Aerosmith: el Ave Fénix del Hard Rock (III)

Fueron –son– unas de las grandes bandas de AOR (Adult Oriented Rock), o simplemente de Hard Rock, de los 70, y aunque más de una, dos y tres veces parecía que, a causa de sus excesos y egos, desaparecerían, volvieron a remontar el vuelo, reconvirtiéndose en los 90 en megaestrellas cuyas canciones (léase «Crying», «Crazy», «Eat the rich» o « I don’t want to miss a thing») tarareó toda una generación (la mía) y la siguiente.

Óscar Herradón ©

Aerosmith in Concert (Arnhem, Netherlands)

Steven echaba de menos a su otrora alma gemela, Joe, y cuando supo que éste intentaba entrar en la banda de Alice Cooper, le ofreció regresar a las filas de Aerosmith. Aceptó, también regreso Brad y todos grabaron Done with Mirrors, empezando una gira que una vez más hubo de ser anulada por los graves problemas de Steven con la heroína.

Así, todos decidieron desintoxicarse a la vez en una clínica de Pensilvania y regresaron como los nuevos (y más sanos, con gimnasio incorporado) Aerosmith para grabar algunos de sus mejores discos: Permanent Vacation (1987), Pump (1989) y el multiventas Get a Grip (1993). Luego vinieron discos menos exitosos y la colaboración en la banda sonora de la exitosa película Armagedón (protagonizada por la hija de Steven, Liv), con la canción I don’t want to miss a thing (y What King of love are you on) que no pararon de sonar durante años.

Su último disco de estudio hasta el momento ha sido Music from another Dimension!, de 2012, A pesar de algunas recaídas, Steven Tyler ha permanecido sobrio la mayor parte de los 25 últimos años, continuando al frente de la banda que ha sabido resucitar varias veces a pesar de sí misma. En 2008 volvieron las adicciones y los problemas de unos compañeros que ya no eran idílicos. Steven se retiró en plena gira por Sudamérica y muchos barajaron la posibilidad de que abandonase Aerosmith definitivamente, hasta el punto de que el mes de noviembre Joe Perry declaró que estaban «buscando un nuevo cantante con el que trabajar». Sonó el nombre de Lenny Kravitz, punto que el cantante negó rotundamente.

Es difícil imaginar a la banda de Boston con otra voz; un guitarrista, por brillante que sea, se puede reemplazar con otro genio de las seis cuerdas, pero la particular voz de Steven 40 años después de la fundación de la banda, no. A pesar de los rumores, el 10 de noviembre de 2009, durante un concierto de The Joe Perry Project en el Fillmore New York en Irwine Plaza, Steven Tyler reapareció, poderoso, sobre el escenario, y aseguró a la aundiencia que él no estaba dejando Aerosmith, ante la ovación de los presentes.

Rumores de separación y recaídas

El rumor de una sustitución retomó fuerza en 2010, cuando de nuevo Perry, que de ego iba tanto o más sobrado que el cantante, anunció que a Steven le era imposible seguir con las giras por sus dolencias y que tendrían que sustituirlo por otro cantante. El 22 de diciembre, la revista People informó de que Steven Tyler había entrado –por enésima vez– en una clínica de rehabilitación para superar su adicción a los calmantes. Había pasado la mayor parte de los últimos 25 años sobrio, como prometió al resto, pero las numerosas lesiones que sufrió en sus muchos años de inquieta actuación en rodillas, piernas y pies le arrastraron a la dependencia de los barbitúricos. Una vida de excesos (muuuuchos excesos) y el inexorable paso del tiempo, habían hecho mella en su hasta entonces incombustible cuerpo.

Renacimiento y caída, una historia que para Aerosmith era como un mantra, una suerte de rueda de la fortuna. Finalmente, nadie sustituyó a Steve al micro, pero meses después volvieron a surgir tensiones entre los «Toxic Brothers» cuando éste decidió convertirse en juez de talentos en el programa American Idol sin decírselo a sus compañeros, que se enteraron, como el resto del planeta, por la prensa.

Nuevo disco de grandes éxitos en 2011 (Tough Love: Best of Ballads), nueva cancelación de gira, y en 2012 el decimoquinto disco de estudio de la banda que nadie creía ya que llegaría, Music for Another Dimension, con una apoteósica gira de gran éxito. En 2016 Tyler anunciaba que el grupo se separaba y con ello una gira de despedida para 2017, pero una vez más, en su habitual maremágnum de confusión, Perry negó dichas declaraciones con un comunicado a la otrora maldita Rolling Stone.

En agosto de 2018 volvieron al ruedo y anunciaron un espectáculo fijo en el nuevo Park MGM de Las Vegas, en el antiguo hotel y casino Montecarlo, programando 18 conciertos para 2019, con la intención de completar el tour en junio de 2020. Para entonces ya estaba aquí el maldito coronavirus y se vieron obligados a parar, esta vez por algo muy distinto, mucho mayor y más destructivo que sus demonios particulares. El 7 de diciembre de 2020, a través de su web oficial, la banda anunció la reprogramación de su interrumpida gira europea para 2021.

Overdose

Una puntualización con respecto a los AERO y las drogas, no es una historia explotada y «semi» inventada por la prensa sensacionalista, a la que tanto le gusta la figura del rockero atormentado, sino la pura verdad. Hace apenas unos años el propio Steven Tyler declaró, durante una entrevista a la revista Haute Living, que en los 80 «las drogas nos derrumbaron»; también se sinceró sobre sus muchos intentos de rehabilitación, afirmando que en aquel tiempo «no había clínicas como las actuales, sino que se trataba de instituciones mentales». Un camino nada dulce, vamos: «Yo fui en 1984 y 1986 y no mejoré».

El peor momento fue en 1988, cuando su representante y el resto del grupo le prepararon una «intervención»: «Pensaron que nuestros problemas iban a acabar si conseguían que el cantante se mantuviese sobrio (…) Así que me mantuve sobrio, pero me llevó bastantes años superar el enojo que me provocó que me mandaran a rehabilitación mientras ellos se iban de vacaciones», dijo con ironía, aunque puntualizó que se siente muy agradecido por cómo le ayudaron a desintoxicarse. El frontman apodado «boca grande» (big mouth) se sinceró completamente: «Tuve muchos momentos que no pude soportar, ya fuera un matrimonio o mi adicción».

Los «chicos malos de Boston» han vendido más de 200 millones de discos en todo el mundo, 66,5 millones solo en territorio estadounidense. En 2001 fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock y en 2005 clasificados en el puesto 57 de entre los 100 mejores artistas de todos los tiempos según la revista Rolling Stone, cuyo staff, diferente al de los años 70, ya había fumado la pipa de la paz con los AERO y reconocido su más que evidente talento.

Long live rock and roll!

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

AEROSMITH (REDBOOK EDICIONES)

Red Book Ediciones, a través de Ma Non Troppo, uno de los sellos editoriales más volcados en la edición de libros de música (principalmente de mi amado rock) publicó recientemente uno de los libros más completo hasta la fecha en castellano (y actualizado) sobre la banda comandada por Steven Tyler y Joe Perry hace la friolera de medio siglo.

En Aerosmith, con una potente imagen de portada que precisamente retrata a los «Toxic Brothers» en pleno y potente directo, el periodista musical Eduardo Izquierdo, autor de importantes volúmenes sobre rock como Jim Morrison y The Doors (también editada por Ma Non Troppo), excelente crónica de los californianos, es su autor. Y sabe bien de lo que habla, no en vano lleva una larga trayectoria como colaborador de revistas como Ruta 66, Mondosonoro, Efe Eme o Rock On: realiza un exhaustivo y muy ameno recorrido por la turbulenta historia de los chicos malos de Boston. Sin obviar sus excesos y escándalos, el libro hace un minucioso recorrido por lo más importante, su música, sus inicios, influencias, sus letras y discos más memorables (sin olvidar los fallidos), y es que, como dice el autor, los fantasmas de Aerosmith no dejan de perseguirles, pero sus canciones están más vivas que nunca. Toda su historia en el siguiente enlace:

https://redbookediciones.com/producto/musica/aerosmith/

Aerosmith: el Ave Fénix del Hard Rock (II)

Fueron –son– unas de las grandes bandas de AOR (Adult Oriented Rock), o simplemente de Hard Rock, de los 70, y aunque más de una, dos y tres veces parecía que, a causa de sus excesos y egos, desaparecerían, volvieron a remontar el vuelo, reconvirtiéndose en los 90 en megaestrellas cuyas canciones (léase «Crying», «Crazy», «Eat the rich» o « I don’t want to miss a thing») tarareó toda una generación (la mía) y la siguiente.

Óscar Herradón ©

Sex, Drugs and Rock and Roll

Otra de sus extravagancias fue grabar el nuevo disco, Draw the Line (1977) en un lugar a la altura de sus pretensiones, y alquilaron un convento abandonado con 300 habitaciones a las afueras de Nueva York, algo que les concedió la CBS porque eran una de las bandas estrellas de la compañía discográfica. Antes de iniciar la grabación, los cinco miembros prometieron no tomar drogas, pero Steven no tardó en incumplir el pacto y llenar de drogas parte de la zona inferior del fregadero.

Muchas veces ni siquiera acudía a los ensayos o, cuando se sentía presionado, directamente se encerraba en la torre del monasterio o se iba de caza. Cuentan que estando bajo los efectos de los estupefacientes, que era casi siempre, estuvo a punto de descerrajarse un tiro con un rifle. Su adicción le pasaba factura. Por otro lado, el estado del guitarrista, Joe Perry, era tanto o más lamentable que el del cantante, llegando incluso a grabar cinco temas en una cinta que después perdió. Para más inri, había olvidado todos los temas. Nunca los conoceremos.

CBS decidió enviarlos lejos, de nuevo a Europa, y su visita fue tanto o más accidentada que la primera. En Alemania la policía requisó a Steven Tyler una importante cantidad de cannabis que llevaba escondido. Por suerte no le detuvieron y pudieron viajar a Inglaterra y tocar en el Reading Festival en una actuación que, a pesar de los pesares, fue apoteósica.

Tyler en el Reading, en el 77

Sus relaciones con la prensa británica volvieron a ser tirantes, por ser suaves, negándose a conceder entrevistas y fastidiando a los representantes del gremio siempre que podían. Regresaron a su tierra natal y se embarcaron en una apoteósica gira por los States cuando lo que necesitaban los «gemelos tóxicos» era tranquilidad y una buena rehabilitación. El estrés que suponían los grandes tours les hundió aún más en el profundo agujero de las drogas.

Para más inri, Tyler y Perry ni siquiera se dirigían la palabra en una guerra de egos largamente vista en el RN’R. No compartían camerino, ni limusinas… lo que dificultaba comenzar a tiempo grabaciones y conciertos. Steven se ponía ciego de cocaína, aunque también la alternaba con LSD y barbitúricos, o lo que se terciase. Tras los conciertos, solía pasarse días con sus noches drogándose y tirado en mansiones de mandamases del gremio musical. De aquel lamentable estado del frontman hay incluso pruebas gráficas, como algunas grabaciones del Live Texxas Jam’78 donde apenas se tenía en pie.

Abierto enfrentamiento entre los «Toxic Brothers»

El esperpento llegó al punto de que sobre el escenario Joe y Perry se pinchaban por las drogas que supuestamente el guitarrista llevaba escondidas (con las que incitaba al cantante y que por supuesto no quería compartir). Dos yonquis (con talento, eso sí) en lucha patética por una dosis. El paroxismo lo alcanzaron cuando Joe golpeó a Steven en el rostro con su guitarra, cortándole los gruesos labios con las cuerdas; la respuesta del espigado cantante fue escupirle la sangre a su «gemelo».

Guerra de egos

A finales de los 70 la banda estaba en su peor momento: se olvidaban de algunos acordes, repetían temas en un mismo concierto que no recordaban haber tocado… Un verdadero desastre, y un insulto para su legión de entregados fans. Tras un alto en el camino para intervenir en la fallida película Sgt. Pepper’s and the Lonely Hearts Club Band de Michael Schultz versionando el «Come Together» de sus admirados Beatles, el tour continuó y también sus excesos y excentricidades: saltando en escena Tyler se rompió el tobillo, pero iba tan «ciego» que ni se enteró, Entonces era adicto al opio y solía perder con frecuencia la voz, por lo que debían suspender numerosos conciertos.

Versionando «Come Together» en una cinta para olvidar (1978)

Entonces Joe contrajo una deuda de 100.000 dólares (80.000 de los cuales eran de pedir distintas cosas al servicio de habitaciones de un hotel) y la compañía le propuso grabar un disco en solitario para hacer frente a los gastos. No le quedó más remedio que aceptar. Se tituló The Joe Perry Project y fue un increíble (e inesperado) éxito, llegando a vender 250.000 copias, así que el bueno de Perry decidió no seguir con Aerosmith. Aquello fue un mazazo para la banda, y dejó conmocionado a un de por sí inestable Steven Tyler: ya habían comenzado la gira de Night in the Ruts y sustituyeron in extremis a Perry por Jimmy Crespo, un guitarrista que encajaba a la perfección en lo musical, pero que era un tío sano, que ni bebía ni se drogaba, y los demás miembros unos auténticos colgados: Steven era mayor adicto que nunca, Tom Hamilton era un gran adicto a la cocaína y Brad Whitford y Joey Kramer, el recientemente despedido, eran dos verdaderas esponjas de bebidas de alta graduación.

La banda de Hard Rock no tenía remedio, y durante un concierto Steven sufrió un ataque que le obligó a cancelar el tour. Durante un tiempo se recluyó en un hotelucho de mala muerte en Manhattan y las malas lenguas cuentas que obligó a prostituirse a su mujer para comprar «caballo» y coca, aunque es algo tan brutal que huele a historia apócrifa. Quién sabe. La gente hace verdaderas locuras cuando sufre síndrome de abstinencia…

Poco después, el líder de los AERO sufrió un grave accidente de moto cuando iba drogado y tuvo que ser hospitalizado durante seis meses. Ya nadie daba un duro por ellos. Ni discográficas, ni promotores, ni seguidores. Y Perry no andaba mucho mejor. Las cosas se pusieron muy negras cuando el otro guitarrista, Brad Whitford, también salió del grupo y Tyler contrató al guitarra rítmica Rick Dufay para que acompañase en el escenario al descolocado Crespo (que en un baile de incertidumbre, había salido de la banda y ya había regresado).

Tyler y Dufay, tiempos de juerga sin control

Dufay era un «junkie» (forma coloquial para drogadicto, Yonki, en inglés americano) alocado y se convirtió en el compañero de juergas interminables de un castigo Steven Tyler. Pero incluso en esa situación tan dramática, grabaron un buen disco, Rock in a Hard Place, que tuvo poco éxito comercial, con una nueva y accidentada gira en la que el cantante no podía con su alma y estuvo a punto de sufrir varias sobredosis. Por su parte, Dufay llegó a intentar tirarse de un avión comercial mientras iba ciego de LSD.

Este post tendrá una tercera y última entrada electrizante. En breve, en «Dentro del Pandemónium».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

AEROSMITH (REDBOOK EDICIONES)

Red Book Ediciones, a través de Ma Non Troppo, uno de los sellos editoriales más volcados en la edición de libros de música (principalmente de mi amado rock) publicó recientemente uno de los libros más completo hasta la fecha en castellano (y actualizado) sobre la banda comandada por Steven Tyler y Joe Perry hace la friolera de medio siglo. En Aerosmith, con una potente imagen de portada que precisamente retrata a los «Toxic Brothers» en pleno y potente directo, el periodista musical Eduardo Izquierdo, autor de importantes volúmenes sobre rock como Jim Morrison y The Doors (también editada por Ma Non Troppo), excelente crónica de los californianos, es su autor. Y sabe bien de lo que habla, no en vano lleva una larga trayectoria como colaborador de revistas como Ruta 66, Mondosonoro, Efe Eme o Rock On: realiza un exhaustivo y muy ameno recorrido por la turbulenta historia de los chicos malos de Boston. Sin obviar sus excesos y escándalos, el libro hace un minucioso recorrido por lo más importante, su música, sus inicios, influencias, sus letras y discos más memorables (sin olvidar los fallidos), y es que, como dice el autor, los fantasmas de Aerosmith no dejan de perseguirles, pero sus canciones están más vivas que nunca. Toda su historia en el siguiente enlace:

AEROSMITH: VIVIENDO AL LÍMITE (EDITORIAL MILENIO)

En 2017, la Editorial Milenio publicó un libro con el amplio recorrido musical –y personal, escándalos y drogas incluidos– titulado Aerosmith: Viviendo al Límite, con una chulísima portada «pop» de estilo retro. Sus autores son Sergio Guillén Barrantes (que en la misma editorial ha publicado un libro dedicado al género al que pertenecen los de Boston: AOR World) y Andrés Puente Gómez (coautor de la monografía Glam Rock firmada a cuatro manos con Guillén y editada también con mimo por Milenio).

En febrero de 1993, y en lo que a la postre sería el ecuador de su carrera, la banda publica el primer sencillo de su álbum superventas Get A Grip. «Livin’ On The Edge», expresión inglesa de «Viviendo al Límite», se convierte de forma instantánea en la declaración de principios definitiva de un grupo que llevaba sobre los escenarios aproximadamente un cuarto de siglo (y como hemos visto en el post, viviendo muy al límite), inoculando el maravilloso veneno del rock en varias generaciones de oyentes, algo que, otros 25 años después, siguen haciendo. Pura leyenda. Podéis adquirir el libro aquí:

https://www.edmilenio.com/esp/aerosmith-viviendo-al-limite.html

Aerosmith: el Ave Fénix del Hard Rock

Fueron –son– unas de las grandes bandas de AOR (Adult Oriented Rock), o simplemente de Hard Rock, de los 70, y aunque más de una, dos y tres veces parecía que, a causa de sus excesos y egos, desaparecerían, volvieron a remontar el vuelo, reconvirtiéndose en los 90 en megaestrellas cuyas canciones (léase «Crying», «Crazy», «Eat the rich» o « I don’t want to miss a thing») tarareó toda una generación (la mía) y la siguiente.

Óscar Herradón ©

Y aún hoy, ya septuagenarios, continúan, como sus admirados maestros los Stones, sobre los escenarios, haciendo lo mejor que saben hacer, aunque sin ser ya esos «malos» del rock que en la línea de bandas como The Black Crowes o Mötley Crüe casi acaba con ellos, lo que les ha permitido seguir en activo y con billetes en el bolsillo.

La última controversia la vivieron justo antes de la pandemia, a comienzos de 2020, cuando comunicaron que echaban de la banda a su batería, Joey Kramer, al parecer, por no entregarse a su trabajo como debía, hecho por el que éste los demandó. Demasiados años en la carretera, juntos y revueltos. Kramer fue miembro fundador de Aerosmith y, de hecho, en sus memorias, se atribuye la idea del nombre, que se le ocurrió dos años antes de la formación de la banda,  en 1968, mientras escuchaba el álbum de Harry Nilsson Aerial Ballet. Eligieron el que los llevaría a lo más alto del Billboard descartando otros como The Bananas, Stit Jane y Spike Jones.

Y es que cuando se refiere a rock stars, contratos millonarios y mucho glamour, los problemas entre los integrantes suelen aflorar más pronto que tarde (ahí tenemos el ejemplo de Black Sabbath, Pink Floyd, Guns N’ Roses y un largo etcétera). Hubo un tiempo en que el cantante, Steven Tyler, y el guitarrista, Joey Perry, engrosaron las listas de los personajes más problemáticos de la escena. No en vano, no tardaron en ser conocidos como «los gemelos tóxicos» (The Toxic Twins), en alusión tanto a la sensación que generaba estar a su lado como por la dependencia que desarrollaron a múltiples sustancias prohibidas.

Con más éxito que ninguna otra banda americana de su tiempo, los egos y los excesos los tenían sumidos en las tinieblas. Sus muchos hábitos empezaron a ser un problema a raíz del éxito de uno de sus mejores álbumes, Toys in the Attic, publicado en 1975. En la gira del álbum Tyler comenzó a mezclar un peligroso cóctel de sustancias ilegales (cocaína, ácido, marihuana…) y también drogas legales (barbitúricos y alcohol. Mala mezcla, si no que se lo digan a Judy Garland…).

Según quienes le frecuentaban entonces, se volvió un tipo violento e intratable. Una superestrella endiosada a la par que colgada. Por su parte, Joe Perry tardó algo más que su colega en seguir sus pasos, aunque no demasiado y durante la grabación del siguiente disco de estudio, Rocks (su álbum más aclamado), se hizo adicto a la heroína, como otros grandes rockeros (Joplin, Hendrix o Keith Richards, y, ya en la década de los 90, Kurt Cobain o Laney Staley, entre otros muchos).

Los años no pasan en balde, ni siquiera para las rock-stars

Entonces tenían una legión de groupies siguiéndolos a cada paso y camellos por todas partes, todo ello en una proporción igual o mayor a los ensayos y a los conciertos. Eran los 70, y la policía no se andaba con chiquitas; al parecer, los miembros de la banda (que se ganaron el apelativo de «los chicos malos de Boston»), paranoicos por sus dependencias y asustados de ser descubiertos por las autoridades, camuflaban los estupefacientes en cualquier sitio: en los dobladillos de las camisetas, los pases de backstage e, incluso, en el agujero del culo… Sin comentarios. Así lo contaba con su habitual ironía el decano periodista musical César Martín, al frente de la legendaria revista Popular 1 desde hace décadas en su mítica sección «No me judas, satanás», que ahora recupera en forma de libro.

Según confesaría años más tarde un rehabilitado y expresivo Steven Tyler, era quien más dependencia sentía por las sustancias prohibidas y salía al escenario con su voz rasgada, cubierto de fulares y pañuelos llenos de pastillas escondidas porque necesitaba «sentirlas y tocarlas». Y aún así seguían haciendo gloriosos directos y deleitando a su legión de fans (generalmente femeninas) a pesar de que las prensa especializada se empeñase en afirmar que eran una copia «burda y barata» de los Rolling Stones.

Aquello era algo en lo que muchos periodistas no estaban de acuerdo, pero mandaba quien mandaba, y aquellas palabras las dijo nada menos que la decana revista Rolling Stone, que a principios de los 70 no titubeó al calificarlos de «basura», una animadversión que se incrementaría con los años, incluso con las décadas, hasta firmar la pipa de la paz. Fueron sus periodistas los primeros en tildarlos de mala imitación de los Rolling, lastre que los AERO arrastrarían durante toda su carrera.

Steven Tyler y Axl Rose, complicidad rockera

Sin embargo, según apunta el divulgador musical Eduardo Izquierdo, en Boston los medios sí fueron unánimes con el grupo, en parte porque la ciudad estaba necesitada de un referente musical. Un grupo fresco, dominado por un excéntrico cantante que rebosaba personalidad y que parecía tener dentro el baile de San Vito. Que aullaba, gritaba, saltaba y sobre todo cantaba como pocos (será una de las grandes influencias del inquieto frontman de Guns N’ Roses, Axl Rose, de tiempos mejores, se entiende, cuando recorría de punta a punta el escenario como si tuviera alas…).

Made in Europe

Para ser recordado, Tyler necesitaba un elemento distintivo, algo que le diferenciase de los demás cantantes de rock, y eligió colgar un pañuelo vaporoso del pie de micrófono, imagen que sería indisoluble ya de la suya propia, con el cuello plagado de pañuelos estrambóticos. A pesar de las críticas sobre su música de gran parte de la industria, siguieron a todo tren, y tras años girando con éxito por los Estados Unidos, su salto a Europa fue un verdadero fracaso. A ello se sumaban sus excesos y su gusto por destrozar los hoteles por los que pasaban, algo que acostumbrarían a hacer años más tarde los también colgados Mötley Crüe. Tras un concierto en el Hammersmith Odeon que pasó casi desapercibido, pues a los ingleses, cuna de sus héroes los Stones, Cream o los Yardbirds, no les gustaba nada su estilo, Tyler y su por entonces compañera, la supergroupie Bebe Buell (madre de su hija Liv Tyler y quien compartió cama también con otras estrellas como el icono punk Stiv Bators), destrozaron uno de los camerinos del Hammersmith, ganándose unos cuantos enemigos e incrementando su fama de tipos malos.

En Japón la cosa fue algo mejor, al menos en lo que a público se refiere, pero Steven y Joe, Joe y Steven, los «gemelos tóxicos», tras enojarse con su productor en Asia por no cocinarles –dicen– un pato asado a su gusto, destrozaron el camerino, lo que les impidió volver al país del Sol Naciente durante unos cuantos años. Además, exigían todo tipo de sustancias prohibidas, comidas selectas, vinos de precios desorbitados, alfombras aterciopeladas en los camerinos… que después destrozaban y costaban una fortuna a la discográfica. Vamos, el grupo acabaría siendo la principal inspiración del documental de ficción paródico This is The Spinal Tap, dirigido en 1984 por Rob Reiner. Un golpe al estómago de Steven Tyler.

Este post tendrá una inminente y eléctrica continuación en «Dentro del Pandemónium».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Red Book Ediciones, a través de Ma Non Troppo, uno de los sellos editoriales más volcados en la edición de libros de música (principalmente de mi amado rock) publicó recientemente el libro más completo hasta la fecha en castellano (y actualizado) sobre la banda comandada por Steven Tyler y Joe Perry hace la friolera de medio siglo. En Aerosmith, con una potente imagen de portada que precisamente retrata a los «Toxic Brothers» en pleno y potente directo, el periodista musical Eduardo Izquierdo, autor de importantes volúmenes sobre rock como Jim Morrison y The Doors (también editada por Ma Non Troppo), excelente crónica de los californianos, es su autor. Y sabe bien de lo que habla, no en vano lleva una larga trayectoria como colaborador de revistas como Ruta 66, Mondosonoro, Efe Eme o Rock On: realiza un exhaustivo y muy ameno recorrido por la turbulenta historia de los chicos malos de Boston. Sin obviar sus excesos y escándalos, el libro hace un minucioso recorrido por lo más importante, su música, sus inicios, influencias, sus letras y discos más memorables (sin olvidar los fallidos), y es que, como dice el autor, los fantasmas de Aerosmith no dejan de perseguirles, pero sus canciones están más vivas que nunca. Toda su historia en el siguiente enlace: