Libros, cómics, reportajes y cultura de vanguardia
Autor: oscarherradon
Óscar Herradón es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido durante ocho años redactor jefe de la revista Enigmas (a la que estuvo vinculado durante dieciséis años hasta el último número de la publicación) y catorce meses redactor jefe de Año/Cero, de diciembre de 2018 a febrero de 2020. Es autor de numerosos artículos en revistas especializadas del campo del misterio y de la historiografía, y autor de varios libros: "El secreto judío de Cervantes", (Espejo de Tinta, 2005), "Historia oculta de los reyes" (Espejo de Tinta, 2007), La Orden Negra. El Ejército Pagano del Tercer Reich (Edaf, 2011), "Los Magos de la Guerra" (Libros Cúpula, Grupo Planeta, 2014), "Espías de Hitler" (Luciérnaga, Grupo Planeta, 2016) y "Expedientes Secretos de la Segunda Guerra Mundial (Luciérnaga, Grupo Planeta, 2018).
También ha colaborado en radio, realizando durante más de dos años semanalmente la sección "Enigmas Históricos" en el programa "Hoy por Hoy" de la Cadena Ser Madrid Norte y durante varios meses, en 2019, una sección en la Cadena COPE, en "La Noche en COPE", a nivel nacional, sobre misterios de la Segunda Guerra Mundial.
Satori, editorial especializada en textos japoneses (en un amplio abanico que abarca ficción –novela, relatos y poesía tanto clásica como contemporánea-, ensayo, arte y novela gráfica), recupera un clásico que ya publicó en distintas ediciones en una versión muy económica pero igualmente deliciosa: Cien vistas del monte Fuji, que se inserta en la larga tradición representativa de la estampa natural más conocida del país del sol naciente.
Es obra del inmortal artista Osamu Dazai (1909-1948), que nació en el seno de una importante familia de Aomori, en el norte de Japón. Introvertido y solitario, era un joven dotado de un talento literario innato y una sensibilidad única. Se matriculó en el Departamento de Francés de la exclusiva Universidad Imperial de Tokio a los 21 años, aunque nunca llegaría a finalizar sus estudios superiores. En la capital, Dazai, se entregaría a una vida disipada con mujeres, alcohol y escritura, siempre la escritura. Excluido de su elitista familia por convivir con una geisha y atenazado por las deudas, viviría sumido en un pozo de oscuridad, adicto a la morfina a la vez que se dedicaba de forma febril a la creatividad literaria, en la que fue un maestro. Tras un periodo de cierta tranquilidad familiar y prestigio literario, en 1948, en medio de una espiral de autodestrucción, puso fin a su vida arrojándose al río Tama con su amante.
En la obra que hoy recomendamos en el Pandemónium, y siguiendo la estela de artistas como Buncho, Hiroshige y Hokusai, Dazai Osamu reconstruye su particular visión del monte Fuji, enlazándolas con las distintas experiencias que vive durante su estancia en el paso de Misaka, donde, frente a sus ojos, se dibujaba cada día la ladera de la montaña. Impresionista y autobiográfico, Cien vistas del monte Fuji se inserta en la larga tradición representativa de la estampa natural más conocida de Japón.
Milenario símbolo sagrado
Santuario de Senge
Y es que el monte Fuji es uno de los lugares más representativos del país del sol naciente, que ha atraído la miradas de infinidad de artistas, y que también tiene una importancia capital como centro sagrado. El monte Fuji es el pico más alto de la isla de Houshu y de todo Japón, con 3.776 metros de altitud, al oeste de Tokio. Es un estratovolcán y el símbolo del país, considerado sagrado desde la Antigüedad, lo que hizo que fuera prohibido para las mujeres llegar a su cima hasta la era Meiji, a finales del siglo XIX. Es, además, un conocido destino turístico y un popular enclave para practicar el alpinismo y el parapentismo.
Se considera una montaña sagrada desde al menos el siglo VII de nuestra era; el sintoísmo recoge la tradición de que un emperador ordenó destruir la parte superior de la montaña para obtener un elixir de la inmortalidad que poseía la cima (no debemos olvidar la gran importancia de esto en la alquimia oriental, principalmente en la china): el humo que en ocasiones se escapan afirman que se debe precisamente a que dicha poción se consume (aunque en realidad está relacionado con su morfología volcánica). En su cima, según la tradición, vivieron los dioses sintoístas, así como Fuji-Hime y Sakuya-Hime. Por su parte, los budistas lo veneran porque su forma dicen que recuerda el botón blanco y los ocho pétalos de la flor de loto.
Monumento de Jikigyo Miroku
Sobre o a los pies del monte Fuji se construyeron varios santuarios para venerar a las muchas divinidades de las distintas religiones y numerosos torii (puerta tradicional japonesa que suele hallarse a la entrada de los santuarios y que simbólicamente marca la transición de lo mundano a lo sagrado), que marcan el recorrido para señalar los límites del recinto sacro, a donde se han realizado peregrinaciones, una de las más célebres, la de Hasegawa Takenetsu en 1630. Su ascensión se convirtió en ritual desde que tuvo lugar la muerte por ayuno en el Fuji de Jikigyo Miroku (1671-1733).
Debido a su perfil montañoso excepcionalmente simétrico y a su trascendencia histórico-religiosa, el Fuji, símbolo del país, sirvió de fuente de inspiración a numerosos poetas pero también a infinidad de artistas como Osamu Dazai, que lo plasmaron en las representaciones artísticas (e-naki monogatari), en los mandalas Fuji Sankei o en las impresiones o artesanía ukiyo-e. Destacan las Treinta y seis vistas del monte Fuji, del maestro del grabado japonés Katsushika Hokusai (1760-1849); a su vez, otro gran artista nipón, Hiroshige (1797-1858) pintó dos series de Treinta y seis vistas del monte Fuji.
He aquí el enlace para hacerse con esta hermosa edición de Satori dentro de la colección de cuadernos artesanales con hilo visto en cosido Singer antes de que se agote (nota: el que avisa no es traidor):
Recomendamos en el Pandemónium el volumen 20 de la imprescindible colección «Biblioteca Conan» que edita Panini. Una joya ilustrada para amantes del género de «espada y brujería».
El legendario personaje creado por el escritor estadounidense Robert E. Howard, Conan el cimmerio, cúspide del género de espada y brujería, fue introducido en el mundo de la viñeta en la década de 1970 con el título Conan el Bárbaro (el mismo de la película protagonizada por Arnold Schwarzenegger en 1982 y dirigida por John Milius), escrito por Roy Thomas, primero en suceder a Stan Lee como redactor jefe de Marvel Comics, a través de una cronología establecida por el propio Howard e ilustrado por Barry Smith, uno de los mayores éxitos de la factoría otrora llamada Timely Publications.
Con el tiempo, Smith sería sustituido por John Buscema, mientras Thomas seguía a cargo de los elaborados guiones. Las historias del cimmerio, que también escribieron Stan Lee, Wally Wood o Jim Owsley y que dibujó, además de Buscema, Alfredo Alcalá o Gil Kane, fueron igualmente adaptadas como tiras de prensa
En los últimos años, en España, son varias las editoriales que han publicado estas apasionantes historias ambientadas en Cimmeria, pero es Panini la que actualmente tiene la explotación de los derechos y está sacando ediciones alucinantes de las mismas en tapa dura. Una de las últimas es, dentro de la colección «Biblioteca Conan», el título La Espada Salvaje de Conan 20. Las hijas de Rhan, que homenajea a la legendaria revista protagonizada por el bárbaro en la que los citados Roy Thomas y John Buscema, entre otros, dejaron algunas de las mejores historias del personaje. Este volumen incluye: «¡El templo del tigre!», «¡Foso de sangre!» y «Las hijas de Rhan», entre otros contenidos.
He aquí en enlace para adquirir el volumen en la web de la editorial, una de las puntas de lanza de la novela gráfica patria:
Alan Turing fue un personaje fundamental en la guerra de los códigos de la Segunda Guerra Mundial. Considerado el padre de la informática moderna, sería el responsable de descifrar los mensajes secretos de la máquina nazi Enigma junto a otros brillantes criptógrafos que libraron su propia guerra desde Bletchley Park.
En 1938, el servicio de Inteligencia británico se puso a buscar un lugar en el que instalar el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno y la Escuela de Cifrado (GC&CS, por sus siglas en inglés). Entonces se había sacado a subasta la mansión de Bletchley y sus terrenos, que hasta entonces había sido la vivienda de un rico corredor de bolsa y su mujer, un caserón victoriano que pronto se convertiría en el lugar más secreto de toda Inglaterra. El Gobierno compró parte del terreno y, en agosto de 1939, después de ejecutarse de forma silenciosa la transformación en una blindada instalación militar, el GC&CS trasladó allí su sede.
Turing
Bletchley tenía tres ventajas: a apenas 80 kilómetros de la capital, tenía comunicación directa a través de una vía férrea; se hallaba también relativamente cerca de las universidades de Oxford y Cambridge –donde el jefe del GC&CS reclutó a los mejores criptógrafos y matemáticos del país, entre ellos a Alan Turing–, y disponía de una línea de cableado telegráfico. Una gigantesca secuoya sirvió entonces para camuflar las enormes antenas destinadas a recibir los mensajes en clave del enemigo, interceptados a cientos de kilómetros de allí.
Churchill
Apenas unas semanas después comenzaba la Segunda Guerra Mundial y la carrera contrarreloj para descifrar, con los progresos polacos como base, los mensajes encriptados alemanes. A medida que fue creciendo el volumen de mensajes alemanes que había que «romper», aumentó la necesidad de un trabajo estructurado e industrializado. Los cuatro criptógrafos más destacados, Turing, Gordon Welchman, Stuart Milner-Barry y Hugh Alexander, escribieron una carta al primer ministro, Winston Churchill, muy interesado en lo que sucedía en Bletchley, pidiéndole más personal, algo que el premier ordenó inmediatamente. Así, lo que comenzó siendo una pequeña comunidad de criptoanalistas, pasó a convertirse en un inmenso centro de descodificación donde se reunieron las mentes más brillantes de toda Inglaterra, no solo criptoanalistas o matemáticos, sino también aquellos que eran buenos jugando al ajedrez o resolviendo crucigramas.
Hut 1
Los equipos de Bletchley Park trabajaban en cabañas o «casetas» prefabricadas (llamadas hut), en un total de quince barracones, cada una de las cuales tenía asignado un número en lugar de un nombre para mantener el secreto a toda costa. Por lo general, casi ningún especialista o radioperador que trabajaba en una cabaña conocía el trabajo que se estaba realizando en las otras. Por ejemplo, por citar solo alguna, la denominada «Cabaña 4» se utilizaba para descifrar los mensajes de Enigma enviados desde la «Cabaña 8», con datos de inteligencia diarios cruciales para las batallas en el Atlántico entre submarinos U-boat alemanes y los convoyes aliados. El engaño del Sistema de Doble Cruz que daría lugar a la «Operación Fortitude Sur», fue posible gracias a los mensajes procesados en la «Cabaña 4» los días previos al desembarco de Normandía.
Un grupo de «Rompedores de Códigos» en la Estación X, como se conocía entonces a Bletchley Park.
Enigma
Puestos que los nuevos rotores introducidos en Enigma producían millones de combinaciones posibles de texto cifrado, en Bletchley era necesario encontrar los cambios de los ajustes de la máquina, almacenar los mensajes alemanes –creándose un gigantesco fichero con miles de tarjetas con mensajes o datos recopilados de mensajes anteriores–, descifrarlos, traducirlos del alemán al inglés e interpretar su contenido, quizá el paso más complejo. La configuración del cifrado, una vez comenzó la guerra, cambiaba a diario, y cuantos más mensajes interceptados, se hacía necesario descifrar más rápido su contenido para que no perdieran valor.
Bombas Criptográficas
Bombe
Basándose en el dispositivo diseñado por Rejewski y su equipo, Alan Turing, con la ayuda de Gordon Welchman, construyó una serie de dispositivos electromecánicos a los que denominó Bombes («Bombas Criptográficas»), y cuyo nombre parecía hacer alusión al sonido similar al «tictac» de un reloj cuando generaban combinaciones, o al estruendo de varios de ellos funcionando a la vez. Otra versión apunta a que el nombre elegido aludía a un postre helado local. Estas gigantescas máquinas electrónicas –a las que el propio Turing bautizó con el poético nombre de «diosas de bronce»–, podían comprobar, a gran velocidad, cientos de combinaciones de letras posibles para reducir el número potencial de ajustes de la máquina Enigma de ese día. Con la «Bomba», aumentó la velocidad con la que los británicos podían descifrar el tráfico.
Typex Machine
Asimismo, en el complejo se utilizaban las Typex, una máquina de cifrado británica estándar modificada que lograban que funcionara como las Enigmas, con rotores, teclado y alimentación de papel con una impresora (la Enigma, a pesar de su gran parecido con la máquina de escribir compacta, no utilizaba papel). Las Typex se usaban para convertir el texto cifrado en alemán.
Hut 6
Aunque muchos de los miembros de la Inteligencia británica se mostraron recelosos con el ingenio de Turing, que este desarrolló gracias a los pasos dados por los matemáticos polacos y a haber desarrollado en Cambridge prácticamente la base teórica del ordenador moderno, la necesidad de doblegar a los nazis impuso su criterio y se construyeron las «Cabañas 11 y 11» –esta segunda construida dos años después– para alojar varias decenas de máquinas Bombe que trabajaban de forma ininterrumpida.
Aunque Turing y sus «Bombas» supusieron un gran avance para romper el código Enigma, en Bletchley Park se realizó un impresionante trabajo en equipo en el que todas las aportaciones fueron importantes. Cada una por separado no habrían permitido a los ingleses cosechar el éxito que lograron. Por ejemplo, en 1941, el equipo liderado por el ya citado Dillwyn Knox –un excéntrico personaje que a veces trabajaba en pijama y bata–, el formado por oficiales de la Women’s Royal Naval Service, usando la técnica del rodding, descifró el código naval italiano tras la batalla de Matapan. Tras recuperar blocs de notas y documentos de codificación de Enigma de los submarinos alemanes, junto con transmisiones meteorológicas, pudieron leer finalmente los mensajes de la Enigma que utilizaba la Marina alemana. La obtención de aquellos documentos de codificación alemanes fue posible gracias a que el 7 de mayo de 1941, la Armada Real Británica capturó deliberadamente un barco meteorológico alemán, junto con equipos y código cifrado, y dos días después se capturó el submarino U-110 de la Kriegsmarine, que iba equipado con una máquina Enigma, un libro de códigos, un manual de operaciones y otras informaciones vitales para romper el tráfico submarino de mensajes codificados.
Shaun Wylie
Sin embargo, en febrero de 1942 los alemanes introdujeron una máquina Enigma de cuatro rotores en sus submarinos, mucho más compleja y a la que denominaron con el nombre en clave de Shark. En octubre de ese año, los tripulantes del HMS Petard, arriesgando sus vidas, recuperaron del U-559 que había sido derribado, antes de que se fuera a pique, dos libros de códigos de señales cortas alemanas. Tras enviarlos a Bletchley, Shaun Wylie y los criptógrafos de la «Cabaña 8» consiguieron descifrar Shark. Aquello fue muy importante para tomar ventaja en la batalla del Atlántico que estaba causando millares de muertes y una pérdida incalculable de materiales y provisiones de los aliados. Y así más y más logros en equipo: en 1943, los alemanes, desconfiados de la seguridad de sus transmisiones, introducen un nuevo código meteorológico corto, pero una vez más los especialistas que trabajan en la «Cabaña 8» logran evitar otro «apagón» en la decodificación de mensajes gracias a la introducción de Bombes más rápidas. Shark se vuelve a redescifrar en apenas diez días.
Lorenz
Sin embargo, los alemanes también codificaban con otra máquina conocida como Lorenz, más grande, pesada y compleja que Enigma. Sin embargo, como sucediera aquel lejano día en que los polacos pudieron hacerse, gracias al despiste alemán, con una máquina Enigma en Varsovia, a los aliados volvió a sonreírles la suerte: un operador germano erró al usar Lorenz, enviando un mensaje con la misma configuración de encriptado dos veces –la segunda, usando abreviaturas–, lo que permitió a John Tiltman, jefe de criptografía en Bletchley Park, descifrar su hasta entonces «irrompible» código.
Colossus, el primer ordenador
Colossus
Mientras los alemanes complican el cifrado tanto de Lorenz como de Enigma, en Bletchley hacen llamar a Tommy Flowers, ingeniero del servicio postal. Este, junto a Max Newman, diseñará y construirá el primer ordenador semiprogramable del mundo, al que bautizaron como Colossus, permitiendo doblar el éxito del trabajo de los criptoanalistas de la campiña inglesa.
Eisenhower en vísperas del Día D.
Colossus descifró un mensaje crucial: nada menos que la confirmación de que el ejército alemán esperaba una invasión masiva en Calais, una información decisiva para que el general Dwight Eisenhower se decidiera por Normandía para que tuviera lugar el gigantesco desembarco del 6 de junio de 1944. Los historiadores están convencidos de que los avances realizados en aquel complejo ultrasecreto permitieron que la duración de la guerra más feroz que había conocido el hombre se acortara en dos años. Sin embargo, los logros conseguidos en aquella mansión victoriana lejos de miradas indiscretas continuarían siendo un secreto después de la guerra.
El trágico final de un héroe
Turing, que, a pesar de su carácter excéntrico y su comportamiento asocial, se había convertido en un auténtico héroe de Bletchley y había sido condecorado con la Orden del Imperio Británico –eso sí, no podía divulgar la razón de aquel honor patrio–, en 1952 se enfrentó, a pesar de su impagable contribución al esfuerzo de guerra, a una acusación criminal tras confesar, durante un interrogatorio tras interponer una denuncia por robo –irónicamente, había acudido a las autoridades para buscar justicia–, que había mantenido relaciones sexuales con otros hombres, algo que estaba prohibido en Inglaterra.
Se le imputaron los cargos de «indecencia grave y perversión sexual», los mismos que había enfrentado el escritor también inglés Oscar Wilde medio siglo antes. Dos años después del juicio, a los 42 años, Turing apareció muerto en su casa de Manchester, al parecer tras comer parte de una manzana impregnada con cianuro. Aunque oficialmente el caso fue cerrado como suicidio, aquella misteriosa muerte dio origen a distintas teorías, entre ellas la del asesinato, algo que no ha podido demostrarse.
Turing
En 2009, el entonces primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, emitía un comunicado en el que pedía disculpas en nombre del Gobierno de Su Majestad y la nación por la ignominiosa persecución a Turing, reconociendo la gratitud que debían a este, al igual que a sus compañeros en Bletchley, los aliados. El 14 de abril de 2015, saltaba la noticia de que un «manuscrito perdido» del matemático de Cambridge –un bloc de notas de 56 páginas escrito de su puño y letra, que data de antes de 1942 y que le dejó a su amigo Robin Gandy cuando estaba en pleno proceso de descodificación del código nazi en la mansión victoriana–, había sido subastado por más de un millón de dólares por la casa Bonhams. Su nombre tenía los reconocimientos que sus contemporáneos le negaron.
Décadas de secretos
John Cairncross
En relación con Bletchley Park, el autor británico Sinclair McKay señala que «Hacia el final de la guerra, el complejo era la mayor factoría de secretos jamás construida». Sin embargo, cuando se puso fin al conflicto, Churchill, ordenó destruir todas las instalaciones militares de Bletchley, incluidas las bombas, las Enigma y todos los artilugios empleados para romper el código alemán. Probablemente lo hizo para evitar que los soviéticos se hicieran con dichos secretos a las puertas de la Guerra Fría. Curiosamente, los rusos no solo sabían de la existencia de Enigma gracias a un espía infiltrado en el mismo Bletchley Park (John Cairncross, que trabajaba en la Cabaña –Hut– 3 y que sería uno de los «cinco de Cambridge»), sino que también disponían de sus propias unidades que usaron con fines militares y estratégicos. Se ordenó el secreto y en 1960 se destruyó además la última unidad de Colossus, estando, hasta 1975, vigente una ley británica que prohibía la mera divulgación de su existencia.
Winterbottam
No fue hasta 1967 que David Kahn publicó el libro John Cairncross(«Rompedores de Códigos»), que describía la captura de la Enigma naval del U-505, y aludía a la existencia de un complejo en el que numerosas máquinas «que llenaban varios edificios» permitían leer los mensajes. En 1974, el exoficial de inteligencia F. W. Wintherbottam publicaba su libro y abría la caja de Pandora para que los investigadores comenzaran a indagar qué sucedió en aquel recóndito y hermoso paraje de Bletchley Park durante la guerra.
En febrero de 2006, gracias a un programa de traducción llamado «Proyecto M4», los especialistas lograron descifrar uno de los últimos mensajes que quedaban por descifrar de Enigma tras la rendición alemana, enviado por un submarino desde el Atlántico señalando que se había visto obligado a sumergirse durante un ataque, facilitando las coordenadas de la última localización del enemigo.
Hoy, Bletchley Park, que estuvo a punto de ser demolido en los años 90 para construir un centro comercial, gracias a la campaña iniciada en 2011 con el nombre de Saving Bletchley Park, es un museo visitado cada fin de semana por miles de turistas que recuerda que allí, en tiempos del mal, un grupo de héroes luchó día y noche por la victoria. Su sacrificio permitió ganar una guerra.
*Este texto ha sido extraído del libro Espías de Hitler, Ediciones Luciérnaga, de Óscar Herradón.
PARA SABER MÁS:
De la mano de Pinolia podemos disfrutar del libro Alan Turing: el legado de un genio, coordinado por Daniel Torregrosa, que realiza un minucioso recorrido por la vida y obra del matemático británico desde los tiempos de la decodificación de Enigma hasta la revolución digital en la que estamos inmersos, sobrecogidos por la misma IA y sus múltiples posibilidades –y peligros– que no existiría sin los avances desarrollados por el propio matemático británico.
Visionario, genio matemático, héroe de guerra como hemos visto en el post y víctima de una injusticia histórica, Alan Turing emerge en estas páginas como una de las figuras más influyentes del siglo XX. Su mente prodigiosa estableció los cimientos de la informática moderna y la inteligencia artificial, mientras su vida ejemplifica la lucha contra los prejuicios de una época que no supo comprender su brillantez. Este volumen colectivo traza un recorrido cautivador por su extraordinaria trayectoria: desde una infancia caracterizada por una curiosidad insaciable hasta su decisiva labor en Bletchley Park, esa mansión secreta en la campiña inglesa a 80 kilómetros de la City, donde su ingenio resultó determinante para descifrar los códigos nazis y precipitar el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Esta vibrante obra profundiza en sus contribuciones pioneras como la máquina de Turing, concepto revolucionario que sentó las bases teóricas de la computación moderna, junto con su célebre test de Turing, piedra angular en el desarrollo de la inteligencia artificial que continúa desafiando a científicos e ingenieros en la actualidad. A través de un análisis riguroso pero ameno y accesible a todos los públicos, este libro reivindica la figura esencial de Turing y propone una reflexión necesaria sobre cómo sus descubrimientos fundamentales en programación, algoritmos y computación teórica transforman constantemente nuestro presente tecnológico. Una poderosa historia de genialidad, resiliencia y visión científica que sigue inspirando a nuevas generaciones de innovadores y pensadores de todo el mundo.
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