La Cacería Salvaje. La procesión espectral en tierras nórdicas

En la mitología vikinga, Odín era representado en ocasiones cabalgando por el aire sobre su corcel de ocho patas a gran velocidad en medio de la tormenta, acompañado de un séquito de espíritus incorpóreos sobre corceles jadeantes con perros ladrando. Aquella turba guerrera sobrenatural era conocida como «la Cacería Salvaje», una suerte de procesión de ánimas a medianoche que con sus particularidades es recogida por los mitos de varios pueblos.

Óscar Herradón ©

De hecho, con sus diferencias con los cultos nórdicos, en España adquiere diversas formas y nombres: la Huéspeda o la Güestia en León y Asturias, la Genti de Muerti en las Hurdes, Estantigua en Castilla (derivado de Hoste Antica y Hestantigua) y la célebre Santa Compaña del folclore gallego. Todas ellas, por lo general, presagian la muerte o son portadoras de malos augurios. De hecho, esa tradición en parte se debe a una herencia de origen céltico que en Irlanda tiene su propia manifestación en los denominados Banshees, espíritus femeninos que según la mitología se aparecen a las personas para anunciar con sus llantos y gritos la muerte de un familiar; una suerte de «hadas verdes» mensajeras de otro mundo o, en otras interpretaciones, ángeles caídos del folclore irlandés.

Volviendo a la Cacería Salvaje nórdica, Jacob Grimm, uno de los hermanos que dieron forma a los inolvidables cuentos infantiles, recogió en Deutsche Mythologie (1835) alusiones a esa siniestra partida de caza en la que un grupo de cazadores fantasmales y oscuros, a caballo y acompañados de perros furiosos, se manifestaba a algún viajero en una especie de montería celeste de mal agüero. Aunque fascinado por el pasado germánico y el paganismo interpretó mal algunas señales y recogió los mitos pecando de escaso cientificismo, fue Grimm quien bautizó dicha procesión espectral como Wilde Jagd («Caza Salvaje»).

Cuando las gentes oían el rugido del viento, temerosas, gritaban ruidosamente, para evitar ser arrastrados por la furiosa comitiva. Incluso tras la implantación del cristianismo, las gentes del norte seguían temiendo las tormentas. ¿Y qué cazaban aquellos espectros a lomos de corceles? Dependiendo de la saga nórdica a la que nos remitamos, el trofeo podía ser un caballo salvaje, un jabalí visionario o las Doncellas del Musgo –Ninfas de la madera–, simbolizadas por las hojas caídas en otoño.

Un mito largamente extendido

En distintos lugares de la vieja Europa, era una forma alegórica de explicar las tormentas. Se encuentran mitos similares en Polonia, Suiza, Inglaterra, Austria, la propia España, Francia… Ser testigo de la Cacería Salvaje podía presagiar la muerte de un familiar o la propia, pero también el anuncio profético de alguna catástrofe, ya fuera en forma de guerra o de plaga como la peste negra, tan extendida en la Edad Media. Los testigos podían optar por arrojarse al suelo –y sentir sobre sus atormentadas espaldas los cascos de las monturas–, o bien dejarse llevar por la partida, lo que podía arrojarlos lejos de sus casas o provocarles la muerte por la furiosa embestida, por lo que pasaban a convertirse en uno de más de la comitiva nocturna, algo relativamente similar a la Santa Compaña y sus luceros.

En ciertas zonas de Gran Bretaña, la Cacería Salvaje se relacionaba con perros de presa infernales que perseguían a los pecadores y a aquellos que no habían sido bautizados, por obra y gracia de la institución eclesial. Con el paso de los siglos, en alguna zonas como el norte de Inglaterra el mito se fue modificando y los dioses nórdicos originarios (como Wotan u Odín) fueron dando paso a otras deidades o héroes populares como el corsario y azote de la flota hispánica sir Francis Drake, o el mismísimo Rey Arturo en la Bretaña francesa. En otros rincones de Francia, comandaba la cacería Carlomagno, acompañado de su fiel paladín Roldán.

En Cataluña el líder de tan siniestra comitiva, según una popular balada, era el Conde Arnau (Comte Arnau), un noble legendario oriundo del Ripollés, cuya crueldad le condenó a conducir durante toda la eternidad a los perros cazadores mientras su carne es devorada por las llamas. La Cacería Salvaje fue un mito de origen principalmente nórdico que muy probablemente se extendió –adquiriendo diferentes formas y particularidades dependiendo de la zona– con las conquistas vikingas de Europa.

PARA SABER ALGO (MUCHÍSIMO) MÁS:

Si lo que queremos es una visión global (pero exhaustiva) de los señores del norte, nada mejor que sumergirnos en las páginas de Vikingos. La historia definitiva de los pueblos del norte, de Neil Price, que ha publicado recientemente la editorial de referencia Ático de los Libros.

Price es un distinguido profesor y catedrático de Arqueología en la Universidad de Upsala, en Suecia. Ha investigado, enseñado y escrito sobre la época vikinga durante casi treinta y cinco años y es autor de diversos trabajos. En el presente ensayo, el autor presenta por vez primera un retrato fidedigno de los vikingos basado en las últimas investigaciones y descubrimientos arqueológicos. Y es que la época vikinga fue testigo de una expansión sin precedentes de los pueblos escandinavos, durante la cual comerciantes, piratas, exploradores y colonizadores nórdicos viajaron desde América del Norte hasta las estepas asiáticas y navegaron por todos los mares, conquistando gran parte de Inglaterra, Irlanda, Escocia, Gales, Islandia y Groenlandia. Sin embargo, durante siglos, estos pueblos vikingos se han presentado a través de una óptica distorsionada para satisfacer los gustos de cronistas medievales, dramaturgos de la Inglaterra isabelina, potencias imperialistas y otros intereses.

En un épico recorrido que abarca desde la caída del Imperio romano al siglo XII, Price rastrea el origen de los vikingos, nos descubre su cultura y cosmología, y explica qué los impulsó a lanzarse a las razias y saqueos que los hicieron temidos en toda Europa. El autor nos muestra a estos aguerridos hombres tal y como ellos mismos se veían. En las páginas de este absorbente ensayo cobra vida un pueblo totalmente distinto a nosotros, glorioso pero terrible, nacido del frío invernal, la guerra y el comercio, sangriento a la vez que exquisito.

Una historia monumental sobre uno de los periodos más fascinantes del pasado que cambió para siempre el rumbo del continente europeo de la que el escritor británico Tom Holland, viejo conocido del Pandemónium, ha dicho: «Esta es la historia de los vikingos más brillante que uno puede leer». ¿Qué más se necesita?