Aviones a reacción, un cañón sónico y otro solar, prototipos «OVNI», una supuesta bomba atómica e incluso un arma eléctrica basada en el Martillo de Thor. Los ingenieros y científicos nazis desarrollaron un arsenal bélico que parecía cosa del futuro, varias décadas adelantado a su tiempo. Un increíble repertorio de «armas milagrosas» que pudo haber cambiado el curso de la guerra, y de la historia.

El arma solar nazi
Bien podría recordar al argumento de una cinta de ciencia ficción, pero parece que la idea y el planteamiento fueron reales, al menos si hemos de dar crédito al artículo que publicó el 23 de julio de 1945, muy reciente aún la claudicación del Tercer Reich, la respetada revista Time bajo el inquietante titular «El Arma Solar Nazi».
Este artefacto letal parece que fue ideado no en Peenemünde, sino en otro de los mayores centros de investigación armamentística del Reich, el pequeño pueblo alemán de Hillersleben, en una extensión en medio de un bosque en cuyas instalaciones trabajaban unos 150 ingenieros y físicos en el desarrollo y evaluación de armas experimentales.

Tras la rendición alemana, uno de los proyectos más siniestros que tuvieron que abandonar los nazis fue el Sonnengewehr –en inglés Sun Gun o «Arma Solar»–, consistente en un arma que sería situada en la órbita terrestre y que lanzaría un letal rayo solar, una versión a escala 100.000 veces más grande que el legendario Rayo de la Muerte de Arquímedes. Este ingeniero, matemático e inventor griego fue quien en el siglo III a.C. propuso la construcción de un conjunto de espejos de cobre posicionados de forma que pudieran concentrar y reflejar la luz del Sol sobre las embarcaciones de los enemigos y prenderles fuego.
Los científicos nazis, no obstante, parece que no escogieron este mito –probablemente falso– para idear su Sonnengewehr, sino los trabajos del físico Hermann Oberth, uno de los padres de la cohetería y la astronáutica y quien trabajaría también en Peenemünde junto a Von Braun en el desarrollo del V-2 –pasando a prestar sus servicios, hacia el final de la guerra, en cohetes antiaéreos de combustible sólido en el complejo WASAG, cerca de Wittenberg–.
En 1929, en su libro Ways to Spaceflight –Modos de vuelo espacial–, presentó una hipótesis científica sobre la construcción de una estación espacial –a la que denominó Raumstation– orbitando a una distancia de un kilómetro de altitud, detallando un método teórico para su construcción basado en módulos prefabricados y describió el concepto para generar gravedad centrífuga en su interior gracias a un sistema de rotación cilíndrica, así como un sistema de aprovisionamiento consistente en misiones periódicas, adelantándose en varias décadas a las estaciones espaciales actuales.
No obstante, Oberth era un pacifista que se vio obligado a trabajar para los nazis bajo coacción. Abogó por que el desarrollo de sus Raumstations estuvieran al servicio de las observaciones astronómicas, realizando retransmisiones a la Tierra sobre meteorología, inteligencia militar e información valiosa para búsqueda y rescate mediante una especie de telégrafo inalámbrico. Hoy, todo normal. Hace más de 80 años, auténtica ciencia ficción.

A los nazis, sin embargo, lo que más le interesaba era otra de las aplicaciones sugeridas por Oberth en su monumental tesis de casi 500 páginas: un espejo cóncavo de unos 100 metros de diámetro con el que se podía reflejar la luz sobre un punto concreto de la Tierra. Por supuesto, las huestes de Hitler lo querían para aniquilar al enemigo, así que el diseño de Oberth se quedó corto y calcularon, de forma algo delirante, como lo era ya todo al final de la contienda –y por ello, mucho más peligroso–, que las dimensiones del espejo espacial debían ser de unos tres kilómetros para que realmente se convirtiera en un arma con un poder destructivo increíble.
Al parecer, la tripulación de la Raumstation recibiría instrucciones codificadas vía radio o telegráfica. Una vez decodificado el mensaje un complejo mecanismo permitiría orientar el espejo hacia el objetivo terrestre que permitiera que los rayos solares que convergieran en un punto focal en la superficie de la Tierra, generando un poderoso rayo que devastaría todo a su paso, una suerte de «Estrella de la Muerte nazi». Una vez que se hubiese alcanzado el umbral de destrucción deseado, el espejo tomaría de nuevo una posición segura, de espaldas a la Tierra.
Con la victoria aliada casi inminente, éste y otros proyectos fueron suspendidos en la primavera de 1945. El teniente coronel John A. Keck, que había sido ingeniero en Pittsburgh (Pensilvania), antes de la guerra, y era entonces jefe de una rama de inteligencia norteamericana instalada en un teatro europeo como centro de operaciones, fue el responsable de la mayoría de los interrogatorios a los científicos alemanes, consiguió que le entregaran los planos y cálculos del Proyecto Sonnengewehr, corroborando que aquel equipo de científicos se habían tomado muy en serio crear aquella arma letal en órbita. Leer para creer.
Los «OVNIs» del Tercer Reich
Desde que el fenómeno nazi moderno tomara forma curiosamente –o no tanto– poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, se han hecho correr ríos de tinta en relación a los supuestos No Identificados del Tercer Reich, tema peliagudo y controvertido donde los haya. Y friki, muy friki –y por ello apasionante–.
Si nos dejamos guiar por algunos esoteristas nazis, nos sumergimos en una trama por momentos delirante que evidencia que estos autores tenían más talento para la ficción –una imaginación desbordante– que para la divulgación histórica contrastada, lo que impulsó la creencia en los OVNIs de Hitler, las bases secretas tecnológicamente superavanzadas –una en la Atlántida y otra, según éstos, incluso en la cara oculta de la Luna, nada menos–, y la transmisión de conocimientos por una civilización de origen extraterrestre. Permítanme que manifieste no sólo escepticismo, sino un rechazo abierto a dicha corriente.
Ello no implica que no existan misterios en torno al fenómeno de los No Identificados y diversos avistamientos relativamente bien documentados durante la Segunda Guerra Mundial de los que se hizo eco el mismísimo primer ministro británico, Winston Churchill, quien intentaría ocultar en los años 50 cualquier asunto relacionado con los «platillos volantes». El hecho de que, además, los científicos nazis desarrollaran prototipos de forma circular que pudieran ser confundidos con este tipo de fenómeno es una realidad que enseguida veremos.
El escritor chileno ya fallecido y filonazi Miguel Serrano, señaló en su obra El cordón dorado (1978) que Adolf Hitler era nada menos que un avatar del dios hindú Visnú, y que estaba en contacto con dioses hiperbóreos –los manidos «Superiores Desconocidos»– en una base subterránea en la Antártida a donde, según los teóricos de la conspiración, habría sido trasladado en submarino tras la derrota del Reich. Las tesis de Serrano fue más allá todavía, y afirmaba que Hitler conduciría una flota de OVNIs desde su base secreta hasta Alemania para instaurar un Cuarto Reich. Todavía sorprende que no se haya hecho una película con tan ingeniosos argumentos, más allá de la paródica Iron Sky (2012).
Sabemos que las sociedades secretas tuvieron una gran importancia en la consolidación del nazismo, entre ellas la sociedad ariosofista y antisemita Thule, a la que pertenecía Rudolf Hess, o la importancia del misticismo para figuras como Himmler y en menor medida Hitler, convencidos de que hacerse con artefactos «mágicos» como la Lanza del Destino o el Grial podría contribuir a otorgarles la victoria definitiva. Pero dichos escritores de pseudohistoria, entre ellos Louis Pawels y Jacques Bergier, en su libro El retorno de los brujos (1967) hacían mención a otra organización secreta aún más peligrosa –de la que, todo hay que decirlo, no existe documentación oficial fiable en archivo alguno– llamada la «Sociedad Vril» de Berlín, con vínculos con el ariosofista Guido Von List, la Ahnenerbe de Himmler o la misma Thule, que utilizaba una suerte de energía de una raza superior, de nombre «Vril», que habría sido la que facilitaría a los nazis el poder desarrollar esos «platillos».
Esta información supuestamente la había revelado un ingeniero alemán, de nombre Willy Ley –que había emigrado a los EEUU en los años 30– en 1947, en un artículo en una revista de ciencia ficción titulado “Pseudociencia en Nazilandia”, donde hablaba de aquella organización clandestina que había sido fundada inspirándose en la novela Vril: el poder de la raza venidera (1871), del escritor británico Sir Edward Bulwer-Lytton, célebre por Los últimos días de Pompeya. En décadas posteriores, escritores como Jan Van Helsing o Norbert Jürgen-Ratthofer, o los citados Pauwels y Bergier, rizarían aún más el rizo de tan enrevesado asunto.
Al parecer, en 1996 el italiano Roberto Pinotti, director del llamado Centro Nacional de Ufología, afirmó que había recibido de manera anónima un legajo con 18 expedientes redactados bajo el régimen de Mussolini en los que se hacía referencia a varios avistamientos OVNIs acaecidos durante el Tercer Reich y que tuvieron a las retorcidas SS como protagonistas de oscuros proyectos a través de un gabinete ultrasecreto de nombre RS/33, señalando que incluso se habrían hecho con un platillo volante.
Más hipótesis alternativas imposibles de contrastar y aún más difíciles de creer, aunque hay ufólogos que incluso relacionan a los nazis con el archifamoso incidente de Roswell de 1947. Y el caso es que la fecha, tan cercana al fin de la Segunda Guerra Mundial, da que pensar. Una teoría alternativa afirma que lo que se estrelló en el desierto de Nuevo México no habría sido una nave extraterrestre –algo, por otra parte, poco probable– sino una aeronave de fabricación nazi que habría formado parte de uno de tantos proyectos secretos del Tercer Reich, conocida con el nombre de The Bell (La Campana) –en alemán Die Glocke–, una suerte de unidad futurista de propulsión, de tres metros de diámetro, que usaba partículas eléctricas y que habría sido la precursora de los aviones furtivos actuales –aquellos capaces de burlar los radares–, construida por varios expertos que habían estado relacionados también con el programa de los V-2, emigrados como Von Braun a los Estados Unidos a través de la denomida «Operación Paperclip», entre ellos, el enigmático oficial de alta graduación de las SS e ingeniero alemán Hans Kammler, cuya pista se perdió en 1945, por lo que todo se basa en conjeturas. Quién sabe.
Cierto es, no obstante, que los científicos alemanes desarrollaron prototipos muy vanguardistas, aviones en forma de disco y con alas circulares y semicirculares –la mayoría no pasaron del papel– que de haber volado de forma habitual habrían podido confundir a muchos, así como el diseño de aviones que décadas después se parecerían mucho a los prototipos norteamericanos. El ms sonasdflkasdfpu9l mn mucho a los prototipos disco y con alas circularesrcular y semicircular –la mayoras SS como protagonistaás sonado sería el Horten Ho 229, el prototipo favorito de Hermann Göring, jefe de la Luftwaffe, más parecido a una nave espacial que a un avión, cuyos planos caerían en manos americanas en 1945 y fueron enviados a la Northrop Corporation para su evaluación. En 1964, cuando la Fuerza Aérea Norteamericana puso en el aire su avión de reconocimiento Lockheed SR-71, de sorprendente velocidad, su diseño recordaba mucho al anterior prototipo nacionalsocialista.

Este post continuará, con ingenios aún más sorprendentes a medio camino entre la historia y la leyenda de un tiempo de dioses y monstruos.
PARA SABER UN POCO/MUCHO MÁS:
HERRADÓN AMEAL, Óscar: Expedientes Secretos de la Segunda Guerra Mundial. Ediciones Luciérnaga, 2018.
–Espías de Hitler. Las operaciones secretas más importantes y controvertidas de la Segunda Guerra Mundial. Ediciones Luciérnaga 2016.
–La Orden Negra. El Ejército pagano del Tercer Reich. Edaf 2011.
PRINGLE, Heather: El Plan Maestro. Arqueología fantástica al servicio del régimen nazi. Debate, 2007.
ROMAÑA, José Miguel: Armas Secretas de Hitler. Nowtilus, 2011.
WITKOVSKI, Igor: The truth about the Wunderwaffe. RVP Press 2013.
VVAA: Armas Secretas de Hitler. Proyectos y prototipos de la Alemania nazi. Tikal, 2018.
VV.AA.: Hitler. Máquina de guerra. Ágata Editorial 1997.