Hoteles en los que se hospeda el mal (II)

No es precisamente un buen año para el sector hotelero y turístico por culpa de la dichosa pandemia del Covid-19, el peor y más letal inquilino de los últimos 100 años; más bien está siendo nefasto, para olvidar, como en muchos otros sectores, pero seguro que cuando esto se recupere, y lo hará –no me atrevo a vaticinar cuándo, eso sí–, volvemos a viajar a los lugares más sorprendentes… e inquietantes. Si somos de experiencias fuertes, quizá nos atrevamos a alojarnos y pernoctar en alguno de estos establecimientos, aunque dudo que lo recomiende la mayoría de cardiólogos e incluso psiquiatras. NO APTO PARA APRENSIVOS.

Óscar Herradón ©

Fort Garry Hotel (Canadá)

Downtown, Winnigpeg (Manitoba, Canadá). El Fort Garry Hotel fue construido en 1813 por el Grand Trunk Pacific Railway con la finalidad de hospedar a los viajeros del tren, ya que estaba situado muy cerca de la unión de la vía férrea, en el cruce de los ríos Red y Assiniboine. Es uno de los hoteles más grandes del país, reconocido como patrimonio histórico canadiense desde 1981. Pero arrastra también ecos de tragedia: cuentan que en la década de  1940 una mujer fue brutalmente asesinada por un mafioso en la habitación 202. Desde entonces, la habitación estuvo cerrada al público hasta los años 50. Pero como si la estancia estuviera maldita, tuvo lugar un nuevo hecho luctuoso: una joven embarazada esperaba a su marido que había salido a comprar el periódico. Cuando se asomó a la ventana, vio horrorizada cómo un coche lo arrollaba, causándole la muerte. La muchacha, encogida por el dolor, se ahorcó en el armario.

Fort Garry Hotel

Desde entonces, han sido varios los huéspedes que han afirmado ver extrañas siluetas y escuchar lamentos horripilantes en el interior de la 202. Una extraña fenomenología que sería fruto de la tragedia vivida y que, según el testimonio de algunos que han dormido allí –o al menos lo intentaron– se manifiesta en forma de una vieja espeluznante que se lamenta en un rincón. Otros testigos afirman haber visto sangre goteando de las paredes y que alguien o algo invisible les toca los pies cuando están tumbados sobre las camas. Otras de las historias que circulan sobre el Fort Garry Hotel hablan de grotescas apariciones de una mujer gimiendo por los pasillos… ¿la suicida de la 202? Quién sabe…

El delicado asunto «sobrenatural» fue dotado de cierta oficialidad tras el testimonio de la diputada canadiense liberal Brenda Chamberlain –quien se definía escéptica–, que durmió en la 202 durante un caucus en el año 2000 y afirmó más tarde a la prensa que fue despertada a media noche porque sintió dos veces una «presencia» que intentaba meterse en su cama. La noticia copó los titulares nacionales y la duda sigue en el aire.

Fairmont Banff Springs. 405 Spray Ave, Banff, Alberta (Canadá)

También en Canadá se halla el emblemático hotel Fairmont Banff Springs, de una belleza arquitectónica que deja paralizado al visitante, enclavado a su vez en un paisaje circundante espectacular: el de las Montañas Rocosas. Es por eso que se le conoce como «el Castillo de las Rocosas», un lugar de gran confort al que acuden gentes con bastante dinero. Construido en 1888 en el estilo de la arquitectura baronial escocesa. Declarado Sitio Histórico Nacional por la UNESCO, si ocupa un lugar en este post es porque guarda un secreto… bastante oscuro.

Fairmont Banff Springs

Aunque toda parece formar parte de una leyenda muy popular por aquellos lares, lo cierto es que es casi un asunto de «interés nacional» por la repercusión que tiene entre los canadienses. Cuenta ésta que el día en que unos prometidos iban a casarse en el Fairmont, mientras acudían juntos al salón donde tendrían lugar las celebraciones nupciales, tuvo lugar la tragedia. Bajaban agarrados una sinuosa escalera de piedra caliza que aún puede verse en el hotel; los escalones estaban flanqueados por velas encendidas y, en un momento dado, no se sabe si porque la novia pisó con su talón el borde del largo vestido o porque la tela rozó alguna de las velas, se asustó, tropezó y cayó por las escaleras, perdiendo la vida al instante.

La escalerita se las trae…

Trágico, sin duda. Pero la historia de aquella desdichada novia no terminó con su muerte… durante años circularon historias sobre las apariciones en el hotel de una mujer ataviada con vestido nupcial, con su traje blanquísimo y su velo, a la que le gustaba subir y bajar la empinada escalera, incluso, hay quien afirma haberla visto bailando –quizá el baile que nunca pudo celebrar–, para después esfumarse ante los atónitos ojos de los testigos sin dejar rastro.

Lo dicho, suena a leyenda, otra más del tema «lugar encantado», pero lo cierto es que ha calado tanto entre los canadienses que incluso llegaron a acuñar una moneda en 2014 conmemorando tan fatales hechos: en su anverso puede verse la tradicional efigie de la reina Isabel II, realizada por la retratista canadiense Susanna Blunt, con su particular leyenda, pero en el reverso aparece el retrato de una novia con los ojos cerrados.

Gracias al uso creativo de la tecnología lenticular se produce un singular efecto cuando se inclina la moneda de 25 centavos: de repente, los ojos de la novia están abiertos mientras que la luz de las velas se alinea hasta el fondo negro de la escalera… A continuación, el cuello y el pecho de la efigie se transforman en la imagen del majestuoso Fairmont Banff Springs Hotel. Si se gira, vuelve a desaparecer como afirman que hace su fantasma… Aunque solo se trate de una conmemoración de ecos folclóricos, lo cierto es que da bastante yuyu.

La habitación 873   

Y como no podía ser de otra manera, este majestuoso hotel enclavado en las Rocosas canadienses tiene su propio habitación “maldita”, la 873. Eso sí, a diferencia de otros hoteles con reclamo “sobrenatural”, en el Fairmont nadie habla de esta estancia, el personal del hotel tiene prohibido hacerlo –a pesar del bombo que le dan a la «novia fantasma»; afirman que nunca ha existido, pero los «cazadores» de lo insólito han visitado el inmueble varias veces y han encontrado ciertas pistas que indican que la 873 es algo más que un cuento de viejas.

Según la historia recogida en varios libros, décadas atrás una familia fue asesinada en dicha habitación. Tras una larga investigación, los administradores del complejo decidieron renovarla, pero los nuevos viajeros que dormitaban allí –y que en principio desconocían las muertes– aseguraban que eran despertados por horribles gritos y que, cuando encendían las luces, se encontraban únicamente con unas huellas de manos ensangrentadas en los espejos de la estancia… Estremecedor. Eso sí, por muy rápido que avisaran a recepción, en cuanto el personal subía, las marcas habían desaparecido.

En un intento por encubrir aquella horrorosa tragedia y las consecuencias “invisibles” de la misma, se decidió sellar la habitación: retiraron la puerta y la entrada la cubrieron con paneles de yeso, todo ello a ras de suelo para que coincidiera con el resto del pasillo, como si jamás hubiera existido. Pero los amantes de lo oculto afirman que existen indicios de que los empleados siguen un guión cuando les preguntan. Que mienten, vamos. Hay habitaciones que terminan en 73 en todas las plantas, salvo en el octavo piso; también luces encima de cada puerta, y olvidaron quitar las que iluminaban la antigua entrada; si alguien golpea la pared justo ahí se escucha un sonido hueco. El misterio sigue tapiado en aquel pasillo.

Además, el Fairmont Banff cuenta también con otro curioso inquilino, un espíritu amistoso –friendly ghost– que sería el de un ex empleado del hotel de nombre Sam McCauley, un botones que se retiró a principios de 1970. Antes de partir le dijo a sus compañeros que volvería. Lo que no dijo era cómo: parece que eligió para su hacerlo la forma descarnada; cuando murió en 1975 comenzó a observarse su supuesto fantasma en el noveno piso del hotel.

Según varios testigos, es un espíritu que se muestra amable y servicial, pero que viste un traje anticuado. Abre las puertas de las habitaciones y, cuando los inquilinos le van a dar las gracias y una propina, simplemente se desvanece. Todo parece fruto de la leyenda o de la vívida imaginación de visitantes y lugareños, pero lo cierto es que no todo el mundo se atreve a recorrer la novena planta en la soledad de la noche. Existe una fotografía en la que se puede ver a los empleados del hotel en 1965, donde Sam, sentado en el centro –parece que ya le gustaba destacar–, aparece sonriente. Quizá ya intuía que aquel maravilloso paraje sería su hogar por toda la eternidad.

Los difusos orígenes de Halloween

Corría el año 835 de nuestra era cuando el pontífice Gregorio IV designaba el 1 de noviembre como All Hallow’s Day (Día de Todos los Santos). El día anterior, 31 de octubre, fue conocido como All Hallow’s Evening (Noche –Víspera– de Todos los Santos); de la evolución de la palabra a lo largo de los siglos, y de su contracción, surgió «Halloween», probablemente en el siglo XVI, de una variación escocesa de la expresión irlandesa All Hallows’ Even.

Óscar Herradón ©

No hay que olvidar que ese es el nombre que recibe en otros países, o recibía, incluido España. En México se conoce como Día de Muertos y es la fiesta capital –al menos en sentido espiritual– del país. El origen de la festividad que hoy día se celebra de un rincón a otro del mundo gracias al marketing estadounidense, muy alejado de la Roma pontificia, parece ser celta, el Samhain. Al parecer, los celtas estaban convencidos de que la frontera entre los vivos y los muertos se estrechaba en la noche anterior a la llegada del nuevo Año –nuestro 31 de noviembre–, permitiendo a los espíritus volver a nuestro mundo.

Algunos folcloristas han señalado que, para ahuyentar a los malos espíritus en ese momento clave, los celtas se ataviaban con cabezas y pieles de animales con la intención de tener una apariencia tenebrosa y evitar sufrir daño a malos de los espíritus malignos. Adoraban al dios Sol (Belenus), especialmente en Beltane, el primero de mayo, pero también adoraban a otra deidad: Samagín o Samhaín, el Señor de la Muerte o de los Muertos –y quien daría nomenclatura a la festividad–, el 31 de octubre, donde parece que se realizaban sacrificios no sólo animales sino también humanos. Según Julio César en sus Comentarios, los celtas de Britania creían que eran descendientes del dios Dis, una tradición transmitida oralmente por los druidas.

Beltane

Los celtas y sus sacerdotes druidas comenzaban su año nuevo el día correspondiente al 1 de noviembre de nuestro calendario, que marcaba el comienzo del invierno. Al parecer, estaban convencidos de que el 31 de octubre, la noche previa, el Señor de la Muerte reunía las almas de los difuntos que en vida habían sido malvados y que habían sido condenados a encarnarse en cuerpos de animales –aquellos que habían llevado una vida honorable, creían, se reencarnaban como humanos y volvían a sus hogares–.

Para evitar sufrir daño a manos de los espíritus del inframundo, se ataviaban con cabezas y pieles de animales; asimismo, los druidas estaban convencidos de que el castigo a ese espíritu maligno podría ser favorecido a través de sacrificios, oraciones y dones ofrecidos al Señor de la Muerte.

En La Historia y orígenes del Druidismo, del folclorista escocés Lewis Spence (1874-1955), podemos leer: «El rasgo sobresaliente de Samagín consistía en encender una gran hoguera… Samagín también era el festival del muerto, se pensaba que en esta estación los espíritus recorrían los campos, asustando a la gente en sus recorridos.

Para ahuyentarlos de los campos y de los recintos de las villas, encendían teas desde la fogata, las cuales eran llevadas alrededor del territorio… al tiempo que adivinaban el destino del individuo para todo el año».

Durante los días anteriores a la víspera del año nuevo, los jóvenes de la comunidad recorrían el vecindario pidiendo materiales para la gran hoguera, en la creencia de que el fuego no sólo desterraba los malos espíritus, sino que «rejuvenecía al sol». No en vano, hasta hace poco la montaña de fuego de Halloween que encendían los escoceses se conocía como Samagín o Samhain, indicando la fuerte influencia del antiguo festival celta.

Además de las mascaradas y los bailes alrededor del fuego, el interés por la adivinación y los sortilegios llegó a ser importante en el marco de la festividad. Los druidas creían que por las particulares formas de los frutos y los vegetales podían adivinar el futuro, y con el mismo propósito se utilizó a las víctimas de los sacrificios humanos, práctica prohibida con la conquista romana de Bretaña.

Así, Halloween rivaliza con los agüeros, hechizos y toda clase de prácticas místicas que también se realizan en la noche de San Juan, aunque en este caso en relación con el declive del sol, y no con el solsticio de verano. En Irlanda, esta fiesta incluye tradiciones propias, como el barmbrack, un pan dulce que lleva pasas y pequeños objetos en el interior de la masa –algo así como nuestro Roscón de Reyes–; cada objeto tiene un significado específico que, al parecer, sirve para predecir el futuro de aquel que lo encuentra. Una práctica bastante similar a la del soul cake, que se cocía en honor de los muertos en la tradición cristiana. Esta práctica comenzó en la Inglaterra medieval y se mantuvo hasta los años 30 del siglo pasado, y era llevada a cabo tanto por protestantes como por católicos. Hoy se continúan realizando «soul cakes» en Portugal o en la Francia rural.

Los pasteles, tradicionalmente denominados «almas», se entregaban a «las almas gemelas» –generalmente a niños y pobres– que iban de puerta en puerta durante los días de Difuntos rezando «por las almas de los benefactores y amigos», y muchos folcloristas han visto en esta tradición el origen del «truco o trato». Entre los católicos, era una tradición que los pasteles fueran bendecidos por un sacerdotes antes de ser repartidos en el Día de Todos los Santos.

A cambio de aquel presente en tiempos de precariedad, los niños prometían orar por las almas de los parientes fallecidos del donante durante el mes de noviembre, que creían se hallaban en el Purgatorio.

Ya que la celebración de Halloween era una noche donde se creía que las almas de los muertos vagaban por todas partes, la costumbre de narrar historias de fantasmas a la luz de la lumbre se originó como una consecuencia natural de tales creencias, y se mantiene hoy con fuerza en distintos países.

Según un estudio realizado en por la empresa The Harris Poll en 2014, un 42% de los estadounidense cree en fantasmas, cifra que aumenta hasta el 52% en Gran Bretaña. No es raro que Halloween sea para ellos una festividad especial.

2 lecturas –recién publicadas– que no te dejarán pegar ojo este Halloween:

–El maestro del horror contemporáneo, el señor Stephen King, regresa con cuatro novelas cortas publicadas por Plaza & Janés, editorial habitual de sus libros en España, bajo el sugerente título de La Sangre Manda y con una portada en tonos naranjas con un gato negro, símbolo –algo injusto– del mal fario y el satanismo que adquiere aún mayor significado en estas festividades. Relatos que se centran en las fuerzas oscuras que nos acechan. El primer texto, que da título al libro, es un absorbente noir paranormal protagonizado por la detective Holly Gibney, al frente de la ya legendaria agencia Finders Keepers, quien siguiendo la máxima de una cruenta y violenta noticia precisamente bajo el potente titular de «La sangre manda», investigará una matanza en el instituto Albert Macready, enfrentándose a sus propios temores interiores. Le siguen tres narraciones no menos inquietantes para este Halloween: El teléfono del señor Harrigan, La Vida de Chuck y La rata, un relato sobre un escritor que, desesperado, se enfrenta al lado más oscuro de la ambición y parece contener ciertos ecos de la película En la boca del miedo que en 1994 dirigió el también multifacético John Carpenter.

–Por su parte, la Editorial Minúscula nos trae una de las joyas de la novela «gótica» contemporánea, La maldición de Hill House, probablemente la novela más emblemática de escritora estadounidense Shirley Jackson (1916-1965) que ha gozado de un nuevo impulso gracias al éxito de la serie homónima de Netflix que es otra buena opción para pasar este «Día de los Muertos» en familia y en semi confinamiento. Maldiciones familiares, fantasmas, premoniciones y fenómenos poltergeist que acaban en tragedia, se dan la mano en esta vertiginosa trama, uno de los grandes libros de terror del pasado siglo.

Cuatro personajes llegan a un viejo y laberíntico caserón que da nombre a la novela, Hill House. El doctor Montague, estudioso de lo oculto, y tres personas que éste ha reclutado para llevar a cabo un experimento que arroje pruebas evidentes de fenómenos psíquicos en casas encantadas. A pesar las reticencias de la familia, que arrastra una terrible tragedia vivida entre esos angostos y ahora abandonados muros, la joven y atormentada Eleanor acabará formando para de esa singular comitiva. También Theodora –con quien Eleanor establecerá un fuerte vínculo desde el principio–, y Luke, el heredero de tan desagradable mansión. Como un organismo que tiene vida, la casa pondrá a prueba a los incómodos visitantes, que serán testigos de situaciones extremas que escapan a su compresión, con la intención de escoger a uno de ellos y atraparlo para siempre. Una delicia… terrorífica.

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