Vestigios del Desembarco de Sicilia 80 años después

En julio de este año se conmemoraba una de las más importantes efemérides de la Segunda Guerra Mundial: el 80 aniversario de la invasión aliada de Sicilia, nada menos que la mayor operación anfibia de la contienda que supondría el primer gran asalto a la Fortaleza Europa. Aquel fue el comienzo del retroceso del Tercer Reich en el oeste y allanó el camino para la operación de desembarco que tendría lugar menos de un año después en Normandía, el célebre Día D. Precisamente en Italia, en Montecasino, tendría lugar en 1944 una de las batallas decisivas de la Segunda Guerra Mundial, y ahora que Ático de los Libros publica un minucioso ensayo sobre el tema, recordamos el impacto que tuvo el desembarco aliado.

Óscar Herradón ©

En el mes de mayo de 1943 estaba bastante claro que los aliados intentarían una invasión del viejo continente. La pregunta que se hacían desde la Cancillería alemana y desde el Palazzo Venezia en Roma era: ¿por dónde se haría? La decisión ya se había tomado meses antes, durante la Conferencia de Casablanca, que se celebró entre los días 14 y 24 de enero de ese mismo año, donde Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill y los líderes de la Francia Libre, los generales Degaulle y Giraud, reunidos en el marroquí Hotel Anfa, se inclinaron por Sicilia. Un movimiento minuciosamente orquestado para asestar una herida de muerte a los ejércitos de Hitler.

Todavía hoy son visibles en la isla italiana los rastros de los duros combates librados aquel lejano verano de 1943 del que han pasado 80 años, motivo por el que publiqué un amplio reportaje sobre la Operación Husky en la revista Muy Interesante hace unos meses: restos de búnkeres y construcciones militares en los alrededores de Gela y en muchos otros rincones. En la población de Marina di Ragusa existe un búnker sobre el que hoy ondea la bandera italiana y que está iluminado para los turistas en una época de fuerte revisitación de la Segunda Guerra Mundial, como sucede en Normandía; se llama Bunker Camemi y se ha reconvertido en museo bélico. Una placa inaugurada en 2010 recuerda a un soldado que sacrificó su vida «en defensa del suelo de la patria».

No muy lejos de Agrigento, en la playa de Piana Grande, se encuentra un grupo de varios búnkeres divididos en bloques y perfectamente conservados. Y en Monte Santa Anastasia, en Catania, se puede visitar un cementerio militar alemán donde fueron enterrados los caídos del Reich durante los combates de 1943. Allí, otra placa da la bienvenida al visitante con estas palabras: «En este mausoleo descansan 4.561 caídos alemanes. 451 son desconocidos». En la propia isla se halla el llamado «Museo Storico dello Sbarco in Sicilia 1943», donde se puede encontrar todo tipo de armamento (pesado y ligero), galerías fotográficas, propaganda, cartelería de ambos bandos, etcétera. También se pueden realizar visitas guiadas en transporte público por un ruta conocida como «Catania 1943: Operación Husky» o visitar la Catania subterránea, donde se protegieron muchos de los defensores.

Mientras algunos historiadores han sido críticos con el planteamiento y la dirección de Husky, como las grietas entre los mandos británico y estadounidense o una pobre preparación de la ambiciosa operación, el historiador James Holland, una de las voces más autorizadas hoy sobre el desembarco, se muestra en su monumental ensayo Sicilia 1943 (publicado en castellano también por Ático de los Libros) contrario a esta visión. En declaraciones a El Confidencial, señalaba en 2021 que Husky «marca el principio del profesionalismo aliado, de grandes avances operacionales, no solo tácticos. Y pienso que es en el nivel operacional –cómo se organizan los países, los recursos, el armamento, las fábricas– donde se luchan y se ganan las guerras. Ese es el hilo que falta en la narrativa de la Segunda Guerra Mundial, y una vez se revisa, emerge una imagen bastante diferente, en la que las fuerzas aliadas salen mucho mejor paradas».

El primer asalto a la Fortaleza Europa, que abriría el camino a la invasión de Normandía el 6 de junio del año siguiente, duró 38 sangrientas y agotadoras jornadas, los aliados contaron en la isla con el apoyo de la mafia siciliana (que odiaba a Mussolini y a su gobierno, curiosamente no por ser fascistas, sino por la enconada persecución que llevó a cabo contra sus pistoleros) y marcó un hito en la contienda; además, movilizó a más hombres que el Día D, algo que suele olvidarse.

PARA SABER (MUCHO) MÁS:

Menos de un año después tendría lugar la batalla de Montecasino, en la que entrarían en liza nada menos que 10 ejércitos de todo el mundo que no solo tuvieron que enfrentarse al enemigo, sino a un territorio hostil, un tiempo inclemente e incluso una erupción volcánica –la del Vesubio–. La intención de los aliados era atravesar la línea Gustav y tomar Roma. El resultado sería demoledor: 55.000 soldados aliados muertos y 20.000 alemanes. Ahora, Ático de los Libros publica Montecasino. Diez ejércitos en el infierno, el mejor libro para conocer aquel épico enfrentamiento cuando se iniciaba la fase final de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Gracias a su autor, el historiador militar británico Peter Caddick-Adams –autor también de Monty y Rommel, publicado por la misma editorial– la batalla de Montecasino tiene, al fin, la historia que se merece. Es el vívido relato de la pugna por hacerse con la monumental abadía que dominaba la ruta de acceso a Roma.

Caddick-Adams, exmilitar y profesor de Estudios Militares, nos brinda una visión nueva y panorámica del gran enfrentamiento entre los Aliados y la Alemania nazi, analiza la estrategia militar de la campaña y nos traslada en el tiempo y el espacio hasta el fragor del combate para dar voz, mediante material inédito y testimonios que ha recogido personalmente, a los héroes que, durante cuatro meses, lucharon y perecieron en el infierno italiano.

Un libro que The Wall Street Journal ha descrito con estas palabras: «Un brillante estudio de los obstáculos y las posibilidades de las coaliciones». He aquí el enlace para adquirirlo en la web de Ático de los Libros:

Las Tríadas: crimen organizado made in China

El gigante asiático está disputando a EEUU y Rusia el primer puesto en el liderazgo mundial, y el crimen, que aunque menos llamativo que en Occidente, hunde sus raíces en la misma historia –muy larga– del país, crece casi al mismo ritmo que su expansión económica. Aunque la globalización hace que sean numerosos los grupos que integran el crimen organizado en China, el puesto de «honor» en la tradición se lo llevan las Tríadas, las más antiguas de sus bandas delictivas. Ahora Ático de los Libros publica el monumental libro Historia de China, del historiador británico Michael Wood, y como aperitivo recordamos uno de los aspectos más oscuros –y fascinantes– del gigante asiático.

Óscar Herradón ©

Como apunta Alejandro Riera en su libro La Mafia China: las Tríadas, «el silencio es una parte fundamental, una de las armas más importantes de esta organización criminal». Si no existes, no te persiguen. No obstante, por mucho dominio que tengan los miembros a la hora de pasar desapercibidos, sus crímenes, en la actualidad muy numerosos, pueden rastrearse casi hasta su mismo origen, un origen rodeado de brumas, eso sí. Hoy, los grupos criminales que conforman la mafia china se han desplazado por todo el mundo junto a los millones de inmigrantes del país, aunque durante siglos se negó su existencia: las autoridades argumentaban que se trataba de bandas desorganizadas, pero no de un auténtico entramado criminal.

No fue hasta 1986 que fue reconocida abiertamente la existencia de las Tríadas, cuando el Comité de Lucha contra el Crimen inglés afirmó que en Reino Unido había una mafia china integrada por al menos 120.000 miembros, aunque continúa siendo la mafia más hermética del planeta, lo que va mucho con la forma de ser de sus gentes. Según la tradición, su origen se remonta a 1671, cuando nacieron las primeras Tríadas en el monasterio Shaolin de la provincia de Fuqiang.

Una historia que combina folclore, realidad y leyenda, casi como la que rodea a todas las grandes mafias. Cuentan las crónicas que aquel año, los monjes budistas –que practicaban una vida de meditación y aislamiento, y fueron pioneros en el arte marcial del Kung-Fu–, se alzaron en armas contra los invasores bárbaros que se acercaban a la capital, Pekín, amenazando con derrocar a la dinastía Qing –o Ching–. Puesto que los ejércitos imperiales no eran capaces de frenarlos, los monjes se unieron a la lucha y consiguieron reducir a los invasores sin perder un solo hombre.

Los Cinco Ancestros

Kangxi

Poco después, aquellos gloriosos guerreros que habían regresado a su retiro monacal, fueron víctimas de la traición de los consejeros del emperador Kangxi, que le hicieron creer que su dominio del arte de la guerra podía volverse en su contra. Así, Kangxi ordenó que el monasterio fuese reducido a cenizas y los monjes asesinados. Hasta el lugar se dirigió un grupo especial, armado con veneno y pólvora. Durante un banquete, los invitados emborracharon a los monjes con bebidas mezcladas con una extraña sustancia. Todos murieron calcinados en un episodio muy similar a otro de la catódica Juego de Tronos, salvo cinco, más tarde conocidos como los Cinco Ancestros, que lograron escapar y fundaron una sociedad secreta, la llamada Liga Hung, que pretendía restaurar la dinastía Ming –pues los Ching eran de origen manchur y no chino–.

Un grupo que poco a poco fue creciendo, con otros que se les unieron, y que acabó transformándose en auténticas células criminales, eso sí, con un rígido código de honor y unas tradiciones llenas de misticismo y elementos simbólicos y mágicos. No obstante, hay historiadores que creen que esta historia es mera fantasía que sirve para dar una pátina de romanticismo a lo que no dejan de ser organizaciones criminales.

La historia oficial nos dice que las Tríadas surgieron en la región de Fuqiang en el siglo XVIII, una época convulsa en muchos aspectos, también económicos. En aquella zona los caminos eran muy peligrosos, estaban llenos de bandidos y ladrones. Era una suerte de «salvaje oeste» chino: estafas, robos, asesinatos, extorsión… Los jóvenes de la zona, que ocupaban el escalafón más bajo de la sociedad, se juntaban en hermandades unidas por juramentos de lealtad para proporcionarse ayuda mutua. Pronto estas sociedades adoptivas comenzaron también a delinquir.

Puyi

No sería hasta el siglo XIX que los británicos bautizasen a estos grupos como Tríadas, debido a que su sello identificativo estaba formado por un triángulo equilátero; cada uno de sus lados representa los tres elementos de la armonía china: el Cielo, la Tierra y el Hombre, lo que hizo que también fuesen conocidos con el romántico nombre de Hermandad del Cielo y la Tierra. Llegaron a tener tal poder en el siglo XX, que en 1911 colaboraron en el derrocamiento del emperador Puyi –que abdicó el 12 de febrero del año siguiente– y ayudaron al advenimiento de la República, y, cuando los japoneses invadieron Hong Kong en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, tenían que negociar con sus matones para mantener el orden.

Hoy nadie sabe cuánta gente forma parte de esta hermética –aunque gigantesca– sociedad secreta con fines criminales. Su huella se ha dejado sentir desde Nueva York a Toronto, de Sidney a París o Barcelona y Madrid, aunque su base principal está en Hong Kong, Taiwán y la China continental. Se dedican a la falsificación de tarjetas de crédito, al tráfico de personas, la fabricación, venta y distribución ilegal de numerosos productos, el tráfico de heroína, la trata de blancas, clínicas ilegales e incluso muertes por encargo.

La iniciación

Solo puede formar parte de ella un varón chino cuyos progenitores, ambos, sean de esa nacionalidad, puesto que consideran que «la sangre buena no sabe traicionar», algo similar a lo que sucede en otras organizaciones como la Cosa Nostra italiana o la Yakuza nipona. Siguen una estructura similar a la familiar, y deben prestar auxilia a sus «hermanos» siempre. El incumplimiento de esta regla es causa de muerte. Se articulan en grupos de tres personas, que se relacionan jerárquicamente con otros grupos a través de uno solo de sus integrantes, lo que implica el desconocimiento de las actividades –y los altos cargos– por parte del resto de miembros de la organización.

El SILENCIO es, como apunté antes, lo fundamental para que su entramado delictivo siga funcionando a la perfección. Para comunicarse entre ellos, los miembros de la Tríada son instruidos en un lenguaje compuesto de saludos secretos y señales sutiles, por ejemplo, la manera en que sostienen o dejan los palillos para comer, el número de dedos con los que sujetan un vaso… un universo de tradiciones donde se reverencia la patria y la sangre.

El solemne ritual de iniciación en la Sociedad solía comenzar cuando los iniciados pasaban por debajo de varias espadas alzadas, que simbolizaban la entrada a una nueva familia. El rito iniciático de las Tríadas fue conocido gracias a William Stanton, autor de The triad Society of Heaven and Earth Association, quien, en 1900, fue testigo de una de esas ceremonias; un testigo privilegiado, ya que ningún otro occidental, que sepamos, ha vuelto a presenciar una de ellas.

Según su testimonio, la ceremonia se iniciaba con la repetición de una serie de frases por parte de los aspirantes: «Que este primer incienso se eleve hasta los cielos, mientras juramos nuestra oposición a los Quing. Nosotros vengaremos el fuego malvado de Shaolin, derrotaremos a los mongoles y restauraremos a los Ming (…)». Después, los iniciados reciben un rollo de papel de color amarillo, por lo general decorado con dos dragones y dos aves fénix que pelean por una perla, donde se encuentran los 36 juramentos que son leídos en voz alta. Todo ello se realiza ante un altar con el Buda de la justicia.

Acto seguido, en un acto similar al de otros grupos criminales secretos, los presentes se pinchan con una aguja un dedo concreto de la mano izquierda, dejan caer su sangre en un cuenco que puede contener o bien sangre o bien vino, mezclados con la sangre de un gallo. Después, se quema el rollo y, tras juntar las cenizas del cuenco, todos beben de él y hacen un juramento de fraternidad. Entonces, los neófitos pagan un dólar como «cuota de entrada» y son declarados hermanos, tras lo cual reciben cuatro sellos envueltos en papel rojo, de los que responderán con su vida.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Si lo que queremos es saber más –mucho y de forma muy amena– sobre el gigante asiático, nada mejor que sumergirnos en las páginas del citado libro que publicó recientemente Ático de los Libros, una editorial muy presente, por su amor a la historia, en los post del Pandemónium. 

China es una de las civilizaciones más antiguas de la Tierra, pero sus cuatro milenios de historia son muy poco conocidos en Occidente. Michael Wood, que ha viajado a lo largo y ancho del país asiático, entreteje en Historia de China una nueva visión del Reino del Centro a la luz de nuevos y apasionantes descubrimientos arqueológicos y nuevas fuentes, que nos permitirán tanto leer cartas de humildes soldados como conocer las reflexiones de un emperador.

Wood (Manchester, 1948) se formó en la Manchester Grammar School y el Oriel College de Oxford. Ha trabajado como periodista, presentador y productor de más de cincuenta documentales de televisión; además, es profesor de Historia Pública en la Universidad de Mánchester. Ha publicado varios libros, algunos de los cuales son auténticos best sellers, como In the Footsteps of Alexander the Great, Conquistadors o In Search of Shakespeare. Su serie documental La historia de China, emitida en la BBC y apreciada en el país oriental tanto como en Occidente, lo ha consolidado como uno de los historiadores más prestigiosos especializados en el gigante asiático.

En Historia de China, veremos la prehistoria del país, sus primeras dinastías y las raíces de su cultura en la época de Confucio. Conoceremos el extraordinario renacimiento de los Song, con sus brillantes descubrimientos científicos, o el vibrante Imperio Qing, quizá el momento en que la rica y diversa cultura china alcanzó su apogeo. La obra explora también el encuentro con Occidente, las guerras del Opio y los extraordinarios debates a finales del siglo XIX que pusieron a China rumbo a la modernidad. Wood, además, ofrece una visión actualizada del periodo posterior a 1949 que incluye revelaciones sobre la crisis de 1989 en Tiananmén y su análisis del nuevo orden del presidente Xi Jinping.

Historia de China es, en suma, una obra imprescindible para comprender el pasado y el presente de un país llamado a ser una de las grandes potencias del siglo XXI. Un texto monumental que el también británico Tom Holland, que tiene en su haber obras de referencia como Rubicón, Milenio, Dominio, Dinastía o Fuego Persa (todas ellas publicadas por Ático de los Libros) ha definido con estas palabras: «Una historia erudita, juiciosa, maravillosamente escrita y compuesta en un solo volumen sobre una civilización de la que sabía que debía conocer más». Y el historiador igualmente británico Peter Frankopan, catedrático en Historia Global por la Universidad de Oxford, para la que dirige el Centre for Byzantine Research, ha dicho: «Magistral y absorbente, con un buen ritmo y tremendamente ameno; llega en el momento oportuno. Una lectura obligada para quienes quieran –y necesiten– conocer la China de ayer, hoy y mañana».

He aquí el enlace para adquirir este más que recomendable ensayo: