El mago personal de Heinrich Himmler

Existió un personaje, fundamental en el círculo íntimo de Heinrich Himmler (jefe de la Gestapo, las SS y el mayor obseso del régimen por el ocultismo), que ha sido llamado con acierto por algunos historiadores «el Rasputín nazi», el artífice de los rituales secretos y los símbolos esotéricos de las SS.

Óscar Herradón ©

Respondía al nombre de Karl Maria Wiligit, uno de los personajes más extravagantes, oscuros y silenciados de aquel tiempo. Sin sus delirantes teorías, herederas de los grupos secretos völk de principios de siglo que influirían poderosamente en el ideario nacionalsocialista, y que asumió sin rodeos el Reichsführer, las SS nunca habrían sido lo que acabaron siendo. Pero vayamos por pasos… ¿Quién fue ese singular individuo que suelen pasar por alto los libros «serios» de historia? ¿Cuál fue su papel en el inmenso aparato político nazi? Y es que, mal que le pese a algunos que subestiman su papel en los acontecimientos, los postulados ocultistas de Wiligut se convirtieron en ideología política, con nefastas consecuencias a nivel global.

Karl Maria había nacido en Viena en 1866, siendo hijo de un oficial del Ejército con problemas mentales. En  1906 se casó con Malwine Leus von Teuringen of Bozen, con quien tuvo dos hijas, Gertrud y Lotte. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió en el ejército y cuando finalizó la conflagración, con las nefastas consecuencias de la derrota para Alemania, como tantos otros de sus compatriotas se afilió a una organización paramilitar de derechas en Austria. Entonces ya era  un hombre violento con un marcado alcoholismo que iba armado de una pistola y maltrataba continuamente a su esposa; sobre su persona planeaba también la sospecha del abuso sexual a sus dos hijas pequeñas que llevaría a la madre a cerrar con llave la habitación de las niñas.

Recluido en un psiquiátrico

Su peligroso comportamiento y sus costumbres extravagantes hicieron que finalmente fuese internado en una institución mental en Salzburgo, donde  le fue diagnosticada psicosis, esquizofrenia y megalomanía y donde permanecería recluido hasta 1927. En el hospital mental, Weisthor haría gala de su diagnóstico, jactándose entre sus compañeros y los celadores de que él mismo había sido capaz de evitar un golpe de estado comunista en Alemania y de que nada menos que miembros del Ku Klux Klan, organización racista estadounidense a la que admiraba, le sacarían pronto de su reclusión.

Totenkopfring

Más extravagante sin embargo era que recogía piedras de una granera cercana al edificio de manera obsesiva, guijarros que pulía y cuidaba como si fueran diamantes; tantos pedruscos recopiló –cerca de un millar– que ocupaban casi toda su habitación. Según uno de los psiquiatras que lo trataron, Karl Maria consideraba cada pieza un amuleto y creía hallar en sus formas diversas figuras que consideraba que representaban una serpiente, un falo, una parte de un trono antiguo germánico…

Völkish

A pesar de su evidente distorsión de la realidad, cuando salió del hospital se convirtió en una especie de místico, un visionario muy respetado en los estrechos círculos de los ultranacionalistas alemanes, las sectas Völkisch. Afirmaba que su linaje se remontaba al dios nórdico Thor y que entre sus antepasados se contaba Arminio, el caudillo germánico que había vencido a las legiones romanas en Teutoburgo. Según sus propias declaraciones, recogidas por Nicholas Goodrick Clarke, sus antepasados habían conservado «el sagrado conocimiento de las tribus germánicas» durante milenios; afirmaba ser el último descendiente de un antiguo linaje de sabios alemanes cuyas raíces se perdían en la Historia, los Uiligotis, del clan de AsaUana.

Creía además poseer poderes extraordinarios y decía ser clarividente. Gracias a sus supuestas dotes visionarias, su «memoria ancestral» le permitía recordar las experiencias vividas con su tribu hace más de 300.000 años. Afirmaba que en aquel período brillaban tres soles en el cielo y la Tierra estaba poblada por seres mitológicos, gigantes y enanos, «visiones» que recordaban a los escritos teosóficos de la ocultista rusa Madame Blavatsky que tanto influyeron en los círculos esotéricos prenazis y en la mentalidad de Himmler.

Madame Blavatsky

Wiligut hablaba de luchas entre diferentes razas y de una reconciliación promovida por sus antepasados, los Alder-Wiligoten. En el año 9600 a.C. Estalló una guerra entre Irministas y Wotanistas, quienes obligaron a los primeros a exiliarse a Asia, donde se hallarían los vestigios de los últimos arios. El abuelo de Wiligut, según él mismo decía, le había enseñado los antiguos símbolos rúnicos –que adoptarían las SS– y su padre le había narrado la historia de la familia «cuando cumplí los 24 años», algo innecesario si tenemos en cuenta que decía tener «capacidades» precognitivas.

Símbolo del ariosofismo nazi

Fuera del pabellón psiquiátrico cambió su apellido Wiligut por el de Weisthor, según él, derivado del alemán Weise –sabio– y de Thor, el célebre dios nórdico del trueno al que tanto admiraba también el Reichsführer. En ocasiones entraba en trance, en medio de convulsiones, y otras veces recitaba dichos primitivos que afirmaba haber recibido de sus ancestros. Cuesta creer para una mente racional que un personaje de estas características, notablemente enajenado, fuera tenido en cuenta por alguien, pero lo cierto es que poseía fervientes seguidores entre los grupos ultranacionalistas, que lo consideraban un maestro en las tradiciones de las tribus germánicas desde su pasado más remoto.

No era de extrañar, con dichas “habilidades”, que pronto llamara la atención de Himmler, tan obsesionado o más que él con las sagas germánicas y el pasado mítico. El líder de la Orden Negra lo conoció en el transcurso de un congreso de la Sociedad Nórdica y se sintió rápidamente fascinado por su elocuencia y su “conocimiento” del pasado. Weisthor era ya un hombre mayor –tenía 67 años– pero con un gran entusiasmo y no menos carisma.

Darré

Así que Himmler lo convirtió primero en SS-Standartenführer y más tarde en SS-Brigadeführer y le ofreció un puesto en la RuSHA de Walter Darré, elevándolo a jefe de la «Sección de Prehistoria e Historia Antigua» del organismo. Muchos, no obstante, consideraban a Wiligut un charlatán, pero no es menos cierto que una gran parte de los SS veían también en Himmler a un iluminado de creencias extravagantes y aún así debían someterse a sus órdenes sin contemplaciones, siendo, como era, uno de los hombres más poderosos e implacables de su tiempo.

PARA SABER MÁS:

GOODRICK-CLARKE, Nicholas: Las oscuras raíces del nazismo. Editorial Sudamericana, 2005.

HERRADÓN AMEAL, Óscar: La Orden Negra. El ejército pagano del Tercer Reich. Edaf, 2011.

NARRATIVA:

Hace unos meses la editorial Alfaguara publicaba un absorbente thriller histórico ambientado en la Alemania nazi escrito por Fabiano Massimi (que acaba de publicar con la misma editorial su nueva novela, que próximamente reseñaremos en las entrañas del Pandemónium).

Hitler y Raubal

Su título es El Ángel de Múnich y en la más pura tradición del noir historiográfico (en una línea muy similar de Philip Kerr y su saga ambientada en la misma época), se centra en un episodio fundamental de la biografía íntima de Adolf Hitler: la extraña muerte de su sobrina, Angela «Geli» Raubal, a la que veneraba y con la que, según algunas fuentes, pudo incluso mantener una relación de tipo incestuoso. Raubal se descerrajó un tiro con la pistola del líder nazi (la misma que utilizaría él para suicidarse 14 años después en el bunker de la Cancillería, sentenciando su «glorioso» Tercer Reich) en el domicilio que compartían el 18 de septiembre de 1931.

Con tan apasionante –y real– punto de partida comienza el relato. Tras el mismo, hay una ardua tarea de investigación que bien podría haber dado origen a un monumental ensayo. Pero tamaña cantidad de datos Massimi los sabe conjugar con maestría y sin que entorpezcan en ningún momento el pulso narrativo, fluido y poderoso.

En un máximo de ocho horas, y en medio de un gran secretismo decretado desde las altas instancias, los comisarios Siegfried Saber y el adjunto Helmut Forster deberán cerrar el caso que ha tenido lugar en una dirección de sobre conocida por todos en Múnich: el número 16 de la Prinzregentenplatz, donde vivía el líder del NSDAP. Aunque el cadáver de Raubal se encontraba en su habitación cerrada desde dentro, los investigadores observarán algunas contradicciones en la versión oficial del suicidio con la pistola del «tío Alf».

La investigación posterior y la búsqueda de la verdad se verán ensombrecidas por las injerencias de personajes poderosos, de intereses creados y de la poderosa máquina propagandística del partido que no alcanzará el poder definitivo hasta 1933, cuando Hitler se convierte en canciller, pero que ya tenía una gran influencia en Alemania y Austria. El autor italiano enriquece la trama de esta novela ya convertida (con razón) en bestseller mundial con una serie de extraños «suicidios» que se suceden entre supuestos testigos del suceso.

He aquí el enlace para adquirirlo en papel y también en eBook y Audiolibro:

https://www.penguinlibros.com/es/literatura-contemporanea/7250-el-angel-de-munich-9788420454290

Superman contra el Ku Klux Klan (I)

En 1946 un valiente norteamericano que se había infiltrado en la peligrosa organización racista, quiso sacar a la luz sus oscuros rituales. Ante la indiferencia de las autoridades, tuvo que utilizar la fama del superhéroe de DC Cómics para lograr su objetivo.

Óscar Herradón ©

DC ©

Superman siempre está de actualidad. Ayer mismo DC Cómics anunciaba, coincidiendo con el «Día Internacional de Salir del Armario» en EEUU, que el nuevo hombre de acero es bisexual y luchará para frenar el cambio climático. Jonathan Kent –hijo de Clark Kent y Lois Lane– iniciará una relación con un amigo reportero en el nuevo número que se lanzará el 9 de noviembre dentro de la serie Superman: Son of Kal-El.

También se baraja que Henry Cavill vuelva a ponerse las mayas del hombre de acero, a pesar de su apretada agenda, que incluye el rodaje de la segunda temporada de la catódica The Witcher y otros proyectos como repetir en el papel de Sherlock Holmes en Enola Holmes 2 (protagonizada por Millie Bobby Brown, la carismática «Eleven» de Stranger Things) mientras rueda Argylle, de Matthew Vaugn.

Y se habla además en los medios del impacto que tendrá la nueva serie en torno al personaje en HBO Max que, siguiendo las últimas noticias será, según sus creadores, «muy pasada» y buscará la calificación R (que alude a «Restricted», en películas no aptas para menores de 17 años).  El show televisivo no seguirá a Clark Kent, sino a Val-Zod, el Superman afroamericano, interpretado por Michael B. Jordan.

Aprovechando el eterno tirón del superhéroe, recordamos en este post una singular historia del hombre de acero y una de las más deleznables sociedades secretas contemporáneas, el Ku Klux Klan. La misma tuvo al hombre de acero como indirecto protagonista de la misma –o para ser más correctos, vehículo para darla a conocer– y penetra de lleno en ese mundo «discreto» que tanto nos fascina en el interior del Pandemónium preñado de conspiraciones, códigos secretos y organizaciones clandestinas: la historia de cómo un norteamericano se infiltró entre los miembros de una de las sociedades más temibles de la historia moderna: el Ku Klux Klan.

Activismo por los derechos humanos en la América profunda

Su nombre es William Stetson Kennedy y su proeza todavía hoy es toda una declaración de intenciones. Fue el primer estadounidense que se infiltró en el Klan, arriesgando su vida para sacar a la luz pública los ritos de lo que él consideraba una ignominiosa organización –y lo era– en un tiempo en el que, sin embargo, muchos de sus compatriotas miraban a la misma de otra manera, incluso con cierta simpatía.

Miembros del Klan, algunos de corta edad (Source: Wikipedia).

Stetson Kennedy nació el 5 de octubre de 1916 en Jacksonville, Florida, y ya en su adolescencia sintió una gran afición hacia el folclore en sus distintas formas. Estudió en la Universidad de Florida y tras licenciarse se puso a trabajar para una editorial donde se puso a cargo de la sección de historia, tradición y estudios étnicos, que le cautivaron definitivamente, empezando a viajar para escribir en primera persona sobre las culturas con las que se encontraba. Pronto, comenzó también a destacar como activista y defensor de los derechos humanos en una sociedad marcada por la segregación racial, las injusticias sociales y la fiebre anticomunista.

Stetsonkennedy.com

Pionero de la investigación sobre las tradiciones de los pueblos durante la primera mitad del siglo pasado, su nombre pasaría a engrosar la lista de valientes del siglo cuando decidió hacer frente a una de las organizaciones más temibles de su tiempo. Stetson se convirtió en parte fundamental de la abolición del denominado impuesto al sufragio y para que se modificaran las llamadas «primarias blancas», una fórmula norteamericana que impedía votar a los afroamericanos.

Infiltrado en el Klan

A comienzos de la década de 1940, cuando el mundo estaba pendiente de la guerra que asolaba Europa y más tarde el Pacífico, Stetson decidió infiltrarse en el Ku Klux Klan, algo para lo que había que tener arrestos. Y lo hizo. Se las ingenió de tal manera para engañar a los orgullosos supremacistas blancos que pronto acabó formando parte de sus tenebrosos rituales: cruces ardiendo, túnicas y capirotes que parecían cubrir la ignominia, saludos fascistas, símbolos fundacionales de corte místico…

El arriesgado activista pasó un año entero dentro de la organización, recopilando información sobre la jerarquía, las funciones de los altos mandos del Klan, las obligaciones con las que debían cumplir sus miembros, las contraseñas que utilizaban entre ellos para pasar desapercibidos y los citados rituales, muy elaborados para causar impresión entre los neófitos. Todo ello acabaría por salir a la luz gracias a Stetson para vergüenza de una sociedad que no acababa de ser la meca de la libertad por mucho que se empeñaran en ello los propagandistas. De todas maneras, no fue fácil para nuestro hombre que sus relevantes informes sobre la «Gran Hermandad Aria» llegaran a la opinión pública.

Túnica del Klan utilizada por Kennedy y que se conserva en el Smithsonian Institute.

En 1946, año en que salió de la peligrosa organización para hacer pública su investigación, el gobierno estadounidense comenzaba a sumirse en la histeria anticomunista: el senado no tardaría en estar tomado por un señor de nombre Joseph McCarthy, azote de todo lo que no oliera a patriotismo recalcitrante. Fueron los años de las listas negras, el acoso a actores, guionistas y directores de Hollywood –al punto de que se produjeron no pocos suicidios– e incluso, pocos años después, la ejecución del matrimonio Rosenberg por espionaje atómico al servicio de la URSS, uno de los episodios más ignominiosos de la historia estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial.

McCarthy con Roy Cohn, quien sería con los años abogado de Donald Trump.

Unos cuantos miles de hombres encapuchados, a pesar de sus linchamientos entre la comunidad negra sureña y sus ataques a los derechos civiles, no quitaba el sueño a las autoridades; es más, muchos de los que formaban parte del status quo simpatizaban en cierta manera contra estos nuevos «soldados arios de Dios» que también perseguían a los comunistas con inquina –de hecho, algunos miembros del Comité de Actividades Antiamericanas, la temida HUAC, eran simpatizantes del KKK–. Así que los ruegos de Stetson Kennedy no fueron escuchados. De poco sirvió que se presentase ante los mandamases de la HUAC –convertida en Comité Permanente desde el año anterior–, que no tenía ojos más que para el color rojo y hacía caso omiso al impoluto blanco de la organización.

Ni siquiera obtuvo repercusión alguna cuando, ataviado como un miembro del Klan, túnica y capucha incluidas, luciendo en la pechera el escudo de la Orden, se presentó en Washington con una maleta llena de informes: lo único que consiguió fue ser detenido y pasar un día entero en el calabozo. Mientras tanto, las vías legales se agotaban.

Este post tendrá una inminente continuación en Dentro del Pandemónium donde contaremos cómo el hombre de acero sería el vehículo para dar a conocer la historia del activista infiltrado.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Recientemente, Tikal (Ediciones Susaeta) publicaba un volumen con un gran despliegue gráfico: Sociedades Secretas en la Historia. En sus páginas se dedica espacio al Ku Klux Klan, su inquietante origen, sus acciones más sanguinarias y su posición en la política estadounidense en la actualidad.

En todas las épocas ha habido hombres que por afinidades ideológicas, religiosas, delictivas o de cualquier otro tipo han sentido la necesidad de asociarse en secreto para perseguir juntos determinados objetivos. Muchas de ellas tuvieron una vida breve. Otras sobrevivieron siglos o permanecen aún activas. Su lado oscuro suscitaba, y sigue suscitando, sospechas. En este detallado libro se exponen la historia y finalidad de las más destacadas, muchas con presencia en «Dentro del Pandemónium».

De los carboneros a la Filikí Eteria, la masonería, los caldereros, la Joven Italia, Propaganda Due (y sus turbias relaciones con el Vaticano y la «muerte» de Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa), los sempiternos templarios, los Illuminati, La Garduña, las organizaciones criminales (Cosa Nostra, Yakuza, Tríadas…), Thule y el origen del nazismo o los Pitagóricos, entre muchas otras sociedades en la sombra.

He aquí el enlace para adquirir el libro:

https://www.editorialsusaeta.com/es/esoterismo-y-otras-dimensiones/12396-sociedades-secretas-en-la-historia-9788499284903.html

Superman en ECC Cómics

Y si lo que queremos es volver al origen del superhéroe, nada mejor que acercarnos al universo de las viñetas, donde nació. Recientemente, ECC Cómics (que publica el inmenso catálogo de DC en castellano en unas ediciones de infarto) lanzaba Superman Hijo Rojo, surgida de la mente de Mark Millar (autor de las aclamadas The Authority y Wanted), una visión extrañamente diferente sobre el mito del hombre de acero. En este caso, la acción se desarrolla en la Unión Soviética, pues el cohete originario de Krypton con un bebé en su interior no se estrella en Smallville, Kansas (EEUU), sino en una granja colectiva de la URRS. El extraño visitante de otro planeta, como campeón de los obreros, librará una batalla interminable por Stalin, el socialismo y la expansión internacional del planeta.

He aquí la forma de adquirir tan singular historia que el pasado año fue adaptada como película de animación por Sam Liu y que en papel, en castellano, ya va por su quinta edición:

https://www.ecccomics.com/comic/superman-hijo-rojo-quinta-edicion-4246.aspx

Y en Liga de la Justicia: Doom Metal, una de las últimas y más potentes novelas gráficas lanzadas también por ECC Cómics, Nightwing deberá liberar a la Legión de la condena de las garras de Perpetua, pero tendrá que contar con la ayuda nada menos que del antagonista de Superman, el retorcido Lex Luthor. Junto a una nueva Liga de la Justicia, deberán abrirse paso a través de una Tierra conquistada por Multiverso Oscuro.

Por fin llegan en castellano los numerosos cruces de la colección Liga de la Justicia con Noches oscuras: Death Metal en un tomo único recopilatorio escrito por el guionista Joshua Williamson (Flash) y dibujado por Xermánico (El Green Lantern) y Robson Rocha (Aquaman: Primera Temporada – Aguas Silenciosas).

Podéis adquirir el volumen en el siguiente enlace:

https://www.ecccomics.com/comic/liga-de-la-justicia-doom-metal-9689.aspx

Los Protocolos de los Sabios de Sión: la farsa que cambió la historia de Europa (II)

Las teorías de la conspiración no son inocuas. Algunas pueden ser muy dañinas, e incluso criminales. En estos tiempos cibernéticos de trolls, foreros de doble identidad, fake-news e información globalizada muchas veces sin control, éstas campan a sus anchas por la Red… Puede parecer algo moderno, lo de usar la conspiranoia para cosechar poder y derrocar al adversario, pero lo cierto es que es algo bien antiguo, y unos de los máximos exponentes a la hora de utilizar falsas historias para sacar rédito político fueron los nazis, a través de un texto envenenado que hoy reivindican de nuevo grupos de extrema derecha.

Óscar Herradón ©

(Viene de Los Protocolos de los Sabios de Sión I)

Desde la publicación de la «Carta de los Judíos de Constantinopla», del abate Chauty (inspirada en una falsificación de la España de Felipe II), en toda Europa surgieron adeptos de esta enrevesada farsa, hasta que a finales del siglo XIX el antisemitismo adquirió connotaciones dramáticas en Rusia, el país en el que finalmente tomarían forma los Protocolos.

Nicolás II

Alejandro III y su hijo Nicolás II eran fanáticos antisemitas, hasta el punto de que durante sus reinados se expulsaba a los judíos a las zonas rurales o se les impedía encontrar trabajo en las ciudades. Los servicios secretos del zar utilizaron la conspiración judeomasónica en su propio beneficio, e hicieron creer a la opinión pública que toda la oposición al régimen, y en especial el terrorismo, era fruto de la conspiración judía mundial; los judíos se convertían así en los chivos expiatorios de todos los males de Rusia y de ello se encargaría un siniestro personaje del que enseguida hablaré.

Osman-Bey

Otro feroz antisemita fue Frederick Millingen, alias (Mayor) Osman-Bey, un estafador internacional de origen precisamente judío que en el libro La consquista del mundo por los judíos esbozaba todas las invenciones que sesenta años después desembocarían en la mayor de las matanzas: en un mundo sin judíos las guerras serían menos frecuentes y cesarían el odio de clases y las revoluciones. Como solución esgrimía llevar a los judíos «a África», como Hitler barajaría la posibilidad de trasladarlos a alguna colonia, quizá a la isla de Madagascar, y en otras ocasiones apuntaba que «la única forma de destruir la Alianza Israelita Universal es mediante el exterminio total de la raza judía», estremecedor vaticinio del Holocausto nazi.

El Diálogo en el Infierno

Otro de los textos que influirían en los autores de los Protocolos fue El Diálogo en el Infierno, de Maurice Joly, escrito en 1870. El autor francés había concebido una obra basada en un diálogo ficticio entre Montesquieu y Maquiavelo, en el que el primero defendía la causa del liberalismo –que abrazaba ciegamente el autor– y el segundo un despotismo cínico que denunciaba veladamente los métodos despóticos del emperador Napoleón III, entonces en el trono francés.

Maurice Joly

Paradójicamente, el discurso del ficticio Maquiavelo, que insiste en que la masa es incapaz de gobernarse a sí misma y necesita a un hombre fuerte que la controle, que para hacerse con el poder pueda remitir sus propuestas a una asamblea popular, que luego no le costará disolver, censurar la prensa, controlar a los adversarios políticos mediante la policía… Un texto incisivo, ingenioso, maravillosamente construido, que ofrece una defensa brillante del liberalismo, acabaría, tristemente, constituyendo la base de la farsa reaccionaria mal escrita que fueron Los Protocolos de los Sabios de Sión, cuyo autor copiaría deliberadamente la obra de Joly introduciendo ingredientes antisemitas de las obras citadas. Y curiosamente, la falaz falsificación dio la vuelta al mundo y alcanzó una fama sin precedentes.

Los Protocolos constan de 24 capítulos, el Diálogo de 25; lo que Joly ponía en boca de Maquiavelo, el falsificador lo ponía en boca de un misterioso conferenciante, el anónimo Sabio de Sión, que delineaba una profecía siniestra para el futuro.

Los Protocolos consisten en una serie de conferencias, en las que un miembro del gobierno secreto judío, el de los Sabios de Sión, explica una conspiración para lograr la dominación mundial; 24 «protocolos» de estilo pomposo y difuso que, mediante argumentos tortuosos e ilógicos, en palabras de Norman Cohn, atacan al liberalismo, explicando los métodos mediante los cuales los judíos pretenden conquistarlo todo, destruyendo la fe cristiana, controlando la política, la educación, etc.

La primera publicación de la falsificación tuvo lugar en la prensa rusa entre 1903 y 1907, primero en el periódico de San Petersburgo Znamya (La Bandera), dirigido por el antisemita militante P.A. Krushevan, que había llegado a instigar un pogromo en Kishiner, Besarabia, en el que habían muerto 45 judíos, otros 400 resultaron heridos y se destruyeron 1.300 casas y tiendas pertenecientes a éstos.

Policía, espía, falsificador

A finales del siglo XIX, cuando los Protocolos comenzaron su andadura en Rusia, dirigía la policía secreta un siniestro personaje, Pyotr Ivanovich Rachkovsky, un individuo obeso, de vetusto bigote, sumamente elocuente, que tras su eterna sonrisa ocultaba a un auténtico sádico que disfrutaba torturando y acorralando a los enemigos del decadente imperio ruso. Es sumamente curiosa sin embargo la manera en la que acabó erigiéndose en policía del zar, pues en 1879, fue detenido por la Tercera Sección de la Cancillería Imperial –futura Okhrana–, acusado de actividades contra la seguridad del Estado ruso, acusado de dar refugio a un terrorista; cierto o no, sólo le quedaban dos alternativas: o ser exiliado a Siberia, donde muy pocos sobrevivían, o pasar a formar parte de la policía política. Ni qué decir tiene que escogió la segunda opción.

Emblema de la Okhrana, la policía secreta zarista
Centurias Negras

Su carrera fue meteórica: apenas dos años después realizaba actividades secretas en una organización derechista rusa, Santa Druzhina, más tarde reconvertida en Unión del Pueblo Ruso; en 1883 se convertía en ayudante del jefe de los servicios de seguridad de San Petersburgo y en 1884 dirigía en París las operaciones secretas de la policía fuera de Rusia. Tal era su destreza, que no tardaría en organizar meticulosamente una red de policías-espías en Francia, Suiza, Londres y Berlín, para seguir la pista de los planes orquestados por los revolucionarios y terroristas rusos, en un tiempo de proliferación del terrorismo anarquista en toda Europa.

Rachkovsky

Conspirador nato, era un experto en falsificar documentos y en provocar atentados de los que acusaba a grupos revolucionarios para generar cambios políticos, algo en lo que serían expertos también los nazis. Rachkovsky, ambicioso e implacable, se hizo rico en operaciones de especulación en la Bolsa y nada en la Rusia zarista escapaba a su control. Y lo más importante: se hizo experto, como señala el autor citado, en presentar el movimiento revolucionario y progresista ante la burguesía como si fueran un mero instrumento en manos de los judíos, desviando hacia este sector de la población el descontento generado por la propia política absolutista del zarismo.

Maestro del engaño, Maquiavelo renacido, el delincuente reconvertido en policía utilizó falsificaciones, habló de Ligas Patrióticas falsas para engañar a rusos y franceses, distribuyó propaganda confusa para enfrentar a distintas facciones… fue un maestro de la propaganda negra varias décadas antes de que lo fuera Joseph Goebbels en el Tercer Reich.

La Okrana (también Ojrana)
Trepov

En 1905 el general Dmitrii Fedorovich Trepov fue nombrado Superintendente de Palacio y para sofocar las actividades revolucionarias, que eran cada vez más habituales, asumió poderes casi dictatoriales y nombró a Rachkowsky director adjunto del Departamento de Policía; ahora con un gran poder, se mostraría implacable con sus enemigos políticos. De nuevo falsificando folletos y documentos que atribuía a organizaciones inexistentes, instaba al pueblo y a los soldados rusos nada menos que a matar a los judíos.

Poco tiempo después, el ahora director de la Policía formaba una peligrosa liga antisemita que respondía al nombre de Unión del Pueblo Ruso, cuyo principal cometido era apoyar financieramente a grupos armados que practicarían a partir de ese momento un tipo de terrorismo político con matanzas de judíos cuyos terribles métodos influirían directamente en nuestros siniestros protagonistas. No es de extrañar por tanto que fuera el verdadero impulsor de una de las falsificaciones más peligrosas de la historia del hombre: Los Protocolos de los Sabios de Sión.

Este post tendrá una inminente tercera y última entrega en «Dentro del Pandemónium».

PARA INDAGAR MUCHO MÁS:

El origen de estas actas bautizadas como Los Protocolos de los Sabios de Sión son oscuros y dudosos; existen mil y una teorías sobre el mismo pero estudiosos de la talla de Norman Cohn, que en los años sesenta llevó a cabo la más minuciosa investigación sobre su origen y difusión a través del análisis de miles de documentos y de numerosas entrevistas a miembros de las SS y a antiguos nazis, han contribuido a arrojar algo de luz sobre su forja e inusitado éxito posterior, rodeados, no obstante, insisto, de múltiples sombras. Ahora han sido publicados importantes trabajos que recojo al final del artículo.

Recientemente, con la reactivación de tamaña farsa en el universo cibernético por grupos extremistas y herederos del viejo nacionalsocialismo, se han publicado nuevos y documentados trabajos sobre el asunto. Uno de los más importantes es Los Protocolos de los Sabios de Sión. Una historia infame, y salió hace apenas unos meses al mercado de mano de una de las editoriales que más cuidan las publicaciones de historia, Marcial Pons. He aquí la portada y la forma de adquirirlo en la web:

Evans

El otro es el último trabajo de uno de los mayores expertos en historia contemporánea y en la Segunda Guerra Mundial, el británico Richard J. Evans y se centra en exclusiva en ese pensamiento conspirativo y antisemita que invadía toda la ideología nazi y que le serviría para justificar sus atrocidades con los judíos y otras minorías, entre ellos, principalmente, una creencia férrea en el contenido de los Protocolos.

En Hitler y las teorías de la conspiración. El Tercer Reich y la imaginación paranoide, Evans propone una mirada crítica a la era de la «posverdad» en la que los «hechos alternativos» han ido ganando terreno, algo muy similar a lo que sucedió en la Europa de Entreguerras y en la Alemania nazi. Para situarnos en la materia, el autor escoge cinco de las teorías conspirativas más duraderas sobre el Tercer Reich y las analiza con el rigor que le caracteriza para explicar cómo éstas puedes no solo movilizar a las masas, sino instalarse como verdades históricas oficiales de un régimen.

Por supuesto, comienza con Los Protocolos de los Sabios de Sión, esa supuesta conspiración del pueblo judío para socavar la civilización –y que recuerda, mucho, a discursos actuales sobre el inmigrante y el diferente–, el mito del «Puñal por la Espalda», según el cual los socialistas y los judíos fueron los responsables de impulsar al ejército alemán de aceptar la derrota en la Gran Guerra, en base a oscuros intereses creados; el incendio del Reichstag, que aunque se trató realmente de una operación de «falsa bandera» (fue realmente provocado por los nazis para instalarse en el poder, pero se acusó del mismo al joven comunista Marinus van der Lubbe, drogado y puesto en el lugar de los hechos) estuvo siempre rodeada de un aura de conjura y complot que se instaló con fuerza entre los alemanes; el misterioso vuelo del viceführer Rudolf Hess a Reino Unido en 1941 supuestamente con la intención de firmar la paz con el imperio británico a espaldas (o no) del Führer; y el eterno rumor de que Hitler huyó del Führerbunker en 1945, en un Berlín sitiado, y escapó a Sudamérica para vivir el resto de sus días oculto y sin ser juzgado, rumor que impulso por interés estratégico el propio Stalin y el Kremlin y que llegaría a barajar como posible el mismo FBI, que posee un informe en dicho sentido.

Evans, con una quirúrgica observación de los hechos, investiga sus orígenes y la causa de su permanencia para demostrar que «la explotación consciente de los mitos y las mentiras con fines políticos no resultan ser una creación del siglo XXI». De hecho, se remontan mucho más atrás de los nazis, hasta la antigüedad, al origen de las civilizaciones y al ansia del hombre por mantener o alcanzar el poder. He aquí la forma de adquirirlo:

https://www.planetadelibros.com/libro-hitler-y-las-teorias-de-la-conspiracion/330637