Bowie: el prohombre de las estrellas

David Bowie moría el 10 de enero de 2016 en Nueva York, hace ahora siete años, muy lejos de su Brixton natal, apenas unos días después de lanzar al mercado su último disco de estudio, Blackstar, cuyo segundo single, «Lazarus», era presentado al mundo en un videoclip premonitorio con versos de aparente despedida: «mira aquí arriba, estoy en el cielo»; «no tengo nada más que perder» o «seré libre». Trabajando e innovando hasta el último aliento, dejó conmocionados a millones de fans, y al mundo de la Cultura con mayúscula (no solo musical). Ahora, numerosos libros en castellano recuerdan su inconmensurable legado.

Por Óscar Herradón ©

Pocos personajes de la segunda parte del siglo XX tuvieron su innata capacidad de innovación y reinvención. Icono de la moda, andrógino, provocador nato y músico genial e inclasificable, fue pionero (y podríamos decir que creador) de no pocos géneros, como el glam-rock, y a lo largo de sus casi 50 años de carrera –que se dice pronto– se metamorfoseó convirtiéndose en leyenda del pop y del rock a través de sus alter ego Ziggy Stardust, Aladdin Zane, Major Tom, Halloween Jack o el Delgado Duque Blanco; o simplemente siendo él mismo (o todos ellos juntos) como Bowie, David Bowie.

El comienzo nunca es sencillo

Llegar hasta allí no le fue ni mucho menos fácil. El talento es fundamental, pero también rodearse de los mejores (en producción, marketing –del que él mismo sería un genio durante décadas–, músicos de sesión, discográficas…) y una pizca de buena suerte. Cargado de inquietud creativa, David (Robert) Jones, que era su verdadero nombre, pasó por multitud de grupos en los años 60: The Konrads, The King Bees, The Manish Boys, The Lower Third o The Bluze, fue aprendiz de mimo con Lindsay Kemp y realizó incursiones en el teatro de vanguardia y en la Commedia dell Arte… Lo hizo en una década de grandes bandas tanto en Reino Unido como en Estados Unidos que Bowie escuchaba sin cesar, la misma década en la que sacaría su primer álbum ¡el mismo año que se lanzaba nada menos que el Sgt. Peppers and the Lonely Hearts Club Band de los Beatles!: 1967.

Tuvo un problema con su nombre artístico. Y es que cuando comenzó su andadura musical, aparecieron en la escena The Monkees, cuyo cantante se llamaba precisamente Davy Jones, y estaban gozando de notable éxito. Para no confundirlos, nuestro protagonista cambió su nombre a Tom Jones, que mantuvo durante un par de semanas hasta que el Tom Jones que todos conocemos publicó «It’s not unusual» alcanzando gran fama en Gran Bretaña y nuestro protagonista hubo de cambiarlo de nuevo. ¡menos mal! Pasó por David Cassidy (que coincidía con un actor de Hollywood, ídolo juvenil en los 70 muerto en 2017, apenas un año después que Bowie) y otro más hasta que dio con su verdadero nombre y así se lo comunicó a su entonces manager, Leslie Conn (al parecer, adoptó el mismo en honor a Jim Bowie, creador del cuchillo homónimo y héroe de El Álamo). ¿Os imagináis que Rolling Stone anuncia: «Acaba de lanzarse al mercado el álbum The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, de Tom Jones»… Uff!

Del escenario a la gran pantalla

Una de sus apoteosis musicales (pues tuvo varias en su dilatada carrera) fue como su álter ego Ziggy Stardust en el cierre de gira del concierto del Hammersmith Odeon londinense el 3 de julio de 1973. Era el día en que el camaleón musical ponía fin bruscamente –y sin previo aviso, como gustaba– a su guitarrista venido del espacio. Bowie nunca tuvo miedo al cambio, a la transformación, a la pura metamorfosis; fue un multifacético artista que hizo de mimo, fue cantante, compositor, instrumentista, pintor, escultor y actor con notables apariciones en la gran pantalla: de El hombre que cayó a la Tierra a Dentro del Laberinto, pasando por El Ansia, Feliz Navidad Mr. Lawrence, La última tentación de Cristo o Twin Peaks: Fuego camina conmigo. Un visionario que «predijo» hasta su propia muerte y de ello hizo una suerte de fatal performance en su último videoclip, como señalé al comienzo del post.

Realizó colaboraciones antológicas: escribió Fame junto a su admirado John Lennon, su primer número 1 en Estados Unidos; el guitarrista de The Who, Pete Towshend, tocó en varios temas de Bowie; con Queen el británico compuso Under Pressure; hace casi 40 años grabó con Mick Jagger una versión de Dancing in the Street ¡y bailaron juntos en la calle con fines benéficos!; Produjo el disco Transformer, de su gran amigo Lou Reed; participó en los álbumes The Idiot y Lust for Life de su otro colega Iggy Pop, otrora líder de The Stooges… y mucho más.

Amistades… y enemistades

Sabía que era un genio, y tenía su ego, marcado en ocasiones y no exento de polémica, pero supo ayudar a otros músicos en su camino al estrellato. Sobre otros, en cambio, no ocultó su desafecto o directamente su animadversión: criticó a Elton John, al que llegó a llamar en un entrevista concedida a la revista Rolling Stone a mediados de 1976 «la reina simbólica del rock», y a Paul McCartney (¿quizá por su amistad con Lennon?) al que tildó de buena persona pero puntualizando que no le gustaba lo que hacía en solitario; con mi idolatrado Axl Rose, sex symbol incontestable del rock venido a menos (cosas de la edad y los excesos) casi llega a las manos, al parecer porque el frontman de los Guns pensaba que Bowie (toda una leyenda en lo que se refiere al cortejo) estaba «tonteando» con su entonces novia, Erin Everly, mientras rodaban el videoclip de Sweet Child O’Mine.

Según revela el legendario guitarrista de la banda, Slash, en su autobiografía, tiempo después, mientras los Guns estaban preparándose para telonear a los Rolling Stones en California, Bowie asistió al show junto a su madre y cuando Axl se dio cuenta de su presencia, comenzó a insultarlo por el micrófono y llegó a acercarse a él para golpearlo, teniendo que intervenir trabajadores del show. Tras el concierto, el incidente fue tan sonado que acudieron nada menos que Mick Jagger y Eric Clapton a hablar con Axl.

Un año después, en una entrevista concedida a la revista Kerrang!, el frontman pelirrojo contó que le hablaron de Bowie y le dijeron que cuando este se emborrachaba «se convertía en el demonio de Browley». Axl no es que fuera precisamente una perita en dulce en ese sentido, y sus encuentros con las autoridades en los 80 y 90 fueron más que sonados, llegando a ser detenido. Después, él y Bowie hablaron y se reconciliaron, hecho que atestiguan unas fotografías de ambos tomadas en 1989 donde hacen alarde de una gran complicidad. Cosas de las rock-stars.

Sex, drugs and rock and roll

Con Lou o Iggy, Bowie compartió el gusto por la vida al límite, y experimentó de forma permanente hasta que alcanzó el éxito masivo en la década de los ochenta, la misma en la que interpretó al inolvidable personaje de Jareth, el rey de los duendes, en la citada película Dentro del Laberinto (Labyrinth) de Jim Henson, curiosamente una cinta que no tuvo el éxito esperado y hoy reconvertida en película de culto e icono pop que cuenta con millones de fans en todo el mundo y es carne de inagotable merchandising (he de reconocer que yo cuento con bastante, desde figuras de NECA a pequeñas esculturas Mini Epics de Weta Collectibles).

Y sus excesos, claro, con el sexo y las drogas. Cuentan que «se volvió loco por las drogas» y que sus falsos amigos «se aprovecharon de su dinero». Lo dijo el que fuera uno de sus guitarristas legendarios en los 70, Earl Slick, quien señaló que Bowie le recordaba a Elvis cuando estaba bajo el efecto de los estupefacientes. En relación al proceso de grabación del disco Station to Station, confesó al diario The Guardian que «David había llegado a acercarse a la locura». 

El artista, que ya había adoptado su alter ego más cruel y misterioso, el Delgado Duque Blanco, sumergido en las drogas y que al parecer coqueteaba con el ocultismo e incluso parecía fascinado con la cultura nazi (sin duda para provocar, pues su abierta bisexualidad y modo de vida no parecían muy acordes con el ideario del fascismo o el nacionalsocialismo), a finales de 1976 se trasladó a Berlín, todavía dividido por la Guerra Fría, supuestamente para tratarse de su adicción al polvo blanco y trabajar en su carrera musical de la mano de su gran amigo y compañero de piso, Iggy Pop, otro genial artista que llevó hasta el límite los excesos. Años después, el propio Bowie se refería al año en el que vivió como un falso duque ario y aristocrático, casi sin empatía, de esta forma: «En esa época estaba desquiciado, totalmente enloquecido. Funcionaba solo a base de mitología». Tras ello llegaría la maravillosa «trilogía de Berlín» y el otrora Davey  se convertía en un mito.

Y aunque el tema en cuestión está bastante trillado ya, acabo el post con una aclaración sobre la longeva leyenda acerca de sus ojos de distinto color: ¡no! Son del mismo. Lo que pasa es que uno de ellos tiene la pupila dilatada; así, según incidiera en él la luz podía dar la sensación de que era de diferente color al otro. ¿La razón? Bowie sufría de anisocoria, una asimetría en las pupilas fruto de un golpe que recibió en su adolescencia y que le propinó su colega Georges Underwood, con quien tocaba en la banda George and the Dragons. El grupo se rompió tras una efímera existencia, pero volverían a colaborar juntos en The King Bees, antes de que Underwood decidiera convertirse en un diseñador (muy exitoso) de portadas de discos. Ya se sabe, entre amigos todo se perdona.

Y ahora os dejo con los libros que os enseñarán de verdad quién fue este escurridizo tipo (o al menos os acercarán más a él que mis humildes trazos ortográficos):

PARA SABER (MUCHÍSIMO) MÁS:

Starman. Los años de David Bowie como Ziggy Stardust (ECC Cómics)

En abril del recién despedido 2022 la editorial ECC (que publica en España las licencias de DC y una amplia variedad de potentes títulos del mundo del cómic) lanzaba la novela gráfica Starman. Los años de David Bowie como Ziggy Stardust, un recorrido por aquel alter ego, una suerte de mesías del RnR que jugueteaba de forma provocativa con la identidad sexual y los roles de género. Corría el año 1972 y lo que hoy es algo de lo más común era un auténtico desafío a la «moralidad» británica.

El autor, el alemán Reinhard Kleist, entreteje de manera fascinante a través de potentes viñetas bañadas de psicodelia y delirios pop, el auge y declive de este extravagante personaje artístico que, como contamos en el post, Bowie borró de un plumazo algo más de un año después, en el concierto de cierre de la gira, con la intención, una vez más (lo haría innumerables veces) de no encorsetarse y reinventarse. A pesar de las quejas de los millones de fans, volvería a conseguirlo, alcanzando en la década siguiente el éxito global, incluido EEUU.

El colorista Thomas Gilke ofrece con su arte un complemento perfecto al guión y dibujo de Kleist, completando a la perfección las certeras y elegantes ilustraciones del segundo. He aquí el enlace para adquirir esta joya bibliófila:

https://www.ecccomics.com/comic/starman-los-anos-de-david-bowie-como-ziggy-12972.aspx

Bowie: amando al extraterrestre (Cult Books)

La editorial Cult Books reeditó hace escasos meses una completa y concisa biografía sobre el Delgado Duque Blanco que hará las delicias de los fans (y servirá de excelente introducción a neófitos): Bowie: amando al extraterrestre, del también legendario y controvertido periodista y biógrafo inglés Christopher Stanford, que ha firmado el retrato de Kurt Cobain, los Rolling Stones, la controvertida relación entre el mago Harry Houdini y el escritor y apasionado espiritista Arthur Conan Doyle o Polanski (obra publicada por T&B Editores en 2009).

A diferencia de otras biografías al uso, Sandford muestra una evidente admiración hacia el músico británico, pero no oculta también cierta animadversión –y podría decirse que en algunos pasajes, hasta repugnancia– sobre el multifacético artista, algo así como una carta de amor y odio que deleita al lector con una prosa incisiva e irónica, digna de un profesional del cuarto poder, y mil y una anécdotas sobre el hombre que ideó (corrijo, más bien se transformó) a Ziggy Stardust o Aladdin Sane, entre muchos otros iconos pop. Una narración detallada y sentida desde los orígenes de aquel extraño y solitario niño-adolescente llamado David Jones a la reconversión en David Bowie, el artista inclasificable siempre a la vanguardia. Un ser esquivo al que incluso sus personas más cercanas definen como distante y hermético (no todos, por ejemplo, su fotógrafo oficial en tres giras oficiales entre 1983 y 1990 y amigo Denis O’Regan, señaló que fuera del escenario Bowie era un tipo muy normal, con ganas de ser uno más de los que lo acompañaban en las interminables giras. ¿Quién miente?).

El libro muestra su personalidad controvertida y cambiante: desde sus coqueteos con el nazismo a su vuelco para con las causas benéficas; a veces errática y otras genial, su multifacética carrera de la que la música es solo una de sus facetas (sin duda la más importante, al menos a nivel global, aunque para él era la pintura su verdadera pasión, nunca reconocida), y sus excesos, claro, que no fueron pocos. Sandford muestra a un artista incapaz de sentir empatía por nada ni por nadie, vacío de contenido moral (en esto no coincide con otros biógrafos) que, sin embargo, fue manejado –dice– a su antojo por compañías de management. En definitiva, un hombre que se confundía con sus personajes y que dejó una huella imborrable en la cultura popular de los últimos 50 años.

El club de lectura de David Bowie (Blackie Books)

Una de las editoriales más atrevidas y entregadas del panorama nacional, Blackie Books, publicaba a finales de 2019 un libro tan extraño como cautivador y de obligada lectura –y posesión– para fans: El club de lectura de David Bowie, del escritor estadounidense John O’Connell, «una invitación a la lectura a través de los 100 libros que cambiaron la vida del mito», ilustrado por Luis Paadín. Bowie desveló tres años antes de su muerte la centena de libros que habían forjado su carrera y cambiado su forma de ver el mundo; este libro es, por lo tanto, una inmersión en su legado y una invitación irresistible a sumergirte de verdad en esos objetos de papel y en su poder para transformarnos. Muchos libros de los 60, algunos de la generación beat (por ejemplo, su manifiesto, En el Camino, de Jack Kerouac), distopías como 1984 de George Orwell o La Naranja Mecánica, de Anthony Burgess, numerosas obras de cultura oriental, sobre Alemania y algunos cómics, que le encantaban, de los superhéroes a El Víbora.

Una obra que la autora y periodista británica Caitlin Moran ha definido como «Un libro absolutamente brillante». No es para menos.

He aquí la web de la editorial para adquirirlo forma de adquirirlo:

Bowie de la A a la Z (Redbook Ediciones)

Otra editorial habitual en el Pandemónium, Redbook Ediciones, a través de su sello Ma Non Troppo, lanzaba a finales de 2021 una preciosa edición a todo color que hará las delicias de sus seguidores: Bowie de la A a la Z. La vida de un icono de Aladdin Sane a Ziggy Stardust, un espléndido (a pesar de su pequeño tamaño) tomo ilustrado que como su título indica recorre de forma concisa la trayectoria y los hechos más destacables de su carrera a modo de ingenioso diccionario. Es obra del escritor y DJ Steve Wide, durante muchos años al frente de un célebre programa musical en la radio británica, autor también del libro The Beatles de la A a la Z igualmente publicado en castellano por Redbook Ediciones. Firma las ilustraciones la artista Libby Vanderploeg, autora de un gran número de proyectos de animación, diseño e ilustración.

Enlace:

Bowie por Bowie (Libros Cúpula)

En 2020, Libros Cúpula (sello del Grupo Planeta con un fabuloso catálogo musical y con el que tuve el placer de publicar un ya lejano 2014 Los Magos de la Guerra. Ocultismo y espionaje en el Tercer Reich), lanzó en castellano el libro Bowie por Bowie. Entrevistas y encuentros con David Bowie, editado por el periodista Sean Egan. Responsable de trabajos de contenido y estructura similar, sobre Keith Richards o Fleetwood Mac, entre otros, y autor de exitosas biografías como Jimi Hendrix and the Making of Are You Experienced o David Bowie: Ever Changing Hero, cuenta en estas más de 500 páginas que recogen 32 entrevistas y encuentros con el músico centenares de anécdotas sobre el camaleón del rock. Más de una treintena de reportajes en los que Bowie se explaya en profundidad, lo más cercano a una autobiografía relatada en tiempo real de una leyenda de la música.

Años antes, en 2013, Libros Cúpula lanzaba al mercado una joya para fans titulada Los tesoros de David Bowie –una vez más su historia, pero narrada a través de espectaculares fotografías, facsímiles únicos y textos reveladores y que no es precisamente fácil de encontrar–. He aquí el enlace para conseguir el de 2020:

https://www.planetadelibros.com/libro-los-tesoros-de-david-bowie/93414

Bowie. Una biografía (Lumen)

Y otro sello habitual en el blog, Lumen (Gráfica), de Penguin Books, editaba también otra joyita para bowiemaníacos: Bowie. Una biografía. Homenajeando aquello que dijo su biógrafo David Buckley de que «cambió más vidas que ninguna otra figura pública», el profesor Fran Ruiz (a cargo de los textos) y la ilustradora y autora española María Hesse (autora del fenómeno Frida Kahlo: Una Biografía, publicado también por Lumen), acometen el desafío de adentrarse en los múltiples aspectos de la vida de Bowie, en sus enigmas y anécdotas a través de un libro ilustrado que la revista Esquire considera una de las 35 mejores novelas gráficas; ahí es nada. He aquí el enlace para adquirirlo:

https://www.penguinlibros.com/es/tematicas/30588-libro-bowie-una-biografia-9788426404657#

La conspiración del rock (I)

Extraños suicidios, control mental, agencias de inteligencia, coqueteos con el satanismo, maldiciones y dobles… el mundo de la música, y concretamente el amplio espectro del rock y sus estrellas, han sido el centro de numerosas leyendas urbanas que todavía hoy siguen dando que hablar en las redes sociales. Señoras y señores, con todos ustedes, la conspiración del rock…

Óscar Herradón ©

(Pexels. Free License. Melvin Buezo)

La poesía, la pintura, la música… han sido en numerosas ocasiones sinónimos de transgresión, formas de arte temidas por aquellos que ostentaban el poder por su capacidad para despertar sensaciones y causar fervor entre un público habituado a obedecer sin objeciones. Vehículos cultos de la contracultura. La década de los 60 y 70 del siglo pasado no fue una excepción. El rock y el punk se erigían como forma transgresora, de denuncia, de una sociedad que parecía caminar hacia el abismo, como la que vivimos hoy en día.

Estados Unidos era entonces –y aún sigue siendo– la primera potencia mundial, y en un país sumergido en la interminable guerra de Vietnam, que estaba siendo una masacre para los soldados americanos, en la que afloraban las drogas y los movimientos sociales surgían con una fuerza desconocida enfrentándose al stablishment (o establishment, según gusten) no fueron pocas las bandas y los cantautores que decidieron unirse a la protesta y marchar hacia la Casa Blanca enarbolando la bandera de la paz y la libertad: Bob Dylan, Tom Waits, Patti Smith… se erigían en líderes del descontento que a través de himnos inolvidables movían a las masas, hasta entonces zombificadas, a revelarse.

Pero si hubo un nombre que entre todos los iconos de la música se erigió como bastión de los desheredados, de las minorías, del canto a la libertad en tiempos de intolerancia, ese fue sin duda el ex Beatle John Lennon, que junto a su mujer Yoko Ono desafió como pocos el orden imperante en el país de la bandera tricolor y los frentes abiertos en todo el mundo a través de sus agencias de inteligencia y de su Ejército «invencible».

De cantante y guitarrista de culto, hombre que reinventó la música con The Beatles, Lennon, en su etapa en solitario y tras una tumultuosa separación de los de Liverpool –hay quien dice que por culpa de la influencia de Yoko–, el músico de nariz aguileña, larga melena e inconfundibles gafas redondas, se convirtió en el ojo del huracán. Pero ya en los tiempos en que compartía escenario con Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, se convirtió en un objetivo para la CIA al declarar, a mediados de los años 60, que los Beatles eran más populares que Jesucristo. Sus palabras, sacadas evidentemente de contexto por los que le veían como un pacifista –serlo entonces en América era casi como ser terrorista–, provocaron quemas masivas de discos de los músicos británicos e incluso el Ku Klux Klan volvió a gozar de cierto éxito entre los más conservadores como defensores de la moralidad y del sistema de valores que rendía culto a Dios y a la raza blanca haciendo honor a las siglas W.A.S.P.: «Blanco, Anglosajón y Protestante» (White, Anglo-Saxon and Protestant).

En 1971, ya separados los de Liverpool, Lennon se trasladó con su esposa, la también controvertida Yoko Ono, a Nueva York, y saltaron las alarmas de las agencias de inteligencia y de la administración Nixon, que le veía como una amenaza para la seguridad nacional en un tiempo en el que la CIA realizaba operaciones entonces ultrasecretas como MK-Ultra o MK-Chaos, esta última encaminada a infiltrar agentes entre los movimientos de contracultura que actuaban como espías de los literatos, los músicos –principalmente de rock y cantautores como Bob Dylan–, y que, regresando a la leyenda urbana, habrían sido responsables, entre otras, de la muerte de Jimi Hendrix, que al parecer no habría fallecido de sobredosis sino ¡ahogado con su mugrienta bufanda en una cuba de alcohol! Historias hay de todo tipo, desde luego para entretenerse bastante horas… Credibilidad: cero.

Jimi Hendrix

Sí fueron ciertas, no obstante, dichas operaciones de inteligencia, que veían en los movimientos pacifistas una amenaza tan preocupante como la de los Panteras Negras o los discursos de Martin Luther King y Malcolm X. John Lennon no solo era una estrella de la música, también era el más importante de los artistas revolucionarios y encabezaba manifestaciones no autorizadas megáfono en mano junto a Yoko. Era amigo de personajes incómodos y perseguidos como Abbie Hoffman, líder del Partido Internacional de la Juventud y el activista social Jerry Rubin, uno de los «Siete de Chicago».

Persecución y escuchas ilegales

La Administración Nixon se cebó con Lennon, siguiendo cada uno de sus movimientos, tanto, que el propio músico bromearía con la enorme cantidad de veces de aparecían «los técnicos del teléfono» por su domicilio; sin duda alguna lo tendría pinchado… Su enorme poder de convocatoria, sus provocaciones reiteradas –cuando posó desnudo con Yoko en 1968, fotos que causaron conmoción en una América puritana e hipócrita–, provocaron actos de seguimiento de las fuerzas de seguridad, escuchas ilegales –o alegales, porque la CIA tenía autoridad para todo–, amenazas como negarle el permiso de residencia y numerosos informes llenos de connotaciones peyorativas como en el caso de Jim Morrison, recabados por los federales y los servicios de inteligencia, en los que se recalcaba la figura de Lennon con «un personaje nocivo para el bienestar estadounidense».

John y Yoko, provocadores «antisistema»

Así que cuando la noche del 8 de diciembre Lennon era tiroteado a las puertas del edificio Dakota, donde vivía –y donde además de rodarse La Semilla del Diablo y donde había vivido un tiempo el ocultista por antonomasia del siglo XX, Aleister Crowley, rodeado de malditismo–, por el introvertido Mark David Chapman –volveremos sobre este punto en un nuevo y amplio post–, aparte de conmocionarse el mundo del espectáculo y la prensa internacional, saltaron todas las alarmas para los conspiracionistas. Según la versión oficial, Chapman, un personaje extraño que había trabajado como coordinador para la Young Men Christian Association –YMCA–, y que había intentado suicidarse por asfixia con monóxido de carbono, siendo ingresado posteriormente en el Castle Memorial Hospital –donde al parecer el ejército estadounidense había realizado experimentos de control mental en los años 60 y donde trabajaría Chapman en la imprenta–, disparó a Lennon y se quedó en la escena del crimen tan tranquilo, leyendo El Guardián entre el Centeno, de J. D. Salinger, libro rodeado también de un aura de malditismo que contribuyó a incrementar el «malditismo» de tan inefable crimen del que el pasado martes 8 de diciembre se cumplieron nada menos que 40 años. Cuatro décadas desde que el mundo es un poquito peor.

Horas agónicas

Años más tarde, Chapman realizó una entrevista en exclusiva desde prisión a la BBC en la que recordaba el momento en que tuvo a Lennon ante él: «Pasó a mi lado y entonces escuché en mi cabeza: ‘hazlo, hazlo, hazlo’; una y otra vez». Y, con un cinismo que rozaba el paroxismo, continuaba completamente tranquilo, como si hubiese robado un caramelo en lugar de asesinado a una estrella: «No recuerdo tener intención de hacerlo. Debí de haberlo hecho, pero no recuerdo siquiera haber apuntado, o como quieran llamarlo. Simplemente apreté el gatillo cinco veces». Lo hizo con balas huecas, para causar el mayor daño posible. Cuatro de ellas impactaron contra el músico. El primer periodista en cubrir el suceso fue Alan Weiss, quien, capricho del destino, fue conducido debido a un accidente al mismo hospital al que trasladaron a Lennon, el Roosevelt Hospital, en el Upper West Side. Weiss trabajaba entonces en el departamento de producción de un de un canal de noticias local neoyorquino. Aquella noche del 8 de diciembre, mientras volvía a casa en su moto atravesando Central Park, un taxi le golpeó y salió volando por encima del manillar. Así comenzaba su crónica, estremecedora, una vez que se encontró con la situación en el Upper West: «Yo estaba tumbado en la camilla, y detrás de mí se abre una puerta y aparece un hombre gritando: ¡tenemos una herida de bala! ¡Una herida de bala en el pecho!». El trágico desenlace ya lo conocemos.

Volviendo a la entrevista que Chapman concendió a la BBC, la misma despertó la curiosidad del periodista Fenton Bresler, que empezó a pensar que podría haberse tratado de un experimento de control mental de la CIA, uno de tantos proyectos englobados bajo el nombre en clave MK-Ultra y que haría famosa la película El Mensajero del Miedo, estrenada en 1962. El hecho de que los asesinos relevantes y los magnicidas –Sirhan Sirhan o James Earl Ray, entre otros– fueran personajes solitarios, a menudo enajenados, llevó a Bresler a postular que Chapman había sido nada menos que «programado» por los servicios secretos para asesinar a Lennon. Algo que suena a ciencia ficción, pero lo cierto es que los experimentos de control mental eran algo habitual en aquellos tiempos en las agencias estadounidenses. Que Chapman hubiese sido inducido para cometer el crimen suena más bien a despropósito.

Aún así, Bresler escribió el libro Who killed John Lennon?¿Quién mató a John Lennon?– que destapó la caja de Pandora de otra teoría más, muy elaborada, de la conspiración. El periodista había entrevistado al teniente O’Connor de la policía de Nueva York, encargado del caso, y éste le dijo que le había extrañado la tranquilidad de Chapman tras el crimen, y que «podría haber escapado muy fácilmente solo con haberlo querido. Tenía el metro al lado y no había nadie cerca que pudiera haberlo parado».

MK-Ultra, ¿la gran conspiración?

Los conspiracionistas creyeron encontrar conexiones entre la participación de Chapman en la YMCA y el MK-Ultra, puesto que eran supuestos caladeros de la CIA camuflados bajo la batuta de organizaciones humanitarias, aunque no existen archivos sobre las labores que Mark David realizó en Hawái y en el Líbano, donde al parecer se trasladó a un campo de reasentamiento donde ayudó a refugiados vietnamitas. Lo que es seguro es que Lennon dejó abruptamente de ser una molestia para la Administración estadounidense, y aunque el demócrata Jimmy Carter todavía era presidente el 8 de diciembre de 1980, las elecciones celebradas casi un mes antes habían dado como ganador a Ronald Reagan, que en asuntos de Seguridad Nacional prefería tomar el relevo de Richard Nixon y sus políticas reaccionarias.

Aquel día Chapman se convirtió en otro de los hombres más odiados de América –hay quien cree que solo buscaba ser protagonista de algo, y vaya si lo fue– y el ex beatle se convertía a su vez en leyenda viva de la historia del rock. Bueno, leyenda viva per se, trascendiendo los géneros. Una leyenda que permanece incólume –a pesar de la publicación de escándalos varios de su vida privada en estas décadas–, hasta hoy. Precisamente hace tan solo unos días se cumplían 40 años de aquel trágico día, en que todo el planeta, de un rincón a otro, rindió homenaje al hombre que imaginó un mundo mejor, pero que no logró conseguirlo. Hoy, ese mundo no ha cambiado mucho, por desgracia. Pero The Beatles y Lennon son inmortales, le moleste a quien le moleste, establishment viejo y nuevo incluidos, y sus canciones permanecen como uno de los grandes legados culturales del siglo XX. Qué leches, de todos los tiempos.

PARA INDAGAR MÁS, LAS MEJORES NOVEDADES:

El libro Rebeldes del Rock, del periodista musical Manuel Pérez Poy, se encarga de numerosos grupos y múscios individuales que fueron contra el establishment y trascendieron la música, que usaron muchas veces como vehículo de denuncia de un sistema corrupto y plagado de injusticias (que hoy, por desgracia, permanece prácticamente igual, o peor). Por supuesto, la figura de Lennon también es abordada en las páginas de este sugerente ensayo, lleno de anécdotas y de prosa ingeniosa y punzante que ha publicado recientemente Redbook Ediciones.

También Redbook es la artífice de la publicación de El lado oscuro del rock, firmado por el veterano crítico musical José Luis Martín, un sugerente título que ampliaremos próximamente en «Dentro del Pandemónium» y donde el autor se sumerge en uno de los aspectos más fascinante del género: cómo influyó en él el ocultismo, las artes adivinatorias, las sectas, la magia e incluso los rituales satánicos. Un ensayo que desmonta ideas preconcebidas y lugares comunes de bandas como The Beatles que, como afirma el autor, «de chicos buenos, nada».

Por su parte, Libros Cúpula acaba de publicar ¿Quién mató a John Lennon? El retrato del hombre detrás del misterio, de la prestigiosa periodista musical inglesa Leslie-Ann Jones, la nueva y probablemente definitiva biografía del músico y activista que explora sus claroscuros, su creación, su prematura y oscura muerte y su legado. Su contenido lo abordaremos en profundidad en un inminente post y que se ha lanzado coincidiendo con el 40 aniversario de la trágica muerte del multiinstrumentista que fue figura principal de los cuatro de Liverpool.

TO BE CONTINUED