A finales del siglo XIX unos investigadores franceses dieron a conocer un fragmento inédito del evangelio apócrifo atribuido al apóstol Tomás, escrito en griego y contenido en papiro, hallado también en Nag-Hammadi. Medio siglo después, en el gran hallazgo de los textos gnósticos, se encontró el texto completo, ubicado en el códice II, en concreto desde la página 32 hasta la página 51.
Óscar Herradón ©
La mayoría de los expertos coinciden en la autenticidad del manuscrito, cuya credibilidad es similar, e incluso superior, al resto de evangelios del Nuevo Testamento. Sin embargo, su contenido revela una forma de elaboración y de enseñanzas completamente diferentes a las contenidas en los textos canónicos. Basado en la doctrina gnóstica, sus consejos y sentencias parecen estar reservadas a un pequeño sector docto, a un grupo de elegidos capaz de interpretar correctamente el mensaje, en el que se insiste en la capacidad de alcanzar la divinidad por uno mismo.
La autoría del texto, que consta de 117 proverbios y diálogos cortos, probablemente pronunciados por Jesús, se atribuye a Judas Tomás Dídimo, a quien el evangelio presenta nada menos que como el hermano de Jesús. Estas enseñanzas fueron supuestamente reveladas por el mismo Mesías a Judas Tomás quien, contrariamente a los autores oficiales del Nuevo Testamento, conoció de primera mano las palabras de Jesús y, lo que es aún más interesante, pudo haber alcanzado, como éste –por lo que se desprende de algunas sentencias– la divinidad, por lo que se habría convertido también en «Cristo». Estas revelaciones no podían, evidentemente, ser admitidas por la Iglesia, aun cuando fuesen verdaderas. Cuestionan todo el dogma sobre el que se ha edificado la «casa de Dios» desde el siglo IV. Muchos investigadores, como Timothy Freke Peter Gandy y Elaine Paigels en especial, creen que de las palabras de Tomás se desprende claramente que el reino de los cielos, Dios, está en uno mismo, por lo que no sería necesaria la existencia de intermediarios. Dios está en todas partes y en cada uno de nosotros –claro corte gnóstico–, como vimos en la anterior entrada en «Dentro del Pandemónium». Ésta es la principal razón por la que el Evangelio de Tomás, junto a otros también «peligrosos», fuera tachado de apócrifo y de esta manera condenado.
Ahora cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que la Iglesia, principal representante de las enseñanzas de Cristo, obviara la importancia de dicho texto cuando fue descubierto, si podía ofrecer mucha más información sobre el verdadero mensaje del Mesías? La respuesta se oculta tras un gigantesco corpus de intereses creados originados con Constantino y el celebérrimo y controvertido Concilio de Nicea.

La duda de si el texto es contemporáneo a Jesús o muy posterior –del siglo II, como apuntan algunas fuentes– sigue vigente, una de las principales bazas de la ortodoxia, además de ser un texto supuestamente no revelado por el Espíritu Santo, para tacharlo de falso y herético. Sin embargo, ¿cómo es posible que un texto que falta a la verdad, que nada tiene que ver con la doctrina de Jesús, se erigiese como fuente fundamental en la redacción de gran parte de los Evangelios Canónicos? Al menos dos terceras partes de los proverbios de este apócrifo los encontramos reflejados en los evangelios de Mateo y Lucas.
El Documento Q
Dichas coincidencias han llevado a diversos autores a plantear la hipótesis de que el Documento Q, al que aludí en un post anterior, sería simplemente otra versión de una colección de dichos de Jesús, al igual que el Evangelio de Tomás. En la actualidad se cree que dicho Documento Q (también conocido como Fuente Q) pudo ser escrito por Felipe, también llamado el quinto evangelista, cuya obra hubiera servido de inspiración y base al resto de los evangelistas «oficiales». El Evangelio de Felipe fue uno de los textos más relevantes, junto al de Tomás, hallados en Nag Hammadi, también de claro corte gnóstico. De ser cierto todo lo que se dice de ambos escritos , y es bastante probable, tachar dichos textos de apócrifos habría sido una de las mayores calumnias de la historia del cristianismo. Volviendo al escrito de Tomás, de la antigüedad del texto dan evidencias diversos testimonios literarios, testimonios probablemente muy posteriores a la redacción del apócrifo: Clemente de Alejandría citaba en su proverbio número dos, sin nombrar la fuente, en uno de sus escritos, la Stromata –Remedios– compuesta en el año 190 d.C.: «El que busca no debe dejar de buscar hasta que encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y después de estremecerse se llenará de admiración y reinará sobre el universo».
Dichos indicios, las citas literarias y la clara influencia en los apóstoles, refuerzan la teoría según la cual Tomás habría escrito su evangelio antes que el mismo Mateo. Al igual que en otras religiones, como la hebrea, se sospechaba que podrían haber circulado en el cristianismo antiguo colecciones con los dichos de Jesús, hipótesis que vino a ser corroborada –al menos para algunos– con el descubrimiento de los evangelios de Tomás y Felipe en Nag-Hammadi. Pero, ¿cómo iba a admitir la Iglesia un dogma basado no solo en que cada uno de nosotros puede alcanzar la verdad por sí mismo, sino que Jesús, «hijo único de Dios, engendrado, no creado», como se dejó escrito en Nicea, tenía hermanos, hecho que cuestionaba incluso la virginidad de María?
Ante la evidencia de que muchos textos, también los canónicos, afirmaban esta realidad, el cristianismo ortodoxo se apresuró a decir que dichos «hermanos de Jesús» no eran sino hijos de un matrimonio anterior de José. Nada así, sin embargo, se recoge en las Escrituras. ¿Era esto verdad u otra manipulación de la verdadera historia de Jesús? ¿Quién miente, estas escrituras apócrifas, probablemente algunas contemporáneas al Mesías, o la gran corporación que dicta su ley desde el trono de San Pedro? Muchas preguntas sin una respuesta firme pero que, desde luego, despiertan inquietud, y deberían hacerlo también –o sobre todo– entre los creyentes. A veces no es necesario ocultar la verdad, pues el hombre no siente la necesidad de saber, de indagar, de comprender y desenmascarar las farsas de la historia. Por ello, probablemente, seguimos cometiendo los mismos errores que en el pasado: censurando, condenando e incluso quemando aquello que no es de nuestro agrado. Nag-Hammadi es un claro ejemplo, pero hay muchos más. Junto a este gran descubrimiento, poco tiempo después, acaeció otro de gran importancia también para la historia de las religiones, el judaísmo y los primeros cristianos, del que hemos hablado detenidamente en el interior del «Pandemónium»: los rollos del Mar Muerto.
PARA SABER MÁS:
Además de sumergirse en alguna de las ediciones que existen en castellano sobre los evangelios gnósticos, y en los estudios citados en el post dedicados al asunto, para profundizar en la figura del Jesús histórico, muy alejado del postulado mítico de la ortodoxia, nada mejor que acercarse al nuevo trabajo de uno de los investigadores que más saben a nivel mundial sobre los estudios bíblicos y sobre la figura del Mesías cristiano, el filólogo e historiador español Antonio Piñero.
Hace unas semanas, la editorial Trotta publicaba su último trabajo: El Jesús Histórico. Otras aproximaciones. Reseña crítica de algunos libros significativos en lengua española, un acercamiento plagado de erudición y laboriosa documentación a los más importantes textos –y muchos otros menores– que giran en torno a la figura de Cristo desde una perspectiva historiográfica, no sujeta a lo dictado por iglesia alguna y con una finalidad crítica. Para el autor, se trata de construir una imagen de Jesús sobre la base de lo que razonablemente podemos saber hoy sobre él utilizando todas las herramientas usuales en la investigación de la historia antigua.
La lista de libros comentados en estas páginas, señala la sinopsis, no es muy grande si tenemos en cuenta que sobre el personaje se escriben cerca de mil libros al año, aunque la mayoría sin valor historiográfico alguno. Piñero cree que con los libros presentados en este revelador trabajo el lector tendrá las suficientes herramientas intelectuales para formarse una idea de cómo debe discurrir hoy día la investigación del Jesús de la historia. La imagen del Nazareno así construida demuestra que su vida, aun siendo la de un personaje históricamente remoto, está totalmente viva en la inmensa mayoría de los cristianos, una vida que por ello sigue interesando por sí misma, también a los no creyentes y a quienes profesan otras religiones.
Aquí tenéis el enlace de la editorial para adquirir el ensayo en papel o en E-book:
https://www.trotta.es/libros/el-jesus-historico-otras-aproximaciones/9788498799866/