Aleister Crowley: Súper Agente 666

Fue el último de los grandes ocultistas, y uno de los magos más controvertidos y relevantes del convulso siglo XX. Su legado llega hasta hoy, cuando numerosos artistas y magos ceremoniales continúan predicando sus enseñanzas, su conflictiva visión del mundo y su religión oscura, que naciera en la abadía de Thelema. Sus andanzas en Estados Unidos durante la Gran Guerra han sido ampliamente documentadas, pero existe controversia sobre su papel al servicio de la Corona británica –con la que no mantenía buenas relaciones– durante el siguiente conflicto, la Segunda Guerra Mundial, y cómo pudo contribuir con sus habilidades a la lucha contra los ejércitos de Hitler.

Óscar Herradón ©

En el libro Secret Agent 666: Aleister Crowley, British Intelligence and the Occult 666, Richard B. Spence afirma que efectivamente el mago británico Mr. Crowley trabajó –aunque conociendo su vanidad, probablemente a regañadientes–, al servicio de Churchill y junto a Ian Fleming (creador de James Bond y agente de inteligencia durante la Segunda Guerra Mundial) para dar forma a una operación de alto secreto que consistía precisamente en sembrar la discordia en las filas nazis a través de la propaganda negra y preparar una de las mayores conspiraciones de aquella contienda.

No obstante, existen muy pocos datos acerca de la supuesta participación de Crowley en la Segunda Guerra Mundial y cuál fue el verdadero rol que desempeñó en el seno de la SOE (Ejecutiva de Operaciones Especiales). Aún así, gracias a las minuciosas investigaciones realizadas en los polvorientos archivos del MI5 y el MI6 –al menos sobre aquellos documentos que ya han sido desclasificados–, de investigadores como Peter Levenda o del citado Spence, se ha descubierto una de las facetas más desconocidas de uno de los hombres más polémicos del siglo, el mismo al que incluirían los Beatles entre la maraña de célebres personajes de su álbum Sgt. Peppers and the lonely hearts club band y por el que sentiría auténtica veneración Jimmy Page, guitarrista de la legendaria banda de rock Led Zeppelin, quien llegaría a comprar la mansión Boleskine que el mago tenía en el Lago Ness, en Escocia.

Y es que Aleister Crowley fue un personaje fascinante y multifacético, un provocador adelantado a su tiempo, pero también un gran conocedor del mundo de lo oculto, no solo como el investigador que ahonda en los polvorientos manuales de invocación, en los grimorios de otro tiempo para arañar alguna pequeña revelación a los insondables secretos de la historia, sino alguien que vivió de primera mano los entresijos de las sociedades secretas, experimentó con todo tipo de sustancias psicotrópicas cuando éstas eran algo tabú o simplemente desconocidas en Occidente y llegó a sumergirse en invocaciones al demonio y misas negras, entregándose con pasión a la práctica de la llamada «magia sexual» en un tiempo en el que términos como tantrismo eran algo que ni siquiera sabíamos pronunciar por estas latitudes.

Pero, ¿es posible que una persona de la talla moral de Churchill, el premier británico miembro del Partido Conservador y uno de los lores de la Gran Bretaña, aceptara en su equipo de espías a un mago «negro» que en más de una ocasión se había jactado de ser un enemigo del imperio? Sir Winston no dudó un momento a la hora de aprovechar cualquier recurso, por extravagante que fuera, a la hora de hacer la guerra a Adolf Hitler. A un apasionado del espionaje como él, no sería de extrañar que también le hubiese cautivado una figura como Crowley que, a pesar de los numerosos enemigos que se granjeó y su afán de individualismo, también gustaba de codearse con la crème de la crème de la élite británica. Y teniendo en cuenta la importancia de Churchill ya durante la Gran Guerra y sus contactos, muy anteriores, con los servicios de Inteligencia de su país, con seguridad estaba al corriente de las tareas de espionaje que el mago inglés había llevado a cabo durante la Primera Guerra Mundial, y que durante décadas, incluso hoy, continúan rodeadas de interrogantes, como todo lo relacionado con un mundo de mentiras fabricadas y medias verdades.

La Gran Guerra y el tour por Estados Unidos

Haré un rápido repaso por la fascinante existencia de Crowley para centrarme a continuación en su faceta de «mago-espía» en la Segunda Guerra Mundial. Para profundizar en su laberíntica vida, llena de excesos, recomiendo la voluminosa y documentada biografía La Gran Bestia, del biógrafo inglés John Symonds, quien sin embargo apenas se detiene en su faceta como «mago de la guerra». Desde el otoño de 1914 hasta el de 1919, Crowley realizó un errático recorrido por gran parte de Estados Unidos, comenzando su periplo en Nueva York para continuar en Los Ángeles, San Diego, San Francisco, Nueva Orleans, Boston, Detroit, Washington y otras ciudades. Aquel viaje le ocupó precisamente todo el tiempo que duró la Gran Guerra al otro lado del Atlántico, lo que ha llevado a conjeturar que en realidad realizaba tareas de espionaje.

Durante muchas décadas la opinión mayoritaria es que había trabajado como propagandista del Eje durante la Primera Guerra Mundial, pero en la actualidad, diversos documentos desclasificados apuntan a que precisamente realizaba tareas de espionaje para la Inteligencia británica, adoptando ese falso antipatriotismo como brillante tapadera. El mismo John Symonds señala que Crowley escribió propaganda para las Potencias Centrales durante su gira por EEUU –al menos hasta que éstos entraron en guerra al lado de los Aliados–, pero no hay que olvidar que esta biografía fue escrita por primera vez –aunque más tarde revisada– en 1951, cuando prácticamente todos los informes de los servicios secretos continuaban llevando el marchamo de confidenciales, y continuarían llevándolo para que los soviéticos no pudiesen usarlos en su beneficio político.

Por aquel entonces también se hallaba en Estados Unidos otro personaje esencial del ocultismo de principios del siglo XX, Hanns Heinz Ewers, autor de obras que combinaban el terror con el misticismo como La Mandrágora, guionista para la UFA, amigo íntimo del «profeta del Tercer Reich» Erick Jan Hanussen, y también espía, y del que hablaremos llegado en momento en «Dentro del Pandemónium».

Las andanzas que conocemos de Crowley por las Américas se basan en sus propios escritos, recogidos en The Confessions –más bien una auto-hagiografía–, y en las informaciones recogidas en los periódicos cuando el ocultista celebraba alguna conferencia o publicaba algún artículo. Pero cada vez quedan menos dudas acerca de que realmente Aleister, cuyo lema «Haz lo que quieras» incidía en que él no debía rendir cuentas a nadie, no dejó de mostrar una actitud patriótica para con Inglaterra.

Sea como fuere, el mago dejó escritos en sus diarios, como apunta Richard B. Spence, varios «sueños», al parecer de tipo profético –según él creía– con Hitler, sin duda el hombre del momento en la Europa de Entreguerras –la misma revista Time llegaría a dedicarle una portada y el Führer fue barajado incluso para recibi… ¡el Nobel de la paz!, un verdadero sinsentido, como cuando lo obtuvo un personaje como Henry Kissinger por negociar una «paz» –que no fue tal– en Vietnam o en tiempos más recientes, en 2009, el presidente USA Barack Obama, mientras mantenía, como buen presidente yankee, varios frente bélicos abiertos en el planeta–.

Este post tendrá una inminente continuación en el corazón del Pandemónium… Si Perdurabo nos lo permite desde ultratumba.

PARA SABER UN POCO (MUCHO) MÁS:

La increíble historia de Aleister Crowley es narrada con detalle en la monumental biografía que, como digo, le dedicó John Symonds –y que publicó en castellano Siruela en 2008, en su colección «El Ojo del Tiempo»–, desde sus excentricidades en magia sexual, sus invocaciones y coqueteos con el mundo espiritual, su pertenencia a sociedades secretas como la Ordo Templi Orientis o la Golden Down, hasta sus años en la abadía de Cefalú o sus reiteradas provocaciones que se ajustaban a su dogma personal de «Haz lo que quieras». Incluso, tangencialmente, Symonds, albacea y editor de la obra literaria del mago, hace alusión a su faceta como espía. No obstante, el papel que el ocultista británico tuvo en el «Asunto Hess» continúa siendo confidencial y su supuesto asesoramiento tanto a Churchill como a Sir Ian Fleming para engañar al viceführer sigue rodeado de brumas.

Sombras Nocturas (Aurora Dorada Ediciones):

Si lo que queremos es adentrarnos en la legión de discípulos que dejaron las enseñanzas de Crowley y en los textos de magia ceremonial y sexual, nada mejor que asomarse a los libros publicados con gran dedicación por una de mis editoriales predilectas de los últimos tiempos, un gran descubrimiento: Aurora Dorada Ediciones, que nos brinda títulos cautivadores, la mayoría inéditos hasta la fecha en castellano, que harán las delicias de los fascinados por lo oculto.

Precisamente uno de sus últimos lanzamientos es otra de las grandes biografías sobre Crowley, mucho más actualizada que la de Symonds, y de la que hablaré en un próximo post: Perdurabo, del autor estadounidense Richard Kaczynski. Asimismo, lanzan también una obra muy relacionada con el legado del mago británico.

Es el caso de Sombras Nocturnas. Una guía turística del lado oscuro, firmada por Jan Fries. El autor es un escritor ocultista, neochamán y mago rúnico alemán –ahí es nada– que acuñó el término «chamanismo freestyle» con la intención de difundir una forma de magia que enfatiza el trance y la cercanía a la naturaleza, aunque basada en la experiencia individual. Autor también de Visual Magick: A Manual of Freestyle & Shamanism, publicado en 2007 en el mundo anglosajón por la editorial Mandrake, cita como sus principales influencias al Zos Kia Cultus, la Makgia de Maat, el Tantra Kaula, la programación neurolingüística y el daoísmo o taoísmo.

Precisamente, el creador del Zos Kia Cultus (que también daría título a un disco de la banda de black/death metal Behemoth en 2002) fue el pintor y escritor ocultista londinense Austin Osman Spare, contemporáneo de Aleister Crowley y que, como éste, formó parte de la Orden de la Golden Dawn y más tarde de la Astrum Argentum fundada precisamente por la Gran Bestia y el químico y ocultista británico George Cecil Jones, también adepto de la Golden Dawn, en 1907.

En Sombras Nocturas, bellamente editado por Aurora Dorada, con prólogo del estudioso del ocultismo y la egiptología, así como experto en Crowley, Mogy Morgan, Fies explora las regiones inversas del Arbol Cabalístico de la vida y sus Qlifot –las sefirot malignas–, mientras Liber 231 de Aleister Crowley proporciona el mapa para la aventura y Nightside of Eden («El lado nocturno del Edén»), publicado en 1977, del ocultista británico y creador de la corriente mágico-esotérica «Tifoniana» Kenneth Grant (1924-2011), un hipnótico diario de viaje.

En la primera parte de este absorbente volumen ocultista el autor nos ofrece un ensayo donde se exploran conceptos tifonianos como las Qlifot, los Túneles de Set –senderos del árbol en la sombra– o el Abismo, y disciplinas orientales como el taoísmo o el tantra, los Grandes Antiguos del maestro del horror de Providence H. P. Lovecraft y los Olvidados de la ocultista, maga ceremonial y escritora estadounidense Nema Andahadna (nacida en 1939, año del estallido de la Segunda Guerra Mundial), cuya obra también ha publicado Aurora Dorada. El resultado es un texto que sorbe tu alma.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

https://www.auroradoradaediciones.com/product/sombras-nocturnas-una-guia-turistica-del-lado-nocturno

Richard Sorge: un espía impecable (II)

Fue uno de los grandes agentes de inteligencia del siglo XX, y sin embargo es un gran desconocido en Occidente. De origen alemán, trabajó para los rusos en Japón, donde obtuvo una relevante y delicada información vital para el esfuerzo de guerra aliado, aunque el país del sol naciente sería también su tumba. Ahora, la editorial Crítica publica un ensayo que devuelve al personaje a su justo lugar en la historia contemporánea.

Óscar Herradón ©

(Viene de Parte I). Pronto empezaría a trabajar para el Servicio de Inteligencia Ruso. Era abril de 1925 cuando Sorge se alojaba con su esposa en el Hotel Lux. Un mes antes, había ingresado oficialmente en el Partido Comunista Soviético, y en su carnet de militante figuraba el número 0049927, siendo destinado a la División de Inteligencia del Komintern, para trabajar en la Oficina de Organización, el conocido como Orgburó, creado recientemente, sección que se ocupaba de actividades ilegales en el extranjero que pronto contó con una subsección: la Sección de Comunicaciones Internacionales. Su principal tarea consistiría en servir de vínculo entre el comité ejecutivo del Komintern y los partidos comunistas en el extranjero.

Gran mujeriego y bebedor empedernido –al igual que otro de los grandes espías de la guerra, Eddie Chapman–, Sorge se fue alejando cada vez más de su mujer, que se sentía terriblemente sola y aislada en una sociedad como la soviética, lo que provocó que decidiera marcharse de Moscú, quedando su esposo libre para entregarse a todo tipo de excesos y, sobre todo, a la causa ideológica que constituía su razón de ser.

Con frecuencia, los informes que guarda la policía de un país sobre él, varían con los que obran en poder de otra policía, sobre todo en lo referente a sus viajes y a la naturaleza de sus «trabajos». No debemos de olvidar que un espía siempre intenta dejar el menor rastro posible de sus acciones. Así, no se ponen de acuerdo los historiadores acerca de su «misión» a los países escandinavos, pues existen varias versiones de dónde se encontraba en esos momentos.

Sorge y el químico Erich Correns en 1915

Estuviera donde estuviese, en julio de 1928 se hallaba presente en el Sexto Congreso Mundial del Komintern, del que Stalin saldría, en medio de una lucha feroz para suceder a Lenin, el triunfador absoluto. Entonces Sorge recibió instrucciones de viajar a Inglaterra. En las islas, el agente alemán visitó las zonas mineras y tuvo ocasión de descubrir la magnitud del impacto generado por la crisis económica de 1929 que en Alemania aprovecharía el NSDAP para hacerse mucho más fuerte.

Rumbo al gigante asiático

Fue entonces cuando surgió el descontento de Sorge con sus jefes, puesto que el Komintern había sufrido una fuerte remodelación que trajo consigo el apartamiento de casi todos los miembros extranjeros del Partido, convirtiéndose en un kaltgestellt, un miembro «congelado», lo que implicaba prácticamente encontrarse sin empleo y sin salario. Adaptado a la nueva situación, pues no le quedó más remedio, el agente se preparó minuciosamente para un difícil misión secreta en China, bajo el control del Cuarto Buró, que formaba parte de una ofensiva secreta en el Lejano Oriente.

Una victoria revolucionaria en China minaría las bases de la economía de los países capitalistas, que, según creían, perderían el suministro de productos imprescindibles que obtenían en sus colonias. La misión del agente sería estudiar la situación en China, las relaciones con Japón –tan tensas que estaban al borde de la guerra– y la efectividad de la infiltración comunista en aquellas extensas regiones.

Berzin

Su primera reunión giró en torno al espionaje político y durante sesiones posteriores finalmente Sorge fue destinado a China, siendo totalmente independiente de la disciplina del Komintern, dejando de tener contacto con las células del Partido por el peligro que corría de ser descubierto. El Cuarto Buró, dirigido por el general Jan Karlovich Berzin, tenía como misión crear redes de espionaje en países extranjeros, le dio un nuevo nombre en clave, «Ramsay», y fue aleccionado por los mayores expertos del servicio secreto y por especialistas de la Sección del Lejano Oriente.

Su superior en aquella misión era Borovich, un judío soviético, antiguo comisario en la guerra civil rusa, cuyo nombre en clave era «Alex». Los biógrafos de Sorge, Deakin y Storry, apuntan que éste «…tenía que concentrar las encuestas en la estructura político-  social del gobierno de Chiang Kai-chek, con sede en Nanking, en particular sobre su fuerza militar (…) sobre la política de Gran Bretaña y los Estados Unidos en China y, de forma general, tenía que informar sobre la agricultura e industrias chinas», aunque la misión fundamental era la de «estudiar los recursos y política del gobierno de Chiang».

Sorge fue adiestrado en el manejo de la radio y de las claves para transmitir, aunque en dicha tarea sería ayudado por un operador con el que se encontraría en Berlín: Seber Weingarten o Weingart. El agente partió de Moscú rumbo a la capital alemana en noviembre de 1929. Allí estaría a su disposición un pasaporte del gobierno alemán, completamente legal y a su nombre. Se haría pasar por escritor y periodista independiente y así entró en contacto con una revista de sociología y un periódico especializado en agricultura, el Getreide Zeitung, con el que llegó a un acuerdo para enviarles artículos desde Asia.

Shanghái hacia 1930

En Berlín se reunió con Weingart y con un misterioso personaje de nombre «Alex», no el anteriormente citado Borovich, sino un agente experimentado que cargaría con la responsabilidad de la misión china y que sería el superior de Sorge. Los tres hombres desembarcaron en Shanghái en enero de 1930. Aunque no se conocen muy bien los movimientos de Sorge durante sus primeros meses allí, parece que a los siete días de su llegada se personó en el consulado general alemán, entregando la carta de recomendación y manifestando su intención de estudiar la situación agrícola china y escribir artículos que enviaría a Europa. No despertó ninguna sospecha. Se alojó en un humilde apartamento de un barrio retirado y apenas salía del domicilio. Hasta que el 9 de mayo se trasladó a Cantón, donde estuvo cinco meses y realizó varios viajes de investigación por el sur del gigante asiático cuyo cometido era, realmente, el espionaje.

Realizaba su trabajo de recopilación precisa de información para Moscú cuando recibió la orden de regresar de inmediato a Shanghái. Allí conoció a la escritora norteamericana de izquierdas Agenes Smedley, corresponsal en la ciudad del Frankfurter Zeitung, una revolucionaria con numerosos contactos en los herméticos círculos comunistas chinos. Una vez que estuvo seguro de que no se trataba de una espía, le pidió que le ayudase a crear una pequeña red y ésta le puso en contacto con el periodista japonés Ozaki Hotsumi, corresponsal en China del diario Asahi de Osaka, también izquierdista.

La librería Zeitgeist: punto de encuentro

El punto de reunión de europeos y asiáticos simpatizantes del comunismo, así como lugar de transmisión de mensajes secretos y depósito clandestino de correos y documentos era la librería Zeitgeist, que dirigía la señora Irena Wiedemeyer, lugar donde Sorge haría varios contactos que le pasarían información importante.

El ambiente se volvió más peligroso tras el enfrentamiento en Shanghái, el 28 de enero de 1932, entre la guarnición naval japonesa y el Decimonoveno Ejército chino. En aquel momento, Sorge informaba a Moscú que resultaba imposible discernir si los nipones presionarían hacia el Norte, con dirección a Siberia –algo que obligaría a la URSS a intervenir– o hacia el sur, con dirección a China. Descubrir cuáles era los verdaderos objetivos de los japoneses, y estudiar a su vez sus tácticas militares, serían la prioridad: «Pude ver las posiciones defensivas chinas, la aviación japonesas y la infantería de marina en acción (…)».

Gracias a la labor de Osaki obtuvo otros informes, como noticias secretas sobre el régimen de Chiang Kai Chek o los sentimientos anti-japoneses de los comerciantes chinos–; otras fuentes de documentación eran los contactos con periodistas, con comerciantes alemanes, los asesores militares y los funcionarios consulares, documentación secreta que Sorge enviaba a Moscú y que habría de caracterizar notablemente la actitud del Komintern hacia el Partido Comunista Chino.

Después de pasar tres largos años en China, durante los cuales realizó una importante labor de espionaje que satisfizo a los altos cargos del Cuarto Buró, consiguiendo reunir información, incluso, de la industria de armamentos y obtener la heliografía del arsenal de Nanking, además de granjearse gran prestigio como periodista, dejó Shanghái en diciembre de 1932. Había sido reclamado desde Moscú. Instalado en el Hotel Novaya Moskva, cuando se reunió con sus superiores éstos ya le habían designado una nueva misión. Pero antes, debió responder a numerosos interrogatorios del Cuarto Buró, conversando igualmente con representantes del Ministerio de Asuntos Exteriores y del GPU (Directorio Político Unificado del Estado, más tarde conocido como OGPU).

Le preguntaron también si tenía alguna preferencia a la hora de elegir el nuevo país en el que debía actuar. Al parecer, el espía, que había realizado un viaje a Japón durante su estancia en Asia que le había impresionado, señaló que no le importaría viajar hasta Tokio. Aquello marcaría su trágico destino.

Este post tendrá una inminente continuación en «Dentro del Pandemónium»

PARA SABER UN POQUITO (MUCHO) MÁS:

–HERRADÓN, Óscar: Espías de Hitler. Las operaciones de espionaje más importantes y controvertidas de la Segunda Guerra Mundial. Ediciones Luciérnaga (Gruplo Planeta), 2016.

–MATAS, Vicente: Sorge. Los Revolucionarios del Siglo XX. 1978.

–WHYMANT, Robert: Stalin’s Spy: Richard Sorge and the Tokyo Espionage Ring. I. B. Tauris and & Co Ltd, 2006.

UN ESPÍA IMPECABLE:

Y para ahondar en la figura de Sorge con datos completamente actualizados (basados en informes confidenciales recientemente desclasificados y nueva documentación reveladora), nada mejor que sumergirnos en las páginas de Un espía impecable. Richard Sorge, el maestro de espías al servicio de Stalin, que acaba de publicar Crítica en una alucinante edición en tapa dura. Su autor, Owen Matthews es un periodista de dilatada trayectoria que ha estado en primera línea de fuego en diferentes conflictos como corresponsal de la revista Newsweek en Moscú. Nadie mejor que él, pues, para hablarnos de un agente secreto en nómina del Kremlin que también fue un aventurero y también arriesgó su seguridad en pos de un ideal.

Con formación en Historia Moderna por la Universidad de Oxford, antes de entrar en Newsweek, al comienzo de su carrera periodística, Matthews cubrió la guerra de Bosnia y ya en las filas de dicha publicación cubrió la segunda guerra chechena, la de Afganistán y la de Irak, así como el conflicto del este de Ucrania. Ha sido colaborador también de medios tan importantes como The Guardian, The Observer y The Independent y ganó varios premios con su libro de 2008 Stalin’s Children. Un espía impecable ha sido elegido libro del año por The Economist y The Sunday Times. He aquí el enlace para adquirirlo:

https://www.planetadelibros.com/libro-un-espia-impecable/324957

Revista ENIGMAS 233, ¡YA A LA VENTA!

A punto de cumplirse los 70 años de la supuesta muerte de uno de los mayores genocidas de la historia, Adolf Hitler, analizamos este mes en la revista ENIGMAS los misterios en torno a su figura, sus maestros ocultos, la relación del Partido Nazi con el ocultismo y las profecías que advirtieron de la llegada del Tercer Reich. Aquí podéis ver el sumario digital:

http://www.revistaenigmas.com/secciones/sumario-digital/ya-ha-salido-enigmas-233

Más información en: https://www.facebook.com/revistaenigmas

Y en Twitter: @revistaENIGMAS

ENIGMAS Nº233