Hoteles en los que se hospeda el mal (I)

No es precisamente un buen año para el sector hotelero y turístico por culpa de la dichosa pandemia del Covid-19, el peor y más letal inquilino de los últimos 100 años; más bien está siendo nefasto, para olvidar, como en muchos otros sectores, pero seguro que cuando esto se recupere, y lo hará –no me atrevo a vaticinar cuándo, eso sí–, volvemos a viajar a los lugares más sorprendentes… e inquietantes. Si somos de experiencias fuertes, quizá nos atrevamos a alojarnos y pernoctar en alguno de estos establecimientos, aunque dudo que lo recomiende la mayoría de cardiólogos e incluso psiquiatras. NO APTO PARA APRENSIVOS.

Óscar Herradón ©

Afirman aquellos que están hechos de la pasta de la incredulidad más obcecada que son meras leyendas, situaciones fruto de la sugestión o del miedo llevado al límite, cuando no del interés de unos cuantos con el único afán de lucrarse; incluso, en estos tiempos en los que la Red es un apéndice más de nuestro cuerpo, que se trataría solo de otras más entre tantas fake news que circulan sin control ni freno, confundiéndonos sobre los que es real y lo que viene siendo trola pura y dura.

Muchas de esas historias nacen así. Pero parece haber algo más… en ocasiones mucho más. O al menos eso aseguran, con semblante muy serio, quienes se han topado cara a cara con lo insólito, con el terror en su estado más puro y no han podido volver a dormir tranquilos. Y la gran mayoría no tiene motivos para mentir.

Porque aquello que parece intangible, que desafía nuestra preclara razón en la que no tiene cabida lo que se sale del guión de lo comúnmente aceptado, se presenta cuando le viene en gana, y son numerosos los testimonios de su presencia, reiterativa o casual. Un buen número de ellos han sido recogidos en esos lugares de paso en los que recalamos alguna vez –o muchas– en nuestra vida: hoteles, moteles, paradores… Sitios de tránsito o descanso en los que la presencia del mal, o lo extraño, sea lo que sea, se hace patente, obligando en ocasiones a cerrar a los propietarios –o a silenciar el asunto– y, en otras, paradójicamente, provocando que aumenten sus reservas al reclamo de «quedan habitaciones vacantes». Hoy el miedo está de moda, aunque no es para todos los públicos. Tras entrar en la recepción y llamar al conserje, comienza nuestro particular viaje a las sombras.

Hotel Cecil. Los Ángeles (EEUU)

640 S. Main Street. Los Ángeles. Con forma de enorme torre en la que tienen cabida 600 habitaciones, el Hotel Cecil fue construido en el corazón de la soleada capital de la costa oeste en 1927, un tiempo de grandes estrellas, gánsteres y crímenes sin resolver. Aunque fue erigido como un lugar acogedor, con los años fue decayendo su fama, tornándose en lúgubre y decadente y se convirtió en lugar de paso de gente anónima, alguna muy peligrosa. Aquel que tenía dinero no se alojaba en el Cecil…

Su historia siniestra, que abarca varias décadas, comienza poco después de su construcción: tras el crack de 1929 y la Gran Depresión, en sus dependencias comenzaron a suceder numerosos suicidios y crímenes, tantos, que hoy está considerado el hotel más maldito de toda la costa oeste. En él residió durante un tiempo la tristemente célebre Elizabeth Short, bautizada por la prensa como «La Dalia Negra», una joven aspirante a actriz cuyo cuerpo apareció desnudo y descuartizado en un descampado de Los Ángeles, el 15 de enero de 1947, brutal suceso que inspiraría a James Ellroy su novela homónima –ese, y la brutal muerte de su madre, que contaré en otro post–. Nunca se descubrió a su asesino.

En 1962, una inquilina de nombre Pauline Otton saltó desde una ventana de la novena planta del Cecil. En su brutal caída, acabó con la vida de un pensionista. Ese mismo año, contribuyendo a aumentar la fama de malditismo del inmueble, Julia Frances Moore, de 50 años, saltó desde la octava planta y su cuerpo impactó contra la barandilla del segundo piso. Sin embargo, la luctuosa historia del hotel no había hecho más que comenzar.

Apenas un par de años después, en 1964, una vendedora telefónica jubilada de nombre «Pigeon» Goldie Osgood, que llevaba tiempo residiendo en el Cecil, fue hallada muerta en su habitación: había sido violada, apuñalada y golpeada hasta la muerte. El crimen nunca fue resuelto.

Drogas, prostitución y serial-killers

La tétrica historia de este hotel inspiraría una de las últimas temporadas de la exitosa serie catódica American Horror Story. Como si de un imán para los dementes se tratara, el Cecil, ya en lo que era considerado un barrio marginal –Skid Row–, donde se traficaba con drogas y se utilizaban las habitaciones para la prostitución ilegal, dio cobijo a algunas de las mentes más retorcidas de la crónica negra de los últimos cuarenta años, lo que alentó su nefasta fama.

A mediados de los 80, se pudo ver en el hotel durante una buena temporada, antes de ser arrestado, a Richard Ramírez, alias Night Stalker (El Acosador Nocturno), uno de los más retorcidos serial-killers de América. Entonces las habitaciones eran muy baratas, rondando los 14 dólares la noche. Uno de los empleados nocturnos del Cecil, Raoul Rodríguez, recordaría más tarde cómo un hombre que estaba seguro era Ramírez se alojó allí durante los meses de julio y agosto de 1985, en una habitación de la planta 14.

De origen mexicano, Ramírez acabó con la vida de 14 personas en Los Ángeles entre 1984 y 1985. A principios de los 90 el Cecil dio cobijo a Jack Unterweger, un asesino en serie de origen australiano, de notables cualidades literarias, que acabó con la vida de 12 prostitutas de diferentes países utilizando su propio sostén para estrangularlas. Hubo otros crímenes menores y agresiones sangrientas en sus instalaciones, en 1988, en 1995, en 2010…

En un lugar con un historial así, no es raro que se hiciera presente la actividad «sobrenatural»; incluso, existen fotografías en Internet –no muy convincentes, todo sea dicho– en las que se pueden ver extrañas siluetas que han aparecido tras el revelado. Una larga lista de hechos anómalos y ruidos sin explicación; incluso, algunos huéspedes aseguran haber sufrido intentos de estrangulamiento mientras dormían… Se marcharon prestos del Cecil asegurando que los fantasmas del establecimiento intentaban asesinarlos.

El crimen más extraño

A pesar de su historial trágico, el caso más extraño y espeluznante en el interior del Cecil tuvo lugar en su interior hace apenas unos años, en 2013. Aquel año, la joven de 21 años de origen chino Elisa Lam, que sufría una depresión, decidió realizar un viaje para recorrer los EEUU de punta a punta. Uno de los lugares que más anhelaba conocer era Los Ángeles, y allí recaló, instalándose en el peor hotel, en la peor calle de la ciudad.

La tarde del 31 de enero Elisa estuvo en una librería cercana, Last Bookstore, donde compró algunos libros y discos. Regresó con sus compras al hotel, según declaró el personal que la vio entrar en el Cecil. Pero ese mismo día algo pasó: no volvió a dar señales de vida. Sus padres alertaron a las autoridades pero el paradero de la joven era desconocido.

Dos semanas después, cuando la policía revisó los vídeos de vigilancia, se quedaron estupefactos con unas imágenes que circularían por Youtube, poniendo los pelos de punta a medio mundo. En aquellos cortes se ve a Elisa, pocos días antes de su desaparición, actuando de una forma cuanto menos extraña en el interior de uno de los ascensores del Cecil: pulsaba los botones del elevador y salía y entraba varias veces a su interior, muy inquieta. Además, daba la sensación de que hablaba con alguien, aunque en las imágenes no se apreciaba figura alguna, lo que dio pie a hipótesis de todo tipo: que si había sufrido un brote psicótico, que hablaba con un asesino, un fantasma e incluso que el elevador se trataba de ¡una puerta dimensional! Sin palabras… Al poco rato, Elisa salía del ascensor, y nada más se supo.

En febrero, los inquilinos del hotel comenzaron a dar quejas en recepción sobre el color y el sabor del agua que manaba de los grifos y la ducha, y sobre el mal olor y sabor de la misma. No sospechaban entonces que beber aquel agua o ducharse con ella marcaría sus vidas para siempre… El personal de mantenimiento del hotel fue a revisar los tanques de la azotea y descubrieron un cuerpo en descomposición. Cuando las autoridades se llevaron el cadáver y le hicieron la autopsia, corroboraron que era el cuerpo de Elisa Lam y que llevaba 19 días sumergido en el depósito. A partir de entonces cogió fuerza la hipótesis del suicidio e incluso del asesinato, aunque ninguna de las dos se pudo corroborar. El cuerpo, a pesar del mal estado, no mostraba signos de violencia.

En cuanto al suicidio, según se hacía eco el diario La Vanguardia el 30 de enero de 2017,  los investigadores afirmaron que era casi imposible que la joven tuviera acceso a los depósitos del tejado. Los recepcionistas aseguraron por su parte que «el tanque no tenía fácil acceso y estaba cerrado con llave –una llave que, presuponemos, no tenía la víctima–. Además, la tapa pesa considerablemente», algo extraño para una chica que no debía pesar más de 50 kilos. Es más, los bomberos, agotados, tuvieron que optar por hacer un orificio en el tanque para sacar el cuerpo. Incluso, había un dispositivo de alarma que nunca se activó.

Cómo no, la hipótesis paranormal no tardó en copar las redes sociales: se habló de una entidad invisible y agresiva que estaría acosando a Elisa en el ascensor, lo que justificaría el hecho de que las puertas no se cerraran ni siquiera tras pulsar ésta el botón; dicha entidad habría sido la responsable de llevarla a la azotea… Demasiado poder, no obstante, para un ente descarnado.

Otra hipótesis es que pudo haber sido víctima de una posesión demoníaca que habría terminado en suicidio… Muchos relacionaban a Richard Ramírez con el satanismo, del que se jactaba de ser fiel seguidor, pero era imposible que éste tuviera algo que ver en el «crimen»: Ramírez permanecía en la cárcel, donde llevaba 23 años esperando la pena capital. Curiosamente, moría en prisión el mismo año del caso Lam, el 7 de junio de 2013, a los 53 años, tras pasar 23 en el corredor de la muerte. Más leña que arrojar al fuego de lo extraño.

Circularon ideas aún más peregrinas: que Lam formara parte de una retorcida conspiración del gobierno con ingredientes tan sugerentes como experimentos con humanos y secretos de Estado. Un año más tarde, sin pruebas evidentes y ante la falta de testimonios fehacientes, la policía estatal archivó el caso. Cinco años después, el caso de Elisa Lam es considerado el mayor misterio de la década en los EEUU.

Ballygally Castle Hotel (Irlanda del Norte)

Situado en la cima de la bahía de Ballygally, en la costa de Antrim, al noreste de Irlanda del Norte, a tan sólo 32 km al norte de Belfast, se erige un viejo e impresionante castillo con una truculenta historia detrás. El Ballygally Castle Hotel data de 1625, y fue construido al estilo de los castillos defensivos franceses por un escocés, James Shaw. La fortificación perteneció a la familia Shaw hasta 1799. Ya en el siglo XX, la compró el magnate de las alfombras Cyril Lord, quien amplió y renovó su estructura.

Hoy es un moderno alojamiento con 44 habitaciones y un restaurante dentro de las murallas con una sugerente carta. Pero al margen de ser un sitio acogedor, lo cierto es que, cual reclamo sobrenatural, existen una serie de placas que te guían hacia la conocida como «Habitación del Fantasma» (Ghost Room), aunque al parecer no es un simple recurso turístico. Cuentan que dicha estancia, situada en un torreón superior con espectaculares vistas al mar de Irlanda, perteneció a una famosa residente, Lady Isobel Shaw.

De acuerdo a los lugareños, el dueño del castillo, James Shaw, se casó con la desafortunada Lady Isobel que no pudo darle el varón que éste soñaba, sino una niña. Enfurecido, la encerró en la torre negándose a alimentarla y allí la muchacha enloqueció: durante semanas no paró de gritar y golpear la puerta hasta que su retorcido esposo la arrojó a la desdichada por la ventana. Aunque hay versiones diferentes: a saber, que el escocés contrató a unos esbirros que la arrojaron por las empinadas escaleras, causando su muerte; otros claman que Isobel mantenía una relación adulta con un marinero y cuando Shaw lo descubrió, la encerró.

Cyril Lord.

Desde entonces, se dice que su espíritu frecuenta la pequeña habitación, dejando la estancia impregnada de un característico olor a vainilla que todos, desde el dueño al último camarero, relacionan con Isobel. A veces se aparece –dicen– en esa parte del castillo a algunos visitantes, como desesperada: creen que está buscando a su hija. Lo más estremecedor es que algunos inquilinos afirman haberse despertado en medio de la noche y encontrar al “fantasma” en medio de la habitación para, a continuación, verlo desvanecerse.

Según se relata en el libro de Jeff Belanger The World’s Most Haunted Places, en 1998, una semana antes de la fiesta de Halloween, la reportera Kim Lenaghan grabó parte de un segmento de «divertidas situaciones de miedo» para el programa radiofónico de la BBC Good Morning Ulster en el interior del BallyGally. Eligió pasar la noche, claro, en la Ghost Room, tras pedirle consejo a una médium apodada “Sally” que la acompañó antes de pernoctar. Lenaghan le contaría a Belanger más tarde que en un momento determinado «Sally» pareció entrar en contacto con alguna entidad, aunque no estaba en trance, aunque sí muy concentrada. Luego, la temperatura de la habitación subió notablemente, «al menos diez grados». La médium comenzó a hablar con alguien invisible y se hizo presente un olor, un fuerte olor a vainilla, «pero no era exactamente vainilla; era un olor viejo, que recordaba ligeramente al moho; olía a vainilla rancia… Sé que suena ridículo, pero eso es lo que era», sentenciaría la periodista.

Siguiendo el trabajo de Belanger, «la médium explicaría más tarde que el espíritu era el de una mujer joven asustada que estaba buscando a su hija pequeña. Le dijo a Lenaghan que ‘la mantenían allí contra su voluntad, asegurando que había una mujer vieja que no la dejaría salir de la habitación’. Durante la conversación, la mujer corría continuamente hacia la ventana buscando a un hombre llamado Robert que estaba en el mar. El espíritu no entendía por qué Robert no volvió a buscarla».

Tras este episodio que comenzó a alarmar a la hasta entonces incrédula reportera, Lenaghan se despidió de «Sally», se hizo con una taza de café, un poco de brandy y una grabadora, subió las escaleras y se instaló en la pequeña habitación del torreón. Lenagham afirmó que alrededor de las tres de la madrugada la habitación comenzó a calentarse de nuevo: «Pensé: ¡es el café y el brandy! Y luego se puso aún más cálido y pensé, ‘no, algo no está bien’. Inmediatamente regresó el olor. Y era aún más fuerte que antes (…)».

Segundos después, salió escopetada de la habitación y se fue a otra lo más alejada posible. Al día siguiente, el personal la llevó de nuevo al ala «encantada» del castillo, donde varios inquilinos afirmaron haber escuchado llamar a la puerta por la noche, e incluso uno de ellos aseguró haber visto a una mujer que se desvaneció. Este mismo le mostró a la periodista, escrito en el polvo del espejo de la «habitación fantasma» el nombre de Kim. Si fue una puesta en escena de los administradores del BallyGally, fue desde luego de Oscar.

Ghost Room… ¡Buen descanso!

Otros inquilinos afirman que el castillo está encantado por uno o más niños. Algunos fueron despertados por unas pequeñas manos que tiraban de las sábanas y les empujaban. Cuando abrían los ojos no veían a nadie… pero sabían que no se trataba de un sueño o una pesadilla porque, ya erguidos, podían escuchar una risa infantil. Hoy es un hotel de 4 estrellas. Puedes reservarlo en Booking desde unos 150 euros la noche. Seguro que la experiencia merece la pena… O no.

Este post continuará (si nos deja el alma atormentada del malvado Ramírez…)

El Escorial: El Templo mágico de Felipe II

Felipe II fue el soberano occidental más poderoso de su tiempo, pero su figura se ha desdibujado en parte por los partidarios de la Leyenda Negra y también por los afectos a la «Leyenda Rosa». Hombre de su tiempo, tuvo una completa educación renacentista y a pesar de su defensa a ultranza de la Contrarreforma, mostró un profundo interés por las ciencias ocultas, la alquimia y el hermetismo. Con la idea de erigir su propio templo, «émulo del de Salomón», mandó erigir el monasterio de San Lorenzo de El Escorial cargado de un simbolismo en gran parte desconocido.

Óscar Herradón ©

Existen diversas evidencias que señalan cómo Felipe II concibió la idea de plasmar en su gigantesca obra escurialense una especie de Cielo en la Tierra, quizá influido no solo por las teorías lulistas –del místico mallorquín Ramon Llull–, la funcionalidad de los templos religiosos o el «hermetismo cristiano», tan en boga por aquel entonces –lo que hacía que un rey católico pudiera interesarse por lo oculto sin caer en la herejía–, sino también por los textos de corte místico que fueron escritos por «visionarios» y hombres de fe de su época como Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o su muy admirada Santa Teresa, por la que intercedió ante la Inquisición y cuyas obras el monarca parece que leía con asiduidad y devoción.

Pero además del carácter intimista y austero, como un gran espacio de religiosidad, que el monarca quiso impregnar al edificio donde pasó los últimos años de su vida, en él Felipe II plasmó también, insisto, un auténtico «Cosmos», su Universo o Cielo particular –al igual que hizo el emperador medieval Federico II en Castel del Monte–, emulando el más simbólico edificio religioso de la antigüedad: el Templo de Salomón, hecho que sin embargo ha pasado desapercibido –al menos para la gran mayoría– durante varios siglos. Aún hoy no es algo que te cuenten los guías oficiales del monasterio o las biografías al uso.

Múltiples referencias mágicas

Aunque desde prácticamente su misma construcción se viene haciendo referencia a la planta del edificio sacro en forma de «parrilla», probablemente en alusión al patrón del mismo, San Lorenzo, que según la tradición fue sometido a martirio en el objeto de tortura del mismo nombre, lo cierto es que, según investigadores como René Taylor –quien más datos ha aportado para una comprensión a fondo del sentido esotérico y hermético del monasterio– todos los análisis apuntan a que dicha hipótesis comúnmente aceptada es errónea, y a que el diseño y trazado son precisamente «una evocación del Templo de Salomón».

No es una casualidad que el llamado Patio de los Reyes, que sirve de acceso al recinto, sobre la fachada de la iglesia del monasterio, estén representadas las figuras de varios reyes del Antiguo Testamento, entre ellos David y su hijo Salomón, artífice del templo de Jerusalén. El mismo padre fray José de Sigüenza, primer cronista del recinto, en uno de sus textos, afirma: «…otro templo de Salomón, al que nuestro patrón y fundador quiso imitar en esta obra». Luego, aquellas palabras fueron casi olvidadas por la historiografía.

Teniendo en cuenta que desde la antigüedad el rey hebreo ha sido relacionado con la magia y que incluso en el Corán, en algunas Suras, se habla de la relación de éste con el mundo de los espíritus, mientras que en la Edad Media se atribuyeron a su autoría tratados mágicos cuyo título era Las clavículas de Salomón, recogiendo quizá parte de su sabiduría, no deja de ser harto curioso que el segundo Felipe escogiera precisamente su figura para que precediera la entrada a su templo «cristiano». No obstante, el soberano español ostentaba entre sus múltiples títulos el de Rey de Jerusalén, y como apuntan diversos estudios, él mismo se veía como un nuevo Salomón, por lo que no debe extrañarnos que quisiera emular a esta figura en la construcción de su templo particular.

Juan de Herrera, hombre de ciencia… y magia

Pero éstas no son las únicas evidencias que apoyan esta hipótesis; se sabe que el arquitecto Juan de Herrera, que se puso al frente de las obras del monasterio tras la muerte de su colega Juan Bautista de Toledo, poseía una colección de libros titulada precisamente Copia del Tratado que se hizo del Templo de Salomón en manuscrito, textos en los que seguro se basó el arquitecto para llevar a cabo las obras del monasterio.

Precisamente, Herrera dio la orden de que los trabajos de construcción del edificio se llevasen a cabo en silencio, puesto que la obra, en palabras del heterodoxo investigador Juan G. Atienza, «necesitaba paz y sosiego». El caso es que para que existiera ese relativo silencio de ciertas connotaciones mágicas, los sillares de piedra se tallaron y labraron directamente en la cantera –de este modo no se escucharía en los alrededores el constante golpeteo de los malletes y martillos–; curiosamente, al igual que ocurrió, según los textos bíblicos, durante la construcción del Templo de Salomón.

El Patio de los Reyes, coronado por David y Salomón

Aquello, como es de suponer, ralentizó el avance de las obras, que corrieron el riesgo de ser detenidas en más de una ocasión y que sangraron los ya de por sí limitados recursos del Tesoro Real, con la repercusión que todo ello tenía en la maltrecha economía castellan, que bajo el gobierno del «todopoderoso» Rey Prudente sufrió hasta tres bancarrotas.

Una planta llena de particularidades

Pero las similitudes entre la ambiciosa obra de Felipe II y el templo salomónico no terminan ahí; la misma distribución de los espacios puede hallarse en ambos templos. En el hebreo se encontraba la Casa de los sacerdotes (Domus Sacerdotum), la Casa del rey (Domus Regia) y la Casa del Señor (Domus Domini), mientras que en San Lorenzo se pueden diferenciar a su vez tres espacios: el palacio, el convento y la iglesia.

En la creación de la propia planta del edificio, analizada minuciosamente por René Taylor en su magnífico trabajo Arquitectura y magia. Consideraciones sobre la idea de El Escorial, editado en su día con mimo por Siruela, nos encontramos con una combinación perfecta de las figuras del círculo, el triángulo y el cuadrado, mediante las cuales, siguiendo la obra de Ramon Llull, era posible representar la estructura del Universo, estructura que puede apreciarse en los frescos que adornan los techos de la biblioteca del monasterio donde están representadas además las llamadas Artes Liberales; entre ellas, aparecen personificadas la Retórica, la Gramática, la Aritmética, la Geometría, la Astrología y la Didáctica, junto a la Teología y la Filosofía. Y se puede apreciar además, ingeniosamente disimulado, el famoso Sello de Salomón, una alusión más que evidente al rey hebreo y su templo.

En 1604, el jesuita Juan Bautista Villalpando, discípulo de Herrera, publicó De postrema Exechielis Prophetae Visione (La última visión del profeta Ezequiel), un texto financiado por el mismo Felipe II donde el autor, siguiendo las Sagradas Escrituras, ofrecía una imagen de cómo debió ser el mítico Templo de Salomón, siguiendo las corrientes renacentistas según las cuales el hombre era un reflejo del Cosmos, corrientes de pensamiento impulsadas por hombres como Leonardo da Vinci y su hombre vitruviano, Marsilio Ficino, Pico Della Mirandola o Enrico Cornelio Agrippa.

En próximos post, seguiré adentrándome en los secretos de este austero y magnificente edificio madrileño en el que siempre me siento muy, muy pequeño, aunque en completa paz. Y no, no es ninguna revelación mística…

Para un análisis en profundidad del aspecto esotérico y hermético del monasterio de San Lorenzo, consultar las siguientes obras:

–TAYLOR, René, Arquitectura y magia. Consideraciones sobre la idea de El Escorial, Ediciones Siruela, 1994.

–ATIENZA, Juan. G, La cara oculta de Felipe II. Alquimia y Magia en la España del Imperio, Ediciones Martínez Roca, 1998.

–CUESTA MILLÁN, Juan Ignacio, La boca del infierno. Claves ocultas de El Escorial, Aguilar, 2006.

EL LIBRO DEL MES PARA SABER MÁS:

–La editorial La Esfera de los Libros nos trae una monumental monografía sobre el Rey Prudente recién salida de imprenta: Felipe II. El hombre, el rey, el mito, del catedrático de Historia Moderna de la UCM Enrique Martínez Ruiz. El autor aborda en esta extraordinaria biografía, ricamente ilustrada, las tres principales facetas vitales de Felipe II. La primera, la del hombre que ha de formarse con vistas a las responsabilidades que le esperaban como cabeza de un gran imperio que se asentaría en las cuatro partes del mundo entonces conocidas. La segunda, la del rey que debe ejercer un gobierno permanente sobre todos los territorios en multitud de ámbitos. Y la tercera, la derivada de las dos anteriores, y que eleva su figura a la categoría de mito.

Esta obra, destinada a convertirse en una de las principales referencias historiográficas, no solo se centra en la vida y obra del monarca, sino tambien en su tiempo, su corte, las artes y las letras, la guerra y la paz, la diplomacia y la vida cotidiana del Siglo de Oro español. Podéis adquirirlo aquí:

http://www.esferalibros.com/libro/felipe-ii/

Los difusos orígenes de Halloween

Corría el año 835 de nuestra era cuando el pontífice Gregorio IV designaba el 1 de noviembre como All Hallow’s Day (Día de Todos los Santos). El día anterior, 31 de octubre, fue conocido como All Hallow’s Evening (Noche –Víspera– de Todos los Santos); de la evolución de la palabra a lo largo de los siglos, y de su contracción, surgió «Halloween», probablemente en el siglo XVI, de una variación escocesa de la expresión irlandesa All Hallows’ Even.

Óscar Herradón ©

No hay que olvidar que ese es el nombre que recibe en otros países, o recibía, incluido España. En México se conoce como Día de Muertos y es la fiesta capital –al menos en sentido espiritual– del país. El origen de la festividad que hoy día se celebra de un rincón a otro del mundo gracias al marketing estadounidense, muy alejado de la Roma pontificia, parece ser celta, el Samhain. Al parecer, los celtas estaban convencidos de que la frontera entre los vivos y los muertos se estrechaba en la noche anterior a la llegada del nuevo Año –nuestro 31 de noviembre–, permitiendo a los espíritus volver a nuestro mundo.

Algunos folcloristas han señalado que, para ahuyentar a los malos espíritus en ese momento clave, los celtas se ataviaban con cabezas y pieles de animales con la intención de tener una apariencia tenebrosa y evitar sufrir daño a malos de los espíritus malignos. Adoraban al dios Sol (Belenus), especialmente en Beltane, el primero de mayo, pero también adoraban a otra deidad: Samagín o Samhaín, el Señor de la Muerte o de los Muertos –y quien daría nomenclatura a la festividad–, el 31 de octubre, donde parece que se realizaban sacrificios no sólo animales sino también humanos. Según Julio César en sus Comentarios, los celtas de Britania creían que eran descendientes del dios Dis, una tradición transmitida oralmente por los druidas.

Beltane

Los celtas y sus sacerdotes druidas comenzaban su año nuevo el día correspondiente al 1 de noviembre de nuestro calendario, que marcaba el comienzo del invierno. Al parecer, estaban convencidos de que el 31 de octubre, la noche previa, el Señor de la Muerte reunía las almas de los difuntos que en vida habían sido malvados y que habían sido condenados a encarnarse en cuerpos de animales –aquellos que habían llevado una vida honorable, creían, se reencarnaban como humanos y volvían a sus hogares–.

Para evitar sufrir daño a manos de los espíritus del inframundo, se ataviaban con cabezas y pieles de animales; asimismo, los druidas estaban convencidos de que el castigo a ese espíritu maligno podría ser favorecido a través de sacrificios, oraciones y dones ofrecidos al Señor de la Muerte.

En La Historia y orígenes del Druidismo, del folclorista escocés Lewis Spence (1874-1955), podemos leer: «El rasgo sobresaliente de Samagín consistía en encender una gran hoguera… Samagín también era el festival del muerto, se pensaba que en esta estación los espíritus recorrían los campos, asustando a la gente en sus recorridos.

Para ahuyentarlos de los campos y de los recintos de las villas, encendían teas desde la fogata, las cuales eran llevadas alrededor del territorio… al tiempo que adivinaban el destino del individuo para todo el año».

Durante los días anteriores a la víspera del año nuevo, los jóvenes de la comunidad recorrían el vecindario pidiendo materiales para la gran hoguera, en la creencia de que el fuego no sólo desterraba los malos espíritus, sino que «rejuvenecía al sol». No en vano, hasta hace poco la montaña de fuego de Halloween que encendían los escoceses se conocía como Samagín o Samhain, indicando la fuerte influencia del antiguo festival celta.

Además de las mascaradas y los bailes alrededor del fuego, el interés por la adivinación y los sortilegios llegó a ser importante en el marco de la festividad. Los druidas creían que por las particulares formas de los frutos y los vegetales podían adivinar el futuro, y con el mismo propósito se utilizó a las víctimas de los sacrificios humanos, práctica prohibida con la conquista romana de Bretaña.

Así, Halloween rivaliza con los agüeros, hechizos y toda clase de prácticas místicas que también se realizan en la noche de San Juan, aunque en este caso en relación con el declive del sol, y no con el solsticio de verano. En Irlanda, esta fiesta incluye tradiciones propias, como el barmbrack, un pan dulce que lleva pasas y pequeños objetos en el interior de la masa –algo así como nuestro Roscón de Reyes–; cada objeto tiene un significado específico que, al parecer, sirve para predecir el futuro de aquel que lo encuentra. Una práctica bastante similar a la del soul cake, que se cocía en honor de los muertos en la tradición cristiana. Esta práctica comenzó en la Inglaterra medieval y se mantuvo hasta los años 30 del siglo pasado, y era llevada a cabo tanto por protestantes como por católicos. Hoy se continúan realizando «soul cakes» en Portugal o en la Francia rural.

Los pasteles, tradicionalmente denominados «almas», se entregaban a «las almas gemelas» –generalmente a niños y pobres– que iban de puerta en puerta durante los días de Difuntos rezando «por las almas de los benefactores y amigos», y muchos folcloristas han visto en esta tradición el origen del «truco o trato». Entre los católicos, era una tradición que los pasteles fueran bendecidos por un sacerdotes antes de ser repartidos en el Día de Todos los Santos.

A cambio de aquel presente en tiempos de precariedad, los niños prometían orar por las almas de los parientes fallecidos del donante durante el mes de noviembre, que creían se hallaban en el Purgatorio.

Ya que la celebración de Halloween era una noche donde se creía que las almas de los muertos vagaban por todas partes, la costumbre de narrar historias de fantasmas a la luz de la lumbre se originó como una consecuencia natural de tales creencias, y se mantiene hoy con fuerza en distintos países.

Según un estudio realizado en por la empresa The Harris Poll en 2014, un 42% de los estadounidense cree en fantasmas, cifra que aumenta hasta el 52% en Gran Bretaña. No es raro que Halloween sea para ellos una festividad especial.

2 lecturas –recién publicadas– que no te dejarán pegar ojo este Halloween:

–El maestro del horror contemporáneo, el señor Stephen King, regresa con cuatro novelas cortas publicadas por Plaza & Janés, editorial habitual de sus libros en España, bajo el sugerente título de La Sangre Manda y con una portada en tonos naranjas con un gato negro, símbolo –algo injusto– del mal fario y el satanismo que adquiere aún mayor significado en estas festividades. Relatos que se centran en las fuerzas oscuras que nos acechan. El primer texto, que da título al libro, es un absorbente noir paranormal protagonizado por la detective Holly Gibney, al frente de la ya legendaria agencia Finders Keepers, quien siguiendo la máxima de una cruenta y violenta noticia precisamente bajo el potente titular de «La sangre manda», investigará una matanza en el instituto Albert Macready, enfrentándose a sus propios temores interiores. Le siguen tres narraciones no menos inquietantes para este Halloween: El teléfono del señor Harrigan, La Vida de Chuck y La rata, un relato sobre un escritor que, desesperado, se enfrenta al lado más oscuro de la ambición y parece contener ciertos ecos de la película En la boca del miedo que en 1994 dirigió el también multifacético John Carpenter.

–Por su parte, la Editorial Minúscula nos trae una de las joyas de la novela «gótica» contemporánea, La maldición de Hill House, probablemente la novela más emblemática de escritora estadounidense Shirley Jackson (1916-1965) que ha gozado de un nuevo impulso gracias al éxito de la serie homónima de Netflix que es otra buena opción para pasar este «Día de los Muertos» en familia y en semi confinamiento. Maldiciones familiares, fantasmas, premoniciones y fenómenos poltergeist que acaban en tragedia, se dan la mano en esta vertiginosa trama, uno de los grandes libros de terror del pasado siglo.

Cuatro personajes llegan a un viejo y laberíntico caserón que da nombre a la novela, Hill House. El doctor Montague, estudioso de lo oculto, y tres personas que éste ha reclutado para llevar a cabo un experimento que arroje pruebas evidentes de fenómenos psíquicos en casas encantadas. A pesar las reticencias de la familia, que arrastra una terrible tragedia vivida entre esos angostos y ahora abandonados muros, la joven y atormentada Eleanor acabará formando para de esa singular comitiva. También Theodora –con quien Eleanor establecerá un fuerte vínculo desde el principio–, y Luke, el heredero de tan desagradable mansión. Como un organismo que tiene vida, la casa pondrá a prueba a los incómodos visitantes, que serán testigos de situaciones extremas que escapan a su compresión, con la intención de escoger a uno de ellos y atraparlo para siempre. Una delicia… terrorífica.