Lecturas para una crisis sanitaria global (III)

Todo 2020 y lo que llevamos de 2021, con el coronavirus trastocando nuestras vidas y acabando con la de millones de personas indefensas, son numerosos los libros publicados sobre enfermedades y pandemias que han puesto en jaque a las civilizaciones desde tiempos inmemoriales, y la forma en que podemos hacerles frente, o al menos mantenerles el pulso. He aquí algunas de las más interesantes publicadas en castellano…

Óscar Herradón ©

Mascarillas para la gripe de 1918

Llevamos ya un larguísimo año y medio sumidos en una pandemia mortífera, una pesada carga sobre nuestras espaldas, las de toda una humanidad que se ha visto vulnerada y vulnerable –al margen de posiciones, clases y privilegios– en lo que podríamos denominar «la democracia de la enfermedad». Y aunque algunos retorcidos hablen de una especie de «justicia divina», ser «iguales» en algo tan trágico no es ni mucho menos para celebrar: cuando escribo estas líneas se contabilizan en nuestro mundo casi cuatro millones de muertes de seres humanos, según cifras oficiales (cuando escribí la segunda parte de este post en «Dentro del Pandemónium», en febrero, eran dos millones. Escalofriante lo que ha aumentado en cuatro meses). Las «no oficiales», las no contadas, si es que algún día las conocemos, cosa difícil, serán mucho más estremecedoras. Personas con sus historias, sus amores, sus desventuras y sus familias.

Casi inmunizados ante las estadísticas –tras las que, reitero, hay personas de carne y hueso, cosa que tantas veces olvidamos– y habiéndonos familiarizado con términos como confinamiento, PCRs, test de antígenos, cuarentena o curva de contagios, y ya con una gran parte de la población vacunada, al menos con una dosis, y un porcentaje importante con la pauta completa (en España y el resto de países «ricos»; el Tercer Mundo siempre va en tercer lugar, también en salud, por mucho que se hable de alcanzar la inmunidad de rebaño a escala planetaria, para lo que necesitan ser vacunados todos los países), se han publicado numerosos libros sobre la pandemia. Algunos buenos y otros no tanto, unos reveladores y otros inocuos, también sobre otras enfermedades que atenazaron al hombre anteriormente (la peste, el cólera, el SIDA…) y acerca de las múltiples conspiraciones que rodean al dichoso «bichito» al que desde estas humildes líneas deseo la peor y más pronta de las muertes.

Libros que puede dar pereza comenzar a leer precisamente por ese hartazgo con el (o la) Covid-19, la enfermedad y la desolación, la crisis y los ERTEs, el quita y pon de las mascarillas (el próximo sábado no será obligatorio usarla en espacios al aire libre, salvo en aquellos lugares donde no se pueda guardar la distancia de seguridad. Veamos qué nos depara tal medida), pero que animo humildemente a hacer –los buenos, claro– precisamente porque arrojan luz sobre el tiempo que nos ha tocado vivir, nos ilustran sobre qué hay de verdad detrás de esta crisis sanitaria mundial –desmontando así numerosas hipótesis negacionistas por un lado, conformistas por otro– y alumbrándonos no solo sobre lo débiles que podemos ser, también sobre nuestra fuerza y cómo superar escenarios a los que generaciones anteriores ya se enfrentaron, con mayor o menos acierto. Y superaron.

Continúo con las sugerentes novedades sobre los títulos más notables publicados en castellano (no quiero ni imaginar a nivel planetario cuánto papel se ha gastado en dicha temática), libros que obligan cuando la actualidad –en este caso trágica– se impone sobre todas las cosas.

BREAKING NEWS!

Recientemente, la editorial Taurus publicaba el libro El día después de las grandes epidemias. De la peste bubónica al coronavirus. Hace unos meses, en plena pandemia, dedicamos en «Dentro del Pandemónium» un amplio post a la Muerte Negra y cómo los hombres del siglo XIV tuvieron que hacer frente a una situación muy similar a la que nos tocó vivir en 2020, aunque sin apenas desarrollo de la medicina, un desconocimiento absoluto de los virus y las bacterias (entonces se creía que las ratas eran las culpables de la infección, cuando realmente solo eran el recipiente y su vehículo de transmisión: el de la bacteria Yersinia Pestis, que no sería descubierta hasta finales del siglo XIX). No hay datos consensuados sobre la mortandad que causó aquella pandemia (a la que seguirían otras, como la del cólera, la Gripe mal llamada española de 1918), pero se estima que la Peste Bubónica acabó con la vida de entre un 40 y 60% de la población europea, dependiendo de las regiones. Hay autores que hablan de 200 millones de muertos. Ahí es nada.

Aunque las cifras sean mucho menores, lo que no sirve para reconfortarnos tantos siglos después, con el Covid el hombre volvió a sentirse igual de desamparado que entonces. Y surgieron, como en tiempos de procesiones de flagelantes, agoreros y profetas, personas cuyo discurso encajaba mejor con la mentalidad del hombre del medievo que con la del hombre contemporáneo: afirmaban que las manos de la Virgen eran inmaculadas, y estaban exentas del «bicho», así como que la ingesta de agua de coco o del fármaco hidroxicloroquina, e incluso desinfectante  –cosa que insinuó el mismísimo señor Trump cuando ocupaba el Despacho Oval– contrarrestaba sus efectos, o directamente lo curaba. Y es que lo que sucede, como reza el título, «el día después» de las grandes epidemias, suele ser el caos, la incertidumbre, y la expansión de información errónea y alarmista. Sin embargo, también desemboca en grandes cambios sociales, la mayoría positivos (esperemos que ahora suceda lo mismo).

El libro viene firmado por uno de los mayores expertos en la Edad Media, el historiador José Enrique Ruiz-Domènec, quien nos invita a echar un vistazo al pasado (repleto de historias sorprendentes y miles de curiosidades) para entender cómo es nuestra nueva realidad tras el impacto del coronavirus en nuestras vidas. Y sí, estas graves crisis sanitarias suelen provocar cambios drásticos en las sociedades: a la plaga que asoló el imperio bizantino bajo el cetro de Justiniano y Teodora siguieron el primer esplendor del islam y el nacimiento de lo que acabaría siendo Europa. De la Peste Negra del siglo XIV, devastadora, nada menos que el Renacimiento. En pleno siglo XVII, las pestilencias llevaron al Viejo Continente al borde del colapso, pero el espíritu revolucionario impulsó un nuevo mundo, ilustrado y más justo. La epidemia de la que nos culparon injustamente al final de la Gran Guerra, en 1918, exigió una acción guiada por el conocimiento científico, artístico y literario que nos acercó a la modernidad en la etapa de Entreguerras (frenada, por desgracia, por el auge de los totalitarismos).

¿Seremos capaces de afrontar de forma positiva las dificultades, tomando estos modelos históricos, y de vencer, una vez más, a una gran epidemia? Sin duda. Aunque los costes por el camino son –han sido– y serán enormes. Para adquirir este genial ensayo, pinchar en el siguiente link:

https://www.penguinlibros.com/es/ciencia-y-tecnologia/38926-el-dia-despues-de-las-grandes-epidemias-9788430623785

VACUNAS (Capitán Swing)

Ahora que estamos en plena vacunación a contrarreloj, con nada menos que cuatro vacunas aprobadas en Europa ­–Janssen, Moderna, AstraZeneca y Pfizer–, y otras tantas en el mundo, a la vez que otros sueros están en periodo de prueba (precisamente ayer se anunció que el Premio Princesa de Asturias de Investigación 2021 iría a los creadores de la vacuna contra el Covid-19), con la consiguiente esperanza y a la vez ciertas dudas que generan entre la población, para combatir el desconocimiento nada mejor que sumergirnos en las páginas de una de las últimas y más sugerentes (por controvertida y reveladora) novedades de la editorial Capitán Swing: Vacunas. Verdades, mentiras y controversia.

Una sacudida a los negacionistas para los que toda vacuna es dañina, y que son un peligro (ellos, no los sueros) para la salud de todo el planeta, pero también a los pro-vacunas a costa de todo, que obvian los problemas derivados de algunas de ellas, algo de lo que se queja parte de la comunidad científica, muchas veces silenciada, como afirma que le sucedió al propio autor. Y es una voz autorizada, no un «vendehúmos» de esos hoy tan presentes en la comunidad cibernética: nada menos que especialista e investigador en Medicina Interna, es profesor de la Universidad de Copenhague en Análisis y Diseño de Investigación (así como renombrado investigador en terapias farmacológicas, técnicas de tratamiento y prevención de salud), el danés Peter C. Gotzsche.

No está exento de polémica, pues es abiertamente crítico con la industria farmacéutica, que se las trae, y a la que acusa de manipular sistemáticamente a su favor los resultados e influir en los médicos e investigadores (pensemos, por ejemplo, en las medidas que la Unión Europea tomó recientemente contra compañía creadora de la vacuna de AstraZeneca). En julio de 2018, Gotzsche llevó adelante el desafío de firmar, junto a otros dos investigadores, una crítica a los resultados publicados por Cochrane sobre la eficacia real de la vacuna contra el papilomavirus humano, lo que provocó que la junta directiva de esta organización sin ánimo de lucro que reúne a expertos que supuestamente aplican un riguroso y sistemático proceso de revisión de las intervenciones en salud, acordase una moción que provocaría su expulsión. No obstante, es un reputado profesional que ha publicado más de setenta y cinco artículos en revistas científico-médicas de importancia capital como Lancet, BMJ, JAMA, Annals of Internal Medicine y New England Journal of Medicine.

La lectura de este trabajo: que las vacunas, por lo general, salvan vidas, muchas, y son necesarias, pero en casos concretos (enfermedades con nombre y apellido pero que nada tienen que ver con el coronavirus) generan no pocos problemas en diversos grupos de población, lo que debería abrir sin duda un debate sobre su idoneidad. Un ensayo clarificador, valiente, polémico y, sobre todo, realmente interesante y de fácil lectura para el público que, como servidor, apenas tenga conocimientos médicos ni farmacológicos. He aquí la forma de adquirirlo:

ESTADO DE ALARMA (Valdemar)

Y si aún nos quedan ganas de oír hablar de virus, confinamientos, hecatombes y científicos locos, y queremos pasar un rato de entretenimiento puro y duro, pura ficción (por mucho que ésta sea la mayor parte de las veces superada por la propia realidad, mucho más terrible) , nada mejor que sumergirnos en las páginas de un tomo cuyo título habla por sí solo: Estado de Alarma. Antología de Relatos para un Confinamiento, publicado recientemente por la editorial amiga Valdemar, responsable cada año de algunos de los mejores títulos en castellano del mercado, principalmente en lo que a literatura oscura se refiere. Supongo que todos la conocéis, pero si no, sumergiros YA en su colección Gótica, el mayor catálogo de libros de horror y misterio en la lengua de Cervantes.

Pues bien, en este pequeño gran volumen en tapa dura, son varios los autores que forman parte de una compilación que surgió precisamente cuando, en marzo de 2020, gobiernos de medio mundo (entre ellos el nuestro), decretaron el confinamiento inmediato de toda la población por la propagación incontrolada de un virus desconocido de origen chino cuyos primeros estragos tuvieron lugar en la ciudad entonces blindada de Wuhan. En aquellos meses de inquietud, zozobra, miedo con todas sus letras, y esperanza dentro de la tragedia, la editorial Valdemar decidió ofrecer una interesante vía de escape para aquellos que estábamos retenidos –por imperativo de la situación– en nuestras casas: colgó un relato diario en Facebook. Aquel fue el singular –y gratificante– origen de esta antología conformada por 23 historias relacionadas de una u otra forma con la surrealista situación vivida por todos nosotros, como si estuviésemos dentro del argumento de una cinta de catástrofe sanitaria terrorífica a lo Estallido o Contagio.

En las páginas de Estado de Alarma encontraréis relatos que ponen los pelos de punta y que tienen como telón de fondo antiguas pandemias; tal es el caso de «El sótano de la peste», de Stevenson o«La máscara de la muerte roja», del maestro Poe; también sobre guetos generados por hipotéticas pandemias del futuro, visiones distópicas como «Inercia» de Nancy Kress, o sobre terribles enfermedades contagiosas –en este caso ficticias, lo cual es todo un alivio– como «Una voz en la noche», de William Hope Hodgson –Valdemar dispone de un gran catálogo de su obra–; e incluso sobre el abandono de las residencia de mayores, una trágica realidad que nos golpeó a todos en las narices mostrando cómo las personas que habían levantado el cómodo mundo sobre el que hoy muchos nos movemos (por desgracia, miles de millones de personas NO), eran olvidadas y dejadas de lado. Es el caso del conmovedor y punzante relato de Emilio Bueso «La próxima vez que se desate la tormenta del infinito sobre nosotros». He aquí el enlace para adquirir este fabuloso volumen de obligada lectura:

http://www.valdemar.com/product_info.php?products_id=910

Stalker: la distopía soviética de los hermanos Strugatski

La publicación en nuestro país de varios libros recientes, novelas distópicas que en Occidente permanecieron en el olvido durante décadas, sitúa por fin a la ciencia ficción soviética en el lugar que merece entre el público no especializado. Durante la Guerra Fría, en EEUU y otros países de la órbita de la OTAN, leer a todo escritor que proviniese del otro lado del telón de acero era hacer concesiones al enemigo ideológico (con todo lo que ello implicaba), también en el selecto círculo de los expertos del género. Ahora, podemos disfrutar en castellano, en nuevas traducciones escrupulosas con los textos originales y libres de censura, de unos títulos que transcienden las barreras doctrinales.

Óscar Herradón ©

Fotograma de Stalker (1979) de Andrei Tarkovski.

Me sumergí por primera vez en la magnética prosa de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski tarde, he de reconocerlo, cuando llegó a mis manos una joya editada por Sexto Piso, Mil Millones de Años hasta el Fin del Mundo (libro que en su momento reseñamos como merecía en las páginas de la revista Enigmas). Fue en 2017 (aunque los hermanos la publicaron originalmente en 1974) y su lectura me dejó una profunda huella. Me pareció una obra minimalista, de ambiente ciertamente onírico, lejano a la frialdad habitual del género, aunque en ella subyacía un profundo pesimismo, como si en cada una de sus líneas latiera una crítica al mundo, al de entonces –el régimen comunista que, aunque era, al menos de cara a la galería, abrazado por sus autores, expurgaría gran parte del texto original– pero también a la propia existencia humana, y sobre todo, y eso era para mi fundamental, diferente a todo lo que había leído. Aquella distopía doméstica me cautivó, vamos, y por ello, cuando supe que otra de las pequeñas grandes editoriales de nuestro país relanzaba una de las novelas cumbre de los rusos, me lancé a devorarla sin contemplaciones.

La editorial en cuestión es Gigamesh y la obra Stalker. Pícnic extraterrestre, subtítulo más ajustado –y sugerente– al título original. Publicaron la obra por primera vez en 2015 (ahí se me escapó, he de reconocerlo), y ahora la relanzan en una preciosa edición, minimalista, con un interior de cubierta que ya quisieran muchas de las grandes, en su colección «Breve». Y su lectura volvió a remover algo en mi interior. Conocía la obra por la adaptación –muy libre y personal– que el cineasta también ruso Andrei Tarkovsky hizo del texto, con la complicidad de sus autores (co-firmantes del guión). La película es sin duda una obra maestra (vilipendiada y adorada a partes iguales por cinéfagos de todo pelaje), pero el texto es aún más redondo, y por supuesto clarificador (suele suceder con este tipo de obras y su adaptación al cine por genios irreverentes, como pasó con Kubrick y su visión de 2001. Una odisea del espacio, inspirada en el cuento El Centinela de Arthur C. Clarke, no obstante, coguionista del filme).

Stalker se sitúa en la Tierra en un futuro distópico se entiende que no muy lejano –ni preciso–, tiempo después de que unos extraterrestres, en un primer contacto sui géneris, hicieran una parada en el planeta (no tan) azul y, como buenos excursionistas (léase seres humanos), durante su breve incursion dejasen restos de basura tras ellos. Los lugares sembrados por dichos despojos tecnológicos son conocidos como «Zonas», seis concretamente. El protagonista es una suerte de antihéroe desencantado, un hombre corriente y hasta vulgar, con malas pulgas,  de nombre Redrick Schuhart, un ayudante de laboratorio en el instituto internacional que estudia el fenómeno pero que tiene, cual agente secreto de esos que tanto abundaban en la Guerra Fría, una doble vida. Por la noche se convierte en un «stalker»: entra a la Zona para obtener de contrabando tecnología extraterrestre (corriendo el peligro de morir, o de sufrir –él y su progenie– graves malformaciones), y con el anhelo de conseguir la denominada «Piedra o Bola Dorada», una suerte de Grial sideral que concede todos los deseos.

Un discurso que cobra renovada importancia en el mundo pandémico de 2021, asolado por la enfermedad y el cambio climático, es esa «desconexión» entre el hombre, el individuo, y su entorno, un planeta que maltrata y que se revuelve contra su rapiña. ¿Lecturas? Múltiples, tantas como nos permita nuestra imaginación, que jamás será tan portentosa como la de sus autores.

En el prólogo, la renombrada Ursula K. Le Guin, una voz más que autorizada en el género, en relación al sci-fi como vehículo de crítica (velada) político-social, escribe: «La ciencia ficción se presta a subvertir cualquier status quo mediante la imaginación. Burócratas y políticos, que no pueden permitirse cultivar la imaginación, tienden a asumir que todo son pistolas de rayos y tonterías graciosas para los críos».

Los visionarios hermanos Strugatski

Los censores del Kremlin, experimentados y responsables de que obras de gran calidad nunca llegaran a nuestras manos (y que algunos autores acabaran de forma precipitada y trágica su existencia), no supieron –o no quisieron ver– que la fantasía, esos evocadores mundos del sci-fi plagados de alienígenas, naves espaciales, universos de cartón piedra y luces de neón psicodélicas no eran tan inocuos: ofrecían un vehículo inmejorable para criticar al propio sistema y reflejar (con matices) la oscura realidad distópica (pero real) del día a día tras el telón de acero. Otros grandes como el «traidor» George Orwell o Aldous Huxley, muy comprometidos ideológicamente –y luego desencantados– lo supieron ver mucho antes, e inspirarían con fuerza la trayectoria de los rusos menos conformistas. Y eso que los Strugatski, a diferencia de otros compatriotas como Yevgueni Zamiatin (cuya pionera novela distópica Nosotros, principal inspiración de la orwelliana 1984, le costaría una férrea persecución del Estado soviético en los años 20), no cuestionaron nunca al régimen comunista, y fueron habituales de las revistas y publicaciones soviéticas. No obstante (premeditado o no, y cuesta creer que temas tan capitales surgieran per se) por toda su narrativa planea la importancia de la duda y la toma de decisiones individuales (frente a la colectividad) y las numerosas incongruencias del poder absoluto. ¿Les suena?