Una mansión secreta en la campiña inglesa*

Alan Turing fue un personaje fundamental en la guerra de los códigos de la Segunda Guerra Mundial. Considerado el padre de la informática moderna, sería el responsable de descifrar los mensajes secretos de la máquina nazi Enigma junto a otros brillantes criptógrafos que libraron su propia guerra desde Bletchley Park.

En 1938, el servicio de Inteligencia británico se puso a buscar un lugar en el que instalar el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno y la Escuela de Cifrado (GC&CS, por sus siglas en inglés). Entonces se había sacado a subasta la mansión de Bletchley y sus terrenos, que hasta entonces había sido la vivienda de un rico corredor de bolsa y su mujer, un caserón victoriano que pronto se convertiría en el lugar más secreto de toda Inglaterra. El Gobierno compró parte del terreno y, en agosto de 1939, después de ejecutarse de forma silenciosa la transformación en una blindada instalación militar, el GC&CS trasladó allí su sede.

Turing

Bletchley tenía tres ventajas: a apenas 80 kilómetros de la capital, tenía comunicación directa a través de una vía férrea; se hallaba también relativamente cerca de las universidades de Oxford y Cambridge –donde el jefe del GC&CS reclutó a los mejores criptógrafos y matemáticos del país, entre ellos a Alan Turing–, y disponía de una línea de cableado telegráfico. Una gigantesca secuoya sirvió entonces para camuflar las enormes antenas destinadas a recibir los mensajes en clave del enemigo, interceptados a cientos de kilómetros de allí.

Churchill

Apenas unas semanas después comenzaba la Segunda Guerra Mundial y la carrera contrarreloj para descifrar, con los progresos polacos como base, los mensajes encriptados alemanes. A medida que fue creciendo el volumen de mensajes alemanes que había que «romper», aumentó la necesidad de un trabajo estructurado e industrializado. Los cuatro criptógrafos más destacados, Turing, Gordon Welchman, Stuart Milner-Barry y Hugh Alexander, escribieron una carta al primer ministro, Winston Churchill, muy interesado en lo que sucedía en Bletchley, pidiéndole más personal, algo que el premier ordenó inmediatamente. Así, lo que comenzó siendo una pequeña comunidad de criptoanalistas, pasó a convertirse en un inmenso centro de descodificación donde se reunieron las mentes más brillantes de toda Inglaterra, no solo criptoanalistas o matemáticos, sino también aquellos que eran buenos jugando al ajedrez o resolviendo crucigramas.

Hut 1

Los equipos de Bletchley Park trabajaban en cabañas o «casetas» prefabricadas (llamadas hut), en un total de quince barracones, cada una de las cuales tenía asignado un número en lugar de un nombre para mantener el secreto a toda costa. Por lo general, casi ningún especialista o radioperador que trabajaba en una cabaña conocía el trabajo que se estaba realizando en las otras. Por ejemplo, por citar solo alguna, la denominada «Cabaña 4» se utilizaba para descifrar los mensajes de Enigma enviados desde la «Cabaña 8», con datos de inteligencia diarios cruciales para las batallas en el Atlántico entre submarinos U-boat alemanes y los convoyes aliados. El engaño del Sistema de Doble Cruz que daría lugar a la «Operación Fortitude Sur», fue posible gracias a los mensajes procesados en la «Cabaña 4» los días previos al desembarco de Normandía.

Un grupo de «Rompedores de Códigos» en la Estación X, como se conocía entonces a Bletchley Park.
Enigma

Puestos que los nuevos rotores introducidos en Enigma producían millones de combinaciones posibles de texto cifrado, en Bletchley era necesario encontrar los cambios de los ajustes de la máquina, almacenar los mensajes alemanes –creándose un gigantesco fichero con miles de tarjetas con mensajes o datos recopilados de mensajes anteriores–, descifrarlos, traducirlos del alemán al inglés e interpretar su contenido, quizá el paso más complejo. La configuración del cifrado, una vez comenzó la guerra, cambiaba a diario, y cuantos más mensajes interceptados, se hacía necesario descifrar más rápido su contenido para que no perdieran valor.

Bombas Criptográficas

Bombe

Basándose en el dispositivo diseñado por Rejewski y su equipo, Alan Turing, con la ayuda de Gordon Welchman, construyó una serie de dispositivos electromecánicos a los que denominó Bombes («Bombas Criptográficas»), y cuyo nombre parecía hacer alusión al sonido similar al «tictac» de un reloj cuando generaban combinaciones, o al estruendo de varios de ellos funcionando a la vez. Otra versión apunta a que el nombre elegido aludía a un postre helado local. Estas gigantescas máquinas electrónicas –a las que el propio Turing bautizó con el poético nombre de «diosas de bronce»–, podían comprobar, a gran velocidad, cientos de combinaciones de letras posibles para reducir el número potencial de ajustes de la máquina Enigma de ese día. Con la «Bomba», aumentó la velocidad con la que los británicos podían descifrar el tráfico.

Typex Machine

Asimismo, en el complejo se utilizaban las Typex, una máquina de cifrado británica estándar modificada que lograban que funcionara como las Enigmas, con rotores, teclado y alimentación de papel con una impresora (la Enigma, a pesar de su gran parecido con la máquina de escribir compacta, no utilizaba papel). Las Typex se usaban para convertir el texto cifrado en alemán.

Hut 6

Aunque muchos de los miembros de la Inteligencia británica se mostraron recelosos con el ingenio de Turing, que este desarrolló gracias a los pasos dados por los matemáticos polacos y a haber desarrollado en Cambridge prácticamente la base teórica del ordenador moderno, la necesidad de doblegar a los nazis impuso su criterio y se construyeron las «Cabañas 11 y 11» –esta segunda construida dos años después– para alojar varias decenas de máquinas Bombe que trabajaban de forma ininterrumpida.

Aunque Turing y sus «Bombas» supusieron un gran avance para romper el código Enigma, en Bletchley Park se realizó un impresionante trabajo en equipo en el que todas las aportaciones fueron importantes. Cada una por separado no habrían permitido a los ingleses cosechar el éxito que lograron. Por ejemplo, en 1941, el equipo liderado por el ya citado Dillwyn Knox –un excéntrico personaje que a veces trabajaba en pijama y bata–, el formado por oficiales de la Women’s Royal Naval Service, usando la técnica del rodding, descifró el código naval italiano tras la batalla de Matapan. Tras recuperar blocs de notas y documentos de codificación de Enigma de los submarinos alemanes, junto con transmisiones meteorológicas, pudieron leer finalmente los mensajes de la Enigma que utilizaba la Marina alemana. La obtención de aquellos documentos de codificación alemanes fue posible gracias a que el 7 de mayo de 1941, la Armada Real Británica capturó deliberadamente un barco meteorológico alemán, junto con equipos y código cifrado, y dos días después se capturó el submarino U-110 de la Kriegsmarine, que iba equipado con una máquina Enigma, un libro de códigos, un manual de operaciones y otras informaciones vitales para romper el tráfico submarino de mensajes codificados.

Shaun Wylie

Sin embargo, en febrero de 1942 los alemanes introdujeron una máquina Enigma de cuatro rotores en sus submarinos, mucho más compleja y a la que denominaron con el nombre en clave de Shark. En octubre de ese año, los tripulantes del HMS Petard, arriesgando sus vidas, recuperaron del U-559 que había sido derribado, antes de que se fuera a pique, dos libros de códigos de señales cortas alemanas. Tras enviarlos a Bletchley, Shaun Wylie y los criptógrafos de la «Cabaña 8» consiguieron descifrar Shark. Aquello fue muy importante para tomar ventaja en la batalla del Atlántico que estaba causando millares de muertes y una pérdida incalculable de materiales y provisiones de los aliados. Y así más y más logros en equipo: en 1943, los alemanes, desconfiados de la seguridad de sus transmisiones, introducen un nuevo código meteorológico corto, pero una vez más los especialistas que trabajan en la «Cabaña 8» logran evitar otro «apagón» en la decodificación de mensajes gracias a la introducción de Bombes más rápidas. Shark se vuelve a redescifrar en apenas diez días.

Lorenz

Sin embargo, los alemanes también codificaban con otra máquina conocida como Lorenz, más grande, pesada y compleja que Enigma. Sin embargo, como sucediera aquel lejano día en que los polacos pudieron hacerse, gracias al despiste alemán, con una máquina Enigma en Varsovia, a los aliados volvió a sonreírles la suerte: un operador germano erró al usar Lorenz, enviando un mensaje con la misma configuración de encriptado dos veces –la segunda, usando abreviaturas–, lo que permitió a John Tiltman, jefe de criptografía en Bletchley Park, descifrar su hasta entonces «irrompible» código.

Colossus, el primer ordenador

Colossus

Mientras los alemanes complican el cifrado tanto de Lorenz como de Enigma, en Bletchley hacen llamar a Tommy Flowers, ingeniero del servicio postal. Este, junto a Max Newman, diseñará y construirá el primer ordenador semiprogramable del mundo, al que bautizaron como Colossus, permitiendo doblar el éxito del trabajo de los criptoanalistas de la campiña inglesa.

Eisenhower en vísperas del Día D.

Colossus descifró un mensaje crucial: nada menos que la confirmación de que el ejército alemán esperaba una invasión masiva en Calais, una información decisiva para que el general Dwight Eisenhower se decidiera por Normandía para que tuviera lugar el gigantesco desembarco del 6 de junio de 1944. Los historiadores están convencidos de que los avances realizados en aquel complejo ultrasecreto permitieron que la duración de la guerra más feroz que había conocido el hombre se acortara en dos años. Sin embargo, los logros conseguidos en aquella mansión victoriana lejos de miradas indiscretas continuarían siendo un secreto después de la guerra.

El trágico final de un héroe

Turing, que, a pesar de su carácter excéntrico y su comportamiento asocial, se había convertido en un auténtico héroe de Bletchley y había sido condecorado con la Orden del Imperio Británico –eso sí, no podía divulgar la razón de aquel honor patrio–, en 1952 se enfrentó, a pesar de su impagable contribución al esfuerzo de guerra, a una acusación criminal tras confesar, durante un interrogatorio tras interponer una denuncia por robo –irónicamente, había acudido a las autoridades para buscar justicia–, que había mantenido relaciones sexuales con otros hombres, algo que estaba prohibido en Inglaterra.

Se le imputaron los cargos de «indecencia grave y perversión sexual», los mismos que había enfrentado el escritor también inglés Oscar Wilde medio siglo antes. Dos años después del juicio, a los 42 años, Turing apareció muerto en su casa de Manchester, al parecer tras comer parte de una manzana impregnada con cianuro. Aunque oficialmente el caso fue cerrado como suicidio, aquella misteriosa muerte dio origen a distintas teorías, entre ellas la del asesinato, algo que no ha podido demostrarse.

Turing

En 2009, el entonces primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, emitía un comunicado en el que pedía disculpas en nombre del Gobierno de Su Majestad y la nación por la ignominiosa persecución a Turing, reconociendo la gratitud que debían a este, al igual que a sus compañeros en Bletchley, los aliados. El 14 de abril de 2015, saltaba la noticia de que un «manuscrito perdido» del matemático de Cambridge –un bloc de notas de 56 páginas escrito de su puño y letra, que data de antes de 1942 y que le dejó a su amigo Robin Gandy cuando estaba en pleno proceso de descodificación del código nazi en la mansión victoriana–, había sido subastado por más de un millón de dólares por la casa Bonhams. Su nombre tenía los reconocimientos que sus contemporáneos le negaron.

Décadas de secretos

John Cairncross

En relación con Bletchley Park, el autor británico Sinclair McKay señala que «Hacia el final de la guerra, el complejo era la mayor factoría de secretos jamás construida». Sin embargo, cuando se puso fin al conflicto, Churchill, ordenó destruir todas las instalaciones militares de Bletchley, incluidas las bombas, las Enigma y todos los artilugios empleados para romper el código alemán. Probablemente lo hizo para evitar que los soviéticos se hicieran con dichos secretos a las puertas de la Guerra Fría. Curiosamente, los rusos no solo sabían de la existencia de Enigma gracias a un espía infiltrado en el mismo Bletchley Park (John Cairncross, que trabajaba en la Cabaña –Hut– 3 y que sería uno de los «cinco de Cambridge»), sino que también disponían de sus propias unidades que usaron con fines militares y estratégicos. Se ordenó el secreto y en 1960 se destruyó además la última unidad de Colossus, estando, hasta 1975, vigente una ley británica que prohibía la mera divulgación de su existencia.

Winterbottam

No fue hasta 1967 que David Kahn publicó el libro John Cairncross(«Rompedores de Códigos»), que describía la captura de la Enigma naval del U-505, y aludía a la existencia de un complejo en el que numerosas máquinas «que llenaban varios edificios» permitían leer los mensajes. En 1974, el exoficial de inteligencia F. W. Wintherbottam publicaba su libro y abría la caja de Pandora para que los investigadores comenzaran a indagar qué sucedió en aquel recóndito y hermoso paraje de Bletchley Park durante la guerra.

En febrero de 2006, gracias a un programa de traducción llamado «Proyecto M4», los especialistas lograron descifrar uno de los últimos mensajes que quedaban por descifrar de Enigma tras la rendición alemana, enviado por un submarino desde el Atlántico señalando que se había visto obligado a sumergirse durante un ataque, facilitando las coordenadas de la última localización del enemigo.

Hoy, Bletchley Park, que estuvo a punto de ser demolido en los años 90 para construir un centro comercial, gracias a la campaña iniciada en 2011 con el nombre de Saving Bletchley Park, es un museo visitado cada fin de semana por miles de turistas que recuerda que allí, en tiempos del mal, un grupo de héroes luchó día y noche por la victoria. Su sacrificio permitió ganar una guerra.

*Este texto ha sido extraído del libro Espías de Hitler, Ediciones Luciérnaga, de Óscar Herradón.

PARA SABER MÁS:

De la mano de Pinolia podemos disfrutar del libro Alan Turing: el legado de un genio, coordinado por Daniel Torregrosa, que realiza un minucioso recorrido por la vida y obra del matemático británico desde los tiempos de la decodificación de Enigma hasta la revolución digital en la que estamos inmersos, sobrecogidos por la misma IA y sus múltiples posibilidades –y peligros– que no existiría sin los avances desarrollados por el propio matemático británico.

Visionario, genio matemático, héroe de guerra como hemos visto en el post y víctima de una injusticia histórica, Alan Turing emerge en estas páginas como una de las figuras más influyentes del siglo XX. Su mente prodigiosa estableció los cimientos de la informática moderna y la inteligencia artificial, mientras su vida ejemplifica la lucha contra los prejuicios de una época que no supo comprender su brillantez. Este volumen colectivo traza un recorrido cautivador por su extraordinaria trayectoria: desde una infancia caracterizada por una curiosidad insaciable hasta su decisiva labor en Bletchley Park, esa mansión secreta en la campiña inglesa a 80 kilómetros de la City, donde su ingenio resultó determinante para descifrar los códigos nazis y precipitar el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Esta vibrante obra profundiza en sus contribuciones pioneras como la máquina de Turing, concepto revolucionario que sentó las bases teóricas de la computación moderna, junto con su célebre test de Turing, piedra angular en el desarrollo de la inteligencia artificial que continúa desafiando a científicos e ingenieros en la actualidad. A través de un análisis riguroso pero ameno y accesible a todos los públicos, este libro reivindica la figura esencial de Turing y propone una reflexión necesaria sobre cómo sus descubrimientos fundamentales en programación, algoritmos y computación teórica transforman constantemente nuestro presente tecnológico. Una poderosa historia de genialidad, resiliencia y visión científica que sigue inspirando a nuevas generaciones de innovadores y pensadores de todo el mundo.

He aquí el enlace para adquirir esta obra en la web de la editorial:

Operación Underworld: la Cosa Nostra contra Hitler (I)

Para preparar la invasión aliada de Sicilia, se orquestaron numerosos planes secretos. Uno de ellos, que permanecería clasificado hasta tiempos muy recientes, tuvo como protagonistas a algunos de los personajes más oscuros de la Mafia italoamericana de aquel tiempo. Ahora que Ático de los Libros publica Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa, del historiador británico James Holland, recordamos aquel singular episodio de la guerra secreta.

Por Óscar Herradón ©

A comienzos de 1942, los muelles neoyorquinos eran un objetivo bastante sencillo para los submarinos alemanes: las luces de Brooklyn creaban una silueta perfecta de los buques mercantes que podrían convertirse en objetivo del enemigo. Una serie de misteriosos incendios a lo largo de todo el puerto inquietaron sobremanera a las autoridades de la ciudad de los rascacielos y al Gobierno estadounidense, sobre todo desde que los EEUU entraran oficialmente en guerra tras el bombardeo de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941.

Aunque muchos de aquellos fuegos se demostraron fortuitos, la mayoría de ciudadanos pensaba que habían sido intencionados y que tenían lugar sabotajes, probablemente de mano de los simpatizantes nazis, seguidores de Mussolini o incluso espías japoneses. Proteger los puertos era fundamental porque desde la costa Este partían la mayoría de barcos de víveres y abastecimiento con rumbo a Inglaterra para apoyar a los aliados en Europa. Toneladas de embarcaciones eran hundidas por los U-Boote alemanes y había que tomar medidas para que los barcos no fueran también saboteados incluso antes de partir.

Los organismos encargados de la defensa de EEUU estaban dispuestos a hacer un trato con quien fuera, incluso traspasando los límites de la legalidad, algo que en tiempos de guerra no suponía un gran problema para ningún bando. Según recoge el historiador Rodney Campbell en The Luciano Project, el comandante Charles Radcliffe Haffenden, que por aquel entonces fue nombrado responsable de la sección de investigaciones del Tercer Distrito Naval en Manhattan, le confesó a un asistente de la Marina lo siguiente: «Hablaría con cualquiera; con un cura, con un gerente de banco, con un gánster o con el diablo en persona si así pudiera conseguir la información que necesito. Esto es una guerra y hay vidas americanas en peligro».

¡Protejamos los puertos!

Aquél sería el comienzo, en el marco de la contienda, de una de las operaciones clandestinas más sorprendentes y a su vez desconocidas por el gran público. En un primer intento de controlar los muelles, agentes de Inteligencia de la Marina probaron a conseguir información de los trabajadores portuarios, pero no obtenían pista alguna porque todo aquel enorme espacio estaba controlado por la Mafia. Por aquel entonces, llevaba varios años en prisión el que fuera «Don» de la Cosa Nostra neoyorquina, el todopoderoso Charles «Lucky» Luciano.

Ficha policial de Charles «Lucky» Luciano
Muelle 88 NY

Éste seguía desde prisión los avances de la contienda, y era consciente de que debía dar un golpe de mano para poder reducir su condena. Vio su oportunidad con el incendio del buque Lafayette, como se había rebautizado el transatlántico de lujo de propiedad francesa Normandie, que había sido embargado por la Administración Roosevelt tras la claudicación de Francia, un gigantesco navío para el que se construyó ex profeso el Muelle 88 de Nueva York y que había sido rehabilitado como buque de guerra, destinado a enviar a Europa numerosas tropas de apoyo. El 28 de febrero de 1942 debía partir hacia Boston a recoger al primer cargamento de soldados, pero aquello nunca sucedió, porque el día 9 del mismo mes ardía en un cataclismo que trajo en vilo a los miles de curiosos y causó un verdadero revuelo en los pasillos de Washington.

Albert Anastasia

Aunque con los años los propios mafiosos dirían que ellos incendiaron el SS-Normandie para acercar al gobierno estadounidense a Luciano –al parecer lo habrían quemado Albert Anastasia y su hermano Tony, por orden de Frank Costello–, de las pesquisas de las autoridades se desprendió que fue fortuito, aunque sirvió de excelente baza a los hombres del «Don». No obstante, el misterio sobre el fuego no ha sido completamente desvelado tantas décadas después. Tras una serie de movimientos que, de describirlos, alargarían en demasía el post, finalmente los oficiales de la Marina decidieron realizar una suerte de trato, silenciado durante décadas, con los hombres de la Cosa Nostra para proteger los puertos. Aquel pacto secreto sería conocido como «Operación Underworld» –Bajos Fondos– y sus detalles se recogen en un expediente hasta hace pocos años secreto: el «Informe Herlands».

La Alianza Secreta

McFall

La poca ortodoxa idea de que los agentes de la Marina contactaran con informadores del crimen organizado para mantener la seguridad marítima gracias a sus contactos con los sindicatos portuarios –que no gustó a muchos– surgió del capitán Roscoe C. MacFall, oficial al mando del servicio de Inteligencia del Tercer Distrito Naval, que abarcaba la vigilancia entre Nueva York y Nueva Jersey. Sin demasiado esfuerzo, obtuvo el respaldo del contraalmirante Carl F. Espe, director del servicio de Inteligencia naval, y del teniente Anthony J. Marsloe.

MacFall propuso que se pusieran en contacto con Joseph «Socks» Lanza, un brutal gánster y uno de los más estrechos aliados de Luciano. Lanza dirigía el mercado del pescado de Fulton y ni una sola embarcación de pesca atracaba en los muelles de Nueva York sin pagarle un tributo. Un negocio de lo más rentable basado en la extorsión, el chantaje y el control de los sindicatos.

Joseph «Calcetines» Lanza
Lansky

Realizaron tan delicado acercamiento a través del abogado de Luciano, Moses Polakoff. Éste y Guerin se reunieron en secreto en su bufete en Wall Street y propusieron como intermediario entre Luciano y el gobierno a Meyer Lanski. Este bajito pero implacable mafioso era de origen judío, y sentía un odio terrible hacia Adolf Hitler y su política antisemita. De hecho, ya había reventado varias reuniones de simpatizantes nazis enrolados en el Bund Germano Americano, organización que llegó a reunir a 20.000 seguidores en el icónico Madison Square Garden el 20 de febrero de 1939.

El 11 de abril de 1942 se celebraba una reunión secreta en un restaurante de la calle 58 en Nueva York entre Moses Polakoff, Murray Gurfin, fiscal del distrito de Manhattan –a las órdenes de Dewey–, el comandante de la ONIOffice of Naval Intelligence– Haffenden, y Meyer Lansky. Allí le contaron al gánster noticias sobre lo que estaba sucediendo con su pueblo en Europa en los campos nazis e, impresionado, fue autorizado a reunirse con su jefe en Dannemora. Nunca se sabrá qué hablaron en la misma, más allá de lo narrado en unas memorias poco ortodoxas del propio Lansky y algunas conversaciones que mantuvo el «Don» con varios periodistas.

La primera consecuencia pronto se hizo visible. Gurfein les dejó claro que Luciano no recibiría recompensa alguna, sino que se trataba de un deber para con su patria; sin embargo, puesto que Lansky y Polakoff debían reunirse con el jefe mafioso de forma frecuente en vistas a que prosperase la «alianza secreta», que bajo ningún concepto debía trascender a la opinión pública teniendo en cuenta la carrera criminal del jefe de la Cosa Nostra, se barajó la posibilidad de trasladarlo de prisión, primera concesión gubernamental al capo.

Dewey
Great Meadow

A pesar de la voz en contra de Thomas E. Dewey, Luciano fue trasladado de la prisión de Dannemora, conocida como la «Pequeña Siberia» por sus duras condiciones, a la de Great Meadow, en Comstock, muy cerca de Nueva York, donde gozaba de un régimen más abierto, y podía incluso jugar al béisbol. John A. Lyons, responsable del sistema penitenciario neoyorkino, dio instrucciones al alcaide de Great Meadow para que no aplicase a las visitas al «Don» las ordenanzas sobre el registro de huellas digitales para que agentes del Gobierno y mafiosos pudiesen hablar con él en privado. En su nuevo presidio, comenzó a recibir numerosas visitas de sus subordinados, que recibían instrucciones personalmente del otrora Capo di tutti capi.

Bandera del Bund Germano Americano

Agentes del ONI comenzaron a infiltrarse en los muelles sin problema e incluso, gracias a «Socks» Lanza, se les permitió infiltrarse en los sindicatos de estibadores. De hecho, hasta 42 líderes sindicales y trabajadores portuarios opuestos a la Cosa Nostra fueron asesinados en los cuatro años siguientes, apareciendo también los cadáveres de varios miembros de la comunidad alemana neoyorquina flotando en el río con un trozo de seda amarilla cosido a su ropa, con una gran «L» negra dibujada que, al parecer, aludía a Luciano. El trabajo en los muelles continuó sin incidentes para el esfuerzo bélico norteamericano. El siguiente paso era planificar la invasión de Sicilia y golpear a Hitler en la fortaleza Europa.

Este post tendrá una próxima e inminente entrega.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

En mi libro Expedientes Secretos de la Segunda Guerra Mundial (Luciérnaga, 2018) dedico un amplio capítulo a esta operación clandestina. El ensayo que me sirvió de principal referencia y que aborda aquel «secreto de Estado» de la Administración Roosevelt es Aliados de la Mafia, de Tim Newark (Alianza Editorial, 2009), que a su vez bebe de otro previo, The Luciano Project: The Secret Wartime Collaboration of the Mafia and the U.S. Navy, publicado en la lejana fecha de 1977.

Para conocer con detalle el aspecto estratégico y militar (planificación, comandos, comunicaciones…), la editorial Ático de los Libros acaba de publicar un detallado libro que arroja importante información, alguna de ella hasta ahora clasificada: Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa. Un volumen con un proceso documental de infarto y una fuerza narrativa digna del mejor relato de ficción, hasta el punto de que Gerard DeGroot, del diario The Times, ha dicho de él que «El talento de Holland radica en su habilidad de resucitar a estos guerreros con una vívida prosa». No ha sido el único elogio, pues la crítica se muestra unánime a uno y otro lado del Atlántico.

El asalto aliado de Sicilia, el país natal de Lucky Luciano, fue previo al Desembarco de Normandía y bajo el nombre en clave de Operación Husky, fue, a partir del 10 de julio de 1943, la mayor operación anfibia de la historia y el primer gran asalto a la Fortaleza Europa, como reza el subtítulo del ensayo. Y es que el viejo continente estaba blindado en su salida hacia el mar por fuerzas del Tercer Reich. Para facilitar la operación Husky, se puso en marcha otra obra maestra del engaño en inteligencia y de la que hemos hablado en Dentro del Pandemónium, la Operación Carne Picada, que vuelve a estar de actualidad ante el estreno de una nueva película centrada en el caso, El arma del engaño, adaptación del ensayo superventas del periodista británico Ben Macyntire El hombre que nunca existió (a su vez, título de una película de 1956 dirigida por Ronald Neame).

El día 10 de julio de 1943, y en gran parte gracias al engaño a Hitler, cuyo alto mando creyó más probable que una incursión aliada sería por Grecia y no por Sicilia, más de 160.000 tropas británicas desembarcaron en la isla italiana para comenzar el avance hacia el corazón del Reich alemán. Tras una campaña aérea que consolidó una nueva forma de hacer la guerra y señaló el comienzo de la hegemonía aliada en los cielos europeos, la batalla por Sicilia fue una de las campañas más dramáticas y trascendentales de toda la Segunda Guerra Mundial.

Bajo un sol abrasador y en una isla infestada por los mosquitos y las enfermedades y controlada por la mafia (que había recibido instrucciones de facilitar el apoyo a las fuerzas aliadas, en gran parte para vengarse del cerco al que les había sometido Mussolini), los Aliados participaron en combates de una violencia inusitada en entornos hostiles, con recursos limitados y contra un enemigo que se negaba a rendirse.

En este monumental trabajo, James Holland, principal exponente de la nueva generación de historiadores que están reinterpretando aquel sanguinario conflicto (y que ha entrevistado a varios de los supervivientes, de los que cada vez, por desgracia, hay menos), ofrece al lector el apasionante y vívido relato de uno de los grandes puntos de inflexión de la guerra y que cambiaría su rumbo hacia el comienzo del fin del dominio del Eje. Sin la misma, y sin lo que sobrevendría el Día D a partir de otras numerosas operaciones clandestinas que ya abordamos en el blog, la victoria aliada habría sido imposible.

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https://aticodeloslibros.com/index.php?id_product=232&controller=product

He aquí el enlace para hacerse

Comandos y operaciones especiales en la II Guerra Mundial (Susaeta):

Y si lo que queremos es realizar un acercamiento, ameno a la vez que instructivo, al gran teatro de operaciones secretas y clandestinas que tuvieron lugar en aquella brutal conflagración, nada mejor que sumergirnos en las páginas, profusamente ilustradas a todo color y acompañadas de mapas y gráficos, de Comandos y operaciones especiales de la II Guerra Mundial, una joya gráfica editada por Susaeta Ediciones. Un recorrido vertiginoso por las unidades de comandos de ambos contendientes que, alcanzando un desarrollo y perfeccionamiento colosal, se desplegaron por desiertos, mares, selvas, acantilados, montañas y urbes asediadas como Stalingrado o Berlín…

Esta magnífica selección –pues fueron tantas que harían falta miles de páginas para detallar cada una de ellas– contempla operaciones famosas como la Operación Fortitude (que permitió el Desembarco de Normandía, el gran asalto a la Fortaleza Europa), o la Operación León Marino, que planeó la invasión –frustrada– de Gran Bretaña por la Wehrmacht, y otras menos conocidas, como la Operación Gleiwitz (una operación de falsa bandera que atribuyó a los polacos el ataque a la frontera alemana y justificó la invasión del país por los ejércitos de Hitler) pero que contribuyeron, algunas de manera decisiva, al resultado final de la mayor sangría conocida por el hombre contemporáneo.

He aquí el enlace para hacerse con este volumen:

https://www.editorialsusaeta.com/es/libros-de-guerra/11847-comandos-y-operaciones-especiales-en-la-ii-guerra-mundial-9788499284859.html

Aleister Crowley: Súper Agente 666

Fue el último de los grandes ocultistas, y uno de los magos más controvertidos y relevantes del convulso siglo XX. Su legado llega hasta hoy, cuando numerosos artistas y magos ceremoniales continúan predicando sus enseñanzas, su conflictiva visión del mundo y su religión oscura, que naciera en la abadía de Thelema. Sus andanzas en Estados Unidos durante la Gran Guerra han sido ampliamente documentadas, pero existe controversia sobre su papel al servicio de la Corona británica –con la que no mantenía buenas relaciones– durante el siguiente conflicto, la Segunda Guerra Mundial, y cómo pudo contribuir con sus habilidades a la lucha contra los ejércitos de Hitler.

Óscar Herradón ©

En el libro Secret Agent 666: Aleister Crowley, British Intelligence and the Occult 666, Richard B. Spence afirma que efectivamente el mago británico Mr. Crowley trabajó –aunque conociendo su vanidad, probablemente a regañadientes–, al servicio de Churchill y junto a Ian Fleming (creador de James Bond y agente de inteligencia durante la Segunda Guerra Mundial) para dar forma a una operación de alto secreto que consistía precisamente en sembrar la discordia en las filas nazis a través de la propaganda negra y preparar una de las mayores conspiraciones de aquella contienda.

No obstante, existen muy pocos datos acerca de la supuesta participación de Crowley en la Segunda Guerra Mundial y cuál fue el verdadero rol que desempeñó en el seno de la SOE (Ejecutiva de Operaciones Especiales). Aún así, gracias a las minuciosas investigaciones realizadas en los polvorientos archivos del MI5 y el MI6 –al menos sobre aquellos documentos que ya han sido desclasificados–, de investigadores como Peter Levenda o del citado Spence, se ha descubierto una de las facetas más desconocidas de uno de los hombres más polémicos del siglo, el mismo al que incluirían los Beatles entre la maraña de célebres personajes de su álbum Sgt. Peppers and the lonely hearts club band y por el que sentiría auténtica veneración Jimmy Page, guitarrista de la legendaria banda de rock Led Zeppelin, quien llegaría a comprar la mansión Boleskine que el mago tenía en el Lago Ness, en Escocia.

Y es que Aleister Crowley fue un personaje fascinante y multifacético, un provocador adelantado a su tiempo, pero también un gran conocedor del mundo de lo oculto, no solo como el investigador que ahonda en los polvorientos manuales de invocación, en los grimorios de otro tiempo para arañar alguna pequeña revelación a los insondables secretos de la historia, sino alguien que vivió de primera mano los entresijos de las sociedades secretas, experimentó con todo tipo de sustancias psicotrópicas cuando éstas eran algo tabú o simplemente desconocidas en Occidente y llegó a sumergirse en invocaciones al demonio y misas negras, entregándose con pasión a la práctica de la llamada «magia sexual» en un tiempo en el que términos como tantrismo eran algo que ni siquiera sabíamos pronunciar por estas latitudes.

Pero, ¿es posible que una persona de la talla moral de Churchill, el premier británico miembro del Partido Conservador y uno de los lores de la Gran Bretaña, aceptara en su equipo de espías a un mago «negro» que en más de una ocasión se había jactado de ser un enemigo del imperio? Sir Winston no dudó un momento a la hora de aprovechar cualquier recurso, por extravagante que fuera, a la hora de hacer la guerra a Adolf Hitler. A un apasionado del espionaje como él, no sería de extrañar que también le hubiese cautivado una figura como Crowley que, a pesar de los numerosos enemigos que se granjeó y su afán de individualismo, también gustaba de codearse con la crème de la crème de la élite británica. Y teniendo en cuenta la importancia de Churchill ya durante la Gran Guerra y sus contactos, muy anteriores, con los servicios de Inteligencia de su país, con seguridad estaba al corriente de las tareas de espionaje que el mago inglés había llevado a cabo durante la Primera Guerra Mundial, y que durante décadas, incluso hoy, continúan rodeadas de interrogantes, como todo lo relacionado con un mundo de mentiras fabricadas y medias verdades.

La Gran Guerra y el tour por Estados Unidos

Haré un rápido repaso por la fascinante existencia de Crowley para centrarme a continuación en su faceta de «mago-espía» en la Segunda Guerra Mundial. Para profundizar en su laberíntica vida, llena de excesos, recomiendo la voluminosa y documentada biografía La Gran Bestia, del biógrafo inglés John Symonds, quien sin embargo apenas se detiene en su faceta como «mago de la guerra». Desde el otoño de 1914 hasta el de 1919, Crowley realizó un errático recorrido por gran parte de Estados Unidos, comenzando su periplo en Nueva York para continuar en Los Ángeles, San Diego, San Francisco, Nueva Orleans, Boston, Detroit, Washington y otras ciudades. Aquel viaje le ocupó precisamente todo el tiempo que duró la Gran Guerra al otro lado del Atlántico, lo que ha llevado a conjeturar que en realidad realizaba tareas de espionaje.

Durante muchas décadas la opinión mayoritaria es que había trabajado como propagandista del Eje durante la Primera Guerra Mundial, pero en la actualidad, diversos documentos desclasificados apuntan a que precisamente realizaba tareas de espionaje para la Inteligencia británica, adoptando ese falso antipatriotismo como brillante tapadera. El mismo John Symonds señala que Crowley escribió propaganda para las Potencias Centrales durante su gira por EEUU –al menos hasta que éstos entraron en guerra al lado de los Aliados–, pero no hay que olvidar que esta biografía fue escrita por primera vez –aunque más tarde revisada– en 1951, cuando prácticamente todos los informes de los servicios secretos continuaban llevando el marchamo de confidenciales, y continuarían llevándolo para que los soviéticos no pudiesen usarlos en su beneficio político.

Por aquel entonces también se hallaba en Estados Unidos otro personaje esencial del ocultismo de principios del siglo XX, Hanns Heinz Ewers, autor de obras que combinaban el terror con el misticismo como La Mandrágora, guionista para la UFA, amigo íntimo del «profeta del Tercer Reich» Erick Jan Hanussen, y también espía, y del que hablaremos llegado en momento en «Dentro del Pandemónium».

Las andanzas que conocemos de Crowley por las Américas se basan en sus propios escritos, recogidos en The Confessions –más bien una auto-hagiografía–, y en las informaciones recogidas en los periódicos cuando el ocultista celebraba alguna conferencia o publicaba algún artículo. Pero cada vez quedan menos dudas acerca de que realmente Aleister, cuyo lema «Haz lo que quieras» incidía en que él no debía rendir cuentas a nadie, no dejó de mostrar una actitud patriótica para con Inglaterra.

Sea como fuere, el mago dejó escritos en sus diarios, como apunta Richard B. Spence, varios «sueños», al parecer de tipo profético –según él creía– con Hitler, sin duda el hombre del momento en la Europa de Entreguerras –la misma revista Time llegaría a dedicarle una portada y el Führer fue barajado incluso para recibi… ¡el Nobel de la paz!, un verdadero sinsentido, como cuando lo obtuvo un personaje como Henry Kissinger por negociar una «paz» –que no fue tal– en Vietnam o en tiempos más recientes, en 2009, el presidente USA Barack Obama, mientras mantenía, como buen presidente yankee, varios frente bélicos abiertos en el planeta–.

Este post tendrá una inminente continuación en el corazón del Pandemónium… Si Perdurabo nos lo permite desde ultratumba.

PARA SABER UN POCO (MUCHO) MÁS:

La increíble historia de Aleister Crowley es narrada con detalle en la monumental biografía que, como digo, le dedicó John Symonds –y que publicó en castellano Siruela en 2008, en su colección «El Ojo del Tiempo»–, desde sus excentricidades en magia sexual, sus invocaciones y coqueteos con el mundo espiritual, su pertenencia a sociedades secretas como la Ordo Templi Orientis o la Golden Down, hasta sus años en la abadía de Cefalú o sus reiteradas provocaciones que se ajustaban a su dogma personal de «Haz lo que quieras». Incluso, tangencialmente, Symonds, albacea y editor de la obra literaria del mago, hace alusión a su faceta como espía. No obstante, el papel que el ocultista británico tuvo en el «Asunto Hess» continúa siendo confidencial y su supuesto asesoramiento tanto a Churchill como a Sir Ian Fleming para engañar al viceführer sigue rodeado de brumas.

Sombras Nocturas (Aurora Dorada Ediciones):

Si lo que queremos es adentrarnos en la legión de discípulos que dejaron las enseñanzas de Crowley y en los textos de magia ceremonial y sexual, nada mejor que asomarse a los libros publicados con gran dedicación por una de mis editoriales predilectas de los últimos tiempos, un gran descubrimiento: Aurora Dorada Ediciones, que nos brinda títulos cautivadores, la mayoría inéditos hasta la fecha en castellano, que harán las delicias de los fascinados por lo oculto.

Precisamente uno de sus últimos lanzamientos es otra de las grandes biografías sobre Crowley, mucho más actualizada que la de Symonds, y de la que hablaré en un próximo post: Perdurabo, del autor estadounidense Richard Kaczynski. Asimismo, lanzan también una obra muy relacionada con el legado del mago británico.

Es el caso de Sombras Nocturnas. Una guía turística del lado oscuro, firmada por Jan Fries. El autor es un escritor ocultista, neochamán y mago rúnico alemán –ahí es nada– que acuñó el término «chamanismo freestyle» con la intención de difundir una forma de magia que enfatiza el trance y la cercanía a la naturaleza, aunque basada en la experiencia individual. Autor también de Visual Magick: A Manual of Freestyle & Shamanism, publicado en 2007 en el mundo anglosajón por la editorial Mandrake, cita como sus principales influencias al Zos Kia Cultus, la Makgia de Maat, el Tantra Kaula, la programación neurolingüística y el daoísmo o taoísmo.

Precisamente, el creador del Zos Kia Cultus (que también daría título a un disco de la banda de black/death metal Behemoth en 2002) fue el pintor y escritor ocultista londinense Austin Osman Spare, contemporáneo de Aleister Crowley y que, como éste, formó parte de la Orden de la Golden Dawn y más tarde de la Astrum Argentum fundada precisamente por la Gran Bestia y el químico y ocultista británico George Cecil Jones, también adepto de la Golden Dawn, en 1907.

En Sombras Nocturas, bellamente editado por Aurora Dorada, con prólogo del estudioso del ocultismo y la egiptología, así como experto en Crowley, Mogy Morgan, Fies explora las regiones inversas del Arbol Cabalístico de la vida y sus Qlifot –las sefirot malignas–, mientras Liber 231 de Aleister Crowley proporciona el mapa para la aventura y Nightside of Eden («El lado nocturno del Edén»), publicado en 1977, del ocultista británico y creador de la corriente mágico-esotérica «Tifoniana» Kenneth Grant (1924-2011), un hipnótico diario de viaje.

En la primera parte de este absorbente volumen ocultista el autor nos ofrece un ensayo donde se exploran conceptos tifonianos como las Qlifot, los Túneles de Set –senderos del árbol en la sombra– o el Abismo, y disciplinas orientales como el taoísmo o el tantra, los Grandes Antiguos del maestro del horror de Providence H. P. Lovecraft y los Olvidados de la ocultista, maga ceremonial y escritora estadounidense Nema Andahadna (nacida en 1939, año del estallido de la Segunda Guerra Mundial), cuya obra también ha publicado Aurora Dorada. El resultado es un texto que sorbe tu alma.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

https://www.auroradoradaediciones.com/product/sombras-nocturnas-una-guia-turistica-del-lado-nocturno