El libro de los insectos humanos

En el año de su 40 aniversario, Planeta Cómic recupera en formato de lujo una de las obras cumbre del manga, El libro de los insectos humanos, de Osamu Tezuka, publicado originalmente en Japón entre 1970 y 1971, hace más de medio siglo.

Óscar Herradón ©

Y aunque 50 años son mucho tiempo, la novela gráfica no ha perdido un ápice de actualidad, de irreverencia e incluso de provocación –en su temprano erotismo e incluso fetichismo–; aunque creamos que ya lo hemos visto todo, la censura es a veces más implacable –e incomprensible– hoy que hace medio siglo, presa de la «modernidad» y de lo políticamente correcto.

Como reza la semblanza de Tezuka Production que abre el tomo, el autor nipón siempre creyó con convicción que cualquier tipo de odio o de enfrentamiento es en esencia malo, «ya sea entre civilizaciones, entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, entre subyugadores y subyugados, ricos y pobres o sanos y enfermos». Por ello, en el fondo de sus historias (que publicará en su totalidad Planeta Cómic, sin duda una buena noticia para los adictos a la viñeta) siempre subyace un fuerte componente de «filantropía» y de «respeto a la vida», a pesar de que a algunos de sus personajes no les tiembla el pulso a la hora de arrebatarla.

La obra se publica en su forma original, que es como debe ser, pues el mangaka –que falleció en 1989– no puede hacer una revisión de la misma y contratar a terceras personas para ello sería, como señalan los editores, poco menos que una blasfemia, teniendo en cuenta además que la producción de Tezuka supone un auténtico legado de la cultura japonesa (a ver cuándo aprendemos aquí a valorar justamente el componente artístico y generacional del tebeo).

La obra (que como todo manga que se precie se lee de derecha a izquierda), cuenta la historia de la bella y exitosa Toshiko Tomura que, con poco más de 20 años, está a punto de recibir el premio literario más importante de Japón, tras haber conseguido el éxito, ante la estupefacción de quienes la rodean, en toda actividad en la que decidiera recalar, por muy antagónicas que parezcan: el mundo del teatro, la arquitectura… Genio indomable de su tiempo, Tomura, como es lógico, es una estrella de renombre internacional que copa los titulares de los periódicos y cuya presencia inspira programas de radio y televisión.

Pero algunos, como el periodista Kametaro Aokusa del periódico sensacionalista El Indiscreto (enamorado hasta los huesos de la joven, lo que ciega en parte su opinión sobre ella, algo que también le sucederá al director teatral Hyoroko Hachisuka o al diseñador Ryotaro Mizuno, entre otros) comienzan a sospechar que Tomura esconde algo… En realidad, un terrible secreto, un pasado oscuro y una personalidad inquietante que, como si se tratara del trasunto de un insecto (de ahí el acertado título de esta joya del noveno arte) es capaz de mimetizarse en los demás, adquiriendo su personalidad y talentos (por supuesto, al obtenerlos, despoja a sus «presas» de su antiguo atractivo, y como la actriz Keiko Nishikawa, pasarán de acaparar los focos a convertirse en parias). Todos aquellos que han tenido la desgracia de asociarse estrechamente con Tomura serán las presas de las que la joven obtendrá sus enormes éxitos.

Una crítica sin contemplaciones al egocentrismo de nuestra especie, reflejado en una sociedad implacable por la que pululan matones de medio pelo, proxenetas, empresarios sin escrúpulos, asesinos a sueldo, una competencia feroz inherente al status quo…  ¿Os suena? Poco ha cambiado la sociedad desde hace 50 años, si acaso para peor.

Reflejo de una sociedad enferma

En el epílogo, Tezuka narra cómo en la desconcertante y violenta sociedad de comienzos de los 70 (si echase un vistazo a la actual, directamente se suicidaría): «Me apeteció dibujar a una mujer maquiavélica que se sale con la suya en esa absurda era repleta de luces y sombras». Su origen se remonta a varias historias autoconclusivas que el autor escribió para la revista Play Comic bajo el título genérico de «Bajo el aire» y comenzó a darle forma –confiesa– en una época en la que muchas noticias de cariz tétrico inundaban los periódicos y las televisiones, según Tezuka, «como por ejemplo las acciones violentas de una especie de secta llamada Nueva Izquierda, atentados terroristas indiscriminados, una guerra de Vietnam cada vez más empantanada o los sucesos de la revolución cultural china, por decir algunos. Paralelamente, también fue la época del crecimiento económico desenfrenado de Japón, que pareceía estar despegando como un cohete hacia el primer puesto mundial en PIB».

¿Cuándo, no obstante, no nos han rodeado sucesos luctuosos? Faltaban décadas para el 11S y el 11M y para el despliegue brutal de violencia del terrorismo islámico, y otras guerras tanto o más absurdas (¿es que alguna no lo es?) que la de Vietnam, como la de Ucrania, que han dibujado un panorama mucho más oscuro todavía que, unido a la pandemia, los efectos climáticos extremos, la deshumanización de las RRSS y la hiper-información, parece casi preapocalíptico, lo que ha tenido también su reflejo en el séptimo y el noveno arte, donde proliferan los cómics con trasfondo catastrofista, preñados de plagas y zombies en un mundo que comienza a parecerse, cada vez más, a los áridos decorados de Mad Max (donde, recordemos, la gasolina era un bien más escaso y preciado que el diamante).

Da igual la época, pues como reza el adagio: «Homo homini lupus», sin embargo, Tezuka, que vivió la Segunda Guerra Mundial en la preadolescencia (nació en Toyonaka en 1928), y por tanto también el lanzamiento de las bombas atómicas contra su país, aún tenía esperanza en la especia humana. ¿Se equivocaba?

He aquí el enlace para adquirir esta novela gráfica que podríamos calificar sin peligro de equivocarnos de fundacional. No en vano, Tezuka, creador del inmortal Astroboy, ha sido considerado un genio, un moderno Da Vinci, bautizado como «el dios del manga»:

https://www.planetadelibros.com/libro-el-libro-de-los-insectos-humanos/340103

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