La Marca del Diablo (Nota Diaboli I)

Agazapado en las sombras, silente –salvo cuando toca el violín–, puede permanecer horas, días y a veces siglos a la espera de una nueva presa, un incauto con ínfulas de grandeza, con sed de enriquecerse en un abrir y cerrar de ojos o de alcanzar la tan ansiada inmortalidad prometida –en vano– por los alquimistas. Le gusta estampar su rúbrica en rojo sangre sobre un grimorio medieval, o su impronta –ya sea la mano o el pie, o más bien la pezuña– sobre el suelo y la piedra de una catedral; cómo cruzó las puertas de lugar sagrado es asunto aparte… Se habla de numerosos monjes que vendieron su alma al diablo. Quién sabe.

Por Óscar Herradón ©

El caso es que, sea cual sea el verdadero origen de su nombre, o si las primeras religiones monoteístas, como el judaísmo, lo adaptaron –y desvirtuaron– de cosmogonías anteriores, lo cierto es que el diablo, Satanás, la Bestia, Lucifer o Jaldabaoth  tiene tantos nombres como adeptos, tradiciones, objetos y cultos de un rincón a otro del planeta. Es, por utilizar terminología contemporánea, una suerte de rock-star, más célebre aún que aquellos músicos a los que el folclore atribuye un pacto con el mismo para alcanzar «fortuna y gloria», desde Sus Majestades Satánicas –los Rolling Stone– hasta el violinista Paganini o el padre del blues-rock, Robert Johnson.

En este post no voy a realizar un sesudo recorrido antropológico por el origen del mal, el demonio, el infierno o los ángeles caídos, en cuya historia ya se ha gastado mucha tinta, sino a seguir la pista del «maligno», su aliento fétido y su dañina mirada y la de sus prosélitos –ese «aojamiento» o mal de follo tan presente en todos los pueblos bajo diferentes formas– y a conocer sucintamente los múltiples objetos, enclaves y obras que se atribuyen a su pérfida acción. Allí donde ha quedado grabada a fuego, desde tiempos antiguos, la Marca del Diablo…

Los múltiples rostros del maligno

Aunque el miedo al diablo pueda parecer cosa del pasado, pergaminos amarilleados de un grimorio medieval escrito con una mezcla de fanatismo y temeridad ante Dios, lo cierto es que sigue estando muy presente en diversas formas en todo el mundo, tanto, que ahora se le rinde culto en iglesias edificadas ex profeso por grupos luciferinos y el Vaticano lleva años viendo cómo aumenta el número de demandas de exorcismos entre la población, incluso a través de su propia línea telefónica habilitada por la Santa Sede en 2012.

En la era de la tercera revolución industrial o científico-tecnológica, todavía se descuartiza a personas en África para fabricar amuletos y hacer pociones «mágicas» –principalmente a los albinos, una de las mayores aberraciones de estos tiempos–, en la India se considera que algunas enfermedades mentales o deformaciones son causa de la acción de los «demonios» y, en los países de este mal llamado primer mundo, donde no suelen ser la miseria y el analfabetismo los desencadenantes de la superstición (hoy podríamos atribuirle el mérito al coronavirus y a una realidad de pandemia casi endémica), se realizan exorcismos en grupo que, en ocasiones, acaban en verdaderas desgracias …

Göbekli Tepe

Por su parte, la arqueología no deja de sorprendernos con nuevos hallazgos que nos descubren que el miedo al diablo, al demonio, a sus acólitos o a seres malévolos en general, está presente en todos los pueblos desde tiempos inmemoriales, por citar un ejemplo, el descubrimiento en un ya lejano 1994 de representaciones de seres demoníacos y animales protectores en el que los antropólogos consideran el primer santuario de la historia, Göbekli Tepe, en Turquía.

Más reciente fue un sorprendente hallazgo de 2014, cuando un grupo de arqueólogos ingleses, al levantar los tablones de una mansión abandonada y semiderruida en el condado de Kent, de nombre Knole, encontraron el lugar donde se grabaron líneas entrecruzadas talladas y símbolos indicativos de una «trampa para demonios».

Según Rossell Hope Robbins, los primeros cristianos no siempre concebían al diablo bajo forma humana. En la Vida de San Antonio, obra atribuida a Atanasio alrededor del año 360 d.C., los diablos aparecen bajo múltiples formas, entre ellas las de un muchacho negro y un hombre de gran envergadura. Hacían su aparición ante los aterrados testigos como «¡una bestia parecida a un hombre con patas como las de un asno!», y también como leopardos, osos, caballos, lobos y escorpiones. Curiosamente, para éstos estaban prohibidas –según el texto– las formas de la paloma y el cordero, símbolos de santidad. Era habitual que los diablos se transformaran con frecuencia, «adoptando la forma de mujer, bestia salvaje, seres reptantes, cuerpos gigantescos y legiones de soldados… otras veces asumían el aspecto de monjes y hablaban como hombres santos». Con los siglos, adoptaría formas más sutiles y actuaría de forma menos pendenciera, pero igual de letal…

Las tentaciones de San Antonio
San Hilario

Siguiendo la Vida de San Antonio, la aparición de los diablos solía ir precedida por un gran estruendo, «con ruidos y gritos como los que hacen los jóvenes toscos o los ladrones», o con «gemidos de niños, aletear de bandadas de pájaros, mugir de bueyes… el rugido de leones, el clamor de un ejército». El propio Atanasio dejaba constancia escrita de que estos seres entraban y salían a voluntad por puertas cerradas, a veces despedían un hedor repugnante, y por su parte san Hilario, con un agudo olfato, aseguraba ni corto ni perezoso que podía «distinguir por el olor de los cuerpos y las ropas (…) qué demonio importunaba al hombre». Esta imagen penetraría con fuerza en el imaginario colectivo de Occidente.

La Marca de la Bestia

Así se conoce a un término bíblico del Apocalipsis de San Juan, incluido en el Nuevo Testamento, concretamente en el capítulo 13. En este texto que aventura el Armagedón y que ha sido interpretado a lo largo de los siglos como a cada uno le ha venido en gana –dependiendo de su fervor religioso e intereses varios–, nos encontramos con esa famosa «Marca de la Bestia» o «Número de la Bestia», que sería el archifamoso, temido y venerado a partes iguales 666 –que, curiosamente, o no tanto, para los protestantes era representado por la propia Iglesia católica–.

Sin embargo, nuevas investigaciones parecen apuntar que el número escrito por el evangelista representado por un águila no fue éste, sino el 616, al menos eso se desprende de los descubrimiento hace no muchos años en los papiros de Oxirrinco en el Ashmolean Museum de la Universidad de Oxford, y que parece indicar que en su primera redacción en griego del texto de San Juan, éste debió contener el número 616 «para referirse al nombre de una persona a quienes los cristianos denunciaban como enemigo».

Controversias aparte, parece que este nuevo número no va a desbancar de su trono satánico a ese 666 que tenemos hasta en la sopa, la marca de la bestia, «Six, six, six, the number of the Beast…» que cantaban los británicos Iron Maiden allá por 1982 y que continúa siendo el himno de los «malvados», la misma cifra que muchas décadas antes adoptara como propia el gran mago y ocultista Aleister Crowley en su nuevo sistema religioso al que bautizó con grandilocuencia como Thelema. Como decía el personaje de Santiago Segura en El Día de la Bestia: «Soy satánico; y de Carabanchel». Siempre es mejor acercarse al maligno con algo de humor… por lo que pueda pasar.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Si queremos adentrarnos en el turbio mundo del «Innombrable» nada mejor que sumergirnos en las páginas de una de las últimas novedades de Blackie Books: el monumental El Gran Libro de Satán, un compendio escalofriante –y seleccionado con mimo– de los mejores relatos, ensayos y poemas de la literatura maligna universal, en una cuidada edición a cargo de Jorge de Cascante e ilustrada con irónico ingenio por Alexandre Reverdin, los mismos que nos brindaron otros dos exitosos «tochos» lanzados por Blackie: El Gran Libro de los Perros y El Gran Libro de los Gatos. Ahora en una vertiente algo más oscura…

Como bien reza la sinopsis, estamos ante «la antología de literatura diabólica más completa que existe en el mundo». Y es que, ¿qué hacen juntos autores como el estadounidense Clive Barker –responsable de títulos emblemáticos como Libros de Sangre o la saga cinematográfica Hellraiser– y nuestra Ana María Matute? Pues eso… hablar sobre, en función o acerca del maligno y sus prosélitos. Nada menos que 56 piezas largas y más de cuatrocientos pasajes breves de índole nada complaciente –más bien perniciosa– con Satán, Lucifer, Behemoth, El Innombrable… como figura central o secundario imprescindible de la trama, la composición o el verso libre.

Así, el lector que se atreva a penetrar en el oscuro reino del «pandemónium» se topará con poemas, cuentos, ensayos e incluso extractos de novelas de autores tan variopintos como Nathaniel Hawthorne, Sharon Olds, Dante Alighieri, Charles Baudelaire o Ambrose Bierce; de Iris Murdoch a Sara Mesa, pasando por Michael Chabon, Belén Gopegui, Mark Twain, Shirley Jackson o Mijaíl Bulgákov. Y muchos más.

El resultado que brinda tal antología son horas y horas de inquietud y malos pensamientos… DANGER! Avisados quedáis. Si aún así decidís sumergiros en sus páginas, he aquí el enlace para adquirirlo:

CIENCIAS OCULTAS, HECHICERÍA Y MAGIA (BLUME):

La editorial Blume, que siempre nos brinda maravillosas ediciones profusamente ilustradas de las más variadas temáticas, también de los misterios históricos (como resalté en su momento numerosas veces en las páginas de las revistas Enigmas y Año/Cero), publicó hace unos meses un volumen excepcional para aquellos que quieren saber un poco más sobre satanismo, brujería y hechos insólitos: Ciencias ocultas, hechicería y magia: Una historia ilustrada, del escritor británico Christopher Dell, licenciado en Historia del Arte por el Courtauld Institute of Art de Londres, un autor del que en su momento Lunwerg Editores publicó Monstruos. Un bestiario del mundo extraño, otro portento visual que se encuentra entre los volúmenes más preciados de mi escogida (más por rara que otra cosa) biblioteca.

El presente libro de Blume es una cautivadora e inquietante antología del pensamiento esotérico que por supuesto no se olvida del maligno y su perniciosa presencia, como tampoco de la nigromancia, la demonología, los grimorios o la Caza de Brujas. Un compendio mágico que aúna astrología, adivinación, amuletos, tradición hermética, vudú, quiromancia, Tarot, espiritismo, Wicca, teosofía, Magia del Caos, fantasmagoría, lugares mágicos o procedimientos alquímicos.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

https://blume.net/historia/1857-ciencias-ocultas-heciceria-y-magia-9788417757304.html

El «Gran Hermano» ilustrado de George Orwell

Llega a las librerías la primera edición ilustrada en castellano de la inmortal obra del escritor y periodista inglés de la mano de Luis Scafati y la editorial Libros del Zorro Rojo. Una delicia visual que traslada la visión mordaz, lúcida y demoledora de los totalitarismos con plena vigencia en nuestro «avanzado» siglo XXI, cuando somos, más que nunca, esclavos de la tecnología y las fake news  y de un puñado de gigantescas corporaciones.

Óscar Herradón ©

Cuando George Orwell escribió la que probablemente sea la novela distópica más importante del siglo XX, (con permiso de Un mundo feliz y Fahrenheit 451), 1984, aquel intrépido escritor y aventurero que no se casaba con nadie y que había combatido al fascismo en la Guerra Civil Española y al nazismo en la Segunda Guerra Mundial, llevaba tiempo desencantado con el comunismo, al que concebía –y no sin razón– como otro totalitarismo más, casi tan peligroso como los (no tan) viejos fantasmas de la ultraderecha.

Por ello, fue considerado un traidor por los prosélitos de la hoz y el martillo, un vendido al capital, un espía de la corona británica; recibió ataques similares a los de otros artistas como Alexander Solzhenitsyn muchos años antes que el autor de Archipiélago Gulag que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1970. Orwell no parecía nada de aquello de lo que le acusaban, pero todos los hombres tienen su cruz, merecida o no, y deben cargar con ella.

Sea como fuere, el hecho es que más de setenta años después de que Orwell, con una prosa exquisita, pero directa y despojada de aderezos, nos trasladara la tragedia vital de Winston (un peón que se encarga de reescribir la historia para eliminar del pasado cualquier información inconveniente, como sucedía en la realidad el corazón de la Lubianka en la URSS, hasta que pone en tela de juicio el sistema), aquella epopeya, escrita en 1949, en los comienzos de la Guerra Fría y con los crímenes de la última contienda mundial muy recientes, está más viva que nunca.

Los trazos de Scafati para 1984: oscuros, crudos, impresionantes.

Ahora, en pleno auge de las democracias post siglo XXI, cuando los derechos humanos y las libertades –al menos en el primer mundo– parecen estar más garantizados que en cualquier época anterior, estamos sometidos a la mayor vigilancia de la historia. Sí, por el avance tecnológico… pero, sea por una razón de progreso, o por «excusas» de garantizar nuestra propia seguridad, ESTAMOS SIENDO VIGILADOS. Y por tanto, 1984 deja de ser una «vieja» novela de anticipación para convertirse en una obra inmemorial, con un discurso contundente de plena y actualísima vigencia.

El Londres distópico de Luis Scafati

Scafati

Es por ello que el relanzamiento del texto, en exquisita edición ilustrada de la mano del genial Luis Scafati, que acaba de publicar Libros del Zorro Rojo, no podría ser más oportuna, y necesaria. Con una nueva traducción de Ariel Dilon, es la primera edición ilustrada en castellano de esta monumental novela, una crítica lúcida y demoledora de los regímenes totalitarios (de todo pelaje y color), con indudables resonancias diacrónicas que reviven gracias a las descarnadas estampas del también argentino Luis Scafati, ilustrador insignia del catálogo de una de las editoriales clave del panorama actual en lengua castellana.

Ambientada en un Londres distópico de 1948, El Partido domina y controla de forma asfixiante la vida de los ciudadanos, haciendo uso del Gran Hermano, el omnipresente ojo censurador (de reverberaciones mucho más siniestras que homónimos realities televisivos de tiempos recientes), y de la Policía del Pensamiento, el brazo que tortura y aniquila a todo disidente (un procedimiento muy habitual entre los nacionalsocialistas y los fascistas, pero también entre los comunistas).

Scafati refleja de forma magistral las oscuridades de 1984 a través de sus tintas, en uno de sus más loados, lúcidos, críticos e impactantes trabajos; ilustraciones en blanco y negro que refuerzan la angustia vital del texto. El mismo artista argentino habla de esa vigencia del original: «Releer 1984 fue realmente un golpe. Me encontré con que me estaban contando una situación político-social que hoy está atravesando el planeta, donde el poder se manifiesta en lo que sería la prensa hegemónica y donde hay muchísima violencia». Como acertadamente ha señalado el rotativo francés Le Monde: «Si el siglo XIX fue balzaquiano y el siglo XX kafkiano, el siglo XXI se ha vuelto orweliano».

He aquí el enlace para adquirir este soberbio volumen:

https://librosdelzorrorojo.com/catalogo/1984/

Magasin Général. Un canto a la colectividad

Norma Editorial publica el segundo y tercer volúmenes en formato integral de este referente del cómic franco-belga –bande dessinée–, obra compuesta a cuatro manos (tanto el guión como el dibujo) por el pintor y dibujante galo Jean-Louis Tripp y el también veterano historietista Régil Loisel, célebre por ilustrar la serie La búsqueda del pájaro del tiempo, escrita por Serge Le Tendre. Una obra costumbrista de perfecta factura que saca lo mejor de quien se adentra en sus entrañables páginas.

Por Óscar Herradón ©

No era la típica historia que me llamara la atención en un primer momento, pero cuando me la recomendó la jefa de prensa de Norma Editorial estaba claro que me toparía con una buena novela gráfica. Y he de decir que no me decepcionó. Al contrario, caí rendido a su dibujo y su historia. Una narración que tiene lugar a principios del siglo pasado en un pueblecito rural y semi aislado de Canadá, Notre-Dame des Lacs (existe realmente una muy similar, Notre-Dame du Lac, en el municipio regional del condado de Témiscouata, en la provincia de Quebec), pero cuya esencia podría extrapolarse a cualquier rincón del mundo en cualquier tiempo.

Las miserias y grandezas de una comunidad capaz de mostrar su mejor rostro para con el prójimo y el extraño, ayudarle en los momentos más delicados, pero cuando las cosas se tuercen, capaz también de mostrar su lado más sombrío, vengativo e infame. Pero lo más importante: siempre gana –y con fuerza– el perdón. Un mensaje, pues, optimista a partir de las debilidades y carencias humanas.

Descubrí el pasado año el primer volumen de Magasin Général y recientemente se lanzó en castellano el segundo (tras varios retrasos por culpa de la dichosa pandemia), que esperaba con ansia y que no solo mantiene viva la esencia del primero, sino que arroja mayor complejidad a su trama, aviva el ritmo y mantiene la cadencia del paso del tiempo; quizá un poco menos el efecto sorpresa, por razones obvias (ya conocemos el secreto de su protagonista, Serge, que por supuesto no voy a desvelar aquí), y también el tercero y último que sale a la venta este 26 de noviembre y pone punto y final a la serie y del que hablaré en un próximo post. Todo ello aderezado por un dibujo costumbrista, de colores cálidos y trazos realistas que otorgan a los personajes una calidad y cercanía que rápidamente los convierte en alguien más de la familia.

Pequeños-grandes personajes

…que podríamos ser cualquiera de nosotros. La historia comienza con la tragedia de la joven Marie, que se queda viuda sin hijos –un golpe duro en cualquier tiempo y lugar, más en una comunidad rural cien años ha–, y que más allá de su dolor, que se guarda para sus adentros, se siente completamente constreñida y aprisionada por sus responsabilidades para con la comunidad: es la persona que regenta el almacén que aprovisiona a todo el pueblo, desde los alimentos básicos hasta las herramientas y maquinaria agrícolas a los materiales necesarios para reformas y construcción.  

Eso absorbe todo su tiempo, desde primera hora del día hasta la noche. Un universo reiterativo y claustrofóbico, que neutraliza la ensoñación, hasta que llega al pueblo el cautivador y enigmático veterano de guerra Serge, que guarda un gran secreto –ese al que he aludido más arriba–, y que provocará un auténtico vendaval (en su mayor parte positivo, aunque no siempre) en el seno de la pequeña comunidad rural.

Si en el primer volumen asistimos a la desolación de Marie por su tragedia personal, incrementada por su rutinaria y pequeña vida, hasta el soplo de aire fresco que supone el advenimiento del forastero  –eso sí, en un tono algo plano, con los personajes sin desarrollar aun sus facetas más atractivas, oscuridades incluidas–, en el segundo todo adquiere mayor –y justificada– fastuosidad. Ahora las cosas serán todavía más complicadas para la viuda entregada: un desliz provocará que el pueblo se vuelva en su contra (sacando lo peor de muchos de sus lugareños), y decidirá marcharse a la ajetreada Montreal, dejando atrás los fantasmas del pasado, su insípida existencia, en busca de una nueva vida.

La novela gráfica evidencia, sobre todo en este segundo tomo integral, el marcado contraste entre el mundo rural, ligado a sus costumbres atávicas, más intolerante y cerrado, enjaulado por los límites de su propia pequeñez, frente al mundo urbano, representado por personajes con muchos menos prejuicios (ese mismo universo del que provenía Serge). Sin embargo, no todo es idílico, ni mucho menos, en ese plano cosmopolita: entre la muchedumbre y la vertiginosa vida diaria se pierde la cercanía con el prójimo, la fraternidad, se incrementa el individualismo, se olvidan los orígenes… ¿No es una lectura plenamente actual?

Quizá lo que nos quieren transmitir sus autores es cómo, a pesar de los inevitables conflictos que genera la convivencia (cada uno es hijo de su padre y de su madre, como reza el dicho), a pesar de que cada uno de nosotros tiene sus prejuicios, sus oscuridades y sus pecados (mayores o menores), cómo sería la sociedad actual si nos preocupásemos más del vecino, como hacían nuestros abuelos aún a pesar de aquella terrible guerra fratricida que asoló nuestra piel de toro.

Definitivamente, Magasin Générale es una obra maestra, una novela gráfica imprescindible de nuestro tiempo, un maravilloso relato costumbrista que no tardará en convertirse, sin duda alguna, en un referente para varias generaciones. Al menos, eso espero. He aquí el link para hacerse con esta segunda parte y con la tercera y última de la serie, a la venta en unos días en castellano de mano también de Norma Editorial:

https://www.normaeditorial.com/catalogo/comic-europeo/serie/magasin-general-ed-integral