La conspiración del rock (II)

Desde que los Rolling Stones se autoproclamaron «Sus Satánicas Majestades», el mundo del rock ha sido relacionado con el Maligno y su cohorte de acólitos que, guitarra en mano, realizaban su particular aquelarre musical para invocar –y deleitar– al príncipe de las tinieblas.

Óscar Herradón ©

El «pacto con el diablo» ha sido una de las leyendas rockeras más habituales entre conspiracionistas, que en una época tan lejana como principios del siglo pasado, ya se atribuía al guitarrista de blues Robert Johnson, quien, para alcanzar el estrellato, habría llegado a un acuerdo con el diablo en un cruce de caminos de vaya usted a saber dónde. Probablemente en algún descampado de la América oriunda. La lista de personajes marcados por el malditismo satánico es extensa: los rockers Eddie Cochran, Gene Vincent, Buddy Holly, Johnny Burnette y Vince Tayler, ninguno de los cuales alcanzó la edad adulta, falleciendo fatalmente, algunos de ellos en extrañas circunstancias; ni qué decir tiene en los tiempos en los que el rock se erigió en la música de la contracultura.

Black Sabbath coqueteó con el satanismo –que utilizó a modo de marketing de forma brillante– en todos sus años en activo, y su líder, Ozzy Osbourne, gustaba de aparecer, en su época en solitario, ataviado en las portadas de sus discos cual émulo del maligno, con cuernos y todo. Pero los años pasan factura, y los excesos, por muchos «pactos malignos» que uno haya hecho… En los Premios Grammy de este 2020, que tuvieron lugar en el Staples Center de Los Ángeles el 26 de enero, cuando nadie pensaba aún que la pandemia de Covid-19 se abatiría implacable sobre un mundo todavía centrado en espectáculos de masas y premios, el bueno de Ozzy lucía un bastón, en su primera aparición ante los medios desde que hiciese público que padece Parkinson. No obstante, al extravagante músico aún le queda cuerda para rato.

Otro de los personajes que se vinculan al satanismo es el inefable Charles Manson, músico frustrado antes de ser el gurú de un grupo de chalados que, esperando el Apocalipsis, acabaron con la vida de Sharon Tate y otras cuatro personas en el 10050 de Cielo Drive, en Beverly Hills. Lo menciono porque su sueño, al parecer, y la razón de que acabara enviando a su Familia a aquella mansión aquel fatídico día de finales de los sesenta fue precisamente su carrera frustrada en el mundo de la música. En 1993, los Guns N’ Roses previos a su separación versionaban la canción Look at your game girl en el álbum The Spaguetti Incident? escrita por el propio Manson, lo que les valió una buena demanda. Puestos a provocar… La forma de burlar la censura fue incluir el tema al final del disco, aunque sin citarlo en los títulos de crédito. Quizá aquella fue la razón del ocaso de una de las grandes bandas de rock de finales de los 80 y principios de los 90.

El discípulo de La Bestia

Pero la leyenda urbana que relaciona rock y satanismo de forma más elaborada es la que tiene como protagonista a la influyente banda de rock progresivo Led Zeppelin. Ello se debió principalmente a que el brillante guitarrista de la banda, Jimmy Page, mostró toda su vida afición por el ocultismo y el esoterismo. Al margen de que el lector pierda el tiempo escuchando Stairway to Heaven al revés, por si se encuentra oculta una letanía diabólica, lo  cierto es que Page abrió una librería especializada en esoterismo a principios de los años 70 en Londres, cuyo nombre era The Equinox Booksellers and Publishers –«Vendedores de libros y editores del Equinoccio»–, que llegaría a publicar, entre otros, el libro The Goetia, de Aleister Crowley, en su edición de 1904, librería que el guitarrista acabaría cerrando por el tiempo que le ocupaban las giras con los Zeppelin cuando ya se habían convertido en un mega grupo.

Lo cierto es que la figura del ocultista británico fascinaba a Page, que compró la residencia de Crowley en Escocia, la Boleskine House. Siempre que tenía alguna temporada libre viajaba a los lugares en los que había vivido el adepto de la Golden Down. Precisamente en una de estas ocasiones se sobredimensionaría la leyenda negra de Led Zeppelin: en 1975, mientras Robert Plant, el cantante, y Jimmy Page, se hallaban de vacaciones en Rodas con sus respectivas familias, el guitarrista hizo un viaje hasta las proximidades de Cefalú, en Sicilia, para visitar la morada de Crowley en el lugar: la abadía de Thélema. Justo al día siguiente, los Plant sufrieron un accidente de coche en el que Robert resultó herido grave y su esposa estuvo a punto de morir. Apenas dos años después, el 26 de julio de 1977, su hijo pequeño, Karac Plant, falleció de una fulminante infección de estómago. Para los teóricos de la conspiración, todo era culpa de Page y su afición a lo oculto, leyenda que se sobredimensionó con la muerte en casa del propio guitarrista de John Bonham, batería de Led Zeppelin, según cuentan, ahogado en su propio vómito de una ingesta brutal de vodka.

Algo más que un símbolo

Como sucede con los discos de los Rolling, los Beatles o el primero de Black Sabbath –en el que aparece una mujer que, cuenta la rumorología, se trataría nada menos que de un espíritu–, los discos de los Zeppelin también tienen su historia negra. Precisamente en el punto álgido de su carrera, en 1971, la banda publicaba Led Zeppelin IV, el álbum de la polémica en el que se incluyeron cuatro símbolos rúnicos con el que se identificaba cada uno de los miembros del grupo. El que más llamó la atención, por ser desconocido, era el de Page, que respondía a las siglas ZoSo, y que pronto desataría rumores de todo tipo, a cual más enrevesado.

Portada del discazo Led Zeppelin IV (1971)

A partir de entonces, Jimmy Page solía aparecer en escena con los símbolos del zodíaco bordados en sus setenteros ropajes, con el ZoSo destacando sobre todo lo demás. Teorías hay para todos los gustos: que si se trataba de un símbolo cabalístico, que si podía derivar de un estilizado «666», el número de la Bestia –el propio Crowley se autodefinía como La Gran Bestia–, o de un signo que apareció por primera vez en un texto distribuido en su librería esotérica: Zos Speaks, del artista esotérico londinense Austin Osman Spare.

La teoría más creíble es que tuviera su origen en un grimorio de 1557, Ars Magica Arteficii, escrito por el astrónomo y médico renacentista Gerolamo Cardano, donde se identifica el símbolo ZoSo como satánico, quizá un simple entretenimiento de Page que, no obstante, era bastante versado en ciencias ocultas. Lo que me cuesta mucho creer es que fuera un brujo al estilo de su querido Frater Perdurabo, o que realizara misas satánicas como se han atrevido a decir los más incautos. Sea como fuere, ahí tenemos su música, demoníaca o no, para seguir deleitándonos cincuenta años después.

Y aunque el satanismo continúa siendo un recurso manido de parte de la escena musical más extrema –en los noventa recurrió a él Marilyn Manson para provocar, en los 2000 otras numerosas bandas deudoras de su estilo y en la actualidad otras de gran celebridad como Ghost, cuyo cantante, Tobias Forge (quien ocultó su identidad durante los primeros años del grupo) se hace llamar Papa Emeritus IV (o Nihil) y además de maquillaje siniestro, luce vestiduras papales y ¡mitra! Cosas del espectáculo. Pues eso, que aunque continúa siendo un filón, mención aparte merece el llamado Inner Circle noruego y cómo a unos cuantos de la escena Black Metal nórdica se les fue algo la pinza y el asunto de las manos a principios de los noventa del siglo pasado. No obstante, no hay que olvidar que el satanismo es, para todo un tropel de adeptos, religión –en algunos sitios incluso oficial– y poco tiene que ver con hacer el mal y sí más con disfrutar de los «placeres de la vida». No tardaremos en sumergirnos en el Inner Circle en «Dentro del Pandemónium». Miedito da lo que hicieron aquellos tipos…

PARA CURIOSEAR MÁS:

Ediciones Luciérnaga acaba de publicar un libro que le viene que ni pintado a esta segunda parte conspirativa del guitarreo. Lo ha escrito el divulgador Javier Ramos de los Santos y lleva por título, precisamente, Historia maldita del rock. En sus páginas, llenas de curiosidades de esas que tanto nos gustan en «Dentro del Pandemónium», podrás saber más sobre las historias narradas en el blog, como la leyenda «Paul is Dead», que los propios Beatles, no tan inocentes como pudiera parecer, pues eran mucho más que los «chicos buenos» del rock, contribuyeron a expandir; el club «maldito» de los 27 formado por grandes como Jim, Janis o Jimi –las tres «J»–, Kurt Cobain o Amy Winehouse, entre otros; si es cierto que existen canciones de rock que «incitan» al suicidio –al menos de esos se ha acusado a algunos grupos, que incluso han sido llevados a juicio– o si es cierto que el guitarrista de los Zeppelin, el virtuoso de ojos rasgados Jimmy Page, hizo un pacto con el diablo… entre otras perlas rockeras de las que venimos hablando en este post.

Unas páginas cargadas de decibelios en las que canciones de ultratumba se dan la mano con muertes extrañas y desapariciones que hacen las delicias de los movimientos conspirativos, alguna que otra leyenda urbana –como esa de que Elvis sigue vivo o que Michael Jackson se cambió el color de la piel porque «odiaba ser negro»– y verdades como puños que uno ni siquiera podría imaginar que fueran reales. He aquí la portada:

Rebeldes del Rock (Ma Non Troppo)

Uno de los libros más sugerentes de los últimos meses es también cosecha de Redbook Ediciones a través de su sello Ma Non Troppo: Rebeldes del Rock, de Manuel López Roy. Un interesante y novedoso acercamiento a las estrellas del acorde precisamente analizando lo que este género de masas tiene de transgresor –característica que forma parte de su nacimiento y de su mismo ADN–, un viaje psicodélico por su intrahistoria.

El autor muestra el rock en su más pura esencia desde sus inicios: es contestatario, irreverente y/o juvenil (aunque no siempre: el que ama el rock lo hace de por vida, también en la senectud). Roy habla del género como una manifestación de la música popular que, desde sus comienzos, «ha sido uno de los vehículos fundamentales para expresar el descontento y la protesta, tanto política como social, de los ciudadanos». Y sitúa el nacimiento del género, en los 50, unido a la rebeldía como aspecto destacado de los músicos que lo tocaron y cantaron, sin olvidar otros géneros como el punk, el rap e incluso el pop. Una forma de rebelarse contra el status quo.

El volumen habla de músicos (por sus páginas desfilan desde Jerry Lee Lewis a John Lennon, de Gil Scott-Heron a Bruce Springsteen, de Patty Smith a Dead Kennedys, de los Teddy Boys a Van Rock, entre muchos otros), pero también los movimientos que nacieron a su cobijo, como los pandilleros: los greasers, los mods, los hippies o los teddy boys, y se analiza la sociedad de cada década tomando como referencia las grandes figuras que emergieron en cada momento, la mayor de las veces como forma de desobediencia.

A pesar de que autores anteriores como Peter Seeger o Woody Guthrie, así como el «maldito» Robert Johnson ya mostraron dicha actitud, será con Elvis y Sun Records cuando comience la verdadera eclosión del rock and roll. Y a partir de ahí, ya no habrá forma de pararlo, ni desde las grandes instituciones ni desde los gobiernos más implacables. Puesto que el rock creaba no solo tendencias, sino estilos de vida, las autoridades se echaban a temblar. Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis, John Lennon… todos ellos fueron objeto de vigilancia del FBI y otras autoridades estadounidenses.

Así, el libro está salpicado de anécdotas fascinantes y poco divulgadas en relación con grandes estrellas: el FBI contra Jimi Hendrix, el experimento de rebeldía interracial que supuso a finales de los 60 y principios de los 70 la Coalición Arco Iris, la persecución del rock tras el telón de acero y hasta la convulsa disolución de la URSS o los sonidos de la antiglobalización. Una historia ampliamente documentada y de prosa excitante sobre el rock contestatario, un viaje fascinante por su turbulenta historia y la lucha contra la injusticia, los totalitarismos –fascistas y comunistas– y el poder establecido, del color que sea.

He aquí el enlace para adquirir este imprescindible volumen:

Long Live Rock ‘n’ Roll!!!!!!

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