Payasos «asesinos»: algo más que una moda pasajera (II)

Este año no han causado los mismos estragos, quizá porque ya se ha encargado el Covid de desconcertarnos en un grado mucho mayor, y por desgracia más mortífero. No obstante, ante el debate en redes sobre si realmente se está trabajando en el proyecto de It capítulo 3, con regreso delirante del Pennywise de Stephen King, y con la resaca de un Halloween con mascarillas sanitarias en detrimento de terroríficas máscaras de látex o maquillajes imposibles, más por obligación que por placer, el fenómeno de los «payasos asesinos» vuelve a estar de actualidad. Recordamos sus excesos

Óscar Herradón ©

Pexels (Free License) Cottonbro

Pronto la CNN, aquel 2016, informaba de que la psicosis colectiva había saltado a Europa y que la moda «payasa» había causado numerosos incidentes en diversas localidades de Reino Unido: en Cumbria, por ejemplo, se los pudo ver en distintos lugares portando cuchillos y otras armas. En Durham, las autoridades investigaron la persecución de un hombre disfrazado que persiguió a cuatro niños con un cuchillo en lo que parece ser una grotesca broma globalizada. La policía de la región de Thames Valley, al oeste de Londres, registró hasta 14 casos en un solo fin de semana.

Por otro lado, un usuario de Facebook de la localidad de Leicestershire señaló que: «Estaba caminando por el cementerio de Shelthorpe en la acera junto a la escuela y se me acercó lo que solo puede ser descrito como un payaso con un hacha. Nunca he estado tan aterrorizado en mi vida».

También hubo notables incidentes en Australia y Canadá, donde se reportaron avistamientos en Quebec, Halifax, Gatineau, Ontario, Toronto y Ottawa, entre otros populosos lugares.

Pexels (Emre Kuzu)

En Mexicali, Baja California, era detenido a primeros de octubre de aquel año un menor de 15 años de edad ataviado con una máscara de payaso –bastante cutre, todo sea dicho– y un hacha, por la Dirección de Seguridad Pública en el Valle de Puebla. Fue identificado como Víctor Javier y, por gracioso, no tardó en tener su propia ficha policial y su posado ante las cámaras dio la vuelta al mundo.

También en México, en la ciudad de Querétaro, fueron detenidos el 18 de octubre de aquel año cinco adolescentes disfrazados de clowns que según la policía amenazaban a las personas con golpearlas con bates de béisbol, aunque no se les pudo importar cargos por ser todos menores.

Una cuenta de Twitter llamada Clown Sightings («Avistamientos de payasos») contaba entonces con casi 100.000 seguidores y compartía decenas de vídeos y fotos de casos en Norteamérica y otros lugares del orbe, extendiendo la fiebre coulrofóbica como nunca antes.

Pero el incidente más grave relacionado con el asunto fue el ataque a un payaso asesino en Berlín: un joven de 14 años apuñalaba a un chico de 16 que le asustó disfrazado de tal guisa, resultando que era un conocido de su colegio. Era el 24 de octubre de 2016 y el portavoz de la policía berlinesa Thomas Neuendorf lamentó el suceso en unas declaraciones a la emisora pública regional radioeins: «Ayer pasó lo que nos estábamos temiendo, que todo esto escalase», informaba al día siguiente EFE.

Y es que los creepy clowns consiguieron en muchos sitios el efecto contrario al de su intención primera: en vez de asustar a las gentes, fueron objeto de todo tipo de agresiones por parte de sus «víctimas», hasta el punto de que se han hicieron virales también los vídeos en los que estos incautos eran golpeados. Es más, en algunos lugares aparecieron una suerte de justicieros que, también disfrazados, en este caso de sus superhéroes favoritos, a cuál más hortera, se pusieron a patrullar las calles en busca de «payasos asesinos». A la aparición del payaso diabólico catalán, que utilizaba la cuenta de Instagram #LleidaClown y amenazaba con salir a sembrar el terror bajo el lema «Andad de día, que la noche es mía», colgando hasta 14 tétricas fotografías nocturnas merodeando por las calles del centro de la ciudad, antes de dar de baja la cuenta, le salió un competidor: un Batman justiciero que afirmó que saldría a darle caza, algo que ya pasara también en Inglaterra o, semanas después, cuando la policía de Fairport (Nueva York) hizo público un comunicado en el que, irónicamente, afirmaba que había pedido la ayuda del hombre murciélago para perseguir a los killer clowns. Ya había pasado Halloween y seguían dando que hablar.

La de Berlín no fue la única agresión con arma blanca. En Suecia, concretamente en la localidad de Tvaaker, un desconocido vestido de clown se acercó a un hombre y le apuñaló en el hombro. Sin embargo, también se acumularon en medio de aquella ola de histerismo las denuncias falsas. Por ejemplo, durante días en nuestro país corrió la noticia de que un grupo de «payasos diabólicos» habían agredido a un joven de 19 años con una llave inglesa. Finalmente, la policía descubrió que se había infligido las heridas y lo había hecho a modo de «broma», asegurando que nunca imaginó sus consecuencias.

Antes del Halloween de hace cuatro años, se sucedieron altercados que incrementaron la histeria por la viralización del fenómeno: en la ciudad valenciana de Paterna, la Jefatura de Policía llegó a emitir un comunicado con una serie de recomendaciones a los vecinos de cómo actuar ante los avistamientos de «payasos diabólicos». El Jefe de la Policía Local, Rafael Mestre, señaló que éstos «pueden convertirse en un riesgo debido a su rápida propagación por Internet». Los incidentes fueron incontables…

Tras la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, los incidentes se siguieron sucediendo: en León era golpeado en la boca un chico disfrazado de payaso por un grupo de jóvenes. Y las noticias no dejaban de surgir: el día 2, la Policía Municipal de Pamplona acudía a una llamada de unas jóvenes de 13 años que aseguraban haber sido amenazadas por un clown que esgrimía un cuchillo.

Coulrofobia, algo más que temor

El miedo irracional a los payasos y mimos tiene su origen en una palabra griega, según la cual el prefijo coulro proviene de un término cuyo significado era «aquél que va sobre zancos», puesto que antiguamente eran numerosas las ocasiones en las que los bufones –antecesores de los payasos– y más tarde éstos, como puede apreciarse aún hoy en circos y desfiles carnavalescos, iban precisamente sobre zancos, causando un mayor pavor entre las gentes.

Un estudio de la Universidad de Sheffield incide en que es a los niños a quien más afecta, aunque también hay casos, dignos de estudio, de coulrofobia entre adolescentes y adultos. Al parecer, según documentó el periodista Finlo Rohrer en 2008 en un artículo para la BBC titulado Why are clowns scary?, a los niños les asusta, por ejemplo, que las habitaciones de hospital estén decoradas con muñecos o dibujos que representan a estos personajes, y eso que es un lugar habitual al que acuden los Clowns para amenizar las enfermedades de los pequeños. Y por lo general, su efecto es muchísimo más positivo que negativo.

A esta fobia han contribuido sin duda el cine y la literatura de terror, así como la industria del videojuego, que han explotado la figura del clown como un ser maligno que poco tiene que ver con la realidad.

Por otra parte, hay exégetas que rastrean el origen de la palabra inglesa clown en el antiguo vocablo clod, cuyo significado es «aldeano», y que aludía a que los primeros payasos de circo utilizaban grotescas vestiduras de origen campesino generando parodias con la intención de arrancar el regocijo de los espectadores durante los festejos populares, que acompañaban de cabriolas, volatines, saltos y acrobacias varias, según señala el libro El maravilloso mundo del circo.  En relación con este origen de la palabra clown, se puede encontrar en la Red una historia que huele a creepypasta originada a raíz de la psicosis generada en todo el mundo con los payasos cuatro años atrás y que toma algo de sus verdaderas raíces, mezclándolo con ingredientes del más puro género gore.

A pesar de su tufillo apócrifo, el relato no desmerece de lo que venimos contando en este artículo: según una creencia popular, clown proviene de un antiguo vocablo cuyo significado, como dije, era aldeano, y su origen se rastrea hasta tiempos inmemoriales –lo que da que pensar–, en las zonas altas de las montañas heladas de una villa europea de nombre Momokha –de la que no he hallado referencias tangibles–, donde existían unos seres alargados y deformes conocidos como Crathull o Clouides que salían de las oquedades de las montañas para secuestrar y devorar niños, pues pensaban que su pureza les daba a la carne un sabor único y especial.

Las crónicas, si es que realmente existen más allá de la Red de Redes, señalan que su piel era verdosa pero con el rostro blanco y la nariz roja por el frío extremo, grandes ojos amarillentos por su adaptación a la oscuridad, dientes enormes y torcidos, con el cabello alborotado de color rojizo a causa de las abundantes salpicaduras de sangre de sus execrables crímenes. Además, sus pies eran largos y deformes.

Existen dos versiones sobre quiénes eran realmente: una afirma que las gentes llegaron a pensar que se trataba de demonios del inframundo que surgieron de las cavernas subterráneas para devorar a los infantes, los únicos que les daban vitalidad para sobrevivir en la superficie. Otra versión señala que eran una familia de hombres deformes provenientes de circos clandestinos que, en la línea de la película Las colinas tienen ojos, escogieron el interior de las montañas como hogar, desarrollando «una alimentación salvaje y carnívora».

Durante el invierno o en medio de fuertes tormentas, los crathull bajaban a los pueblos cercanos durante la noche, disfrazados de aldeanos para pasar desapercibidos, acercarse a los niños y, tras estrangularlos, llevarse sus cuerpos. Pasados los años, los lugareños, dejando el temor a un lado, comenzaron a perseguirlos. Después los degollaban, los desollaban y se colocaban su piel encima imitando su modo de caminar, para burlarse de ellos, celebrando así su victoria sobre el mal. La costumbre fue pasando de generación en generación y el disfraz de Crathull, con nuevos aderezos, se fue convirtiendo en algo familiar, y, contrariamente a los personajes amenazantes de los que nació, se convirtieron en sujetos estrafalarios y graciosos, adaptando sus vestimentas según la época.

Este post continuará, muy a pesar del acecho de los enojosos crathull