Rock & Arte: cuando el Rock se encuentra con el Arte

El arte está indisolublemente ligado a la música, y más en concreto al rock y sus múltiples derivados. Ahora, la editorial Redbook, a través de su sello Ma non troppo, publica un volumen que hará las delicias de melómanos y rockeros de todo pelaje y que da título a este post. En sus páginas encontramos todo tipo de anécdotas relacionadas con el género y su vertiente plástica (pósteres, carteles, entradas, merchandising…), entre ellas, la historia del diseñador estadounidense y profeta de la escena punk Winston Smith, que protagoniza las próximas líneas. Long Live Rock’n’ Roll!

Por Óscar Herradón ©

Mientras el diseñador británico Roger Dean (artífice de las carátulas de los discos de Yes, Asia o algunos de Uriah Heep, y también de célebres videojuegos de los ochenta) terminaba sus estudios en el Royal College londinense, un singular estadounidense del que acabaría siendo amigo estudiaba arte del Renacimiento en Italia. Se daba a conocer como Winston Smith, como el protagonista de la genial novela distópica 1984, de George Orwell, y durante mucho tiempo mantuvo su verdadero nombre en secreto. Nacido como James Patrick Shannon Morey, frecuentó la Academia de Bellas Artes de Florencia y profundizó en estudios sobre cine tanto en la ciudad de la Toscana como en Roma.

Durante años dio la vuelta a la península itálica como roadie del grupo de jazz-rock Perigeo, y su periodo de formación clave fue entre 1969 y 1975. Había nacido en Oklahoma City en 1952 y tras su estancia en Italia, regresó a Estados Unidos convirtiéndose, para ganarse el sustento, en roadie de varios grupos de mediados de los 70: Quicksilver Messenger Service, Santana, Journey, Crosby Still & Nash o The Tubes. Reconvertido en un auténtico hippie, tras rodar con las bandas citadas se estableció en un rancho rodeado de secuoyas al norte de California, en las colinas de Ukiah, y no tenía ni agua corriente, ni energía eléctrica, ni teléfono.

Dead Kennedys

Fue por aquellos años cuando Smith/Morey inició su carrera gráfica, dando vida a numerosos proyectos artísticos, como el fanzine satírico Fallout, que escribía e ilustraba junto a su colega Jayed Scotti. A la vez, ambos diseñaban carteles para conciertos ficticios, «celebrados» en pseudo-clubs de San Francisco a cargo de bandas que no existían en absoluto. En el mismo estudio en el que producían Fallout, en 1977, de sus mentes anti-establisment nació IDOL, un crucifijo que sería también conocido como «La Cruz del Dinero», una visión crítica sui géneris sobre la hipocresía y la adoración del dinero por el capitalismo (un mundo que no ha cambiado demasiado desde entonces, si acaso para peor). El IDOL se copió y distribuyó en un «show de fotocopias» en Berkeley, y la casualidad, o el destino, depende de quien lo mire, hizo que se fijase en el crucifijo impreso una amiga de Jello Biafra, nada menos que el que acabaría siendo líder de los Dead Kennedys, que no tardó en poner a Smith en contacto con él.

Profeta del punk-rock USA

Fue el comienzo de la fructífera colaboración del artista gráfico que mantenía cierto acento florentino (lo que le dotaba de un aire misterioso) con el sello Alternative Tentacles, para el que diseñó varias cubiertas, pósteres, carteles, desplegables y páginas publicitarias. La Cruz del Dinero pasó a usarse en 1981 en la carátula del primer EP de los californianos Dead Kennedys, «In God We Trust. Inc.», que levantó ampollas en la sociedad estadounidense más conservadora, causando un escándalo mayúsculo en esa América profunda reaccionaria y puritana (que recuerda, en parte, a la actual).

El IDOL sería utilizado también en Mother Jones, la revista filocomunista que toma el nombre de la histórica sindicalista revolucionaria Mary Harris Jones y que aún permanece azotando conciencias al otro lado del Atlántico. Entonces se editaba contra la política reaccionaria del presidente y ex actor Ronald Reagan, y en los últimos años, bajo la Administración Trump, ha tenido no poco trabajo. Sobre la imagen diseñada por Winston, Biafra llegó a decir: «Aquel crucifijo parecía realmente una propuesta muy arriesgada, pero era perfecto para la cubierta de nuestro primer álbum».

A partir de ahí, y utilizando imágenes procedentes de revistas populares estadounidenses, Smith se convirtió en un maestro del collage, haciendo gala de un agudo surrealismo que algunos compararon con los fotomontajes políticos de John Heartfield o artistas como Max Ernst y Marcel Duchamp. Fuertemente influido por la tradición dadaísta, sus trabajos comenzaron a aparecer en revistas especializadas como Spin (una de las cabeceras musicales que una década después Axl Rose, líder de Guns N’ Roses, atacaría en la letra de «Get in the Ring»), Maximum Rock’n’Roll, National Lampoon o Architectural Digest, así como en la revista de arte Juxtapoz y en la multiventas Playboy.

Una de las grandes inspiraciones de Smith sería la disparidad entre cómo son las cosas (en América y, por ende, el mundo occidental) y cómo podrían ser, es decir, como él mismo dijo en más de una ocasión: «No estar satisfecho con el estatus quo». Sus collages, de un surrealismo visionario y un universos fantasioso y extravagante, influiría notablemente a toda una generación de punk-rockers. James Patrick Shannon, alias «Winston Smith», fue un personaje fundamental de la grafía underground estadounidense de finales de los 70 y los 80, cuando diseñó las carátulas más importantes de los Dead Kennedys, pero también en los 90, al trabajar con una nueva generación de punk-rockers como Green Day.

Puso sus rotuladores, no obstante, para otra cincuentena de artistas, entre ellos Ben Harper, y a sus 70 años sigue en activo. A su trayectoria en el art-rock sí que se le puede dedicar esa frase convertida en mantra del álbum debut de The Exploited (editado en 1981, al igual que el primer plástico de los Dead Kennedys): «Punk’s Not Dead».

PARA SABER MUCHÍSIMO MÁS:

Redbook ©

La carrera de Winston Smith y su influencia en la escena underground es solo un pequeño botón de la portentosa cantidad de jugosos datos sobre la creatividad gráfica que rodea al mundo del rock desde sus orígenes y que se narra en el libro Rock & Arte: Cuando el rock se encuentra con el arte, profusamente ilustrado a todo color, un recorrido de infarto por el grafismo musical y sus trampantojos que editó hace unos meses una editorial que tenemos siempre muy presente en «Dentro del Pandemónium», Redbook Ediciones, a través del sello de referencia para cinéfilos y melómanos Ma non troppo.

Una completa obra visual compuesta a seis manos por el periodista italiano especializado en música Ezio Guaitamacchi (que en el catálogo de Redbook ya cuenta con Las Rutas del Rock, Nuevas Rutas del Rock y Crónica del Rock y Crónica del Rock. Nuevos Hitos), el director editorial de JAM TV y periodista Leonardo Follieri, y el también periodista, crítico musical y licenciado en Literatura Moderna (algo que evidencian sus cuidados textos), Giulio Crotti.

Rock & Arte explora con textos fluidos y preñados de información y curiosidades, las múltiples relaciones del rock con las distintas formas de arte. Dividido en ocho secciones, se ocupa de portadas (algunas emblemáticas, como el arte imaginativo de Pink Floyd o el surrealismo político del citado Winston Smith), carteles, artistas y diseñadores, fotografía, objetos, cine, moda (¿Quién da más?); y un último capítulo que los autores dedican al lado creativo (y por lo general más desconocido) de estrellas del rock que han probado suerte en otras formas de expresión –ya sea David Bowie en su incursión frustrada en la pintura, que para él –dijo– era tanto o más importante que la música, o un Marilyn Manson reconvertido en director de cine y artista plástico con acuarelas y pintura en seco–.

De Andy Warhol (que diseñó la portada de 1967 de The Velvet Underground & Nico, más conocida como «The Banana Album») a Allen Ginsberg, de los planos de Jim Marshall a los documentales de Martin Scorsese (que hizo largos inolvidables sobre The Rolling Stones, Bob Dylan o George Harrison, entre otros), y también del corte de pelo de los Beatles, que marcó una época, a la moda grunge que muchos llevábamos (o lo intentamos) a principios/mediados de los 90; de la portada de Sgt. Peppers (horror vacui y «maldición») a la de Abraxas, de los cuadros de Joni Mitchell a los poemas del atormentado Jim Morrison.

Un libro que hay que tener, y punto. He aquí el enlace para hacerse con él y saber mucho más de punks, rockeros y artistas inclasificables:

Jack Parsons. Científico, ocultista, outsider (I)

Pionero de la cohetería, multifacético, excéntrico, antisistema antes de que el mismo concepto existiera… y líder de una sociedad secreta que, en las noches de luna llena, realizaba rituales de corte satánico. Jack Parsons es uno de los personajes más singulares del pasado siglo XX, protagonista de una historia tan asombrosa como los relatos pulp que le apasionaban.

Óscar Herradón ©

El singular protagonista de este post vino al mundo un 2 de octubre de 1914 en Los Ángeles y fue bautizado con el nombre de Marvel Whiteside Parsons. Su padre era Marvel H. Parsons y su madre Ruth Whiteside, quienes no tardaron en divorciarse por a las infidelidades del primero. Debido a ello, Ruth dejó de llamar al niño «Marvel» y comenzó a referirse a él como «John», razón por la que existe cierta confusión sobre cuál fue su verdadero nombre. Con los años, la familia acabaría llamándolo «Jack» y es así como es más conocido en la actualidad.

Parece que su infancia fue inestable, siendo acosado por otros chicos. Según afirma él mismo en uno de sus textos, The Book of Antichrist, Parsons habría invocado a Satán cuando tenía 13 años, a finales de 1927 o en 1928, «asustándose cuando apareció». Aunque no refiere la causa de la invocación, pudo estar relacionada con lo que hoy conocemos como bullying. Curioso, no obstante, su temprana afición a ese otro mundo oculto y peligroso.

Por aquel entonces conoció a Edward «Ed» S. Forman, un compañero que se convirtió en su sombra y con el que compartía su interés por las historias de ciencia ficción como las recogidas en la revista Amazing Stories o la visionaria obra de Julio Verne De la Tierra a la Luna. Aficionados a los petardos y las explosiones, ya en 1928 comenzaron a experimentar con pequeños cohetes de combustible sólido en el jardín trasero de los Parsons. En 1932 ambos realizaron un experimento bastante exitoso que anunciaba que su pasión por los cohetes era algo más que un hobbie.

Ese mismo año, Jack comenzó a trabajar en la Hercules Powder Company of Pasadena y un año después se graduó en la University School, una pequeña academia privada. Luego, ambos ingresaron en la University of Southern California, aunque ninguno se graduó.

Willy Ley

Entonces comenzaron a cartearse con algunos especialistas en el campo de la cohetería, como el norteamericano Robert Goddard, que cosechó numerosas críticas de sus compatriotas y con algunos alemanes y rusos que trabajaban en ese campo, como Willy Ley, quien huiría más tarde de los nazis a EEUU y quien era miembro de la German Rocket Society en Berlín, al igual que otro de los grandes genios de este campo, de oscuro pasado, Wernher von Braun.

La curiosidad de los jóvenes pronto tornó en una ambición científica seria que tomaría forma definitiva con la suma al grupo del joven Frank Malina, un estudiante recién graduado en el Instituto Tecnológico de California. Los tres formaron el conocido como «Escuadrón Suicida» (Suicide Squad) –nada que ver con la serie de villanos de DC– en referencia a la peligrosa naturaleza de su trabajo. A finales de los años 30, la cohetería era considerada poco menos que ciencia ficción. Aunque nadie daba un duro por sus esfuerzos, realizaron sorprendentes avances en la creación de combustibles para cohetes, un delicado proceso que exigía la mezcla exacta de sustancias químicas fuertemente inflamables. Desarrollos de combustibles que con los años serían utilizados por la propia NASA.

Miembros de «Suicide Squad» en 1936.

Un laboratorio especial

A finales de 1940, Malina ingresó en la National Academy of Sciences para financiar el estudio de la propulsión a chorro. En 1943, los miembros del Suicide Squad fueron rebautizados con el nombre oficial de Aerojet Engineering Corporation, viendo su trabajo legitimado, tanto que desempeñaron un rol crucial en el seno del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, el centro de investigación responsable de enviar artefactos a lugares alejados del espacio. Este laboratorio de la Agencia Espacial comenzó a funcionar en 1920 con el nombre de Guggenheim Aeronautical Institute of Tecnology (GALCIT) financiado por un miembro de la célebre familia Guggenheim. En 1926 se puso bajo la dirección del profesor húngaro Theodore von Kármán, que no tardaría en conocer a Parsons y compañía y en facilitarles para sus pruebas de cohetería unos terrenos de la ciudad de Pasadena, en el Arroyo Seco, justo encima de la conocida como Puerta del Diablo, un nombre que le veía a Jack que ni pintado… Hoy estos terrenos están ocupados por el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, que mantiene en silencio cualquier cosa relacionada con el incómodo Parsons.

Jet Propulsion Laboratory

Personaje inquieto y abierto a la experimentación, al mismo tiempo que desarrollaba vanguardistas diseños de propulsión a chorro, con el sueño de que algún día el hombre alcanzara la Luna, Parsons llevaba una doble vida: estaba sumergido en todo un submundo de sociedades secretas, ocultismo y rituales a la luz de ese mismo satélite que anhelaba conquistar con la ingeniería aeroespacial. Unas actividades que, de conocerse en la puritana América de los años 40, le condenarían al ostracismo. O a algo peor.

Y eso no tardaría en pasar. Los medios de comunicación sensacionalistas comenzaron a publicar rumores –eso sí, bastante cercanos a la verdad–, etiquetando al científico prácticamente de «loco», como le sucediera tiempo atrás al pionero Robert Goddard. Pero, ¿qué escondía realmente Jack Parsons?

Visionario, outsider, satanista

A pesar de sus tempranos devaneos en invocaciones diabólicas, parece que lo que dio comienzo a la deriva ocultista de Parsons fue el hallazgo fortuito de un libro en la biblioteca de su colega Robert Rypinski: una copia del texto de Aleister Crowley Konx Om Pax (1907), que se puede conseguir en castellano gracias a una edición bastante reciente de mi querida editorial Valdemar. En palabras del propio Rypinski, aquello significó para Parsons «como agua de verdad para un hombre sediento». Le regaló la copia y éste no tardó en comenzar a cartearse con el que por aquellos años era un paria en su país natal, Inglaterra, y fue tildado por las autoridades británicas como «el hombre más peligroso del mundo».

Líder de la Ordo Templi Orientis –OTO–,  su representante en la zona era Wilfred Talbot Smith. Talbot se había trasladado a Los Ángeles en 1930 y a su llegada empezó a trabajar en la reapertura de la logia Ágape, la primera logia norteamericana de la OTO que fundara el “Frater Achad”, alias ocultista de Charles Stansfeld Jones.

Talbot Smith

La colega de Smith era Regina Kahl, quien actuaba como su Alta Sacerdotisa de la llamada Misa Gnóstica que ideó el propio Crowley y que se detalla en su libro Magick, Liber ABA, Libro IV. Jack Parsons entró en contacto con el hermético círculo de la OTO cuando un colega científico del que se desconoce el nombre le llevó a una reunión en la casa de Smith en Hollywood, tras lo que el científico y su primera mujer, Helen, comenzaron a acudir a los encuentros de la logia y a la Misa Gnóstica semanal. Así, Parsons era, durante el día, estudiante de ciencias físicas, y por las noches, aprendiz y luego adepto a las ciencias ocultas. En palabras de John Carter, uno de sus mejores biógrafos, “esta enigmática fusión de ‘sexo y cohetes’ iba a constituir un desarrollo fascinante en la historia de la industria aeroespacial de Estados Unidos”.

Mientras las mejores revistas científicas comenzaban a hacerse eco de los progresos del grupo de GALCIT (y mientras Malina se distanciaba cada vez más de Parsons y Forman), la National Academy of Sciences duplicó el presupuesto del grupo. Era 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, y mientras Europa se desangraba era cada vez más evidente que EEUU jugaría un papel decisivo en la contienda; también los avances de Parsons.

La iniciación en la logia

Mientras Parsons recibió elogios de gran parte de la industria aeroespacial, entablaba nuevas amistades en su círculo ocultista privado. Conoció a la actriz de cine mudo Jane Wolfe, quien había elegido el nombre mágico de Soror Estai y había llegado a compartir estancia con Crowley en su abadía de Thelema, en Cefalú, Sicilia, de donde tuvo que regresar cuando Mussolini ordenó cerrar el complejo. Wolfe dejó escrito el enorme potencial que tenía Parsons e incluso sobre los “viajes astrales” realizados por éste.

El 15 de febrero de 1941, John y Helen Parsons se unieron a la logia Ágape. Pocas semanas después, Smith escribía lo siguiente al propio Crowley: «Tiene una mente excelente y un intelecto mucho mejor que el mío… John Parsons va a ser valioso».

Continuará en un próximo post. Winter is coming

PARA SABER MÁS:

Hay varios libros en inglés sobre los delirios ocultistas de Parsons y su genialidad en el campo de la cohetería, pero en castellano el mejor trabajo publicado hasta el momento se lo devemos a El Desvelo Ediciones, que nos trajo un edición alucinante de esta historia underground bajo el título de Sexo y cohetes. El mundo oculto de Jack Parsons, de John Carter, que ya había obtenido un considerable éxito en el universo literario anglosajón.