Sapiens. La novela gráfica

Hace ya unos años que el escritor israelí Yuval Noah Harari revolucionó el campo de la divulgación científica con la publicación, primero, de su ensayo multiventas «Sapiens», y después, de títulos igualmente exitosos como «Homo Deus» o «21 lecciones para el siglo XXI». Todas las ediciones de sus obras en castellano, más que recomendables si eres un tipo curioso y preocupado por lo que nos espera en un futuro no muy lejano, las ha lanzado la editorial Debate, y la misma se encarga ahora de publicar la novela gráfica de aquella reveladora «ópera prima» ensayística en dos volúmenes.

Por Óscar Herradón ©

En su condensada historia de la humanidad, Harari, profesor de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, pinta un fresco provocador, ingenioso y nada complaciente con el «animal» de dos patas. Y es que si el mundo se ha ido al garete –léase clima, superpoblación, epidemias– , mucha parte de culpa es nuestra (más de unos que de otros, todo sea dicho). En un mundo que además de herido (algunos dicen que de muerte, otros son algo más optimistas) está saturado de información irrelevante, fake news, memes y basura cibernética, el historiador, profesor y filósofo apoya la máxima de que la claridad es poder, y permite acercarse a lo fundamental del conocimiento sin perderse en un marasmo de datos intrascendentes –o quizá no lo sean, pero distraen del objetivo principal–.

Quitar todo lo superfluo (o simplemente sesudo), pues no se pretende crear un premio Nobel, sino conseguir que el gran público –ese cautivado en el confinamiento con los vídeos de TikTok, las peroratas de influencers y youtubers y los realities delirantes– sienta interés por el saber y aprenda algo, aunque no sea mucho, a retener información y, sobre todo, a PENSAR, cosa que no está muy de moda en nuestro tiempo. Así, el israelí nos entrega una visión panorámica de la especie humana sin caer en el resbaladizo campo de los mil y un detalles. De forma concisa, amena y divertida (y a veces irónica, cuando no directamente mordaz), Harari lo consigue con creces, y no es raro, por tanto, que su libro llegara al número 1 de la prestigiosa lista de The New York Times y que entre sus fans se cuenten el ex presidente Barack Obama, Bill Gates o Mark Zuckerberg.

No es habitual trasladar al cómic un ensayo, porque, por poco sesudo que sea, transmitir su mensaje es tarea harto complicada. El ilustrador belga David Vandermeulen y el francés Daniel Casanave lo consiguen con nota y eso que, evidentemente, el libro de Harari ha tenido que «comprimirse» todavía más para tomar forma gráfica y no era fácil, ni mucho menos, «condensar» a un artista de la condensación. Aún así, mantiene vivo el discurso fresco, sintetizador y directo del original, con el atractivo añadido de un trazo sencillo pero lleno de fuerza y tanto o más ingenioso que el material de partida.

Compromiso con la enseñanza

El propio Harari cobra vida en la viñeta (aún a pesar de sus reticencias iniciales) y aparece en las páginas gráficas de Sapiens en su faceta de profesor y divulgador, contando cosas sorprendentes a su sobrina, sus compañeros de la Universidad o a través de conferencias, narrando al lector en tercera persona, un acierto sin duda a la hora de convertir la temática del ensayo en trazos y color.

Así, asistimos al vibrante y provocador relato de cómo un simio insignificante consiguió imponerse en la lucha por la supervivencia y fue capaz de dominar el planeta Tierra, dividir el átomo, llegar a la Luna (mal que les pese a los conspiracionistas), manipular el código genético… Eso sí, el ser humano, yo, tú, todos nosotros, nuestros antepasados y los que nos rodean, también hemos sido los responsables de llevar al planeta (no tan) azul hasta el límite, causar las mayores masacres a lo largo de los siglos y cometer las peores vejaciones para con el prójimo. Harari lo sabe, y tampoco se muestra excesivamente optimista sobre nuestra especie de homínidos que desbancó a otras tanto o más «fuertes» como el Neandertal (con quien convivimos), el Homo Erectus o el Denisovano.

En El nacimiento de la humanidad (Sapiens. Una historia gráfica 1), Vandermeulen y Casanave adaptan el primer cuarto de Sapiens, el que se centra en la revolución cognitiva que llevó al Homo Sapiens a pesar de ser un homínido nómada y salvaje en sus comienzos, a realizar viajes espaciales o modificar la materia. Pero, como señalé más arriba en este mismo post, no todo son elogios: Harari resalta el papel del Sapiens en la extinción de múltiples especies, homínidas y no homínidas, humanas y no humanas.

Su segunda parte mantiene viva la chispa de la primera, consiguiendo dejar al lector pegado a la hoja entintada cual niño pequeño que descubre el mundo por primera vez. Con el subtítulo de Los pilares de la civilización, de nuevo Vandermeulen y Casanave adaptan (más bien reescriben) otra parte importante del original y se centran en cómo el Homo Sapiens pasó de ser una especia nómada y sedentaria a trabajar más duro, haciendo que el trigo se apoderase del viejo mundo tras domesticar a los animales (sí, hoy ni se nos ocurre pensar en aquello, pero no fue ni mucho menos fácil).

También cómo un improbable matrimonio entre un dios y un burócrata dio lugar a los primeros imperios, e incluso se permiten adaptaciones a los nuevos tiempos, incluyendo el Covid-19 en el relato; en una sugerente viñeta podemos leer: «¡Última hora! ¡Desde el comienzo de la crisis de la Covid-19, la Reserva Federal ha creado billones de dólares extra!», mientras Harari puntualiza a su sobrina, con cierto arrebato contracultural: «Cosas así podrían pasar en cualquier lugar. Todo depende de si la gente confía en el orden imaginado». Como hombre comprometido con los derechos humanos, Harari ha protestado varias veces contra el gobierno de Netanyahu, lo que le ha granjeado la animadversión de los más radicales y brindado la calidad de proscrito en su propio país.

Por supuesto, el israelí no olvida en su discurso cómo la guerra, el hambre, las enfermedades y la desigualdad se convirtieron en parte esencial de la condición humana y por qué solo nosotros mismos somos responsables de ello. En este punto insiste notablemente. Por las páginas de esta segunda entrega pasean de nuevo personajes que hacen más amena la lectura y ayudan a la retención y el aprendizaje de los más jóvenes y de los que no lo somos tanto: Yuval, Zoe, la profesora Saraswati, Cindy y Bill el Troglodita, la detective López y la Doctora Ficción. Todos ellos conforman una prodigiosa continuación de la adaptación gráfica de Sapiens.

He aquí la forma de adquirir este volumen, una muy buena opción para regalar en estas fiestas y a la vez cultivar el saber. Falta nos hace:

https://www.penguinlibros.com/es/economia-politica-y-actualidad/259098-libro-sapiens-una-historia-grafica-volumen-ii-9788418056925

Quemar libros: historia de la destrucción del conocimiento (I)

Desde el mismo momento que el hombre ha compilado el saber, otros se han encargado de destruirlo. La historia está llena de episodios de quema de libros, y ahora un ensayo del bibliotecario de Bodley, en Oxford, Richard Ovenden, publicado por Crítica, nos recuerda ese ignominioso ejercicio de desmemoria a través de los episodios más destacados desde el más remoto pasado hasta la actualidad.

Óscar Herradón ©

Quema de libros en la Bebelplatz de Berlín por los nazis

La historia del hombre ha visto como eran destruidos millones de textos de la mano de no pocos personajes, que Fernando Báez, miembro de la UNESCO y autor del ensayo Historia Universal de la Destrucción de Libros,  denomina «biblioclastas», esto es, amantes de la destrucción de escritos y bibliotecas. Según los historiadores y expertos en la materia, el primer bibliocasta en masa fue el emperador chino Shi Huangdi, apodado «el destructor», famoso por ordenar la construcción de la Gran Muralla y por mandar que lo enterraran en una monumental tumba en Xianyang, custodiada por un ejército de miles de soldados de terracota en los que trabajaron unos 700.000 hombres durante casi cuarenta años. Gran guerrero y mejor conquistador, en el año 215 a.C. Huangdi, tras reducir numerosos feudos y arrasar cientos de territorios asesinando a sus administradores, logró edificar uno de los imperios más colosales de Oriente.

El Destructor mandó crear una gran biblioteca –generalmente, y aunque parezca una contradicción, los destructores de libros sintieron especial interés por diversos campos del saber– en la que promovió los textos favorables a su régimen, confiscando el resto de los escritos. Sus soldados recorrían casa por casa recogiendo todos los libros que encontraban a su paso; tras las incómodas visitas, encendían grandes piras y los quemaban ante los ojos atónitos de sus poseedores. Si alguien cometía la osadía de ocultar un libro y era descubierto, se le enviaba a trabajar en la construcción de la Gran Muralla, empresa realmente temida, pues fue la tumba de miles de hombres.

Durante su mandato, numerosas personas fueron torturadas y algunas asesinadas por el tremendo desafío de cobijar textos, y cientos de libros destruidos; entre ellos, los que promulgaban las enseñanzas de Confucio, dogma que Shi Huangdi odiaba especialmente. Curiosamente, la biblioteca edificada por el primer biblioclasta de la historia desapareció en el año 206 a.C. tras la guerra civil que asoló el país. El emperador, que no fue capaz de evitarlo, supo entonces qué significaba perder los libros entre las llamas.

Saqueo de Bukhara

El Imperio Mongol fue proclive también a la destrucción de los textos de sus opositores. Cuando el temido Gengis Khan atacó con sus tropas la mezquita de Bukhara, algunos cofres llenos de libros y de manuscritos sagrados fueron llevados al patio y eliminados. Según la crónica de lo sucedido, los cofres, celosos guardianes de la sabiduría de todo un pueblo, se utilizaron como pesebres en las caballerizas. Años después, su descendiente Hulagu Khan, realizó una acción similar en la ciudad de Bagdad, que volvería a sufrir el azote de la intolerancia en 2003, durante la Segunda Guerra de Irak, con la destrucción de gran parte de su legado cultural. Cuando Hulagu Khan arrasó este territorio, corría el año 1257; poco más de cien años después, en 1393, Tamerlán asoló Siria, eliminando todos los libros de sus enemigos. Casos similares en la antigüedad pueden contarse a centenares, y después. 

Bibliotecas en llamas

El amor al saber de algunos ha estado ligado desde tiempos inmemoriales por el afán de otros por destruir todo aquello que suponía un avance del pensamiento. No solo el libro, de forma aislada, como en la China de Shi Huangdi o en la Alemania nazi, fue destruido; el hogar de éste por excelencia, la biblioteca, no ha corrido mejor suerte que los escritos que se ocupó de albergar entre sus paredes, propensas a ser reducidas a escombros por las tristes acciones de la intolerancia humana.

Así, la historia de la construcción de estos templos del saber aparece irremediablemente ligada a la historia de su destrucción, en ocasiones por causas naturales –incendios, terremotos, inundaciones…–, pero principalmente a causa del hombre. Cientos de bibliotecas históricas fueron pasto de las llamas y con ellas se perdió su inmensa riqueza cultural, centros de los que solo tenemos referencia a través de las citas o relatos de antiguos historiadores, escritores o cronistas. Fue el caso de bibliotecas legendarias como la de Alejandría o la de Pérgamo, contemporánea de la primera, que probablemente no dieran cobijo a ningún libro con poderes sobrenaturales, fruto más de la leyenda que de la realidad, pero que fueron, sin duda alguna, un vasto almacén de sabiduría cuya pérdida supuso un retroceso de siglos en el avance de la ciencia y el pensamiento del hombre.

PARA SABER UN POCO (MUCHO) MÁS:

BÁEZ, Fernando: Historia universal de la destrucción de libros. Destino (Imago Mundi), 2004.

Recientemente, Crítica publicaba Quemar libros. Una historia de la destrucción deliberada del conocimiento, del bibliotecario de Bodley desde 2014 (y que ocupa el cargo de alto ejecutivo de las Bibliotecas Bodleianas de la Universidad de Oxford) Richard Ovenden. Nadie mejor que él para repasar la historia de la destrucción del saber, pues con anterioridad desempeñó distintos puestos en la Biblioteca de la Universidad de Durham, la Biblioteca de la Cámara de los Lores, la Biblioteca Nacional de Escocia y la Universidad de Edimburgo, siendo además Tesorero del Consorcio de Bibliotecas de Investigación Europeas, Presidente de la Coalición pra la Conservación Digital y miembro de la Junta del Consejo de Recursos de Bibliotecas e Información de Washington D.C. Casi nada.

Goebbels

El autor toma como punto de partida la infame quema de libros «no alemanes» y judíos de 1933 en la Bebelplatz de Berlín (a la que siguieron numerosas quemas en otras universidades del país) instigada por el Ministro de Propaganda de la Alemania nazi Joseph Goebbels. Aquel acto de intransigencia y fanatismo daba una idea bastante inequívoca sobre las intenciones del nacionalsocialismo: se cumplía la máxima de «se empieza quemando libros, y se acaba quemando hombres». En Quemar libros, nos sumergimos en un viaje de 3.000 años a través de la destrucción del conocimiento y la lucha por preservarlo de los biblioclastas de todo color y pelaje.

Así, descubrimos, como señalábamos en la primera parte de este post, que los ataques a las bibliotecas han sido una constante desde la antigüedad, pero que lamentablemente han incrementado su frecuencia e intensidad en la Edad Moderna. Baste recordar la destrucción de la cultura promovida por el ISIS o la destrucción de un millón de libros en Irak tras la segunda invasión norteamericana. El hombre cometiendo una y otra vez los mismos errores del pasado.

Byron

Como evidencia Ovenden en estas apasionadas (y apasionantes) páginas, las bibliotecas son mucho más que almacenes de literatura; al conservar documentos legales como la Carta Magna o registros censales, también defienden la ley y los derechos de los ciudadanos –de ahí que numerosos tiranos y dictadores hayan puesto gran empeño y medios en destruirlas–; el libro se traza un análisis completo, desde lo que realmente sucedió con la Biblioteca de Alejandría (asunto del que nos ocuparemos en el siguiente post) hasta los papeles de la generación Windrush (el denigrante trato a la generación de inmigrantes caribeños que llegaron a Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial), y desde Donald Trump borrando tweets vergonzosos (que normalmente alguién ya había capturado) hasta la compañía editorial inglesa John Murray quemando las memorias de Lord Byron en nombre de la censura.

Richard Ovenden (Source: Wikipedia)

Quemar libros es también la historia de los que defendieron el saber frente a la intolerancia, la de un sorprendente abanicos de arqueólogos autodidactas, aventureros, filántropos, poetas, activistas y bibliotecarios que recorrieron un heroico camino para conservar y rescatar el conocimiento, también en los grandes conflictos bélicos de la historia, con la noble intención de conservar y rescatar el conocimiento y garantizar así la supervivencia de la civilización, que no es nada si no está respaldada en el saber y la tolerancia.

The Times no escatima elogios hacie el libro: «Apasionante e iluminador. Este espléndido libro revela cómo, en el mundo actual de noticias falsas y hechos alternativos, las bibliotecas se mantienen como desafiantes guardianes de la verdad».

He aquí la forma de adquirirlo en papel y en libro electrónico:

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