevancia de su importante trabajo, ni por su empoderamiento como viajera «sola», ni tampoco por hacerse con un hueco como periodista en un tiempo donde dicho oficio era dominado por los hombres. Gracias a esta joya ilustrada Annemarie recupera el lugar que le corresponde en la historia del siglo pasado. Una obra que ha sido descrita por la periodista Berta Jiménez Luesma como «Pura dinamita dibujada. Su publicación es un acto revolucionario en sí mismo».

10 cosas que quizá no sabías de Tutankamón

El pasado 4 de noviembre de 2022 se cumplieron 100 años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes, en El Cairo, probablemente el hallazgo arqueológico más célebre de la historia. He aquí algunas de las curiosidades sobre el faraón y los responsables de sacar a la luz su momia tras miles de años bajo la arena del desierto.

Óscar Herradón ©

No ha lugar aquí para narrar una historia tantas veces contada, pero que se reinventa una y otra vez al salir a la luz nuevas revelaciones que año tras año descubren algo nuevo de aquel faraón-niño que vivió hace milenios. Pero teniendo en cuenta tal efeméride, fueron numerosas las novedades centradas en el personaje de las que ahora, cinco meses después, nos hacemos eco en el Pandemónium (algunas, claro, y solo en castellano) tras destacar 10 curiosidades sobre el insigne egipcio y su tumba para abrir boca.

Howard Carter

–Tras siete años realizando excavaciones en el Valle de los Reyes, Lord Carnarvon, el mecenas del arqueólogo más famoso de todos los tiempos (con permiso de Indiana Jones), Howard Carter, estaba a punto de perder la paciencia –y retirarle los fondos– por lo que consideraba ya una empresa fallida cuando, el 4 de noviembre de 1922, el británico descubrió la tumba primeramente llamada KV62, donde se hallaban los restos sin profanar (casi) de Tutankamón, el mausoleo faraónico mejor conservado jamás encontrado en el país del Nilo.

–La tumba albergaba un ajuar funerario formado por nada menos que 5.398 objetos (catalogarlos sin sufrir algún que otro «extravío» fue una auténtica odisea), entre ellos los utensilios más personales del faraón-niño, incluidos ¡sus calzoncillos! Se trataba de la primera prenda interior documentada de la historia (lo que no quiere decir que fuera la primera usada, claro). Un lejano antepasado de los «slips», una suerte de pañal de lino en forma de triángulo invertido.

–También se encontraron más de 40 pares de sandalias –ni la mejor influencer tiene tantas en su vestidor–, algunas fabricadas en papiro y decoradas con imágenes de sus enemigos tradicionales de Nubia y Asia Central, y calzado adaptado para una malformación congénita que afectaba al faraón… ¡los primeros zaparos ortopédicos de la humanidad!

–El trono real, esde una factura técnica muy compleja y hecho de madera decorada con pan de oro, plata, pasta de vidrio y piedras semipreciosas como el lapislázuli, la cornalina y la turquesa, de una complejidad extraordinaria en su elaboración. Mide 100 centímetros de altura por 54 centímetros de ancho y 60 de longitud. Está construido en oro laminado con imágenes en sobrerrelieve que encierran un fascinante universo alegórico: en la escena se observa a la pareja real, Tutankamón y su Gran Esposa Real, la «Dadora de Herederos», la reina Anjesenamón, una de las numerosas hijas (tuvieron 90) del rey hereje Akenatón y de Nefertiti.

–Los egiptólogos e historiadores suelen dividir el célebre Libro de los Muertos en cuatro grandes secciones. La primera abarca de los capítulos 1 al 16, y señala los pasos por los que el difunto entra en su tumba y accede al inframundo egipcio (la Duat) para después recuperar el habla y el entendimiento tras el trance de la muerte. La segunda sección abarca de los capítulos 17 al 63 y recoge el origen mítico de varios dioses, señalando la necesitad de que el muerto vuelva a la vida y pueda renacer como «el Sol matinal». Los capítulos 64 al 129 abarcan la tercera parte, donde se narra el viaje del fallecido a través del más allá a bordo de la Barca Solar y su descenso a la Duat para encontrarse con Osiris (la deidad principal del panteón egipcio) al caer la noche. El cuarto y último bloque recoge los capítulos 130 a 189, donde se cuenta cómo el espíritu del difunto asume el poder del Cosmos después de que su figura sea reclamada por los dioses y supere el juicio de Osiris tras el peso de su alma en la balanza manejada por Anubis, el dios chacal.

–De las 62 tumbas ocultas en el Valle de los Reyes, tan solo 24 pertenecen a faraones.  Curiosamente, la tumba de Tutankamón era de las más pequeñas de su dinastía, lo que para los expertos confirma el hecho de que el faraón-niño fue enterrado de forma improvisada a causa de su repentino fallecimiento, por causas naturales o… ¿asesinato?

Hatshepsut

–En sus comienzos, trabajando bajo la dirección de arqueólogos de renombre como Édouard Naville, William Matthew Flinders Petrie y el financiero estadounidense Theodore M. Davis, Howard Carter realizó varios descubrimientos arqueológicos importantes, como las tumbas de Tutmosis IV y la de Hatshepsut en 1903, esta última dentro de la cámara KV60 del Vale de los Reyes. El inglés era un explorador metódico que plasmaba en sus diarios una documentación extraordinaria, de enorme utilidad para generaciones posteriores de arqueólogos (incluso a día de hoy). Aunque cambió la historia de Egipto, según reveló Nora Shawki a National Geographic en el país del Nilo no se le considera un héroe sino más bien «un colonialista que descubrió una tumba y desató la egiptomanía en el extranjero».

Lord Carnarvon

–Entre las miles de páginas que se escribirían tras el hallazgo se filtró también el rumor sobre una terrible maldición que caería sobre aquel que se atreviera a profanar la tumba. Dos meses después del descubrimiento, Lord Carnarvon, presente en su apertura, fallecía en El Cairo de forma inesperada a los 56 años, oficialmente por «una neumonía sobrevenida de erisipelas», pero pronto comenzó a forjarse la leyenda de una «venganza sobrenatural» a la que contribuyeron otras muertes extrañas: la de Arthur Mace, quien descubrió la tumba junto a Carter y fallecía antes de finalizar la titánica tarea de clasificar y sacar todos los objetos; la del hermano de Lord Carnarvon, Aubrey, el mismo año que este; la de sir Archibald Douglas Reid, artífice de radiografiar la momia del «faraón-niño»; la del magnate estadounidense de los ferrocarriles Georges Ray Gould, que murió de neumonía tras visitar la tumba, y la de Richard Bethell, secretario de Howard Carter, que murió de forma extraña, eso sí, bastantes años después, en 1929. Muchas muertes que despertaron la imaginación de las gentes gracias a los artículos de la prensa (y no solo la sensacionalista).

–La historia de la maldición de la momia fue impulsada por los rotativos contemporáneos, también por la prensa «respetable», probablemente por el Times londinense, que se hizo con la exclusiva del hallazgo arqueológico. También por las opiniones de personajes de calado, como el escritor Arthur Conan Doyle, creador del inolvidable detective Sherlock Holmes y ferviente seguidor del espiritismo,  quien según publicó la prensa de entonces achacó la muerte de Lord Carnarvon a un «mal elemental» que cobijaba la tumba desde hacía milenios y que se vengó de sus profanadores. También echó leña al fuego de la maldición la popular novelista también británica Marie Corelli, que escribió una carta al periódico estadounidense New York World donde afirmaba conocer textos antiguos árabes que mencionaban una maldición que rezaba: «La muerte extenderá sus alas sobre todo aquel que se atreva a entrar en la tumba sellada de un faraón», y que hablaba de venenos letales depositados en las tumbas egipcias para ahuyentar a profanadores y ladrones. ¿Una estrategia de marketing?

–Por parte de médicos y egiptólogos cobró fuerza la hipótesis de gérmenes que habrían causado una infección fatal al abrir  la tumba y que permanecían en estado latente durante muchos siglos. Tampoco Howard Carter creía en la maldición, y decía: «Todo espíritu de comprensión inteligente se halla ausente de esas estúpidas ideas». De hecho, siendo el principal responsable del gran hallazgo arqueológico (y, por tanto, el profanador con más papeletas para sufrir la ira del desierto) murió 17 años después, con 64 años (una edad avanzada entonces), por la enfermedad de Hodgkin.

PARA SABER ALGO (MUCHÍSIMO) MÁS:

Tal efeméride, por supuesto, ha traído consigo todo tipo de actividades museísticas y numerosas novedades editoriales, algunas de las más interesantes recogidas en las siguientes líneas:

Tutankamón. Farón. Icono. Enigma (Ático de los Libros)

Recientemente, una de las editoriales que más miman la divulgación histórica en nuestro país, Ático de los Libros, publicaba el documentado ensayo Tutankamón. Farón. Icono. Enigma. Perdido durante tres mil años, incomprendido durante un siglo.

El hallazgo de la tumba de Tutankamón por Howard Carter hace cien años desató una tormenta en los medios de comunicación de todo el mundo, así como la fiebre por la egiptología, también en la España de aquel entonces (de hecho, dos años después del descubrimiento Carter visitaría nuestro país invitado por el duque de Alba, reconocido aficionado a la egiptología). Junto a aquellos ríos de tinta sobre el pasado del Valle de los Reyes, se filtraron innumerables leyendas que hicieron que la verdadera historia tanto del rey como de su tumba su sumieran en el olvido, salvo entre los estudiosos.

Tyldesley

La eminente egiptóloga y académica británica Joyce Tyldesley, reúne por primera vez diez semblanzas únicas a través de las cuales conoceremos al faraón adolescente y a su familia, a los antiguos embalsamadores y a los ladrones de tumbas, a los famosos exploradores y a los arqueólogos egipcios injustamente olvidados. En este fabuloso libro, el lector emprenderá un viaje que abarca desde la antigua Tebas en 1136 a.C., cuando un joven rey con la misión de restaurar su tierra encontró un final inesperado y violento, hasta la moderna Luxor en 1922 d.C., cuando el descubrimiento de su tumba dio lugar a una lugar a una lucha por su propiedad que continúa hasta la actualidad.

Es, por encima de todo, la historia de Tutankamón, probablemente tal y como él habría querido ser recordado. Dicho ensayo, que reúne tres mil años de pruebas y desvela la leyenda que rodea al faraón más famoso de Egipto, ofrece una nueva y reveladora historia de su vida, su muerte y su legado, del que el rotativo británico The Mail on Sunday ha dicho: «Muy ameno. […] La importancia de descubrir la verdad –en lugar de los mitos, rumores y escándalos del siglo pasado– pasa a primer plano», y The New York Times: «Una narración fresca y muy bien documentada de la vida y tiempos del joven rey».

Año 1325 a. C. El Año que murió Tutankhamón (Laberinto)

En su catálogo, Ediciones del Laberinto cuenta con este sugerente título que reeditaron con motivo del 100 aniversario del descubrimiento y que recrea los sucesos que acontecieron en los momentos finales del «farón-niño» de la mano de la profesora de Historia y escritora Ana María Vázquez Hoys.

Nefertiti

Un día, quizá de primavera, del año 1325 a. C., la joven reina Ankhesenamón deposita unas flores en la tumba de su esposo recién fallecido, el joven Tutankhamón. Una muerte inesperada, o puede que no tanto, una pieza más dentro del enorme tablero de juego político y religioso en el que se ha convertido Egipto desde el reinado de Akhenatón, el faraón hereje. Una lucha despiadada en la que se entremezclan las concepciones religiosas con las ambiciones políticas y la más primaria ansia de poder.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

El Libro de los Muertos y otros grandes misterios de Egipto (Pinolia)

Y si lo que queremos es una visión general, amena y preñada de curiosidades sobre el país de los faraones, recomiendo las páginas de El Libro de los Muertos y otros grandes misterios de Egipto, que publicó recientemente Pinolia, editorial del Grupo Almuzara con la que tengo el placer de haber publicado algunos capítulos en varios libros centrados en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española –de los que nos ocuparemos en breve en el Pandemónium–. La obra, escrita por prestigiosos arqueólogos y egiptólogos, está coordinada por Vicente Barba Colmenero, doctor en Patrimonio y Arqueología por la Universidad de Jaén y el Instituto Francés de Arqueología Oriental en El Cairo, por lo que ese acercamiento a los enigmas de la civilización del Nilo no es ni superficial ni fantasioso, sino que está repleto de erudición y datos comprobables.

El Libro de los Muertos, gran conocido para aquellos que como un servidor pasó tantos años en la redacción de la revista Enigmas, era una suerte de manual funerario que se inscribía en los muros de las tumbas y los féretros, el modo de asegurar, mediante invocaciones mágicas, que el difunto alcanzara el «más allá» sin contrariedades. Un texto que ha sido reeditado numerosas veces y al que podemos acercarnos en las ediciones publicadas por la Editorial Edaf.

A través de aquellas paredes repletas de sortilegios y enigmas que permanecieron enterrados bajo la arena del desierto durante siglos, los autores se adentran con los ojos del hombre actual, libre (o no tanto) de supercherías, en los rituales y misterios que rodean su vasta cultura. Y será un viaje excitante y revelador, no en vano, muchos de ellos trabajan in situ en localizaciones tan emblemáticas como el Valle de los Reyes, así como necrópolis, poblados y templos de todo Egipto.

En sus páginas seremos guiados por asuntos tan seductores como el de los amuletos y la magia en el antiguo Egipto, los pecados y castigos que se practicaban entonces, las misteriosas lámparas de Dendera, el poder del ojo de Horus, el ¿asesinato? del protagonista de este post, el malogrado Tutankamón, los textos de las pirámides y los ataúdes o la construcción de Karnak, el mayor centro de culto del mundo antiguo, y mucho más.

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Enriqueta Martí. La Vampira de Barcelona (I)

A comienzos del siglo pasado, en una Barcelona en blanco y negro que se encaminaba hacia la modernidad, pero en la que la superchería tenía aún un gran peso y los bajos fondos eran un hervidero de malas costumbres, tuvieron lugar una serie de horrendos crímenes cometidos por una mujer aparentemente normal que escondía un terrible secreto. El nombre con el que fue bautizada era Enriqueta Martí. El apodo que le colgarían los medios sensacionalistas: la Vampira de Barcelona. Esta es su historia.

Óscar Herradón ©

En 2012 se cumplieron 100 años de la muerte del personaje, al que dedicamos un amplio reportaje en la desaparecida revista Enigmas, y ahora que mi buen amigo Alberto de Frutos, al alimón con Eladio Romero, publica En la Escena del Crimen (Larousse, 2022), en una edición ilustrada que corta el aliento (y si te descuidas, algún que otro cuello) y, entre un amplia amalgama de crímenes patrios que conmocionaron a la sociedad a lo largo de dos siglos –con prólogo del periodista Juan Rada, ex director del legendario semanario El Caso–, recupera el citado de la «Vampira del Rabal», era el momento de traerlo al interior del Pandemónium.

Fue una de las serial killers más temibles de la crónica negra catalana, y de haberse tratado realmente de una «vampira», etiqueta que le colgó la prensa sensacionalista de la época, ávida de podredumbre y escándalo –lo que en gran parte desvirtuaría su figura, reconvirtiéndola de una deleznable paria criminal en una suerte de bruja de poderes sobrehumanos–, es muy posible que el personaje que protagoniza este post todavía se hallase oculta en algún rincón oscuro del barrio gótico de Barcelona, expectante, siempre al acecho, pendiente de que un confiado muchacho, que pasea saboreando un dulce o botando una pelota, sea presa de sus engatusamientos.

Si formara parte del universo legendario –que coquetea siempre con la realidad– de los No Muertos, Enriqueta Martí continuaría siendo un peligro para la sociedad, no solo un recuerdo funesto de unos tiempos marcados por la superchería, la miseria y una alta sociedad decadente dispuesta a cualquier cosa para proteger a sus congéneres, aunque ello significara acabar con los más desamparados. Las huelgas, el feminismo y los movimientos civiles comenzaban a presionar (había tenido lugar poco tiempo antes, apenas tres años, y no por casualidad, la llamada Semana Trágica) y el mundo estaba a punto de cambiar de forma radical, no siempre como esperaban los poderes fácticos que gobernaban nuestra piel de toro (de ahí a la guerra civil había un paso… y tan solo unos años).

Pero volvamos a Enriqueta, que me pierdo. A pesar, como digo, de lo que dirían de ella los rotativos, convirtiéndola poco menos que en la tía abuela payesa del conde Drácula, nuestra protagonista no lucía colmillos, ni es probable que durmiera ni siga haciéndolo en un ataúd a la espera de que la noche caiga sobre la ciudad condal y la sangre brote a chorros del vientre rajado de par en par de una criatura inocente (suena grotesco, pero así se escribían muchas de aquellas crónicas de sucesos de principios del siglo pasado, para escándalo de la moral católica y regocijo del pueblo llano).

Nacer, crecer, delinquir…

Siendo muy joven, Enriqueta se trasladaba de su ciudad natal, San Feliú de Llobregat, donde había nacido en 1868, hasta Barcelona, donde comenzaría trabajando como niñera. Pálida, de ojos finos y rasgados, una muchacha más no era difícil que pasara desapercibida en una de las urbes más cosmopolitas de la España decimonónica que se acercaba a un nuevo siglo. Codiciosa, pues sería, parece, la codicia lo que la llevaría a los bajos fondos y a los más retorcidos crímenes, la joven Enriqueta comenzó a ejercer la prostitución, tanto en burdeles que salpicaban entonces la capital catalana como en lugares públicos dedicados a tal menester, como el Puerto de Barcelona o el llamado Portal de Santa Madrona.

Joan Pujaló

En torno a 1895, si los datos oficiales que manejamos sobre ella son correctos –pues las fechas no están completamente claras– se casó con el pintor Joan Pujaló, quizá para abandonar esa mala vida que ahora es objeto de debate político continuado, relación que no tardaría en fracasar, según confesaría en una entrevista el propio Joan en 1912 (cuando ya se había descubierto el pastel criminal), porque según él Enriqueta sentía una afición desmesurada por el género masculino, por lo que realizaba continuas visitas a las llamadas «casas del mal vivir», y poseía un carácter extraño, era –sigue– hipócrita e impredecible. La mujer, no obstante, ya no se podía defender de aquellas acusaciones, así que, quién sabe…

No obstante, Pujaló sucumbió al oscuro encanto de la Martí, y en el tiempo que duró su relación, se juntaron y separaron, cual émulos de actores hollywoodienses, hasta en seis ocasiones. Mientras tanto, Enriqueta llevaba una doble vida: la de prostituta y alcahueta y la de esposa reservada. Pronto no fue lo suficiente lo que sacaba vendiendo su cuerpo y su avaricia la llevaría a combinar la prostitución con la mendicidad. Durante el día, la Martí, vestida con harapos, pedía limosna y recurría a casas de caridad, a los conventos y a las parroquias, donde conseguía engordar su bolsa cuando ni mucho menos pasaba hambre. Para su miserable cometido, en ocasiones llevaba a niños de la mano, con la intención de ablandar los corazones de los viandantes, niños que decía que eran sus hijos pero que había encontrado por esas calles decadentes prerrevolucionarias.

Sin embargo, Enriqueta parece que nunca había dado a luz. Niños que no solo servirían para ocultar su falsa calidad de mendiga, sino para fines más oscuros. Por la noche, su transformación –cual trasunto femenino de Jekyll y Hyde–, era absoluta: se vestía con sus mejores galas, con buenas gasas, lujosas sedas y tocados, y se dirigía al Liceo, donde conocía a la gente de alto postín, creando a su alrededor una cartera de potenciales clientes, los de un prostíbulo en el que había niños y adolescentes.

Prostíbulos y ciénagas urbanitas

Mientras recorría los bajos fondos como mendiga, Enriqueta, retorcida dama de la podredumbre, localizaba y seguía los pasos de los niños huérfanos y famélicos, de aquellos más débiles que podían servir a sus propósitos como proxeneta. Secuestraba a los infantes y en el Liceo se ponía en contacto con cocheros y otros trabajadores que le informaban de los movimientos de la aristocracia. A partir de ese momento, no le sería difícil poner en contacto ambos mundos: el de los muchachos de los bajos fondos y el de los ricos con mucho dinero y aún más depravación. Parece ser que fue por aquel entonces cuando a Enriqueta, que los rotativos describieron como ducha en artes oscuras, se le ocurrió que no solo podía sacar plata de su abominable prostíbulo de menores, sino que podía utilizar a los muchachos para «curar las enfermedades» de las gentes de rancio abolengo.

Este post tendrá una inminente continuación en «Dentro del Pandemónium».

PARA SABER MÁS:

Barcelona 1912. El Caso Enriqueta Martí (Sílex)

Su autor, el escritor y crítico literario Jordi Corominas, nos introduce en el fascinante caso de la «Vampira» desde una visión más cercana a la realidad de los hechos, donde el personaje se integra en una Barcelona dividida en dos facciones muy marcadas, ricos y pobres, burgueses y obreros, Modernismo y Revolución, en una trama que para el autor ha sobrevivido en sus mentiras porque nos puede más las fantasía que la verdad, un relato que trata de «aclarar los hechos y situar a Enriqueta Martí en su justa dimensión».

Corominas afirma que entonces el relato oral, la tradición oral, tenían mucha fuerza, en una sociedad en gran parte analfabeta y en la que los periódicos estaban destinados a un público muy selecto, generalmente de la clase alta. Enriqueta se convirtió en un mito, no obstante, gracias al enorme eco que tenía la prensa, lo que según el autor se explica también por la gran cantidad de casos que había en la época de maltrato infantil y secuestro de niños, no solo en Barcelona o Cataluña sino en toda España. Pero además, tras un hecho socialmente muy tumultuoso como fue la Semana Trágica, los ánimos estaban a flor de piel.

El de Enriqueta era también el tema de conversación predilecto de los vecinos de Barcelona día tras día. Existía entonces una tendencia a este tipo de contenido sensacionalista y truculento que comienza en 1910, apenas dos años antes, con el caso del Sacamantecas, que influiría muy mucho en la forma de contar lo sucedido en la ciudad condal, una suerte de reflejo a la española de lo que sucedió unas décadas antes en Londres con el caso –¿nunca resuelto?– de Jack el Destripador, también en los bajos fondos, en este caso al otro lado del canal de la mancha, en Whitechapel.

Un recorrido que pone los puntos sobre las íes en lo sucedido, radiografía la Barcelona de su tiempo y desmonta los aspectos menos verosímiles del relato.

En la Escena del Crimen (Larousse)

Y por supuesto el citado libro compuesto a cuatro manos por Eladio Romero y Alberto de Frutos –quienes ya colaboraron juntos en 30 paisajes de la Guerra Civil que reseñamos en su momento–, En la escena del crimen. Dos siglos de crónica negra en España, publicado recientemente por Larousse.

En la línea del libro de Corominas, De Frutos y Romero desmontan parte de la leyenda que convivió durante décadas con la historia real de Enriqueta Martí, víctima del sensacionalismo de su tiempo y de la feroz competencia en la venta de periódicos. Pero hay mucho más, y en las páginas profusamente ilustradas de este oscuro –y entretenidísimo– compendio, se recogen 30 crímenes que a lo largo de 200 años de nuestra historia, por sus particularidades, conmocionaron la España del momento, dejando una huella indeleble en su historia negra reciente; unos sucesos íntimamente ligados al auge de los medios de comunicación, de implantación general en nuestro país a mediados del siglo XIX, que alimentaban a una opinión pública cada vez más ávida de noticias sensacionalistas.

Asesinatos vinculados en cierta manera a lo esotérico, como los cometidos por Manuel Blanco Romasanta, «el hombre lobo de Allariz», o los del Sacamantecas citado, así como los de Enriqueta y el crimen de Gádor, que daría origen a la siniestra leyenda del hombre del Saco; crímenes colectivos que sacudieron a todo un pueblo, como la matanza de Puerto Urraco o los asesinatos los marqueses de Urquijo, rodeado de claroscuros todavía hoy; o los asesinatos de Mazarrón, en Murcia, que darían pie a una de las más aplaudidas películas del inolvidable Fernando Fernán Gómez, El Extraño Viaje (precisamente su título iba a ser El Crimen de Mazarrón, pero se lo prohibió la férrea censura de la época, que también neutralizó su difusión); sucesos todos ellos que configuran parte de la memoria colectiva nacional, como el de la madrileña calle Fuencarral, el de Níjar o el del juego de rol. Una crónica negra que trasciende el género del true crime y forma parte del ADN secular hispánico, repleto, por supuesto, también de cosas buenas.

He aquí el enlace para hacerse con este sanguinolento recorrido por el pasado patrio:

https://www.larousse.es/libro/libros-ilustrados-practicos/en-la-escena-del-crimen-dos-siglos-de-cronica-negra-en-espana-eladio-romero-garcia-9788419250674/