Incursiones de Tolkien fuera de la Tierra Media

Minotauro reedita algunas de las obras más emblemáticas del genio tras el ingente universo de la Tierra Media, algunos títulos menos conocidos y que versan sobre poemas y sagas antiguas que servirían de fuerte inspiración de su prolífico imaginario.

Óscar Herradón ©

A raíz de la resaca por la no poco controvertida emisión de la serie El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder, una de las grandes apuestas de Amazon para 2022, Tolkien vuelve (si es que no lo ha estado siempre) a la más completa actualidad, y Minotauro, su editorial de referencia en España desde hace décadas, nos trae dos impresionante volúmenes de sus obras menos conocidas para deleite de adictos a la Tierra Media.

Se trata, por un lado, de una nueva edición de La Caída de Sigurd y Gudrún, la versión del maestro de la ficción literaria de la gran leyenda nórdica. Una edición en tapa dura con sobrecubierta de los dos poemas relacionados entre sí a los que dio los títulos de La nueva balada de los völsungos y La nueva balada de Gudrún, que J R R Tolkien dejó inéditos y que su hijo Christopher Tolkien se encargó de recuperar para generaciones futuras, fruto del exhaustivo estudio del escritor británico de la poesía noruega e islandesa recogida en la Edda poética (o Edda Mayor), fuente de la obra posterior (en prosa) del escritor islandés Snorri Sturluson en el siglo XIII.

La primera balada relata la historia del héroe Sigurd, el cazador del más célebre de los dragones, de nombre Fáfnir, de cuyo tesoro se apoderó (la similitud con Smaug y el tesoro de El Hobbit, base fundacional del universo tolkiano, no es, pues, una casualidad, sino que la Tierra Media bebe fuertemente de estas sagas); también narra el despertar de la valquiria Brynhild, que dormía rodeada de un muro de fuego, y de sus esponsales. También de la llegada a la corte de los grandes príncipes conocidos como los niflungos (o nibelungos) que décadas antes inspiraron las obras de Richard Wagner. Amor, odio, celos, venganza… una historia milenaria de honor y desesperación que está en la base de muchas de las historias tolkianas.

Y en la balada de Gudrún se relata el destino de esta tras la muerte de Sigurd, su matrimonio en contra de su voluntad con el poderoso Atli, soberano de los hunos (nada menos que el Atila histórico), y otras historias épicas de gran poder. Esta nueva edición incluye además una conferencia de Tolkien sobre la poesía nórdica en la que se basó para su propio poema titulada «Introducción a la Edda Mayor».

La Caída de Arturo

Y para complementar esta fantástica lectura con el inconfundible sello de Tolkien, nada mejor que acercarnos a las páginas de La caída de Arturo, que Minotauro ha publicado también en una nueva y cuidada edición de la única incursión del británico en las leyenda artúricas de Bretaña, también a cargo de su hijo Christopher Tolkien.

En la obra comunica la sensación de inevitabilidad y gravedad de los acontecimientos centrados en las sagas artúricas, como la expedición del rey a las lejanas tierras paganas, la huida de Ginebra de Camelot o la gran batalla naval al regreso de Arturo a Bretaña. Para los expertos en literatura, este es considerado su mayor logro en el uso del metro aliterado en inglés antiguo. Sin embargo, este fue uno de los extensos poemas narrativos que Tolkien abandonó durante 1937, año de la publicación de El Hobbit y de los primeros bocetos de la monumental saga El Señor de los Anillos.

Junto al texto del poema de La caída de Arturo, se hallaron muchas páginas manuscritas, gran cantidad de borradores y diversos experimentos en verso junto con sinopsis en prosa, así como notas de gran interés literario. En las mismas, se pueden discernir claramente las asociaciones de la conclusión de Arturo con El Silmarillion (texto igualmente inédito hasta su muerte y que se encargaría de publicar su hijo Christopher), y el amargo final del amor de Lancelot y Ginebra, que nunca llegaría a escribir.

Nunca sabremos a dónde habría conducido esta línea bretona de haber profundizado Tolkien en ella, pero sin duda no disfrutaríamos de su inmenso legado de la Tierra Media. No se puede tener todo.

Beowulf

Y si queremos continuar sumergiéndonos en los mágicos universos del autor fuera de la Tierra Media (aunque toda influencia fue capital en su trazo), Minotauro también reedita uno de sus trabajos más tempranos, nada menos que su traducción y comentario del antiguo poema épico anglosajón anónimo Beowulf (traducido al castellano como Beovulfo), en edición también de Christopher Tolkien, acabado en 1926.

Esta edición incluye un extenso comentario de este sobre las notas de las conferencias que dio su padre sobre el poema y Sellic Spell, un «cuento maravilloso» escrito por el brillante profesor de Oxford en el que se sugiere cómo podría haber sido un cuento popular sobre Beowulf sin conexión con las «leyendas históricas» de los reinos del norte. No apto para profanos en la materia, pero delicioso.

Tecumseh, el líder nativo que combatió a Estados Unidos

Llegó a ser definido como «el indio más grande que jamás haya existido», y no es una expresión gratuita. Tecumseh, líder de la tribu Shawnee a caballo entre los siglos XVIII y XIX, puso en jaque a los colonos estadounidenses en tierras de Virginia y Ohio tras la Revolución Americana. Su gesta, muy conocida al otro lado del Atlántico y apenas mencionada por estas latitudes, podemos conocerla a fondo gracias al ensayo Tecumseh y el Profeta, publicado por Desperta Ferro.

Por Óscar Herradón ©

Nacido en mayo de 1768 a orillas del río Scioto, cerca de Chillicothe, Ohio, Tecumseh (también conocido como Tecumtha o Tekanthi, cuya traducción es «Estrella Fugaz», «Pantera que cruza el cielo» o «Flecha Voladora») es nada menos que uno de los personajes más relevantes de la historia indígena de Norteamérica. Y sin embargo, por estos lares apenas es conocido, pues la bibliografía es muy escasa. Quien más o quien menos tiene una imagen general de las guerras indias, adquirida principalmente a través de Hollywood –distorsionada la mayor parte de las veces en pro del espectáculo–, la conquista del Oeste, el Séptimo de Caballería, los dulcificados mohicanos o los injustamente tratados Sioux… pero aquella historia apenas nos suena y fue tanto o más apasionante. Ahora, gracias a Desperta Ferro, podremos adentrarnos en este pasaje poco conocido de Norteamérica –no así poco relevante– de la mano del historiador estadounidense y oficial retirado del Servicio Exterior de EEUU Peter Cozzens, del que la misma editorial ya publicó el exitoso ensayo La Tierra Llora. La amarga historia de las guerras indias por la conquista del Oeste. El libro en cuestión es Tecumseh y el Profeta. Los hermanos shawnees que desafiaron a Estados Unidos.

Siempre a medio camino entre la historia y el mito, Tecumseh pertenecía por nacimiento a la tribu Shawnee y sería uno de los adversarios de los recién nacidos Estados Unidos tras la Guerra de Independencia (o Revolución Americana), que tuvo lugar entre 1775 y 1784, como un líder nativo de una gran confederación indígena. Su infancia y juventud transcurrieron durante la citada conflagración y la Guerra India del Noroeste o de Ohio (1785-1795), y su existencia, como la de su gente, estuvo siempre marcada desde el principio por la violencia, las incursiones militares, los saqueos y los incendios de las aldeas nativas, bien por parte de las fuerzas coloniales británicas, bien por los estadounidenses que buscaban ampliar sus tierras.

Tecumseh

Su padre era Pucksinwah, un jefe de guerra menor de la tribu Shawnee perteneciente a la rama Kispoko («Cola Danzante» o «Pantera»), una de las cinco divisiones de la tribu, y su madre era Methoataske, segunda esposa de Pucksinwah y perteneciente a la conocida como rama «Pekowi» de la tribu. Décadas antes, los shawnees habían sido desplazados por la poderosa Confederación Iroquesa, en el marco de las Guerras de los Castores de sus tierras ancestrales en el valle del río Ohio. Con el tiempo, y tras no pocas vicisitudes, volverían a su lugar de origen, y no dejarían de combatir por permanecer en él.

Pucksinwah se vio, como otros jefes indígenas, implicado en la llamada guerra franco-india (1754 y 1763) y luego en la de Lord Dunmore, que tuvo lugar entre la colonia de Virginia y las tribus indígenas Shawnee y Mingo, donde encontraría la muerte en la Batalla de Point Pleasant (conocida en algunos relatos antiguos como batalla de Kanawha), el 10 de octubre de 1774.

Una infancia en la Revolución Americana

Meses después del estallido de la guerra de la Independencia de EEUU, Methoataske y buena parte del pueblo Shawnee huyeron de la región y se trasladaron hacia el oeste, recalando en el territorio de Misuri en 1779. Sin embargo, Tecumseh, con tan solo 11 años, se había quedado en Ohio con los miembros de su tribu que decidieron resistir a los colonos de Virginia. Allí sería criado por su hermano mayor, Cheeseekau (o Chiksika), quien tendría un papel fundamental en su educación y visión del mundo, y por su hermana Tecumapese.

Entre 1774 y 1782, todas las villas en las que residió Tecumseh junto a los suyos serían atacadas, bien por tropas coloniales británicas o bien por los ejércitos estadounidenses. Mientras la violencia no cesaba en el interior del país, tras la Revolución Americana (donde los Shawnee se aliarían con los británicos) estalló la llamada guerra India del Noroeste, en la que una gran alianza tribal, la Confederación de Wabash, se unió para expulsar a los colonos estadounidenses de la zona. Una tierra nativa regada con sangre y marcada por la violencia intermitente que nunca dejó paso a periodos largos de paz.

Mientras tanto, entre batalla y batalla, Tecumseh se convirtió en un joven y avezado guerrero cada vez más experimentado. A finales del año 1780 el joven indio creó una alianza de pueblos nativos contra la expansión de los colonos estadounidenses en los territorios de los grandes lagos y del valle del río Ohio. Su agitada vida (marcada, como ya dije, por un fuerte componente mítico-legendario, lo que impide en ocasiones separar el mismo de la verdad histórica) y su determinación, lo convirtieron en un gran líder.

Batalla de los Árboles Caídos

Tras la muerte de Cheeseekau, en 1792, Tecumseh acumuló seguidores y unió fuerzas con otros guerreros y las tropas británico-canadienses, y eso que estos últimos no le gustaban nada y nunca tuvo una buena relación con ellos, pues el caudillo indígena los veía (y lo eran) como otra fuerza de ocupación occidental, pero le ofrecían la oportunidad de mantener la soberanía nativa, y los indios solos no podían hacerlo. Sin embargo, tras la traición británica en la Batalla de los Árboles Caídos, en la que los indígenas fueron abandonados por las tropas europeas y se produjo la derrota de su gente, el 20 de agosto de 1794, se puso fin a la llamada Guerra del Noroeste y Tecumseh tuvo que retirarse hacia el norte.

Aquella derrota cambió su mentalidad: viendo cómo los blancos ganaban cada vez más terreno a su pueblo y a los indígenas, arrebatándoles lo que les correspondía por tradición milenaria, se convirtió en un gran enemigo de estos, con una vehemencia que a veces rayaba en temeridad y pretendía recuperar para su país la orgullosa independencia que a sus ojos había perdido mientras los americanos reclamaban también la suya.

El Profeta y el misticismo Shawnee

Eran tiempos de exacerbamiento religioso que se acentuó por la guerra y en 1805 Tecumseh ganó un extraño aliado en su hermano pequeño aficionado a la bebida, Lalawethika, que tras llevar una vida disoluta cayó en trance y dijo haber experimentado una visión del Gran Espíritu, que le pidió que purificase su estilo de vida. Adoptó el nombre de Tenskwatawa («La Puerta Abierta») y fue conocido a partir de entonces como El Profeta (de ahí el sentido del título del ensayo que recomendamos) y sus postulados cosecharon un gran impulso hasta que los hermanos fundaron una aldea en la tierra de Delaware conocida como Prophet’s Town («La ciudad del Profeta»), donde se pidió un regreso a las tradiciones nativas, y se prohibió el consumo de alcohol, vestir a la manera occidental y los matrimonios mixtos, reforzando la visión profundamente mística de Tecumseh de una nación nativa independiente.

Tenskwatawa

Tecumseh no tardaría en convertirse en el líder de Prophet’s Town guiado por las enseñanzas de su hermano, que decía experimentar hechos sobrenaturales. El Profeta era un predicador tan convincente que su palabra se extendería a tribus tan lejanas como las que habitaban las llanuras del centro de Canadá. Pero las cosas no tardarían en cambiar… a peor.

Este post tendrá una inminente continuación en «Dentro del Pandemónium».

Operación Underworld: la Cosa Nostra contra Hitler (I)

Para preparar la invasión aliada de Sicilia, se orquestaron numerosos planes secretos. Uno de ellos, que permanecería clasificado hasta tiempos muy recientes, tuvo como protagonistas a algunos de los personajes más oscuros de la Mafia italoamericana de aquel tiempo. Ahora que Ático de los Libros publica Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa, del historiador británico James Holland, recordamos aquel singular episodio de la guerra secreta.

Por Óscar Herradón ©

A comienzos de 1942, los muelles neoyorquinos eran un objetivo bastante sencillo para los submarinos alemanes: las luces de Brooklyn creaban una silueta perfecta de los buques mercantes que podrían convertirse en objetivo del enemigo. Una serie de misteriosos incendios a lo largo de todo el puerto inquietaron sobremanera a las autoridades de la ciudad de los rascacielos y al Gobierno estadounidense, sobre todo desde que los EEUU entraran oficialmente en guerra tras el bombardeo de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941.

Aunque muchos de aquellos fuegos se demostraron fortuitos, la mayoría de ciudadanos pensaba que habían sido intencionados y que tenían lugar sabotajes, probablemente de mano de los simpatizantes nazis, seguidores de Mussolini o incluso espías japoneses. Proteger los puertos era fundamental porque desde la costa Este partían la mayoría de barcos de víveres y abastecimiento con rumbo a Inglaterra para apoyar a los aliados en Europa. Toneladas de embarcaciones eran hundidas por los U-Boote alemanes y había que tomar medidas para que los barcos no fueran también saboteados incluso antes de partir.

Los organismos encargados de la defensa de EEUU estaban dispuestos a hacer un trato con quien fuera, incluso traspasando los límites de la legalidad, algo que en tiempos de guerra no suponía un gran problema para ningún bando. Según recoge el historiador Rodney Campbell en The Luciano Project, el comandante Charles Radcliffe Haffenden, que por aquel entonces fue nombrado responsable de la sección de investigaciones del Tercer Distrito Naval en Manhattan, le confesó a un asistente de la Marina lo siguiente: «Hablaría con cualquiera; con un cura, con un gerente de banco, con un gánster o con el diablo en persona si así pudiera conseguir la información que necesito. Esto es una guerra y hay vidas americanas en peligro».

¡Protejamos los puertos!

Aquél sería el comienzo, en el marco de la contienda, de una de las operaciones clandestinas más sorprendentes y a su vez desconocidas por el gran público. En un primer intento de controlar los muelles, agentes de Inteligencia de la Marina probaron a conseguir información de los trabajadores portuarios, pero no obtenían pista alguna porque todo aquel enorme espacio estaba controlado por la Mafia. Por aquel entonces, llevaba varios años en prisión el que fuera «Don» de la Cosa Nostra neoyorquina, el todopoderoso Charles «Lucky» Luciano.

Ficha policial de Charles «Lucky» Luciano
Muelle 88 NY

Éste seguía desde prisión los avances de la contienda, y era consciente de que debía dar un golpe de mano para poder reducir su condena. Vio su oportunidad con el incendio del buque Lafayette, como se había rebautizado el transatlántico de lujo de propiedad francesa Normandie, que había sido embargado por la Administración Roosevelt tras la claudicación de Francia, un gigantesco navío para el que se construyó ex profeso el Muelle 88 de Nueva York y que había sido rehabilitado como buque de guerra, destinado a enviar a Europa numerosas tropas de apoyo. El 28 de febrero de 1942 debía partir hacia Boston a recoger al primer cargamento de soldados, pero aquello nunca sucedió, porque el día 9 del mismo mes ardía en un cataclismo que trajo en vilo a los miles de curiosos y causó un verdadero revuelo en los pasillos de Washington.

Albert Anastasia

Aunque con los años los propios mafiosos dirían que ellos incendiaron el SS-Normandie para acercar al gobierno estadounidense a Luciano –al parecer lo habrían quemado Albert Anastasia y su hermano Tony, por orden de Frank Costello–, de las pesquisas de las autoridades se desprendió que fue fortuito, aunque sirvió de excelente baza a los hombres del «Don». No obstante, el misterio sobre el fuego no ha sido completamente desvelado tantas décadas después. Tras una serie de movimientos que, de describirlos, alargarían en demasía el post, finalmente los oficiales de la Marina decidieron realizar una suerte de trato, silenciado durante décadas, con los hombres de la Cosa Nostra para proteger los puertos. Aquel pacto secreto sería conocido como «Operación Underworld» –Bajos Fondos– y sus detalles se recogen en un expediente hasta hace pocos años secreto: el «Informe Herlands».

La Alianza Secreta

McFall

La poca ortodoxa idea de que los agentes de la Marina contactaran con informadores del crimen organizado para mantener la seguridad marítima gracias a sus contactos con los sindicatos portuarios –que no gustó a muchos– surgió del capitán Roscoe C. MacFall, oficial al mando del servicio de Inteligencia del Tercer Distrito Naval, que abarcaba la vigilancia entre Nueva York y Nueva Jersey. Sin demasiado esfuerzo, obtuvo el respaldo del contraalmirante Carl F. Espe, director del servicio de Inteligencia naval, y del teniente Anthony J. Marsloe.

MacFall propuso que se pusieran en contacto con Joseph «Socks» Lanza, un brutal gánster y uno de los más estrechos aliados de Luciano. Lanza dirigía el mercado del pescado de Fulton y ni una sola embarcación de pesca atracaba en los muelles de Nueva York sin pagarle un tributo. Un negocio de lo más rentable basado en la extorsión, el chantaje y el control de los sindicatos.

Joseph «Calcetines» Lanza
Lansky

Realizaron tan delicado acercamiento a través del abogado de Luciano, Moses Polakoff. Éste y Guerin se reunieron en secreto en su bufete en Wall Street y propusieron como intermediario entre Luciano y el gobierno a Meyer Lanski. Este bajito pero implacable mafioso era de origen judío, y sentía un odio terrible hacia Adolf Hitler y su política antisemita. De hecho, ya había reventado varias reuniones de simpatizantes nazis enrolados en el Bund Germano Americano, organización que llegó a reunir a 20.000 seguidores en el icónico Madison Square Garden el 20 de febrero de 1939.

El 11 de abril de 1942 se celebraba una reunión secreta en un restaurante de la calle 58 en Nueva York entre Moses Polakoff, Murray Gurfin, fiscal del distrito de Manhattan –a las órdenes de Dewey–, el comandante de la ONIOffice of Naval Intelligence– Haffenden, y Meyer Lansky. Allí le contaron al gánster noticias sobre lo que estaba sucediendo con su pueblo en Europa en los campos nazis e, impresionado, fue autorizado a reunirse con su jefe en Dannemora. Nunca se sabrá qué hablaron en la misma, más allá de lo narrado en unas memorias poco ortodoxas del propio Lansky y algunas conversaciones que mantuvo el «Don» con varios periodistas.

La primera consecuencia pronto se hizo visible. Gurfein les dejó claro que Luciano no recibiría recompensa alguna, sino que se trataba de un deber para con su patria; sin embargo, puesto que Lansky y Polakoff debían reunirse con el jefe mafioso de forma frecuente en vistas a que prosperase la «alianza secreta», que bajo ningún concepto debía trascender a la opinión pública teniendo en cuenta la carrera criminal del jefe de la Cosa Nostra, se barajó la posibilidad de trasladarlo de prisión, primera concesión gubernamental al capo.

Dewey
Great Meadow

A pesar de la voz en contra de Thomas E. Dewey, Luciano fue trasladado de la prisión de Dannemora, conocida como la «Pequeña Siberia» por sus duras condiciones, a la de Great Meadow, en Comstock, muy cerca de Nueva York, donde gozaba de un régimen más abierto, y podía incluso jugar al béisbol. John A. Lyons, responsable del sistema penitenciario neoyorkino, dio instrucciones al alcaide de Great Meadow para que no aplicase a las visitas al «Don» las ordenanzas sobre el registro de huellas digitales para que agentes del Gobierno y mafiosos pudiesen hablar con él en privado. En su nuevo presidio, comenzó a recibir numerosas visitas de sus subordinados, que recibían instrucciones personalmente del otrora Capo di tutti capi.

Bandera del Bund Germano Americano

Agentes del ONI comenzaron a infiltrarse en los muelles sin problema e incluso, gracias a «Socks» Lanza, se les permitió infiltrarse en los sindicatos de estibadores. De hecho, hasta 42 líderes sindicales y trabajadores portuarios opuestos a la Cosa Nostra fueron asesinados en los cuatro años siguientes, apareciendo también los cadáveres de varios miembros de la comunidad alemana neoyorquina flotando en el río con un trozo de seda amarilla cosido a su ropa, con una gran «L» negra dibujada que, al parecer, aludía a Luciano. El trabajo en los muelles continuó sin incidentes para el esfuerzo bélico norteamericano. El siguiente paso era planificar la invasión de Sicilia y golpear a Hitler en la fortaleza Europa.

Este post tendrá una próxima e inminente entrega.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

En mi libro Expedientes Secretos de la Segunda Guerra Mundial (Luciérnaga, 2018) dedico un amplio capítulo a esta operación clandestina. El ensayo que me sirvió de principal referencia y que aborda aquel «secreto de Estado» de la Administración Roosevelt es Aliados de la Mafia, de Tim Newark (Alianza Editorial, 2009), que a su vez bebe de otro previo, The Luciano Project: The Secret Wartime Collaboration of the Mafia and the U.S. Navy, publicado en la lejana fecha de 1977.

Para conocer con detalle el aspecto estratégico y militar (planificación, comandos, comunicaciones…), la editorial Ático de los Libros acaba de publicar un detallado libro que arroja importante información, alguna de ella hasta ahora clasificada: Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa. Un volumen con un proceso documental de infarto y una fuerza narrativa digna del mejor relato de ficción, hasta el punto de que Gerard DeGroot, del diario The Times, ha dicho de él que «El talento de Holland radica en su habilidad de resucitar a estos guerreros con una vívida prosa». No ha sido el único elogio, pues la crítica se muestra unánime a uno y otro lado del Atlántico.

El asalto aliado de Sicilia, el país natal de Lucky Luciano, fue previo al Desembarco de Normandía y bajo el nombre en clave de Operación Husky, fue, a partir del 10 de julio de 1943, la mayor operación anfibia de la historia y el primer gran asalto a la Fortaleza Europa, como reza el subtítulo del ensayo. Y es que el viejo continente estaba blindado en su salida hacia el mar por fuerzas del Tercer Reich. Para facilitar la operación Husky, se puso en marcha otra obra maestra del engaño en inteligencia y de la que hemos hablado en Dentro del Pandemónium, la Operación Carne Picada, que vuelve a estar de actualidad ante el estreno de una nueva película centrada en el caso, El arma del engaño, adaptación del ensayo superventas del periodista británico Ben Macyntire El hombre que nunca existió (a su vez, título de una película de 1956 dirigida por Ronald Neame).

El día 10 de julio de 1943, y en gran parte gracias al engaño a Hitler, cuyo alto mando creyó más probable que una incursión aliada sería por Grecia y no por Sicilia, más de 160.000 tropas británicas desembarcaron en la isla italiana para comenzar el avance hacia el corazón del Reich alemán. Tras una campaña aérea que consolidó una nueva forma de hacer la guerra y señaló el comienzo de la hegemonía aliada en los cielos europeos, la batalla por Sicilia fue una de las campañas más dramáticas y trascendentales de toda la Segunda Guerra Mundial.

Bajo un sol abrasador y en una isla infestada por los mosquitos y las enfermedades y controlada por la mafia (que había recibido instrucciones de facilitar el apoyo a las fuerzas aliadas, en gran parte para vengarse del cerco al que les había sometido Mussolini), los Aliados participaron en combates de una violencia inusitada en entornos hostiles, con recursos limitados y contra un enemigo que se negaba a rendirse.

En este monumental trabajo, James Holland, principal exponente de la nueva generación de historiadores que están reinterpretando aquel sanguinario conflicto (y que ha entrevistado a varios de los supervivientes, de los que cada vez, por desgracia, hay menos), ofrece al lector el apasionante y vívido relato de uno de los grandes puntos de inflexión de la guerra y que cambiaría su rumbo hacia el comienzo del fin del dominio del Eje. Sin la misma, y sin lo que sobrevendría el Día D a partir de otras numerosas operaciones clandestinas que ya abordamos en el blog, la victoria aliada habría sido imposible.

He aquí el enlace para adquirir el libro:

https://aticodeloslibros.com/index.php?id_product=232&controller=product

He aquí el enlace para hacerse

Comandos y operaciones especiales en la II Guerra Mundial (Susaeta):

Y si lo que queremos es realizar un acercamiento, ameno a la vez que instructivo, al gran teatro de operaciones secretas y clandestinas que tuvieron lugar en aquella brutal conflagración, nada mejor que sumergirnos en las páginas, profusamente ilustradas a todo color y acompañadas de mapas y gráficos, de Comandos y operaciones especiales de la II Guerra Mundial, una joya gráfica editada por Susaeta Ediciones. Un recorrido vertiginoso por las unidades de comandos de ambos contendientes que, alcanzando un desarrollo y perfeccionamiento colosal, se desplegaron por desiertos, mares, selvas, acantilados, montañas y urbes asediadas como Stalingrado o Berlín…

Esta magnífica selección –pues fueron tantas que harían falta miles de páginas para detallar cada una de ellas– contempla operaciones famosas como la Operación Fortitude (que permitió el Desembarco de Normandía, el gran asalto a la Fortaleza Europa), o la Operación León Marino, que planeó la invasión –frustrada– de Gran Bretaña por la Wehrmacht, y otras menos conocidas, como la Operación Gleiwitz (una operación de falsa bandera que atribuyó a los polacos el ataque a la frontera alemana y justificó la invasión del país por los ejércitos de Hitler) pero que contribuyeron, algunas de manera decisiva, al resultado final de la mayor sangría conocida por el hombre contemporáneo.

He aquí el enlace para hacerse con este volumen:

https://www.editorialsusaeta.com/es/libros-de-guerra/11847-comandos-y-operaciones-especiales-en-la-ii-guerra-mundial-9788499284859.html