El Solitario. El caso del criminal que mantuvo a España en vilo (Random Cómics)

Uno de los maestros indiscutibles del noir español, Lorenzo Silva, firma junto al periodista Manu Marlasca el libro ilustrado sobre uno de los delincuentes mal llamados «comunes» de la historia reciente de España. Durante catorce largos años mantuvo en vilo a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que perdieron a varios de sus hombres a manos de este forajido moderno sin escrúpulos.

Óscar Herradón ©

Durante años, rondó sobre su figura el aura romántica del atracador de bancos contra el sistema extorsionador y chupasangres de la gente corriente (algo –o mucho– hay, no obstante, de todo eso en el mundo financiero), ese «romanticismo» que rodeó la figura de otros emblemáticos atracadores como Eleuterio Sánchez «El Lute», imagen que el propio Arbe se encargó de potenciar a través de sus declaraciones y de su libro de memorias: Me llaman El Solitario: autobiografía de un expropiador de bancos (Txalaparta Argitaletxea, 2009).

Sin embargo, al margen de hurtar lo que no era suyo, «El Solitario» poco tiene que ver con El Lute y otros «Bonnie & Clyde» patrios, pues su falta de escrúpulos, su violencia y finalmente su sed de sangre ­–que provocó la muerte de dos guardias civiles y un policía por el disparo accidental de un compañero durante un tiroteo con Arbe– evidencian que más allá de un ambicioso maleante, era un potencial asesino.

Y eso es lo que pretenden Silva y Marlasca con el trazo de Cristóbal Fortúnez (Mi vida con un fumeta. Aventuras y desventuras de Clarita Brown): demostrar que este individuo no tenía nada de un contemporáneo «Robin Hood», que era un ser sin escrúpulos ávido de poder y papelillos verdes (ahora más bien marrones y azules).

Impresionantes ilustraciones

Ya desde su misma juventud la historia de este ser «solitario» denota a un individuo asocial y pendenciero. Antes de convertirse en ladrón de bancos (y asesino), el personaje, conflictivo, tenía vocación de músico: le encantaba el folk y el rock. En relación a ese tema, existe una curiosa anécdota del «ruido» patrio que cuenta Alfred Crespo en el libro Burning Madrid (66 RPM Edicions), y es que Arbe hizo sus primeros pinitos junto al que sería el segundo batería del grupo de rock Burning, José Antonio Martín Gardoqui, durante unos pocos ensayos tras la salida de la formación del primer baterista. El propio Arbe señala en su autobiografía (de ecos casi hagiográficos) que José Antonio tuvo una influencia en su gusto por el rock y que: «Gracias a él tuve acceso a algunas de las canciones prohibidas por la dictadura».

Con su colega rockero y un tipo que respondía al apodo de «Tatu», un personaje que se las traía del barrio de San Blas experto en el robo de vehículos (cuando éstos tenían «loro», radiocasete extraíble), dieron su primer golpe en la madrileña calle de Jorge Juan, en el barrio «pijo» de Salamanca, en una tienda de música: lanzaron una piedra contra el escaparate y se llevaron en un Seat 124 amplificadores, altavoces, micros y cuatro guitarras eléctricas para poder llevar a cabo su sueño musical. Pero se frustró cuando los delató un «colega» y pasaron nueve meses a la sombra. Era 1972 y «El Solitario» ya sabía lo que era una cárcel. Volvería a estar en prisión en Reino Unido acusado de tráfico de drogas.

Ahora sí, «El Solitario»

Inició su senda delictiva (al menos la de gran altura, la de los atracos) en 1993, en una sucursal bancaria de Ademuz, Valencia. A este «golpe» le seguiría una carrera de fondo que lo convertiría en el atracador más esquivo de nuestro país. Tras 14 largos años de atracos, falsas identidades, tiroteos y asesinatos (el de los guardias civiles José Antonio Vidal y Juan Antonio Palmero en Castejón, Navarra, en 2004) caía en la trampa urdida por las autoridades.

Era detenido finalmente el 23 de julio de 2007 en la localidad portuguesa de Figueira da Foz, en el marco de la «Operación Gloria», cuando se disponía a perpetrar un atraco. Cuando fue interceptado por el dispositivo policial compuesto por agentes especializados españoles y lusos, iba disfrazado con barba y bigote falsos y una peluca; además, vestía un chaleco antibalas y portaba tres armas de fuego (dos cortas y una automática). Posteriormente, en registros en su vivienda y una nave industrial se interceptó un gran arsenal de armas y municiones y numeroso material para su arte de «maestro del disfraz», lo que le permitió ocultar su identidad durante tantos años.

Durante su juicio en 2008 se declaró inocente del asesinato de los guardias civiles, y se autodenominó antisistema, anarquista y «expropiador de bancos», confesando además que su actividad delictiva comenzó al entrenarse con grupos corsos anticapitalistas, con los que perpetró su primer atraco. Dejó perlas como las siguientes en una carta que dirigió a la «opinión pública» desde la cárcel de Zuera: «Yo solo soy un insurgente que me he alzado en armas contra el poder injusto de la banca privada». No se lo creía ni él: no repartía el dinero robado como los forajidos de Sherwood. Siempre se declaró inocentes de los asesinatos, pero los tribunales no le creyeron.

El 29 de abril de ese año era condenado a 47 años de prisión. Este libro sobre su particular andadura es una investigación realmente trepidante que en la mano de Silva y Marlasca se convierte en una absorbente trama policíaca, un noir escrupulosamente real, un true crime de altura. He aquí la forma de adquirirlo:

https://www.penguinlibros.com/es/tematicas/11870-el-solitario-9788417247652

Un tributo a la tierra (Reservoir Books)

Joe Sacco es un periodista singular y combativo. De esos que no se conforman con la verdad oficial y profundizan hasta sacar a la luz toda la escoria que oculta. Célebre por combinar el relato periodístico (del bueno, de investigación) con el cómic, su lucha contra el establishment viene de lejos. Ahora, de la mano de Reservoir Books, nos llega su última obra.

Óscar Herradón ©

Nacido en Malta un 2 de octubre de 1960 y habiendo pasado gran parte de su vida en Australia, en la década de los noventa el entonces joven periodista estadounidense sorprendió a la opinión pública con una rompedora y hasta entonces inédita mezcla de textos periodísticos volcados al cómic, y lo hizo sobre (y desde) uno de los lugares más conflictivos del planeta: Oriente Medio.

A sus primeros trabajos en Palestina (fruto de los cuales nació Notas al pie de Gaza, también editado en castellano por Reservoir), le siguieron otros lugares no menos hostiles, como los Balcanes, y sus obras se llenaron de temas espinosos y de aquellos que no suelen tener voz, encontrando un escaparate en su trabajo: inmigrantes, refugiados, gentes en la más absoluta pobreza… también idealistas e indignados. De aquel viaje al «polvorín» balcánico donde se produjo el mayor crimen de guerra desde la Segunda Guerra Mundial en territorio europeo, nació Gorazde: Zona Protegida (dibujada también por Sacco y publicado en España por Planeta DeAgostini), que narra su experiencia en el pequeño pueblo que da nombre al título de la novela gráfica, sitiado al final de la Guerra de Bosnia en 1995; y de lo que le narraron los habitantes que permanecieron encerrados durante el sitio pasando todo tipo de calamidades, algo que podría extrapolarse a todo el territorio de la antigua Yugoslavia. No en vano, el subtítulo de la obra es «La Guerra en Bosnia oriental 1992-1995».

Rumbo a Canadá

Ahora aquel periodista tiene 60 años y su obra, más sosegada (quizá por madura), no deja de mover conciencias, como lo hicieron en su momento otras novelas gráficas como Maus o Persépolis. Y con 2021 ha llegado su nuevo trabajo: Paying the land, un libro con otro de los grandes problemas de nuestro tiempo: el cambio climático. En castellano ha sido recientemente publicado por Reservoir Books en una magnífica edición en tapa dura bajo el título de Un tributo a la tierra, y Sacco ha escogido como trasfondo para su novela gráfica la extracción de recursos naturales en Canadá y cómo afecta eso a la población autóctona.

Una obra maestra del periodismo gráfico que no deja indiferente a cualquiera con un poco de dignidad, un cómic de no ficción que pone la lupa sobre los dene, un pueblo nativo que desde tiempos inmemoriales vive en las Tierras del Noroeste de Canadá. Digamos, pues, que son sus pobladores primigenios, y deberían tener muchos más derechos que los colonos (o al menos los mismos), pero en una historia largamente repetida al otro lado del charco, no es así.

Los denes consideran que pertenecen a la tierra, y no como el hombre occidental, que pensamos que la tierra nos pertenece y por ello explotamos los recursos naturales hasta la extenuación; no solo en esos lejanos bosques canadienses, sino de uno al otro rincón del planeta cada vez menos azul. Sacco, siempre con su conciencia social por bandera, acudió a aquel lugar buscando un problema relacionado con el efecto invernadero, la contaminación y la tala de bosques, y se encontró con algo aún peor: el vergonzante resultado de la más despiadada colonización, historia que no por largas veces repetida (con matices y diferencias), deja de perturbar.

Un lugar de gran riqueza… para los forasteros

Como suele suceder cuando un territorio virgen atrae a los tiburones del «negocio», aquellos territorios canadienses albergaban –y aún lo hacen– importantes recursos, desde petróleo y gas a diamantes. Una tierra rica que, como en muchas partes de África, ofrece su néctar a todos menos a los nativos que, como mucho, trabajan explotados extrayéndolo de la tierra de sus ancestros. Con la minería llegaron las inversiones y el trabajo (al principio), pero también la tala indiscriminada, la contaminación, los vertidos tóxicos y los oleoductos que destruyeron tanto el paisaje como la forma de vida de esos dene que no estaban preparados para un cambio tan drástico y devastador.

La Nación Dene reivindicando sus derechos

Como narra Sacco en este sobrecogedor relato gráfico, durante mucho tiempo la política oficial del gobierno canadiense consistió en arrebatar la identidad indígena de este pueblo: les prometieron educación, pero no fue el estado quien se encargó de ella, sino misioneros católicos y protestantes que durante más de un siglo metieron a los niños indígenas en internados que despreciaron su identidad y su cultura, desdibujando sus orígenes y provocando otros conflictos con su propio hogar en su regreso de aquella sesgada formación. En 2015, el informe definitivo de la llamada «Comisión de la verdad y la reconciliación» determinó que dicho pueblo, de apenas un millar y medio de habitantes que durante siglos se alimentaron gracias a la caza de grandes mamíferos, se había cometido un auténtico «genocidio cultural».

Joe Sacco recupera esta terrible historia y la transmite a través del arte, pues Un tributo a la tierra es, además de un manifiesto contra la globalización y la mal entendida «modernidad», ante todo una obra de arte de obligada lectura. He aquí el enlace para adquirirla:

https://www.penguinlibros.com/es/los-mejores-comic/37312-un-tributo-a-la-tierra-9788417910884

Aerosmith: el Ave Fénix del Hard Rock (II)

Fueron –son– unas de las grandes bandas de AOR (Adult Oriented Rock), o simplemente de Hard Rock, de los 70, y aunque más de una, dos y tres veces parecía que, a causa de sus excesos y egos, desaparecerían, volvieron a remontar el vuelo, reconvirtiéndose en los 90 en megaestrellas cuyas canciones (léase «Crying», «Crazy», «Eat the rich» o « I don’t want to miss a thing») tarareó toda una generación (la mía) y la siguiente.

Óscar Herradón ©

Sex, Drugs and Rock and Roll

Otra de sus extravagancias fue grabar el nuevo disco, Draw the Line (1977) en un lugar a la altura de sus pretensiones, y alquilaron un convento abandonado con 300 habitaciones a las afueras de Nueva York, algo que les concedió la CBS porque eran una de las bandas estrellas de la compañía discográfica. Antes de iniciar la grabación, los cinco miembros prometieron no tomar drogas, pero Steven no tardó en incumplir el pacto y llenar de drogas parte de la zona inferior del fregadero.

Muchas veces ni siquiera acudía a los ensayos o, cuando se sentía presionado, directamente se encerraba en la torre del monasterio o se iba de caza. Cuentan que estando bajo los efectos de los estupefacientes, que era casi siempre, estuvo a punto de descerrajarse un tiro con un rifle. Su adicción le pasaba factura. Por otro lado, el estado del guitarrista, Joe Perry, era tanto o más lamentable que el del cantante, llegando incluso a grabar cinco temas en una cinta que después perdió. Para más inri, había olvidado todos los temas. Nunca los conoceremos.

CBS decidió enviarlos lejos, de nuevo a Europa, y su visita fue tanto o más accidentada que la primera. En Alemania la policía requisó a Steven Tyler una importante cantidad de cannabis que llevaba escondido. Por suerte no le detuvieron y pudieron viajar a Inglaterra y tocar en el Reading Festival en una actuación que, a pesar de los pesares, fue apoteósica.

Tyler en el Reading, en el 77

Sus relaciones con la prensa británica volvieron a ser tirantes, por ser suaves, negándose a conceder entrevistas y fastidiando a los representantes del gremio siempre que podían. Regresaron a su tierra natal y se embarcaron en una apoteósica gira por los States cuando lo que necesitaban los «gemelos tóxicos» era tranquilidad y una buena rehabilitación. El estrés que suponían los grandes tours les hundió aún más en el profundo agujero de las drogas.

Para más inri, Tyler y Perry ni siquiera se dirigían la palabra en una guerra de egos largamente vista en el RN’R. No compartían camerino, ni limusinas… lo que dificultaba comenzar a tiempo grabaciones y conciertos. Steven se ponía ciego de cocaína, aunque también la alternaba con LSD y barbitúricos, o lo que se terciase. Tras los conciertos, solía pasarse días con sus noches drogándose y tirado en mansiones de mandamases del gremio musical. De aquel lamentable estado del frontman hay incluso pruebas gráficas, como algunas grabaciones del Live Texxas Jam’78 donde apenas se tenía en pie.

Abierto enfrentamiento entre los «Toxic Brothers»

El esperpento llegó al punto de que sobre el escenario Joe y Perry se pinchaban por las drogas que supuestamente el guitarrista llevaba escondidas (con las que incitaba al cantante y que por supuesto no quería compartir). Dos yonquis (con talento, eso sí) en lucha patética por una dosis. El paroxismo lo alcanzaron cuando Joe golpeó a Steven en el rostro con su guitarra, cortándole los gruesos labios con las cuerdas; la respuesta del espigado cantante fue escupirle la sangre a su «gemelo».

Guerra de egos

A finales de los 70 la banda estaba en su peor momento: se olvidaban de algunos acordes, repetían temas en un mismo concierto que no recordaban haber tocado… Un verdadero desastre, y un insulto para su legión de entregados fans. Tras un alto en el camino para intervenir en la fallida película Sgt. Pepper’s and the Lonely Hearts Club Band de Michael Schultz versionando el «Come Together» de sus admirados Beatles, el tour continuó y también sus excesos y excentricidades: saltando en escena Tyler se rompió el tobillo, pero iba tan «ciego» que ni se enteró, Entonces era adicto al opio y solía perder con frecuencia la voz, por lo que debían suspender numerosos conciertos.

Versionando «Come Together» en una cinta para olvidar (1978)

Entonces Joe contrajo una deuda de 100.000 dólares (80.000 de los cuales eran de pedir distintas cosas al servicio de habitaciones de un hotel) y la compañía le propuso grabar un disco en solitario para hacer frente a los gastos. No le quedó más remedio que aceptar. Se tituló The Joe Perry Project y fue un increíble (e inesperado) éxito, llegando a vender 250.000 copias, así que el bueno de Perry decidió no seguir con Aerosmith. Aquello fue un mazazo para la banda, y dejó conmocionado a un de por sí inestable Steven Tyler: ya habían comenzado la gira de Night in the Ruts y sustituyeron in extremis a Perry por Jimmy Crespo, un guitarrista que encajaba a la perfección en lo musical, pero que era un tío sano, que ni bebía ni se drogaba, y los demás miembros unos auténticos colgados: Steven era mayor adicto que nunca, Tom Hamilton era un gran adicto a la cocaína y Brad Whitford y Joey Kramer, el recientemente despedido, eran dos verdaderas esponjas de bebidas de alta graduación.

La banda de Hard Rock no tenía remedio, y durante un concierto Steven sufrió un ataque que le obligó a cancelar el tour. Durante un tiempo se recluyó en un hotelucho de mala muerte en Manhattan y las malas lenguas cuentas que obligó a prostituirse a su mujer para comprar «caballo» y coca, aunque es algo tan brutal que huele a historia apócrifa. Quién sabe. La gente hace verdaderas locuras cuando sufre síndrome de abstinencia…

Poco después, el líder de los AERO sufrió un grave accidente de moto cuando iba drogado y tuvo que ser hospitalizado durante seis meses. Ya nadie daba un duro por ellos. Ni discográficas, ni promotores, ni seguidores. Y Perry no andaba mucho mejor. Las cosas se pusieron muy negras cuando el otro guitarrista, Brad Whitford, también salió del grupo y Tyler contrató al guitarra rítmica Rick Dufay para que acompañase en el escenario al descolocado Crespo (que en un baile de incertidumbre, había salido de la banda y ya había regresado).

Tyler y Dufay, tiempos de juerga sin control

Dufay era un «junkie» (forma coloquial para drogadicto, Yonki, en inglés americano) alocado y se convirtió en el compañero de juergas interminables de un castigo Steven Tyler. Pero incluso en esa situación tan dramática, grabaron un buen disco, Rock in a Hard Place, que tuvo poco éxito comercial, con una nueva y accidentada gira en la que el cantante no podía con su alma y estuvo a punto de sufrir varias sobredosis. Por su parte, Dufay llegó a intentar tirarse de un avión comercial mientras iba ciego de LSD.

Este post tendrá una tercera y última entrada electrizante. En breve, en «Dentro del Pandemónium».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

AEROSMITH (REDBOOK EDICIONES)

Red Book Ediciones, a través de Ma Non Troppo, uno de los sellos editoriales más volcados en la edición de libros de música (principalmente de mi amado rock) publicó recientemente uno de los libros más completo hasta la fecha en castellano (y actualizado) sobre la banda comandada por Steven Tyler y Joe Perry hace la friolera de medio siglo. En Aerosmith, con una potente imagen de portada que precisamente retrata a los «Toxic Brothers» en pleno y potente directo, el periodista musical Eduardo Izquierdo, autor de importantes volúmenes sobre rock como Jim Morrison y The Doors (también editada por Ma Non Troppo), excelente crónica de los californianos, es su autor. Y sabe bien de lo que habla, no en vano lleva una larga trayectoria como colaborador de revistas como Ruta 66, Mondosonoro, Efe Eme o Rock On: realiza un exhaustivo y muy ameno recorrido por la turbulenta historia de los chicos malos de Boston. Sin obviar sus excesos y escándalos, el libro hace un minucioso recorrido por lo más importante, su música, sus inicios, influencias, sus letras y discos más memorables (sin olvidar los fallidos), y es que, como dice el autor, los fantasmas de Aerosmith no dejan de perseguirles, pero sus canciones están más vivas que nunca. Toda su historia en el siguiente enlace:

AEROSMITH: VIVIENDO AL LÍMITE (EDITORIAL MILENIO)

En 2017, la Editorial Milenio publicó un libro con el amplio recorrido musical –y personal, escándalos y drogas incluidos– titulado Aerosmith: Viviendo al Límite, con una chulísima portada «pop» de estilo retro. Sus autores son Sergio Guillén Barrantes (que en la misma editorial ha publicado un libro dedicado al género al que pertenecen los de Boston: AOR World) y Andrés Puente Gómez (coautor de la monografía Glam Rock firmada a cuatro manos con Guillén y editada también con mimo por Milenio).

En febrero de 1993, y en lo que a la postre sería el ecuador de su carrera, la banda publica el primer sencillo de su álbum superventas Get A Grip. «Livin’ On The Edge», expresión inglesa de «Viviendo al Límite», se convierte de forma instantánea en la declaración de principios definitiva de un grupo que llevaba sobre los escenarios aproximadamente un cuarto de siglo (y como hemos visto en el post, viviendo muy al límite), inoculando el maravilloso veneno del rock en varias generaciones de oyentes, algo que, otros 25 años después, siguen haciendo. Pura leyenda. Podéis adquirir el libro aquí:

https://www.edmilenio.com/esp/aerosmith-viviendo-al-limite.html