Klimt, de Cornette y Marc-Renier

Gustav Klimt fue uno de los grandes pintores del modernismo. pero también fue un personaje pintoresco, una «celebrity» de la noche austriaca y un mujeriego empedernido al que se le cuentan cientos de amantes, aunque, paradójicamente, muy celoso de su vida privada. Ahora, Norma Editorial publica una novela gráfica inspirada en el creador del inmortal cuadro «El Beso» y una ingente obra artística, mucha de ella, por desgracia, perdida a manos del fuego, toda una iluminadora muestra de bande-dessinée del guionista belga Jean-Luc Cornette y el dibujante franco-alemán Marc-Renier.

Por Óscar Herradón ©

Una colorida obra encuadrada en la bande-dessinee con una portada tan hermosa como los cuadros del propio Klimt. En realidad, se trata de un libro de historietas encuadernado en cartoné de 56 páginas que contiene la traducción del original publicado por Glénat en 2017 para el mercado francobelga y que ahora Norma edita en un volumen único.

Pero sus autores, a través de un dibujo muy cuidado y realista –a veces casi preciosista, como sus pinturas– y un guión diferente y fluido, no hacen un «biopic» al uso traducido al lenguaje de la viñeta, sino que se centran en la hermosa –y controvertida– relación del artista con sus musas (muchas de ellas también amantes), la admiración que le brindan sus mecenas, el matrimonio Bloch-Bauer, las muchas sombras que lo atormentan y que se manifiestas durante el sueño en forma de pesadillas, así como la siempre tensa relación entre el pintor y las autoridades, además de ciertos colectivos de profesionales que, como los médicos o los periodistas, serán objeto constante de sus críticas y enfados.

Y es que, aunque los cuadros de Klimt estén preñados de oro, no lo están por la ostentación del lujo, muy al contrario, era un hombre bastante humilde, rodeado de pocas comodidades, que vivía con su madre y desentonaba por su extravagancia (con su pelo alborotado y la túnica que solía llevar como indumentaria) y que se mostró muy cercano con los jóvenes pintores que acudían a pedirle consejo, al contrario que otros genios del pincel contemporáneos.

Si sus pinturas son conocidas por el empleo del pan de oro, la explicación se encuentra en que su padre, Ernst, era orfebre y grabador profesional, y el pequeño Gustav (así como su hermano Ernst, también pintor) estuvieron desde muy pequeños en contacto habitual con el metal precioso –y ya sabemos lo que marcan los años de infancia a las personas. Cuanto menos a un artista–.

Mecenas, amantes y escándalos…

Adele Bloch-Bauer

El matrimonio Bloch-Bauer conoció al pintor austriaco seis años antes de los hechos que se narran en el libro, cuando Klimt expuso las obras que le había encargado el gobierno: la decoración de las pechinas de la escalera del Kunsthistorisches Museum, y recibió críticas feroces de la sociedad vienesa contemporánea, que llegó a tildar sus pinturas de orgiásticas y pornográficas, sucias e inmorales. Unas obras en las que Klimt comenzó a desmarcarse sutilmente del modelo académico dominante inspirándose tanto en las estampas japonesas como en el simbolismo. Aquellas pinturas desagradaron a muchos pero cautivaron a la señora Bloch-Bauer, de la que el pintor se convertiría en gran amigo… y, puestos a elucubrar, quizá en su amante.

El cómic se centra en el encargo, en 1907, de retratar precisamente a Adele, lo que los invitará a rememorar las circunstancias en que se conocieron y los avatares vividos en el transcurso de este tiempo. La naturaleza del encargo propiciaría el nacimiento de una de las grandes obras del maestro de Baumgarten, un retrato conocido como «la Gioconda Austriaca».

Las críticas a su trabajo arreciaron principalmente a partir del inicio del nuevo siglo, y eso que llevaba años siendo el enfant terrible de la escena artística austriaca. A principios del XX, la prensa llegó incluso a cuestionar su salud mental, y lo cierto es que los trazos de la novela gráfica sugieren que el genio de los dorados no era lo que se dice alguien completamente equilibrado. Cosa de artistas. Sin embargo, mientras los encargos públicos eran cada vez más escasos en su país, gozaba de un prestigio excepcional en el resto de Europa.

Su pintura, sin embargo, después de 1918 (el año en que murió tras sufrir un infarto, una neumonía y una gripe, dejando en su taller un considerable número de obras inacabadas) sería rechazada por anticuada y demasiado decorativa, y muchas de sus grandes creaciones serían fruto de las llamas y del expolio a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, lo que ha hecho que hallamos perdido verdaderas joyas de la historia del arte. A finales de los años 70 resurgió el interés por su obra y hoy sus cuadros son unos de los más cotizados y célebres de todo el mundo: en 2006, su retrato Adele Bloch-Bauer I se convertía en el cuadro más caro de la historia al comprarlo el magnate Ronald S. Lauder por 106,8 millones de dólares.

Flöge

En la novela gráfica también aparece, aunque sucintamente, la mujer con la que Klimt pasaría el resto de su vida tras conocerla durante la primera década de 1890: la diseñadora de moda Emile Louise Flöge, una tormentosa relación de pareja que fue motivo de acalorados debates entre los historiadores, pues está documentado que el artista le fue reiteradamente infiel a su esposa, con la que tendría ¡14 hijos! Una vida sin duda de novela (en este caso gráfica) que cautivará a cualquier apasionado del arte, y del cómic.

He aquí el enlace para adquirir el cómic:

https://www.normaeditorial.com/ficha/comic-europeo/klimt

The Black Crowes: difíciles de manejar

La historia de The Black Crowes recuerda la de una gran bola de nieve de todo grupo icónico de rock de los 70: con un ascenso imparable y un éxito arrollador, al que seguiría un olvido inmerecido y una traumática separación unida a un frustrado intento de reunión a la desesperada. Una suculenta biografía de su miembro fundador y ex batería Steve Gorman, recientemente editada en castellano por NeoSounds, recuerda el ascenso y la caída de estos irreemplazables músicos.

Óscar Herradón ©

Y es que no solo en la estética sino también en su poderosa música –y efectivamente, en su evolución misma–, los norteamericanos fueron en esencia una banda de los 70, aunque fuera de época (triunfaron a principios de los 90, cuando el grunge y el Nu-Metal parecían haber arrinconado al hard rock, el heavy metal y otros estilos largamente instalados).

Neo-Person Ediciones, dentro de la imprescindible colección Neo-Sounds (ambos del grupo editorial Gaia Ediciones) realiza un magistral retrato del grupo de Atlanta (Georgia) en el libro Difíciles de Manejar (Hard to Handle). Vida y muerte de The Black Crowes: la explosión y decadencia del que fuera probablemente el combo de rock más auténtico de su época, sin menospreciar, por ejemplo, a mis idolatrados Guns ‘N Roses, pero el meteórico éxito que obtuvieron los de Axl Rose (razón también de su acelerado declive y pronta desaparición) les hizo jugar en otra liga, un espacio multimasas donde se movían solo unos cuantos elegidos, léase Metallica, que han sabido gestionar su marca 25 años más que los de Hollywood.

Tras numerosos altibajos, cabreos y desastres y como si el mal fario echase de menos volver a sus brazos tatuados, cuando los cuervos negros iban a iniciar su gira mundial para celebrar el 30 aniversario del lanzamiento de su álbum debut, publicado en 1990 (Shake Your Money Maker), reuniéndose de nuevo quizá para recordar glorias pasadas o para coger unos dólares, vino el condenado COVID y obligó a cancelar aquella gira de grandes expectativas que pudo ser apoteósica a pesar de las diferencias entre sus miembros, lugar común de las grandes bandas de rock. Hoy intentan retomarla…

Semillas de rencor

El ex batería de The Black Crowes, Steve Gorman (en colaboración con el crítico musical Steven Hyden, quien realmente ha sido el encargado de dar forma de libro a las confesiones, muchas y afiladas, del percusionista), retrata la locura del rock and roll –su autenticidad salpicada incluso de toques esquizoides, envidias, malos rollos y momentos de gloria oscurecidos instantes después– en estas vibrantes páginas aptas para todo fan y también para cualquier aficionado a  la música en general. En un verdadero ejercicio de sinceridad, confiesa: «En The Black Crowes, un buen día era cualquiera que no fuera del todo malo. Esa era la sensación que yo tenía». ¿No os parecen familiares estas palabras?

Fundados en 1986 por los hermanos Chris y Rick Robinson con el nombre inicial de Mr. Crowe’s Garden, The Black Crowes lanzaron su citado álbum debut logrando un considerable éxito gracias al hit que da título a esta biografía, Hard to Handle, un tema original del cantante de soul Otis Redding, y al lanzamiento del sencillo She talks to Angels, destacando por su estilo propio, nada convencional y la capacidad de su cantante para generar polémica a su alrededor.

Todavía recuerdo cómo me impacto, siendo un chaval, esa portada de Amorica que sería censurada: el tanga de un biquini estampado con la bandera norteamericana y una mata de vello púbico saliendo de ella. Aquella portada dio que hablar, y se censuró de un rincón a otro del planeta: primero en el Metro de Londres, donde los carteles exhibidos fueron censurados por empleados de seguridad de la compañía (que por supuesto recibían órdenes de los de arriba) con bandas adhesivas que tapaban estratégicamente los vellos púbicos, y después incluso en el Metro madrileño, cuando la empresa Publi Sistemas se negó a promocionar la gira de la banda por nuestro país (corría 1995) si no se quitaba la polémica imagen. Ni siquiera una nueva campaña con el vello rasurado fue aprobada y finalmente la compañía discográfica optó por un triángulo con la bandera sobre fondo negro. Todo muy políticamente correcto. Como no hay mal que por bien no venga, la compañía discográfica quiso aprovechar el filón de la controversia y añadió al cartel un rótulo que rezaba: «Atención: portada censurada. Busca el original en tu tienda de discos».

También en Estados Unidos, la revista Rolling Stone tuvo que rechazar una suculenta campaña de promoción del álbum después de que varias empresas automovilísticas amenazaran con retirar sus anuncios si lo publicaban. Finalmente, se optó por el mismo triángulo «discreto» con los colores yankees usado en Europa.

Rebeldes sin causa

Como si se tratara de un guiño al inolvidable bailecito del personaje de Billy El Niño en el tramo final de El Silencio de los Corderos, de Jonathan Demme, hay quien dijo que en realidad la portada de Amorica se trataba del pubis de un hombre que oculta sus genitales entre las piernas. La banda desmintió este punto en un tiempo menos «aperturista» que estos nuevos «locos años 20», y señaló que la imagen fue copiada de un ejemplar de la revista erótica norteamericana Hustler de 1977 –la década que siempre quisieron emular, u homenajear, según se mire–. Esa doble moral tan «Made in USA» donde no hay problema (y menos en los noventa) en promocionar la venta de armas o la construcción de un muro con México pero se forma un escándalo al descubrir un pecho (léase teta) o un pubis, con vello o sin él. Sobre aquello, el cantante, Chris, se refería a esa hipocresía del establishment con estas palabras al preguntarle sobre si creía que la imagen sería censurada –cosa que finalmente sucedió–: «¿Qué  hay de malo en un cuerpo de mujer con un poco de pelo púbico? Habrá gente que dirá: ‘Oh, Dios mío, qué horror, una vagina’. ¡Qué pasa! Todo el mundo tiene una».

Amorica, lanzado en noviembre de 1994, supuso una nueva orientación musical del grupo: mucho más psicodélico, como si quisieran retrotraerse una década más atrás de su sonido setentero, a los 60. Fue su álbum más experimental y aquello les hizo perder numerosos fans, como confiesa con pesar Gorman, al que parece que nunca tuvieron demasiado en cuenta. Luego vinieron los problemas, los altibajos y los discos que no acababan de convencer a sus seguidores, también ser teloneros de Jimmy Page y Robert Plant en su esperada reunión en 1996. Ahí es nada. Y es que el entonces espigado y nervioso frontman (hoy se mantiene bastante bien, a pesar del inexorable paso del tiempo, y de una vida de notables excesos) no tuvo jamás problema en divulgar sus opiniones sin titubeos, y a pesar de las cifras que obtuvo la banda desde la publicación de Shake your money maker, insistía en rechazar los muchos condicionantes de la industria con declaraciones como la siguiente: «Nosotros imponemos nuestras propias reglas, que, básicamente, son precisamente las de no tener reglas».

Compartiendo escenario con Jimmy Page

¿Fue acaso esa ausencia «normativa» la causa de su decadencia? De las palabras del batería suponemos que moldeadas por su amanuense Hyden, parece desprenderse que sí. Pero solo es la opinión –su punto de vista, como él mismo señala– de uno de los ex miembros (relevante, eso sí, y fundador) de The Black Crowes. Solo –o todo– eso.

Gorman cuenta que se encumbraron gracia a A&M y al productor discográfico Georges Drakulias (para muchos, un protegido del todopoderoso Rick Rubin). Y a pesar del éxito y de su actitud «auténtica», de pura banda de rock and roll en medio de la apoteósica mercadotecnia de la industria, lo echaron todo a perder como otras bandas a las que repudiaban. Causaron escándalos, insultando en más de una ocasión a los grandes grupos de los que eran teloneros, cambiaban continuamente de productor y obligaban a la prensa, entre otras lindezas, a comprar entradas para asistir a sus conciertos. Muy pocos se han atrevido a hacer algo así. Ni los más grandes.

Drogas, egos y chantajes

También hubo, como en toda banda de rigor, numerosas drogas, al parecer hasta niveles desorbitados, en una amplia y confusa variedad que iba del alcohol a la heroína, pasando por la marihuana, como si de verdad hubiesen vuelto a los 70, tiempo en que grandes iconos de la escena como los Rolling, Grateful Dead y muchos otros se sumergieron en los delirios del «jaco», cuyos estragos se mostraban en nuestro país, en la recién inaugurada democracia, a través del llamado «cine quinqui». Por la misma época en que empezaron a tocar, comenzaban también los primeros pasos de banda muy diferentes, de esa escena llamada Glam Metal, como los Motley Crüe, que en su magnífico biopic producido por Netflix, The Dirt, narran cómo la «piedra marrón» casi acaba con sus vidas –en concreto, la de Nikki Sixx, que llegó a estar unos cinco minutos clínicamente muerto por culpa de una sobredosis–. La misma historia, distintos (¿o iguales?) actores.

Lo peor de los cuervos negros vino con la guerra de egos entre los hermanos Chris y Rick Robinson, enfrentados en una lucha sin cuartel entre ellos mismos (con algunas increíbles reconciliaciones) y con el mundo entero. Según opinión generalizada, algo que apoyan también las reflexiones del ex batería, el mayor responsable de la locura, la pérdida del 90 por ciento de su sus fans, y finalmente la disolución, fue de Chris Robinson.

En los grandes (aunque también oscuros) tiempos

En el prefacio, justo al abrir este vibrante libro que te mantiene con los ojos abiertos de par en par página tras página, y tras contar cómo fue la despedida «definitiva» del grupo tras 27 años en la carretera… ¡con un email!, Gorman se sincera con estas reveladoras palabras que salpican toda la obra: «Creo que The Black Crowes rindieron siempre más de lo que se esperaba de nosotros. No hay ni una sola razón en este mundo para que ‘esas personas’ llegáramos a tener ‘esa trayectoria’. Simplemente no estábamos hechos de la pasta que hace falta para tener éxito a largo plazo. Éramos demasiado autodestructivos, sobre todo cuando estábamos juntos».

En Hard to Handle Gorman también escribe: «Hasta donde yo sé, Chris y Rick no han vuelto a hablarse. Yo tampoco he hablado con Chris. No creo que volvamos a hacerlo nunca». El libro fue lanzado en su edición inglesa en 2019 y en noviembre de ese año saltaba una noticia que parecía imposible: que los hermanos Robinson volvían a unir a The Black Crowes para la gira que paró el COVID. ¿Tuvo el controvertido libro algo que ver? El 12 de febrero de este 2021 los cuervos negros –sin Gorman, claro–, lanzaban el vídeo «Charming Mess» que precedía al lanzamiento de la edición especial 30 aniversario de Shake Your Money Maker, repleto de material adicional, calentando motores para su gira internacional. Estarán –o al menos esa es la idea–, si virus y egos lo permiten, en el WiZink Center madrileño el 10 de noviembre de este año (la fecha ya ha tenido que ser pospuesta al menos una vez). En este caso, el viejo batería se equivocó.

The Black Crowes quisieron «salvar el rock» (acudiendo también a géneros como el soul y el blues de los setenta) pero acabaron por convertirse en una de las bandas más disfuncionales de un tiempo de profundo y vertiginoso cambio en el panorama musical. A pesar de ello, cuánto deben haber experimentado.

 ¡Larga vida al rock and roll!

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