Una de las historias más alucinadas y alucinantes de los años en que triunfaban el ácido y la psicodelia es aquella que recibió el sugerente nombre de «Paul is dead» –PID, «Paul está muerto»–, que ha engrosado los anales de las leyendas urbanas míticas del rock. Bueno, de las leyendas en general, porque en el tiempo en que surgió, los alocados y añorados sesenta, no se las tildaba todavía de «urbanas». Una historia que parece contribuyó a extender, en cierto modo, el propio cuarteto de Liverpool y a la que hoy pondríamos la etiqueta de Fake News, pues no todo se ha inventado en la era de Internet.
Óscar Herradón ©
Hoy el bueno de Paul –no tan «bueno» si leemos declaraciones de Yoko y algún que otro productor–, lanzaba al mercado el álbum McCartney III, el cierre en forma de trilogía de un proyecto en solitario que inició tras la traumática separación de los Beatles un imborrable 10 de abril de 1970, cuando precisamente el bajista zurdo hacía público un comunicado anunciando la ruptura. Pues eso, este diciembre de 2020 lanzaba su nuevo disco, a los 78 años y todavía en plena forma, aunque con cierta dependencia del botox. Pues bien, tantos años después, y con este señor aún subido a un escenario, infatigable, tras haber escrito con mayúsculas parte de la MÚSICA del siglo XX, todavía hay quien cree que es… ¡un impostor!
Todo empezó el 12 de octubre de 1969, cuando un misterioso oyente de la emisora WKNR-FM de Dearborn, en el Estado de Michigan (EEUU), que respondía al nombre de Tom, dejó en el aire –nunca mejor dicho– un misterio que los más conspiranoicos, por no llamarlos de otra manera, se han empeñado en perpetuar: nada más y nada menos que el hecho de que el ex Beatle, en este caso Paul y no el siempre controvertido John Lennon que brindaría titulares en su corta vida y después, había fallecido en 1966.
Según esta leyenda, que el anónimo oyente se encargaría de moldear de forma minuciosa –y no poco ingeniosa–, el miércoles 9 de noviembre de 1966, concretamente a las 5 de la madrugada, McCartney, tras abandonar el estudio en el que se grababa el mítico álbum Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band, semidesnudo y al parecer acompañado de una misteriosa joven de nombre Rita, se introdujo en un Aston Martin que condujo a velocidad de vértigo hasta saltarse un semáforo y ser embestido por un camión –aquí las versiones se contradicen–, perdiendo literalmente la cabeza. Evidentemente, Paul había sido visto después, hasta 1969, en todo tipo de actos del grupo, en conciertos, ruedas de prensa, videoclips… Era imposible que hubiera dejado su vida en el asfalto… ¿o no?
Un señor con nombre de sopa
Según el citado Tom y otros teóricos de la conspiración –o más bien sembradores de la confusión, al menos en un primero momento–, el McCartney que se dejaba ver en público y ponía su voz a las nuevas canciones de The Beatles era ¡un doble! Y ese doble tenía nombre: un tal William Shears Campbell, ganador del concurso de dobles organizado por la banda de Liverpool en 1966 para sustituir al beatle zurdo, un policía canadiense aficionado a la música que no solo era clavadito a la star fallecida, lo cual ya era casualidad, sino que ¡tenía la misma voz! Y el/los forjadores de la leyenda aseguraban que los propios componentes del grupo daban pistas en sus álbumes de estudio posteriores a esa fecha en los que, sucintamente, insinuaban que McCartney había pasado a mejor vida.
Al parecer, cuando estaban en antena, el enigmático Tom pidió al conductor del programa, Russ Gibb, que reprodujese la canción Revolution 9 a la inversa, y el disc jockey creyó escuchar la frase «Turn me on, dead man» –traducida como «enciéndeme o excítame, hombre muerto»–. Poquito para pensar que el rumor fuese realidad, pero lo cierto es que dos días después, en el periódico Daily Michigan, fue publicado un artículo firmado por Fred Labour y John Gray, curiosamente también estudiantes de la misma universidad que Tom Zarski –la muy posible identidad del oyente «Tom»–, en el que realizaban una interpretación nada objetiva de lo que veían en el álbum recientemente publicado de la banda británica, el exitoso Abbey Road que hizo célebres los pasos de cebra en el merchand de medio mundo. Hasta hoy.
En esta portada, en la que los cuatro músicos cruzan la carretera, Paul es el único que aparece descalzo, algo que, según algunas culturas –los autores no especificaban cuáles– es una alegoría de la muerte. La célebre matrícula que puede verse en el coche aparcado al fondo, 28 IF, haría referencia a la edad que tendría McCartney si –if– no estuviera muerto. Más retorcido, imposible. Pero hay más.
En 1967 se publicaba Sgt. Peppers Lonely Heart’s Club Band, por lo tanto, según la teoría la conspiración, sería el primero sin McCartney y con William Campbell como integrante. La explicación: en la psicodélica portada, el «doble de Paul» luce una insignia con las siglas O.P.D., que en inglés significan Officially Pronounced Dead –Declarado Oficialmente Muerto–, aunque la pura verdad es que eran las siglas de la Ontario Police Department; además, varias canciones harían alusión al día y a la hora de la muerte del beatle, según los conspiranoicos claro. Aparecía además una tumba hecha de flores y un bajo –instrumento que Paul tocaba– también hecho de flores al que le faltaba una de las cuatro cuerdas, lo que, una vez más, indicaría que uno de los cuatro de Liverpool había muerto. El hecho de que entre la amalgama de personajes que decoran la portada apareciera también el célebre ocultista inglés Aleister Crowley, alentó a los conspiradores a afirmar que The Beatles adoraban al diablo, como tantas otras estrellas del rock, tema que daría para mucho más.
El rumor se extiende como la pólvora
Abierta la caja de Pandora, el pinchadiscos Russ Gibb, que creyó a pies juntillas la historia del tal «Tom», o quiso imperiosamente creerla, acompañado de John Small y Dan Carlisle, comenzaron un programa en la WKNR-FM bajo el nombre de «Complot Beatle», un programa bastante radical de una hora de duración dedicado a corroborar la verdad de la historia que duró varios años en antena en Detroit.
No fueron los únicos. El rumor cobraría aún más fuerza cuando el pinchadiscos Ruby Yonge, que conducía un programa nocturno en la emisora WABC de Nueva York, comentó la noticia de la «muerte ocultada» de McCartney la noche del 21 de octubre de 1969, lo que le costó el despido inmediato y la suspensión de la emisión. La WABC tenía un radio de difusión enorme, podía ser escuchada en 38 de los 50 estados del país y su alcance llegaba incluso a la costa atlántica africana. Aquello provocó una oleada de rumores y conspiraciones de la que se hizo eco la prensa estadounidense. La beatlemanía resurgía con toda su fuerza pero esta vez en torno a la «defunción» de Paul, y no en su país natal, algo menos crédulo, sino al otro lado del Atlántico, tierra propicia a los rumores.
Y así una lista innumerable de supuestas pistas que los de Liverpool introducían en cada uno de sus trabajos –parecía como si, lupa en mano, los conspiracionistas esperasen a que los músicos publicaran un nuevo álbum para encontrar dichos indicios–. Letras de canciones, entrevistas… en cada uno de los movimientos y creaciones de los de Liverpool los amantes de la rumorología veían más y más pistas de que McCartney era un doble, una suerte de Döppelganger pero de carne y hueso: en el citado Abbey Road, Lennon vestía completamente de blanco –por lo que, según sus autores, asumía el rol de predicador–, Ringo Starr vestía el traje negro de los empleados funerarios, George Harrison, vestía ropa de trabajo –asumiendo el rol de enterrador–, mientras que el susodicho McCartney, a pesar de vestir también traje, aparecía con los ojos cerrados y los pies descalzos, algo habitual en los cadáveres que van a ser velados, caminando de forma distinta al resto y cogiendo el cigarrillo con la mano derecha, cuando de todos era sabido que Paul era el beatle zurdo, apareciendo a la derecha un coche fúnebre ¡El culmen del retorcimiento! Y así un largo etcétera de despropósitos.
Es probable que los cuatro músicos, que evidentemente se habían hecho eco de la leyenda, contribuyeran a perpetuarla en sus siguientes discos, lo que para ellos sería simplemente un juego de confusión. Aún así, hay quien cree todavía que McCartney no es McCartney, sino un doble, un doble que habría tenido la suerte de vivir como una superstar, ganando bastante más dinero que trabajando como policía local. Bastante es un eufemismo claro. ¿Paul is Dead? Quién sabe… También hay quien afirma que Elvis sigue vivo y que todo fue un montaje para alejarse de la presión mediática y vivir una vida tranquila. Algo común entre las gentes cuando a alguien se le considera casi sobrehumano, aunque solo sea una estrella del rock; no hay que olvidar que hace siglos, cuando un rey moría, solía ser «visto» por numerosos testigos, como fue el caso de Federico de Hohenstaufen o Sebastián de Portugal; las gentes se negaban a creer que estos personajes, como el común de los mortales, podían fenecer. Pero, evidentemente, lo hacían. Que se lo digan a Lennon.
La leyenda de PID también tiene su versión patria: hay quien asegura que Los Bravos sustituyeron a su teclista, poco después de suicidarse, por un encapuchado al que hacían pasar por éste en los conciertos que daban en las salas de fiesta, eso que llamaban guateques y con los que han martilleado nuestros oídos los padres de toda una generación. El rumor comenzó tras el trágico suicidio de Manolo González, apenas unos días después de que su esposa Loti, con la que había aparecido en las revistas del corazón, muriera en accidente automovilístico. Ya que Los Bravos, cuando se formaron, habían realizado un ingenioso ejercicio de marketing que les funcionó a las mil maravillas –a la hora de elegir nombre y saltar a la fama–, en esta ocasión, y tras llorar la muerte de su amigo, decidieron presentarse en público con un nuevo teclista, pero sin revelar su verdadera identidad. Fake News en toda regla, y patria.