Dinosaurios en la Península Ibérica

Cuando uno piensa en dinosaurios, le viene a la mente, lógico, Jurassic Park, sus muchas secuelas y la gran cantidad de «bichos» antediluvianos de películas anteriores (léase El Mundo Perdido o King Kong) y museos como el Museo Americano de Historia Natural o el Field Museum de Chicago –casi todos en territorio estadounidense–, aunque los continentes allá por el Pleistoceno, el Jurásico o derivados, no eran exactamente como ahora…

Por Óscar Herradón ©

Sorprende, sin embargo, para aquel lego en paleontología (como un servidor, lo reconozco) saber que la Península Ibérica es un lugar de gran presencia fósil y en su día fue poco menos que un vergel para las bestias saurias. La Península tenía una localización estratégica privilegiada, llamada placa ibérica, pues ocupaba una posición central en el primer supercontinente, el célebre Pangea (¡qué tiempos!) y más tarde, siendo una de las isla más importantes (en cuanto a fauna y flora se refiere) durante la friolera de 150 millones de años.

Sin embargo, no es hasta el periodo conocido como Cretácico Medio (170 millones de años) cuando se fechan las primeras evidencias de presencia de grandes saurios en el territorio que hoy conforman España y Portugal, un amplio abanico de especies que vivieron (y acabaron extinguiéndose) en nuestro territorio. Hace unos 150 millones de años esta zona era una isla (o Península, depende de la fuente que se consulte), el llamado Macizo Hespérico (o Ibérico), cuya costa oriental coincidía con gran similitud con la línea que hoy dibuja el Sistema Ibérico, ubicada en una zona de mares de poca profundidad entre el Mar de Tetis (en lo que en la actualidad sería el Mediterráneo) y el Mar Rojo.

Una amplia zona que hoy iría desde Cuenca hasta Asturias fue un auténtico vergel preñado de bosques, ríos y lagos que impulsó la aparición de especies de dinosaurios (y muchas otras, como aves, mamíferos, insectos y reptiles); una riqueza natural que haría que fuese la más rica en yacimientos fósiles de grandes animales como los legendarios «lagartos antediluvianos» del pasado. Es la razón por la que en nuestra piel de toro existen hasta 16 museos y rutas para descubrir la presencia de dinosaurios en España.

Una completa guía de Editorial Susaeta

El próximo 2023 se cumplen 30 años del estreno en cines de la primera película de la saga Parque Jurásico; por supuesto, haremos el pertinente homenaje en el pandemónium, pero mientras esperamos tal efeméride spielberiana, no estaría de más conocer las «islas nublares» que tenemos en numerosos rincones del país –el nuestro, no la todopoderosa «yankilandia»–, por ahora, solo fósiles, aunque teniendo en cuenta el avance de la ingeniería genética, quién sabe…

Para conocer la amplia variedad de especies que poblaron nuestro territorio nada mejor que sumergirnos en las páginas profusamente ilustradas (y muy documentadas) de un volumen colosal (tamaño saurio) que publicó hace unos meses la Editorial Susaeta: Dinosaurios de la Península Ibérica, una completa guía que pone fin al vacío editorial en este sentido (en el divulgativo, alejado de la densidad de los textos académicos) a cargo del paleontólogo Luis Alcalá, director precisamente de uno de esos centros de investigación que existen en España: Dinópolis Teruel.

Entre sus páginas conoceremos especies como el Aragosaurus –en la imagen de la derecha–, el primer dinosaurio descubierto en la Península; el Rhabdobon, «una forma relicta cuyo antepasado sería un rabdodóntico basal más antiguo» de Hungría, o el gigantesco Turiasaurus, conocido como «el lagarto de Teruel», de una longitud de entre 30 y 39 metros y un peso de 40 a 48.000 kg, y que permitió descubrir un nuevo grupo de colosos cuyos restos se han hallados en otros lugares de España y Portugal.

Jurassic World: la historia visual definitiva (Norma Editorial)

Y a la espera de ese 30 aniversario de Jurassic Park, que la saga cinematográfica cerró este 2022 (al menos por el momento) con Jurassic Park: Dominion, en la que aparecían, junto a Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), las viejas glorias de la primera parte, los inolvidables Alan Grant (Sam Neill), Ellie Sattler (Laura Dern) y Jeff Goldblum, que interpretaba al icónico y pretencioso Dr. Ian Malcolm (no así el entrañable John Hammond, personaje interpretado por el realizador británico Sir Richard Attenborough, que falleció en 2014).

El libro en cuestión es Jurassic Park: La Historia Visual Definitiva, obra de James Mottram y que es una guía que invita a los lectores a emprender por vez primera un viaje por la creación de las películas originales y el gran universo de la franquicia. Cuenta además con declaraciones de personas clave de las cintas, como el propio Steven Spielberg, la productora Kathleen Kennedy y las estrellas antes citadas, Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, acompañadas por gran cantidad de imágenes exclusivas nunca vistas del rodaje, así como storyboards y arte conceptual.

Diente de Oso (Integral): el ascenso del nazismo y la II Guerra Mundial vistos a través del cómic

El veterano guionista marsellés Yannick Le Pennetier (cuyo nombre de guerra es Yann) y el diseñador de cómics belga francés Henriet, llevan años dando forma a una serie gráfica fascinante que, ya concluida, Norma Editorial publica en formato integral: Diente de Oso. Una aventura vertiginosa en el marco de la Segunda Guerra Mundial que aúna belicismo y drama, y que es también un thriller político y un relato histórico fiel a una época de extremos.

Por Óscar Herradón ©

Narrada en parte a través de flashbacks y desde los puntos de vista de los tres personajes principales, se trata de una de las obras más aclamadas de los últimos años dentro de la amplia oferta que conforma la bande-dessinée. El primer volumen se publicó en 2016 y desde entonces no ha hecho sino cosechar seguidores, no solo en los países del ámbito natural del género (básicamente la Europa occidental), sino en todo el planeta, y no es extraño que suceda así, pues es un relato que mezcla elementos sempiternos de la literatura (el amor, la traición, la venganza, el paso de la adolescencia a la edad madura, la desesperanza…) con una trama bélica de espionaje y trasfondo político (por supuesto, de denuncia del nazismo, pero también un alegato del horror de la guerra en todas sus formas), regado de adrenalítica acción, digno homenaje a la viñeta de aventuras de toda la vida.

La obra tiene detrás un trabajo de documentación absolutamente deslumbrante. Si bien no soy un gran conocedor del trabajo previo de sus autores, ni un lector decano de novela gráfica –que, por otro lado, cada vez me cautiva con mayor fuerza y me parece incluso más atractiva que mucha de la colosal oferta literaria (al uso). Nunca es tarde si la dicha es buena que reza el proverbio–, la Segunda Guerra Mundial y el Tercer Reich sí son temas en los que me he sumergido bastante más tiempo, aunque sean inabarcables, así que dicho trasfondo documental y despliegue informativo sobre la época en cuestión, Entreguerras desde el ascenso de Hitler al poder y la Segunda Guerra Mundial, me atrajo desde el principio y es uno de los fuertes del cómic, perfectamente engarzado a la trama de ficción y a las singularidades de los personajes.

Novela (gráfica) de aprendizaje

Los tres principales, Max, Werner y Hanna, adolescentes preñados de matices que evidencian que, a pesar del horror y el desprecio hacia el otro, no todo es blanco y negro en la vida, ni todo el mundo se ajusta a la perfección al rígido papel de criminal o de héroe: unos y otros titubean, aman, odian, lloran, sienten miedo… hasta los nazis más recalcitrantes. Con respecto a los criminales, encoge el alma reconocerlo, pero así es, y es algo que saben transmitir con coherencia sus autores a través de la amplia amalgama de identidades que surcan la novela gráfica (desde el ferviente nazi que empieza a cuestionar la loca cruzada de conquista de su Führer al miembro de la Restistencia que tortura a un alemán hasta la muerte en pro de su misión).

Tres niños distintos marcados por un mismo destino enmarcado en los terribles años de la mayor guerra conocida por el hombre. Un joven checo de origen judío (Max), un alemán «de sangre pura» (Werner) y una alemana de gran coraje (Hanna) que acabará militando en las fuerzas armadas alemanas en la contienda. Distintos (distancia que se acentuará a causa de la política racial tras el ascenso de Hitler a la Cancillería) que, sin embargo, en su infancia y primera adolescencia, además de su amistad –y por ende inocencia que se irá tornando en desencanto en la vida adulta–, comparten un sueño en común: surcar algún día los cielos como pilotos. Lo acabarán haciendo (Hanna, de hecho, será una piloto de élite de la Luftwaffe), pero en los convulsos años de la Segunda Guerra Mundial, tras mucho tiempo sin saber los unos de los otros, cada uno con sus fantasmas y sus secretos, y aparentemente enfrentados entre ellos.

Su infancia transcurre en la Baja Silesia (trasunto de numerosos rincones multiétnicos del Viejo Continente antes de la tragedia nacionalsocialista), una región poblada por judíos polacos, alemanes y checos. Un guiño a la infancia del guionista, el legendario escritor marsellés Yann, quien pasaba las horas muertas viendo entrenar a los legendarios Fouga Magister (entrenador biplaza a reacción de origen francés) en su ciudad natal. Se nota que su pluma está a cargo de los diálogos, con un dominio absoluto del ritmo del noveno arte.

Como apasionado de la aviación, la serie Diente de Oso tiene numerosas referencias aeronáuticas y por tanto, la fuerza militar que cobra más importancia en el marco del Reich es la citada Luftwaffe, la fuerza aérea alemana que comandaba el orondo Hermann Göring y cuya sede, el Ministerio de aviación del Reich, fue uno de los pocos edificios que permaneció en pie, en bastante buen estado, tras los implacables bombardeos aliados sobre la ciudad, actual Ministerio de Finanzas, de obligada visita si uno se acerca a la capital alemana, muy cerca de la antigua calle Prinz Albrecht Strasse, donde se erigía la sede de la temible Gestapo nazi.

Un certero fresco de la Segunda Guerra Mundial

ALSOS

Por las páginas de Diente de Oso pasean reclutas de la Hitlerjugend (las Juventudes Hitlerianas), miembros de la Resistencia polaca, oficiales de las Werwolf nazis (una fuerza irregular que hacia el final de la guerra ayudaba a la Wehrmacht luchando contra los aliados como una guerra de guerrillas) y agentes de la OSS (Office of Strategic Service), la agencia de inteligencia militar antecesora de la CIA comandada por el general William J. Donovan, que también existió realmente, un personaje sobre el que se cuentan numerosas historias, y que fue, además, el inventor de la pistola con silenciador. Y operaciones secretas con un trasfondo histórico también muy real, como la Operación Paperclip y la Operación Alsos, a través de las cuales los americanos intentaron evitar que los alemanes desarrollaran la bomba atómica, y de paso hacerse con los científicos más prominentes del proyecto nuclear nazi, que pasarían a trabajar bien para EEUU, bien para la URSS, en el nuevo orden geopolítico mundial que se avecinaba, la Guerra Fría.

Por la trama se mencionan –y tienen especial interés– las llamadas «Armas Secretas» y «Armas Milagrosas» desarrolladas por la maquinaria nazi y defendidas con tesón por el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, desde los cohetes V2 al Ho XVIII Amerika Bomber, un proyecto –real– de bombardero intercontinental basado en el diseño del Horten Ho 229, cuyo objetivo era bombardear algún importante núcleo de población en EEUU y que tendrá un papel destacado en el relato.

El título, aunque en principio pueda parecer extraño para quien se acerca por vez primera a las páginas de la novela gráfica, se debe a un amuleto hallado por los tres muchachos en sus años felices en una caverna y extraídos del cráneo de un oso cavernario (con su consiguiente rito «pagano» de por medio, algo muy del gusto de los ariosofistas de Entreguerras). En definitiva, una novela gráfica que ahora, gracias a la siempre vanguardista labor de Norma Editorial, podemos disfrutar en formato de lujo integral y con un sorprendente «Making Of» con numerosos bocetos y entrevistas a los autores. Y para quien prefiera los volúmenes de forma independiente, Norma también los publicó en su momento y parece que aún están disponibles. He aquí el enlace para el Integral (no os arrepentiréis de tenerlo, y lo devoraréis):

https://www.normaeditorial.com/ficha/comic-europeo/diente-de-oso/diente-de-oso-edicion-integral

Hades y el oráculo de los muertos (II)

Fermín Bocos realiza un erudito, directo e irónico recorrido por algunos de los mitos y rituales más notorios del mundo clásico en su último libro, Zeus y familia. Dioses, templos y héroes, que ha publicado la editorial Ariel. Uno de los temas que trata es el de los oráculos, concretamente el de Éfira, que la tradición vincula con el Hades, el inframundo griego. Viajamos hasta allí para desvelar sus secretos.

Óscar Herradón ©

Los actos mágicos, las misteriosas oraciones y los relatos sugestivos sobre las almas de los difuntos que proferían los sacerdotes, convertían al consultante del oráculo, despojado de su voluntad según Philip Vandenberg, en un instrumento de los religiosos, lo que hacía que estuviera predispuesto a interpretar sueños y a ver apariciones que casi con seguridad eran inexistentes.

Tras varios días entre la vigilia y el sueño, en trance, se presentaba el sacerdote iluminado con una antorcha, semejante a una aparición, blanco como se creía era el alma de los muertos, murmurando en voz muy baja, casi imperceptible y pidiendo al visitante que le siguiera; le daba una piedra y le ordenaba que, una vez llegado al largo corredor, la arrojara hacia atrás en un gesto que alejaría de su persona todo mal. Piedras que han sido halladas por los arqueólogos en grandes cantidades y que demuestran la veracidad del relato. En un extremo del corredor se encontraba una habitación, aún más pequeña que la primera, donde el consultante proseguía con su interminable letargo.

Hades y Perséfone

Al final del corredor, a la derecha, se hallaba, según la leyenda, un laberinto que Dakaris efectivamenteencontró. Llegado a este punto, el consultante, que aún no había perdido por completo el sentido de la orientación, olvidaría por completo cuanto había dejado atrás. Diminutos cuartos que estaban cerrados con puertas guarnecidas de hierro que no se abrían hasta que la anterior no había sido cerrada, en medio de un ambiente asfixiante. Los sacerdotes habían avisado previamente al consultante de que, cuando hubiese atravesado el último umbral, hallaría bajo sus pies la hirviente morada del dios de los muertos, Hades, y de Perséfone, su esposa. Se hallaba ante el mismísimo reino de las sombras. Entonces, en el suelo se abría un agujero del tamaño de un sillar, donde el consultante debía verter la sangre de los animales sacrificados que llevaba consigo en un jarro. Las almas de los muertos debían beberla para recobrar su conciencia y así poder revelar el futuro a aquél que les había hecho una pregunta.

El «Hades» medía apenas 15 metros de largo y Sotiris Dakaris había conseguido sacarlo a la luz tras más de 2.000 años sin que ningún ser humano hubiese pisado su suelo sagrado. Aterrado, casi sumido en el delirio e incapaz de distinguir entre el sueño y la realidad, el consultante, tras verter la sangre del sacrificio, esperaba casi desvanecido el momento culmen: la aparición del «muerto» que estaba deseando ver y que le aportaría luz sobre su futuro. Ya habían pasado los veintinueve días de rigor, y los sacerdotes proyectaban, con el humo y las antorchas, siluetas fantasmagóricas en las paredes de la sala, mientras continuaban con su interminable cántico. De repente –siguiendo el trabajo de Philipp Vandenberg y lo recopilado por Dakaris–, se podían escuchar un gemido y un crujido, mientras sonidos inhumanos llenaban la estancia.

Entidades de ultratumba

En el extremo opuesto colgaba del techo un enorme caldero de cuyo borde sobresalía una mano… después podía verse otra y por último la cabeza, un rostro pálido y una figura extrañamente inhumana que acababa manteniéndose de pie dentro del recipiente. Para el consultante no podía ser otro que el difunto. La aparición comenzaba a moverse y hablaba con palabras mesuradas, mientras una balaustrada impedía al visitante acercarse más a la aparición. Una vez dada la respuesta –que no siempre se ajustaba a los deseos del que realizaba la pregunta- se escuchaba un gran estruendo y el caldero volvía a ponerse en marcha, se elevaba hacia el techo y desaparecía en medio de una densa nube de humo, mientas el canto monótono de los sacerdotes se iba extinguiendo, las antorchas se apagaban y la estancia quedaba en completo silencio.

Entonces, el visitante era cogido del brazo y trasladado a lo largo de las pequeñas estancias y los corredores citados hasta un pequeño cuarto destinado al último tratamiento al que debía ser sometido y donde era expuesto a los procesos de purificación obligatorios después de haber «contactado» con los muertos. Para Dakaris, todo era real, incluso la aparición, pero se debía a una ingeniosa escenificación de los sacerdotes del oráculo, un papel que es posible que interpretaran los mismos religiosos, temerosos de que un actor pudiera delatar el fraude. Durante el tiempo que el consultante permanecía incomunicado y en trance, los sacerdotes parece ser que obtenían del mismo, sutilmente, la información precisa para que después el alma de los «difuntos» pudiera darle una respuesta adecuada a sus inquietudes. Toda una puesta en escena ancestral.

BIBLIOGRAFÍA:

DAKARIS, Sotirios: Dodona (en inglés) 1993.

VANDENBERG, Philipp: El Secreto de los Oráculos. Destino, 1991.

Imágenes: Wikimedia Commons. Free License

PARA SABER MÁS:

En Zeus y familia. Dioses, héroes y templos, el veterano escritor y periodista Fermín Bocos (que en Viaje a las puertas del infierno, también publicado por Ariel, se sumergió en los insondables secretos del Hades y los oráculos de la antigüedad) nos presenta esta historia y muchas otras en una obra que rezuma amor por la historia, la filosofía y el arte, y que lanza puentes con el presente «para dejar constancia de la influyente vigencia que la producción intelectual de griegos y romanos tiene hoy en día». Un sucinto muestrario de divinidades olímpicas y de otras entidades de la Antigüedad; un recorrido subjetivo, divertido y culto a la vez que contribuye a desvelar parte de los misterios de nuestro pasado fundacional.