Los últimos cien días

Hace más de tres meses el mundo que conocíamos cambió por completo. La invasión rusa de Ucrania, bautizada por el Kremlin eufemísticamente como «Operación Militar Especial», reconfiguraba el escenario geoestratégico desde finales de la Guerra Fría y daba inicio a una etapa de incertidumbre. Mientras, una nación se desangra y los sueños de millones de personas se han quebrado, generando la mayor crisis de refugiados en el viejo continente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Como es lógico, el interés del público por los temas políticos y por el pasado, presente e incierto futuro de Ucrania y su invasor, la Federación Rusa, ha multiplicado la publicación de libros relacionados con el tema. 100 días de estupor que es casi seguro, desgraciadamente, que serán muchos más.

Óscar Herradón

Cojo prestado un título emblemático del historiador estadounidense ganador del Pulitzer John Toland para recordar el centenar de días que Ucrania y el Este de Europa viven sumidos en la guerra (para ser justos, 103). Una cifra escalofriante que nadie hubiese podido predecir. El título del citado ensayo de Toland aludía a los 100 días previos a la derrota de los ejércitos de Hitler, tras haber conquistado media Europa y no pocos territorios de ultramar. No es casual: como escuchamos, atónitos, desde hace más de tres meses, no se había producido una situación similar en el viejo continente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Ni siquiera en los tiempos oscuros de las guerras de los Balcanes, que sacudieron la infancia de los que ya estamos en los 40; todavía recuerdo a los tres chicos bosnios que vinieron a mi colegio, el Ortega y Gassett, en Zarzaquemada, Leganés, dejando atrás a sus familias, amigos y sueños para empezar una nueva vida incierta en un país que no sabían ni situar en el mapa por entonces, desconociendo su lengua y sus costumbres. Siempre es mejor eso que perder la vida, claro. Ellos, frente a muchos de sus compatriotas, fueron privilegiados.

El éxodo masivo de población ucraniana (hasta ahora se calculan 14 millones de desplazados, aunque muchos han decidido regresar a su golpeada patria en un gesto de arrojo sin precedentes), la vulneración de los derechos humanos (torturas, ejecuciones, fosas comunes, bombardeos sobre población civil…) o ciudades literalmente arrasadas, irreconocibles si las comparamos con la estampa de apenas un año atrás, rememoran la destrucción de aquellos tiempos totalitarios. Tiempos en los que un señor quiso expandir el espacio vital de Alemania a costa de sus vecinos y hoy otro señor, trajeado y aparentemente más pausado, Vladimir Putin, asegurando que sus fronteras están en peligro por culpa de la expansión de la OTAN y las pretensiones pro-occidentales de Ucrania, ha decidido protegerlas vulnerando las fronteras del otro.

Tenían ya un importante precedente con la invasión de Crimea en 2014, momento que evoca, nuevamente, los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, cuando, tras la invasión de los Sudetes, entonces en territorio checoslovaco, la comunidad internacional apenas se inmutó, a pesar de las advertencias de algunos personajes que después serían fundamentales, como Winston Churchill. No olvidemos tampoco que los nazis, para justificar la invasión de Polonia que daría inicio a la contienda, acusaron a los polacos de violentar primero territorio germano.

Batalla de Kiev (1943)

Encoge el alma ver a supervivientes de aquella contienda que desangró Europa, octogenarios y nonagenarios ya, teniendo que dejar atrás sus casas y sus vidas por culpa, nuevamente, de la intolerancia, los intereses creados y la ambición sin filtro de los gobernantes. Y muchos de los que parten sin rumbo tienen padres o abuelos que lucharon codo con codo con los mismos que ahora les atacan, entonces el Ejército Rojo, hoy las tropas rusas al servicio de un iluminado –en el mal sentido–. 

Una guerra mucho más larga

Una guerra que, sin embargo, hinca sus raíces unos cuantos años atrás, y se cobró la vida de miles de ucranianos y prorrusos que cayeron sin que el resto de Occidente, hoy preñado de homenajes, frases grandilocuentes y colaboraciones «altruistas», sin duda asustado por lo que pueda pasar si esa lucha se extiende (y por humanidad, por supuesto), siquiera se inmutara. Qué leches, si ni siquiera lo sabíamos los ciudadanos de a pie. Un pequeño rótulo en los telediarios el día que había una masacre… pero esas regiones hoy tan familiares como un primo hermano (Lugansk, Mariúpol, Kramatorsk, Severodonetsk…) sonaban muy lejos, estando en realidad tan cerca.

El pasado viernes 3 de junio se cumplieron 100 días de la invasión rusa de Ucrania, lo que para el Kremlin era y sigue siendo una «operación militar especial» (así el señor Putin se ahorra obligar a la población a alistarse, lo que bajaría su popularidad, algo obligado en términos militares si se declara oficialmente una conflagración), 100 días en los que han pasado muchas cosas. Se han perdido muchas vidas en el camino (muchas de inocentes, y no solo en el bando ucraniano), el aspecto de todo un país ha cambiado de habitable a tétrico (algunas ciudades parecen salidas de una película post-apocalíptica, eso hace la guerra) y nos hemos acostumbrado a los discursos propagandísticos de Volodimir Zelensky en los parlamentos de medio mundo, pidiendo una y otra vez su entrada en la OTAN, ese organismo aliado a cuya adhesión cumplimos el otro día 40 años, con voces a favor y no pocas en contra, y también en la Unión Europea, a una velocidad de vértigo que no entra en los estándares de inclusión de nuevos miembros.

Un cambio de paradigma

Putin

El escalofrío recorrió medio mundo cuando el pasado 21 de febrero de 2022 el señor Putin, desde su despacho, declaraba la independencia de las regiones prorrusas de Ucrania. Todos sabíamos que aquello solo era el comienzo del desastre. Ya lo había advertido el Pentágono, que parecía tener fuentes de información muy fiables cuando hizo público que la supuesta retirada de los tanques rusos no era sino una operación de engaño. Muchos pensábamos que EEUU ya estaba nuevamente malmetiendo y ofreciendo desinformación para arrojar basura en el escenario geopolítico. No era el caso. Y a pesar de las muchas sombras que envuelven a la OTAN, y de las dudas que a cualquiera puede generarle el hecho de si los mandatarios occidentales nos están contando toda la verdad (probablemente no), la invasión rusa de Ucrania (sea, como reza el Kremlin, para acabar los neonazis que gobiernan las zonas prorrusas o sea por lo que sea) no tiene ni justificación ni perdón.

Del escalofrío pasamos a la paralización cuando las sirenas antiaéreas resonaban en el corazón de Kiev, con la plaza irónicamente llamada de la Independencia y su monumento homónimo, un ángel erguido hacia el cielo como un centinela, miraba a las cámaras de todo el planeta. Luego, las imágenes de la desbandada, el exilio forzoso, las estaciones de tren abarrotadas, y los misiles que comenzaron a caer… 100 días de guerra que no deberían haber sucedido en estos tiempos de «evolución» y comodidad a las puertas del primer mundo.

Zelensky

Pero ha sucedido, y no queda sino intentar por todos los medios frenar esta injusticia, injusticia que se extiende también a los soldados rusos que mueren por una causa no demasiado clara, los millones de ciudadanos rusos reconvertidos en parias por la comunidad internacional que se están quedando sin ingresos y sin trabajo y los muertos también del bando prorruso que han denunciado hace tiempo, también, crímenes de guerra. Y un pueblo entero al que se le han cortado sus sueños y sus proyectos de vida, no así su determinación y su esperanza por vivir libres en el futuro.

A continuación, en «Dentro del Pandemónium», recordamos los hechos más significativos (al menos algunos, pues el tiempo nunca para y han sido millares de horas, de este tiempo de vergüenza) de la guerra de Ucrania, la mal llamada «operación militar especial» del Kremlin.

21 de febrero: Vladimir Putin firma decretos que reconocen la independencia de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk, en la región ucraniana del Donbás, en una ceremonia transmitida por la televisión estatal rusa donde el presidente arremetió contra EEUU y la OTAN.

Chernóbil (1986)

24 de febrero: Putin anuncia el inicio de una «Operación Militar Especial» en el país vecino. Poco después, tropas rusas cruzan la frontera e invaden Ucrania, y se informa de bombardeos en las principales ciudades del país, incluyendo Kiev (donde las sirenas antiaéreas no paran de sonar) y Járkov, mientras la planta nuclear de Chernóbil es capturada por los rusos. A su vez, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, todo un símbolo de resistencia y hoy uno de los hombres más mediáticos del mundo, ordena una movilización general «con el fin de garantizar la defensa del Estado, mantener la preparación para el combate y la movilización de las Fuerzas Armadas de Ucrania y otras fuerzas militares», entre ellas el batallón Azov, formando por militares de ideología neonazi, una fuente de reserva de las Fuerzas Armadas de Ucrania bajo jurisdicción del Ministerio del Interior del país.

Azov

25 de febrero: mientras las tropas rusas avanzan desde el norte, el este y el sur hacia las principales ciudades, encontrando una inesperada resistencia de los ucranianos, la comunidad internacional anuncia nuevas sanciones a los sectores financieros, energéticos y de transporte rusos.

27 de febrero: Putin ordena que las fuerzas disuasorias de la Federación Rusa, que incluyen modernas armas nucleares, entren en su máximo estado de alerta. El mundo tiembla ante la posibilidad de una guerra atómica, un temor que no asomaba desde tiempos de la Guerra Fría.

28 de febrero: mientras las conversaciones diplomáticas entre las delegaciones rusa y ucraniana fracasan, Zelensky pide a la Unión Europea que «admita urgentemente a Ucrania» entre los países miembros.

2 de marzo: soldados rusos toman la ciudad ucraniana de Jersón y los telediarios comienzan a emitir imágenes de cuerpos en las calles y los letales efectos de los bombardeos sobre ciudades poco antes completamente europeizadas, que recuerdan mucho a las nuestras.

Central nuclear de Zaporiyia

3 de marzo: mientras se desata el caos y el pánico entre los residentes de Jersón, que intentan conseguir a toda costa bienes de primera necesidad, y Mariúpol se encuentra rodeada por las fuerzas rusas, se produce un incendio en instalaciones dentro de la planta nuclear de Zaporiyia, la más grande de Ucrania. Europa tiembla al pensar que pueda reproducirse la catástrofe de Chernóbil, y a escala mucho mayor.

8 de marzo: el jefe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, afirma que la salida de refugiados de Ucrania ya alcanza los dos millones de personas. Y mientras Zelensky apela a todos los ciudadanos del planeta, acusa a los «líderes mundiales de no poner todo su empeño» a favor de Ucrania y que dicha inacción equivale a un «genocidio», término que empleará habitualmente para referirse a las acciones ordenadas por el Kremlin. Ese mismo día, el presidente estadounidense, Joe Biden, anuncia que EEUU prohibirá las importaciones de petróleo, gas natural y carbón de Rusia como respuesta a la invasión.

9 de marzo: a pesar de haberse acordado con Moscú un alto el fuego para permitir la salida de civiles a través de corredores humanitarios, las fuerzas rusas bombardearon un hospital materno-infantil en Mariúpol.

13 de marzo: Rusia ataca con misiles una base militar cerca de Leópolis, ciudad próxima a la frontera polaca, lo que provocó una airada reacción de la OTAN. Mueren 35 personas y el periodista estadounidense Brent Renaud es asesinado por soldados rusos, siendo el primer profesional de la comunicación extranjero en caer en el conflicto.

14 de marzo: el gobierno de Ucrania asegura que en la ciudad sitiada de Mariúpol han muerto más de 2.500 personas y que el resto no tiene ni electricidad, ni agua, ni calefacción.

25 de marzo: según fuentes de la ONU, más de 3,6 millones de personas han huido desde que comenzó la invasión, mientras Biden viaja a Polonia para poner de relieve la crisis de los refugiados y poner de manifiesto su apoyo a Kiev.

27 de marzo: Ucrania recupera varias localidades en poder de los rusos en varios contraataques y muestra una respuesta y determinación feroces.

28 de marzo: Zelensky afirma que está dispuesto a aceptar un estatus neutral como parte de un acuerdo de paz con Rusia, pero puntualiza que deberá ser sometido a referéndum ante el pueblo ucraniano. La comunidad internacional piensa que las cosas pueden cambiar, pero la guerra se recrudece.

3 de abril: el mundo asiste horrorizado a la matanza de Bucha, al noreste de la capital, con cuerpos de civiles esparcidos por las calles tras ser ejecutados, mientras reporteros de la CNN descubren una fosa común.

7 de abril: en otra de sus habituales comparecencias, Zelensky informa de que la situación en Borodianka, un suburbio de Kiev, es «mucho más aterradora» que en Bucha tras la retirada de las tropas rusas.

8 de abril: un ataque con misiles rusos en una estación de tren en Kramatorsk mata a más de 50 civiles que pretendían huir del país, aunque hubo controversia sobre si realmente los proyectiles (uno de ellos llevaba escrito en letras rojas el hermético mensaje «Por los niños»), fueron lanzados por el ejército de la Federación rusa. Ambos países se acusaron mútuamente del ataque.

11 de abril: mientras tropas rusas se retiran del norte dejando numerosas zonas minadas (acto que Zelensky tilda de «crimen de guerra»), un fiscal ucraniano afirma que están investigando 5.800 casos de presuntos «crímenes de guerra».

Moskvá

14 de abril: el buque de guerra ruso Moskvá, símbolo del poderío militar ruso, se hunde tras sufrir un incendio. Los ucranianos afirman haberlo neutralizado y el Kremlin que todo se debe a un accidente.

Imágenes por satélite de las fosas comunes en Mariúpol

22 de abril: las autoridades ucranianas afirman haber identificado nuevas fosas comunes de grandes dimensiones en las afueras de la ciudad asediada de Mariúpol, informaciones que confirman imágenes por satélite. Mientras, un alto mando militar ruso afirma que el objetivo de la «operación especial» ordenada por Moscú es tomar el «control total» de la región del Donbás y de todo el sur de Ucrania.

24 de abril: el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, anuncia a Volodymir Zelensky que los diplomáticos estadounidenses volverán s Ucrania. Mientras, el asesor ucraniano del presidente, Mykhailo Podolyak, hace público que las tropas rusas están «atacando continuamente» la planta siderúrgica de Azovstal, en Mariúpol, donde se refugian miles de civiles y están atrincherados los miembros del Batallón Azov.

1 de mayo: se permite la evacuación de civiles de la planta de acero de Azovstal.

9 de mayo: el esperado Día de la Victoria que conmemora la derrota del nazismo en la Gran Guerra Patriótica (como se conoce a la Segunda Guerra Mundial en la Unión Soviética), sirve para que Putin, en un baño de multitudes y haciendo alarde de fortaleza militar, reitere su acusación de que Occidente no le dejó más remedio que invadir Ucrania. Mientras, la Casa Blanca afirma que las acusaciones del presidente ruso sobre las agresiones de la OTAN son «evidentemente falsas y absurdas».

12 de mayo: Finlandia, que comparte 1.200 kilómetros de frontera con la Federación Rusa, anuncia su intención de unirse a la OTAN. El Kremlin lo tilda de amenaza para su país.

13 de mayo: la contraofensiva ucraniana sigue sumando éxitos y Zelensky asegura que han retomado seis asentamientos desde el viernes pasado y 1.015 en total desde el comienzo de la invasión. Todos los expertos afirman que estamos ante una guerra larga.

16 de mayo: cientos de personas son evacuadas de la planta siderúrgica de Mariúpol, donde se hacinaban en condiciones inhumanas.

18 de mayo: el soldado ruso Vadim Shishimarin, acusado de matar a un civil desarmado en Bucha (un inocente sobre una bicicleta cuyo cuerpo inerte pudimos ver en imágenes de los telediarios de todo el mundo), se declara culpable en un juicio en Kiev donde es acusado de crímenes de guerra.

20 de mayo: Moscú afirma que los últimos combatientes ucranianos de Azovstal se han rendido. El Kremlin los considera prisioneros de guerra y se anuncia que algunos miembros del batallón Azov serán condenados a muerte.

2 de junio: tras casi 100 días de guerra, el presidente Zelensky afirma que alrededor del 20% de Ucrania está ahora bajo control ruso, y que la región del Donbás está «casi completamente destruida». 103 días después, Kiev vuelve a ser objeto de bombardeos por las fuerzas militares rusas.

*Todas las imágenes son de Wikipedia, de libre uso (Licencia Creative Commons).

PARA SABER MUCHO MÁS:

Recientemente La Esfera de los Libros ha publicado un completo ensayo que ayuda al lector, de forma concisa y amena, a comprender cómo hemos llegado a este complejo tablero geopolítico. En Ucrania. El camino hacia la guerra, el antropólogo y analista de política internacional Alejandro López Canorea analiza con precisión y claridad el camino recorrido por Rusia, Ucrania y el mismo Occidente (con la OTAN y la Unión Europea como principales organismos supranacionales) hasta el estallido de la contienda, que tuvo lugar el 24 de febrero de este 2022 pero que hunde sus raíces unos cuantos años atrás.

Así, comprenderemos qué se ha puesto en juego en el tablero internacional en los últimos meses (mucho más de lo que cualquiera pueda imaginar, y da escalofríos), por qué no se solucionó a tiempo y, sobre todo, las consecuencias que causarán en la nueva geopolítica mundial y que repercutirán en todos los ámbitos de nuestras vidas (de hecho, ya lo están haciendo: subida de los precios de los combustibles y los bienes de primera necesidad, alta inflación y subida de los tipos de interés, crisis alimentaria mundial por la escasez de cereal…), todo muy sombrío.

Una obra fundamental para comprender nuestro presente y prepararnos para el futuro inmediato, bastante gris, de la mano de uno de los responsables del medio de comunicación digital Descifrando la Guerra, un referente de la divulgación fundado en 2017 dedicado al seguimiento y análisis de la política internacional.

He aquí el enlace para adquirir esta obra:

Una historia de Rus

Todo un descubrimiento. La editorial La Huerta Grande lanzó recientemente Una historia de Rus. Crónica de la guerra en el Este de Ucrania, de Argemino Barro (que en la misma editorial ya publicó El candidato y la furia: crónica de la victoria de Trump), un libro que ayudará al lector a comprender los orígenes del conflicto entre la Federación Rusa y Ucrania, que hunde sus raíces muchas décadas atrás, antes incluso de la Guerra Fría, y analiza los años de guerra en la zona del Donbás que causaron múltiples destrozos y miles de muertos y que desembocarían en la actual guerra.

En este ensayo de vertiginoso ritmo y afilada prosa, Barro intercala el reportaje de actualidad con las rebeliones cosacas, la Segunda Guerra Mundial y la hambruna provocada por Stalin (el escalofriante Holodomor), dibujando con precisión la silueta político-militar de un territorio marcado por los conflictos históricos y centro neurálgico ahora mismo de la geopolítica internacional.

He aquí el enlace para adquirir este ensayo en la página de la editorial:

Malleus Maleficarum: el libro más peligroso de la historia (I)

La obsesión de la iglesia por erradicar los cultos paganos de brujas y hechiceros, a los que consideraba enemigos mortales de Dios, necesitaba dotarse de un texto que convirtiese en oficial el procedimiento a seguir para la lucha contra el Maligno. En este contexto apareció un libro que ha sido descrito en numerosas ocasiones como «el más funesto de la historia literaria». Con motivo de la publicación de Brujas. La locura de Europa en la Edad Moderna (Debate), recordamos el origen de este pérfido volumen.

Óscar Herradón ©

Krämer

Conocido popularmente como «Martillo de Brujos» –Hexenhammer–, fue obra de los inquisidores dominicos Heinrich Krämer –pseudónimo de Enrique Institoris– y Jacob Sprenger. Su maléfica obra se comenzó a escribir a raíz de que el pontífice Inocencio VIII publicase en Estrasburgo su bula Summis desiderantes affectibus, conocida también como «Bula Bruja» y tradicionalmente «Canto de guerra del infierno», el 9 de diciembre de 1484, dirigida, según el vicario de Cristo, a subsanar los errores que el Tribunal del Santo Oficio había cometido en torno a los procesos de brujería.

Reproduciré a continuación algunos extractos de dicha bula que no tienen desperdicio donde se puede apreciar claramente la línea que, a partir de entonces, seguirán los manuales conocidos como «martillos de brujas» y que marcarían el inicio de una política de terror en toda Europa:

Bula de Inocencio VIII

«Nos anhelamos con la más profunda ansiedad, tal como lo requiere Nuestro apostolado, que la Fe Católica crezca y florezca por doquier, en especial en este Nuestro día, y que toda depravación herética sea alejada de los límites y las fronteras de los fieles, y con gran dicha proclamamos y aun restablecemos los medios y métodos particulares por cuyo intermedio Nuestro piadoso deseo pueda obtener su efecto esperado […]».

«Por cierto que en los últimos tiempos llegó a Nuestros oídos, no sin afligirnos con la más amarga pena, la noticia de que en algunas partes de Alemania septentrional […] muchas personas de uno y otro sexo, despreocupadas de su salvación y apartadas de la Fe Católica, se abandonan a demonios, íncubus y súcubus, y con sus encantamientos, hechizos, conjuraciones y execrables embrujos y artificios, enormidades y horrendas ofensas, han matado a niños que estaban aún en el útero materno, lo cual también hicieron con las crías de los ganados; que arruinaron los productos de la tierra, las uvas de la vid, los frutos de los árboles; más aún, a hombres y mujeres, animales de carga, rebaños […] estos desdichados, además, acosan y atormentan a hombres y mujeres y animales con terribles dolores y penosas enfermedades…; impiden a los hombres realizar el acto sexual y a las mujeres concebir…; por añadidura, en forma blasfema, renuncian a la Fe que les pertenece por el sacramento del Bautismo, y a instigación del Enemigo de la Humanidad no se resguardan de cometer y perpetrar las más espantosas abominaciones y los más asquerosos excesos […]».

«…y otorgamos permiso a los antedichos Inquisidores –Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger- […] para proceder, en consonancia con las reglas de la Inquisición, contra cualesquiera personas, sin distinción de rango ni estado patrimonial, y para corregir, multar, encarcelar y castigar según lo merezcan sus delitos, a quienes hubieran sido hallados culpables, adaptándose la pena al grado del delito. […] Por Nuestra suprema Autoridad, les garantizamos nuevamente facultades plenas y totales».

Inocencia VIII

El pontífice continúa, en los mismos términos de credulidad supersticiosa, con su sermón antiherético para concluir ofreciendo a los inquisidores todos los medios a su alcance en la lucha contra el mal. Esta iniciativa, por la que se equiparaba el maleficio al grado de herejía, recayendo en la esfera competencial de la Inquisición, servirá de incentivo a las calenturientas mentes eclesiásticas para llevar a cabo un genocidio sin precedentes, basado  únicamente en la creencia en antiguas leyendas y supersticiones grecorromanas adaptadas al Medievo –tales como la capacidad de volar de dichas brujas o su gusto por la carne de los infantes– y en un miedo irracional fruto más del desconocimiento y del temor supercheril que del análisis.

La Bula Summis Desiderantis fue el empujoncito que necesitaban los autores de los «martillos» para dar forma a unas obras enfermas, incoherentes, retóricas y pedantes (aunque fascinantes para el investigador) que, por desgracia, fueron tenidas muy en cuenta durante siglos como códigos a seguir para torturar y asesinar a personas, en su gran mayoría inocentes, al menos de delitos sobrenaturales.

Un exitoso engaño para burlar la censura

El citado Enrique Institor, un teólogo de avanzada edad que había ejercido como inquisidor para el sur de Alemania desde el año 1474, incluyó la polémica Bula contra brujas de Inocencio III al comienzo del «Martillo». De esta forma, el dominico se aseguró la eficacia de su distribución, simulando una autorización papal que no era tal y que brindaba a la obra una oficialidad que, de no existir, hubiese provocado su secuestro en las máquinas de la imprenta. El invento de Gutenberg constituyó una auténtica revolución en la edición de libros, que debían mucho, en el desorbitado aumento de su difusión, al todavía reciente y revolucionario descubrimiento. Dicho avance en el mundo editorial supo aprovecharlo ingeniosamente Institor, como buen propagandista, al igual que la reciente aparición de la prensa, en una época en la que todavía se dejaban ver los efectos que causara, a lo largo de muchos siglos, el oscurantismo medieval, en el que el saber estaba reservado a unos pocos, en su mayoría eclesiásticos.

El éxito del «Martillo» fue enorme. Publicado en 1486, dos años después de que viese la luz la bula Summis desiderantes affectibus, en menos de dos siglos el Malleus Maleficarum contó con 29 ediciones. En 1520 ya contaba con 13 ediciones, mientras que entre 1547 y 1669 llegó a 16, si bien no constan el lugar ni la fecha de publicación. La obra de Krämer se erigió como fuente de inspiración de todos los tratados posteriores sobre el tema, a pesar de que su propia composición debía casi todo a textos previos tales como el Formicarius (1435) y el Praeceptorium, del teólogo alemán y prior dominico Johannes Nider.

Este post tendrá una inminente continuación en «Dentro del Pandemónium».

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Llevo una buena cantidad de años sumergiéndome en todo tipo de literatura relacionada con la brujería, la Inquisición y el ocultismo, pasión que comenzó con la llegada a la redacción de mi añorada revista Enigmas hace la friolera de casi 20 años. Así que cuando se publica un nuevo título centrado en el tema suelo estar atento y no tardar en hincarle el diente, y aunque abundan los textos superficiales o «corta-pega» en este mundo de edición a veces sin control física y digital, lo cierto es que algunos trabajos sorprenden por su meticulosidad y buen hacer.

Es el caso del ensayo Brujas. La locura de Europa en la Edad Moderna, que acaba de lanzar la editorial Debate, uno de los paladines de la divulgación histórica en nuestro país, de la autora Adela Muñoz Páez que, curiosamente, no es ni antropóloga ni historiadora, ni siquiera periodista, sino catedrática de Química Inorgánica en la Universidad de Sevilla, eso sí, responsable de exitosos libros de divulgación como Historia del Veneno (2012), Sabias (2017) y Marie Curie (2020), todos ellos publicados en Debate.

Muñoz Páez explora el proceso por el que a comienzos de la Edad Moderna, en el Viejo Continente hoy asolado por nuevas e incomprensibles guerras, se persiguió a centenares de miles de personas, la mayoría mujeres, y se asesinó, que quede constancia documental, a unas 60.000, en el marco de una sociedad patriarcal y temerosa de Dios, profundamente machista, en la que la Iglesia católica (y también la protestante, en cuyo seno se produjo una persecución mucho más virulenta y sanguinaria, mal que le pese a la leyenda negra) decidiría el rumbo a seguir de toda la sociedad, de reyes a labradores.

Alonso de Salazar y Frías

Una institución gobernada por hombres profundamente misógina y que convirtió a la mujer en el chivo expiatorio de todos los males, los del «averno» incluidos. Un libro, además, que desmonta mitos, como que España fue una de las naciones más intolerantes en este punto (fruto nuevamente de la leyenda negra, lo que no exime a nuestro país de ser uno de los principales azotes de protestantes y judaizantes), que las penas más crueles las impuso la Iglesia (no fue así, sino los tribunales civiles) o que la Inquisición fue el principal brazo ejecutor de la caza, pues, curiosamente, se erigió en uno de sus principales opositores (no en vano, fue precisamente el inquisidor burgalés Alonso de Salazar y Frías, que se incorporó al tribunal que juzgó el caso de las brujas de Zugarramurdi cuando ya se habían impuesto la mayoría de penas, el responsable de echar el freno a la Caza de Brujas en nuestro país).

Un completo recorrido por la brujería en la historia moderna que a pesar de su título no se circunscribe únicamente al continente europeo y también se ocupa de casos trasatlánticos como el de Salem, que tiene algunos puntos en común con el de Zugarramurdi (ficciones, presiones eclesiásticas, envidias, teriantropía…) aunque tuvo lugar casi 100 años después y a miles de kilómetros de los frondosos bosques navarros.

He aquí la forma de adquirir el ensayo:

https://www.penguinlibros.com/es/historia/276340-libro-brujas-9788418619571#

Vinkingos: los hombres del Norte (I)

A lo largo de casi tres siglos surcaron los mares y aterrorizaron las costas de Europa. Aguerridos soldados, fueron mucho más que simples bárbaros: llevaron el comercio a Oriente y desembarcaron en tierras desconocidas. Devotos de sus dioses y grandes supersticiosos, la magia y la profecía formaban parte de su vida cotidiana y su universo espiritual estaba poblado de seres aterradores, maleficios y oscuras venganzas. Con el lanzamiento del completo ensayo Los Hombres del Norte, de Kim Hjardar, que ha publicado Edhasa, recuperamos un tema estrella en «Dentro del Pandemónium».

Óscar Herradón ©

shahin khalaji (Pexels). Free License

Han pasado más de mil años pero sus sanguinarias hazañas siguen despertando la curiosidad y el temor a partes iguales. Pertrechados con toscas pero implacables armas de combate, aquellos considerados los mejores navegantes de su tiempo asolaron numerosas poblaciones costeras de la vieja Europa a golpe de hacha y espada.

Considerados poco menos que salvajes, los señores del Norte eran, sin embargo, un pueblo con elaboradas creencias, cultura propia y una rudimentaria escritura, las runas, muy vinculada con la magia y la adivinación. Ahora que los vikingos están más de moda que nunca gracias a exitosas películas y series que reivindican su papel en la historia, aunque con elevadas dosis de ficción, el misterio en torno a su figura continúa sin ser completamente desvelado, acumulándose los interrogantes sobre muchos aspectos de su existencia: sus túmulos funerarios, los sacrificios humanos, sus ceremonias iniciáticas o sus sorprendentes expediciones. En las próximas líneas, intentaremos arrojar algo de luz a su sorprendente peregrinaje en la oscuridad de los tiempos medievales. 

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El misterio en torno a nuestros protagonistas empieza por su mismo nombre. El origen de la palabra vikingo es ya de por sí discutido. En textos en escritura rúnica se usa la forma «fara í víking» en el sentido de «ir de expedición», aunque textos más tardíos como las sagas irlandesas se refieren exclusivamente a este término como sinónimos de piratería o saqueo, aunque parece que las connotaciones negativas le fueron atribuidas tiempos después de la llamada Era Vikinga –aproximadamente entre los años 789 y 1100–; aunque las teorías sobre el origen etimológico de la palabra son variadas y confusas: en nórdico antiguo vik significa «bahía pequeña, cala o entrada», que puede estar relacionada también con la teoría de que la palabra vikingo haría alusión a una persona que proviene de Viken –un antiguo reino cuyas fronteras, no muy claras tampoco, parece que abarcaban parte de Noruega, Dinamarca y Suecia–. Vikingo, no obstante, fue el principal nombre dado a los pueblos nórdicos originarios de Escandinavia durante la Edad Media en general. Sea como fuere, los enigmas se multiplican en relación a sus formas de vida, sus ceremonias, saqueos y creencias en general.

Fuentes documentales

Puesto que los vikingos no dejaron escrito nada en referencia a sus creencias, ni poseían una religión revelada ni tenían un libro sagrado, hemos de basarnos en las sagas escritas posteriormente que supuestamente recogen la tradición oral de varios siglos, y también acudir a la rica mitología de los pueblos escandinavos. Ante la falta de certezas que expliquen la cosmogonía de una cultura, el origen del mundo y del Universo, el hombre suele ocupa ese vacío existencial recurriendo a la mitología, historias y leyendas que se dan la mano y se confunden, transmitidas oralmente de generación en generación, mitos que permiten en parte entender la forma de ser y actuar de estos pueblos; una mitología que alude al destino, al más allá o al fin del mundo en la mayoría de relatos.

Las más célebres son la llamada Edda menor, que el noble islandés Snorri Sturluson compuso entre los años 1220 y 1230, una obra en prosa que mostraba el panteón de dioses vikingos y su cosmogonía desde la óptica cristiana, y la llamada Edda poética, una colección de 29 poemas sobre dioses y héroes escrita en Islandia entre 1250 y 1300; también tenemos los versos compuestos por los poetas o escaldos cortesanos, que componían los cantos heroicos, a través de unas “agudezas” o metáforas llamadas kennings que ofrecen valiosa información religiosa y mitológica.

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Además, en el siglo XIII el monje danés Saxo Grammaticus compuso la Gesta Danorum, una historia de ecos legendarios de los reyes de Dinamarca que incluía también importante información mitológica, sin olvidar los cronistas de otras religiones que tuvieron algún contacto con los vikingos, como el monje y cronista cristiano del siglo XI Adán de Bremen o el escritor y aventurero árabe Ahmad ibn Fadlán. La fuente más antigua sobre estos pueblos nórdicos es la obra que compuso en el siglo I de nuestra era el historiador romano Tácito, Germania.

Ritos y culto ancestrales

En relación con sus ritos, los investigadores señalan que no existe religión escandinava antigua en el sentido que le damos hoy, abstracto y conceptual. El término que aludía a lo que llamamos religión era «sidr», que tenía el significado literal de «práctica» o «costumbre». Salvo casos aislados, parece que no existían sacerdotes como tales, que pasasen una iniciación particular ni que formaran una casta. No obstante, en fuentes islandesas posteriores se alude a una clase sacerdotal llamada Godar –cuyo significado era «Aquellos que hablan la lengua de los dioses»–, que albergaba responsabilidades religiosas y civiles. Los Godar pertenecían a la comunidad «sacerdotal» de Ásatrú, y podían ser un gothi (sacerdote) o una gythia (sacerdotisa). Parece un hombre era libre de elegir a qué dios adorar. Y es que la libertad, incluso de culto, era una de las características fundamentales del vikingo.

 Su religión se reducía principalmente al culto a distintos dioses de una mitología pagana muy rica pero igualmente confusa debido al sincretismo con otras religiones –los pueblos germanos de raíz indoeuropea que se instalaron en Escandinavia y los pueblos ya asentados allí, y más tarde con el cristianismo– y a la confusión entre diferentes mitos de diversas procedencias, aunque en su panteón, de numerosos dioses, destacaban Odín y sus hijos Thor y el maléfico Loki, además de Freyja, la diosa del amor y la belleza, o Tyr, el dios del valor, entre muchas otras divinidades.

El momento más solemne de esta «religión» era el llamado sacrificio –el Blót–, principalmente de animales, por lo general cerdos y caballos, muy frecuente en sus prácticas, que consistía en hacer una petición a sus dioses –brindándoles un tributo de sangre– a cambio de que les fueran propicios en la cosecha, la guerra o la enfermedad.

El primer paso del Blót era el sacrificio en sí, mientras que el segundo era la consulta a los augures o rituales de adivinación, de gran importancia para un pueblo regido por las determinaciones del destino; y el tercero consistía en un banquete sacrificial conocido como blotveizla, durante el cual los invitados –que podían ser unos pocos o cientos– consumían la carne del animal inmolado, a la vez que realizaban libaciones –normalmente de hidromiel o cerveza– destinadas a sus antepasados, a sus dioses y a las personas presentes más importantes de la comunidad, haciéndose a la vez juramentos constrictivos –para los vikingos era muy importante un juramento sobre un anillo sagrado, en honor al anillo Draupnir– y probablemente, aunque existen lagunas documentales, rituales de tipo adivinatorio como el seidr.

Así se conocía a un tipo de hechizos o brujerías practicado por los nórdicos paganos que implicaba el encantamientos con hechizos y que tenía un fuerte componente chamánico. Solía ser realizado mayoritariamente por mujeres –la völva o seidkona, “mujer que ve”–, pero también lo podían llevar a cabo hombres –aunque no era muy bien visto–, una práctica que, según la creencia, realizaba Freyja y algunas otras diosas del panteón nórdico e incluso Odín. Fue Snorri Sturluson quien recogió en qué consistía el seidr: éste incluía tanto adivinaciones como la llamada “magia manipuladora”. En las sagas escandinavas es descrito para afectar a una persona, ya sea para maldecirla, sanarla o cambiar su pensamiento e incluso su destino.

Este «maleficio» se realizaba mediante un tipo de trance conocido como spae, durante el cual se utilizaba, según recogen algunas sagas, una suerte de trono conocido como seidrhjallr, proveniente del nórdico antiguo hjallr, cuyo significado es plataforma. No se sabe con certeza cuál era su uso exacto, aunque parece que venía a simbolizar una suerte de unión entre lo que había en el cielo y en la tierra y otros mundos de su cosmogonía.

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Parece que también las hechiceras utilizaban un bastón o cayado llamado seidrstafr, del que se han hallado restos arqueológicos. Cuando una bruja, una völva, moría, era enterrada con este instrumento, que solía llevar grabados varios hechizos con runas, el lenguaje adivinatorio de los nórdicos, y ornado con vidrios y piedras semipreciosas.

Cánticos para invocar el otro mundo

A través de un canto conocido como vardlokkur, que la völva –o sus ayudantes– interpretaba para su propia protección mientras practicaba el seidr –ya que mientras tanto se encontraba en “el otro mundo” y podía sufrir algún percance–, parece que los espíritus del más allá le brindaban información. De hecho, es popular el mito del viaje que las Völur han de realizar a Hel –el inframundo nórdico– para contactar con las almas difuntas, que son quienes les narraban el porvenir. Queda patente pues que la adivinación y la predestinación están presentes en la gran parte de los cultos religiosos vikingos.

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Eir

Junto a los seidr, en las sagas se atribuye a las völva la capacidad de hacer otro tipo de magia como cambiar el clima a su antojo, invocando por ejemplo grandes tormentas –en una suerte de «hacedoras de lluvias» que existen en otras culturas–, un rito para el que la oferente incluso se preparaba ingiriendo una serie de alimentos especiales. Además de las seidkona y las völva, existían también curanderas que utilizaban las fuerzas o espíritus de la naturaleza, según el autor Manuel Velasco, «para ayudar a recuperar o mantener la salud de la gente». Estas mujeres eran denominadas «Hijas del Cuervo» y estaban bajo la advocación de Eir, diosa de la sanación.

Y aquí llegamos a un punto controvertido sobre el pasado de este pueblo… ¿cometieron sacrificios humanos? Lo veremos en el siguiente post, que está a punto de caramelo, o tan dulce como el Hidromiel…

Este post continuará con los curiosidades sobre los señores del norte.

PARA SABER ALGO (MUCHO) MÁS:

Edhasa acaba de publicar un conciso, podría decirse que breve para este tipo de trabajos, pero exhaustivo e hipnótico ensayo, firmado por uno de los mayores expertos internacionales en esos hombres del norte que dan título al libro: Kim Hjardar.

Doctor en cultura nórdica, vikinga y medieval por la Universidad de Oslo y profesor de Historia en St. Hallvard College, Hjardar ha trabajado en estudios vikingos y medievales durante más de quince años, tanto como profesional como recreador histórico de la mayor y más veterana asociación de recreación histórica de época vikinga en Noruega. Es también coautor, junto a Vegard Vike, de Vikingos en guerra, que publicó la editorial también amiga del «Pandemónium» Desperta Ferro Ediciones en 2019.

Desde los inicios del siglo IX hasta finales del XI, los hombres del norte arribaron a casi todas las costas del mundo occidental. Los vikingos eran hombres rudos, con una cultura diferente, hambientos de tierras y riquezas, pero mucho más humanos de los que durante mucho tiempo se ha dado en imaginar. Gracias a los avances que consiguieron en los barcos y las técnicas de navegación, así como a unas estrategias impredecibles, los vikingos podían atacar repentinamente con una fuerza brutal y luego replegarse con el botín a toda velocidad. Procedentes de una sociedad, sin duda, altamente militarizada, el honor lo significaba todo: perder la reputación era peor que la muerte. Por eso la venganza de sangre era su mayor recompensa…

Cierto es que causaron estragos allí donde desembarcaron, pero también que, en parte gracias a ellos, se unificaron los reinos hispanos y el avance de Carlomagno y de los francos por Europa se detuvo. Pues el encuentro entre culturas cambió tanto las sociedades europeas como las nórdicas. Son muchos los datos ya conocidos, que a su vez se mezclan con el mito y la leyenda. En esta breve historia, Kim Hjardar lo analiza todo: el asalto a Europa -llegaron incluso a América del Norte-, la construcción de sus barcos, sus estrategias militares, sus armas, sus dioses, sus poblados… En definitiva, la forma de vida de los vikingos.

He aquí el enlace para adquirirlo en la web de la editorial:

https://www.edhasa.es/libros/1258/vikingos

Atlas Histórico del Mundo (Tikal)

Y para tener una visión general y concisa de la Historia con mayúscula, podemos acercarnos a las ilustradas páginas del Atlas histórico del mundo, que ha publicado Tikal (Susaeta Ediciones). Un recorrido vibrante por el pasado a través de 90 fichas temáticas, explicativas y acompañadas de numerosos mapas historiográficos y fabulosas ilustraciones. Un volumen de gran tamaño con cartografía del más alto nivel, textos complementados por síntesis cronológicas y recuadros temáticos. Además, va acompañado de líneas de tiempo y completo índice de lugares y personajes desde la Antigüedad hasta el siglo XX: Julio César, por supuesto Alejandro Magno, los celtas, los vikingos, los visigodos, la Edad Media o las dos guerras mundiales. He aquí el enlace para adquirir este sucinto y ameno trabajo:

https://www.editorialsusaeta.com/es/historia-y-ciencia/12510-atlas-historico-del-mundo-9788499285009.html