Churchill y Franco

Un guerra secreta por la neutralidad (II)

De todos es sabido el estrecho lazo que mantuvo el régimen de Franco con el nazismo. Menos conocidas son las relaciones entre el Gobierno británico de Churchill y España. La desclasificación de importantes documentos de aquel periodo arroja luz sobre un soborno encubierto que cambiaría el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

Óscar Herradón ©

Los informes indican que hasta 30 generales franquistas fueron sobornados entre 1940 y 1943. El dinero llegaría a alcanzar la sorprendente cantidad de 13 millones de dólares de la época para que estos hombres clave se opusieran a la entrada de España en la II Guerra Mundial del lado del Eje y, en caso de que así fuera, se sublevaran contra el mismísimo Francisco Franco si finalmente no lograban convencerlo del tremendo error de luchar al lado de Hitler y Mussolini.

Aranda

Uno de los principales militares conjurados que recibiría dinero a espaldas de Franco fue Antonio  Aranda, capitán general de Valencia y abiertamente crítico con el “Generalísimo”. Al parecer, varios millones de pesetas, como apunta el historiador Pere Ferrer, quien asegura que este era, según recogía una crónica de El Mercantil Valenciano en su edición digital en octubre del 2008, «el oficial destinado a encabezar un golpe de Estado contra Franco». Es más, podría haber recibido por sus servicios de la inteligencia británica unos dos millones de dólares, que convertidos a pesetas en 1940 sumarían un total de más de 25 millones, una cantidad desorbitada en una España famélica y tercermundista.

Lord Halifax y Churchill en 1938 (imagen de dominio público).
Los Franco

El 26 de junio de 1940, el comandante británico Furse (sobre el que apenas existe información disponible) describe en un informe secreto dirigido a Churchill y a lord Halifax los detalles del plan de soborno a la flor y nata de los militares españoles, informe que salió a la luz por fin en 2016 y en el que Furse daba a conocer los nombres de los sobornados y la cantidad a cobrar. Además de Aranda, también Nicolás Franco, hermano del dictador español y embajador en Lisboa, cobraría dos millones de dólares, al igual que el general José Enrique Varela, ministro del Ejército.

La flor y nata del Ejército nacional

Muñoz Grandes

El coronel Valentín Galarza, jefe de la Milicia de Falange –la organización que más clamaba por la entrada en la guerra–, cobraría un millón, y medio cobraría el capitán general de Cataluña, el general Alfredo Kindelán, un personaje al que el mismísimo Furse en sus escritos describiría sin titubeos como un «chorizo». También recibirían cantidades no concretadas otros siete generales, entre ellos el fanático general sevillano Queipo de Llano e incluso Agustín Muñoz Grandes, un par de años después al frente de la División Azul, una ayuda a los ejércitos nazis contra los soviéticos que no gustó nada a los espías que orquestaron el plan del soborno.

A pesar de la aventura en la Unión Soviética, lo cierto es que Franco era consciente de que dependía de la ayuda de Gran Bretaña y los Estados Unidos para que el pueblo español no se muriera de hambre. Necesitaba el trigo y el petróleo que estos le podían brindar –no así alemanes ni italianos–, y era consciente de que poseía un ejército paupérrimo en el que podría saltar la llama de la disidencia.

«Los Tres Grandes»
Yagüe

Volviendo a 1940, a pesar de sus elogios a Hitler tanto en telegramas personales como en la prensa, Franco no se atrevía a desafiar a Churchill. El 27 de junio Franco cesaría al general Juan Yagüe, hasta el momento Ministro del Aire y, al igual que Serrano Suñer, uno de los más destacados partidarios de la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial. El jefe del Estado lo haría tras denunciarse un supuesto complot contra su persona. El mismo Hoare se hacía eco a pocas horas de estos movimientos en sus comunicaciones con la inteligencia británica: «Los planes están dando resultado. El general Yagüe, protagonista de la entrada de España en la guerra, ha sido despedido». En septiembre de ese mismo año Suñer se reunía con Hitler en Berlín pero no llegaba a ningún acuerdo –el Führer, a cambio de prestar ayuda para recuperar Gibraltar, pedía al parecer bases en el Marruecos español y una de las islas Canarias–.

Un plan completamente secreto

Cadogan

Entonces parecía ponerse todo en contra del plan de Hoare en connivencia con Hillgarth y March: Serrano Suñer sustituía en la cartera de Exteriores a Juan Luis Beigbeder, el mismo que había logrado que los norteamericanos y los ingleses enviasen trigo a España a través de la Cruz Roja. El MI6 dudaba de la efectividad del plan del embajador, al que poco tiempo antes el subsecretario permanente del Foreign Office, Alexander Cadogan, había pedido que contactase con la resistencia republicana de la Alianza Democrática, con sede también en Londres, en vistas de que Franco entrase en guerra. La idea que se desprende de los documentos públicos es que Hoare organizase una especie de milicia que llevara a cabo una guerra de guerrillas si los hombres de Hitler invadían la Península. No fue necesario. Tras la histórica reunión de Franco y Hitler en Hendaya no se llegó a ningún acuerdo efectivo.

Hillgarth señala en un detallado informe unos meses después que Hoare había llegado a España en el momento preciso, incidiendo en que consiguió ganar tiempo y resaltando que el gobierno británico debía dejar claro que, si los aliados ganaban la guerra, no forzarían a Franco a dejar el gobierno ni el regreso de la República, una promesa varias veces hecha a los exiliados.

Hugh Dalton

Tras diversos vaivenes, como el bloqueo por parte de los estadounidenses del dinero depositado en su país –que para agosto de 1941 ya rozaba los 13 millones de dólares–, el envío de la División Azul a Rusia en ayuda de la Wehrmatch –que estuvo a punto de echar por tierra el plan– y la simpatía del líder español y otros gerifaltes franquistas por los fascismos, el plan surte efecto. Tanto, que tras ser cesado Serrano Suñer del Ministerio de Gobernación, que pasó a uno de los sobornados, Valentín Galarza, Hugh Dalton, ministro de Guerra Económica inglés y creador del SOESpecial Operations Executive–, uno de los más importantes departamentos de inteligencia durante la guerra, escribió en su diario que: «En España ha estado cargando la caballería de San Jorge».

Conforme alemanes e italianos perdían terreno en Europa y en casi todos los frentes, el régimen español iba minimizando las simpatías hacia estos, al menos de cara al exterior. Sobre una operación secreta, una vez más, descansaba el desarrollo de los acontecimientos. Para la reflexión, dejamos estas palabras de Churchill que dejan entrever muchas de las controvertidas decisiones de su gobierno en la política exterior posterior a la guerra: «no estoy más de acuerdo con el Gobierno interno de Rusia de lo que lo estoy con el de España, pero estoy seguro de que preferiría vivir en España más que en Rusia».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Bajo las zarpas del León (Marcial Pons)

Existen diversos títulos que nos acercan a estos hechos de forma exhaustiva, como Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco, de Ángel Viñas (Crítica, 2021) o El Telegrama que Salvó a Franco. Londres, Washington y la cuestión del régimen (1942-1945), de Carlos Collado Seidel, también editado por Crítica unos años antes, en 2016. El más reciente es Bajo las zarpas del Léon, de Marta García Carrera, editado por Marcial Pons.

Un libro muy recomendable para entender la influencia ejercida por Gran Bretaña en España para decantar la balanza a favor de los aliados, no solo en la Segunda Guerra Mundial sino también en la Primera. En tan delicados periodos históricos del siglo XX España se convirtió en un protagonista destacado del escenario neutral, y fue objeto de reiteradas campañas propagandísticas extranjeras que trataban, por una parte, de explotar las filias y fobias existentes en el país, y por otra, favorecer sus respectivas causas bélicas y dificultar la actuación del enemigo en territorio español. En este sentido, la potencia aliada que movilizaría mayores esfuerzos propagandísticos en la Península sería Gran Bretaña, colocando al país, como reza el título del ensayo, bajo la zarpa de un león que, aunque luchó a contracorriente buena parte de los conflictos, extendió sus garras a través de la diplomacia y la persuasión, como hemos visto en este post.

Este documentado trabajo revela la misión de la propaganda británica en España, un instrumento de guerra que partía de instancias ministeriales y diplomáticas, pero que también se nutría de dinámicas paralelas, como las aportadas por las redes de inteligencia, la iniciativa popular o las plataformas periodísticas e intelectuales. Evolucionando desde la supervivencia a la ofensiva, los británicos emplearon todos los canales disponibles a su alcance para tratar de orientar a la opinión pública española; a veces caminando al filo de lo imposible entre el límite de la imaginación, los obstáculos impuestos por el Gobierno español y los márgenes de la clandestinidad.

He aquí el enlace para adquirirlo:

https://www.marcialpons.es/libros/bajo-las-zarpas-del-leon/9788418752346/

Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española

Y otro libro polémico pero a su vez necesario lo publicó en 2022 la editorial Pasado & Presente, a cuyos títulos debe estar muy atento cualquier apasionado de la historiografía. Se trata de Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española, del catedrático de Estudios Hispánicos en el Oberlin College Sebastiaan Faber. En unos tiempos en que la Ley de Memoria Histórica, renombrada Ley de Memoria Democrática (que derogó la anterior), intenta dignificar a los perdedores, también se ha provocado un efecto contrario y probablemente no deseado a más de 80 años del fin del conflicto fratricida: el despertar de viejas rencillas, las consecuencias de los asuntos mal cerrados (o cerrados apresuradamente) y la debilidad de esa misma memoria a la que se quiere dar voz.

Y es que, aunque todo país democrático debe limpiar su oscuridad y hacer justicia, muchos aseguran que aquello debió hacerse recién inaugurada la democracia, y no cuando la mayoría de aquellos (tanto las víctimas como los verdugos) llevan décadas muertos. Aunque, quizá, como reza el refrán, «nunca es tarde». No todos opinan igual, claro.

Esta polarización, incrementada tras el traslado de los cuerpos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos, hoy renombrado también como Cuelgamuros, unido al auge de la ultraderecha en Estados Unidos, toda Europa y también en España, la parcialidad de la judicatura y de algunos medios y otros problemas que vienen a evidenciar las fisuras de la llamada Transición, como el movimiento independentista catalán o el nuevo revisionismo histórico, sirven al autor para preguntarse si realmente España necesita una Segunda Transición…

Un libro controvertido pero revelador, con un enfoque mesurado y externo, sobre la delicada situación que atraviesa nuestro país y que contiene 13 entrevistas a periodistas, historiadores y politólogos de distintos ámbitos y posiciones, como Enric Juliana, Antonio Maestre, José Antonio Zarzalejos, Cristina Fallaràs, Marina Garcés o Ignacio Echevarría, cuyas palabras pueden servirnos para comprender y analizar correctamente nuestro pasado y cómo nos enfrentamos a nuestro futuro.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

http://pasadopresente.com/component/booklibraries/bookdetails/2022-02-07-17-24-27

Generalísimo (Galaxia Gutenberg)

Y si lo que queremos es centrarnos en una de las figuras clave de esta historia, el dictador Francisco Franco, y sus múltiples «rostros» y contradicciones (de las que también hizo gala en ese crucial periodo que supuso la Segunda Guerra Mundial, en relación tanto con el Eje como con los Aliados), nada mejor que sumergirnos en las páginas de Generalísimo. Las vidas de Francisco Franco, 1892-2020, recientemente publicado por una editorial habitual en el Pandemónium, Galaxia Gutenberg.

Obra de Javier Rodrigo, investigador en ICREA Acadèmia y catedrático acreditado en la Universitat Autònoma de Barcelona, pretende recorrer la vida del personaje a partir de sus denominaciones: de cómo lo llamaron, y de cómo se autodenominó. Paquito, Comandantín, Caudillo, Generalísimo, Su Excelencia el Jefe del Estado… estas y otras denominaciones acompañaron al dictador a lo largo de su vida. Según sus biógrafos y propagandistas (que hicieron «el agosto» durante cuarenta largos años), fue el inmortal, heroico y providencial hombre enviado por Dios para salvar a España, el defensor de la patria, santificado hasta el punto de que, a su muerte, la gente le dejaría peticiones manuscritas de milagros en el ataúd.

 O, en su reverso tenebroso representado desde el antifranquismo, el ser tímido, reprimido y taimado, el cruel, traidor, déspota y despiadado Criminalísimo. El resultado es una reconstrucción a veces turbadora y siempre fascinante de los mitos adheridos a la biografía de Francisco Franco Bahamonde. Una visión renovada y original, un recorrido desde el mito del guerrero tocado por Dios, inmortal e invencible, hasta la caricatura presente, convertido en carne de meme, pasando por su proyección narrativa como salvador de la patria, pacificador nacional, buen dictador, abuelo feliz, protodemócrata u hombre excepcional e irrepetible. Generalísimo habla de las vidas, reales o inventadas, del dictador. Pero, sobre todo, habla de la historia y el presente de España con la controvertida Ley de Memoria Democrática en boca de todos.

La revolución pasiva de Franco (HarperCollins)

Y si queremos seguir ahondando en la ambigua personalidad del dictador, desde un enfoque novedoso como sucede con el texto anterior, el pasado 2022 HarperCollins Ibérica publicaba el sugerente ensayo La revolución pasiva de Franco, un libro diferente sobre el dictador y las entrañas del franquismo que nos revela una nueva perspectiva de la historia contemporánea de España y la llamada Transición. Es obra del filósofo e historiador español José Luis Villacañas, quien, de la mano de La vida de Castruccio Castracani, la obra de Maquiavelo publicada en 1520, nos descubre la figura del «Caudillo» como condotiero y explica al personaje comparándolo con el prototipo de gobernante dibujado por el escritor y diplomático renacentista italiano en El Príncipe.

Teniendo en consideración además el pensamiento del teórico marxista también italiano Antonio Gramsci, Villacañas estudia el papel constituyente de Franco y el sentido de lo que llama «la revolución pasiva», sin precedentes en la historia de nuestro país, que se llevó a cabo durante su largo mandato de cuatro décadas.

Siguiendo el guion de la comedia La Mandrágora de Maquiavelo, el autor también analiza la Transición para preguntarnos cuánto duran las revoluciones pasivas, por qué son tan inestables y qué es lo que las pone en peligro. Todo ello bajo el telón de fondo de la destrucción del pueblo republicano y del sufrimiento de las clases populares en la larga noche de la guerra y la posguerra que marcaron gran parte del siglo XX en el sur de Europa. He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

Memoria de la Retirada (BLUME)

Y en relación al período inmediatamente anterior a las negociaciones secretas emprendidas entre el gobierno franquista y Londres, un libro que conmueve y que es de obligatoria lectura para entender el sufrimiento que causó la sublevación, la Guerra Civil y la posterior victoria del bando franquista es Memoria de la Retirada. 1939. Éxodo y Exilio, dirigido por el fotoperiodista y realizador nacido en París Miquel Dewever-Plana y publicado por la editorial Blume.

Este cautivador ensayo marca el momento en el que Barcelona cayó en manos de los sublevados. Fue el 26 de enero de 1939 y desde ese momento miles de familias republicanas hubieron de exiliarse a Francia, dejando atrás toda una vida, la patria, los enseres y propiedades y los recuerdos. Numerosos niños acomparon a sus padres camino del exilio, experimentando los terribles campos de internamiento y concentración, calamidades y muchas privaciones más.

80 años después, aquellos niños de corta edad se hallan en el ocaso de sus vidas (aunque cada vez son menos los testigos directos de aquellos turbulentos años en que también transcurrió la Segunda Guerra Mundial) y desean más que nunca transmitir como legado a los más jóvenes (que a veces apenas saben algo de nuestra guerra fratricida) la dolorosa experiencia que vivieron. Y este volumen profusamente ilustrado recoge su extraordinario testimonio.

Churchill y Franco. Una guerra secreta por la neutralidad (I)

De todos es sabido el estrecho lazo que mantuvo el régimen de Franco con el nazismo. Menos conocidas son las relaciones entre el Gobierno británico de Churchill y España. La desclasificación de importantes documentos de aquel periodo arroja luz sobre un soborno encubierto que cambiaría el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

Por Óscar Herradón ©

Casi 84 años después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, devastador conflicto que perfilaría el mundo en el que vivimos, y que dio un giro de 180 grados a la historia de la humanidad (y cuyas terribles consecuencias vuelven a reverberar en los oídos de los europeos a más de un año de la guerra de Ucrania), hemos escuchado hablar hasta la saciedad de las relaciones que el gobierno franquista, con un implacable poder recientemente estrenado, mantuvo con la Alemania nazi.

De todos es sabido que Adolf Hitler contribuyó al esfuerzo de guerra del lado de los golpistas, con armamento y con episodios tan deleznables –y estratégicamente claves– como el bombardeo de Guernica, que serviría a los modernos aviones de la Luftwaffe de entrenamiento para su indiscriminada Guerra Relámpago en el Viejo Continente; también de las negociaciones entre este y Francisco Franco para que una España paupérrima con un ejército mal preparado aunque fanático a la causa nacional no se mantuviera neutral, conversaciones que tendrían su momento clave en la reunión en Hendaya el 23 de octubre de 1940. Pero, ¿y las relaciones del dictador español con los aliados, concretamente con Winston Churchill y los mandamases del Foreing Office? ¿Tuvo algo que ver el combativo premier británico con la neutralidad del régimen franquista?

A bote pronto uno imagina que el “Caudillo” no pretendía mantener contacto alguno con las democracias occidentales cuando él mismo se había decantado por un régimen de Partido Único, prensa única e ideología nacionalfascista –y de religiosidad desbordante– que veía en el nazismo un arma implacable a quien pretendía imitar –creencias religiosas aparte–. Es más, en numerosas ocasiones Franco se jactó de querer entrar en la guerra del lado del Eje. ¿Qué sucedió entonces? A continuación veremos que Winston Churchill y su gobierno tuvieron mucho más que ver en el desarrollo de los acontecimientos de lo que en un principio pudiera parecer.

Una reveladora desclasificación

Enseguida nos retrotraeremos a la España de principios de los años cuarenta, con una Europa sumida en plena contienda. Pero a principios de octubre de 2016 saltaba a primera plana una noticia sobre el tema que venimos tratando. Concretamente, la prensa hablaba sobre la “traición” de Churchill a Franco, en relación a Gibraltar, cuando el entonces jefe del Estado español estaba convencido de que el dirigente británico devolvería aquella región por su neutralidad en el conflicto, a partir de unos papeles que en 2013 fueron desclasificados por la Oficina de Registro Público británica y que se sumaban a la gruesa publicación de archivos hasta entonces secretos sobre las relaciones entre los mandamases de Downing Street y el gobierno franquista. El tema de Gibraltar es sustancioso, aunque no fue definitivo en el desarrollo de los acontecimientos.  

A través de dichos expedientes y notas de las embajadas –la mayoría secretas hasta entonces– se puede trazar una historia de espías y medias verdades, y negociaciones en la sombra que mantuvieron a Franco en una delicada tesitura: apoyar a Hitler y Mussolini, a quienes consideraba aliados naturales, o mantenerse al margen para recibir promesas y ayudas de Inglaterra y Estados Unidos. Finalmente, el régimen se decantaría por esta última opción –con matices–.

España, nido de espías

Lord Halifax

Eran las 22.15 horas del 4 de junio de 1940 cuando sir Samuel Hoare, embajador británico en el Madrid franquista, enviaba un telegrama urgente a Londres. Era una comunicación secreta dirigida a Edward Frederick Lindley Wood, primer conde de Halifax, más conocido como lord Halifax a secas, que hoy, desclasificado por el MI6, sabemos que rezaba lo siguiente: «Hay indicios de que está cobrando impulso la idea de abandonar la neutralidad, y tengo la impresión de que ha llegado el momento de actuar de forma inmediata para verificarlo». Inglaterra estaba viviendo uno de sus peores momentos de la Segunda Guerra Mundial, siendo sus tropas literalmente arrasadas por la «Guerra Relámpago» nazi.

Samuel Hoare. Wikipedia (Free License).

Aquel mismo día se había producido el desastre de Dunkerque y, aunque Churchill no claudicó y continuó con su diatriba luchadora, enunciando el célebre discurso en el que afirmaría que los ingleses «jamás nos rendiremos», lo cierto es que la entrada de nuestro país en la contienda, algo que entonces parecía inminente, podía ser un golpe de efecto magistral para equilibrar la balanza bélica a favor del Eje.

Si Franco se posicionaba en la contienda del lado de Alemania e Italia e invadía Gibraltar –algo que estuvo a punto de suceder mediante la denominada “Operación Félix”–, el territorio del sempiterno enfrentamiento entre nuestro país y el del premier, los aliados perderían el Mediterráneo y los buques y acorazados británicos tendrían que bordear todo el continente Africano hasta el Canal de la Mancha para librar su batalla en el Norte de África, una zona clave para la victoria. Esa era la verdadera amenaza española, pues su ejército estaba mal pertrechado y sus tropas aún acuciaban los estragos de la Guerra Civil, pero era un movimiento estratégico decisivo.

Documentos secretos del SOE en España

Aquello podía ser un verdadero desastre para los aliados. Había que hacer algo, y hacerlo rápido, y esa era la misión de Hoare, que había llegado a la capital española tan solo unos días antes de escribir a Halifax. Este personaje, uno de los más brillantes diplomáticos –y también espía, campo que conocía muy bien, pues había dirigido el servicio secreto británico en Rusia durante la Gran Guerra–, ya tenía sesenta años cuando fue nombrado embajador. En más de una ocasión había mostrado simpatía hacia la causa nacional y era el hombre más indicado para convencer a Franco y sus generales de la importancia capital de la neutralidad. Lo haría, eso sí, a golpe de talonario.   

Asunto Confidencial

Blitz

Y es que de los papeles desclasificados se deduce que Hoare tenía un plan –aunque el tiempo corría en su contra– para mantener la neutralidad española en la guerra. Paul Preston, biógrafo del embajador, señala que este había enviado telegramas a Londres explicando que Franco le había recibido en un despacho en el que lucían retratos de Hitler y Mussolini y le había llegado a decir que los británicos «deben rendirse ante la inevitable victoria alemana». Es más, el jefe del ejecutivo español había prometido a Hitler su participación en la contienda a cambio de la expansión española en África y de todos era sabido que estaba dispuesto a apoyar los totalitarismo que él mismo representaba frente a los regímenes parlamentarios, mientras en las calles de la Península falangistas y universitarios afectos a la dictadura clamaban por la victoria de Hitler con proclamas como «¡Abajo Inglaterra!», frases lapidarias que gritaban el 1 de junio de 1940 ante la embajada británica.

Todo estaba en contra de los ingleses para que España se mantuviera neutral y su entrada en la guerra era inminente, según Hoare, salvo que se detuviera con una gran cantidad de dinero, nada menos que medio millón de libras –dinero que aumentaría exponencialmente hasta los 10 millones de dólares– para sobornar a varios generales poderosos del régimen franquista. Si Gibraltar caía en manos españolas o alemanas y las potencias del Eje instalaban baterías en la costa africana, el Estrecho, como señalé líneas más arriba, quedaría blindado y los barcos, buques y navíos de guerra ingleses tendrían que circunnavegar África no solo para librar la batalla en el norte del continente sino también para acceder a la India, un territorio clave que podía llenarse de insurgentes y opositores al imperio británico.

«La Caballería de San Jorge»

En toda esta operación de chantaje la embajada británica en España se sirvió de la contrainteligencia y el espionaje, una de las armas más efectivas en aquella lucha. El principal espía, además de Hoare, en Madrid, era Alan Hillgarth, agregado naval y responsable de Inteligencia en nuestro país. Trabajando mano a mano con Hoare, será este quien escriba la célebre frase, dirigiéndose a sus superiores en Londres, de que es el momento adecuado de cargar “la caballería de San Jorge”, haciendo alusión a las guineas de oro con las que su país ayudaba a sus aliados en conflictos pasados, monedas decoradas con el patrón británico. Así acabaría conociéndose esta operación secreta que por fin ha trascendido.

Alan Hug Hillgarth

Y uno de los hombres clave para que la misma fructificara, según los informes y lo que ya recogiera en un magnífico libro en 2008 el historiador Pere Ferrer, fue el empresario español Juan March, quien ya había sido una pieza clave en la financiación del viaje que trajo a Franco a España para el levantamiento del 18 de julio que dio inicio a la Guerra Civil, a bordo del Dragon Rapide, un hombre cuya fundación hoy goza de enorme prestigio pero con un pasado lleno de claroscuros que, según Ferrer, era «un maestro de doblegar voluntades a través del soborno», quien había hecho una gran fortuna con el contrabando de tabaco durante la I Guerra Mundial y había blindado su imperio vendiendo armamento a distintos contendientes durante la Segunda, a aquel que fuera el mejor postor. Además, sería confidente del almirante Wilhelm Canaris –jefe de la Inteligencia naval de la Marina alemana, más tarde ejecutado por traición al Führer– en Madrid. Sería en 1936 precisamente cuando Alan Hillgarth conoció en Mallorca, donde se había establecido a principios de aquella década, al multimillonario hispano.

Al parecer, la decisión del MI6 de utilizar a March era que los generales españoles no supieran que era precisamente el gobierno británico, por el que no tenían demasiada simpatía, quien les compraba. Aunque en los primeros telegramas que intercambia Hoare con Londres no se mencione el nombre del empresario, autores como los historiadores Gabriel Cardona o Enrique Moradiellos, así como el citado Ferrer, apuntaban ya antes de la desclasificación de los documentos y misivas que era con March precisamente con quien el embajador británico negociaba los sobornos a los generales españoles. El banquero mallorquín estaba convencido de que los generales no le harían ascos al «complemento salarial» ofrecido por los hombres de Churchill.

Canaris

Los militares opositores a Franco, que los había, empezaron ya a mostrar su descontento durante la Guerra Civil, incluso en el propio bando golpista, y cuando el conflicto fratricida terminó, algunos quisieron restaurar la monarquía borbónica y otros sacar el mejor provecho personal de la situación. El ejército franquista no estaba precisamente bien pagado en la España de la cartilla de racionamiento y el estraperlo. Los generales españoles ganaban unas 5.000 pesetas mensuales en medio de una fuerte inflación –lo que implicaría que las cantidades iniciales subieran desorbitadamente–. Aquello no era lo que se dice mucho dinero, aunque muchos de aquellos mandamases tuvieran sus propios “negocios” gracias a su cargo en el franquismo.

Comunicaciones in extremis Madrid-Londres

Al comienzo todo parecía marchar viento en popa. El 9 de junio, Hoare telegrafiaba a Londres lo siguiente: «Las negociaciones secretas proceden satisfactoriamente». Pronto, no obstante, el dinero prometido se quedó corto, y el medio millón de libras inicial iría aumentando progresivamente para evitar que España entrase en guerra. Los intercambios telegráficos entre la embajada inglesa en Madrid y la capital británica eran cada vez más frecuentes y en ellos, hoy desvelados, podemos leer frases de Hoare tan inquietantes –y trascendentes– como las siguientes: «Dudo de si enviar ningún nombre, ni siquiera en un mensaje cifrado». Cuando Italia declara la guerra a Francia y Gran Bretaña, Franco anuncia que España pasa de la neutralidad a la “no beligerancia” y la situación es cada vez más crítica. Samuel Hoare vuelve a escribir a Londres: «Debe aceptar mi palabra de que las personas son de la mayor importancia (…) la entrada de España en la guerra depende de nuestra rápida acción». Y puntualizaba: «La situación es crítica». Lo acordado por el espionaje británico con March era depositar el dinero en el Swiss Bank Geneva de Nueva York. El día 21 de junio, el Foreign Office confirmaba a Hoare que la operación ya había sido realizada.

Este post tendrá una inminente segunda parte en «Dentro del Pandemónium».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Existen diversos títulos que nos acercan a estos hechos de forma exhaustiva, como Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco, de Ángel Viñas (Crítica, 2021) o El Telegrama que Salvó a Franco. Londres, Washington y la cuestión del régimen (1942-1945), de Carlos Collado Seidel, también editado por Crítica unos años antes, en 2016. El más reciente es Bajo las zarpas del Léon, de Marta García Carrera, editado por Marcial Pons.

Un libro muy recomendable para entender la influencia ejercida por Gran Bretaña en España para decantar la balanza a favor de los aliados, no solo en la Segunda Guerra Mundial sino también en la Primera. En tan delicados periodos históricos del siglo XX España se convirtió en un protagonista destacado del escenario neutral, y fue objeto de reiteradas campañas propagandísticas extranjeras que trataban, por una parte, de explotar las filias y fobias existentes en el país, y por otra, favorecer sus respectivas causas bélicas y dificultar la actuación del enemigo en territorio español. En este sentido, la potencia aliada que movilizaría mayores esfuerzos propagandísticos en la Península sería Gran Bretaña, colocando al país, como reza el título del ensayo, bajo la zarpa de un león que, aunque luchó a contracorriente buena parte de los conflictos, extendió sus garras a través de la diplomacia y la persuasión, como hemos visto en este post.

Este documentado trabajo revela la misión de la propaganda británica en España, un instrumento de guerra que partía de instancias ministeriales y diplomáticas, pero que también se nutría de dinámicas paralelas, como las aportadas por las redes de inteligencia, la iniciativa popular o las plataformas periodísticas e intelectuales. Evolucionando desde la supervivencia a la ofensiva, los británicos emplearon todos los canales disponibles a su alcance para tratar de orientar a la opinión pública española; a veces caminando al filo de lo imposible entre el límite de la imaginación, los obstáculos impuestos por el Gobierno español y los márgenes de la clandestinidad.

He aquí el enlace para adquirirlo:

https://www.marcialpons.es/libros/bajo-las-zarpas-del-leon/9788418752346/

Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española

Y otro libro polémico pero a su vez necesario lo publicó en 2022 la editorial Pasado & Presente, a cuyos títulos debe estar muy atento cualquier apasionado de la historiografía. Se trata de Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española, del catedrático de Estudios Hispánicos en el Oberlin College Sebastiaan Faber. En unos tiempos en que la Ley de Memoria Histórica, renombrada Ley de Memoria Democrática (que derogó la anterior), intenta dignificar a los perdedores, también se ha provocado un efecto contrario y probablemente no deseado a más de 80 años del fin del conflicto fratricida: el despertar de viejas rencillas, las consecuencias de los asuntos mal cerrados (o cerrados apresuradamente) y la debilidad de esa misma memoria a la que se quiere dar voz.

Y es que, aunque todo país democrático debe limpiar su oscuridad y hacer justicia, muchos aseguran que aquello debió hacerse recién inaugurada la democracia, y no cuando la mayoría de aquellos (tanto las víctimas como los verdugos) llevan décadas muertos. Aunque, quizá, como reza el refrán, «nunca es tarde». No todos opinan igual, claro.

Esta polarización, incrementada tras el traslado de los cuerpos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos, hoy renombrado también como Cuelgamuros, unido al auge de la ultraderecha en Estados Unidos, toda Europa y también en España, la parcialidad de la judicatura y de algunos medios y otros problemas que vienen a evidenciar las fisuras de la llamada Transición, como el movimiento independentista catalán o el nuevo revisionismo histórico, sirven al autor para preguntarse si realmente España necesita una Segunda Transición…

Un libro controvertido pero revelador, con un enfoque mesurado y externo, sobre la delicada situación que atraviesa nuestro país y que contiene 13 entrevistas a periodistas, historiadores y politólogos de distintos ámbitos y posiciones, como Enric Juliana, Antonio Maestre, José Antonio Zarzalejos, Cristina Fallaràs, Marina Garcés o Ignacio Echevarría, cuyas palabras pueden servirnos para comprender y analizar correctamente nuestro pasado y cómo nos enfrentamos a nuestro futuro.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

http://pasadopresente.com/component/booklibraries/bookdetails/2022-02-07-17-24-27

Generalísimo (Galaxia Gutenberg)

Y si lo que queremos es centrarnos en una de las figuras clave de esta historia, el dictador Francisco Franco, y sus múltiples «rostros» y contradicciones (de las que también hizo gala en ese crucial periodo que supuso la Segunda Guerra Mundial, en relación tanto con el Eje como con los Aliados), nada mejor que sumergirnos en las páginas de Generalísimo. Las vidas de Francisco Franco, 1892-2020, recientemente publicado por una editorial habitual en el Pandemónium, Galaxia Gutenberg.

Obra de Javier Rodrigo, investigador en ICREA Acadèmia y catedrático acreditado en la Universitat Autònoma de Barcelona, pretende recorrer la vida del personaje a partir de sus denominaciones: de cómo lo llamaron, y de cómo se autodenominó. Paquito, Comandantín, Caudillo, Generalísimo, Su Excelencia el Jefe del Estado… estas y otras denominaciones acompañaron al dictador a lo largo de su vida. Según sus biógrafos y propagandistas (que hicieron «el agosto» durante cuarenta largos años), fue el inmortal, heroico y providencial hombre enviado por Dios para salvar a España, el defensor de la patria, santificado hasta el punto de que, a su muerte, la gente le dejaría peticiones manuscritas de milagros en el ataúd.

O, en su reverso tenebroso representado desde el antifranquismo, el ser tímido, reprimido y taimado, el cruel, traidor, déspota y despiadado Criminalísimo. El resultado es una reconstrucción a veces turbadora y siempre fascinante de los mitos adheridos a la biografía de Francisco Franco Bahamonde. Una visión renovada y original, un recorrido desde el mito del guerrero tocado por Dios, inmortal e invencible, hasta la caricatura presente, convertido en carne de meme, pasando por su proyección narrativa como salvador de la patria, pacificador nacional, buen dictador, abuelo feliz, protodemócrata u hombre excepcional e irrepetible. Generalísimo habla de las vidas, reales o inventadas, del dictador. Pero, sobre todo, habla de la historia y el presente de España con la controvertida Ley de Memoria Democrática en boca de todos.

La revolución pasiva de Franco (HarperCollins)

Y si queremos seguir ahondando en la ambigua personalidad del dictador, desde un enfoque novedoso como sucede con el texto anterior, el pasado 2022 HarperCollins Ibérica publicaba el sugerente ensayo La revolución pasiva de Franco, un libro diferente sobre el dictador y las entrañas del franquismo, que nos revela una nueva perspectiva de la historia contemporánea de España y la llamada Transición. Es obra del filósofo e historiador español José Luis Villacañas, quien, de la mano de La vida de Castruccio Castracani, la obra de Maquiavelo que vio la luz en 1520, nos descubre la figura del «Caudillo» como condotiero y explica al personaje comparándolo con el prototipo de gobernante dibujado por el diplomático y escritor italiano en su inmortal obra El Príncipe.

Teniendo en consideración además el pensamiento del teórico marxista también italiano Antonio Gramsci, Villacañas estudia el papel constituyente de Franco y el sentido de lo que llama «la revolución pasiva», sin precedentes en la historia de nuestro país, que se llevó a cabo durante su largo mandato de cuatro décadas.

Siguiendo el guion de la comedia La Mandrágora de Maquiavelo, el autor también analiza la Transición para preguntarnos cuánto duran las revoluciones pasivas, por qué son tan inestables y qué es lo que las pone en peligro. Todo ello bajo el telón de fondo de la destrucción del pueblo republicano y del sufrimiento de las clases populares en la larga noche de la guerra y la posguerra que marcaron gran parte del siglo XX en el sur de Europa. He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial tanto en papel como en edición digital:

Memoria de la Retirada (BLUME)

Y en relación al período inmediatamente anterior a las negociaciones secretas emprendidas entre el gobierno franquista y Londres, un libro que conmueve y que es de obligatoria lectura para entender el sufrimiento que causó la sublevación, la Guerra Civil y la posterior victoria del bando franquista es Memoria de la Retirada. 1939. Éxodo y Exilio, dirigido por el fotoperiodista y realizador nacido en París Miquel Dewever-Plana y publicado por la editorial Blume.

Este cautivador ensayo marca el momento en el que Barcelona cayó en manos de los sublevados. Fue el 26 de enero de 1939 y desde ese momento miles de familias republicanas hubieron de exiliarse a Francia, dejando atrás toda una vida, la patria, los enseres y propiedades y los recuerdos. Numerosos niños acomparon a sus padres camino del exilio, experimentando los terribles campos de internamiento y concentración, calamidades y muchas privaciones más.

80 años después, aquellos niños de corta edad se hallan en el ocaso de sus vidas (aunque cada vez son menos los testigos directos de aquellos turbulentos años en que también transcurrió la Segunda Guerra Mundial) y desean más que nunca transmitir como legado a los más jóvenes (que a veces apenas saben algo de nuestra guerra fratricida) la dolorosa experiencia que vivieron. Y este volumen profusamente ilustrado recoge su extraordinario testimonio.

Operación Underworld: la Cosa Nostra contra Hitler (I)

Para preparar la invasión aliada de Sicilia, se orquestaron numerosos planes secretos. Uno de ellos, que permanecería clasificado hasta tiempos muy recientes, tuvo como protagonistas a algunos de los personajes más oscuros de la Mafia italoamericana de aquel tiempo. Ahora que Ático de los Libros publica Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa, del historiador británico James Holland, recordamos aquel singular episodio de la guerra secreta.

Por Óscar Herradón ©

A comienzos de 1942, los muelles neoyorquinos eran un objetivo bastante sencillo para los submarinos alemanes: las luces de Brooklyn creaban una silueta perfecta de los buques mercantes que podrían convertirse en objetivo del enemigo. Una serie de misteriosos incendios a lo largo de todo el puerto inquietaron sobremanera a las autoridades de la ciudad de los rascacielos y al Gobierno estadounidense, sobre todo desde que los EEUU entraran oficialmente en guerra tras el bombardeo de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941.

Aunque muchos de aquellos fuegos se demostraron fortuitos, la mayoría de ciudadanos pensaba que habían sido intencionados y que tenían lugar sabotajes, probablemente de mano de los simpatizantes nazis, seguidores de Mussolini o incluso espías japoneses. Proteger los puertos era fundamental porque desde la costa Este partían la mayoría de barcos de víveres y abastecimiento con rumbo a Inglaterra para apoyar a los aliados en Europa. Toneladas de embarcaciones eran hundidas por los U-Boote alemanes y había que tomar medidas para que los barcos no fueran también saboteados incluso antes de partir.

Los organismos encargados de la defensa de EEUU estaban dispuestos a hacer un trato con quien fuera, incluso traspasando los límites de la legalidad, algo que en tiempos de guerra no suponía un gran problema para ningún bando. Según recoge el historiador Rodney Campbell en The Luciano Project, el comandante Charles Radcliffe Haffenden, que por aquel entonces fue nombrado responsable de la sección de investigaciones del Tercer Distrito Naval en Manhattan, le confesó a un asistente de la Marina lo siguiente: «Hablaría con cualquiera; con un cura, con un gerente de banco, con un gánster o con el diablo en persona si así pudiera conseguir la información que necesito. Esto es una guerra y hay vidas americanas en peligro».

¡Protejamos los puertos!

Aquél sería el comienzo, en el marco de la contienda, de una de las operaciones clandestinas más sorprendentes y a su vez desconocidas por el gran público. En un primer intento de controlar los muelles, agentes de Inteligencia de la Marina probaron a conseguir información de los trabajadores portuarios, pero no obtenían pista alguna porque todo aquel enorme espacio estaba controlado por la Mafia. Por aquel entonces, llevaba varios años en prisión el que fuera «Don» de la Cosa Nostra neoyorquina, el todopoderoso Charles «Lucky» Luciano.

Ficha policial de Charles «Lucky» Luciano
Muelle 88 NY

Éste seguía desde prisión los avances de la contienda, y era consciente de que debía dar un golpe de mano para poder reducir su condena. Vio su oportunidad con el incendio del buque Lafayette, como se había rebautizado el transatlántico de lujo de propiedad francesa Normandie, que había sido embargado por la Administración Roosevelt tras la claudicación de Francia, un gigantesco navío para el que se construyó ex profeso el Muelle 88 de Nueva York y que había sido rehabilitado como buque de guerra, destinado a enviar a Europa numerosas tropas de apoyo. El 28 de febrero de 1942 debía partir hacia Boston a recoger al primer cargamento de soldados, pero aquello nunca sucedió, porque el día 9 del mismo mes ardía en un cataclismo que trajo en vilo a los miles de curiosos y causó un verdadero revuelo en los pasillos de Washington.

Albert Anastasia

Aunque con los años los propios mafiosos dirían que ellos incendiaron el SS-Normandie para acercar al gobierno estadounidense a Luciano –al parecer lo habrían quemado Albert Anastasia y su hermano Tony, por orden de Frank Costello–, de las pesquisas de las autoridades se desprendió que fue fortuito, aunque sirvió de excelente baza a los hombres del «Don». No obstante, el misterio sobre el fuego no ha sido completamente desvelado tantas décadas después. Tras una serie de movimientos que, de describirlos, alargarían en demasía el post, finalmente los oficiales de la Marina decidieron realizar una suerte de trato, silenciado durante décadas, con los hombres de la Cosa Nostra para proteger los puertos. Aquel pacto secreto sería conocido como «Operación Underworld» –Bajos Fondos– y sus detalles se recogen en un expediente hasta hace pocos años secreto: el «Informe Herlands».

La Alianza Secreta

McFall

La poca ortodoxa idea de que los agentes de la Marina contactaran con informadores del crimen organizado para mantener la seguridad marítima gracias a sus contactos con los sindicatos portuarios –que no gustó a muchos– surgió del capitán Roscoe C. MacFall, oficial al mando del servicio de Inteligencia del Tercer Distrito Naval, que abarcaba la vigilancia entre Nueva York y Nueva Jersey. Sin demasiado esfuerzo, obtuvo el respaldo del contraalmirante Carl F. Espe, director del servicio de Inteligencia naval, y del teniente Anthony J. Marsloe.

MacFall propuso que se pusieran en contacto con Joseph «Socks» Lanza, un brutal gánster y uno de los más estrechos aliados de Luciano. Lanza dirigía el mercado del pescado de Fulton y ni una sola embarcación de pesca atracaba en los muelles de Nueva York sin pagarle un tributo. Un negocio de lo más rentable basado en la extorsión, el chantaje y el control de los sindicatos.

Joseph «Calcetines» Lanza
Lansky

Realizaron tan delicado acercamiento a través del abogado de Luciano, Moses Polakoff. Éste y Guerin se reunieron en secreto en su bufete en Wall Street y propusieron como intermediario entre Luciano y el gobierno a Meyer Lanski. Este bajito pero implacable mafioso era de origen judío, y sentía un odio terrible hacia Adolf Hitler y su política antisemita. De hecho, ya había reventado varias reuniones de simpatizantes nazis enrolados en el Bund Germano Americano, organización que llegó a reunir a 20.000 seguidores en el icónico Madison Square Garden el 20 de febrero de 1939.

El 11 de abril de 1942 se celebraba una reunión secreta en un restaurante de la calle 58 en Nueva York entre Moses Polakoff, Murray Gurfin, fiscal del distrito de Manhattan –a las órdenes de Dewey–, el comandante de la ONIOffice of Naval Intelligence– Haffenden, y Meyer Lansky. Allí le contaron al gánster noticias sobre lo que estaba sucediendo con su pueblo en Europa en los campos nazis e, impresionado, fue autorizado a reunirse con su jefe en Dannemora. Nunca se sabrá qué hablaron en la misma, más allá de lo narrado en unas memorias poco ortodoxas del propio Lansky y algunas conversaciones que mantuvo el «Don» con varios periodistas.

La primera consecuencia pronto se hizo visible. Gurfein les dejó claro que Luciano no recibiría recompensa alguna, sino que se trataba de un deber para con su patria; sin embargo, puesto que Lansky y Polakoff debían reunirse con el jefe mafioso de forma frecuente en vistas a que prosperase la «alianza secreta», que bajo ningún concepto debía trascender a la opinión pública teniendo en cuenta la carrera criminal del jefe de la Cosa Nostra, se barajó la posibilidad de trasladarlo de prisión, primera concesión gubernamental al capo.

Dewey
Great Meadow

A pesar de la voz en contra de Thomas E. Dewey, Luciano fue trasladado de la prisión de Dannemora, conocida como la «Pequeña Siberia» por sus duras condiciones, a la de Great Meadow, en Comstock, muy cerca de Nueva York, donde gozaba de un régimen más abierto, y podía incluso jugar al béisbol. John A. Lyons, responsable del sistema penitenciario neoyorkino, dio instrucciones al alcaide de Great Meadow para que no aplicase a las visitas al «Don» las ordenanzas sobre el registro de huellas digitales para que agentes del Gobierno y mafiosos pudiesen hablar con él en privado. En su nuevo presidio, comenzó a recibir numerosas visitas de sus subordinados, que recibían instrucciones personalmente del otrora Capo di tutti capi.

Bandera del Bund Germano Americano

Agentes del ONI comenzaron a infiltrarse en los muelles sin problema e incluso, gracias a «Socks» Lanza, se les permitió infiltrarse en los sindicatos de estibadores. De hecho, hasta 42 líderes sindicales y trabajadores portuarios opuestos a la Cosa Nostra fueron asesinados en los cuatro años siguientes, apareciendo también los cadáveres de varios miembros de la comunidad alemana neoyorquina flotando en el río con un trozo de seda amarilla cosido a su ropa, con una gran «L» negra dibujada que, al parecer, aludía a Luciano. El trabajo en los muelles continuó sin incidentes para el esfuerzo bélico norteamericano. El siguiente paso era planificar la invasión de Sicilia y golpear a Hitler en la fortaleza Europa.

Este post tendrá una próxima e inminente entrega.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

En mi libro Expedientes Secretos de la Segunda Guerra Mundial (Luciérnaga, 2018) dedico un amplio capítulo a esta operación clandestina. El ensayo que me sirvió de principal referencia y que aborda aquel «secreto de Estado» de la Administración Roosevelt es Aliados de la Mafia, de Tim Newark (Alianza Editorial, 2009), que a su vez bebe de otro previo, The Luciano Project: The Secret Wartime Collaboration of the Mafia and the U.S. Navy, publicado en la lejana fecha de 1977.

Para conocer con detalle el aspecto estratégico y militar (planificación, comandos, comunicaciones…), la editorial Ático de los Libros acaba de publicar un detallado libro que arroja importante información, alguna de ella hasta ahora clasificada: Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa. Un volumen con un proceso documental de infarto y una fuerza narrativa digna del mejor relato de ficción, hasta el punto de que Gerard DeGroot, del diario The Times, ha dicho de él que «El talento de Holland radica en su habilidad de resucitar a estos guerreros con una vívida prosa». No ha sido el único elogio, pues la crítica se muestra unánime a uno y otro lado del Atlántico.

El asalto aliado de Sicilia, el país natal de Lucky Luciano, fue previo al Desembarco de Normandía y bajo el nombre en clave de Operación Husky, fue, a partir del 10 de julio de 1943, la mayor operación anfibia de la historia y el primer gran asalto a la Fortaleza Europa, como reza el subtítulo del ensayo. Y es que el viejo continente estaba blindado en su salida hacia el mar por fuerzas del Tercer Reich. Para facilitar la operación Husky, se puso en marcha otra obra maestra del engaño en inteligencia y de la que hemos hablado en Dentro del Pandemónium, la Operación Carne Picada, que vuelve a estar de actualidad ante el estreno de una nueva película centrada en el caso, El arma del engaño, adaptación del ensayo superventas del periodista británico Ben Macyntire El hombre que nunca existió (a su vez, título de una película de 1956 dirigida por Ronald Neame).

El día 10 de julio de 1943, y en gran parte gracias al engaño a Hitler, cuyo alto mando creyó más probable que una incursión aliada sería por Grecia y no por Sicilia, más de 160.000 tropas británicas desembarcaron en la isla italiana para comenzar el avance hacia el corazón del Reich alemán. Tras una campaña aérea que consolidó una nueva forma de hacer la guerra y señaló el comienzo de la hegemonía aliada en los cielos europeos, la batalla por Sicilia fue una de las campañas más dramáticas y trascendentales de toda la Segunda Guerra Mundial.

Bajo un sol abrasador y en una isla infestada por los mosquitos y las enfermedades y controlada por la mafia (que había recibido instrucciones de facilitar el apoyo a las fuerzas aliadas, en gran parte para vengarse del cerco al que les había sometido Mussolini), los Aliados participaron en combates de una violencia inusitada en entornos hostiles, con recursos limitados y contra un enemigo que se negaba a rendirse.

En este monumental trabajo, James Holland, principal exponente de la nueva generación de historiadores que están reinterpretando aquel sanguinario conflicto (y que ha entrevistado a varios de los supervivientes, de los que cada vez, por desgracia, hay menos), ofrece al lector el apasionante y vívido relato de uno de los grandes puntos de inflexión de la guerra y que cambiaría su rumbo hacia el comienzo del fin del dominio del Eje. Sin la misma, y sin lo que sobrevendría el Día D a partir de otras numerosas operaciones clandestinas que ya abordamos en el blog, la victoria aliada habría sido imposible.

He aquí el enlace para adquirir el libro:

https://aticodeloslibros.com/index.php?id_product=232&controller=product

He aquí el enlace para hacerse

Comandos y operaciones especiales en la II Guerra Mundial (Susaeta):

Y si lo que queremos es realizar un acercamiento, ameno a la vez que instructivo, al gran teatro de operaciones secretas y clandestinas que tuvieron lugar en aquella brutal conflagración, nada mejor que sumergirnos en las páginas, profusamente ilustradas a todo color y acompañadas de mapas y gráficos, de Comandos y operaciones especiales de la II Guerra Mundial, una joya gráfica editada por Susaeta Ediciones. Un recorrido vertiginoso por las unidades de comandos de ambos contendientes que, alcanzando un desarrollo y perfeccionamiento colosal, se desplegaron por desiertos, mares, selvas, acantilados, montañas y urbes asediadas como Stalingrado o Berlín…

Esta magnífica selección –pues fueron tantas que harían falta miles de páginas para detallar cada una de ellas– contempla operaciones famosas como la Operación Fortitude (que permitió el Desembarco de Normandía, el gran asalto a la Fortaleza Europa), o la Operación León Marino, que planeó la invasión –frustrada– de Gran Bretaña por la Wehrmacht, y otras menos conocidas, como la Operación Gleiwitz (una operación de falsa bandera que atribuyó a los polacos el ataque a la frontera alemana y justificó la invasión del país por los ejércitos de Hitler) pero que contribuyeron, algunas de manera decisiva, al resultado final de la mayor sangría conocida por el hombre contemporáneo.

He aquí el enlace para hacerse con este volumen:

https://www.editorialsusaeta.com/es/libros-de-guerra/11847-comandos-y-operaciones-especiales-en-la-ii-guerra-mundial-9788499284859.html