Alexandra Kolontái: la feminista revolucionaria

La editorial Crítica publica la crónica de una mujer excepcional, única y controvertida que luchó por la visibilidad de las mujeres y sus derechos en un tiempo y en un país –la vieja Rusia zarista que se asomaba al abismo de la revolución– en el que estos no eran precisamente una de las principales preocupaciones de una belicosa sociedad abierta a profundos cambios sociales e ideológicos. Una luchadora no exenta de sombras. Su título es Alexandra Kolontái. Una feminista en tiempos de la Revolución Rusa.

Óscar Herradón ©

De hecho, en relación con la población femenina, sucedía precisamente todo lo contrario, algo que por desgracia aún se mantiene en diversas sociedades bien entrado el siglo XXI: su opinión apenas era considerada, en la mayoría de países no podían votar, por supuesto no podían engrosar las filas de los ejércitos (algo que cambiaría con la Revolución Rusa, precisamente el movimiento en el que se haría un nombre nuestra protagonista), ni desafiar las normas de unas sociedades profundamente patriarcales y machistas.

Nacida en San Petersburgo en 1872, dos años antes de la citada Revolución Rusa Alexandra Kolontái estuvo en primera línea de los cruciales acontecimientos políticos de aquel convulso periodo que cambiaría el siglo XX: fue la primera mujer de la historia en estar al frente de un ministerio en el gobierno de una nación (el Sovnarkom, primer gobierno de Lenin). Y aunque se dejó cautivar en cuerpo y alma por el comunismo, en el que haría carrera, no era una hija del movimiento obrero, sino que pertenecía a una familia aristocrática.

Fue una abanderada de la libertad y la desobediencia desde muy joven. Desafiando a sus progenitores, se casó con el hombre al que ella había elegido, el ingeniero Vladímir Lúdgovich Kolóntai, del que conservaría toda su vida el apellido que la haría célebre a pesar de que se separaron pronto, cansada, según afirmó, del matrimonio, una vida que no era para ella (aunque se casaría nuevamente con el militar soviético Pável Dybenko). De aquella relación con Kolontái nacería su hijo Misha, este sí, el gran amor de su agitada vida.

Alexandra Kolontái en 1908.

Una profunda vocación revolucionaria

Alexandra experimentó una verdadera «redención» (no mística, sino política) cuando en 1896, en pleno zarismo, al visitar una enorme fábrica textil en Narva (hoy al noreste de Estonia, pero entonces perteneciente a la Gran Madre Rusia), donde su marido debía instalar un sistema de ventilación para los miles de obreros que se hacinaban en aquel maloliente espacio donde se mezclaba la pobreza con la servidumbre: supo que debía ponerse al servicio del proletariado, en defensa de los más débiles. Tenía 26 años cuando se separó de Vladímir y dejó a Misha al cuidado de sus abuelos para marcharse a Zúrich a estudiar en profundidad el pensamiento marxista.

Tras los eventos que tuvieron lugar el Domingo Sangriento o Domingo Rojo de 1905 –una despiadada matanza de manifestantes pacíficos perpetrada por la Guardia Imperial rusa–, Kolontái tomó partido por los mencheviques y su exultante oratoria dejaría atónitos a los obreros en las fábricas que visitaba con frecuencia. Entonces sería testigo de primera mano de la brutal represión del Ejército zarista y fue tempranamente perseguida por las autoridades rusas debido a sus artículos y a su actividad como agitadora. Por ello decidió huir a Europa, donde se fraguaría su leyenda a base de mítines y congresos y donde definió la posición ideológica que la caracterizaría de por vida: dar respuesta a los problemas de las mujeres obreras ante la indiferencia de sus compañeros de Partido, muy volcados con el derrocamiento del zarismo y la imposición de la dictadura del proletariado, pero a los que el feminismo y la igualdad entre sexos les traía sin cuidado –en muchos casos, incluso, estaban abiertamente en contra–.

Lenin

Alexandra defendía la causa de las mujeres junto a otras pioneras contemporáneas de izquierdas como las alemanas Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin o la francesa Inessa Armard en un mundo accidentado que se resistía todavía al cambio pero que no podía frenarlo. Eso sí, en ocasiones a base de mucha sangre derramada. Tras el estallido de la Gran Guerra (como se conocería el conflicto europeo hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial), en 1914, Kolontái participaría activamente junto a Lenin en la defensa del pacifismo realizando incontables giras. Como políglota, Alexandra se desenvolvía con fluidez en varios idiomas (inglés, francés, alemán, finlandés y por supuesto ruso) ante auditorios encandilados con sus arengas.

Después del estallido de la revolución en 1917, fue elegida miembro del Comité Ejecutivo de los Sóviets, convertida en portavoz del propio Lenin, por lo que la prensa la bautizaría como «Valkiria de la Revolución», aprovechando su posición para luchar a favor de las mujeres de los soldados y su precaria situación. Nombrada Comisaria de Asuntos Sociales en el Consejo de Comisarios del Pueblo, el citado Sovnarkom, su defensa de las mujeres y los niños la llevaría a tener numerosos encontronazos con otros miembros del partido (varones, claro) y finalmente a dimitir de su cargo, aunque durante la guerra civil rusa que enfrentaría a los bolcheviques y al Ejército blanco se pondría nuevamente a las órdenes de Lenin.

Jenotdel

Mientras tanto, se las apañó para organizar el Congreso Panruso de Mujeres Trabajadoras, semilla de lo que sería el Departamento de Mujeres Trabajadoras y Mujeres Campesinas del Partido Bolchevique de la Rusia Soviética (el Jenotdel), poniéndose al frente de su consejo editorial para promover la participación de las mujeres en la vida pública y mejorar su educación en pro de su empoderamiento, haciéndolas partícipes también de diversos proyectos sociales. Más tarde Kolontái dirigiría el Jenotdel y defendería con fervor el divorcio y el aborto, así como la plena igualdad entre hombres y mujeres, incluyendo (algo inédito entonces) su plena libertad sexual, ganándose nuevamente enemistades en el Partido.

Una camarada incómoda

Desde el principio tuvo importantes encontronazos con Lenin. En 1922 Kolontái participó en la llamada Oposición Obrera, un grupo que acusó al mismo líder de la revolución de alejarse de la clase obrera y que se mostraba en contra de la llamada Nueva Política Económica impulsada por el gobierno, criticando que su gigantesca y enrevesada burocracia era ajena al movimiento obrero. Alexandra fue marginada y  atacada duramente durante los congresos del Partido, y en 1923 logró escapar in extremis de una oleada de detenciones gracias a la intermediación de Stalin, por el que conseguiría desempeñar una función en la misión diplomática soviética en Noruega.

Durante ese tiempo, sin embargo, no abandonó su credo político y mostró su fidelidad al Partido (que la había maltratado) y a la causa bolchevique en diversos países: Noruega, México y Suecia, siendo nombrada en 1924 embajadora de la URSS en Noruega y convirtiéndose, otro hito, en la primera mujer embajadora de la historia, sobreviviendo a las grandes purgas desatadas por Stalin y que condujeron al gulag o al paredón a sus antiguos compañeros de la Oposición Obrera, lo que sería motivo de controversia hasta el día de hoy: ¿cuál fue su verdadera relación con el «zar Rojo»?

Tumba de Alexandra Kolontái en el cementerio Novodévichy en Moscú.

Alexandra Kolontái moría el 9 de mayo de 1952 en Moscú, al día siguiente del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Y a pesar de su papel fundamental en los momentos previos a la revolución, en el gobierno posterior, la guerra civil y los años duros del estalinismo, la cúpula soviética intentó borrarla de la historia del Partido: no se publicó ninguna necrológica oficial ni fue enterrada con honores, como merecía alguien de su categoría política, en el Kremlin. Stalin pasaba a mejor vida menos de un año después, el 5 de marzo de 1953.

El impacto de Kolontái por estas latitudes

Con su fulgurante ascenso en el movimiento revolucionario internacional, no tardó en difundirse su obra por la España previa a la Segunda República y la Guerra Civil en un ambiente revolucionario que se extendía por toda Europa empujado por las victorias de los bolcheviques frente al Antiguo Régimen ruso. En 1928 se publicaba La bolchevique enamorada y en 1930 La juventud y la moral sexual, que gozaría de un notable éxito tras el establecimiento de la Segunda República y el auge de las organizaciones de corte revolucionario y feminista que clamaba por la emancipación de la mujer en una sociedad fuertemente «chapada a la antigua» (y no precisamente en beneficio del género femenino).

En 1931 se publicó La mujer nueva y la moral sexual y ya en plena Guerra Civil, en 1937, la Editorial Marxista publicaba en Barcelona El comunismo y la familia y el Secretariado Femenino del POUM (el Partido Obrero de Unificación Marxista que en Cataluña libraría una guerra abierta contra el comunismo estalinista), también en la ciudad condal, El amor y la moral sexual. Por supuesto, con el triunfo del bando sublevado y la instauración del franquismo, que duraría cuarenta largos años, la memoria de Kolóntai fue borrada y sus libros prohibidos en nuestro país hasta el año de la muerte del dictador, 1975, cuando se publicaron, y aún con el azote de una exhaustiva censura, varias de sus obras, que gozarían de un nuevo impulso tras la Transición y la recién nacida democracia.

d’Encausse

Kolontái fue acusada de blanquear a Stalin. Ahora, nos llega la que es probablemente la biografía definitiva de esta mujer arrolladora de la mano de la importante historiadora francesa Hélène Carrère d’Encausse, que precisamente fallecía en agosto de este 2023 dejando un profundo vacío en la historiografía contemporánea. Como señala la autora, que no escatima en elogios a la revolucionaria rusa (pero también muestra sin titubeos sus sombras y las contradicciones del régimen soviético), Kolontái vivía con miedo a ser difamada y no criticó nunca al sanguinario dictador ruso, ese «hombre de hierro» que no fue precisamente fiel a la memoria de su antecesor Lenin –que había sido, paradójicamente, el político que lo había creado–, en pos del poder absoluto, ese que siempre ciega a los estadistas de todos los tiempos.

Lo demás es historia, recuperada con maestría y un pulso narrativo encomiable por la citada d’Encause, quien precisamente se hacía este año con el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, que fue entregado a título póstumo a esta mujer, quien fuera la primera en ocupar el cargo de «secretario perpetuo» de la Academia Francesa. Toda una pionera como la protagonista de su magnífica biografía.

He aquí el enlace para hacerse con el libro:

https://www.planetadelibros.com/libro-alexandra-kolontai/382869

Churchill y Franco

Un guerra secreta por la neutralidad (II)

De todos es sabido el estrecho lazo que mantuvo el régimen de Franco con el nazismo. Menos conocidas son las relaciones entre el Gobierno británico de Churchill y España. La desclasificación de importantes documentos de aquel periodo arroja luz sobre un soborno encubierto que cambiaría el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

Óscar Herradón ©

Los informes indican que hasta 30 generales franquistas fueron sobornados entre 1940 y 1943. El dinero llegaría a alcanzar la sorprendente cantidad de 13 millones de dólares de la época para que estos hombres clave se opusieran a la entrada de España en la II Guerra Mundial del lado del Eje y, en caso de que así fuera, se sublevaran contra el mismísimo Francisco Franco si finalmente no lograban convencerlo del tremendo error de luchar al lado de Hitler y Mussolini.

Aranda

Uno de los principales militares conjurados que recibiría dinero a espaldas de Franco fue Antonio  Aranda, capitán general de Valencia y abiertamente crítico con el “Generalísimo”. Al parecer, varios millones de pesetas, como apunta el historiador Pere Ferrer, quien asegura que este era, según recogía una crónica de El Mercantil Valenciano en su edición digital en octubre del 2008, «el oficial destinado a encabezar un golpe de Estado contra Franco». Es más, podría haber recibido por sus servicios de la inteligencia británica unos dos millones de dólares, que convertidos a pesetas en 1940 sumarían un total de más de 25 millones, una cantidad desorbitada en una España famélica y tercermundista.

Lord Halifax y Churchill en 1938 (imagen de dominio público).
Los Franco

El 26 de junio de 1940, el comandante británico Furse (sobre el que apenas existe información disponible) describe en un informe secreto dirigido a Churchill y a lord Halifax los detalles del plan de soborno a la flor y nata de los militares españoles, informe que salió a la luz por fin en 2016 y en el que Furse daba a conocer los nombres de los sobornados y la cantidad a cobrar. Además de Aranda, también Nicolás Franco, hermano del dictador español y embajador en Lisboa, cobraría dos millones de dólares, al igual que el general José Enrique Varela, ministro del Ejército.

La flor y nata del Ejército nacional

Muñoz Grandes

El coronel Valentín Galarza, jefe de la Milicia de Falange –la organización que más clamaba por la entrada en la guerra–, cobraría un millón, y medio cobraría el capitán general de Cataluña, el general Alfredo Kindelán, un personaje al que el mismísimo Furse en sus escritos describiría sin titubeos como un «chorizo». También recibirían cantidades no concretadas otros siete generales, entre ellos el fanático general sevillano Queipo de Llano e incluso Agustín Muñoz Grandes, un par de años después al frente de la División Azul, una ayuda a los ejércitos nazis contra los soviéticos que no gustó nada a los espías que orquestaron el plan del soborno.

A pesar de la aventura en la Unión Soviética, lo cierto es que Franco era consciente de que dependía de la ayuda de Gran Bretaña y los Estados Unidos para que el pueblo español no se muriera de hambre. Necesitaba el trigo y el petróleo que estos le podían brindar –no así alemanes ni italianos–, y era consciente de que poseía un ejército paupérrimo en el que podría saltar la llama de la disidencia.

«Los Tres Grandes»
Yagüe

Volviendo a 1940, a pesar de sus elogios a Hitler tanto en telegramas personales como en la prensa, Franco no se atrevía a desafiar a Churchill. El 27 de junio Franco cesaría al general Juan Yagüe, hasta el momento Ministro del Aire y, al igual que Serrano Suñer, uno de los más destacados partidarios de la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial. El jefe del Estado lo haría tras denunciarse un supuesto complot contra su persona. El mismo Hoare se hacía eco a pocas horas de estos movimientos en sus comunicaciones con la inteligencia británica: «Los planes están dando resultado. El general Yagüe, protagonista de la entrada de España en la guerra, ha sido despedido». En septiembre de ese mismo año Suñer se reunía con Hitler en Berlín pero no llegaba a ningún acuerdo –el Führer, a cambio de prestar ayuda para recuperar Gibraltar, pedía al parecer bases en el Marruecos español y una de las islas Canarias–.

Un plan completamente secreto

Cadogan

Entonces parecía ponerse todo en contra del plan de Hoare en connivencia con Hillgarth y March: Serrano Suñer sustituía en la cartera de Exteriores a Juan Luis Beigbeder, el mismo que había logrado que los norteamericanos y los ingleses enviasen trigo a España a través de la Cruz Roja. El MI6 dudaba de la efectividad del plan del embajador, al que poco tiempo antes el subsecretario permanente del Foreign Office, Alexander Cadogan, había pedido que contactase con la resistencia republicana de la Alianza Democrática, con sede también en Londres, en vistas de que Franco entrase en guerra. La idea que se desprende de los documentos públicos es que Hoare organizase una especie de milicia que llevara a cabo una guerra de guerrillas si los hombres de Hitler invadían la Península. No fue necesario. Tras la histórica reunión de Franco y Hitler en Hendaya no se llegó a ningún acuerdo efectivo.

Hillgarth señala en un detallado informe unos meses después que Hoare había llegado a España en el momento preciso, incidiendo en que consiguió ganar tiempo y resaltando que el gobierno británico debía dejar claro que, si los aliados ganaban la guerra, no forzarían a Franco a dejar el gobierno ni el regreso de la República, una promesa varias veces hecha a los exiliados.

Hugh Dalton

Tras diversos vaivenes, como el bloqueo por parte de los estadounidenses del dinero depositado en su país –que para agosto de 1941 ya rozaba los 13 millones de dólares–, el envío de la División Azul a Rusia en ayuda de la Wehrmatch –que estuvo a punto de echar por tierra el plan– y la simpatía del líder español y otros gerifaltes franquistas por los fascismos, el plan surte efecto. Tanto, que tras ser cesado Serrano Suñer del Ministerio de Gobernación, que pasó a uno de los sobornados, Valentín Galarza, Hugh Dalton, ministro de Guerra Económica inglés y creador del SOESpecial Operations Executive–, uno de los más importantes departamentos de inteligencia durante la guerra, escribió en su diario que: «En España ha estado cargando la caballería de San Jorge».

Conforme alemanes e italianos perdían terreno en Europa y en casi todos los frentes, el régimen español iba minimizando las simpatías hacia estos, al menos de cara al exterior. Sobre una operación secreta, una vez más, descansaba el desarrollo de los acontecimientos. Para la reflexión, dejamos estas palabras de Churchill que dejan entrever muchas de las controvertidas decisiones de su gobierno en la política exterior posterior a la guerra: «no estoy más de acuerdo con el Gobierno interno de Rusia de lo que lo estoy con el de España, pero estoy seguro de que preferiría vivir en España más que en Rusia».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Bajo las zarpas del León (Marcial Pons)

Existen diversos títulos que nos acercan a estos hechos de forma exhaustiva, como Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco, de Ángel Viñas (Crítica, 2021) o El Telegrama que Salvó a Franco. Londres, Washington y la cuestión del régimen (1942-1945), de Carlos Collado Seidel, también editado por Crítica unos años antes, en 2016. El más reciente es Bajo las zarpas del Léon, de Marta García Carrera, editado por Marcial Pons.

Un libro muy recomendable para entender la influencia ejercida por Gran Bretaña en España para decantar la balanza a favor de los aliados, no solo en la Segunda Guerra Mundial sino también en la Primera. En tan delicados periodos históricos del siglo XX España se convirtió en un protagonista destacado del escenario neutral, y fue objeto de reiteradas campañas propagandísticas extranjeras que trataban, por una parte, de explotar las filias y fobias existentes en el país, y por otra, favorecer sus respectivas causas bélicas y dificultar la actuación del enemigo en territorio español. En este sentido, la potencia aliada que movilizaría mayores esfuerzos propagandísticos en la Península sería Gran Bretaña, colocando al país, como reza el título del ensayo, bajo la zarpa de un león que, aunque luchó a contracorriente buena parte de los conflictos, extendió sus garras a través de la diplomacia y la persuasión, como hemos visto en este post.

Este documentado trabajo revela la misión de la propaganda británica en España, un instrumento de guerra que partía de instancias ministeriales y diplomáticas, pero que también se nutría de dinámicas paralelas, como las aportadas por las redes de inteligencia, la iniciativa popular o las plataformas periodísticas e intelectuales. Evolucionando desde la supervivencia a la ofensiva, los británicos emplearon todos los canales disponibles a su alcance para tratar de orientar a la opinión pública española; a veces caminando al filo de lo imposible entre el límite de la imaginación, los obstáculos impuestos por el Gobierno español y los márgenes de la clandestinidad.

He aquí el enlace para adquirirlo:

https://www.marcialpons.es/libros/bajo-las-zarpas-del-leon/9788418752346/

Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española

Y otro libro polémico pero a su vez necesario lo publicó en 2022 la editorial Pasado & Presente, a cuyos títulos debe estar muy atento cualquier apasionado de la historiografía. Se trata de Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española, del catedrático de Estudios Hispánicos en el Oberlin College Sebastiaan Faber. En unos tiempos en que la Ley de Memoria Histórica, renombrada Ley de Memoria Democrática (que derogó la anterior), intenta dignificar a los perdedores, también se ha provocado un efecto contrario y probablemente no deseado a más de 80 años del fin del conflicto fratricida: el despertar de viejas rencillas, las consecuencias de los asuntos mal cerrados (o cerrados apresuradamente) y la debilidad de esa misma memoria a la que se quiere dar voz.

Y es que, aunque todo país democrático debe limpiar su oscuridad y hacer justicia, muchos aseguran que aquello debió hacerse recién inaugurada la democracia, y no cuando la mayoría de aquellos (tanto las víctimas como los verdugos) llevan décadas muertos. Aunque, quizá, como reza el refrán, «nunca es tarde». No todos opinan igual, claro.

Esta polarización, incrementada tras el traslado de los cuerpos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos, hoy renombrado también como Cuelgamuros, unido al auge de la ultraderecha en Estados Unidos, toda Europa y también en España, la parcialidad de la judicatura y de algunos medios y otros problemas que vienen a evidenciar las fisuras de la llamada Transición, como el movimiento independentista catalán o el nuevo revisionismo histórico, sirven al autor para preguntarse si realmente España necesita una Segunda Transición…

Un libro controvertido pero revelador, con un enfoque mesurado y externo, sobre la delicada situación que atraviesa nuestro país y que contiene 13 entrevistas a periodistas, historiadores y politólogos de distintos ámbitos y posiciones, como Enric Juliana, Antonio Maestre, José Antonio Zarzalejos, Cristina Fallaràs, Marina Garcés o Ignacio Echevarría, cuyas palabras pueden servirnos para comprender y analizar correctamente nuestro pasado y cómo nos enfrentamos a nuestro futuro.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

http://pasadopresente.com/component/booklibraries/bookdetails/2022-02-07-17-24-27

Generalísimo (Galaxia Gutenberg)

Y si lo que queremos es centrarnos en una de las figuras clave de esta historia, el dictador Francisco Franco, y sus múltiples «rostros» y contradicciones (de las que también hizo gala en ese crucial periodo que supuso la Segunda Guerra Mundial, en relación tanto con el Eje como con los Aliados), nada mejor que sumergirnos en las páginas de Generalísimo. Las vidas de Francisco Franco, 1892-2020, recientemente publicado por una editorial habitual en el Pandemónium, Galaxia Gutenberg.

Obra de Javier Rodrigo, investigador en ICREA Acadèmia y catedrático acreditado en la Universitat Autònoma de Barcelona, pretende recorrer la vida del personaje a partir de sus denominaciones: de cómo lo llamaron, y de cómo se autodenominó. Paquito, Comandantín, Caudillo, Generalísimo, Su Excelencia el Jefe del Estado… estas y otras denominaciones acompañaron al dictador a lo largo de su vida. Según sus biógrafos y propagandistas (que hicieron «el agosto» durante cuarenta largos años), fue el inmortal, heroico y providencial hombre enviado por Dios para salvar a España, el defensor de la patria, santificado hasta el punto de que, a su muerte, la gente le dejaría peticiones manuscritas de milagros en el ataúd.

 O, en su reverso tenebroso representado desde el antifranquismo, el ser tímido, reprimido y taimado, el cruel, traidor, déspota y despiadado Criminalísimo. El resultado es una reconstrucción a veces turbadora y siempre fascinante de los mitos adheridos a la biografía de Francisco Franco Bahamonde. Una visión renovada y original, un recorrido desde el mito del guerrero tocado por Dios, inmortal e invencible, hasta la caricatura presente, convertido en carne de meme, pasando por su proyección narrativa como salvador de la patria, pacificador nacional, buen dictador, abuelo feliz, protodemócrata u hombre excepcional e irrepetible. Generalísimo habla de las vidas, reales o inventadas, del dictador. Pero, sobre todo, habla de la historia y el presente de España con la controvertida Ley de Memoria Democrática en boca de todos.

La revolución pasiva de Franco (HarperCollins)

Y si queremos seguir ahondando en la ambigua personalidad del dictador, desde un enfoque novedoso como sucede con el texto anterior, el pasado 2022 HarperCollins Ibérica publicaba el sugerente ensayo La revolución pasiva de Franco, un libro diferente sobre el dictador y las entrañas del franquismo que nos revela una nueva perspectiva de la historia contemporánea de España y la llamada Transición. Es obra del filósofo e historiador español José Luis Villacañas, quien, de la mano de La vida de Castruccio Castracani, la obra de Maquiavelo publicada en 1520, nos descubre la figura del «Caudillo» como condotiero y explica al personaje comparándolo con el prototipo de gobernante dibujado por el escritor y diplomático renacentista italiano en El Príncipe.

Teniendo en consideración además el pensamiento del teórico marxista también italiano Antonio Gramsci, Villacañas estudia el papel constituyente de Franco y el sentido de lo que llama «la revolución pasiva», sin precedentes en la historia de nuestro país, que se llevó a cabo durante su largo mandato de cuatro décadas.

Siguiendo el guion de la comedia La Mandrágora de Maquiavelo, el autor también analiza la Transición para preguntarnos cuánto duran las revoluciones pasivas, por qué son tan inestables y qué es lo que las pone en peligro. Todo ello bajo el telón de fondo de la destrucción del pueblo republicano y del sufrimiento de las clases populares en la larga noche de la guerra y la posguerra que marcaron gran parte del siglo XX en el sur de Europa. He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

Memoria de la Retirada (BLUME)

Y en relación al período inmediatamente anterior a las negociaciones secretas emprendidas entre el gobierno franquista y Londres, un libro que conmueve y que es de obligatoria lectura para entender el sufrimiento que causó la sublevación, la Guerra Civil y la posterior victoria del bando franquista es Memoria de la Retirada. 1939. Éxodo y Exilio, dirigido por el fotoperiodista y realizador nacido en París Miquel Dewever-Plana y publicado por la editorial Blume.

Este cautivador ensayo marca el momento en el que Barcelona cayó en manos de los sublevados. Fue el 26 de enero de 1939 y desde ese momento miles de familias republicanas hubieron de exiliarse a Francia, dejando atrás toda una vida, la patria, los enseres y propiedades y los recuerdos. Numerosos niños acomparon a sus padres camino del exilio, experimentando los terribles campos de internamiento y concentración, calamidades y muchas privaciones más.

80 años después, aquellos niños de corta edad se hallan en el ocaso de sus vidas (aunque cada vez son menos los testigos directos de aquellos turbulentos años en que también transcurrió la Segunda Guerra Mundial) y desean más que nunca transmitir como legado a los más jóvenes (que a veces apenas saben algo de nuestra guerra fratricida) la dolorosa experiencia que vivieron. Y este volumen profusamente ilustrado recoge su extraordinario testimonio.

Un año de la guerra de Ucrania: la reconfiguración del orden mundial

Se cumple un año desde que todos nos quedamos paralizados ante las imágenes de los telediarios, con las sirenas de la plaza de Kiev atronando porque se acercaban los primeros bombardeos rusos. El mundo temblaba como no lo hacía desde los años más duros de la Guerra Fría, quizá, desde tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Temíamos que aquella amenaza reconvertida en violencia extendiera sus tentáculos a un conflicto mundial…

Óscar Herradón ©

…finalmente, y a pesar de la ayuda militar a Ucrania, las amenazas nucleares del Kremlin, las duras sanciones, la lucha energética o incluso las matanzas indiscriminadas contra población civil que no se veían por estas latitudes desde el execrable genocidio de los Balcanes (cuando sí que dejamos abandonados a su suerte a esos otros cuasi europeos), la GUERRA, esa palabra tan terrible, se ha circunscrito por ahora a las fronteras de ese país que, en plena Europa (aunque no forme aún parte oficial de la UE), la mayoría conocíamos solo por mundiales de fútbol o escapadas turísticas casi exóticas al Este del viejo continente. Que la guerra se circunscriba a sus fronteras no quiere decir que no hayan cambiado los equilibrios geopolíticos, que ese «Occidente en paz» no esté pendiendo de un hilo o, incluso, quién sabe, como aseguran algunos analistas políticos y militares, estemos ya de lleno sumidos en la Tercera Guerra Mundial, una guerra muy distinta de la vivida hace 80 años.

Hoy sabemos situar a Ucrania en el mapa, aquí y en la Cochinchina, pero la tragedia que viven sus gentes continúa, ahora más como una reverberación que como un temor en el corazón del resto del mundo. Un escenario bélico terrible que todos sentíamos más nuestro porque estaba más cerca de nuestras fronteras, como sentimos más cerca la amenaza del Ébola cuando cruzó el Mediterráneo en septiembre de 2014 y ya no era cosa solo del continente negro, olvidado y olvidable.

Se ha hablado tanto de la guerra de Ucrania que no tiene mucho sentido arrojar más exceso informativo en un día tan señalado. Así que me limito a recuperar el post que el Pandemónium publicó a los 100 días del inicio de la invasión rusa y a recomendar varias novedades editoriales que nos recuerdan que en los conflictos internacionales, la geopolítica y la misma humanidad, no todo es blanco ni negro, sino gris oscuro (o claro, según se tercie), y que si bien Putin es un tirano imperialista que se pasa los derechos humanos y los tratados internacionales por sus partes pudendas, lo cierto es que ni los países que conforman la alianza occidental son unos «santitos», ni todo lo que nos cuentan desde la oficialidad es siempre tal cual; y por supuesto, el envío de armamento y la coraza frente a ese invasor que ya puso en jaque al mundo en varias ocasiones (principalmente bajo la batuta de Stalin, el «hombre de hierro» de la URSS que ahora homenajean en la Nueva Rusia obviando sus muchos crímenes) no es ni filantrópica ni gratuita.

Que se lo digan a la industria armamentística que, según revelaba la prensa el pasado 26 de enero de 2023, solo en Estados Unidos obtendrá 400.000 millones de dólares. No olvidemos que Ucrania centra la atención (todas esas personas que miran el móvil en los andenes del metro, que van a la última moda huyendo por una pasarela humanitaria, que lloran ante las cámaras porque su casa con todas las comodidades acaba de ser barrida por un misil o un dron de origen ¿iraní?… todas son tan parecidas a nosotros y a nuestra vida), pero que la guerra continúa en Siria, donde lleva la friolera de 12 largos y sangrientos años –y donde acaban de sufrir, junto con Turquía, una de las mayores tragedias naturales de las últimas décadas–, en Yemen … Puta guerra, y cuán poco hacemos por que termine…

Libros recomendados

Así, en fecha tan señalada, con tantas preguntas en el aire, en medio de tanto dolor, no está de más recomendar las obras del historiador británico Mark Galleotti, profesor universitario especializado en crimen organizado transnacional y en asuntos de seguridad y política rusos. Hace unos meses, Capitán Swing, ya iniciada la invasión ucraniana, publicaba dos de sus obras más emblemáticas (de las que un humilde servidor se hizo eco en su momento en las páginas de la revista Año/Cero-Enigmas).

En Una breve historia de Rusia, Galeotti utiliza el fascinante desarrollo de dicha nación para iluminar su futuro. El autor trasciende los mitos para llegar hasta el mismo corazón de la historia rusa, atravesando sus etapas fundamentales hasta la llegada de ese frío político (hoy reconvertido por la prensa internacional en el nuevo Hitler) que ahora preside el país, Vladímir Putin, y que lleva gobernándolo la friolera de casi 23 años, desde que se convirtió en presidente interino de la Federación Rusa tras la renuncia de Yeltsin y luego ganó las elecciones presidenciales el 7 de mayo de 2000, iniciando el nuevo siglo con un talante mucho más discreto, moderado y al menos en apariencia casi internacionalista –sin duda, una careta–.

Y precisamente en el volumen Tenemos que hablar de Putin –con el no poco controvertido subtítulo de Por qué Occidente se equivoca con el presidente ruso– Galeotti, una de las personas que más saben de la Rusia actual y del personaje en cuestión, analiza si es verdad todo lo que cuenta Occidente sobre el líder del Kremlin: revela al hombre detrás del mito y aborda las principales percepciones erróneas sobre Putin, que no son pocas en tiempos de infoxicación, fake news (muchas de ellas gestadas desde las mismas altas esferas moscovitas), múltiples actores en el pantanoso terreno de la geopolítica (algunos que décadas antes ni siquiera podían soñar con su posición actual) e intereses creados por opacos grupos que operan bajo diversos think tank…

A partir de ello, el historiador británico explica cómo podemos descifrar las motivaciones de Putin y sus próximos movimientos. Desde sus inicios en el KGB (en un lejano 1985 fue asignado como agente de enlace de nivel medio con la agencia de inteligencia de Alemania Oriental, trabajando de incógnito bajo el paraguas de traductor en Dresde) y su verdadera relación con Estados Unidos hasta su visión del futuro de Rusia –y del resto del planeta–, Galeotti se basa en nuevas fuentes rusas y en explosivos relatos inéditos para ofrecernos una visión sin precedentes del hombre que está en el centro de la política mundial y que desde hace ahora un año se ha convertido en el enemigo público número 1 de las «democracias».

Ya lo dijo el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ahora planteando si da luz verde (previa autorización de la OTAN) al envío de cazas –algo que molesta especialmente a los «morados» del gobierno de coalición en la enésima controversia de la legislatura– a su homónimo ucraniano Volodimir Zelenski (ayer mismo estaba en Ucrania con él en otra de esas visitas sorpresa, más por seguridad que por protocolo, a las que tanto se están aficionando los mandatarios occidentales como forma de apoyo –¿o propaganda?– al país de la bandera azul y amarilla): no estamos inmersos en la guerra de Ucrania, sino en «la guerra de Putin».

Las Guerras de Putin (Desperta Ferro)

Y en vísperas de la conmemoración de ese fatídico «año» (365 días de trincheras, retiradas, avances, comparecencias, sanciones, llanto, dolor y muerte, mucha muerte), una editorial también muy querida del Pandemónium y que cuida con mimo la divulgación histórica, Desperta Ferro Ediciones, publicaba Las Guerras de Putin. De Chechenia a Ucrania, del mismo autor, Mark Galeotti. Una visión general de los conflictos en los que esa nueva Jezabel del Este que es Rusia se ha visto envuelta desde que aquel hermético hijo de Leningrado que llegó a decir que el colapso de la URSS fue «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX», se convirtiese en primer ministro y más tarde en presidente. Desde las dos guerras de Chechenia (estaban muy lejos y no nos asustamos tanto) hasta la incursión militar en Georgia, su polémica intervención en la Guerra Civil siria, la anexión de Crimea (¿no habría que haberle parado ahí los pies, como a Hitler en Checoslovaquia? Quizá nos hubiésemos ahorrado sangre y lágrimas…) y la en un principio eventual (y ya larga y devastadora) invasión de la propia Ucrania.

Galeotti analiza cómo el señor Putin ha remodelado su país mediante dicha serie de intervenciones militares, examinando de forma más amplia –y realmente elocuente– la renovación del poder militar ruso y su evolución para incluir nuevas capacidades que van desde el empleo de mercenarios hasta su implacable guerra de información contra Occidente.

La aguda visión estratégica de Galeotti revela las fortalezas y debilidades de unas fuerzas armadas rusas rejuvenecidas por sus éxitos y fracasos en el campo de batlla, y los salpica de anécdotas, instantáneas personales de los conflictos y una extraordinaria colección de testimonios de primera mano de oficiales rusos, tanto en activo como retirados. No había un momento mejor para entender cómo y por qué Putin ha hecho todo esto ni un autor más adecuado que este para desmitificar las capacidades militares rusas y tratar de entrever qué nos puede deparar el futuro, un futuro incierto sin duda (no lo olvidemos, el futuro no existe, y cualquier conjetura sobre el mismo no deja de ser un ejercicio profético, por lo tanto, no científico), y realmente inquietante.

He aquí el enlace para adquirir este libro tan recomendable a un año de que sonaran las primeras sirenas, y el mundo (in)civilizado se paralizara de punta a punta:

Los Hombres de Putin (Península)

Y para entender el pasado como espía de Putin y cómo los servicios secretos de la antigua URSS influyeron en la configuración de la actual Federación Rusa, lo mejor es sumergirnos en las absorbentes páginas de Los Hombres de Putin. Cómo el KGB se apoderó de Rusia y se enfrentó a Occidente, que Península publicó hace apenas unos meses. Es obra de la periodista (y corresponsal de investigación para Reuters en Moscú) Catherine Bolton, quien también fuera corresponsal en la capital rusa para el Financial Times de 2007 a 2013.

Tras este monumental ensayo de casi 1.000 páginas (que se leen como se devoran las de una buena y fluida novela) existe una loable labor de investigación a través de entrevistas exclusivas con personas implicadas en los hechos que revelan la historia inédita de cómo Vladímir Putin y su círculo más estrecho, formado en su mayor parte por miembros del KGB, como reza el subtítulo, se aprovecharon de Rusia e instauraron una nueva liga de oligarcas cuya influencia se extendió por Occidente y que han sido los principales objetivos de las sanciones impuestas por la Unión Europea y la OTAN tras la cruenta invasión y posterior guerra de Ucrania.

Con la maestría de una periodista curtida en los escenarios de los hechos durante décadas, Belton da cuenta al lector de cómo Putin llevó a cabo su implacable conquista de las empresas privadas para posteriormente repartirlas entre sus aliados, quienes poco a poco fueron extendiendo sus posesiones por Europa y EE.UU.

Un portentoso ejemplo de periodismo de investigación sobre cómo el temido KGB aprovechó el caos originado tras la caída de la Unión Soviética para hacerse con el control del gigantesco país, borrando los límites entre el crimen organizado y el poder político y silenciando a la oposición, de Anna Politkóvskaya, asesinada a sangre fría en su domicilio en 2006, a Alekséi Navalny, en prisión en Rusia y cuya historia de resiliencia y tesón ha merecido el Oscar al Mejor Documental hace unos días. 

* Todas las imágenes de este post, salvo las portadas de los libros reseñados, son de Wikimedia Commons (Free License)

Tito (Cult Books)

Y si los seguidores del Pandemónium quieren penetrar también en la biografía de una de las personalidades más controvertidas y carismáticas de aquellos tiempos de la extinta URSS que tanto añora Putin, nada mejor que sumergirse en las páginas de Tito, de Jasper Ridley, biografía publicada recientemente por Cult Books, editorial habitual en nuestro blog.

Desde la destrucción de Yugoslavia, la figura de Josip Broz Tito, que gobernó el país bajo un régimen dictatorial durante treinta y cinco años (desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta 1980), ha suscitado sentimientos encontrados, despertando tanto admiración entre sus muchos seguidores como odio entre sus detractores y aquellos que padecieron la represión del régimen comunista que implementó en aquel territorio desmembrado en los años 90 y donde todavía hoy se palpan el resentimiento y la venganza.

Destruido el Tercer Reich, cada vez parecía más probable que Yugoslavia quedase absorbida por la Unión Soviética con sus otros países satélites, en una extensión del viejo continente que todavía hoy corta el aliento (y, claro, añoran muchos rusos nostálgicos como el propio rey del Kremlin). Pero el genio militar y diplomático de Tito logró evitar esta circunstancia, cubriendo con un manto de protector la heterogénea colección de grupos étnicos y religiosos –la mayoría hostiles– que formaba el territorio yugoslavo.

Mientras vivió, Tito logró mantener al heterogéneo país unido y conservar su independencia y neutralidad en la lucha entre superpoderes rivales. El distinguido historiador y biógrafo inglés Jasper Ridley (1920-2004) se encargó de realizar una de las más documentadas biografías del mandatario. El autor viajó a Croacia y a Serbia, donde, gracias a sus amistades personales, pudo conversar en el presidente Franjo Tudjman, con Zarko y Misa Broz –nada menos que los hijos de Tito– y otros miembros de la familia, así como con sus generales, ministros, embajadores y secretarios para traernos de primera mano la epopeya de aquel veterano de la Segunda Guerra Mundial que luchó con los partisanos frente a las fuerzas de ocupación del Eje y que, héroe de guerra para muchos, es también considerado responsable de muchas decenas de miles de muertes de anticomunistas, en su mayoría croatas de la Ustacha (organización terrorista nacionalista croata basada en el racismo religiosos, cuyos miembros fueron aliados del Tercer Reich y que fue formada en 1929 por el ultracatólico Ante Pavelic) en la masacre de Bleiburg, y serbios chetniks.

Ridley también se entrevistó con Milovan Djilas –el camarada de Tito que acabaría por convertirse en su adversario– y con varios de sus rivales políticos. El resultado es una obra ampliamente documentada, con información jamás publicada hasta el momento del lanzamiento del libro, de ritmo endiablado para un ensayo historiográfico, que no solo revela los logros políticos del dictador sino que también pone de relieve la carismática personalidad de este conflictivo hombre que fascinó a todos los que le conocieron. Además, el autor ofrecía un panorama clarificador sobre los orígenes y la historia de este territorio del Este de Europa desgarrado durante siglos por las diferencias étnicas, políticas, culturales y religiosas cuyo drama cobra renovada vitalidad en medio de la devastadora guerra de Ucrania.