Otto Skorzeny: un nazi en la corte de Franco (Parte III)

Llegó a ser considerado el hombre más peligroso de Europa. El laureado militar nazi Otto Skorzeny buscó refugio en la España franquista, un régimen que lo acogió con los brazos abiertos y donde el austriaco intentaría revitalizar un ejército de soldados de la esvástica contra el avance del comunismo. Un plan secreto que salió a la luz hace apenas unos años y que muestra los estrechos vínculos de la dictadura franquista con los nazis fugados tras la derrota del Tercer Reich.

Óscar Herradón ©

Sobre Skorzeny planea la sombra de haber trabajado en secreto para la CIA, algo que no era nuevo para la Agencia estadounidense (en breve hablaremos en el Pandemónium de la «Operación Paperclip»), en un tiempo en el que el enemigo en Europa ya no era la derrotada (aunque no borrada) esvástica sino la amenaza del avance del comunismo soviético. Así, el historiador suizo Daniele Ganser, en su libro Los ejércitos secretos de la OTAN. La Operación Gladio y el terrorismo en la Europa occidental, señala que el oficial alemán de la Wehrmacht Reinhard Gehlen también trabajó para la CIA a la vez que ocupaba el puesto de jefe de los servicios secretos de la República Federal alemana tras la guerra. Al parecer, y por encargo de la inteligencia estadounidense, éste contrató a Skorzeny en la década de los 50 para entrenar al ejército egipcio, en unos años en los que ya se había fundado en tierras palestinas el Ejército de Israel, cuyo servicio secreto, el implacable Mossad, también seguía los pasos del libertador de Mussolini.

Y es muy probable que Skorzeny formara parte también de Gladio, una red clandestina anticomunista que operó en Italia durante la Guerra Fría, ideada por la CIA y el MI6 británico con el objetivo de prepararse para una eventual invasión soviética de Europa occidental a través de fuerzas armadas paramilitares secretas de élite diseminadas por distintos países, entre ellos España.

La Tercera Guerra Mundial

Uno de los proyectos más increíbles que estuvo cerca de hacerse realidad y tuvo a Otto Skorzeny como protagonista fue la intención de crear una fuerza militar en nuestro país en previsión del estallido de una Tercera Guerra Mundial. El proyecto personal de Skorzeny era crear, con antiguos militares nazis protegidos entre otras instancias por la Santa Sede, una especie de «ejército alemán en el exilio», según publicó en 2011 La Vanguardia. Un contingente de hasta 200.000 hombres que adoptaría el simbólico nombre de Legión Carlos V, de ecos marcadamente fascistas.

El objetivo de esta fuerza de choque de nostálgicos de la esvástica era contraatacar tras una eventual ofensiva militar comunista que hubiese culminado con éxito en Europa occidental, algo que no parecía imposible en los años duros de la Guerra Fría. Ni el proyecto fructificó ni, por suerte, se desencadenó un conflicto de tales dimensiones, aunque la tensión política –y los conflictos consecuentes en diversos países– se prolongaron durante décadas, lo que explica el mantenimiento del régimen franquista por las potencias occidentales tras la caída del Tercer Reich.

El plan implicaba a altos cargos del régimen franquista y a otros generales alemanes; al parecer, también contaba con el visto bueno de parte de la Curia romana e incluso de la mismísima embajada de Estados Unidos, donde el miedo al avance del comunismo se había convertido poco menos que un delirio en amplios sectores.

Hoy el archivo de Skorzeny es un verdadero sanctasanctórum para el historiador que indaga en el colaboracionismo de muchos de los hombres de Franco –y del propio dictador–, para ofrecer identidades falsas y un cómodo lugar de retiro a aquellos criminales. El mismo Skorzeny poseía una propiedad en Mallorca, en Alcudia, donde vivía en medio de todo tipo de lujos, como si jamás hubiese participado de la barbarie nazi.

Sus planes, para alegría del mundo libre, nunca se hicieron realidad. El libertador de Mussolini, «Caracortada», moría en Madrid, en una cama de la habitación 388 de la ciudad sanitaria Francisco Franco el 7 de julio de 1975 –paradojas del destino apenas cuatro meses después moría el dictador español–, abatido finalmente por un cáncer de pulmón causado por su adicción al tabaco, que no dejó ni en los momentos de mayor agonía.