Ritos y simbología del crimen organizado (IV): Vor v Zakone

Estos días se juzga a los cabecillas de los clanes de la ‘Ndrangheta en Calabria. La Camorra vuelve a estar de actualidad cuando un documental revela cómo los nuevos «capos» de la mafia napolitana son apenas «millennials» que siguen haciendo negocio en plena pandemia y hace unos días que el sicario de la Cosa Nostra Ferdinando «Freddy» Gallina era extraditado desde EEUU a su Italia natal para ser juzgado por tres homicidios «agravados con finalidad mafiosa». El crimen organizado «made in Italy» sigue viva cuando apenas queda un año para que se cumpla medio siglo del estreno en cines de El Padrino, obra maestra por antonomasia del nuevo cine de los setenta. Excusas suficientes para repasar los ritos secretos y los símbolos esotéricos de la Mafia.

Óscar Herradón ©

En la magnífica película Promesas del Este, dirigida por David Cronenberg en 2007, podemos ver un ritual de iniciación en la mafia conocida como Vor v Zakone, un entramado criminal que, además de los rígidos códigos de honor, otorgan gran importancia a los tatuajes –algo que sucede también con la Yakuza japonesa–, a través de los cuales el iniciado puede leer la trayectoria delictiva del «soldado». Son los códigos del Hampa impresos en la piel de unos hombres a los que no les tiembla el pulso a la hora de matar.

Y es que los vor v zakone, cuyo significado en ruso sería algo así como «ladrón en la ley», están relacionados desde su nacimiento con el mundo criminal. La inmensa extensión de Rusia provocó que nacieran grupos de bandoleros y ladrones que actuaban, principalmente, en los numerosos puntos fronterizos del país. Con el estallido de la Revolución Rusa estos grupos de delincuentes no desaparecieron, sino que se hicieron más fuertes, convirtiéndose en un entramado por derecho propio. Este submundo era conocido entonces como vorovskói mir, cuyo significado es «el mundo de los ladrones». Pero tras la formación de la Unión Soviética, y el régimen de acero de Stalin, muchos de estos vory, considerados una amenaza para el establishment, fueron trasladados a los Gulags, los campos de concentración de Siberia donde la gente vivía en condiciones infrahumanas y donde surgiría el concepto de vor v zakone, haciéndose más fuertes –y vengativos– precisamente por el trato recibido. Entonces, intentando burlar a los informantes del KGB, se conformaron como una suerte de sociedad secreta, jurando seguir un código legal dentro de sus acciones delictivas.

Gulag

Tras la caída gradual de la Unión Soviética, los vory alcanzaron un poder cada vez mayor. Muchos empresarios utilizaron a estos sicarios para acaparara los bienes de numerosos sectores económico de la nueva Rusia. Hoy son uno de los grupos organizados más temibles y fuertes del planeta. Los principales delitos en los que están involucrados son la prostitución y la trata de blancas, la extorsión, el tráfico de drogas e incluso órganos, blanqueo de capitales y el asesinato por encargo.

Los Vor v Zakone, los «jefes mafiosos», no suelen aparecer en documentos oficiales ni estampan su firma en ningún sitio, para no dejar huella alguna de su existencia, contando con un numeroso abanico de testaferros y abogados. La jerarquía continúa en sentido descendente con los pakhan, los jefes de las células, cuatro o cinco personas que son responsables de los conocidos como brigadier. Cada célula cuenta con espías a las órdenes de los pakhan que deben controlar las actividades de los subordinados e informar a  la cúpula. El objetivo: evitar que realicen cualquier tipo de actividad a espaldas de los jefes. En el rango más bajo están los soldados, los sicarios y «matones», con una exhaustiva preparación militar.

Los Vor v Zakone solo tienen un código de honor, el Vorovskoy Zakon o «código Vor», que les une de por vida y cuya vulneración se paga con la muerte. Sus leyes propias incluyen 18 puntos, de los que citaré solo algunos: el primero de todos señala que para entrar en la mafia «abandonarás a tus familiares: madre, padre, hermanos y hermanas». No se puede tener una familia propia, ni pareja ni amantes; siempre ayudar a otros miembros –ya sea material o moralmente–; mantener en secreto el paradero de tus cómplices; conocer las tradiciones rusas; no tener nada que ver con las autoridades, no participar en actividades públicas ni unirse a ninguna de las organizaciones de la comunidad, así, el VOR tiene prohibido también usar armas para su uso personal, prestar servicio militar y participar en campos de trabajo.

El crimen impreso en la piel

En su hermética sociedad, el tatuaje tiene una gran importancia, la mayoría de ellos reflejo de su pasado criminal –obtenidos tras su paso por prisión–. Así expresan su pertenencia a este submundo, como sucede con otras mafias con los Yakuza japoneses y algunos narcos mexicanos, organizaciones criminales que, junto a la mafia irlandesa, se extienden por todo el planeta, también con sus propios ritos iniciáticos y leyendas, de las que algún día nos encargaremos en Dentro del Pandemónium.

Ceremonia de iniciación en Promesas del Este (2007)

Los tatuajes carcelarios rusos trascienden la función estética para transformarse en una suerte de código que cuenta la carrera criminal de su portador, determina su vida y esconde un significado que sólo conocen los miembros del clan. Entre los tatuajes abundan referencias al comunismo y representaciones de Stalin o Lenin, que son realmente un rechazo de aquel sistema que los estigmatizó y a las autoridades en general. De hecho, muchos dibujos de esta «piel condenada» son nazis. Además, cuando lucen runas –por ejemplo las SS–, indican que el preso es respetado porque jamás ha confesado ni, por tanto, delatado a nadie.

Aparentemente, la explicación a los tatuajes de los «ladrones en la ley» se halla en la Biblia –los primeros presos de la revolución rusa que fueron enviados a los Gulags eran en su mayoría cristianos–. Según el Génesis, Dios puso una marca permanente en Caín, antes de enviarlo al exilio. De esta forma siempre luciría una señal que lo identificaría como criminal y marginal –los Zakone se enorgullecen de esto–. Los tatuajes servían, por tanto, como sistema de clasificación entre bandas y cada símbolo tenía –tiene aún hoy– un significado concreto. Cada uno de los anillos que lucen en sus dedos hacen referencia a su vida criminal. Los dedos de la mano muestran una calavera por cada asesinato cometido, mientras que las catedrales, iglesias o monasterios representan la cantidad de años que el sujeto ha estado encarcelado –cuantas más columnas y torres tenga el edificio, tantos más años habrá dormido en prisión–.

Los más célebres son las estrellas: cada punta indica un año en prisión. Si los tatuajes de las estrellas se encuentran en las rodillas o en la parte superior del pecho, sobre el corazón, indican que el preso es un Vor v Zakone: las del pecho señalan su compromiso con el modo de vida delictivo mientras que las tatuadas sobre las rodillas significan que el «Ladrón en la ley» no se arrodillará jamás, ante nada y ante nadie.

Puede que en la pantalla de un cine, o en las magnéticas páginas de una novela negra, las desventuras de estos personajes nos puedan hacer sentir cierta complicidad, pero la Mafia, cualquiera que sea su tipo, no es romántica, ni noble, ni atractiva, sino atroz. Su principal lema es la muerte –usada para alcanzar el poder, perpetuarse en él y amasar dinero–, y a ella honran de las formas más brutales que podamos imaginar. Lo mejor, sin duda, es no cruzarse jamás con aquellos que integran estas temibles sociedades.

PARA SABER MUCHO MÁS:

GALEOTTI, Mark: La Ley del Crimen. Los Vorí v Zakone: la mafia rusa más temible. RBA 2019.

Ritos y simbología del crimen organizado (Parte I)

Estos días se juzga a los cabecillas de los clanes de la ‘Ndrangheta en Calabria. La Camorra vuelve a estar de actualidad cuando un documental revela cómo los nuevos «capos» de la mafia napolitana son apenas «millennials» que siguen haciendo negocio en plena pandemia y hace unos días que el sicario de la Cosa Nostra Ferdinando «Freddy» Gallina era extraditado desde EEUU a su Italia natal para ser juzgado por tres homicidios «agravados con finalidad mafiosa». El crimen organizado «made in Italy» sigue viva cuando apenas queda un año para que se cumpla medio siglo del estreno en cines de El Padrino, obra maestra por antonomasia del nuevo cine de los setenta. Excusas suficientes para repasar los ritos secretos y los símbolos esotéricos de la Mafia.

Óscar Herradón ©

Hace poco más de dos meses, el 13 de enero, comenzaba en Calabria el macroproceso a parte de los primeros espadas de la ‘Ndrangheta. Un despliegue espectacular blindaba la seguridad ante los jefes de la mafia calabresa: se ha construido un búnker ex profeso en una zona industrial de Lamezia Terme que permitía celebrar el proceso en la misma Calabria. Un juicio considerado histórico desde el macroproceso contra la Cosa Nostra en los ochenta –donde también se construyó un búnker para los procesados, junto a la cárcel de Ucciardone, en Palermo– por el que han desfilado más de 350 imputados y en el que hasta 913 testigos han aceptado romper la omertà, la «ley del silencio» del hampa, para revelar los secretos de los clanes.

Y aunque gran parte de su cúpula esté entre rejas, las actividades de la organización no decaen: un mes después del inicio del juicio, el 10 de febrero, saltaba la noticia de que la policía italiana había incautado en tres operaciones un cargamento de 1,3 toneladas de cocaína pura importada en varios cargamentos procedentes de Brasil y Ecuador, ocultas en contenedores de café y fruta, en el puerto de Gioia Tauro, al sur de Calabria, un punto, claro, infiltrado por la ‘Ndrangheta y que llevaba tres años bajo vigilancia de las autoridades.

No es lo único que se desmantela –imaginad lo que permanece oculto–: apenas días después eran detenidos 45 personas relacionadas con su entramado criminal en el marco de la operación «Metameria», incautándose además de 6 millones de euros en bienes instrumentales. Un cerco instigado por el fiscal antimafia de Calabria Nicola Gratteri que recuerda a viejas y emblemáticas luchas mafiosas de la península itálica.

Ahora que el crimen organizado italiano vuelve a estar de actualidad –si es que no lo estuvo siempre–, realizamos en «Dentro del Pandemónium» un peligroso viaje al corazón del crimen organizado para conocer los ritos y códigos secretos de la Mafia. Por si acaso, mientras leen, presten atención a su alrededor con el rabillo del ojo…

Tutto per la mia famiglia

Pexels (Free License)

Una habitación semioscura se muestra ante el espectador. Un hombre de rostro indefinido aparece sentado en un sillón de cuero, tras un majestuoso escritorio de madera. Está flanqueado por dos figuras de aspecto amenazante, dispuestas a sacar en cualquier momento el revólver que esconden bajo sus chalecos. El hombre sin rostro saborea un habano; el humo de sus bocanadas impregna la estancia. Frente a él, al otro lado del escritorio, se encuentra un hombre encorvado, nervioso. De su frente caen, como lágrimas, gotas de sudor. Sus piernas no paran de temblar. El primero es el Capo di tutti capi, «el Jefe de jefes»; los que le flanquean son dos soldados y en un rincón, apenas perceptible pero siempre atento a todo, el Consigliere.

El otro es un colaborador de la Familia que ha sido descubierto pasando información a la policía. El Consigliere se acerca, susurra algo al oído del Capo, y poco después, tras la titubeante explicación del malogrado chivato, los dos sicarios levantan al sujeto, que está a punto de caer al suelo, y se lo llevan. No tardará en convertirse en cadáver. La delación se paga con la muerte. Siempre.

Es fácil, tras visionar El Padrino de Coppola, seguir las andanzas de Los Soprano durante seis temporadas o la más reciente y también catódica Boardwalk Empire –que narra los años de la Ley Seca en Atlantic City y Nueva York–, entre una larga lista –el crimen vende– imaginarse una escena de este tipo en una sala de cine. Escenas rodeadas de un aura romántica que, como se encargó de reflejar en la novela Gomorra el periodista Roberto Saviano –la Camorra puso desde entonces precio a su cabeza–, tiene poco de real, pues los criminales, lejos de ser «hombres de honor», por mucho que se rijan por sus códigos ­­­–y deben hacerlo–, suelen ser viles asesinos impulsados por el ansia de poder y dinero.

Cartel promocional Boardwalk Empire (HBO)
Pexels (RODNAE Productions)

No obstante, y aunque para estos personajes la vida de sus congéneres no tiene demasiado valor, es cierto que sus sociedades, casi secretas, tienen sus propios códigos de honor, sus «dioses» e incluso sus rituales de iniciación. Es eso lo que les define –y los diferencia– de otros colectivos fuera de la ley. Unas organizaciones que cada vez tienen más poder y están entre nosotros. Precisamente en 2014, un vídeo sacaba a la luz uno de los secretos mejor guardados de la mafia. Hace más de un siglo que se conocen los ritos de iniciación de estos grupos, aunque siempre ha sido por vía indirecta, por confesiones de miembros arrepentidos o papeles incautados. Sin embargo, en noviembre de aquel año se hacía público un vídeo donde se ve el ingreso de un capo mafioso de La Santa, la máxima categoría de la afiliación de la ‘Ndrangheta, una especie de élite, cuyos miembros, según publicaba el diario El Mundo, «tienen acceso a los secretos más herméticos de esta organización». El vídeo fue grabado por el grupo de operaciones especial –ROS– de los carabinieri en Castello de Brianza, una localidad a 35 kilómetros de Milán, en Lombardía, y en él se escucha al capo decir el siguiente juramento: «Precisamente en esta santa tarde, en el silencio de la noche y bajo la luz de las estrellas y el esplendor de la luna, formo la cadena. En nombre de Garibaldi, Mazzini y La Marmora, con palabras de humildad firmo la santa sociedad».

Lugar donde fue grabado el juramento de la ‘Ndrangheta por los carabinieri

Así, de un lado al otro del globo, nos topamos con entramados criminales que debido a sus características, símbolos, formas de actuar y creencias, conforman lo que conocemos como mafia, a pesar de sus notables diferencias. Pero, ¿de dónde surge esta denominación? Existe una gran controversia entre los estudiosos sobre la etimología de la palabra mafia, aunque de lo que no cabe duda es de que está directamente vinculada a la isla de Sicilia y su historia moderna.

Una de las teorías más extendidas asegura que provendría del vocablo de origen árabe mahya, cuyo significado es «bravuconería, chulería o jactancia». No sería extraño si tenemos en cuenta que de los años 960 al 1060 este pueblo ocupó el territorio siciliano; al igual que podría tener su origen en el sustantivo árabe mu’afah, cuyo significado es «protección de los débiles». Aunque otros historiadores se inclinan por la procedencia de la antigua expresión toscana maffia, que significaba «miseria». Para gustos, colores.

La Garduña, sociedad secreta «made in Spain»

Otra hipótesis es que se trata del acrónimo de la frase Mazzini Autorizza Furti, Incendi, Avvelenamenti –«Mazzini autoriza robos, incendios, envenenamientos»–, en alusión al promotor de la Unificación Italiana, Giuseppe Mazzini. En este caso, y siguiendo el trabajo de Charles William Heckethorn, la mafia se habría iniciado en el siglo XIX como tal tras la asociación de una serie de indigentes e individuos de la más baja clase social que, bajo la tutela de Mazzini, realizaron actividades criminales.

Y así más y más teorías, como la que asegura que el término aparece por primera vez entre 1862 y 1863, cuando se representa en Palermo el drama I Mafiusi di la VicariaLos Mafiosos de la Vicaría–. Su popularidad fue tan grande que en Europa comenzó a llamarse así al crimen organizado.

Garibaldi

Es muy probable que la estructura de estas sociedades secretas surgiera antes de la Unificación Italiana. Durante siglos Sicilia había estado sometida a condiciones indignas que sufría gran parte de la población. Unos pocos terratenientes tenían el poder, mientras que, al no existir un gobierno organizado que velase por los derechos de los más pobres, éstos se vieron obligados a fortalecer los vínculos familiares, los llamados «lazos de sangre», con un código de honor fortalecido por la ley del silencio para estar seguros. En el siglo XIX surgió también una figura fundamental para comprender el surgimiento de la mafia: los gabellotti o recolectores de impuestos, que administraban las propiedades de los poderosos y hacían de intermediarios entre éstos y los campesinos, quienes debían entregarles un porcentaje de la cosecha por su mediación. Poco a poco comenzaron a hacerse más poderosos en la isla y a organizarse en grupos de ladrones y extorsionadores que amenazaban a los labriegos y mercaderes, siendo un antecedente directo de la mafia y de sus forma de amasar dinero.

Existen otras teorías que se remontan al medievo, a la lucha contra los franceses, y otras más, numerosas, en relación con la Unificación de Garibaldi y la lucha contra los borbones españoles. Hasta ahora, nadie se pone de acuerdo sobre el verdadero origen y su surgimiento es, de esta forma, una fuente inagotable de leyendas. Precisamente una de estas leyendas señala que la mafia sería de origen español. Según la tradición, a mediados del siglo XV, tres caballeros hispanos, apodados Oso, Mastroso y Carcañoso –en italiano Osso, Mastrosso y Carcagnosso–, pertenecientes a la Garduña, huyeron de Toledo e hicieron carrera delictiva durante tres décadas en la isla de Favignana –Islas Egadas, frente a la costa occidental de Sicilia–, a donde llevaron las reglas de honor y sangre de la sociedad secreta española en un tiempo en el que provincias como Nápoles estaban bajo dominio de la Corona hispana. Pasados esos treinta años, Osso se dirigió a Sicilia y fundó la Cosa Nostra; Mastrosso a Calabria, donde dio forma a la Camorra y, finalmente, Carcagnosso a Calabria, donde crearía la estructura de la ‘Ndrangheta. Una historia apasionante, pero sin duda legendaria. No lo son, sin embargo, los numerosos grupos mafiosos que operan en la sombra y que dominan a base de pólvora y sangre las cloacas del mundo.

La intención de este post es continuar… Esperemos que no lo impida la Ley del Silencio.

Supersoldados: hombres mejorados para la guerra del futuro (II)

Decir que la tecnología ha avanzado de forma vertiginosa es quedarse corto. Y lo que viene… En medio de esta lucha por alcanzar la mayor eficiencia, y el consiguiente beneficio, con el 5G ya prácticamente implantado tras una guerra comercial sin precedentes cuyos ecos todavía reverberan y experimentos que parecen sacados de una revista pulp de los años 50 a punto de ser aprobados por gobiernos y corporaciones, el terreno militar es uno de los que, bajo el paraguas de Top Secret, está realizando los experimentos más sorprendentes, e inquietantes. Veamos algunos de los que han trascendido, que no son todos los que están en proceso, por supuesto.  

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El terreno de la guerra del futuro, evidentemente, no se circunscribe a Estados Unidos, aunque sean éstos quienes hacen un mayor desembolso en los avances más vanguardistas. En octubre de 2018 un informe del Ministerio de Defensa británico analizaba cómo los imparables avances tecnológicos podían afectar –tanto positiva como negativamente– a los soldados. En ese mismo expediente se aventuraba una escalofriante posibilidad: que la reproducción de tropas modificadas genéticamente podría ser una realidad en apenas una generación. Soldados biónicos que permitirían a los países aumentar su capacidad militar y mejorar el desempeño de las fuerzas de combate. Lo que en la película Soldado Universal (1992) parecía un argumento hecho para mayor gloria del entonces archifamoso Jean Claude Van Damme, hoy podría cobrar forma.

Dicho informe, titulado Global Strategic Trends (Sixth Edition): The Future Starts Today, publicado bajo el paraguas del grupo de expertos del Centro de Desarrollo, Conceptos y Doctrina, un think tank del Ministerio de Defensa británico, apunta que dentro de 30 años los soldados «mutantes» podrían levantar grandes pesos –algo que empieza a ser posible gracias a vanguardistas exoesqueletos– y correr a gran velocidad en distancias extremas, cual si fueran clones del Capitán América. Es muy probable que dispongan de visión nocturna por infrarrojos –algo que ya es una realidad en equipamientos avanzados–, e, incluso, y esto es lo más fascinante: ¡ser capaces de transmitir sus pensamientos a través de telepatía asistida electrónicamente!

El documento británico examina las amenazas globales e identifica los problemas que deben abordar los países debido a la revolución tecnológica, como la posibilidad de protestas violentas por parte de grupos de personas cuyos trabajos peligren por la implantación robótica, advirtiendo sobre «el riesgo de agitación social y posiblemente una protesta violenta de los desfavorecidos», e incide a su vez en una mejor regulación de las ya casi incontrolables RRSS.

En cuanto al asunto que nos atañe, la explotación por los estados de tecnología emergentes en la obtención de provecho en el campo de batalla, el informe señala que la edición de genes, las extremidades biónicas, las adaptaciones que mejoran el cerebro y las drogas estimulantes o nootrópicas «ofrecerán una profunda expansión de los límites del rendimiento humano». Advierte a su vez de que se deben introducir leyes que tengan en cuenta consideraciones morales y éticas antes de crear los hipotéticos ejércitos mutantes, afirmando, entre otras cosas, pueden «polarizar las poblaciones, erosionar la confianza en las instituciones, crear incertidumbre y alimentar las quejas». Un panorama nada alentador.

¿Telepatía asistida?

Precisamente este es uno de los planes más ambiciosos de DARPA: un ingenio que permitiría al soldado tener sorprendentes capacidades extrasensoriales… ¡mediante la lengua! Ya en una fecha tan lejana como 2008, sus investigadores trabajaban en un dispositivo denominada BrainPort, consistente en un casco equipado con una cámara, un sonar y diversos aparatos de navegación y localización. Luego se introduce en la boca del usuario una delgada lámina de plástico cargada de microelectrodos conectados con el casco que recogen la información sensorial, «aprovechando así la habilidad del cerebro de convertir pulsos eléctricos en información visual», ya provenga ésta de los ojos o de otros sentidos; esto permitiría, por ejemplo, «ver 360º» en la oscuridad, tecnología que ya ha sido probada con relativo éxito por buzos a grandes profundidades.

Con los años y la revolucionaria innovación tecnológica, DARPA ha ido más allá, y en 2017 anunciaba que había invertido 65 millones de dólares en la creación de un módem que conectaría nuestro cerebro a un ordenador, un ambicioso proyecto que buscaría grabar millones de charlas entre neuronas de forma simultánea en un cerebro humano vivo. Así, se busca superar uno de los grandes obstáculos de la neurociencia: registrar la actividad desde el interior del cerebro humano para entender y corregir padecimientos. Dicha startup responde al nombre de Paradromics, y se basa –aunque de momento sólo es experimental, o eso nos dicen– en conexiones en banda ancha que ayudarían en los tratamientos de ceguera, parálisis, trastornos del habla e incluso la restauración de sentidos perdidos. Por supuesto, las posibilidades en el campo de la Defensa son potencialmente alentadoras.

El responsable del llamado “Programa de Conversación Silenciosa”, que recuerda al casco del Profesor X, es Matt Angle, quien cuenta con el apoyo de varios investigadores de la Universidad de Stanford. Afirma que se trata de un “cerebro-módem” equipado con circuitos flexibles que han bautizado como neurograins, los cuales se colocarían sobre el cerebro “para crear un enlace de datos sin fisuras y retrasos entre el cerebro humano y una computadora. Los neurograins son pequeños cables con el grosor de un grano de arena equipados con microscopios holográficos capaces, supuestamente, de observar la actividad de millones de neuronas a la vez. Su principal ventaja, afirman, es que dicho implante “funcionaría de forma inalámbrica y permitiría la conexión y envío de datos en ambos sentidos, no sólo del cerebro al ordenador”. Esta interfaz cerebro-ordenador podría permitir en unos años que los soldados recibieran información desde un mando de control a su cerebro a tiempo real, una suerte de “telepatía informática”, y es bastante más ambicioso que otros proyectos similares.

El Brain Computer Interface (BCI) convierte el campo de lo que hasta ahora formaba parte de la parapsicología en una posibilidad muy real –aunque ligeramente distinta a lo que se consideran poderes telepáticos–.El ambicioso proyecto, según recogía un artículo del Daily Mail, permitiría a los soldados comunicarse telepáticamente: “Recientemente, el Programa de Conversación Silenciosa de DARPA ha estado explorando la tecnología de lectura de la mente con dispositivos que pueden detectar las señales eléctricas dentro del cerebro de soldados y enviarlos a través de Internet. Con chips implantados, ejércitos enteros podrán hablar sin radios. Las órdenes van directamente a las cabezas de los soldados y los deseos de los comandantes se convertirán en los deseos de sus hombres”. Hombres sin capacidad de decisión propia y, como ahora veremos, sin miedo o remordimientos.

Los nuevos Terminator

Si en algo eran eficientes los Terminator que nos presentó James Cameron por primera vez en 1985, es que, además de ser prácticamente indestructibles –y de estar al servicio de una inteligencia artificial que se vuelve contra su creador, Skynet, no pecaban de aquello que atormenta a los humanos: no tenían remordimientos, ni dudas, ni miedos. De hecho, se calcula que durante la Segunda Guerra Mundial, apenas el 20% de la infantería estadounidense disparó sus armas contra el enemigo, inacción que en la guerra de Vietnam ya alcanzó, en ocasiones, el 90%. El hombre es, en terribles términos pragmáticos, imperfecto.

Bien, pues también en este campo, según desveló en su informe el novelista Simon Conway en 2018, DARPA estaría trabajando para crear una suerte de biorobot –o humano-robot– que muestre menos temor, y que al recibir órdenes mediante distintas startups, «pueda estar interconectado con su comando y actuar como una entidad única».

En las universidades de Harvard y Columbia varios equipos llevan años trabajando en métodos de inhibición del miedo y modos de anestesiar la memoria, usando pastillas de propranodol. Pero DARPA va más allá. Hace unos años, científicos a su cargo lograron controlar por ordenador un ratón al que se le habían implantado electrodos en su pequeño cerebro y en la actualidad trabajan con un «tiburón» que puede ser dirigido a distancia. En la Universidad de Nueva York las investigaciones más sorprendentes –y éticamente controvertidas– son las llevadas a cabo por el prestigioso neurocientífico colombiano Rodolfo Llinás, quien, entre otras hazañas, inserta cables capilares en el cerebro de roedores para estimularlo a distancia; de esta forma, logra generar sensaciones y estados de ánimo artificiales en las cobayas. El neurocientífico asegura que la comunicación directa entre mente y máquina puede ser factible. En una entrevista para la red de televisión pública USA, Public Broadcasting Service, Llinás planteó lo siguiente: «Convenientemente desarrollada, esta tecnología permitiría que cada miembro de un grupo de soldados fuese consciente de la existencia de todos y cada uno de ellos y de lo que están haciendo en cada momento. El grupo de personas individuales desaparece para convertirse en una única entidad. Así, si uno resulta herido, todos podrían saberlo inmediatamente. En el fondo, se trataría de una especie de conciencia colectiva». Los soldados funcionarían así como una suerte de enjambre de abejas. IMPRESIONANTE.

Este post tendrá una tercera y última parte en breve… permaneced atentos!!!!