Maurice Bavaud, entre las sombras

Se han registrado al menos hasta 42 intentos de acabar con la vida de Adolf Hitler. Ninguno de ellos logró su objetivo, pero varias de estas tentativas magnicidas estuvieron muy cerca de eliminar al líder del Tercer Reich. Uno de los hombres que se acercó peligrosamente al Führer fue el seminarista suizo Maurice Bavaud, cuya historia, que es necesario reivindicar, se recuerda en una novela gráfica de reciente aparición.

Óscar Herradón ©

Uno de los intentos que menos trascendió, a diferencia de la llamada Operación Valkiria –llevada al cine por Bryan Singer en 2008 con Tom Cruise en el papel del coronel alemán Claus Von Stauffenberg– fue un plan para atentar contra el líder nazi ideado por el Grupo de Operaciones Especiales británico, el SOE, creado a instancias de Winston Churchill y encargado de sabotajes y atentados tras las líneas enemigas.

Hitler en el Berghof en 1936.

En una carta fechada el 20 de junio de 1944, el general Colin Gubbins escribió a sir Hastings Ismay, subsecretario del Gabinete de Guerra inglés, informándole sobre dicho complot cuyo origen se remontaba a 1941 y que fue aprobado por todos los departamentos. Sin embargo, la operación fue abandonada debido a un cambio repentino en los acontecimientos, cuando se produjo el fallido intento de atentado citado en la llamada Guarida del Lobo. El Plan, bautizado como “Foxley”, pretendía utilizar a un francotirador en el Berghof, la residencia de Hitler en Berchtesgaden, el conocido como “Nido del Águila”, en los Alpes bávaros. Aunque la operación se canceló, la inteligencia británica llegó a redactar un grueso informe de 120 páginas, firmado por un agente identificado con el nombre en clave de LB/X.

Bavaud, una «misión divina»

Elser

Uno de los «lobos solitarios» que intentó acabar con la vida del Führer fue el campesino y carpintero suabo Georg Elser, responsable del atentado en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich el 8 de noviembre de 1939 que a punto estuvo de liquidar al dictador, pero hubo más.  Precisamente un año antes de atentado de Elser –el número 21 de los registrados–, en 1938, en el mismo lugar y en la misma fecha (Múnich, 8 de noviembre), como si el destino los hubiera puesto de acuerdo, el seminarista suizo –estudiaba teología católica con la intención de convertirse en misionero– de 22 años Maurice Bavaud, que consideraba al líder nazi la misma reencarnación del anticristo, hizo lo propio.

Gerbohay

Bavaud pertenecía a un grupo anticomunista de estudiantes en Francia –estudiaba en el seminario de Santa Ilan, en una comuna francesa en Bretaña–, llamado Compagnie du Mystère. Su líder, Marcel Gerbohay, una suerte de iluminado que afirmaba descender de la dinastía Romanov –pretendía que cuando el comunismo fuese aniquilado estos volvieran al poder en Rusia con él en el poder–, influyó considerablemente en Bavaud al convencerle de que la muerte de Hitler ayudaría a materializar dichos planes.

Bavaud

Maurice realizaría su tentativa de magnicidio durante el desfile conmemorativo que realizaba el mismo recorrido que antaño hicieran los “Mártires del Movimiento” del NSDAP para hacerse con el gobierno bávaro. Bavaud había comprado una entrada para el festejo fingiendo ser un periodista suizo. En un tramo previamente escogido del recorrido, donde se erigía la iglesia del Espírito Santo, intentó disparar sobre Hitler con una pistola semiautomática Schmeisser de 6,35 milímetros –que había comprado en Basilea–, pero tuvo que abandonar su idea al ver que el Führer se dirigía al otro lado de la calle en lugar de pasar por el centro, como tenía previsto, para saludar a un grupo de acólitos. Ironías de la vida.

Monumento honorífico.

Tras abandonar su plan, el día 9 intentó regresar a París en tren, con la idea de realizar un segundo intento, sin embargo, tuvo la mala suerte de ser descubierto en el convoy sin un billete válido y con la pistola escondida. El revisor avisó a las autoridades y la Gestapo lo detuvo y después lo sometió a un brutal interrogatorio, usando la tortura, como acostumbraban. Acabó confesando su plan magnicida y a pesar de las presiones de su familia, la no intervención del Gobierno suizo hizo que fuese guillotinado en la cárcel de Berlin-Plötzensee el 14 de mayo de 1941, a los 25 años.

Hoy, aquel joven estudiante de teología es considerado un héroe nacional en su país natal. Ello fue posible gracias a la perseverancia de su padre, que no cejó en su empeño de rehabilitar su buen nombre. En 1956, consiguió que Alemania revocara la sentencia de muerte de Maurice y que el Estado germano pagara 40.000 francos suizos en concepto de reparación.

PARA SABER MÁS:

Hace unos meses, HarperCollins Ibérica publicaba una cautivadora novela gráfica protagonizada por este fascinante e injustamente olvidado personaje para darle nuevamente voz y que fuera conocido por las nuevas generaciones.

Es obra del periodista y guionista parisiense Pat Perna con ilustraciones de François Ruizgé. Con un dibujo realista y una ambientación soberbia (a pesar de que combina historia real con personajes ficticios, lo que en este caso es un acierto), la historia comienza en plena Guerra Fría, en medio de un Berlín dividido, cuando el periodista Guntram Muller se interesa por el juicio de Maurice Bavaud, ejecutado como hemos visto en el post en 1941 acusado de conspiración por los nazis. El periodista se pregunta: ¿Era un loco, un asesino solitario? ¿Un espía de una organización secreta? ¿Recibía órdenes de los aliados o por el contrario de algún allegado del mismo Hitler? ¿Cómo pudo acercarse tanto al líder del NSDAP en plena efervescencia de su poder?

Las apariencias rara vez se hacen realidad y los héroes están hechos para suscitar vocaciones. Una de las obras más reveladoras de la bande-déssinee de los últimos años, un relato intimista que hay que leer de forma pausada, apto para amantes tanto de la novela gráfica como de la historia e incluso del noir. He aquí el enlace para adquirir esta joya en la web de la editorial:

Churchill y Franco. Una guerra secreta por la neutralidad (I)

De todos es sabido el estrecho lazo que mantuvo el régimen de Franco con el nazismo. Menos conocidas son las relaciones entre el Gobierno británico de Churchill y España. La desclasificación de importantes documentos de aquel periodo arroja luz sobre un soborno encubierto que cambiaría el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

Por Óscar Herradón ©

Casi 84 años después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, devastador conflicto que perfilaría el mundo en el que vivimos, y que dio un giro de 180 grados a la historia de la humanidad (y cuyas terribles consecuencias vuelven a reverberar en los oídos de los europeos a más de un año de la guerra de Ucrania), hemos escuchado hablar hasta la saciedad de las relaciones que el gobierno franquista, con un implacable poder recientemente estrenado, mantuvo con la Alemania nazi.

De todos es sabido que Adolf Hitler contribuyó al esfuerzo de guerra del lado de los golpistas, con armamento y con episodios tan deleznables –y estratégicamente claves– como el bombardeo de Guernica, que serviría a los modernos aviones de la Luftwaffe de entrenamiento para su indiscriminada Guerra Relámpago en el Viejo Continente; también de las negociaciones entre este y Francisco Franco para que una España paupérrima con un ejército mal preparado aunque fanático a la causa nacional no se mantuviera neutral, conversaciones que tendrían su momento clave en la reunión en Hendaya el 23 de octubre de 1940. Pero, ¿y las relaciones del dictador español con los aliados, concretamente con Winston Churchill y los mandamases del Foreing Office? ¿Tuvo algo que ver el combativo premier británico con la neutralidad del régimen franquista?

A bote pronto uno imagina que el “Caudillo” no pretendía mantener contacto alguno con las democracias occidentales cuando él mismo se había decantado por un régimen de Partido Único, prensa única e ideología nacionalfascista –y de religiosidad desbordante– que veía en el nazismo un arma implacable a quien pretendía imitar –creencias religiosas aparte–. Es más, en numerosas ocasiones Franco se jactó de querer entrar en la guerra del lado del Eje. ¿Qué sucedió entonces? A continuación veremos que Winston Churchill y su gobierno tuvieron mucho más que ver en el desarrollo de los acontecimientos de lo que en un principio pudiera parecer.

Una reveladora desclasificación

Enseguida nos retrotraeremos a la España de principios de los años cuarenta, con una Europa sumida en plena contienda. Pero a principios de octubre de 2016 saltaba a primera plana una noticia sobre el tema que venimos tratando. Concretamente, la prensa hablaba sobre la “traición” de Churchill a Franco, en relación a Gibraltar, cuando el entonces jefe del Estado español estaba convencido de que el dirigente británico devolvería aquella región por su neutralidad en el conflicto, a partir de unos papeles que en 2013 fueron desclasificados por la Oficina de Registro Público británica y que se sumaban a la gruesa publicación de archivos hasta entonces secretos sobre las relaciones entre los mandamases de Downing Street y el gobierno franquista. El tema de Gibraltar es sustancioso, aunque no fue definitivo en el desarrollo de los acontecimientos.  

A través de dichos expedientes y notas de las embajadas –la mayoría secretas hasta entonces– se puede trazar una historia de espías y medias verdades, y negociaciones en la sombra que mantuvieron a Franco en una delicada tesitura: apoyar a Hitler y Mussolini, a quienes consideraba aliados naturales, o mantenerse al margen para recibir promesas y ayudas de Inglaterra y Estados Unidos. Finalmente, el régimen se decantaría por esta última opción –con matices–.

España, nido de espías

Lord Halifax

Eran las 22.15 horas del 4 de junio de 1940 cuando sir Samuel Hoare, embajador británico en el Madrid franquista, enviaba un telegrama urgente a Londres. Era una comunicación secreta dirigida a Edward Frederick Lindley Wood, primer conde de Halifax, más conocido como lord Halifax a secas, que hoy, desclasificado por el MI6, sabemos que rezaba lo siguiente: «Hay indicios de que está cobrando impulso la idea de abandonar la neutralidad, y tengo la impresión de que ha llegado el momento de actuar de forma inmediata para verificarlo». Inglaterra estaba viviendo uno de sus peores momentos de la Segunda Guerra Mundial, siendo sus tropas literalmente arrasadas por la «Guerra Relámpago» nazi.

Samuel Hoare. Wikipedia (Free License).

Aquel mismo día se había producido el desastre de Dunkerque y, aunque Churchill no claudicó y continuó con su diatriba luchadora, enunciando el célebre discurso en el que afirmaría que los ingleses «jamás nos rendiremos», lo cierto es que la entrada de nuestro país en la contienda, algo que entonces parecía inminente, podía ser un golpe de efecto magistral para equilibrar la balanza bélica a favor del Eje.

Si Franco se posicionaba en la contienda del lado de Alemania e Italia e invadía Gibraltar –algo que estuvo a punto de suceder mediante la denominada “Operación Félix”–, el territorio del sempiterno enfrentamiento entre nuestro país y el del premier, los aliados perderían el Mediterráneo y los buques y acorazados británicos tendrían que bordear todo el continente Africano hasta el Canal de la Mancha para librar su batalla en el Norte de África, una zona clave para la victoria. Esa era la verdadera amenaza española, pues su ejército estaba mal pertrechado y sus tropas aún acuciaban los estragos de la Guerra Civil, pero era un movimiento estratégico decisivo.

Documentos secretos del SOE en España

Aquello podía ser un verdadero desastre para los aliados. Había que hacer algo, y hacerlo rápido, y esa era la misión de Hoare, que había llegado a la capital española tan solo unos días antes de escribir a Halifax. Este personaje, uno de los más brillantes diplomáticos –y también espía, campo que conocía muy bien, pues había dirigido el servicio secreto británico en Rusia durante la Gran Guerra–, ya tenía sesenta años cuando fue nombrado embajador. En más de una ocasión había mostrado simpatía hacia la causa nacional y era el hombre más indicado para convencer a Franco y sus generales de la importancia capital de la neutralidad. Lo haría, eso sí, a golpe de talonario.   

Asunto Confidencial

Blitz

Y es que de los papeles desclasificados se deduce que Hoare tenía un plan –aunque el tiempo corría en su contra– para mantener la neutralidad española en la guerra. Paul Preston, biógrafo del embajador, señala que este había enviado telegramas a Londres explicando que Franco le había recibido en un despacho en el que lucían retratos de Hitler y Mussolini y le había llegado a decir que los británicos «deben rendirse ante la inevitable victoria alemana». Es más, el jefe del ejecutivo español había prometido a Hitler su participación en la contienda a cambio de la expansión española en África y de todos era sabido que estaba dispuesto a apoyar los totalitarismo que él mismo representaba frente a los regímenes parlamentarios, mientras en las calles de la Península falangistas y universitarios afectos a la dictadura clamaban por la victoria de Hitler con proclamas como «¡Abajo Inglaterra!», frases lapidarias que gritaban el 1 de junio de 1940 ante la embajada británica.

Todo estaba en contra de los ingleses para que España se mantuviera neutral y su entrada en la guerra era inminente, según Hoare, salvo que se detuviera con una gran cantidad de dinero, nada menos que medio millón de libras –dinero que aumentaría exponencialmente hasta los 10 millones de dólares– para sobornar a varios generales poderosos del régimen franquista. Si Gibraltar caía en manos españolas o alemanas y las potencias del Eje instalaban baterías en la costa africana, el Estrecho, como señalé líneas más arriba, quedaría blindado y los barcos, buques y navíos de guerra ingleses tendrían que circunnavegar África no solo para librar la batalla en el norte del continente sino también para acceder a la India, un territorio clave que podía llenarse de insurgentes y opositores al imperio británico.

«La Caballería de San Jorge»

En toda esta operación de chantaje la embajada británica en España se sirvió de la contrainteligencia y el espionaje, una de las armas más efectivas en aquella lucha. El principal espía, además de Hoare, en Madrid, era Alan Hillgarth, agregado naval y responsable de Inteligencia en nuestro país. Trabajando mano a mano con Hoare, será este quien escriba la célebre frase, dirigiéndose a sus superiores en Londres, de que es el momento adecuado de cargar “la caballería de San Jorge”, haciendo alusión a las guineas de oro con las que su país ayudaba a sus aliados en conflictos pasados, monedas decoradas con el patrón británico. Así acabaría conociéndose esta operación secreta que por fin ha trascendido.

Alan Hug Hillgarth

Y uno de los hombres clave para que la misma fructificara, según los informes y lo que ya recogiera en un magnífico libro en 2008 el historiador Pere Ferrer, fue el empresario español Juan March, quien ya había sido una pieza clave en la financiación del viaje que trajo a Franco a España para el levantamiento del 18 de julio que dio inicio a la Guerra Civil, a bordo del Dragon Rapide, un hombre cuya fundación hoy goza de enorme prestigio pero con un pasado lleno de claroscuros que, según Ferrer, era «un maestro de doblegar voluntades a través del soborno», quien había hecho una gran fortuna con el contrabando de tabaco durante la I Guerra Mundial y había blindado su imperio vendiendo armamento a distintos contendientes durante la Segunda, a aquel que fuera el mejor postor. Además, sería confidente del almirante Wilhelm Canaris –jefe de la Inteligencia naval de la Marina alemana, más tarde ejecutado por traición al Führer– en Madrid. Sería en 1936 precisamente cuando Alan Hillgarth conoció en Mallorca, donde se había establecido a principios de aquella década, al multimillonario hispano.

Al parecer, la decisión del MI6 de utilizar a March era que los generales españoles no supieran que era precisamente el gobierno británico, por el que no tenían demasiada simpatía, quien les compraba. Aunque en los primeros telegramas que intercambia Hoare con Londres no se mencione el nombre del empresario, autores como los historiadores Gabriel Cardona o Enrique Moradiellos, así como el citado Ferrer, apuntaban ya antes de la desclasificación de los documentos y misivas que era con March precisamente con quien el embajador británico negociaba los sobornos a los generales españoles. El banquero mallorquín estaba convencido de que los generales no le harían ascos al «complemento salarial» ofrecido por los hombres de Churchill.

Canaris

Los militares opositores a Franco, que los había, empezaron ya a mostrar su descontento durante la Guerra Civil, incluso en el propio bando golpista, y cuando el conflicto fratricida terminó, algunos quisieron restaurar la monarquía borbónica y otros sacar el mejor provecho personal de la situación. El ejército franquista no estaba precisamente bien pagado en la España de la cartilla de racionamiento y el estraperlo. Los generales españoles ganaban unas 5.000 pesetas mensuales en medio de una fuerte inflación –lo que implicaría que las cantidades iniciales subieran desorbitadamente–. Aquello no era lo que se dice mucho dinero, aunque muchos de aquellos mandamases tuvieran sus propios “negocios” gracias a su cargo en el franquismo.

Comunicaciones in extremis Madrid-Londres

Al comienzo todo parecía marchar viento en popa. El 9 de junio, Hoare telegrafiaba a Londres lo siguiente: «Las negociaciones secretas proceden satisfactoriamente». Pronto, no obstante, el dinero prometido se quedó corto, y el medio millón de libras inicial iría aumentando progresivamente para evitar que España entrase en guerra. Los intercambios telegráficos entre la embajada inglesa en Madrid y la capital británica eran cada vez más frecuentes y en ellos, hoy desvelados, podemos leer frases de Hoare tan inquietantes –y trascendentes– como las siguientes: «Dudo de si enviar ningún nombre, ni siquiera en un mensaje cifrado». Cuando Italia declara la guerra a Francia y Gran Bretaña, Franco anuncia que España pasa de la neutralidad a la “no beligerancia” y la situación es cada vez más crítica. Samuel Hoare vuelve a escribir a Londres: «Debe aceptar mi palabra de que las personas son de la mayor importancia (…) la entrada de España en la guerra depende de nuestra rápida acción». Y puntualizaba: «La situación es crítica». Lo acordado por el espionaje británico con March era depositar el dinero en el Swiss Bank Geneva de Nueva York. El día 21 de junio, el Foreign Office confirmaba a Hoare que la operación ya había sido realizada.

Este post tendrá una inminente segunda parte en «Dentro del Pandemónium».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Existen diversos títulos que nos acercan a estos hechos de forma exhaustiva, como Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco, de Ángel Viñas (Crítica, 2021) o El Telegrama que Salvó a Franco. Londres, Washington y la cuestión del régimen (1942-1945), de Carlos Collado Seidel, también editado por Crítica unos años antes, en 2016. El más reciente es Bajo las zarpas del Léon, de Marta García Carrera, editado por Marcial Pons.

Un libro muy recomendable para entender la influencia ejercida por Gran Bretaña en España para decantar la balanza a favor de los aliados, no solo en la Segunda Guerra Mundial sino también en la Primera. En tan delicados periodos históricos del siglo XX España se convirtió en un protagonista destacado del escenario neutral, y fue objeto de reiteradas campañas propagandísticas extranjeras que trataban, por una parte, de explotar las filias y fobias existentes en el país, y por otra, favorecer sus respectivas causas bélicas y dificultar la actuación del enemigo en territorio español. En este sentido, la potencia aliada que movilizaría mayores esfuerzos propagandísticos en la Península sería Gran Bretaña, colocando al país, como reza el título del ensayo, bajo la zarpa de un león que, aunque luchó a contracorriente buena parte de los conflictos, extendió sus garras a través de la diplomacia y la persuasión, como hemos visto en este post.

Este documentado trabajo revela la misión de la propaganda británica en España, un instrumento de guerra que partía de instancias ministeriales y diplomáticas, pero que también se nutría de dinámicas paralelas, como las aportadas por las redes de inteligencia, la iniciativa popular o las plataformas periodísticas e intelectuales. Evolucionando desde la supervivencia a la ofensiva, los británicos emplearon todos los canales disponibles a su alcance para tratar de orientar a la opinión pública española; a veces caminando al filo de lo imposible entre el límite de la imaginación, los obstáculos impuestos por el Gobierno español y los márgenes de la clandestinidad.

He aquí el enlace para adquirirlo:

https://www.marcialpons.es/libros/bajo-las-zarpas-del-leon/9788418752346/

Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española

Y otro libro polémico pero a su vez necesario lo publicó en 2022 la editorial Pasado & Presente, a cuyos títulos debe estar muy atento cualquier apasionado de la historiografía. Se trata de Franco Desenterrado. La Segunda Transición Española, del catedrático de Estudios Hispánicos en el Oberlin College Sebastiaan Faber. En unos tiempos en que la Ley de Memoria Histórica, renombrada Ley de Memoria Democrática (que derogó la anterior), intenta dignificar a los perdedores, también se ha provocado un efecto contrario y probablemente no deseado a más de 80 años del fin del conflicto fratricida: el despertar de viejas rencillas, las consecuencias de los asuntos mal cerrados (o cerrados apresuradamente) y la debilidad de esa misma memoria a la que se quiere dar voz.

Y es que, aunque todo país democrático debe limpiar su oscuridad y hacer justicia, muchos aseguran que aquello debió hacerse recién inaugurada la democracia, y no cuando la mayoría de aquellos (tanto las víctimas como los verdugos) llevan décadas muertos. Aunque, quizá, como reza el refrán, «nunca es tarde». No todos opinan igual, claro.

Esta polarización, incrementada tras el traslado de los cuerpos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos, hoy renombrado también como Cuelgamuros, unido al auge de la ultraderecha en Estados Unidos, toda Europa y también en España, la parcialidad de la judicatura y de algunos medios y otros problemas que vienen a evidenciar las fisuras de la llamada Transición, como el movimiento independentista catalán o el nuevo revisionismo histórico, sirven al autor para preguntarse si realmente España necesita una Segunda Transición…

Un libro controvertido pero revelador, con un enfoque mesurado y externo, sobre la delicada situación que atraviesa nuestro país y que contiene 13 entrevistas a periodistas, historiadores y politólogos de distintos ámbitos y posiciones, como Enric Juliana, Antonio Maestre, José Antonio Zarzalejos, Cristina Fallaràs, Marina Garcés o Ignacio Echevarría, cuyas palabras pueden servirnos para comprender y analizar correctamente nuestro pasado y cómo nos enfrentamos a nuestro futuro.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

http://pasadopresente.com/component/booklibraries/bookdetails/2022-02-07-17-24-27

Generalísimo (Galaxia Gutenberg)

Y si lo que queremos es centrarnos en una de las figuras clave de esta historia, el dictador Francisco Franco, y sus múltiples «rostros» y contradicciones (de las que también hizo gala en ese crucial periodo que supuso la Segunda Guerra Mundial, en relación tanto con el Eje como con los Aliados), nada mejor que sumergirnos en las páginas de Generalísimo. Las vidas de Francisco Franco, 1892-2020, recientemente publicado por una editorial habitual en el Pandemónium, Galaxia Gutenberg.

Obra de Javier Rodrigo, investigador en ICREA Acadèmia y catedrático acreditado en la Universitat Autònoma de Barcelona, pretende recorrer la vida del personaje a partir de sus denominaciones: de cómo lo llamaron, y de cómo se autodenominó. Paquito, Comandantín, Caudillo, Generalísimo, Su Excelencia el Jefe del Estado… estas y otras denominaciones acompañaron al dictador a lo largo de su vida. Según sus biógrafos y propagandistas (que hicieron «el agosto» durante cuarenta largos años), fue el inmortal, heroico y providencial hombre enviado por Dios para salvar a España, el defensor de la patria, santificado hasta el punto de que, a su muerte, la gente le dejaría peticiones manuscritas de milagros en el ataúd.

O, en su reverso tenebroso representado desde el antifranquismo, el ser tímido, reprimido y taimado, el cruel, traidor, déspota y despiadado Criminalísimo. El resultado es una reconstrucción a veces turbadora y siempre fascinante de los mitos adheridos a la biografía de Francisco Franco Bahamonde. Una visión renovada y original, un recorrido desde el mito del guerrero tocado por Dios, inmortal e invencible, hasta la caricatura presente, convertido en carne de meme, pasando por su proyección narrativa como salvador de la patria, pacificador nacional, buen dictador, abuelo feliz, protodemócrata u hombre excepcional e irrepetible. Generalísimo habla de las vidas, reales o inventadas, del dictador. Pero, sobre todo, habla de la historia y el presente de España con la controvertida Ley de Memoria Democrática en boca de todos.

La revolución pasiva de Franco (HarperCollins)

Y si queremos seguir ahondando en la ambigua personalidad del dictador, desde un enfoque novedoso como sucede con el texto anterior, el pasado 2022 HarperCollins Ibérica publicaba el sugerente ensayo La revolución pasiva de Franco, un libro diferente sobre el dictador y las entrañas del franquismo, que nos revela una nueva perspectiva de la historia contemporánea de España y la llamada Transición. Es obra del filósofo e historiador español José Luis Villacañas, quien, de la mano de La vida de Castruccio Castracani, la obra de Maquiavelo que vio la luz en 1520, nos descubre la figura del «Caudillo» como condotiero y explica al personaje comparándolo con el prototipo de gobernante dibujado por el diplomático y escritor italiano en su inmortal obra El Príncipe.

Teniendo en consideración además el pensamiento del teórico marxista también italiano Antonio Gramsci, Villacañas estudia el papel constituyente de Franco y el sentido de lo que llama «la revolución pasiva», sin precedentes en la historia de nuestro país, que se llevó a cabo durante su largo mandato de cuatro décadas.

Siguiendo el guion de la comedia La Mandrágora de Maquiavelo, el autor también analiza la Transición para preguntarnos cuánto duran las revoluciones pasivas, por qué son tan inestables y qué es lo que las pone en peligro. Todo ello bajo el telón de fondo de la destrucción del pueblo republicano y del sufrimiento de las clases populares en la larga noche de la guerra y la posguerra que marcaron gran parte del siglo XX en el sur de Europa. He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial tanto en papel como en edición digital:

Memoria de la Retirada (BLUME)

Y en relación al período inmediatamente anterior a las negociaciones secretas emprendidas entre el gobierno franquista y Londres, un libro que conmueve y que es de obligatoria lectura para entender el sufrimiento que causó la sublevación, la Guerra Civil y la posterior victoria del bando franquista es Memoria de la Retirada. 1939. Éxodo y Exilio, dirigido por el fotoperiodista y realizador nacido en París Miquel Dewever-Plana y publicado por la editorial Blume.

Este cautivador ensayo marca el momento en el que Barcelona cayó en manos de los sublevados. Fue el 26 de enero de 1939 y desde ese momento miles de familias republicanas hubieron de exiliarse a Francia, dejando atrás toda una vida, la patria, los enseres y propiedades y los recuerdos. Numerosos niños acomparon a sus padres camino del exilio, experimentando los terribles campos de internamiento y concentración, calamidades y muchas privaciones más.

80 años después, aquellos niños de corta edad se hallan en el ocaso de sus vidas (aunque cada vez son menos los testigos directos de aquellos turbulentos años en que también transcurrió la Segunda Guerra Mundial) y desean más que nunca transmitir como legado a los más jóvenes (que a veces apenas saben algo de nuestra guerra fratricida) la dolorosa experiencia que vivieron. Y este volumen profusamente ilustrado recoge su extraordinario testimonio.

Operación Urano. Hacia el desenlace en Stalingrado

La invasión de la URSS fue anunciada a bombo y platillo por la propaganda del Tercer Reich como la gran conquista del Este en pro del gran imperio que duraría mil años. Sin embargo, múltiples errores militares y el frío invierno ruso dieron al traste con los planes de conquista de Hitler. Cuando Stalingrado, el gran símbolo del poderío soviético, estaba prácticamente reducido a cenizas y su población aniquilada, el alto mando del Ejército Rojo orquestó una operación que cercaría al 6º Ejército alemán y supondría el principio del fin del poderío nazi en el frente oriental.

Óscar Herradón ©

La Operación Barbarroja fue el más ambicioso despliegue militar de Adolf Hitler que, al no conseguir conquistar las islas británicas, lanzó sus ejércitos sobre el extenso y gélido territorio soviético en esa lucha atávica contra el enemigo bolchevique por la que clamaba en su Mein Kampf y neutralizar así a su antagonista Iósif Stalin, el mismo con el que apenas tres años antes había pactado el vergonzante reparto de Polonia en el marco del acuerdo Ribbentropp-Molotov, que fue considerado una traición imperdonable de Moscú por el comunismo internacional.

Y aunque la invasión nazi pilló desprevenido a Stalin, que en un primer momento, según sus allegados, se quedó paralizado y estupefacto (a pesar de los informes que distintos espías como el genial Richard Sorge enviaron al Kremlin sobre lo que se gestaba en Berlín), nada salió como se esperaba en la Cancillería alemana, y eso que antes de desplegar sus ejércitos ya hubo voces discordantes con tan ambicioso plan de la Wehrmacht y su más que posible fracaso, que serían silenciadas –y tildadas de derrotistas– por el todopoderoso aparato propagandístico nacionalsocialista.

Fiedrich Paulus

Y lo que en un comienzo se concibió en el marco de la Guerra Relámpago –Blitzkrieg– que hizo caer a una velocidad de vértigo Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia, se convirtió en una salvaje lucha de desgaste y emboscada. El grueso del 6º Ejército alemán, comandado por el general Friedrich Paulus (que acabaría cayendo en desgracia ante el Führer), se vio cercado por el plan soviético de contraofensiva que se configuró a mediados de septiembre de 1942, durante la fase crítica de la defensa de Stalingrado (hoy Volgogrado), una operación basada precisamente en el método de la Blitzkrieg germana y que combinaba de forma brillante fuerza, velocidad y sorpresa para rodear al invasor alemán.

Cerco al 6º Ejército

A la vez que algunos comandantes germanos en posiciones inferiores pensaron que era necesario evacuar Stalingrado, mientras aún fuese posible retroceder hacia el oeste, el alto mando alemán –OKW–, siguiendo las indicaciones de un Hitler reconvertido en jefe militar que no escuchaba los consejos de sus expertos, insistió en permanecer allí y seguir la lucha, así que Paulus insistió en la necesidad de defender la retaguardia de su ejército, un requisito imprescindible para emprender cualquier futura acción contra el Ejército soviético.

Aquella operación de cerco que condujo al embolsamiento del 6º Ejército germano sería bautizada con el nombre en clave de Operación Urano, y ese es precisamente el título del tercer volumen de la monumental Tetralogía de Stalingrado compuesta por los prestigiosos historiadores militares estadounidenses David M. Glantz y Jonathan M. House que publica con su habitual buen hacer Desperta Ferro Ediciones. Glantz continúa con su ambiciosa obra sobre el épico choque que marcó el fracaso de Alemania en el frente oriental. Tras A las puertas de Stalingrado, que abrió la tetralogía y terminaba con el 6º Ejército de Von Paulus ya desviado de su objetivo original, que eran los campos petrolíferos del Cáucaso, y su continuación, Armagedón en Stalingrado, en el que el grueso militar nazi se vio arrastrado a una infinita guerra de desgaste dentro de una ciudad devastada (donde las gentes se morían de hambre y los invasores, desamparados, eran objetivo de los francotiradores(as) soviéticos.), en este Desenlace en Stalingrado (I) Glantz y House nos muestran cuáles fueron las consecuencias de tensar al límite sus fuerzas.

Tras tantear y errar sucesivas veces para encontrar las debilidades en las defensas del Eje, la Stavka, el alto mando del Ejército Rojo, contra toda previsión alemana, cada vez más sofisticado, pudo aprovechar sus intentes recursos humanos para lanzar la devastadora y audaz contraofensiva a mediados de noviembre de 1942. Así, los sitiadores de Stalingrado se convirtieron en sitiados y las tropas alemanas, rumanas y croatas sufrirían en carne propia la extraordinaria presión sufrida por el 62º Ejército soviético pero en un grado mucho mayor, pues el frío era más intenso (y los germanos lo soportaban peor que sus enemigos), circunstancia por la que no tardarían en sumarse el hambre y la desesperación.

Hacia el desenlace en el frente oriental

Glantz hace un detallado y vívido relato (con infinidad de fuentes de primera mano y también secundarias) sobre cómo los tres frentes del Ejército Rojo derrotaron y destruyeron a dos ejércitos rumanos y rodearon al 6º Ejército alemán y a la mitad del 4º Ejército Panzer en la bolsa de Stalingrado en una titánica operación que dinamitaría la estrategia de guerra alemana (sacando de sus casillas a Adolf Hitler, cuyo declive físico y psicológico se evidenció a partir de entonces) y supondría un punto de inflexión fundamental en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial en el frente oriental.

Como en los dos completos volúmenes anteriores, en Desenlace en Stalingrado (I) Operación Urano, el autor (con la inestimable ayuda de House y tras una titánica labor de investigación y documentación) utiliza fuentes antes vetadas o que se presumían perdidas, por ejemplo informes del diario de combate del 6º Ejército germano y registros soviéticos recientemente publicados tras permanecer clasificados durante más de siete décadas. Reveladores materiales que ayudan a argumentar una interpretación sorprendentemente nueva de la planificación y ejecución de esta crucial campaña por ambos contendientes, en el que muy probablemente sea el relato definitivo de Stalingrado, al menos para esta generación.

A la espera del lanzamiento del cuarto y último volumen de esta vibrante tetralogía, podéis adquirir la tercera parte en el siguiente enlace:

Stalingrado, de V. Grossman (Galaxia Gutenberg)

Para un relato clásico pero capital en la comprensión de lo que sucedió tras las líneas en Stalingrado, Galaxia Gutenberg publicó en 2020 un majestuoso volumen que recuperaba las vivencias a pie de calle del periodista soviético Vasili Grossman en la ciudad cercada por el Tercer Reich. En la Segunda Guerra Mundial (que en la URSS se dio en llamar Gran Guerra Patriótica) Grossman perdió a su madre y a su hijastro y ejerció como corresponsal de guerra en algunos de los sitios más inhóspitos de la contienda, en el ámbito de esa Operación Barbarroja que para los mandamases de Berlín pretendía arrasar por completo los enormes y gélidos territorios del Este que finalmente serían la tumba del nazismo.

Grossman abordó así un ambicioso proyecto novelístico en dos partes, basado en sus vivencias y en numerosos hechos reales, algunos estremecedores. La primera la inició en 1943, todavía en plena contienda, y publicada en 1952 bajo el título de Una causa justa. La segunda, escrita a partir de 1949, con los mismos protagonistas, daría como fruto una de las grandes novelas (y casi ensayo historiográfico) del siglo XX, Vida y destino, que en castellano también se encargó de publicar Galaxia Gutenberg en una cuidadísima edición.

La primera parte fue considerada como una novela de menor rango, pero en realidad se trataba de un documento de gran valor que ahora se recupera con el título original que para ella quiso su autor y que prohibió la rígida censura del régimen soviético, Stalingrado. Una novela que en principio parece casi antagónica a Vida y Destino que, en palabras de Efim Etkind y Simon Markish, dos de las personas que más hicieron por salvar el manuscrito de Vida y Destino (que vería la luz por primera vez en Occidente en 1980), «pudo haber ganado un merecido Premio Stalin, porque rebosaba amor por el régimen estalinista…». ¿Por qué Grossman hizo dos novelas tan desiguales, con un mensaje aparentemente tan contradictorio, cuando las concibió como un todo y las redactó seguidas una tras otra?

La presente dedición responde a esta pregunta y reconstruye por vez primera el texto original con los más de cien fragmentos que la censura soviética, implacable, obligó a suprimir. El resultado es una obra llena de matices que en conjunto es muy diferente a la que hasta el momento se había podido leer, y por tanto resuelve tantas dudas surgidas durante décadas. En palabras de The Economist, «igual que Vida y destino, la nueva Stalingrado es una obra maestra», y arroja a su vez información capital sobre lo sucedido durante el cerco que cambió el curso de la más sanguinaria guerra de la historia contemporánea.

Y para un acercamiento puramente historiográfico y periodístico, alejado de las posibilidades –y a veces elucubraciones– de la ficción narrativa, Galaxia Gutenberg también compiló las crónicas realizadas por Grossman durante el tiempo que permaneció en Stalingrado. Veterano corresponsal de guerra, ninguna pluma supo mejor que la suya captar lo que sucedió en aquellos 163 días en los que el infierno parecía haberse hecho carne en el corazón de la Unión Soviética. Los textos que componen Stalingrado. Crónicas desde el frente de batalla, están extraídos del libro Años de Guerra y narran lo que vivió el autor en primera persona desde la llegada del grueso de las tropas soviéticas a la ciudad en los primeros días de septiembre de 1942, hasta diciembre de ese año, cuando la batalla comenzó a decantarse claramente del lado soviético, que finalmente vencería, allanando el camino hacia la victoria contra el hasta entonces implacable Tercer Reich.

Stalingrado. La ciudad que derrotó al Tercer Reich

Tiempo antes, en 2018, la misma editorial publicaba otro ensayo que clarificaba muchas de las incógnitas sobre aquella batalla eterna: Stalingrado. La ciudad que derrotó al Tercer Reich, del prestigioso historiador alemán Jochen Hellbeck. La batalla de Stalingrado fue la más letal y feroz de la historia de la humanidad. Ahí es nada. Con una cifra de muertos estimada en más de un millón de personas en seis meses, algo inaudito, gracias a la labor realizada por historiadores moscovitas enviados por el Kremlin para registrar las voces de los defensores de Stalingrado, hoy tenemos testimonios que no solo conmueven sino que muestran la perseverancia de un pueblo que no estaba dispuesto a claudicar.

Debido a la férrea cerrazón del régimen soviético, cuya censura era inexpugnable, digna de la de su antagonista el Tercer Reich, ningún extranjero obtuvo permiso para viajar a Stalingrado (hoy Volgogrado). Aquello, junto a la imposibilidad de acceder hasta fechas muy recientes a los archivos rusos que hoy, a causa de la infame guerra de Ucrania (¡qué pronto se olvida el pasado y se cometen los mismos errores!) vuelven a estar cerrados a cal y canto para los occidentales, provocó que numerosos estudios sobre la batalla la presentaran a través únicamente de los ojos de los alemanes que se quedaron atrapados en la ciudad.

Cuando la apertura de archivos fue mayor, Hellbeck penetró en ellos realizando una increíble labor de investigación y documentación y dio forma a esta verdadera joya historiográfica de más de 600 páginas donde los testimonios de los soviéticos acercan al lector a la batalla desde un punto de vista muy diferente, con una información no comparable a la de ninguna otra fuente conocida y ayudan también a responder a no pocas cuestiones sobre cómo fueron capaces los soviéticos de dar la vuelta a la situación y acorralar a los hasta entonces imbatibles ejércitos de la Wehrmacht. Con la publicación por primera vez de las entrevistas recogidas en Stalingrado, que habían estado sepultadas hasta ahora, este revelador ensayo supone una gran aportación a la literatura sobre la Segunda Guerra Mundial.

Esta joya bibliográfica se complementa con fragmentos de cartas y declaraciones de los soldados alemanes hechos prisioneros por los soviéticos, inéditas hasta ahora.