El ansiado regreso de Blacksad

Por fin se lanza, de la mano de Norma Editorial, la segunda parte de Todo Cae, el séptimo volumen de la saga protagonizada por John Blacksad, firmado por Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido, una de las series más brillantes y exitosas del cómic patrio. El regreso por todo lo alto del gato detective de la Norteamérica de posguerra curtido en mil batallas.

Óscar Herradón ©

Blacksad, la que es hoy una de las series noir gráficas más célebres no solo en España sino a nivel internacional, nació con el nuevo milenio, que parece que fue ayer, pero hace ya la friolera de 23 años. Cuando el guionista de historietas Juan Díaz Canales y el dibujante también patrio Juanjo Garnido se conocen, pergeñan el personaje de Blacksad, un detective antropomorfo (con forma de gato) de vuelta de todo y dispuesto a poner orden allá donde le es posible, en ocasiones, cual némesis del mejor detective del cine negro del Hollywood clásico, saltándose (solo un poquito) la ley.

Tras contactar con varias editoriales, y llevarse alguna que otra negativa (más de un editor estará hoy tirándose de los pelos) la francesa Dargaud da el visto bueno al proyecto y en noviembre de 2000 (hace justo ahora 23 años) se publica el primer volumen: Quel part entre les ombres (Algún lugar entre las sombras). A partir de ahí, su éxito será imparable y hoy la serie goza de numerosos reconocimientos internacionales, y lo más importante, el cariño de un nutrido público.

Diseccionando la América de posguerra

En sus aventuras Blacksad está acompañado –al menos desde la segunda parte, Arctic Nation, publicada en 2003, hace ahora dos décadas– del reportero Weekly (con forma de garduña), un periodista de raza (y sinvergüenza de espíritu) que lo acompañará en diversas aventuras –o desventuras más bien–. Juntos intentarán desmontar una oscura conspiración orquestada por las élites blancas en un escenario de marcada segregación racial, que no es sino la traslación a la viñeta del fuerte movimiento de extrema derecha y racista que cosechó éxito en tierras estadounidenses por aquel tiempo y que mantiene hoy, con fuertes vínculos con el Ku Klux Klan, una extensa ramificación en el país de las barras y estrellas (otro acierto más, a mi parecer, de la serie: el darle una impecable verosimilitud histórica a cada trama).

También se asoman a la caza de brujas promovida por el senador Joseph McCarthy en una fiebre anticomunista que azotó principalmente a los creadores de Hollywood y que sembró un estigma generacional que todavía pudo comprobarse en la reacción del público en 1999 cuando la Academia le concedió el Oscar honorífico a Elia Kazan y media platea no se levantó porque el realizador había sido uno de los delatores. Al margen de la política, fue uno de los grandes directores de todos los tiempos. Tanto daño hizo aquella persecución…

Canales y Guarnido nos sumergen igualmente en el sórdido mundo de la noche (en este caso en la mítica Nueva Orleans) donde se dan la mano clubes de jazz, tipos peligrosos –una vez más– y la heroína, ese «polvo mágico» que hoy vuelve a estar tristemente de moda entre los sectores más bajos de las sociedad estadounidense junto al fentanilo; crímenes de todo tipo, guiños a la generación beat… todo un fresco de la América de finales de los cuarenta y la década de los cincuenta. Noir «de raza» (en este caso gatuna) en su más pura esencia.

Todo Cae, segunda parte

Ahora, Norma Editorial nos brinda la oportunidad de acercarnos a la nueva aventura del gato con gabardina y mucho arrojo: lanza la segunda parte de Todo Cae. En la primera entrega, nuestro (anti)héroe gatuno recibe el encargo de proteger a un líder sindical de trabajadores del metro que está bajo amenaza de la mafia de las comadrejas (otro claro guiño a la parte más turbia de la historia estadounidense, la de los sindicatos, en este caso de camioneros, controlados por Jimmy Hoffa, con importantes vínculos con el crimen organizado). Su investigación se topará entonces con una enrevesada trama que involucra a las altas esferas de la sociedad. ¿Hay algo más actual que la corrupción y el poder político en cualquier rincón del planeta?

Misma elegancia en cada página, igual mimo en el tratamiento del dibujo (¡qué maravilla de color!) y los personajes y el guion dignos del mejor creador de thrillers del siglo XX, incluso un Marlowe o un Hammett (a los que sin duda homenajean sus creadores en cada página). ¿Qué más se puede pedir? Para aquellos que no se hayan sumergido todavía en el rico y adictivo universo de esta serie de la viñeta (pocos, seguro, entre los amantes del noveno arte), Norma Editorial también dispone de un maravilloso volumen integral de Blacksad que integra los cinco primeros títulos previos a Todo Cae. Una joya gráfica que sin duda merece la pena.

He aquí el enlace para adquirir el segundo tomo de Todo Cae, y eso… dejarse caer a plomo en sus maravillosas páginas:

https://www.normaeditorial.com/ficha/comic-europeo/blacksad/blacksad/blacksad-7-todo-cae-segunda-parte

50 años de El Padrino (Parte I)

En febrero se cumplían 50 años del estreno de la primera parte de El Padrino. En la ceremonia de los Oscar, un ya octogenario Coppola era objeto de una gran ovación de la platea acompañado de dos de los hombres clave de aquella epopeya, Robert De Niro y Al Pacino. Pocos meses después, en julio, fallecía otro de los actores fundamentales, James Caan, que dio vida a Sonny Corleone. Ley de vida. No obstante, murió en la cama, acompañado de los suyos, y no masacrado a tiros en una emboscada. Ahí va nuestro particular homenaje a esta obra MAESTRA.

Por Óscar Herradón ©

Podría escribir un post tan largo sobre El Padrino y su repercusión que ocuparía la mitad de la memoria disponible del blog de WordPress. Pero la idea no es aburrir al que se acerque a este humilde «Pandemónium». Lo que pretendo es rendir mi particular y subjetivo homenaje –algo tardío– a esos 50 años del estreno de la primera entrega de la que muy probablemente sea la obra cinematográfica más perfecta de la historia del cine –ahí es nada– a través de algunas anécdotas sobre el rodaje, el impacto de su éxito en los actores y la recomendación de dos libros maravillosos publicados a raíz de tal efeméride donde, ahí sí, cualquiera podrá encontrar información detallada y suficiente sobre la adaptación a la pantalla grande de la obra de Mario Puzo por Francis Ford Coppola, realizador en el que por aquel entonces pocos productores confiaban para sacar adelante tamaño desafío.

Presiones de la Liga Italioamericana y el clan Colombo

Podemos decir que el ejecutivo de la Paramount Peter Bart fue un visionario, pues compró los derechos de la novela cuando Puzo únicamente tenía un boceto de 20 páginas. Pero hubo complicaciones más allá del aspecto artístico. Miembros del crimen organizado como Joe Colombo y la Liga Italoamericana de Derechos Civiles iniciaron una campaña para impedir su rodaje, algo que cambiaría notablemente después. Un día, un reportero le preguntó a Joe Colombo, líder de una de las Cinco Familias de la Cosa Nostra en Nueva York, que si era un jefe de la Mafia, y este le contestó: «¿Mafia? ¿Qué es Mafia? No hay ninguna Mafia. Que si soy un cabeza de familia… Sí. Mi esposa, mis cuatro hijos y mi hija. Esa es mi familia».

Colombo

A través de la presión de la Liga, varios trabajadores de producción fueron amenazados y las oficinas ejecutivas de la Paramount y la productora del film Gulf & Western tuvieron que ser desalojadas hasta en dos ocasiones por amenaza de bomba. Pronto las amenazas llegaron hasta el productor, Al Ruddy, al que no le quedó más remedio que reunirse con Joe Colombo y lo hizo en el hotel Park Sheraton, el mismo lugar en cuya barbería fuera asesinado otro gran capo de la Mafia, Albert Anastasia, allá por 1957. Todo muy simbólico, sin duda.

Al parecer, fue una reunión tranquila, pero en ella Colombo pidió (y ya sabemos lo que implica la palabra pedir para un capitoste del crimen organizado) que la palabra Mafia no apareciera en la película vinculada a la comunidad italoamericana. Ruddy le contestó que podía leer el guión, convencido de que el capo no leería ni una sola línea. Ruddy, que se conocía en profundidad el libreto, sabía que la palabra «Mafia» aparecía una sola vez y que Cosa Nostra ni se mencionaba. Además, cuentan que aceptó que los clanes mafiosos aportaran «asesores» y extras al rodaje. Yo también habría aceptado…

Coppola

Finalmente, Colombo pidió a Ruddy la asistencia a una rueda de prensa y cuando los medios publicaron que la «Mafia» había dado la bendición a la cinta, el productor fue despedido de forma inmediata. Cuando Coppola explicó a los ejecutivos que sin Ruddy la película no sería viable (de hecho, la Bolsa indicaba una pérdida de valores tras aquel movimiento), el productor, por suerte para todos, fue readmitido en su puesto y el proyecto siguió adelante.

Un trasfondo muy real

Gallo

Puede que Joe Colombo insistiera ante los medios en que solo era un padre de familia, pero lo cierto es que su carrera delictiva sugiere todo lo contrario. También la suerte que correría al final evoca la épica sangrienta que emana El Padrino: permaneció siete años en coma tras un atentado perpetrado por Jerome A. Johnson, quien se hizo pasar por reportero y se coló en uno de los actos masivos de la Liga para dispararle en 1971. Ni siquiera pudo ver el estreno de El Padrino y si se cumplieron sus exigencias (y eso que en el estreno de la segunda parte, en 1974, seguía en el hospital). Nunca se ha confirmado, pero muchos apuntaban a que el ejecutor, Johnson (que fue abatido por los guardaespaldas de Colombo) era un sicario del capo enfrentado Joe «Crazy» Gallo. Este, fuera o no el responsable, incitó la Segunda Guerra de los Colombo y no duraría mucho más que su adversario: Gallo moría tiroteado en abril de 1972 en Little Italy mientras celebraba su 43 cumpleaños. Joder, me quedan tres meses para tener su edad, qué mal rollo…

Curiosamente, tras el estreno muchos miembros del crimen organizado se sintieron homenajeados. A los mafiosos la cinta, que presentaba una visión muy estilizada y elegante de sus modos de vida (mucho más cruda en su vertiente real, crímenes incluidos) les encantó y acabaron por «imitar» a esos personajes que engordaban sus egos. Por ejemplo, Salvatore «el Toro» Gravano, de la familia Gambino, afirmó que se sintió impactado al ver el pase de El Padrino: «salí aturdido del cine. Quiero decir que salí flotando. Tal vez fue ficción, pero para mí, entonces, esa era nuestra vida. Fue increíble. Recuerdo haber hablado con un montón de tipos, esa clase de tipos, que sentían exactamente lo mismo que yo». Y se quedó tan ancho.

Algunos fueron mucho más allá, como los jefes mafiosos Nicky Giso y Paulie Intiso, que según las malas lenguas llegaron a cambiar su forma de vestir e incluso de hablar para parecerse a Vito Corleone, lo que no denota una personalidad a prueba de balas precisamente. No obstante, es revelador de lo que la película de Coppola supuso, colándose por la puerta grande en la cultura popular del siglo XX (y lo que llevamos del XXI). Un servidor ni es mafioso –ni lo pretende–, pues lejos del celuloide el romanticismo no suele tener cabida entre asesinos, no he imitado la forma de vestir de Vito Corleone/Marlon Brando, Michael Corleone/De Niro-Pacino o de Sony Corleone/James Caan, pero he sucumbido a las mil y una ediciones en DVD y Blu Ray y por supuesto al merchandising (camisetas, pósters…), entre las que se cuentan algunas figuras de escala 1/6 que alimentan mi muñecofilia y que son algunas de las piezas a las que tengo más cariño. Sí, Coppola supo trascender la pantalla grande.

Este post tendrá un par de entregas más como merece una trilogía sublime.

PARA SABER ALGO (MUCHO MÁS):

Con motivo del cincuenta aniversario, la editorial Cult Books publicó hace unos meses el libro El Padrino, donde autores de la talla de Peter Bart, Guillermo Cabrera Infante, Alberto Moravia o el realizador francés Bertrand Tavernier, tristemente fallecido en 2021, aportan afilados textos donde desentrañan muchos de los secretos de la película de Coppola: desde cómo el cineasta italoamericano fue una de las últimas opciones de la Paramount (hasta el punto de que tuvieron a otro director prevenido durante semanas, preparado para tomar el mando en cualquier momento, algo que por suerte no sucedió), los problemas que creó el casting –de los que hablaré en el siguiente post–, las dificultades del rodaje o las citadas atenciones de algunos mafiosos del mundo real. El libro cuenta también con la colaboración de Peter Biskind, Pauline Kael y Roger Ebert y está profusamente ilustrado en blanco y negro.

Por su parte, otra de las grandes editoriales volcadas en el cine de nuestro país, Notorious Ediciones, comandada por un verdadero cinéfago como Guillermo Balmori, publicaba el fascinante volumen ilustrado El Padrino. El libro del 50 aniversario, donde tres plumas que emanan sabiduría y cinefilia a manos llenas, como son las de Quim Casas, Jesús Antonio López y Jaime Vicente Echagüe, analizan los diferentes aspectos del que fue sin duda el film más sobresaliente de los 70, desde su gestación, qué pasó con el director, los actores, el original de Puzo y por supuesto la tremenda repercusión… Una joya en tapa dura ilustrada a todo color y en blanco y negro que cualquier apasionado de la cinta tiene que devorar y tener en lugar preferente en su biblioteca.

Y si lo que queremos es ahondar en el cine que modificó conciencias y causó alborotos varios nada mejor que hacerlo de la mano de un peculiar libro publicado por Blume: Cine Transgresor. Un ensayo que se centra en las fascinantes historias tras la creación, recepción y legado de cincuenta cintas inolvidables firmado por Ian Haydn Smith, experto en arte y fotografía y autor del libro superventas 1001 movies you must see before you die.

Comienza, por supuesto, con los inicios del séptimo arte y aborda desde la primera grabación rodada por los hermanos Lumière (Llegada de un tren a la estación de La Ciotat) a obras maestras que definieron la formar de rodar como El Nacimiento de una Nación, de Griffith, Nosferatu, de Murnau, Nanuck el Esquimal o El Acorazado Potemkim, de Eisenstein, y termina el primer bloque con el traumático cambio que supuso el paso del mudo al sonoro, tema que abordó El Crepúsculo de los Dioses o más recientemente Babylon.

Sigue un bloque que aborda el periodo de 1930-1959, en un mundo en constante cambio, con obras maestras como el controvertido documental El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, que ensalzó al régimen nazi, El Gran Dictador, de Chaplin, Ciudadano Kane, de Orson Welles, el neorrealismo italiano, Rashomon, de Kurosawa o El Séptimo Sello, de Bergman, sin olvidar las grandes comedias de Billy Wilder como Con Faldas y a lo loco.

En «Rompiendo todas las reglas», Haydn Smith aborda el periodo de 1960 a 1979, donde se enmarcan las dos primeras partes de El Padrino y películas, como reza el título, tan transgresoras como Psicosis, de Alfred Hitchcock, Bonnie & Clyde, de Arthur Penn, 2001: Una odisea del espacio, de Stanley Kubrick o Tiburón, del Rey Midas de Hollywood Steven Spielberg.

En el período de 1980 a 1999 recoge cintas como Fitzcarraldo, de Herzog, el nuevo queer cinema hoy reivindicado, Terminator 2, de James Cameron, Reservoir Dogs, de Tarantino, el cine indie o El proyecto de la bruja de Blair y el nuevo cine de terror. Y en el último bloque, del año 2000 al día de hoy, bajo el epígrafe de «El futuro está por escribir», el autor se acerca al cine digital, al cine post 11-S, al nuevo cine de terror afroamericano de Jordan Peele (Déjame Salir, Nosotros) o al auge del cine surcoreano.

Apocalypse Now

Aunque precisamente El Padrino no es uno de esos 50 títulos seleccionados que hicieron tambalear el mundo del cine, Haydn Smith sí recoge una película del director Francis Ford Coppola: Apocalypse Now, tanto o más legendaria que las adaptaciones de la obra de Mario Puzo. Se trataba de una adaptación al siglo XX de la obra de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, proyecto para el que a finales de los 60 George Lucas convenció al controvertido John Milius. Como se retrasó tanto, Lucas, que ya estaba pergeñando el rentable universo en que acabaría convirtiéndose Star Wars, lo abandonó y le sustituyó Coppola como director. Junto con Milius, trasladó la historia de Conrad a la guerra de Vietnam, reflejando la locura del conflicto que marcaría a varias generaciones. El resultado, en palabras de Haydn, fue «un trabajo que trascendió los límites del género bélico en su exploración de los recovecos más oscuros del alma humana».

El título fue cosa de Milius, quien siempre se ha autodefinido como un extremista de derechas, quien se basó en los hippies que a finales de los sesenta lucían chapas con la leyenda «Nirvana Now». Harvey Keitel sería el encargado de dar vida al protagonista, el capitán Willard, tras un arduo casting, pero finalmente Keitel abandonó el proyecto y fue sustituido por Martin Sheen, quien sufrió un infarto casi mortal debido a las durísimas condiciones del rodaje que transcurrió en Filipinas.

Para más inri, un tifón persistente destruyó gran parte del set y retrasó el rodaje varias semanas. Marlon Brandon (que encarnaría al enajenado coronel Kurtz), con un marcado sobrepeso, debía ir vestido de negro y solamente le enfocaban a la cara, mientras un doble más delgado hacía los planos generales. Ademas, el legendario actor que dio vida a Vito Corleone en la primera entrega de El Padrino no se llevaba bien con Dennis Hopper, que al parecer se pasó gran parte del rodaje drogado. En palabras del propio Coppola: «Tuvimos acceso a demasiado dinero, a demasiado equipo y, poco a poco, nos volvimos locos». Bendita locura.

…también Arte Transgresor

Y como guinda del pastel, también Blume, en la misma colección, ha publicado Arte Transgresor. Firmado por la historiadora del arte y periodista Susie Hodge, miembro de la Royal Society of Arts, nos cuenta la historia del arte contemporáneo a través de obras que fueron verdaderamente disruptivas y nos explica el contexto en el que se creó cada una de ellas, poniendo de relieve la esencia del mismo, que cuestiona y desafía las expectativas de forma constante.

Obras que se atrevieron a ser diferentes, arriesgaron reputaciones (como sucedió también con muchas de las películas de las que hablábamos líneas más arriba) e incluso pusieron en riesgo carreras profesionales. 50 obras transgresoras que abarcan desde Las bañistas (1853) de Gustave Courbet, hasta la Fuente (1917) de Marcel Duchamp; Antropometría sin título, de Yves Klein; La cena (1974-79) de Judy Chicago, pasando por La Inmersión (Cristo del Pis, 1987) de Andres Serrano y El amor está en la papelera (Niña con globo) del todavía desconocido (aunque quizá por poco tiempo) Banksy.

Páginas por las que discurren artistas de todo pelaje, algunos de egos enormes, feministas ortodoxas, reclusos superdotados, espiritistas, anticonsumistas, activistas y reyes de la sátira, de Manet a Rodin, de Munch a Picasso, de Max Ernst a Jackson Pollock, de Basquiat al colectivo feminista y antirracista Guerrilla Girls. Un viaje diferente y magnético por el arte moderno y contemporáneo.

Saga. Integral 3

Vuelve la monumental space opera del guionista estadounidense Brian K. Vaughan y la artista gráfica canadiense Fiona Staples, merecedores de infinidad de premios. El tercer volumen de Saga, que edita por todo lo alto Planeta Cómic, retoma las peripecias de la familia más cool del espacio sideral en lo que, hasta el momento, parecía el final de la franquicia. Pero, como en muchas películas de nuestros adorados 80, deberíamos incluir esa frase de «TO BE CONTINUED…», pues sus creadores han retomado una historia que nadie quería que acabase.

Por Óscar Herradón

He de confesar que de primeras me daba pereza sumergirme en otra space opera, algo cansado de la revisitación explosiva del sci-fi de los últimos años, pero cuando a través de Planeta Cómic tuve en mis manos el enorme primer volumen de Saga, decidí lanzarme a la piscina. No tenía nada que perder y las críticas que había leído eran, en conjunto, bastante positivas. Y lo cierto es que, unas cuantas páginas más adelante, la historia –acompañada de un dibujo soberbio a la vez que sencillo y un peso considerable para mis manos– me cautivó. Seguir las desventuras (y aventuras) de la extraña familia formada por Alana y Marko y su pequeña Hazel me dejó con ganas de más. Pasó bastante tiempo hasta que se publicó la segunda parte, y ahora, por fin, el tercer volumen llega a las estanterías.

Grosso modo, esta «saga» familiar narra la historia de dos miembros de distintas razas extraterrestres (Alana es de la tecnológicamente avanzada Landfall y Marko de su satélite, Wreath) que, marcadas por décadas de odio y sangre, están condenadas a enfrentarse y cuya unión está prohibida por ley, pero, como una suerte de Romeo y Julieta cósmicos, se enamorarán y harán oídos sordos a las prohibiciones y al peligro (de muerte) por desafiar el estatus quo espacial. Fruto de aquel amor furtivo y a veces salvaje (el cómic tiene pasajes de fuerte componente erótico, y violencia, mucha violencia), nacerá la pequeña Hazel (narradora de la historia), un milagro para unos y una aberración para muchos otros que no tolerarán tal fusión y evolución.

Y es que, aunque todo pueda parecer muy idílico, bonito, poético y romántico, lo cierto es que la novela gráfica no tiene nada de cuento de hadas o de romance al uso. Al contrario, en cada página, y capítulo tras capítulo, se evidencia que no solo nada es idílico ni sencillo para los protagonistas, sino que el universo (trasunto de nuestra amada Tierra, claro, por raro que sea el planeta en el que recalen) es un nido de víboras a cuál más venenosa que no serán ni mucho menos fáciles de sortear.

Ni siquiera los protagonistas, Marko y Alana, Alana y Marko (Tanto Monta, Monta Tanto), son unos santitos… más bien unos antihéroes con un pasado bastante oscuro fruto de los tiempos, también oscuros, que les ha tocado vivir entre galaxia y galaxia. A veces fábula moral, otras relato vertiginoso de acción, por momentos un noir tecnológico de ecos distópicos y desprecio por la (in)humanidad, Saga es muchas cosas, pero desde luego no es un cómic de trama y entretenimiento facilones, pues tiene numerosos e ingeniosos giros –aunque sí entretenidísimo y adictivo como la historia más sencilla y directa–.

Tercera y última… hasta ahora

El señor Vaughan

Este tercer volumen de la grandiosa obra de Brian K. Vaughan y Fiona Staples (merecedores de los premios Eisner, los «Oscar» de los cómics), fue el último durante unos cuantos años (ahora han publicado algunas entregas más) y ha llegado en formato integral para deleite de su legión de fans en España. Sobre Vaughan, para neófitos, señalar que es un reconocido guionista mucho antes de la publicación de Saga. Lo consagró una emblemática obra, también un sci-fi con fuerte contenido social y ecos pulp y ciberpunk: The Private Eye, que la editorial Gigamesh, siempre a la vanguardia del noveno arte, publicó en edición exclusiva –igual que la obra Barrera, que el estadounidense creó con sus colaboradores Marcos Martín y Muntsa Vicente, otra joya gráfica por fin en castellano– y cuya trama se adelantó, casi de manera profética, a lo que sucedería más tarde en nuestro globalizado y loco mundo.

En esta joya que pudimos disfrutar gracias a Gigamesh, Vaughan nos avisó de muchas cosas, del espionaje masivo en la Red antes de las filtraciones del que fuera analista de datos de la NSA, Edward Snowden, el enemigo público nº 2 de la Administración USA (el 1 se lo reservamos a Julian Assange, que fue el primero que desafió al establishment de la nueva América) y de que estallara el escándalo de Cambridge Analytica (que favoreció el Brexit y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, entre otros vendavales políticos) y antes de que toda nuestra intimidad –claramente vulnerada y vulnerable– pasase a la nube y fuese objeto codiciado de las tecnológicas y grupos más tibios…

Volviendo a Saga, en este tercer tomo se retoma la historia de nuestra familia favorita del espacio exterior. Con altibajos, como cualquier pareja de carne y hueso, no todo lo que han tenido que superar Alana y Marko ha sido sencillo, ni los ha hecho unirse más (según el tópico) y vivir felices como príncipes del cosmos. Pero ahí siguen, contra viento y marea, juntos de nuevo como familia tras su reconciliación, que se narra en el final del segundo integral (publicado por Planeta Cómics hace apenas unos meses, haciéndolo coincidir casi con el lanzamiento del tercero), y tras el regreso de Hazel y su paso por el centro de enseñanza en el que, a modo de prisión, permaneció recluida y del que realizó una espectacular huida.

Ahora, viajamos con ellos hasta Phang, un cometa con destino incierto que atraviesa el espacio y donde, como era de prever, surgirán las dificultades, entre los ya habituales golpes de suerte de una familia tan chic, y hechos inesperados, más bien contratiempos, como el que Alana vuelva a estar embarazada en esa diana circense espacial llena de peligros y salpicada de sexo y violencia (dos de las señas de identidad a las que Vaughan no ha renunciado por temor a la censura, cada vez más afilada en todo el orbe, cultura incluida, quién sabe si también en el espacio). Una denuncia de la desigualdad, la violencia institucionalizada, el racismo o la homofobia vestida de renovada «guerra de las galaxias».

En esta entrega la familia es acompañada por el príncipe Robot IV y su hijo, la niñera fantasma Izabel, uno de los «horrores» de Cleave, una mona humanoide adolescente que murió tras pisar una mina antipersona (sugerente imagen ectoplásima con los instestinos fuera) y una mujer encerrada en un cuerpo de hombre que ayudó a Hazel a escapar de su cautiverio, una transgénero de nombre Petrichor. También tendrán relevancia la ex esposa de Marko, Gwendolyn, y su nueva pareja, la joven ex esclava sexual Sophie; villanos como La Voluntad, ahora con el rumbo algo perdido, y su secuaz Gata Mentira; el archimalvado Gale (agente de la Inteligencia Secreta de Landfall) y la foca antropomórfica Ghül. También repiten Upsher y Doff, un periodista y un fotógrafo (trabajan para el periódico sensacionalista The Hebdomadal), que además son pareja y que acompañan al lector desde el comienzo de la historia.

Una magnífica edición en tapa dura, como las anteriores, que recoge los tomos recopilatorios del 7º al 9º (números 37 a 54) de la edición americana de la serie. Un «cierre» (entrecomillado, pues ya vemos que no es tal) apoteósico a la que quizá sea la mejor, o al menos una de las mejores, series de ciencia ficción y fantasía que nos ha brindado el noveno arte en los últimos años.

He aquí el enlace para hacerse con el volumen:

https://www.planetadelibros.com/libro-saga-integral-n-03/340341