El mago personal de Heinrich Himmler

Existió un personaje, fundamental en el círculo íntimo de Heinrich Himmler (jefe de la Gestapo, las SS y el mayor obseso del régimen por el ocultismo), que ha sido llamado con acierto por algunos historiadores «el Rasputín nazi», el artífice de los rituales secretos y los símbolos esotéricos de las SS.

Óscar Herradón ©

Respondía al nombre de Karl Maria Wiligit, uno de los personajes más extravagantes, oscuros y silenciados de aquel tiempo. Sin sus delirantes teorías, herederas de los grupos secretos völk de principios de siglo que influirían poderosamente en el ideario nacionalsocialista, y que asumió sin rodeos el Reichsführer, las SS nunca habrían sido lo que acabaron siendo. Pero vayamos por pasos… ¿Quién fue ese singular individuo que suelen pasar por alto los libros «serios» de historia? ¿Cuál fue su papel en el inmenso aparato político nazi? Y es que, mal que le pese a algunos que subestiman su papel en los acontecimientos, los postulados ocultistas de Wiligut se convirtieron en ideología política, con nefastas consecuencias a nivel global.

Karl Maria había nacido en Viena en 1866, siendo hijo de un oficial del Ejército con problemas mentales. En  1906 se casó con Malwine Leus von Teuringen of Bozen, con quien tuvo dos hijas, Gertrud y Lotte. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió en el ejército y cuando finalizó la conflagración, con las nefastas consecuencias de la derrota para Alemania, como tantos otros de sus compatriotas se afilió a una organización paramilitar de derechas en Austria. Entonces ya era  un hombre violento con un marcado alcoholismo que iba armado de una pistola y maltrataba continuamente a su esposa; sobre su persona planeaba también la sospecha del abuso sexual a sus dos hijas pequeñas que llevaría a la madre a cerrar con llave la habitación de las niñas.

Recluido en un psiquiátrico

Su peligroso comportamiento y sus costumbres extravagantes hicieron que finalmente fuese internado en una institución mental en Salzburgo, donde  le fue diagnosticada psicosis, esquizofrenia y megalomanía y donde permanecería recluido hasta 1927. En el hospital mental, Weisthor haría gala de su diagnóstico, jactándose entre sus compañeros y los celadores de que él mismo había sido capaz de evitar un golpe de estado comunista en Alemania y de que nada menos que miembros del Ku Klux Klan, organización racista estadounidense a la que admiraba, le sacarían pronto de su reclusión.

Totenkopfring

Más extravagante sin embargo era que recogía piedras de una granera cercana al edificio de manera obsesiva, guijarros que pulía y cuidaba como si fueran diamantes; tantos pedruscos recopiló –cerca de un millar– que ocupaban casi toda su habitación. Según uno de los psiquiatras que lo trataron, Karl Maria consideraba cada pieza un amuleto y creía hallar en sus formas diversas figuras que consideraba que representaban una serpiente, un falo, una parte de un trono antiguo germánico…

Völkish

A pesar de su evidente distorsión de la realidad, cuando salió del hospital se convirtió en una especie de místico, un visionario muy respetado en los estrechos círculos de los ultranacionalistas alemanes, las sectas Völkisch. Afirmaba que su linaje se remontaba al dios nórdico Thor y que entre sus antepasados se contaba Arminio, el caudillo germánico que había vencido a las legiones romanas en Teutoburgo. Según sus propias declaraciones, recogidas por Nicholas Goodrick Clarke, sus antepasados habían conservado «el sagrado conocimiento de las tribus germánicas» durante milenios; afirmaba ser el último descendiente de un antiguo linaje de sabios alemanes cuyas raíces se perdían en la Historia, los Uiligotis, del clan de AsaUana.

Creía además poseer poderes extraordinarios y decía ser clarividente. Gracias a sus supuestas dotes visionarias, su «memoria ancestral» le permitía recordar las experiencias vividas con su tribu hace más de 300.000 años. Afirmaba que en aquel período brillaban tres soles en el cielo y la Tierra estaba poblada por seres mitológicos, gigantes y enanos, «visiones» que recordaban a los escritos teosóficos de la ocultista rusa Madame Blavatsky que tanto influyeron en los círculos esotéricos prenazis y en la mentalidad de Himmler.

Madame Blavatsky

Wiligut hablaba de luchas entre diferentes razas y de una reconciliación promovida por sus antepasados, los Alder-Wiligoten. En el año 9600 a.C. Estalló una guerra entre Irministas y Wotanistas, quienes obligaron a los primeros a exiliarse a Asia, donde se hallarían los vestigios de los últimos arios. El abuelo de Wiligut, según él mismo decía, le había enseñado los antiguos símbolos rúnicos –que adoptarían las SS– y su padre le había narrado la historia de la familia «cuando cumplí los 24 años», algo innecesario si tenemos en cuenta que decía tener «capacidades» precognitivas.

Símbolo del ariosofismo nazi

Fuera del pabellón psiquiátrico cambió su apellido Wiligut por el de Weisthor, según él, derivado del alemán Weise –sabio– y de Thor, el célebre dios nórdico del trueno al que tanto admiraba también el Reichsführer. En ocasiones entraba en trance, en medio de convulsiones, y otras veces recitaba dichos primitivos que afirmaba haber recibido de sus ancestros. Cuesta creer para una mente racional que un personaje de estas características, notablemente enajenado, fuera tenido en cuenta por alguien, pero lo cierto es que poseía fervientes seguidores entre los grupos ultranacionalistas, que lo consideraban un maestro en las tradiciones de las tribus germánicas desde su pasado más remoto.

No era de extrañar, con dichas “habilidades”, que pronto llamara la atención de Himmler, tan obsesionado o más que él con las sagas germánicas y el pasado mítico. El líder de la Orden Negra lo conoció en el transcurso de un congreso de la Sociedad Nórdica y se sintió rápidamente fascinado por su elocuencia y su “conocimiento” del pasado. Weisthor era ya un hombre mayor –tenía 67 años– pero con un gran entusiasmo y no menos carisma.

Darré

Así que Himmler lo convirtió primero en SS-Standartenführer y más tarde en SS-Brigadeführer y le ofreció un puesto en la RuSHA de Walter Darré, elevándolo a jefe de la «Sección de Prehistoria e Historia Antigua» del organismo. Muchos, no obstante, consideraban a Wiligut un charlatán, pero no es menos cierto que una gran parte de los SS veían también en Himmler a un iluminado de creencias extravagantes y aún así debían someterse a sus órdenes sin contemplaciones, siendo, como era, uno de los hombres más poderosos e implacables de su tiempo.

PARA SABER MÁS:

GOODRICK-CLARKE, Nicholas: Las oscuras raíces del nazismo. Editorial Sudamericana, 2005.

HERRADÓN AMEAL, Óscar: La Orden Negra. El ejército pagano del Tercer Reich. Edaf, 2011.

NARRATIVA:

Hace unos meses la editorial Alfaguara publicaba un absorbente thriller histórico ambientado en la Alemania nazi escrito por Fabiano Massimi (que acaba de publicar con la misma editorial su nueva novela, que próximamente reseñaremos en las entrañas del Pandemónium).

Hitler y Raubal

Su título es El Ángel de Múnich y en la más pura tradición del noir historiográfico (en una línea muy similar de Philip Kerr y su saga ambientada en la misma época), se centra en un episodio fundamental de la biografía íntima de Adolf Hitler: la extraña muerte de su sobrina, Angela «Geli» Raubal, a la que veneraba y con la que, según algunas fuentes, pudo incluso mantener una relación de tipo incestuoso. Raubal se descerrajó un tiro con la pistola del líder nazi (la misma que utilizaría él para suicidarse 14 años después en el bunker de la Cancillería, sentenciando su «glorioso» Tercer Reich) en el domicilio que compartían el 18 de septiembre de 1931.

Con tan apasionante –y real– punto de partida comienza el relato. Tras el mismo, hay una ardua tarea de investigación que bien podría haber dado origen a un monumental ensayo. Pero tamaña cantidad de datos Massimi los sabe conjugar con maestría y sin que entorpezcan en ningún momento el pulso narrativo, fluido y poderoso.

En un máximo de ocho horas, y en medio de un gran secretismo decretado desde las altas instancias, los comisarios Siegfried Saber y el adjunto Helmut Forster deberán cerrar el caso que ha tenido lugar en una dirección de sobre conocida por todos en Múnich: el número 16 de la Prinzregentenplatz, donde vivía el líder del NSDAP. Aunque el cadáver de Raubal se encontraba en su habitación cerrada desde dentro, los investigadores observarán algunas contradicciones en la versión oficial del suicidio con la pistola del «tío Alf».

La investigación posterior y la búsqueda de la verdad se verán ensombrecidas por las injerencias de personajes poderosos, de intereses creados y de la poderosa máquina propagandística del partido que no alcanzará el poder definitivo hasta 1933, cuando Hitler se convierte en canciller, pero que ya tenía una gran influencia en Alemania y Austria. El autor italiano enriquece la trama de esta novela ya convertida (con razón) en bestseller mundial con una serie de extraños «suicidios» que se suceden entre supuestos testigos del suceso.

He aquí el enlace para adquirirlo en papel y también en eBook y Audiolibro:

https://www.penguinlibros.com/es/literatura-contemporanea/7250-el-angel-de-munich-9788420454290

El Solitario. El caso del criminal que mantuvo a España en vilo (Random Cómics)

Uno de los maestros indiscutibles del noir español, Lorenzo Silva, firma junto al periodista Manu Marlasca el libro ilustrado sobre uno de los delincuentes mal llamados «comunes» de la historia reciente de España. Durante catorce largos años mantuvo en vilo a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que perdieron a varios de sus hombres a manos de este forajido moderno sin escrúpulos.

Óscar Herradón ©

Durante años, rondó sobre su figura el aura romántica del atracador de bancos contra el sistema extorsionador y chupasangres de la gente corriente (algo –o mucho– hay, no obstante, de todo eso en el mundo financiero), ese «romanticismo» que rodeó la figura de otros emblemáticos atracadores como Eleuterio Sánchez «El Lute», imagen que el propio Arbe se encargó de potenciar a través de sus declaraciones y de su libro de memorias: Me llaman El Solitario: autobiografía de un expropiador de bancos (Txalaparta Argitaletxea, 2009).

Sin embargo, al margen de hurtar lo que no era suyo, «El Solitario» poco tiene que ver con El Lute y otros «Bonnie & Clyde» patrios, pues su falta de escrúpulos, su violencia y finalmente su sed de sangre ­–que provocó la muerte de dos guardias civiles y un policía por el disparo accidental de un compañero durante un tiroteo con Arbe– evidencian que más allá de un ambicioso maleante, era un potencial asesino.

Y eso es lo que pretenden Silva y Marlasca con el trazo de Cristóbal Fortúnez (Mi vida con un fumeta. Aventuras y desventuras de Clarita Brown): demostrar que este individuo no tenía nada de un contemporáneo «Robin Hood», que era un ser sin escrúpulos ávido de poder y papelillos verdes (ahora más bien marrones y azules).

Impresionantes ilustraciones

Ya desde su misma juventud la historia de este ser «solitario» denota a un individuo asocial y pendenciero. Antes de convertirse en ladrón de bancos (y asesino), el personaje, conflictivo, tenía vocación de músico: le encantaba el folk y el rock. En relación a ese tema, existe una curiosa anécdota del «ruido» patrio que cuenta Alfred Crespo en el libro Burning Madrid (66 RPM Edicions), y es que Arbe hizo sus primeros pinitos junto al que sería el segundo batería del grupo de rock Burning, José Antonio Martín Gardoqui, durante unos pocos ensayos tras la salida de la formación del primer baterista. El propio Arbe señala en su autobiografía (de ecos casi hagiográficos) que José Antonio tuvo una influencia en su gusto por el rock y que: «Gracias a él tuve acceso a algunas de las canciones prohibidas por la dictadura».

Con su colega rockero y un tipo que respondía al apodo de «Tatu», un personaje que se las traía del barrio de San Blas experto en el robo de vehículos (cuando éstos tenían «loro», radiocasete extraíble), dieron su primer golpe en la madrileña calle de Jorge Juan, en el barrio «pijo» de Salamanca, en una tienda de música: lanzaron una piedra contra el escaparate y se llevaron en un Seat 124 amplificadores, altavoces, micros y cuatro guitarras eléctricas para poder llevar a cabo su sueño musical. Pero se frustró cuando los delató un «colega» y pasaron nueve meses a la sombra. Era 1972 y «El Solitario» ya sabía lo que era una cárcel. Volvería a estar en prisión en Reino Unido acusado de tráfico de drogas.

Ahora sí, «El Solitario»

Inició su senda delictiva (al menos la de gran altura, la de los atracos) en 1993, en una sucursal bancaria de Ademuz, Valencia. A este «golpe» le seguiría una carrera de fondo que lo convertiría en el atracador más esquivo de nuestro país. Tras 14 largos años de atracos, falsas identidades, tiroteos y asesinatos (el de los guardias civiles José Antonio Vidal y Juan Antonio Palmero en Castejón, Navarra, en 2004) caía en la trampa urdida por las autoridades.

Era detenido finalmente el 23 de julio de 2007 en la localidad portuguesa de Figueira da Foz, en el marco de la «Operación Gloria», cuando se disponía a perpetrar un atraco. Cuando fue interceptado por el dispositivo policial compuesto por agentes especializados españoles y lusos, iba disfrazado con barba y bigote falsos y una peluca; además, vestía un chaleco antibalas y portaba tres armas de fuego (dos cortas y una automática). Posteriormente, en registros en su vivienda y una nave industrial se interceptó un gran arsenal de armas y municiones y numeroso material para su arte de «maestro del disfraz», lo que le permitió ocultar su identidad durante tantos años.

Durante su juicio en 2008 se declaró inocente del asesinato de los guardias civiles, y se autodenominó antisistema, anarquista y «expropiador de bancos», confesando además que su actividad delictiva comenzó al entrenarse con grupos corsos anticapitalistas, con los que perpetró su primer atraco. Dejó perlas como las siguientes en una carta que dirigió a la «opinión pública» desde la cárcel de Zuera: «Yo solo soy un insurgente que me he alzado en armas contra el poder injusto de la banca privada». No se lo creía ni él: no repartía el dinero robado como los forajidos de Sherwood. Siempre se declaró inocentes de los asesinatos, pero los tribunales no le creyeron.

El 29 de abril de ese año era condenado a 47 años de prisión. Este libro sobre su particular andadura es una investigación realmente trepidante que en la mano de Silva y Marlasca se convierte en una absorbente trama policíaca, un noir escrupulosamente real, un true crime de altura. He aquí la forma de adquirirlo:

https://www.penguinlibros.com/es/tematicas/11870-el-solitario-9788417247652