Es uno de los grandes grupos del rock y la historia personal de sus miembros es tanto o más fascinante que sus múltiples discos de estudio. Ahora, de la mano de Redbook Ediciones, siempre presente en el Pandemónium, nos llega la que probablemente sea la biografía definitiva de la banda californiana que nació de forma anecdótica, a principios de la convulsa década de los 80, cuando cuatro adolescentes del Fairfax High School de Los Ángeles se subían a un escenario para un único concierto. Dos de ellos eran Anthony Kiedis y Michael Balzary «Flea», núcleo germinal de los RHCP. El resto es historia (aún viva) de la música contemporánea más salvaje e irreverente.
Óscar Herradón ©
La banda estaría marcada desde el comienzo por los escándalos, los excesos y las drogas. Según cuenta el emblemático bajista Flea en sus memorias, Acid for the Children (publicadas en castellano por Libros Cúpula, de cuyo lanzamiento nos hicimos eco en su día) ya adolescente empezó a consumir speed y a experimentar con el ácido lisérgico que cautivó a muchas bandas de los 60 y 70. Según contaba a The Guardian sobre este punto, el LSD tuvo sin embargo un efecto «positivo» en él: «Para alguien como yo, que corría como un loco por las calles, las drogas me ayudaron a acceder a mi subconsciente, desarrollaron un carácter más introspectivo». Y le ayudó –supuestamente– con la música, fundando una banda con sus amigos Kiedis y el guitarrista Hillel Slovak.
Su primer nombre fue Tony Flow and the Miraculously Majestic Masters of Mayhem, formado por Kiedis, Flea, Slovak y el baterista Jack Irons, con un solo tema, Out in L.A. Debutaron en un local de nombre The Rythm and Blues y tras varias actuaciones y algunas canciones propias añadidas a su setlist, finalmente decidieron cambiar su nomenclatura por la de Red Hot Chili Peppers, acertando de pleno.
El hecho de tocar totalmente en cueros (o bien tapándose el miembro con un calcetín), les hizo icónicos y singulares, unido a sus poderosas melodías funk, sus cuerpos musculados y sus tatuajes en un tiempo en el que no se llevaban como ahora (hasta la saciedad y sin mucho sentido). Aquella puesta en escena «nudista» les convirtió también, quizá sin pretenderlo, en ídolos de la comunidad gay. De hecho, según recuerda Flea en el libro citado, los bares de ambiente de Los Ángeles fueron «los primeros que se fijaron en Red Hot Chili Peppers». De mentalidad abierta, nunca tuvo reparos en admitir que mantuvo relaciones sexuales con miembros de su mismo sexo, eso sí, aquello le convenció «de que no era gay», puntualiza.
En el extremo opuesto, el exhibicionismo y desenfado de la banda despertaron las iras de los más reaccionarios, abundantes en el país en los años ochenta (aunque hoy, bajo la resaca Trump, también son multitud) cuando se formaron, y en Virginia, por ejemplo, Kiedis llegó a ser detenido por escándalo público, como en su día le sucedió a icónicos frontman como Jim Morrison.
La tragedia y el renacimiento
Flea dejaría las drogas a los treinta años, impactado por el daño que los estupefacientes hicieron en buenos amigos suyos. Fue el caso por ejemplo del también miembro fundador y guitarrista Hillel Slovak. Era el 25 de junio de 1988, y tras varios días desaparecido, fue hallado muerto en su apartamento por una sobredosis de heroína. Tenía tan solo veintiséis años. Una adicción, la del «caballo», que también traería de cabeza al frontman de los Red Hot, a Kiedis, pero este supo recomponerse tras numerosos intentos de rehabilitación.
Muchos pensaban que tras la trágica muerte del virtuoso guitarrista el grupo no remontaría, y es que era probablemente la pieza fundamental de una banda que empezó como un grupo de amigos con pocas intenciones hasta que Slovak los llevó por la senda del funk-rock (de hecho, Flea era… ¡un trompetista de conservatorio!, que acabó decantándose por el bajo precisamente por consejo de su colega). Hubo numerosos intentos de reemplazarlo, la mayoría sonados fracasos, hasta que llegó otro torbellino de las seis cuerdas que con apenas 19 años encajó a la perfección: John Frusciante, que en principio aspiraba a tocar para Thelonius Monster (los RHCP se lo llevaron en plena audición en una de esas muchas anécdotas de la historia del rock).
Y como su antecesor, además de un fuera de serie en la música se dejó arrastrar por las drogas, tanto, que muchos pensaban que no tardaría en morir. Asediado también por fuertes episodios de enfermedad mental –casi con seguridad desencadenados por sus excesos– a mediados de los noventa parecía un muerto viviente que llegó a grabar vídeos y entrevistas que hoy pueden verse en Youtube y que encojen el corazón. Los de un auténtico yonqui en plena decadencia vital. Su propia inmersión en los infiernos sería tema de unas memorias bastante más trágicas que las de sus compañeros.
De los 90 al Olimpo del r’n’r
Los 90 serían la época más brillante de los RHCP: con el legendario Rick Rubin en la producción, en 1991 publicaron su disco quizá más emblemático: Blood, Sugar, Sex, Magik (cuya grabación se produjo, al parecer por indicación de Rubin, en una mansión supuestamente encantada –cosas del marketing–), y su sencillo «Under the Bridge» dio un nuevo tono a su característico funk-rock y arrasó en las listas de éxitos. Durante la gira de este disco, y después de un lamentable espectáculo en el Saturday Night Live en el que apareció completamente drogado, durante el tour por Japón, en mayo de 1992, tendría lugar la primera salida de Frusciante, al parecer por diferencias creativas –afirmaba sentirse alienado–, siendo sustituido por el guitarrista de Jane’s Addiction Dave Navarro, cuya incorporación cambiaría notablemente el sonido de la banda, como puede apreciarse en el disco de 1995 One Hot Minute.
En 1998, también por problemas derivados de las drogas, Navarro fue despedido y un Frusciante que había pasado un infierno volvía con sus viejos compañeros. Y se notó su vuelta: en 1999 los RHCP lanzaban el brillante álbum Californication, con hits como el que dio nombre al disco, «Scar Tissue» o «Around the World». Y en 2002 llegó otro exitoso álbum, más melódico, By the way. Los RHCP estaban en la cresta de la ola. Tuve la oportunidad de ver a los Red Hot en febrero de 2003 en Vistalegre, y aunque el lugar no era el mejor sitio para la acústica, fue un show inolvidable, el de una gran banda de rock, de las pocas que quedaban por aquel entonces aún inalterables de los 80.
Después publicarían Stadium Arcadium (2006) y en 2009 el inquieto Frusciante volvía a salir del grupo, siendo sustituido por Josh Klinghoffer, guitarrista de apoyo en la gira de Stadium Arcadium, con el que grabarían dos álbumes: I’m with you (2011) y The Getaway (2016), para, en 2019, regresar de nuevo el hijo pródigo Frusciante, cuya vuelta se vio eclipsada en parte, como todo el planeta, por el maldito coronavirus. Una suerte de eterno retorno que ha dado muchos frutos.
En 2022 los RHCP lanzaban Unlimited Love y el álbum Return of the Dream Cantern. Y ahí siguen, al pie del cañón con los 60 encima, tras 40 años en los escenarios, una multifacética carrera no exenta de dificultades, pero de las que sus miembros, cual ave Fénix rockera, siempre han sabido renacer. Long live rock and roll!
En abril de 2012 fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock and Roll. No es para menos. A día de hoy han vendido más de 20 millones de discos y su historia, con peños y señales (acordes y rayas) puede conocerse a través de las páginas del libro de Borja Figuerola editado por Redbook Ediciones. Si además alguno quiere sumergirse en este vendaval musical lleno de abrojos y genialidades la misma editorial también publicó en 2021 la novela gráfica de la banda, con textos igualmente cosecha de Figuerola e impresionantes dibujos de gran realismo del diseñador y dibujante Carlos Córdoba. Un gran regalo para Reyes.
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