La Isla del Tesoro (edición ilustrada)

La inmortal obra de Robert Louis Stevenson ilustrada por el francés Etienne Friess. Esa es una de las últimas apuestas de la siempre detallista Edelvives, en un nuevo título de una preciosa colección dirigida por el también ilustrador galo Benjamin Lacombe, cuyas obras han sido publicadas en castellano por la misma editorial y en las que profundizaremos en un próximo post.

Óscar Herradón ©

Como novedad, esta nueva versión de La isla del tesoro opta, en su faceta artística, por una excepcional galería de animales personificados, dando así un novedoso giro a la lectura de este maravilloso relato clásico, enfocado a los lectores jóvenes de entre 10 y 12 años (pero que deleitará por igual o en mayor grado a los adultos), en una edición abreviada y adaptada a nuestros tiempos de la obra original de Stevenson; una de las mayores obras sobre piratería de todos los tiempos, una novela de aventuras no exenta de crítica hacia la ambición y el ansia de amasar dinero que no ha perdido vigencia siglo y medio después de que fuera escrita.

Protagonizada por el joven héroe Jim Hawkins, hijo del dueño de la posada del Almirante Benbow, bajo el magistral trazo de Friess toma la forma de un ratón que, zarandeado por los giros del destino y superado por los acontecimientos de una vida que no es la que espera, se verá inmerso en toda clase de peligros. Otros personajes antropomorfos que no nos dejarán cerrar este voluminoso libro son el caballero John Trelawney, un trotamundos y aventurero de ascendencia noble y armador de la goleta Hispaniola, que toma la forma de un elegante caballo; el doctor David Livesey, narrador de una parte de la historia, que adquiere la forma de bulldog, y no gratuitamente: esta raza de perro inglesa se caracteriza por su fidelidad y su inquebrantable rectitud, rasgos que caracterizan al personaje perfilado por Stevenson.

El capitán pirata Flint, con el que John Silver el Largo navegó como contramaestre –y quien guardaría el célebre mapa del tesoro–, es aquí un loro de color verde, la mascota del joven Hawking, mientras que Silver, quien también se enrolará a bordo de la Hispaniola como cocinero, es representado con la portentosa imaginación de Friess con los trazos de un mustélido glotón, testarudo y sagaz, de gran astucia y perseverancia. El antiguo pirata Ben Gunn, reconvertido en marinero, tiene la forma de un reptil curtido por el sol, lo que no es baladí: a ello debe su supervivencia en la isla del tesoro, a la capacidad de su especie para adaptarse a los entornos más hostiles.

Una multicolor abanico de héroes y villanos, de hombres corrientes y pérfidos criminales, inspirados lejanamente en ciertos personajes históricos, dibujados aquí con un trazo delicado pero firme, con cierto aire clásico pero de fresca originalidad y tonos que evocan melancolía, que se embarcarán hacia la isla del título para cumplir sus sueños… y venganzas, en una monumental edición que puedes adquirir en el siguiente enlace:

https://www.edelvives.com/es/Catalogo/p/la-isla-del-tesoro

Apuntes de un cocodrilo. La novela «Queer» de Qiu Miaojin

Hoy en España se debate la controvertida «Ley Trans» que ha provocado un vendaval –otro más de una larga lista– en el Gobierno de coalición; se reivindica en la mayoría de los países civilizados el respeto, la tolerancia y la total aceptación de la comunidad LGTBI, salvo excepciones, y aunque queda muchísimo por hacer en este campo, pues hay numerosos rincones del planeta en los que puedes ir a la cárcel, ser torturado o incluso ejecutado por ser homosexual –no hace tantas décadas que el Franquismo lo consideraba un delito tipificado en la llamada «Ley de vagos y maleantes»–, si echamos la vista atrás el asunto era mucho más urticante, lo que no impedía que se escribieran obras valientes y combativas.

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Crédito: Pexels. Free License

Cuando en este país era tema tabú, o al menos marginal en los grandes medios y sobre todo entre las familias, mucho más «tradicionales» que en este 2021, allá por 1994, la taiwanesa Qiu Miaojin publicaba una joya de la literatura asiática, un clásico de culto instantáneo que ponía en evidencia las contradicciones sobre la sexualidad y la intolerancia más absoluta del establishment en un país, China, en el que todavía hoy el asunto es tema incómodo, cuando no prohibido. La novela era Apuntes de un cocodrilo, que ahora podemos disfrutar en castellano gracias al buen hacer y a la cuidadosa selección de títulos de Gallonero Ediciones.

Miaojin, que murió apenas un año después, en 1995 –se suicidó clavándose un en el pecho un cuchillo de cocina en París, tras acabar el manuscrito de su última novela-confesión, Testamento desde Montmartre–, era una de las escritoras lesbianas más reconocidas de Taiwán, rincón algo más libre que en los últimos años está en el punto de mira del régimen de Beijing. El telón de fondo de esta atípica y personalísima historia es Taipéi, la capital, una ciudad que la autora retrata en los primeros años que siguieron al levantamiento de la Ley Marcial, ansiosa por acercarse a Occidente y crear una identidad propia completamente independiente de la capital de la República Popular China.

Hoy que vuelve a estar entre las cuerdas dicha «independencia», y que en regiones como Hong-Kong son habituales los abusos policiales, las detenciones ilegales y las leyes marciales por parte de las autoridades chinas, cuánto habría sufrido Miaojin de haber visto el nuevo escenario, configurado por unos cuantos pasos gigantescos atrás. Hace unos días, el almirante estadounidense Philip S. Davidson advertía de que la amenaza de Pekín sobre la isla se cumpliría esta década: «China podría invadir Taiwán en los próximos seis años», según declaró en una audiencia ante el Comité de Servicios Armados del Senado USA. Escalofriante.

Miaojin

Pero volvamos a comienzos de los noventa. En aquel afán de diferenciarse del gigante asiático y su forma tradicional de convivencia, en Taiwán la homosexualidad, que en China era considerada una enfermedad mental, estaba a medio camino entra la aceptación y la condena. Casi como en la mayoría de rincones. Para la autora, el cocodrilo del título de la novela representa la conciencia de una sexualidad diversa, y como cualquier otro animal vive al margen del asentamiento humano, reacio a dejarse ver. Esta magnética historia de revelaciones a media voz, pero de pura denuncia para quien sabe leer entre líneas, explora los temas de la homofobia y gira en torno a un grupo de jóvenes universitarios queer, término hoy más conocido pero entonces prácticamente inexistente que define una identidad sexual o de género que no se corresponde con las ideas establecidas. En la novela, todos los personajes, con trazos ingeniosos y raros y una personalidad triste, parecen vivir, a su manera, una existencia aislada, como la del cocodrilo, separados de la familia y de la sociedad, y en medio de esa desesperación por tratar de ocultarse cuando quieren ser visibles, se vuelven autodestructivos. Una obra vibrante que es a la vez una sátira social con cierto toque surrealista en la que la autora plasmó todos sus demonios interiores que, unidos a las contradicciones e hipocresía del sistema, la conducirían inexorablemente a la tragedia.

Aquí podéis adquirir esta joya literaria de finales del siglo pasado por fin en castellano:

Oráculos. Vaticinando el futuro desde la Antigüedad (III): Dodona

Junto a Delfos, el oráculo de Dodona, fue el más célebre de la antigüedad. Su nombre se debe a un lugar que se halla a 80 km al este de la isla de Corfú, en la región de Epiro, cerca de la frontera de Grecia y Albania. Centro de peregrinaje de tiempos pretéritos al que también se acercaron reyes y emperadores, fue un imponente santuario dedicado al dios Zeus y a la Diosa Madre naturaleza. Viajamos a sus entrañas…

Óscar Herradón

(Dodona en la actualidad. Fuente: Wikipedia)

Una de las más valiosas descripciones que poseen los arqueólogos del milenario oráculo fue la dejada por Heródoto: «Las sacerdotisas de los dodonienses cuentan que de Tebas, en Egipto, partieron dos palomas negras; una viajó hasta Libia, y la otra hasta ellas; una vez allí, la paloma se posó sobre un roble, y con voz humana articuló que el destino quería que se estableciera en aquel lugar un oráculo de Júpiter; los dodonienses, mirándola como una mensajera de los dioses, obedecieron de inmediato. Cuentan también que la paloma que voló hasta Libia ordenó a los libios construir el oráculo de Amón, que es también un oráculo de Júpiter. Esto es lo que me dijeron las sacerdotisas de los dodonienses, de las cuales la más vieja se llamaba Preumenia, la siguiente, Timarete, y la más joven, Nicandra. Su relato fue confirmado por el resto de dodoneos, ministros del templo».

Fue así como surgió el culto al «Gran Roble», un árbol sagrado en el que se adoraba al dios Zeus Naios –Zeus residente– y Dione Naia, su contrapartida femenina. En el siglo V a.C. las sacerdotisas serían tomadas por adivinas y conocidas como las Sellas. El propio Homero hablaría del oráculo de Dodona en la Ilíada hasta en dos ocasiones, otra de las fuentes de la que han bebido con profusión los historiadores. Al parecer, las Sellas vaticinaban el futuro de diversas formas: interpretando la caída de las hojas del roble sagrado, el ruido causado por uno o varios recipientes de bronce y puede que también el vuelo de las aves –lo que se conoce como ornitomancia–, en este caso de las palomas. En el siglo IV a.C. el ateniense Demón ofreció una tradición paralela sobre el oráculo: afirmaba que el santuario estaba delimitado por un cerco de calderos de bronce que estaban dispuestos en trípodes y que, cuando el viento los golpeaba, el sonido que emitían por medio de una cadena era el que debía ser interpretado por las sacerdotisas.

Por su parte, Homero apuntaba que, en relación con el simbolismo de los árboles y el roble sagrado del santuario, los sacerdotes y sacerdotisas de Dodona no podían lavarse los pies y debían dormir en el suelo. Algunos cronistas señalan que en los primeros tiempos, el oráculo ordenaba a los consultantes sacrificar una víctima al río Aqueloo cada vez que debía contestar una pregunta, aunque no existen vestigios arqueológicos de ello.

Rascando vestigios arqueológicos

La historia del santuario guarda numerosos enigmas, y la arqueología no ha podido datar con exactitud su origen. En fecha reciente se han encontrado restos de la época micénica, de alrededor del siglo XV a.C. El culto al Zeus Dodoniano llegaría a Epiro con los tesprotios en el conocido como periodo Heládico reciente, en torno al 1200 a.C., aunque parece ser que existía un culto anterior dedicado a la diosa ctónica prehelénica de la fertilidad y la abundancia relacionada con las raíces sagradas del «Gran Roble».

Ruinas de Dodona (Licencia Libre: Wikipedia)

Hasta el siglo VI a.C., el santuario gozaba de gran renombre y consultado regularmente por los atenienses, que enviaban a su consulta una embajada anual. Incluso Creso, rey de Lidia, consultaba a los célebres oráculos si debía declarar o no la guerra a los persas, como harían otros mandatarios de manera habitual. Plutarco cuenta cómo Agesilao II (444-360 a.C.) rey de Esparta, preguntó al oráculo sobre si sería oportuno lanzar una gran ofensiva contra los persas, mientras que los espartanos viajaron también a Dodona para que les realizaran un vaticinio antes de la batalla de Leuctra contra Tebas, en el 371. Las consultas parece que se hacían en laminillas de plomo de las que se han hallado bastantes ejemplares en las excavaciones.

Pirro

Después, Delfos suplantaría progresivamente a este como sede principal de los oráculos del mundo heleno y en torno al siglo IV a.C. el santuario parecía haberse reducido a un simple templo en torno al Roble Sagrado, hasta que recuperaría su máximo esplendor gracias al mandato de Pirro –célebre por las guerras que emprendió– en Epiro, entre el 297 y el 272 a.C., quien reconstruiría casi todos los edificios de Dodona, convirtiéndolo en una especie de santuario nacional de Epiro: reconstruyó el templo de Zeus, el de Heracles y el de Temis, que ganaron en espacio y también los edificios cívico: el Bouleuterión y el Pritaneo, además de ordenar construir el teatro para acoger espectáculos dramáticos y musicales que servían como acompañamiento de la fiesta de los Naia en honor de la tríada constituida por Zeus, Dione y Temis y que en época romana sería reconvertido en circo.

Tras la repentina muerte de Pirro en Argos en el 272 a.C., se produciría el rápido declive del enclave sacro, que sería saqueado en diferentes épocas y de nuevo reconstruido. Se sabe que el emperador romano Adriano visitó el oráculo hacia el año 132 de nuestra era, al igual que el geógrafo e historiador griego Pausanias poco tiempo después. El santuario sería destruido en el año 218 a.C. durante la guerra con los etolios, aunque los arqueólogos creen que volvió a ser restaurada. Un misterio que sigue sin aclararse.

BIBLIOGRAFÍA:

DAKARIS, Sotirios: Dodona (en inglés) 1993.

VANDENBERG, Philipp: El Secreto de los Oráculos. Destino, 1991.

PARA SABER UN POCO (MUCHO) MÁS:

Y si lo que queremos es una visión pormenorizada –a la vez que detallada y apasionante– sobre la civilización griega, en este caso centrada en el aspecto bélico de uno de sus mayores enemigos en la antigüedad, nada mejor que sumergirse en las páginas de Viaje a la Grecia clásica. Del monte Athos a Termópilas (Almuzara, 2020), del periodista y escritor Antonio Penadés, autor del también recomendable ensayo Tras las huellas de Heródoto. Crónicas de un viaje histórico por Asia Menor, publicado igualmente por Almuzara en 2015.

El autor, con un pulso narrativo electrizante, nos sitúa en el año 480 a. C., para seguir el itinerario del ejército del rey persa Jerjes, el mayor despliegue militar terrestre visto hasta entonces. Una vez que tamaña fuerza atraviesa el Helesponto y, ya en el Viejo Continente, se dispone a recorrer las regiones de Tracia y Macedonia, apoyado por una colosal flota, para vengar las afrentas que los atenienses hicieron a su padre, el rey Darío, incorporando así –o esa era la idea– tan estratégicos territorios helenos al inmenso imperio asiático, aquel ejército legendario se topará en el paso de las Termópilas, la puerta natural de entrada a la Grecia central, con las fuerzas mucho menores pero implacables del rey de Esparta Leónidas.

La misma historia que narra 300 y que Frank Miller llevaría con gran éxito a la novela gráfica y más tarde Zack Snyder a la pantalla grande, aunque con una fidelidad historiográfica que el espectáculo de ficción ni ofrecía ni requería. En estas páginas, Penadés seguirá a aquellos ejércitos y su paso por Alexandrópolis, Dorisco, Abdera, Kavala, la isla de Tasos, Filipos, Drama, Tesalónica o el monte Olimpo, entre muchos otros enclaves fundamentales de tan épico avance, para culminar en Termópilas, donde tendrá lugar uno de los encuentros más emblemáticos de la historia antigua de Occidente en su choque con Oriente. He aquí la web de la editorial donde podrás adquirir el libro:

https://www.marcialpons.es/libros/viaje-a-la-grecia-clasica/9788418089855/