En la mitología vikinga, Odín era representado en ocasiones cabalgando por el aire sobre su corcel de ocho patas a gran velocidad en medio de la tormenta, acompañado de un séquito de espíritus incorpóreos sobre corceles jadeantes con perros ladrando. Aquella turba guerrera sobrenatural era conocida como «la Cacería Salvaje», una suerte de procesión de ánimas a medianoche que con sus particularidades es recogida por los mitos de varios pueblos.
De hecho, con sus diferencias con los cultos nórdicos, en España adquiere diversas formas y nombres: la Huéspeda o la Güestia en León y Asturias, la Genti de Muerti en las Hurdes, Estantigua en Castilla (derivado de Hoste Antica y Hestantigua) y la célebre Santa Compaña del folclore gallego. Todas ellas, por lo general, presagian la muerte o son portadoras de malos augurios. De hecho, esa tradición en parte se debe a una herencia de origen céltico que en Irlanda tiene su propia manifestación en los denominados Banshees, espíritus femeninos que según la mitología se aparecen a las personas para anunciar con sus llantos y gritos la muerte de un familiar; una suerte de «hadas verdes» mensajeras de otro mundo o, en otras interpretaciones, ángeles caídos del folclore irlandés.
Volviendo a la Cacería Salvaje nórdica, Jacob Grimm, uno de los hermanos que dieron forma a los inolvidables cuentos infantiles, recogió en Deutsche Mythologie (1835) alusiones a esa siniestra partida de caza en la que un grupo de cazadores fantasmales y oscuros, a caballo y acompañados de perros furiosos, se manifestaba a algún viajero en una especie de montería celeste de mal agüero. Aunque fascinado por el pasado germánico y el paganismo interpretó mal algunas señales y recogió los mitos pecando de escaso cientificismo, fue Grimm quien bautizó dicha procesión espectral como Wilde Jagd («Caza Salvaje»).
Cuando las gentes oían el rugido del viento, temerosas, gritaban ruidosamente, para evitar ser arrastrados por la furiosa comitiva. Incluso tras la implantación del cristianismo, las gentes del norte seguían temiendo las tormentas. ¿Y qué cazaban aquellos espectros a lomos de corceles? Dependiendo de la saga nórdica a la que nos remitamos, el trofeo podía ser un caballo salvaje, un jabalí visionario o las Doncellas del Musgo –Ninfas de la madera–, simbolizadas por las hojas caídas en otoño.
Un mito largamente extendido
En distintos lugares de la vieja Europa, era una forma alegórica de explicar las tormentas. Se encuentran mitos similares en Polonia, Suiza, Inglaterra, Austria, la propia España, Francia… Ser testigo de la Cacería Salvaje podía presagiar la muerte de un familiar o la propia, pero también el anuncio profético de alguna catástrofe, ya fuera en forma de guerra o de plaga como la peste negra, tan extendida en la Edad Media. Los testigos podían optar por arrojarse al suelo –y sentir sobre sus atormentadas espaldas los cascos de las monturas–, o bien dejarse llevar por la partida, lo que podía arrojarlos lejos de sus casas o provocarles la muerte por la furiosa embestida, por lo que pasaban a convertirse en uno de más de la comitiva nocturna, algo relativamente similar a la Santa Compaña y sus luceros.
En ciertas zonas de Gran Bretaña, la Cacería Salvaje se relacionaba con perros de presa infernales que perseguían a los pecadores y a aquellos que no habían sido bautizados, por obra y gracia de la institución eclesial. Con el paso de los siglos, en alguna zonas como el norte de Inglaterra el mito se fue modificando y los dioses nórdicos originarios (como Wotan u Odín) fueron dando paso a otras deidades o héroes populares como el corsario y azote de la flota hispánica sir Francis Drake, o el mismísimo Rey Arturo en la Bretaña francesa. En otros rincones de Francia, comandaba la cacería Carlomagno, acompañado de su fiel paladín Roldán.
En Cataluña el líder de tan siniestra comitiva, según una popular balada, era el Conde Arnau (Comte Arnau), un noble legendario oriundo del Ripollés, cuya crueldad le condenó a conducir durante toda la eternidad a los perros cazadores mientras su carne es devorada por las llamas. La Cacería Salvaje fue un mito de origen principalmente nórdico que muy probablemente se extendió –adquiriendo diferentes formas y particularidades dependiendo de la zona– con las conquistas vikingas de Europa.
PARA SABER ALGO (MUCHÍSIMO) MÁS:
Si lo que queremos es una visión global (pero exhaustiva) de los señores del norte, nada mejor que sumergirnos en las páginas de Vikingos. La historia definitiva de los pueblos del norte, de Neil Price, que ha publicado recientemente la editorial de referencia Ático de los Libros.
Price es un distinguido profesor y catedrático de Arqueología en la Universidad de Upsala, en Suecia. Ha investigado, enseñado y escrito sobre la época vikinga durante casi treinta y cinco años y es autor de diversos trabajos. En el presente ensayo, el autor presenta por vez primera un retrato fidedigno de los vikingos basado en las últimas investigaciones y descubrimientos arqueológicos. Y es que la época vikinga fue testigo de una expansión sin precedentes de los pueblos escandinavos, durante la cual comerciantes, piratas, exploradores y colonizadores nórdicos viajaron desde América del Norte hasta las estepas asiáticas y navegaron por todos los mares, conquistando gran parte de Inglaterra, Irlanda, Escocia, Gales, Islandia y Groenlandia. Sin embargo, durante siglos, estos pueblos vikingos se han presentado a través de una óptica distorsionada para satisfacer los gustos de cronistas medievales, dramaturgos de la Inglaterra isabelina, potencias imperialistas y otros intereses.
En un épico recorrido que abarca desde la caída del Imperio romano al siglo XII, Price rastrea el origen de los vikingos, nos descubre su cultura y cosmología, y explica qué los impulsó a lanzarse a las razias y saqueos que los hicieron temidos en toda Europa. El autor nos muestra a estos aguerridos hombres tal y como ellos mismos se veían. En las páginas de este absorbente ensayo cobra vida un pueblo totalmente distinto a nosotros, glorioso pero terrible, nacido del frío invernal, la guerra y el comercio, sangriento a la vez que exquisito.
Una historia monumental sobre uno de los periodos más fascinantes del pasado que cambió para siempre el rumbo del continente europeo de la que el escritor británico Tom Holland, viejo conocido del Pandemónium, ha dicho: «Esta es la historia de los vikingos más brillante que uno puede leer». ¿Qué más se necesita?
A lo largo de casi tres siglos surcaron los mares y aterrorizaron las costas de Europa. Aguerridos soldados, fueron mucho más que simples bárbaros: llevaron el comercio a Oriente y desembarcaron en tierras desconocidas. Devotos de sus dioses y grandes supersticiosos, la magia y la profecía formaban parte de su vida cotidiana y su universo espiritual estaba poblado de seres aterradores, maleficios y oscuras venganzas. Con el lanzamiento del completo ensayo Los Hombres del Norte, de Kim Hjardar, que ha publicado Edhasa, recuperamos un tema estrella en «Dentro del Pandemónium».
Han pasado más de mil años pero sus sanguinarias hazañas siguen despertando la curiosidad y el temor a partes iguales. Pertrechados con toscas pero implacables armas de combate, aquellos considerados los mejores navegantes de su tiempo asolaron numerosas poblaciones costeras de la vieja Europa a golpe de hacha y espada.
Considerados poco menos que salvajes, los señores del Norte eran, sin embargo, un pueblo con elaboradas creencias, cultura propia y una rudimentaria escritura, las runas, muy vinculada con la magia y la adivinación. Ahora que los vikingos están más de moda que nunca gracias a exitosas películas y series que reivindican su papel en la historia, aunque con elevadas dosis de ficción, el misterio en torno a su figura continúa sin ser completamente desvelado, acumulándose los interrogantes sobre muchos aspectos de su existencia: sus túmulos funerarios, los sacrificios humanos, sus ceremonias iniciáticas o sus sorprendentes expediciones. En las próximas líneas, intentaremos arrojar algo de luz a su sorprendente peregrinaje en la oscuridad de los tiempos medievales.
El misterio en torno a nuestros protagonistas empieza por su mismo nombre. El origen de la palabra vikingo es ya de por sí discutido. En textos en escritura rúnica se usa la forma «fara í víking» en el sentido de «ir de expedición», aunque textos más tardíos como las sagas irlandesas se refieren exclusivamente a este término como sinónimos de piratería o saqueo, aunque parece que las connotaciones negativas le fueron atribuidas tiempos después de la llamada Era Vikinga –aproximadamente entre los años 789 y 1100–; aunque las teorías sobre el origen etimológico de la palabra son variadas y confusas: en nórdico antiguo vik significa «bahía pequeña, cala o entrada», que puede estar relacionada también con la teoría de que la palabra vikingo haría alusión a una persona que proviene de Viken –un antiguo reino cuyas fronteras, no muy claras tampoco, parece que abarcaban parte de Noruega, Dinamarca y Suecia–. Vikingo, no obstante, fue el principal nombre dado a los pueblos nórdicos originarios de Escandinavia durante la Edad Media en general. Sea como fuere, los enigmas se multiplican en relación a sus formas de vida, sus ceremonias, saqueos y creencias en general.
Fuentes documentales
Puesto que los vikingos no dejaron escrito nada en referencia a sus creencias, ni poseían una religión revelada ni tenían un libro sagrado, hemos de basarnos en las sagas escritas posteriormente que supuestamente recogen la tradición oral de varios siglos, y también acudir a la rica mitología de los pueblos escandinavos. Ante la falta de certezas que expliquen la cosmogonía de una cultura, el origen del mundo y del Universo, el hombre suele ocupa ese vacío existencial recurriendo a la mitología, historias y leyendas que se dan la mano y se confunden, transmitidas oralmente de generación en generación, mitos que permiten en parte entender la forma de ser y actuar de estos pueblos; una mitología que alude al destino, al más allá o al fin del mundo en la mayoría de relatos.
Las más célebres son la llamada Eddamenor, que el noble islandés Snorri Sturluson compuso entre los años 1220 y 1230, una obra en prosa que mostraba el panteón de dioses vikingos y su cosmogonía desde la óptica cristiana, y la llamada Edda poética, una colección de 29 poemas sobre dioses y héroes escrita en Islandia entre 1250 y 1300; también tenemos los versos compuestos por los poetas o escaldos cortesanos, que componían los cantos heroicos, a través de unas “agudezas” o metáforas llamadas kennings que ofrecen valiosa información religiosa y mitológica.
Además, en el siglo XIII el monje danés Saxo Grammaticus compuso la Gesta Danorum, una historia de ecos legendarios de los reyes de Dinamarca que incluía también importante información mitológica, sin olvidar los cronistas de otras religiones que tuvieron algún contacto con los vikingos, como el monje y cronista cristiano del siglo XI Adán de Bremen o el escritor y aventurero árabe Ahmad ibn Fadlán. La fuente más antigua sobre estos pueblos nórdicos es la obra que compuso en el siglo I de nuestra era el historiador romano Tácito, Germania.
Ritos y culto ancestrales
En relación con sus ritos, los investigadores señalan que no existe religión escandinava antigua en el sentido que le damos hoy, abstracto y conceptual. El término que aludía a lo que llamamos religión era «sidr», que tenía el significado literal de «práctica» o «costumbre». Salvo casos aislados, parece que no existían sacerdotes como tales, que pasasen una iniciación particular ni que formaran una casta. No obstante, en fuentes islandesas posteriores se alude a una clase sacerdotal llamada Godar –cuyo significado era «Aquellos que hablan la lengua de los dioses»–, que albergaba responsabilidades religiosas y civiles. Los Godar pertenecían a la comunidad «sacerdotal» de Ásatrú, y podían ser un gothi (sacerdote) o una gythia (sacerdotisa). Parece un hombre era libre de elegir a qué dios adorar. Y es que la libertad, incluso de culto, era una de las características fundamentales del vikingo.
Su religión se reducía principalmente al culto a distintos dioses de una mitología pagana muy rica pero igualmente confusa debido al sincretismo con otras religiones –los pueblos germanos de raíz indoeuropea que se instalaron en Escandinavia y los pueblos ya asentados allí, y más tarde con el cristianismo– y a la confusión entre diferentes mitos de diversas procedencias, aunque en su panteón, de numerosos dioses, destacaban Odín y sus hijos Thor y el maléfico Loki, además de Freyja, la diosa del amor y la belleza, o Tyr, el dios del valor, entre muchas otras divinidades.
El momento más solemne de esta «religión» era el llamado sacrificio –el Blót–, principalmente de animales, por lo general cerdos y caballos, muy frecuente en sus prácticas, que consistía en hacer una petición a sus dioses –brindándoles un tributo de sangre– a cambio de que les fueran propicios en la cosecha, la guerra o la enfermedad.
El primer paso del Blót era el sacrificio en sí, mientras que el segundo era la consulta a los augures o rituales de adivinación, de gran importancia para un pueblo regido por las determinaciones del destino; y el tercero consistía en un banquete sacrificial conocido como blotveizla, durante el cual los invitados –que podían ser unos pocos o cientos– consumían la carne del animal inmolado, a la vez que realizaban libaciones –normalmente de hidromiel o cerveza– destinadas a sus antepasados, a sus dioses y a las personas presentes más importantes de la comunidad, haciéndose a la vez juramentos constrictivos –para los vikingos era muy importante un juramento sobre un anillo sagrado, en honor al anillo Draupnir– y probablemente, aunque existen lagunas documentales, rituales de tipo adivinatorio como el seidr.
Así se conocía a un tipo de hechizos o brujerías practicado por los nórdicos paganos que implicaba el encantamientos con hechizos y que tenía un fuerte componente chamánico. Solía ser realizado mayoritariamente por mujeres –la völva o seidkona, “mujer que ve”–, pero también lo podían llevar a cabo hombres –aunque no era muy bien visto–, una práctica que, según la creencia, realizaba Freyja y algunas otras diosas del panteón nórdico e incluso Odín. Fue Snorri Sturluson quien recogió en qué consistía el seidr: éste incluía tanto adivinaciones como la llamada “magia manipuladora”. En las sagas escandinavas es descrito para afectar a una persona, ya sea para maldecirla, sanarla o cambiar su pensamiento e incluso su destino.
Este «maleficio» se realizaba mediante un tipo de trance conocido como spae, durante el cual se utilizaba, según recogen algunas sagas, una suerte de trono conocido como seidrhjallr, proveniente del nórdico antiguo hjallr, cuyo significado es plataforma. No se sabe con certeza cuál era su uso exacto, aunque parece que venía a simbolizar una suerte de unión entre lo que había en el cielo y en la tierra y otros mundos de su cosmogonía.
Parece que también las hechiceras utilizaban un bastón o cayado llamado seidrstafr, del que se han hallado restos arqueológicos. Cuando una bruja, una völva, moría, era enterrada con este instrumento, que solía llevar grabados varios hechizos con runas, el lenguaje adivinatorio de los nórdicos, y ornado con vidrios y piedras semipreciosas.
Cánticos para invocar el otro mundo
A través de un canto conocido como vardlokkur, que la völva –o sus ayudantes– interpretaba para su propia protección mientras practicaba el seidr –ya que mientras tanto se encontraba en “el otro mundo” y podía sufrir algún percance–, parece que los espíritus del más allá le brindaban información. De hecho, es popular el mito del viaje que las Völur han de realizar a Hel –el inframundo nórdico– para contactar con las almas difuntas, que son quienes les narraban el porvenir. Queda patente pues que la adivinación y la predestinación están presentes en la gran parte de los cultos religiosos vikingos.
Junto a los seidr, en las sagas se atribuye a las völva la capacidad de hacer otro tipo de magia como cambiar el clima a su antojo, invocando por ejemplo grandes tormentas –en una suerte de «hacedoras de lluvias» que existen en otras culturas–, un rito para el que la oferente incluso se preparaba ingiriendo una serie de alimentos especiales. Además de las seidkona y las völva, existían también curanderas que utilizaban las fuerzas o espíritus de la naturaleza, según el autor Manuel Velasco, «para ayudar a recuperar o mantener la salud de la gente». Estas mujeres eran denominadas «Hijas del Cuervo» y estaban bajo la advocación de Eir, diosa de la sanación.
Y aquí llegamos a un punto controvertido sobre el pasado de este pueblo… ¿cometieron sacrificios humanos? Lo veremos en el siguiente post, que está a punto de caramelo, o tan dulce como el Hidromiel…
Este post continuará con los curiosidades sobre los señores del norte.
PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:
Edhasa acaba de publicar un conciso, podría decirse que breve para este tipo de trabajos, pero exhaustivo e hipnótico ensayo, firmado por uno de los mayores expertos internacionales en esos hombres del norte que dan título al libro: Kim Hjardar.
Doctor en cultura nórdica, vikinga y medieval por la Universidad de Oslo y profesor de Historia en St. Hallvard College, Hjardar ha trabajado en estudios vikingos y medievales durante más de quince años, tanto como profesional como recreador histórico de la mayor y más veterana asociación de recreación histórica de época vikinga en Noruega. Es también coautor, junto a Vegard Vike, de Vikingos en guerra, que publicó la editorial también amiga del «Pandemónium» Desperta Ferro Ediciones en 2019.
Desde los inicios del siglo IX hasta finales del XI, los hombres del norte arribaron a casi todas las costas del mundo occidental. Los vikingos eran hombres rudos, con una cultura diferente, hambientos de tierras y riquezas, pero mucho más humanos de los que durante mucho tiempo se ha dado en imaginar. Gracias a los avances que consiguieron en los barcos y las técnicas de navegación, así como a unas estrategias impredecibles, los vikingos podían atacar repentinamente con una fuerza brutal y luego replegarse con el botín a toda velocidad. Procedentes de una sociedad, sin duda, altamente militarizada, el honor lo significaba todo: perder la reputación era peor que la muerte. Por eso la venganza de sangre era su mayor recompensa…
Cierto es que causaron estragos allí donde desembarcaron, pero también que, en parte gracias a ellos, se unificaron los reinos hispanos y el avance de Carlomagno y de los francos por Europa se detuvo. Pues el encuentro entre culturas cambió tanto las sociedades europeas como las nórdicas. Son muchos los datos ya conocidos, que a su vez se mezclan con el mito y la leyenda. En esta breve historia, Kim Hjardar lo analiza todo: el asalto a Europa -llegaron incluso a América del Norte-, la construcción de sus barcos, sus estrategias militares, sus armas, sus dioses, sus poblados… En definitiva, la forma de vida de los vikingos.
He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:
Y para tener una visión general y concisa de la Historia con mayúscula, podemos acercarnos a las ilustradas páginas del Atlas histórico del mundo, que ha publicado Tikal (Susaeta Ediciones). Un recorrido vibrante por el pasado a través de 90 fichas temáticas, explicativas y acompañadas de numerosos mapas historiográficos y fabulosas ilustraciones. Un volumen de gran tamaño con cartografía del más alto nivel, textos complementados por síntesis cronológicas y recuadros temáticos. Además, va acompañado de líneas de tiempo y completo índice de lugares y personajes desde la Antigüedad hasta el siglo XX: Julio César, por supuesto Alejandro Magno, los celtas, los vikingos, los visigodos, la Edad Media o las dos guerras mundiales. He aquí el enlace para adquirir este sucinto y ameno trabajo: