Tomás y Felipe: los Evangelios de la polémica

A finales del siglo XIX unos investigadores franceses dieron a conocer un fragmento inédito del evangelio apócrifo atribuido al apóstol Tomás, escrito en griego y contenido en papiro, hallado también en Nag-Hammadi. Medio siglo después, en el gran hallazgo de los textos gnósticos, se encontró el texto completo, ubicado en el códice II, en concreto desde la página 32 hasta la página 51.

Óscar Herradón ©

Evangelio de Tomás (Source. Wikipedia)

La mayoría de los expertos coinciden en la autenticidad del manuscrito, cuya credibilidad es similar, e incluso superior, al resto de evangelios del Nuevo Testamento. Sin embargo, su contenido revela una forma de elaboración y de enseñanzas completamente diferentes a las contenidas en los textos canónicos. Basado en la doctrina gnóstica, sus consejos y sentencias parecen estar reservadas a un pequeño sector docto, a un grupo de elegidos capaz de interpretar correctamente el mensaje, en el que se insiste en la capacidad de alcanzar la divinidad por uno mismo.

La autoría del texto, que consta de 117 proverbios y diálogos cortos, probablemente pronunciados por Jesús, se atribuye a Judas Tomás Dídimo, a quien el evangelio presenta nada menos que como el hermano de Jesús. Estas enseñanzas fueron supuestamente reveladas por el mismo Mesías a Judas Tomás quien, contrariamente a los autores oficiales del Nuevo Testamento, conoció de primera mano las palabras de Jesús y, lo que es aún más interesante, pudo haber alcanzado, como éste –por lo que se desprende de algunas sentencias– la divinidad, por lo que se habría convertido también en «Cristo». Estas revelaciones no podían, evidentemente, ser admitidas por la Iglesia, aun cuando fuesen verdaderas. Cuestionan todo el dogma sobre el que se ha edificado la «casa de Dios» desde el siglo IV. Muchos investigadores, como Timothy Freke Peter Gandy y Elaine Paigels en especial, creen que de las palabras de Tomás se desprende claramente que el reino de los cielos, Dios, está en uno mismo, por lo que no sería necesaria la existencia de intermediarios. Dios está en todas partes y en cada uno de nosotros –claro corte gnóstico–, como vimos en la anterior entrada en «Dentro del Pandemónium». Ésta es la principal razón por la que el Evangelio de Tomás, junto a otros también «peligrosos», fuera tachado de apócrifo y de esta manera condenado.

Ahora cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que la Iglesia, principal representante de las enseñanzas de Cristo, obviara la importancia de dicho texto cuando fue descubierto, si podía ofrecer mucha más información sobre el verdadero mensaje del Mesías? La respuesta se oculta tras un gigantesco corpus de intereses creados originados con Constantino y el celebérrimo y controvertido Concilio de Nicea.

El Evangelio de Felipe

La duda de si el texto es contemporáneo a Jesús o muy posterior –del siglo II, como apuntan algunas fuentes– sigue vigente, una de las principales bazas de la ortodoxia, además de ser un texto supuestamente no revelado por el Espíritu Santo, para tacharlo de falso y herético. Sin embargo, ¿cómo es posible que un texto que falta a la verdad, que nada tiene que ver con la doctrina de Jesús, se erigiese como fuente fundamental en la redacción de gran parte de los Evangelios Canónicos? Al menos dos terceras partes de los proverbios de este apócrifo los encontramos reflejados en los evangelios de Mateo y Lucas.

El Documento Q

Dichas coincidencias han llevado a diversos autores a plantear la hipótesis de que el Documento Q, al que aludí en un post anterior, sería simplemente otra versión de una colección de dichos de Jesús, al igual que el Evangelio de Tomás. En la actualidad se cree que dicho Documento Q (también conocido como Fuente Q) pudo ser escrito por Felipe, también llamado el quinto evangelista, cuya obra hubiera servido de inspiración y base al resto de los evangelistas «oficiales». El Evangelio de Felipe fue uno de los textos más relevantes, junto al de Tomás, hallados en Nag Hammadi, también de claro corte gnóstico. De ser cierto todo lo que se dice de ambos escritos , y es bastante probable, tachar dichos textos de apócrifos habría sido una de las mayores calumnias de la historia del cristianismo. Volviendo al escrito de Tomás, de la antigüedad del texto dan evidencias diversos testimonios literarios, testimonios probablemente muy posteriores a la redacción del apócrifo: Clemente de Alejandría citaba en su proverbio número dos, sin nombrar la fuente, en uno de sus escritos, la Stromata Remedios– compuesta en el año 190 d.C.: «El que busca no debe dejar de buscar hasta que encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y después de estremecerse se llenará de admiración y reinará sobre el universo».

Dichos indicios, las citas literarias y la clara influencia en los apóstoles, refuerzan la teoría según la cual Tomás habría escrito su evangelio antes que el mismo Mateo. Al igual que en otras religiones, como la hebrea, se sospechaba que podrían haber circulado en el cristianismo antiguo colecciones con los dichos de Jesús, hipótesis que vino a ser corroborada –al menos para algunos– con el descubrimiento de los evangelios de Tomás y Felipe en Nag-Hammadi. Pero, ¿cómo iba a admitir la Iglesia un dogma basado no solo en que cada uno de nosotros puede alcanzar la verdad por sí mismo, sino que Jesús, «hijo único de Dios, engendrado, no creado», como se dejó escrito en Nicea, tenía hermanos, hecho que cuestionaba incluso la virginidad de María?

El Sermón del Monte, por Carl Bloch (1877) Source: Wikipedia

Ante la evidencia de que muchos textos, también los canónicos, afirmaban esta realidad, el cristianismo ortodoxo se apresuró a decir que dichos «hermanos de Jesús» no eran sino hijos de un matrimonio anterior de José. Nada así, sin embargo, se recoge en las Escrituras. ¿Era esto verdad u otra manipulación de la verdadera historia de Jesús? ¿Quién miente, estas escrituras apócrifas, probablemente algunas contemporáneas al Mesías, o la gran corporación que dicta su ley desde el trono de San Pedro? Muchas preguntas sin una respuesta firme pero que, desde luego, despiertan inquietud, y deberían hacerlo también –o sobre todo– entre los creyentes. A veces no es necesario ocultar la verdad, pues el hombre no siente la necesidad de saber, de indagar, de comprender y desenmascarar las farsas de la historia. Por ello, probablemente, seguimos cometiendo los mismos errores que en el pasado: censurando, condenando e incluso quemando aquello que no es de nuestro agrado. Nag-Hammadi es un claro ejemplo, pero hay muchos más. Junto a este gran descubrimiento, poco tiempo después, acaeció otro de gran importancia también para la historia de las religiones, el judaísmo y los primeros cristianos, del que hemos hablado detenidamente en el interior del «Pandemónium»: los rollos del Mar Muerto.

PARA SABER MÁS:

Además de sumergirse en alguna de las ediciones que existen en castellano sobre los evangelios gnósticos, y en los estudios citados en el post dedicados al asunto, para profundizar en la figura del Jesús histórico, muy alejado del postulado mítico de la ortodoxia, nada mejor que acercarse al nuevo trabajo de uno de los investigadores que más saben a nivel mundial sobre los estudios bíblicos y sobre la figura del Mesías cristiano, el filólogo e historiador español Antonio Piñero.

Hace unas semanas, la editorial Trotta publicaba su último trabajo: El Jesús Histórico. Otras aproximaciones. Reseña crítica de algunos libros significativos en lengua española, un acercamiento plagado de erudición y laboriosa documentación a los más importantes textos –y muchos otros menores– que giran en torno a la figura de Cristo desde una perspectiva historiográfica, no sujeta a lo dictado por iglesia alguna y con una finalidad crítica. Para el autor, se trata de construir una imagen de Jesús sobre la base de lo que razonablemente podemos saber hoy sobre él utilizando todas las herramientas usuales en la investigación de la historia antigua.

La lista de libros comentados en estas páginas, señala la sinopsis, no es muy grande si tenemos en cuenta que sobre el personaje se escriben cerca de mil libros al año, aunque la mayoría sin valor historiográfico alguno. Piñero cree que con los libros presentados en este revelador trabajo el lector tendrá las suficientes herramientas intelectuales para formarse una idea de cómo debe discurrir hoy día la investigación del Jesús de la historia. La imagen del Nazareno así construida demuestra que su vida, aun siendo la de un personaje históricamente remoto, está totalmente viva en la inmensa mayoría de los cristianos, una vida que por ello sigue interesando por sí misma, también a los no creyentes y a quienes profesan otras religiones.

Aquí tenéis el enlace de la editorial para adquirir el ensayo en papel o en E-book:

https://www.trotta.es/libros/el-jesus-historico-otras-aproximaciones/9788498799866/

Nag-Hammadi: los evangelios apócrifos (la Palabra de Dios se tambalea, parte 2)

En diciembre de 1945, cuando el mundo comenzaba a despertar de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el pastor Mohammed Ali Samman realizó un descubrimiento sin precedentes en la ciudad egipcia de Nag-Hammadi (nombre que en árabe significa «Pueblo de Alabanza»), solo al que dos años después tendría lugar en Qumrán, a orillas del Mar Muerto.

El conjunto de libros de Nag-Hammadi estaba formado por textos religiosos y herméticos, de claro corte gnóstico, algunas obras de sentencias morales, reescrituras de textos clásico –curiosamente La República de Platón- y lo más importante: parte de los llamados Evangelios Apócrifos. Su descubrimiento significó una revolución en la historia de las religiones y, según muchos historiadores, obligaba a una reescritura del cristianismo. La Iglesia católica, sin embargo, se mantuvo firme y condenó estos textos como falsos, apócrifos y no inspirados por el Espíritu Santo.

A pesar de transcurrir 1600 años desde que los cristianos perseguidos los escondieran, y de hallarse en pleno siglo XX, Era supuestamente de la razón y el pensamiento científico, los textos siguieron tildándose desde las altas esferas de la ortodoxia como malditos. No importaba que ofreciesen información vital sobre las enseñanzas de los cristianos primitivos; que, probablemente, fueran escritos algunos de ellos incluso antes que los Evangelios Canónicos -lo que les dotaría de una verosimilitud mayor que la de estos últimos- o que revelasen la verdadera existencia de Jesús en la Palestina de su época. Cuestionaban diecisiete siglos de normas, leyes y «mandatos divinos». Para la Santa Sede eran, y siguen siendo, textos heréticos escritos por personajes ajenos a la divinidad.

Algunos recogían parte del conocimiento hermético proveniente de Egipto y que pasaría a llamarse, los siglos posteriores, Corpus Hermeticum –en el Asclepius se recogen parte de estos dictados-. De claro corte gnóstico, con enseñanzas esotéricas reservadas a unos pocos elegidos, al igual que la mayoría de los Evangelios encontrados, y con un lenguaje difícil, poseían una fuerte inspiración egipcia. El Códice IV de Nag-Hammadi está compuesto por la Ogdoada y la Enneada, y un tercer tratado de título desconocido. Los tres textos exponían el corpus de la doctrina hermética y hablaban sobre el camino iniciático cuya finalidad era la «iluminación divina».

Sin embargo, a pesar del interés que puedan suscitar dichos textos esotéricos y herméticos, los más relevantes de todos los manuscritos encontrados en Nag-Hammadi fueron los Evangelios Gnósticos de Tomás y Felipe, cuyo contenido, desconocido u olvidado por la ortodoxia, ofrece una visión muy distinta de las enseñanzas de Jesús a sus discípulos.

Antes de adentrarnos en sus desconcertantes páginas, veamos una lista completa de los escritos «malditos» hallados en el Alto Egipto:

Códice I (también conocido como Códice Jung):

  1. Oración del apóstol Pablo
  2. El Libro secreto de Santiago
  3. El Evangelio de la verdad
  4. El Tratado de la resurrección
  5. El Tratado tripartita

Códice II:

  • El Libro Secreto de Juan
  • El Evangelio según Tomás
  • El Evangelio según Felipe
  • El Hipostas de los arcontes
  • Sinfonía de la herejía 40 del Panarion de los arcontes
  • La Exégesis del alma
  • El Libro de Tomás el Atleta

Códice III:

  1. El Libro secreto de Juan
  2. El Evangelio de los Egipcios
  3. Eugnosto el Dichoso
  4. La Sofía e Jesús Cristo
  5. El Diálogo del Salvador

Códice IV:

  1. El Libro Secreto de Juan
  2. El Evangelio de los Egipcios

Códice V:

  • Eugnosto el Dichoso
  • Apocalipsis de Pablo
  • Apocalipsis de Santiago
  • Apocalipsis de Santiago
  • Apocalipsis de Adán

32. Fragmento de Asclepio

Códice VI:

  • Los Actos de Pedro y de los doce apóstoles
  • El Trueno, intelecto perfecto
  • Authentikos Logos
  • Aisthesis dianoia noèma
  • Paso paráfrasis de la República de Platón
  • Discurso sobre la ogdoada y la enneada
  • La Oración de acciones de gracias
  • Apocalipsis de Pedro
  • Enseñanzas de Siluanos
  • Las Tres Estelas de Set

Códice VII:

     33. La Paráfrasis de Sem

     34. El Segundo Tratado del gran Set

Códice VIII:

     38. Zostrianos

     39. La Epístola de Pedro a Felipe

Códice IX:

     40. Melquisedeq

     41. El Pensamiento de Norea

     42. El Testimonio de la Verdad

Códice X:

     43. Marsanès

Códice XI:

     44. La interpretación del conocimiento

     45. Exposiciones valentinianas

     46. Revelaciones recibidas por Allogene

     47. Hipsifrones

Códice XII:

     48. Las Sentencias del Sexto

     49. Fragmento central del Evangelio de la Verdad

     50. Fragmentos no identificados

Códice XIII:

     51. La Protennoia trimorfa

     52. Fragmento del 5º tratado del códice II

Lo más destacable de todos estos manuscritos -algunos repetidos en distintos códices-, además de su importante contenido histórico, es la forma en que fueron redactados, siguiendo los dictados de la doctrina gnóstica, que impregna la totalidad de los textos. En el próximo post reflexionaremos sobre lo que en el seno de las religiones mistéricas de la antigüedad se entendía por gnosticismo.

TO BE CONTINUED…

El enigma de los rollos del Mar Muerto (II)

A pesar de los tiempos inciertos que vivimos y de que la pandemia y el confinamiento hayan provocado que muchos yacimientos estuvieran inactivos durante meses, la arqueología está de enhorabuena: han hallado nuevos fragmentos de los manuscritos del Mar Muerto por primera vez en 60 años. El descubrimiento no es baladí, y nos sirve para recordar en «Dentro del Pandemónium» la historia y el valor de estos documentos capitales de la antigüedad.

Óscar Herradón ©

En un primer momento solo investigadores católicos tuvieron acceso al inédito material. Bajo la supervisión de la Comisión Bíblica Pontificia, dirigida por el Vaticano, el padre dominico y arqueólogo Roland De Vaux se encargó de dirigir al grupo de analistas y estudiosos de los pergaminos. El carácter marcadamente antisemítico de muchos de ellos evitó que durante décadas la comunidad judía, principal interesada por su contenido –la mayoría de los escritos versaban sobre la historia antigua del judaísmo y estaban escritos en hebreo– pudiera estudiar el contenido de los mismos. Hoy, como vemos, eso ha cambiado radicalmente, y son los israelíes los que están a la cabeza de las investigaciones actuales.

Todo aquél círculo de secretismo, agudizado por problemas políticos, llevó a que algunos investigadores como Michel Baigent y Richard Leight, autores del famoso libro El Enigma Sagrado, plantearan la hipótesis de una conspiración del mismísimo Vaticano para evitar que salieran a la luz grandes secretos relacionados con la vida de Jesús y el cristianismo primitivo. El tiempo ha demostrado, una vez hechos públicos los rollos, que la Santa Sede, a pesar de su habitual tendencia al oscurantismo, no tenía mucho que esconder, a diferencia del caso de los escritos de Nag-Hammadi. Es cierto, como veremos, que muchos de los contenidos traducidos indican una posible relación de Jesús con los autores de los mismos, si bien estas coincidencias no son tan claras como para llevar a cabo una conspiración de tales dimensiones –si había razones para ella en relación con los Evangelios Apócrifos, en concreto el de Tomás, que ponía en entredicho aspectos importantes del dogma cristiano oficial–, aunque siempre quedará la duda de cuáles fueron realmente las intenciones de la Santa Sede sobre los rollos.

Aunque probablemente exagerada, la teoría del complot cobró mayor fuerza cuando el citado De Vaux, que falleció en el año 1971, concedió los derechos para el estudio de los textos en su testamento a otro dominico, el padre Pierre Benoit. ¿Qué tenían los católicos que esconder? Probablemente, como afirma el experto Stephen Hodge, no demasiado, pudiendo explicarse la actuación de De Vaux al margen del planteamiento conspiranoico por su profundo antisemitismo –no quería ni oír hablar de que historiadores judíos estudiasen los textos, que creía de su propiedad– y la tendencia general del erudito a acaparar para sí mismo y su cerrado círculo aquello que entra dentro de su campo de estudio.

De Vaux

Cuando Benoit murió en 1986, los textos pasaron a manos de otro católico, John Strutgell, quien, junto a sus colegas, no había publicado ni un solo texto encontrado en Qumrán en nada menos que 33 años. Tras una entrevista en la que desveló su faceta antisemita y antiisraelí, fue supuestamente presionado y obligado a dimitir, por lo que las autoridades hebreas pusieron el proyecto en 1991 en manos de Emanuel Tov, profesor de estudios bíblicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien, sin embargo, perpetuó la regla del secretismo iniciado por sus antagónicos predecesores, prohibiendo el acceso a los textos excepto a unos pocos personajes de su confianza.

Strutgell

Sin embargo, nadie podía evitar ya, ni siquiera el egocéntrico Tov, el acceso de eruditos de toda índole a unos textos sobre los que pesaba el marchamo de «malditos» y que parecían condenados a permanecer ocultos. Finalmente, comenzaron a publicarse fotografías y traducciones de éstos en la revista de la Biblical Archaeological Society en septiembre de 1991. Comenzaba, por fin, a desvelarse el misterio.

Los escritos hallados en Qumrán

Tras el hallazgo de nada menos que once cuevas a orillas del Mar Muerto, l7os textos comenzaron a ser clasificados. ¿Con qué se toparon arqueólogos y filólogos? La mayoría de  los manuscritos correspondían a pasajes bíblicos del Antiguo Testamento, algunos de ellos inéditos, o versiones diferentes de historias ya conocidas. Los siete manuscritos originales encontrados en la Cueva 1, descubierta por los pastores, fueron los siguientes:

  1. Una copia del Libro de Isaías.
  2. Otro fragmento de Isaías.
  3. Un comentario de los dos primeros capítulos de Habanuc.
  4. El Manual de la Disciplina o Norma de la Comunidad, una valiosa fuente de información sobre la secta religiosa de Qumrán, a la que supuestamente se debe la copia de los manuscritos y de la que hablaré en un próximo post.
  5. Una colección de salmos y alabanzas conocida como «Himnos de Acción de Gracias».
  6. El Libro del Génesis con notas en arameo.
  7. La Norma de la Guerra, un extraño y extraordinario relato apocalíptico que narra la inminente lucha de los llamados «Hijos de la Luz» con los «Hijos de las Tinieblas» en los últimos días antes del fin de los tiempos.

Abordar la colección completa del Mar Muerto sería imposible, pues nos desviaríamos de la intencionalidad divulgativa –e inmediata– de este post. El lector interesado puede adentrarse en las páginas de magníficos volúmenes íntegramente dedicados al tema, desde los clásicos estudios pioneros de la teoría conspiranoica de Baigent y Leigh o el polémico Robert Eisenman, hasta los más recientes de Stephen Hodge o el historiador español Mariano Fernández Urresti, ambos publicados por la editorial Edaf.

Emanuel Tov

Citaré, no obstante, algunos de ellos por la importancia de su contenido. Debo señalar, sin embargo, que el total de los fragmentos encontrados en Qumrán representa los restos de 850 manuscritos, pero de ellos no ha sobrevivido más del 50 por ciento, por lo que es evidente que mucha información vital de este combativo período de la historia de la antigüedad permanecerá para siempre en el más absoluto de los misterios. Quizá los nuevos hallazgos de los arqueólogos del AAI israelí revelen datos importantes para su comprensión. Habrá que esperar un tiempo.

Entre los hallados originalmente en la Cueva 1, destaca la importancia del texto de Isaías, uno de los pocos que ha llegado completo hasta nuestro días, La Regla de la Comunidad y La Norma de la Guerra. De todos los pergaminos encontrados en Qumrán, la mayor parte corresponde a manuscritos bíblicos, los más antiguos que se conocen hasta el momento; hasta el día del maravilloso descubrimiento, los textos hebreos conocidos más antiguos eran copias de los siglos IX y X d.C. realizadas por los Masoretas, un grupo de escribas judíos. Ya solo por la antigüedad de los rollos del desierto, suponen un tesoro sin precedentes.

El más sorprendente de los textos, por su naturaleza, es el conocido como «Rollo de Cobre» (catalogado como 3Q15) que, con98servado en un soporte totalmente diferente, tardó muchos años en poder ser leído. Su contenido se escribió en una plancha de cobre, a diferencia del resto. Finalmente, pudo ser abierto gracias a una moderna técnica mediante la que fue cortado en tiras. Entre sus «páginas» se halló una lista, escrita en hebreo tardío, que contenía 64 objetos, la mayoría metales preciosos y joyas, que habían sido escondidos y procedían supuestamente del Tesoro del Templo de Jerusalén, además de las indicaciones precisas para encontrarlos. Podréis suponer la expectación que despertó esta enigmática lista entre arqueólogos, aventureros y buscadores de tesoros. Por desgracia, hasta el momento, y tras interminables búsquedas, no han sido descubiertos, si es que alguna vez existieron más allá de sueños de celuloide a lo Indiana Jones. En el «Rollo de Cobre» se habla de una cantidad de nada menos que ¡60 toneladas de oro escondidas en algún lugar del desierto de Judea!

Parte del enigmático «Rollo de Cobre» (Fuente: Wikipedia. Free License)

Al margen de la expectación despertada por este misterioso texto, los escritos que más polémica desataron fueron los que se referían a «la Comunidad», una enigmática secta que habitaba en el desierto a orillas del Mar Muerto durante la época del Segundo Templo, y que algunos investigadores, como el padre De Vaux, se apresuraron a identificar con los esenios, según éste, una orden monástica ascética y célibe, aunque el tiempo demostró que el dominico se equivocaba en muchas cosas. Esta postura sigue siendo objeto de una agria polémica. Las excavaciones que tuvieron lugar años después en la zona, en la fortaleza de Masada, a algunos kilómetros de Qumrán y en los cementerios donde enterraban a sus muertos, demostraron que la secta no guardaba el celibato, pues encontraron los cadáveres de varios niños y mujeres que evidentemente vivieron con ellos. Ahora, los nuevos hallazgos del equipo liderado por Oren Abelman podrían revelar quiénes eran realmente, y si se trataba, efectivamente, de una secta judía…

Este post tendrá una continuación en breve.