Las teorías de la conspiración no son inocuas. Algunas pueden ser muy dañinas, e incluso criminales. En estos tiempos cibernéticos de trolls, foreros de doble identidad, fake-news e información globalizada muchas veces sin control, éstas campan a sus anchas por la Red… Puede parecer algo moderno, lo de usar la conspiranoia para cosechar poder y derrocar al adversario, pero lo cierto es que es algo bien antiguo, y unos de los máximos exponentes a la hora de utilizar falsas historias para sacar rédito político fueron los nazis, a través de un texto envenenado que hoy reivindican de nuevo grupos de extrema derecha.
Óscar Herradón ©
(Viene de Los Protocolos de los Sabios de Sión I)
Desde la publicación de la «Carta de los Judíos de Constantinopla», del abate Chauty (inspirada en una falsificación de la España de Felipe II), en toda Europa surgieron adeptos de esta enrevesada farsa, hasta que a finales del siglo XIX el antisemitismo adquirió connotaciones dramáticas en Rusia, el país en el que finalmente tomarían forma los Protocolos.
Alejandro III y su hijo Nicolás II eran fanáticos antisemitas, hasta el punto de que durante sus reinados se expulsaba a los judíos a las zonas rurales o se les impedía encontrar trabajo en las ciudades. Los servicios secretos del zar utilizaron la conspiración judeomasónica en su propio beneficio, e hicieron creer a la opinión pública que toda la oposición al régimen, y en especial el terrorismo, era fruto de la conspiración judía mundial; los judíos se convertían así en los chivos expiatorios de todos los males de Rusia y de ello se encargaría un siniestro personaje del que enseguida hablaré.
Otro feroz antisemita fue Frederick Millingen, alias (Mayor) Osman-Bey, un estafador internacional de origen precisamente judío que en el libro La consquista del mundo por los judíos esbozaba todas las invenciones que sesenta años después desembocarían en la mayor de las matanzas: en un mundo sin judíos las guerras serían menos frecuentes y cesarían el odio de clases y las revoluciones. Como solución esgrimía llevar a los judíos «a África», como Hitler barajaría la posibilidad de trasladarlos a alguna colonia, quizá a la isla de Madagascar, y en otras ocasiones apuntaba que «la única forma de destruir la Alianza Israelita Universal es mediante el exterminio total de la raza judía», estremecedor vaticinio del Holocausto nazi.
El Diálogo en el Infierno
Otro de los textos que influirían en los autores de los Protocolos fue El Diálogo en el Infierno, de Maurice Joly, escrito en 1870. El autor francés había concebido una obra basada en un diálogo ficticio entre Montesquieu y Maquiavelo, en el que el primero defendía la causa del liberalismo –que abrazaba ciegamente el autor– y el segundo un despotismo cínico que denunciaba veladamente los métodos despóticos del emperador Napoleón III, entonces en el trono francés.
Paradójicamente, el discurso del ficticio Maquiavelo, que insiste en que la masa es incapaz de gobernarse a sí misma y necesita a un hombre fuerte que la controle, que para hacerse con el poder pueda remitir sus propuestas a una asamblea popular, que luego no le costará disolver, censurar la prensa, controlar a los adversarios políticos mediante la policía… Un texto incisivo, ingenioso, maravillosamente construido, que ofrece una defensa brillante del liberalismo, acabaría, tristemente, constituyendo la base de la farsa reaccionaria mal escrita que fueron Los Protocolos de los Sabios de Sión, cuyo autor copiaría deliberadamente la obra de Joly introduciendo ingredientes antisemitas de las obras citadas. Y curiosamente, la falaz falsificación dio la vuelta al mundo y alcanzó una fama sin precedentes.
Los Protocolos constan de 24 capítulos, el Diálogo de 25; lo que Joly ponía en boca de Maquiavelo, el falsificador lo ponía en boca de un misterioso conferenciante, el anónimo Sabio de Sión, que delineaba una profecía siniestra para el futuro.
Los Protocolos consisten en una serie de conferencias, en las que un miembro del gobierno secreto judío, el de los Sabios de Sión, explica una conspiración para lograr la dominación mundial; 24 «protocolos» de estilo pomposo y difuso que, mediante argumentos tortuosos e ilógicos, en palabras de Norman Cohn, atacan al liberalismo, explicando los métodos mediante los cuales los judíos pretenden conquistarlo todo, destruyendo la fe cristiana, controlando la política, la educación, etc.
La primera publicación de la falsificación tuvo lugar en la prensa rusa entre 1903 y 1907, primero en el periódico de San Petersburgo Znamya (La Bandera), dirigido por el antisemita militante P.A. Krushevan, que había llegado a instigar un pogromo en Kishiner, Besarabia, en el que habían muerto 45 judíos, otros 400 resultaron heridos y se destruyeron 1.300 casas y tiendas pertenecientes a éstos.
Policía, espía, falsificador
A finales del siglo XIX, cuando los Protocolos comenzaron su andadura en Rusia, dirigía la policía secreta un siniestro personaje, Pyotr Ivanovich Rachkovsky, un individuo obeso, de vetusto bigote, sumamente elocuente, que tras su eterna sonrisa ocultaba a un auténtico sádico que disfrutaba torturando y acorralando a los enemigos del decadente imperio ruso. Es sumamente curiosa sin embargo la manera en la que acabó erigiéndose en policía del zar, pues en 1879, fue detenido por la Tercera Sección de la Cancillería Imperial –futura Okhrana–, acusado de actividades contra la seguridad del Estado ruso, acusado de dar refugio a un terrorista; cierto o no, sólo le quedaban dos alternativas: o ser exiliado a Siberia, donde muy pocos sobrevivían, o pasar a formar parte de la policía política. Ni qué decir tiene que escogió la segunda opción.
Su carrera fue meteórica: apenas dos años después realizaba actividades secretas en una organización derechista rusa, Santa Druzhina, más tarde reconvertida en Unión del Pueblo Ruso; en 1883 se convertía en ayudante del jefe de los servicios de seguridad de San Petersburgo y en 1884 dirigía en París las operaciones secretas de la policía fuera de Rusia. Tal era su destreza, que no tardaría en organizar meticulosamente una red de policías-espías en Francia, Suiza, Londres y Berlín, para seguir la pista de los planes orquestados por los revolucionarios y terroristas rusos, en un tiempo de proliferación del terrorismo anarquista en toda Europa.
Conspirador nato, era un experto en falsificar documentos y en provocar atentados de los que acusaba a grupos revolucionarios para generar cambios políticos, algo en lo que serían expertos también los nazis. Rachkovsky, ambicioso e implacable, se hizo rico en operaciones de especulación en la Bolsa y nada en la Rusia zarista escapaba a su control. Y lo más importante: se hizo experto, como señala el autor citado, en presentar el movimiento revolucionario y progresista ante la burguesía como si fueran un mero instrumento en manos de los judíos, desviando hacia este sector de la población el descontento generado por la propia política absolutista del zarismo.
Maestro del engaño, Maquiavelo renacido, el delincuente reconvertido en policía utilizó falsificaciones, habló de Ligas Patrióticas falsas para engañar a rusos y franceses, distribuyó propaganda confusa para enfrentar a distintas facciones… fue un maestro de la propaganda negra varias décadas antes de que lo fuera Joseph Goebbels en el Tercer Reich.
En 1905 el general Dmitrii Fedorovich Trepov fue nombrado Superintendente de Palacio y para sofocar las actividades revolucionarias, que eran cada vez más habituales, asumió poderes casi dictatoriales y nombró a Rachkowsky director adjunto del Departamento de Policía; ahora con un gran poder, se mostraría implacable con sus enemigos políticos. De nuevo falsificando folletos y documentos que atribuía a organizaciones inexistentes, instaba al pueblo y a los soldados rusos nada menos que a matar a los judíos.
Poco tiempo después, el ahora director de la Policía formaba una peligrosa liga antisemita que respondía al nombre de Unión del Pueblo Ruso, cuyo principal cometido era apoyar financieramente a grupos armados que practicarían a partir de ese momento un tipo de terrorismo político con matanzas de judíos cuyos terribles métodos influirían directamente en nuestros siniestros protagonistas. No es de extrañar por tanto que fuera el verdadero impulsor de una de las falsificaciones más peligrosas de la historia del hombre: Los Protocolos de los Sabios de Sión.
Este post tendrá una inminente tercera y última entrega en «Dentro del Pandemónium».
PARA INDAGAR MUCHO MÁS:
El origen de estas actas bautizadas como Los Protocolos de los Sabios de Sión son oscuros y dudosos; existen mil y una teorías sobre el mismo pero estudiosos de la talla de Norman Cohn, que en los años sesenta llevó a cabo la más minuciosa investigación sobre su origen y difusión a través del análisis de miles de documentos y de numerosas entrevistas a miembros de las SS y a antiguos nazis, han contribuido a arrojar algo de luz sobre su forja e inusitado éxito posterior, rodeados, no obstante, insisto, de múltiples sombras. Ahora han sido publicados importantes trabajos que recojo al final del artículo.
Recientemente, con la reactivación de tamaña farsa en el universo cibernético por grupos extremistas y herederos del viejo nacionalsocialismo, se han publicado nuevos y documentados trabajos sobre el asunto. Uno de los más importantes es Los Protocolos de los Sabios de Sión. Una historia infame, y salió hace apenas unos meses al mercado de mano de una de las editoriales que más cuidan las publicaciones de historia, Marcial Pons. He aquí la portada y la forma de adquirirlo en la web:
El otro es el último trabajo de uno de los mayores expertos en historia contemporánea y en la Segunda Guerra Mundial, el británico Richard J. Evans y se centra en exclusiva en ese pensamiento conspirativo y antisemita que invadía toda la ideología nazi y que le serviría para justificar sus atrocidades con los judíos y otras minorías, entre ellos, principalmente, una creencia férrea en el contenido de los Protocolos.
En Hitler y las teorías de la conspiración. El Tercer Reich y la imaginación paranoide, Evans propone una mirada crítica a la era de la «posverdad» en la que los «hechos alternativos» han ido ganando terreno, algo muy similar a lo que sucedió en la Europa de Entreguerras y en la Alemania nazi. Para situarnos en la materia, el autor escoge cinco de las teorías conspirativas más duraderas sobre el Tercer Reich y las analiza con el rigor que le caracteriza para explicar cómo éstas puedes no solo movilizar a las masas, sino instalarse como verdades históricas oficiales de un régimen.
Por supuesto, comienza con Los Protocolos de los Sabios de Sión, esa supuesta conspiración del pueblo judío para socavar la civilización –y que recuerda, mucho, a discursos actuales sobre el inmigrante y el diferente–, el mito del «Puñal por la Espalda», según el cual los socialistas y los judíos fueron los responsables de impulsar al ejército alemán de aceptar la derrota en la Gran Guerra, en base a oscuros intereses creados; el incendio del Reichstag, que aunque se trató realmente de una operación de «falsa bandera» (fue realmente provocado por los nazis para instalarse en el poder, pero se acusó del mismo al joven comunista Marinus van der Lubbe, drogado y puesto en el lugar de los hechos) estuvo siempre rodeada de un aura de conjura y complot que se instaló con fuerza entre los alemanes; el misterioso vuelo del viceführer Rudolf Hess a Reino Unido en 1941 supuestamente con la intención de firmar la paz con el imperio británico a espaldas (o no) del Führer; y el eterno rumor de que Hitler huyó del Führerbunker en 1945, en un Berlín sitiado, y escapó a Sudamérica para vivir el resto de sus días oculto y sin ser juzgado, rumor que impulso por interés estratégico el propio Stalin y el Kremlin y que llegaría a barajar como posible el mismo FBI, que posee un informe en dicho sentido.
Evans, con una quirúrgica observación de los hechos, investiga sus orígenes y la causa de su permanencia para demostrar que «la explotación consciente de los mitos y las mentiras con fines políticos no resultan ser una creación del siglo XXI». De hecho, se remontan mucho más atrás de los nazis, hasta la antigüedad, al origen de las civilizaciones y al ansia del hombre por mantener o alcanzar el poder. He aquí la forma de adquirirlo:
https://www.planetadelibros.com/libro-hitler-y-las-teorias-de-la-conspiracion/330637