Este del Oeste: Integral

Norma Editorial publica un integral de Este del Oeste. El Apocalipsis: Año Uno, una de las novelas gráficas más reveladoras de los últimos años, tras la que se encuentra el guionista y creador estadounidense Jonathan Hickman y el versátil artista Nick Dragotta.

Por Óscar Herradón

Este del Oeste comenzó su andadura en 2013, cuando el guionista Jonathan Hickman, oriundo de Carolina del Sur, se alió con Nick Dragotta y el colorista Frank Martin. Hickman había destacado por sus trabajos en la casa Marvel, en series como Los Cuatro Fantásticos, Los Vengadores o X-Men, pero el trabajo que comenzó en esta etapa sería con la editorial independiente Image Comics.

Este del Oeste es una fábula política de ecos distópicos sobre los Estados Unidos que se sitúa en un futuro cercano, concretamente en el año 2064. En un relato que en ocasiones recuerda al también distópico El hombre en el castillo (The man in the high castle) del visionario Philip K. Dick, este cómic evoca al viejo Oeste, cuando los primeros colonizadores penetraron en territorio indio.

Tras el impacto de un cometa en Kansas en 1908, el país estará dividido en varias naciones soberanas, concretamente siete: las siete Naciones de América, conformadas por La Unión, los viejos estados del Norte; el Armisticio, el nombre que recibe el cráter que dejó el asteroide, donde se custodian nada menos que las profecías que describen el Armagedón–; los viejos estados sureños engloban la Confederación; la República de Texas y el Reino de Nueva Orleans, de mayoría afroamericana; la llamada Nación sin Fin (formada por los estados del norte, que poseen una tecnología vanguardista) y, en otro guiño de ucronía que recuerda a la nación estadounidense controlada por los Japoneses tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial (junto a los nazis) en El hombre del castillo, se encuentra la llamada República Popular de América, en este caso en la costa Oeste, controlada por una república comunista china.

En ese enorme puzle geoestratégico tendrán lugar toda una serie de increíbles tramas narrativas que solo la imaginación desbordante (y el atrevimiento) de Hickman harán posibles. Una novela gráfica futurista que a su vez es un relato del oeste, un western en estado puro. Por ejemplo, en alusión a lo «mágico», el final de todas las cosas llegará tras el cumplimiento de las profecías, y precisamente cumplir sus designios será la tarea de una serie de poderosos elegidos. Por supuesto, los textos proféticos no han terminado de escribirse y, como ha sucedidos con los escritos religiosos o revelados a lo largo de los siglos (en nuestra realidad, más allá de la ficción), están abiertos a la interpretación, lo que permitirá a aquellos que creen en ellos manipular el mensaje a su antojo.

Cosas de la condición humana. Y es que Hickman vehicula a través de la ficción distópica toda una serie de críticas a la sociedad estadounidense contemporánea, como ya hiciera en sus incursiones en el fantástico a través de Marvel. En Este del Oeste, la presentación de los poderosos y las clases sociales más altas, la búsqueda del caos y el poder, donde el cinismo es más que evidente, un crisol de culturas abocadas al enfrentamiento constante, quizá marcado por el hecho de que Hinckman concibió la obra en gran parte durante el agitado mandato de Donald Trump.

Una obra que, a pesar de contar con un crisol de personajes que destacan como protagonistas, es una historia coral, donde ninguno sobresale por encima de los otros, salvo el de La Muerte, cuya historia de tintes épicos narra el romance entre este (pues es un personaje masculino) y su esposa. Y es que Muerte, uno de los cuatro Jinetes del Apocalipsis que han renacido para destruir el mundo nuevamente, no está donde debiera: ha roto las reglas y tiene su propia Misión, una búsqueda que le llevará a través de todo el continente estadounidense en un viaje casi iniciático en el que el personaje experimentará una evolución e importantes cambios que obligan a cuestionarnos dónde acaba la maldad y comienza la bondad, y la fina línea que las separa.

Un western distópico en el que la muerte (el concepto, no el personaje) se erige en telón de fondo de la trama: solo a través de la guerra, la venganza y el asesinato podrán los personajes que pueblan sus páginas hacer justicia y hallar la paz. La violencia, por tanto, es omnipresente a lo largo de toda la saga.

He aquí el enlace para adquirir esta joya del noveno arte en la web de Norma:

https://www.normaeditorial.com/catalogo/comic-americano/este-del-oeste/este-del-oeste-integral

El ansiado regreso de Blacksad

Por fin se lanza, de la mano de Norma Editorial, la segunda parte de Todo Cae, el séptimo volumen de la saga protagonizada por John Blacksad, firmado por Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido, una de las series más brillantes y exitosas del cómic patrio. El regreso por todo lo alto del gato detective de la Norteamérica de posguerra curtido en mil batallas.

Óscar Herradón ©

Blacksad, la que es hoy una de las series noir gráficas más célebres no solo en España sino a nivel internacional, nació con el nuevo milenio, que parece que fue ayer, pero hace ya la friolera de 23 años. Cuando el guionista de historietas Juan Díaz Canales y el dibujante también patrio Juanjo Garnido se conocen, pergeñan el personaje de Blacksad, un detective antropomorfo (con forma de gato) de vuelta de todo y dispuesto a poner orden allá donde le es posible, en ocasiones, cual némesis del mejor detective del cine negro del Hollywood clásico, saltándose (solo un poquito) la ley.

Tras contactar con varias editoriales, y llevarse alguna que otra negativa (más de un editor estará hoy tirándose de los pelos) la francesa Dargaud da el visto bueno al proyecto y en noviembre de 2000 (hace justo ahora 23 años) se publica el primer volumen: Quel part entre les ombres (Algún lugar entre las sombras). A partir de ahí, su éxito será imparable y hoy la serie goza de numerosos reconocimientos internacionales, y lo más importante, el cariño de un nutrido público.

Diseccionando la América de posguerra

En sus aventuras Blacksad está acompañado –al menos desde la segunda parte, Arctic Nation, publicada en 2003, hace ahora dos décadas– del reportero Weekly (con forma de garduña), un periodista de raza (y sinvergüenza de espíritu) que lo acompañará en diversas aventuras –o desventuras más bien–. Juntos intentarán desmontar una oscura conspiración orquestada por las élites blancas en un escenario de marcada segregación racial, que no es sino la traslación a la viñeta del fuerte movimiento de extrema derecha y racista que cosechó éxito en tierras estadounidenses por aquel tiempo y que mantiene hoy, con fuertes vínculos con el Ku Klux Klan, una extensa ramificación en el país de las barras y estrellas (otro acierto más, a mi parecer, de la serie: el darle una impecable verosimilitud histórica a cada trama).

También se asoman a la caza de brujas promovida por el senador Joseph McCarthy en una fiebre anticomunista que azotó principalmente a los creadores de Hollywood y que sembró un estigma generacional que todavía pudo comprobarse en la reacción del público en 1999 cuando la Academia le concedió el Oscar honorífico a Elia Kazan y media platea no se levantó porque el realizador había sido uno de los delatores. Al margen de la política, fue uno de los grandes directores de todos los tiempos. Tanto daño hizo aquella persecución…

Canales y Guarnido nos sumergen igualmente en el sórdido mundo de la noche (en este caso en la mítica Nueva Orleans) donde se dan la mano clubes de jazz, tipos peligrosos –una vez más– y la heroína, ese «polvo mágico» que hoy vuelve a estar tristemente de moda entre los sectores más bajos de las sociedad estadounidense junto al fentanilo; crímenes de todo tipo, guiños a la generación beat… todo un fresco de la América de finales de los cuarenta y la década de los cincuenta. Noir «de raza» (en este caso gatuna) en su más pura esencia.

Todo Cae, segunda parte

Ahora, Norma Editorial nos brinda la oportunidad de acercarnos a la nueva aventura del gato con gabardina y mucho arrojo: lanza la segunda parte de Todo Cae. En la primera entrega, nuestro (anti)héroe gatuno recibe el encargo de proteger a un líder sindical de trabajadores del metro que está bajo amenaza de la mafia de las comadrejas (otro claro guiño a la parte más turbia de la historia estadounidense, la de los sindicatos, en este caso de camioneros, controlados por Jimmy Hoffa, con importantes vínculos con el crimen organizado). Su investigación se topará entonces con una enrevesada trama que involucra a las altas esferas de la sociedad. ¿Hay algo más actual que la corrupción y el poder político en cualquier rincón del planeta?

Misma elegancia en cada página, igual mimo en el tratamiento del dibujo (¡qué maravilla de color!) y los personajes y el guion dignos del mejor creador de thrillers del siglo XX, incluso un Marlowe o un Hammett (a los que sin duda homenajean sus creadores en cada página). ¿Qué más se puede pedir? Para aquellos que no se hayan sumergido todavía en el rico y adictivo universo de esta serie de la viñeta (pocos, seguro, entre los amantes del noveno arte), Norma Editorial también dispone de un maravilloso volumen integral de Blacksad que integra los cinco primeros títulos previos a Todo Cae. Una joya gráfica que sin duda merece la pena.

He aquí el enlace para adquirir el segundo tomo de Todo Cae, y eso… dejarse caer a plomo en sus maravillosas páginas:

https://www.normaeditorial.com/ficha/comic-europeo/blacksad/blacksad/blacksad-7-todo-cae-segunda-parte

La Bomba: los entresijos del Proyecto Manhattan

Tras el estreno de Oppenheimer, cinta dirigida por el visionario Christopher Nolan y protagonizada por un inconmensurable Cillian Murphy en la piel del científico que comandó el Proyecto Manhattan, y con la amenaza (no tan) velada de los rusos y sus armas atómicas en el marco de una nueva Guerra Fría, se puso de nuevo de completa actualidad el tema del desarrollo de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora, Norma Editorial lanza la que probablemente sea la novela gráfica definitiva de aquellos tiempos tumultuosos.

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La novela gráfica en cuestión es un monumental volumen de 472 páginas que bajo el título de La Bomba ha publicado recientemente la siempre exigente Norma Editorial. Fruto del trabajo conjunto y la creatividad del historietista belga Didier Alcante, el guionista francés Laurent-Frederic Bollée y el ilustrador canadiense Denis Rodier, todos ellos grandes exponentes contemporáneos de la Bandé-dessinée, es un detallado y revelador fresco de cada uno de los participantes en esa carrera atómica contrarreloj en los años más devastadores de la contienda.

Con un trabajo de documentación previo colosal (no en vano, sus artífices tardaron cinco años en completarlo), en sus páginas vemos las dudas existenciales de los físicos y químicos que sentarían las bases de la fisión nuclear, las luchas intestinas de los militares con los políticos para llevar a cabo proyectos que debían permanecer en el más absoluto de los secretos en la era dorada del espionaje internacional, y cómo la tragedia se va palpando, como una muerte anunciada a voces –y también en silencio–, vaticinando el desastre que se avecina sobre la humanidad. Tecnología y ciencia, PROGRESO frente a DESTRUCCIÓN, una dicotomía largamente asentada en la historia contemporánea.

En los trazos en blanco y negro (que lo dotan de mayor sobriedad, y cierta coherencia acorde con aquellos tiempos en que los informativos que abrían las largas sesiones de cine también eran en escala de grises, como nuestro patrio NO-DO, que emitió desde 1942, en plena guerra mundial, hasta 1981) se materializan las inquietudes de físicos y premios Nobel como el italiano Enrico Fermi (que, seguido de cerca por las autoridades fascistas, decidirá exiliarse en Estados Unidos, contribuyendo al avance atómico norteamericano) o el húngaro Leó Szilárd y su amigo alemán, el Premio Nobel Albert Einstein, quienes hubieron de escoger el camino del exilio cuando los nazis llegaron al poder, aventurando la tragedia que se cerniría sobre el pueblo judío pocos años después. Ellos sí lo consiguieron, muchos otros no.

También desfilan por estas sensacionales páginas los científicos alemanes que permanecieron en el Reich (bien por decisión propia, como Heisenberg, bien porque las autoridades hitlerianas les obligaron) y hubieron de trabajar en el desarrollo atómico nazi aún a sabiendas de que su comandante en jefe poseía un hálito destructor imparable. El narrador –el plutonio– hace suya la frase: «Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos», una sentencia que se atribuye a Robert Oppenheimer, terriblemente arrepentido de trabajar en la creación de «La Bomba» cuando fue detonada la primera en la prueba Trinity, en el desierto de Nuevo México, momento en que le vinieron a la mente esas palabras del texto cosmogónico hindú Bhagavad-Gita (que, por cierto, obsesionaba a Heinrich Himmler, que consideraba los bastiones helados del Himalaya la cuna de la raza aria).

Precisamente Szilárd y Einstein serían los impulsores de la obtención estadounidense de la bomba atómica al escribir varias cartas al entonces presidente Franklin Delano Roosevelt sobre el peligro que suponía el avance de las investigaciones atómicas alemanas, detonante del ultra-secreto Proyecto Manhattan. Con el tiempo, al igual que su colega Oppenheimer, se darían cuenta del terrible error de construir un arma tan devastadora, pero en aquellos momentos de guerra contra Hitler consideraron que era la única forma de frenar sus aspiraciones megalómanas (sí, la bomba se creó para ser lanzada contra el Reich, pero la claudicación del mismo «obligó» a lanzarla contra los japoneses).

Los autores, en su minucioso trabajo de reconstrucción histórica, tampoco dejan fuera episodios del proceso nuclear bélico mucho menos publicitados y casi desconocidos por el gran público, como el papel desarrollado por los japoneses en dichas investigaciones o cómo los militares que estaban a cargo de la construcción del Pentágono (un proyecto igualmente «top secret» que impulsó la contienda) serían puestos también al frente de la comisión atómica estadounidense.

Con un ritmo endiablado, como el que hubieron de mantener los verdaderos protagonistas en aquellos tiempos de sangre y fuego en el interior de sus laboratorios ultrasecretos para conseguir objetivos palpables, presionados por gobiernos y militares, en la trama, a modo de flashes, también se recuerdan episodios clave de la Segunda Guerra Mundial como el ataque japonés a Pearl Harbor, la derrota del Tercer Reich, y por supuesto el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, el trágico epílogo largamente anunciado de aquella costosa investigación secreta.

Una verdadera joya gráfica (que Norma nos ofrece en edición cartoné y en rústica –recomiendo la primera, aunque sea a un precio bastante mayor–) que ha sido definida por la empresa de radio difusión pública de Bélgica RTBF como «El cómic definitivo». No sé si me atrevería a decir tanto, pero desde luego estamos ante una de las mejores obras sobre el tema publicadas en los últimos años, y la más completa de BD centrada en la bomba atómica en el marco de la guerra jamás editada. Una auténtica delicia para apasionados del cómic y de la historia que podéis adquirir en el siguiente enlace:

https://www.normaeditorial.com/ficha/comic-europeo/la-bomba-cartone