50 años de El Padrino (Parte I)

En febrero se cumplían 50 años del estreno de la primera parte de El Padrino. En la ceremonia de los Oscar, un ya octogenario Coppola era objeto de una gran ovación de la platea acompañado de dos de los hombres clave de aquella epopeya, Robert De Niro y Al Pacino. Pocos meses después, en julio, fallecía otro de los actores fundamentales, James Caan, que dio vida a Sonny Corleone. Ley de vida. No obstante, murió en la cama, acompañado de los suyos, y no masacrado a tiros en una emboscada. Ahí va nuestro particular homenaje a esta obra MAESTRA.

Por Óscar Herradón ©

Podría escribir un post tan largo sobre El Padrino y su repercusión que ocuparía la mitad de la memoria disponible del blog de WordPress. Pero la idea no es aburrir al que se acerque a este humilde «Pandemónium». Lo que pretendo es rendir mi particular y subjetivo homenaje –algo tardío– a esos 50 años del estreno de la primera entrega de la que muy probablemente sea la obra cinematográfica más perfecta de la historia del cine –ahí es nada– a través de algunas anécdotas sobre el rodaje, el impacto de su éxito en los actores y la recomendación de dos libros maravillosos publicados a raíz de tal efeméride donde, ahí sí, cualquiera podrá encontrar información detallada y suficiente sobre la adaptación a la pantalla grande de la obra de Mario Puzo por Francis Ford Coppola, realizador en el que por aquel entonces pocos productores confiaban para sacar adelante tamaño desafío.

Presiones de la Liga Italioamericana y el clan Colombo

Podemos decir que el ejecutivo de la Paramount Peter Bart fue un visionario, pues compró los derechos de la novela cuando Puzo únicamente tenía un boceto de 20 páginas. Pero hubo complicaciones más allá del aspecto artístico. Miembros del crimen organizado como Joe Colombo y la Liga Italoamericana de Derechos Civiles iniciaron una campaña para impedir su rodaje, algo que cambiaría notablemente después. Un día, un reportero le preguntó a Joe Colombo, líder de una de las Cinco Familias de la Cosa Nostra en Nueva York, que si era un jefe de la Mafia, y este le contestó: «¿Mafia? ¿Qué es Mafia? No hay ninguna Mafia. Que si soy un cabeza de familia… Sí. Mi esposa, mis cuatro hijos y mi hija. Esa es mi familia».

Colombo

A través de la presión de la Liga, varios trabajadores de producción fueron amenazados y las oficinas ejecutivas de la Paramount y la productora del film Gulf & Western tuvieron que ser desalojadas hasta en dos ocasiones por amenaza de bomba. Pronto las amenazas llegaron hasta el productor, Al Ruddy, al que no le quedó más remedio que reunirse con Joe Colombo y lo hizo en el hotel Park Sheraton, el mismo lugar en cuya barbería fuera asesinado otro gran capo de la Mafia, Albert Anastasia, allá por 1957. Todo muy simbólico, sin duda.

Al parecer, fue una reunión tranquila, pero en ella Colombo pidió (y ya sabemos lo que implica la palabra pedir para un capitoste del crimen organizado) que la palabra Mafia no apareciera en la película vinculada a la comunidad italoamericana. Ruddy le contestó que podía leer el guión, convencido de que el capo no leería ni una sola línea. Ruddy, que se conocía en profundidad el libreto, sabía que la palabra «Mafia» aparecía una sola vez y que Cosa Nostra ni se mencionaba. Además, cuentan que aceptó que los clanes mafiosos aportaran «asesores» y extras al rodaje. Yo también habría aceptado…

Coppola

Finalmente, Colombo pidió a Ruddy la asistencia a una rueda de prensa y cuando los medios publicaron que la «Mafia» había dado la bendición a la cinta, el productor fue despedido de forma inmediata. Cuando Coppola explicó a los ejecutivos que sin Ruddy la película no sería viable (de hecho, la Bolsa indicaba una pérdida de valores tras aquel movimiento), el productor, por suerte para todos, fue readmitido en su puesto y el proyecto siguió adelante.

Un trasfondo muy real

Gallo

Puede que Joe Colombo insistiera ante los medios en que solo era un padre de familia, pero lo cierto es que su carrera delictiva sugiere todo lo contrario. También la suerte que correría al final evoca la épica sangrienta que emana El Padrino: permaneció siete años en coma tras un atentado perpetrado por Jerome A. Johnson, quien se hizo pasar por reportero y se coló en uno de los actos masivos de la Liga para dispararle en 1971. Ni siquiera pudo ver el estreno de El Padrino y si se cumplieron sus exigencias (y eso que en el estreno de la segunda parte, en 1974, seguía en el hospital). Nunca se ha confirmado, pero muchos apuntaban a que el ejecutor, Johnson (que fue abatido por los guardaespaldas de Colombo) era un sicario del capo enfrentado Joe «Crazy» Gallo. Este, fuera o no el responsable, incitó la Segunda Guerra de los Colombo y no duraría mucho más que su adversario: Gallo moría tiroteado en abril de 1972 en Little Italy mientras celebraba su 43 cumpleaños. Joder, me quedan tres meses para tener su edad, qué mal rollo…

Curiosamente, tras el estreno muchos miembros del crimen organizado se sintieron homenajeados. A los mafiosos la cinta, que presentaba una visión muy estilizada y elegante de sus modos de vida (mucho más cruda en su vertiente real, crímenes incluidos) les encantó y acabaron por «imitar» a esos personajes que engordaban sus egos. Por ejemplo, Salvatore «el Toro» Gravano, de la familia Gambino, afirmó que se sintió impactado al ver el pase de El Padrino: «salí aturdido del cine. Quiero decir que salí flotando. Tal vez fue ficción, pero para mí, entonces, esa era nuestra vida. Fue increíble. Recuerdo haber hablado con un montón de tipos, esa clase de tipos, que sentían exactamente lo mismo que yo». Y se quedó tan ancho.

Algunos fueron mucho más allá, como los jefes mafiosos Nicky Giso y Paulie Intiso, que según las malas lenguas llegaron a cambiar su forma de vestir e incluso de hablar para parecerse a Vito Corleone, lo que no denota una personalidad a prueba de balas precisamente. No obstante, es revelador de lo que la película de Coppola supuso, colándose por la puerta grande en la cultura popular del siglo XX (y lo que llevamos del XXI). Un servidor ni es mafioso –ni lo pretende–, pues lejos del celuloide el romanticismo no suele tener cabida entre asesinos, no he imitado la forma de vestir de Vito Corleone/Marlon Brando, Michael Corleone/De Niro-Pacino o de Sony Corleone/James Caan, pero he sucumbido a las mil y una ediciones en DVD y Blu Ray y por supuesto al merchandising (camisetas, pósters…), entre las que se cuentan algunas figuras de escala 1/6 que alimentan mi muñecofilia y que son algunas de las piezas a las que tengo más cariño. Sí, Coppola supo trascender la pantalla grande.

Este post tendrá un par de entregas más como merece una trilogía sublime.

PARA SABER ALGO (MUCHO MÁS):

Con motivo del cincuenta aniversario, la editorial Cult Books publicó hace unos meses el libro El Padrino, donde autores de la talla de Peter Bart, Guillermo Cabrera Infante, Alberto Moravia o el realizador francés Bertrand Tavernier, tristemente fallecido en 2021, aportan afilados textos donde desentrañan muchos de los secretos de la película de Coppola: desde cómo el cineasta italoamericano fue una de las últimas opciones de la Paramount (hasta el punto de que tuvieron a otro director prevenido durante semanas, preparado para tomar el mando en cualquier momento, algo que por suerte no sucedió), los problemas que creó el casting –de los que hablaré en el siguiente post–, las dificultades del rodaje o las citadas atenciones de algunos mafiosos del mundo real. El libro cuenta también con la colaboración de Peter Biskind, Pauline Kael y Roger Ebert y está profusamente ilustrado en blanco y negro.

Por su parte, otra de las grandes editoriales volcadas en el cine de nuestro país, Notorious Ediciones, comandada por un verdadero cinéfago como Guillermo Balmori, publicaba el fascinante volumen ilustrado El Padrino. El libro del 50 aniversario, donde tres plumas que emanan sabiduría y cinefilia a manos llenas, como son las de Quim Casas, Jesús Antonio López y Jaime Vicente Echagüe, analizan los diferentes aspectos del que fue sin duda el film más sobresaliente de los 70, desde su gestación, qué pasó con el director, los actores, el original de Puzo y por supuesto la tremenda repercusión… Una joya en tapa dura ilustrada a todo color y en blanco y negro que cualquier apasionado de la cinta tiene que devorar y tener en lugar preferente en su biblioteca.

Operación Underworld: la Cosa Nostra contra Hitler (II)

Para preparar la invasión aliada de Sicilia, se orquestaron numerosos planes secretos. Uno de ellos, que permanecería clasificado hasta tiempos muy recientes, tuvo como protagonistas a algunos de los personajes más oscuros de la Mafia italoamericana de aquel tiempo. Ahora que Ático de los Libros publica Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa, del historiador británico James Holland, recordamos aquel singular episodio de la guerra secreta.

Por Óscar Herradón ©

Mientras transcurría la guerra en Europa y en los EEUU metían a los japoneses –muchos de ellos naturalizados norteamericanos– en campos de internamiento bajo un riguroso control, en uno de los episodios más ignominiosos de la guerra por parte aliada, Luciano, unos meses después de iniciar su colaboración, recibió una nueva visita en Great Meadow; eran varios miembros de la ONI (Office of Naval Intelligence) que querían hablarle sobre Sicilia, la tierra de sus antepasados.

Lucchese

Al parecer, la información que tenían sobre la isla italiana era insuficiente: no conocían ni la cantidad ni la preparación de las tropas del Eje allí estacionadas; tampoco la situación de los campos minados y fortificaciones, así como otro tipo de infraestructuras. Aunque esta parte del «pacto» ha sido negada por varios historiadores, lo cierto es que existen pruebas recogidas en el Informe Herlands y otros expedientes (ya no tan) secretos que señalan que los agentes de contrainteligencia se reunieron hasta en 15 ocasiones con Luciano, a quien le entusiasmaba seguir el curso de la guerra desde su celda, en cuyas paredes colgaba un enorme mapa del escenario del conflicto europeo. Desesperado con la situación de los acontecimientos en 1943, al ver que los aliados no abrían un segundo frente que también Stalin ansiaba, Luciano llamó a su presencia a dos de sus mejores pistoleros, Tommy Lucchese y Joe Adonis, a quienes instó a acabar con la vida del propio ¡Adolf Hitler! Sí, tal cual.

Luciano pensó entonces en uno de los mafiosos más célebres que se encontraban en Sicilia –y que, contrariamente al resto de la Cosa Nostra, había mantenido estrechos lazos con el régimen de Mussolini–. Sin embargo, aquel alocado plan nunca pudo llevarse a cabo. El Führer sufrió al menos 40 tentativas de magnicidio y de todas ellas salió bien parado, incluso del atentado del 20 de julio de 1944 en la Guarida del Lobo, en Prusia Oriental, cuando el coronel Claus von Stauffenberg colocó una bomba que estalló al lado de Hitler, en el marco de la conocida como Operación Valkiria.

La invasión de Sicilia

A partir del momento en que se reunieron en Great Meadow, cientos de norteamericanos de origen siciliano acudieron a comisarías y centros de Inteligencia americanos para facilitar todo tipo de informaciones sobre sus lugares de origen. Se organizó además un equipo de comunicaciones, formado por agentes del ONI y algunos mafiosos expulsados de Sicilia por el Duce instalados en Canadá, que aún mantenían un estrecho contacto con la isla. Todo ello sería de vital importancia para la Operación Husky, nombre en clave con el que se conocería la inminente invasión aliada de la isla mediterránea.

Aquello facilitó la realización de numerosos sabotajes a las tropas alemanas en la isla, y las primeras tropas alidadas que desembarcaron en sus costas fueron guiadas a través de los campos de minas precisamente por colaboradores de la mafia vestidos de paisano –o al menos eso reza la leyenda negra–. Sobre este punto no hay consenso entre investigadores, surgiendo múltiples historias que le interesaba mantener vivas a la Cosa Nostra para edulcorar su siniestra trayectoria criminal.

La pregunta de hasta qué punto el alto mando aliado confesó un secreto tan delicado como una gran operación militar a una banda de delincuentes es algo a lo que no se ha podido dar una respuesta convincente. El «pacto secreto» existió, sobre todo en relación con la protección de los muelles de Nueva York, y parece que continuó hasta la liberación de Sicilia, aunque fueron solo unos grupos minoritarios dentro de las autoridades militares aliadas quienes lo conocían y lo apoyaron e impulsaron para derrotar al nazismo.

Don Calò

De hecho, en los diarios de campaña de las unidades norteamericanas que pasaron por distintos pueblos supuestamente controlados por la «Honorable Sociedad» –como la localidad siciliana de Villalba, controlada por Calogero Vizzini, alias «Don Calò»–, no aparece registro alguno de las historias contadas por algunos capos tras la guerra. Lo único cierto es que Charles ««Lucky» Luciano volvió a demostrar que era un hombre afortunado, como rezaba su apodo de juventud. Condenado en un principio a 35 años de cárcel por proxenetismo, fue puesto en libertad en 1946, habiendo cumplido tan solo nueve años de su condena. Sin duda, la colaboración con la contrainteligencia de la Marina tuvo sin frutos; de hecho, llegó, incluso, a ofrecerse él mismo para dejarse caer en paracaídas sobre Sicilia. No se lo permitieron, claro.

Luego, y muy probablemente gracias a aquella colaboración soterrada con el gobierno en la contienda, fue deportado a Italia, muriendo en extrañas circunstancias el 26 de enero de 1962 en el aeropuerto internacional de Nápoles, donde sufrió un infarto mientras se disponía a encontrarse con el productor estadounidense Martin Gosch, con la idea de realizar una película sobre su vida en los bajos fondos. ¿Pudo ser asesinado? Quién sabe. A su ostentoso funeral asistieron más de 300 personas. Su ataúd, como si se tratase del mismo féretro de un rey, fue paseado por las calles de Nápoles en un coche fúnebre tirado por caballos.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

En mi libro Expedientes Secretos de la Segunda Guerra Mundial (Luciérnaga, 2018) dedico un amplio capítulo a esta operación clandestina. El ensayo que me sirvió de principal referencia y que aborda aquel «secreto de Estado» de la Administración Roosevelt es Aliados de la Mafia, de Tim Newark (Alianza Editorial, 2009), que a su vez bebe de otro previo, The Luciano Project: The Secret Wartime Collaboration of the Mafia and the U.S. Navy, publicado en la lejana fecha de 1977.

Para conocer con detalle el aspecto estratégico y militar (planificación, comandos, comunicaciones…), la editorial Ático de los Libros acaba de publicar un detallado libro que arroja importante información, alguna de ella hasta ahora clasificada: Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa. Un volumen con un proceso documental de infarto y una fuerza narrativa digna del mejor relato de ficción, hasta el punto de que Gerard DeGroot, del diario The Times, ha dicho de él que «El talento de Holland radica en su habilidad de resucitar a estos guerreros con una vívida prosa». No ha sido el único elogio, pues la crítica se muestra unánime a uno y otro lado del Atlántico.

El asalto aliado de Sicilia, el país natal de Lucky Luciano, fue previo al Desembarco de Normandía y bajo el nombre en clave de Operación Husky, fue, a partir del 10 de julio de 1943, la mayor operación anfibia de la historia y el primer gran asalto a la Fortaleza Europa, como reza el subtítulo del ensayo. Y es que el viejo continente estaba blindado en su salida hacia el mar por fuerzas del Tercer Reich. Para facilitar la operación Husky, se puso en marcha otra obra maestra del engaño en inteligencia y de la que hemos hablado en Dentro del Pandemónium, la Operación Carne Picada, que vuelve a estar de actualidad ante el estreno de una nueva película centrada en el caso, El arma del engaño, adaptación del ensayo superventas del periodista británico Ben Macyntire El hombre que nunca existió (a su vez, título de una película de 1956 dirigida por Ronald Neame).

El día 10 de julio de 1943, y en gran parte gracias al engaño a Hitler, cuyo alto mando creyó más probable que una incursión aliada sería por Grecia y no por Sicilia, más de 160.000 tropas británicas desembarcaron en la isla italiana para comenzar el avance hacia el corazón del Reich alemán. Tras una campaña aérea que consolidó una nueva forma de hacer la guerra y señaló el comienzo de la hegemonía aliada en los cielos europeos, la batalla por Sicilia fue una de las campañas más dramáticas y trascendentales de toda la Segunda Guerra Mundial.

Bajo un sol abrasador y en una isla infestada por los mosquitos y las enfermedades y controlada por la mafia (que había recibido instrucciones de facilitar el apoyo a las fuerzas aliadas, en gran parte para vengarse del cerco al que les había sometido Mussolini), los Aliados participaron en combates de una violencia inusitada en entornos hostiles, con recursos limitados y contra un enemigo que se negaba a rendirse.

En este monumental trabajo, Finalista al Mejor Libro de Historia Militar del Ejército británico, James Holland, principal exponente de la nueva generación de historiadores que están reinterpretando aquel sanguinario conflicto (y que ha entrevistado a varios de los supervivientes, de los que cada vez, por desgracia, hay menos), ofrece al lector el apasionante y vívido relato de uno de los grandes puntos de inflexión de la guerra y que cambiaría su rumbo hacia el comienzo del fin del dominio del Eje. Sin la misma, y sin lo que sobrevendría el Día D a partir de otras numerosas operaciones clandestinas que ya abordamos en el blog, la victoria aliada habría sido imposible.

He aquí el enlace para adquirir el libro:

https://aticodeloslibros.com/index.php?id_product=232&controller=product

Comandos y operaciones especiales en la II Guerra Mundial (Susaeta):

Y si lo que queremos es realizar un acercamiento, ameno a la vez que instructivo, al gran teatro de operaciones secretas y clandestinas que tuvieron lugar en aquella brutal conflagración, nada mejor que sumergirnos en las páginas, profusamente ilustradas a todo color y acompañadas de mapas y gráficos, de Comandos y operaciones especiales de la II Guerra Mundial, una joya gráfica editada por Susaeta Ediciones. Un recorrido vertiginoso por las unidades de comandos de ambos contendientes que, alcanzando un desarrollo y perfeccionamiento colosal, se desplegaron por desiertos, mares, selvas, acantilados, montañas y urbes asediadas como Stalingrado o Berlín…

Esta magnífica selección –pues fueron tantas que harían falta miles de páginas para detallar cada una de ellas– contempla operaciones famosas como la Operación Fortitude (que permitió el Desembarco de Normandía, el gran asalto a la Fortaleza Europa), o la Operación León Marino, que planeó la invasión –frustrada– de Gran Bretaña por la Wehrmacht, y otras menos conocidas, como la Operación Gleiwitz (una operación de falsa bandera que atribuyó a los polacos el ataque a la frontera alemana y justificó la invasión del país por los ejércitos de Hitler) pero que contribuyeron, algunas de manera decisiva, al resultado final de la mayor sangría conocida por el hombre contemporáneo.

He aquí el enlace para hacerse con este volumen:

https://www.editorialsusaeta.com/es/libros-de-guerra/11847-comandos-y-operaciones-especiales-en-la-ii-guerra-mundial-9788499284859.html

Ritos y simbología del crimen organizado (IV): Vor v Zakone

Estos días se juzga a los cabecillas de los clanes de la ‘Ndrangheta en Calabria. La Camorra vuelve a estar de actualidad cuando un documental revela cómo los nuevos «capos» de la mafia napolitana son apenas «millennials» que siguen haciendo negocio en plena pandemia y hace unos días que el sicario de la Cosa Nostra Ferdinando «Freddy» Gallina era extraditado desde EEUU a su Italia natal para ser juzgado por tres homicidios «agravados con finalidad mafiosa». El crimen organizado «made in Italy» sigue viva cuando apenas queda un año para que se cumpla medio siglo del estreno en cines de El Padrino, obra maestra por antonomasia del nuevo cine de los setenta. Excusas suficientes para repasar los ritos secretos y los símbolos esotéricos de la Mafia.

Óscar Herradón ©

En la magnífica película Promesas del Este, dirigida por David Cronenberg en 2007, podemos ver un ritual de iniciación en la mafia conocida como Vor v Zakone, un entramado criminal que, además de los rígidos códigos de honor, otorgan gran importancia a los tatuajes –algo que sucede también con la Yakuza japonesa–, a través de los cuales el iniciado puede leer la trayectoria delictiva del «soldado». Son los códigos del Hampa impresos en la piel de unos hombres a los que no les tiembla el pulso a la hora de matar.

Y es que los vor v zakone, cuyo significado en ruso sería algo así como «ladrón en la ley», están relacionados desde su nacimiento con el mundo criminal. La inmensa extensión de Rusia provocó que nacieran grupos de bandoleros y ladrones que actuaban, principalmente, en los numerosos puntos fronterizos del país. Con el estallido de la Revolución Rusa estos grupos de delincuentes no desaparecieron, sino que se hicieron más fuertes, convirtiéndose en un entramado por derecho propio. Este submundo era conocido entonces como vorovskói mir, cuyo significado es «el mundo de los ladrones». Pero tras la formación de la Unión Soviética, y el régimen de acero de Stalin, muchos de estos vory, considerados una amenaza para el establishment, fueron trasladados a los Gulags, los campos de concentración de Siberia donde la gente vivía en condiciones infrahumanas y donde surgiría el concepto de vor v zakone, haciéndose más fuertes –y vengativos– precisamente por el trato recibido. Entonces, intentando burlar a los informantes del KGB, se conformaron como una suerte de sociedad secreta, jurando seguir un código legal dentro de sus acciones delictivas.

Gulag

Tras la caída gradual de la Unión Soviética, los vory alcanzaron un poder cada vez mayor. Muchos empresarios utilizaron a estos sicarios para acaparara los bienes de numerosos sectores económico de la nueva Rusia. Hoy son uno de los grupos organizados más temibles y fuertes del planeta. Los principales delitos en los que están involucrados son la prostitución y la trata de blancas, la extorsión, el tráfico de drogas e incluso órganos, blanqueo de capitales y el asesinato por encargo.

Los Vor v Zakone, los «jefes mafiosos», no suelen aparecer en documentos oficiales ni estampan su firma en ningún sitio, para no dejar huella alguna de su existencia, contando con un numeroso abanico de testaferros y abogados. La jerarquía continúa en sentido descendente con los pakhan, los jefes de las células, cuatro o cinco personas que son responsables de los conocidos como brigadier. Cada célula cuenta con espías a las órdenes de los pakhan que deben controlar las actividades de los subordinados e informar a  la cúpula. El objetivo: evitar que realicen cualquier tipo de actividad a espaldas de los jefes. En el rango más bajo están los soldados, los sicarios y «matones», con una exhaustiva preparación militar.

Los Vor v Zakone solo tienen un código de honor, el Vorovskoy Zakon o «código Vor», que les une de por vida y cuya vulneración se paga con la muerte. Sus leyes propias incluyen 18 puntos, de los que citaré solo algunos: el primero de todos señala que para entrar en la mafia «abandonarás a tus familiares: madre, padre, hermanos y hermanas». No se puede tener una familia propia, ni pareja ni amantes; siempre ayudar a otros miembros –ya sea material o moralmente–; mantener en secreto el paradero de tus cómplices; conocer las tradiciones rusas; no tener nada que ver con las autoridades, no participar en actividades públicas ni unirse a ninguna de las organizaciones de la comunidad, así, el VOR tiene prohibido también usar armas para su uso personal, prestar servicio militar y participar en campos de trabajo.

El crimen impreso en la piel

En su hermética sociedad, el tatuaje tiene una gran importancia, la mayoría de ellos reflejo de su pasado criminal –obtenidos tras su paso por prisión–. Así expresan su pertenencia a este submundo, como sucede con otras mafias con los Yakuza japoneses y algunos narcos mexicanos, organizaciones criminales que, junto a la mafia irlandesa, se extienden por todo el planeta, también con sus propios ritos iniciáticos y leyendas, de las que algún día nos encargaremos en Dentro del Pandemónium.

Ceremonia de iniciación en Promesas del Este (2007)

Los tatuajes carcelarios rusos trascienden la función estética para transformarse en una suerte de código que cuenta la carrera criminal de su portador, determina su vida y esconde un significado que sólo conocen los miembros del clan. Entre los tatuajes abundan referencias al comunismo y representaciones de Stalin o Lenin, que son realmente un rechazo de aquel sistema que los estigmatizó y a las autoridades en general. De hecho, muchos dibujos de esta «piel condenada» son nazis. Además, cuando lucen runas –por ejemplo las SS–, indican que el preso es respetado porque jamás ha confesado ni, por tanto, delatado a nadie.

Aparentemente, la explicación a los tatuajes de los «ladrones en la ley» se halla en la Biblia –los primeros presos de la revolución rusa que fueron enviados a los Gulags eran en su mayoría cristianos–. Según el Génesis, Dios puso una marca permanente en Caín, antes de enviarlo al exilio. De esta forma siempre luciría una señal que lo identificaría como criminal y marginal –los Zakone se enorgullecen de esto–. Los tatuajes servían, por tanto, como sistema de clasificación entre bandas y cada símbolo tenía –tiene aún hoy– un significado concreto. Cada uno de los anillos que lucen en sus dedos hacen referencia a su vida criminal. Los dedos de la mano muestran una calavera por cada asesinato cometido, mientras que las catedrales, iglesias o monasterios representan la cantidad de años que el sujeto ha estado encarcelado –cuantas más columnas y torres tenga el edificio, tantos más años habrá dormido en prisión–.

Los más célebres son las estrellas: cada punta indica un año en prisión. Si los tatuajes de las estrellas se encuentran en las rodillas o en la parte superior del pecho, sobre el corazón, indican que el preso es un Vor v Zakone: las del pecho señalan su compromiso con el modo de vida delictivo mientras que las tatuadas sobre las rodillas significan que el «Ladrón en la ley» no se arrodillará jamás, ante nada y ante nadie.

Puede que en la pantalla de un cine, o en las magnéticas páginas de una novela negra, las desventuras de estos personajes nos puedan hacer sentir cierta complicidad, pero la Mafia, cualquiera que sea su tipo, no es romántica, ni noble, ni atractiva, sino atroz. Su principal lema es la muerte –usada para alcanzar el poder, perpetuarse en él y amasar dinero–, y a ella honran de las formas más brutales que podamos imaginar. Lo mejor, sin duda, es no cruzarse jamás con aquellos que integran estas temibles sociedades.

PARA SABER MUCHO MÁS:

GALEOTTI, Mark: La Ley del Crimen. Los Vorí v Zakone: la mafia rusa más temible. RBA 2019.